Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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Secretos Parameshwary

viernes, 3 de octubre de 2014

¿Que misterios se esconden tras el concepto de Diluvio Universal?

Parte 2

No obstante, la comunidad científica (al menos de manera oficial) niega la existencia de un planeta así, y ha realizado múltiples declaraciones en este sentido. Para los astrónomos, «las persistentes declaraciones acerca de un planeta cercano pero invisible son simplemente absurdas». Desde los foros científicos se alerta sobre una estrategia para confundir y alimentar el mito de la existencia de este planeta, consistente en relacionar el planeta ficticio Nibiru con cualquier comentario acerca del Planeta X o con el planeta enano Eris. En 1930, Clyde Tombaugh encontró el planeta Plutón, luego de una sistemática búsqueda iniciada por el Observatorio Lowell como resultado de las predicciones de Lowell acerca de la existencia de un planeta adicional en nuestro sistema solar. Sin embargo, se comprobó que la masa de Plutón era diminuta, y una vez analizada la órbita de Caronte, la luna de Plutón, se encontró que la masa del sistema era demasiado pequeña para afectar a la órbita de Neptuno. Por esta razón la búsqueda del Planeta X continuó. En 1983 se produjo el lanzamiento del satélite con el telescopio de infrarrojo IRAS. Basadas en las observaciones de este satélite, se publicaron unas declaraciones, y posteriormente en 1984 también un artículo científico en la revista Astrophysical Journal Letters, titulado “Unidentified point sources in the IRAS minisurvey” (‘fuentes puntuales no identificadas en el miniestudio de IRAS’), en las que se discutían varias fuentes infrarrojas detectadas de origen desconocido. Este artículo provocó gran revuelo, y el resurgimiento de todo tipo de bulos y teorías conspirativas. No obstante, más tarde se descubriría que estos «objetos misteriosos» resultaron ser galaxias lejanas. En 2008, un equipo japonés anunció que según sus cálculos, debía existir un planeta no descubierto a una distancia de unas 100 UA con un tamaño de hasta dos tercios del de la Tierra. La unidad astronómica (UA) es la distancia media entre la Tierra y el Sol: unos 150 millones de kilómetros. Estos cálculos refuerzan la hipótesis de la existencia de un planeta X, pero nada hace pensar que su órbita pueda ser distinta a la del resto de objetos del cinturón de Kuiper. En 1951 el astrónomo americano de origen holandés, Gerard Kuiper, que es considerado el padre de la moderna astronomía planetaria, postuló que debía existir una especie de disco de proto-cometas en el plano del sistema solar, que debería empezar pasada la órbita de Neptuno, aproximadamente entre las 30 y 100 unidades astronómicas. De este cinturón provendrían los cometas de corto período. A partir de 1992, con el descubrimiento de 1992 QB1 y los otros muchos que le han seguido, se tuvo constancia real de la existencia de una enorme población de pequeños cuerpos helados situados más allá de la órbita de Neptuno. Aunque los valores de las estimaciones son bastante variables, se calcula que existen al menos 70.000 cuerpos “transneptunianos” entre las 30 y 50 unidades astronómicas, con diámetros superiores a los 100 km. Más allá de las 50 UA es posible que existan más cuerpos de este tipo, pero en todo caso están fuera del alcance de las actuales técnicas de detección. Las observaciones muestran también que se hallan confinados dentro de unos pocos grados por encima o por debajo del plano de la eclíptica. A estos objetos se les conoce como KBOs (Kuiper Belt Objects).

El estudio del cinturón de Kuiper es muy interesante ya que los objetos que contiene son remanentes muy primitivos de las primeras fases de creación del sistema solar. La región central, más densa se condensó para formar los planetas gigantes, ya que las composiciones de Urano y Neptuno son casi idénticas a la de los cometas. En la región más y menos densa, la creación progresó lentamente, pese a lo cual se formaron un gran número de pequeños cuerpos. Es aceptado ampliamente que el cinturón de Kuiper es la fuente de los cometas de corto período, del mismo modo que la nube de Oort lo es para los de largo periodo. Tras el descubrimiento de 1992 QB1, el estudio de los objetos transneptunianos se ha convertido en un campo de la astronomía de muy rápida evolución, con grandes avances en el campo teórico en los últimos años. El número de objetos descubiertos cada vez es mayor y poco a poco se van obteniendo nuevos conocimientos sobre su significado y características físicas. Los mayores inconvenientes son que estos objetos quedan bastante al límite de la tecnología actual para estudiarlos. Además, tan sólo han podido explorarse regiones muy reducidas de cielo, por lo que es previsible que nos depare aún muchas sorpresas. A fines de 1999 ya había alrededor de dos centenares de objetos transplutonianos conocidos con denominación provisional. Parecen ser pequeños cuerpos helados similares a Plutón y Tritón, pero de dimensiones más reducidas. Mediciones de su color muestran que normalmente son rojizos. Se estima que son muy numerosos y no se descarta el poder hallar cuerpos del tamaño de Plutón o incluso mayores. Se ha hablado mucho de que los objetos del cinturón de Kuiper están constituidos por material primigenio a partir del cual se formaron los planetas, por lo que resultaría de alto interés poder analizar fragmentos de cometas. Sin embargo, de acuerdo con S. Alan Stern, a una escala de 4.600 millones de años, edad estimada del sistema solar, el número de colisiones debe haber destruido todos los cuerpos del cinturón con tamaños inferiores a 35 km. Como consecuencia, los cometas provenientes del cinturón de Kuiper no pueden tener más de 500 millones de años. Serían fragmentos de colisiones posteriores y estarían muy modificados por el mismo calor de estas colisiones, que serían las que eyectarían material hacia el sistema solar interno, constituyendo la base de los cometas de corto período. Las órbitas de los cometas muestran una amplia gama de tamaños, inclinaciones y excentricidades. En el pasado se dividió a los cometas en dos grupos basados en su período orbital: los cometas de largo período, con períodos superiores a 200 años, y los cometas de corto período, con tiempos inferiores. Los cometas de largo período poseen dos particularidades destacables. La primera es que sus órbitas se concentran mayormente en tamaños muy grandes. La segunda es que su irrupción en la región de los planetas es isotrópica, es decir, que no existe una dirección preferencial. Además, el 50% de los cometas de largo período son retrógrados, lo cual es consistente con que su distribución sea aleatoria. Era una creencia bastante general que los cometas provenían del espacio interestelar o que orbitaban las estrellas a muy gran distancia de ellas, y que las perturbaciones gravitatorias podían provocar incluso que algunos pudieran ser capturados por estrellas vecinas.
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Sin embargo, en 1950 el astrónomo holandés Jan Oort hizo notar que no había sido observado ningún cometa que indicara que provenía del espacio interestelar. Asimismo, los cometas que se adentraban en el sistema solar, deberían sufrir perturbaciones por parte de los planetas, principalmente Júpiter, hallando que éstas eran mayores que el pico de cometas de largo período. Esto significaba que muchos entraban en el sistema solar por primera vez, pues de lo contrario sus órbitas ya habrían sido modificadas por las perturbaciones gravitatorias de los grandes planetas. Por otro lado, las órbitas de los cometas de largo período tenían una acusada tendencia a que sus afelios, o puntos más alejados en la órbita de un cometa o planeta alrededor del Sol, se situaran hacia las 50.000 UA. Los cometas no provenían de alguna dirección preferencial. A partir de estos hechos Jan Oort propuso que los cometas provienen de una amplia nube externa en los confines del sistema solar. A esta nube, con el tiempo, fue denominada nube de Oort. Estadísticamente se calcula que puede haber un billón de cometas, aunque es una pura especulación, ya nadie ha podido observar dicha nube y, mucho menos, los objetos que pueda contener. La nube de Oort puede tener una fracción importante de la masa del sistema solar, tal vez superior a la de Júpiter, aunque es una simple especulación. Se piensa que puede ser una especie de globo que envuelve al sistema solar y la hipótesis más aceptada es que está constituida por escombros del sistema solar. En efecto, en sus orígenes el Sol estaba rodeado por una nube de gas y polvo, a partir de la cual se formaron infinidad de planetésimos, masas pequeñas de roca o hielo que se combinan para formar cuerpos más grandes, y, por agregación de los mismos, los planetas. Parte de estos planetésimos sufrieron grandes alteraciones orbitales como consecuencia de sus encuentros con cuerpos de gran masa (los proto-planetas) y de esta forma adquirieron largas órbitas casi parabólicas y quedaron “almacenados” en la nube de Oort, a una distancia media de un año luz donde, aunque débil, la influencia gravitatoria del Sol sigue siendo aún dominante respecto a la de las estrellas más cercanas. Oort también propuso un mecanismo capaz de enviar continuamente una pequeña fracción de cometas de la nube hacia el sistema solar interno. Los tránsitos casuales de otras estrellas cerca de la nube de Oort  pueden alterar las órbitas de los cometas, haciendo posible que, al azar, puedan ser mandados hacia el sistema solar. Se calcula que, en promedio, estas perturbaciones estelares se producen una vez cada 100 a 200 mil años. Relacionado con esto, se ha propuesto la existencia de “lluvias de cometas” para explicar las grandes extinciones de seres vivos en la Tierra en los tiempos geológicos. Si con alguna regularidad el sistema solar sufre tales “bombardeos“, sería una dificultad añadida a la hora de determinar la edad de la superficie de los planetas y satélites mediante el recuento de impactos de meteoritos.

EL llamado Planeta X es un planeta más allá de Neptuno. La «X» se refiere a desconocido, no al número romano 10, ya que sólo había ocho planetas conocidos al momento de empezar a llamar Planeta X a un hipotético planeta del Sistema Solar. En la cultura popular, Planeta X se convirtió en algo genérico para señalar un planeta imposible de encontrar en el Sistema Solar. Si bien Plutón, fue descubierto por la búsqueda del Planeta X, no es el Planeta X, y desde 2006 ha dejado de ser considerado dentro de la categoría de planeta para ser incluido en la de los planetas enanos. Tampoco lo son Ceres, del Cinturón de Asteroides o Eris, del Cinturón de Kuiper. Por las irregularidades que presentaba la órbita de Neptuno tras ser descubierto (en 1846), los astrónomos se volcaron a la búsqueda de un noveno planeta en el Sistema Solar. Ese planeta fue llamado Planeta X por Percival Lowell, cuando comenzó a buscarlo en 1905. El planeta que llevaba a Neptuno a semejantes irregularidades fue descubierto en 1930, 14 años luego de la muerte de Lowell, por el astrónomo Clyde Tombaugh del Observatorio Lowell, en Arizona (Estados Unidos). Tombaugh había seguido los pasos de Lowell metódicamente. La técnica utilizada era tomar dos fotografías de la misma región del cielo en dos días diferentes. Cada una mostraría de 50 mil a 400 mil estrellas. A pesar de todas esas estrellas, ambas imágenes serían idénticas, si los puntos de luz sólo eran estrellas. Si se proyectaban sobre una pantalla en rápida alternancia, ninguna estrella se movería. Pero si una de esas luces era un planeta, en la imagen se movería contra el fondo estrellado durante el intervalo entre fotografías. Y finalmente se movieron. Esto fue observado por Tombaugh el 18 de febrero de 1930. Lo vio en la constelación de Géminis. De la pequeñez del objeto dedujo que tenía que moverse muy lento, y más allá de la órbita de Neptuno. El descubrimiento del objeto transneptuniano fue anunciado el 13 de marzo de 1930, septuagésimo quinto aniversario del nacimiento de Percival Lowell. El nombre elegido para el nuevo planeta fue Plutón, Dios homónimo de la oscuridad infernal y de los muertos en la mitología romana. No obstante, cálculos posteriores demostraron que la masa de Plutón no era suficiente para explicar las variaciones en la órbita de Neptuno, por lo que la búsqueda no se consideró finalizada. Más recientemente, en 2008 un equipo japonés de la universidad de Kōbe publicó unos cálculos que sugerían la existencia de un planeta de un tamaño de hasta dos tercios el de la Tierra, orbitando a unas 100 UA. Hasta la fecha no se han encontrado pruebas de su existencia. Recientemente ha circulado en múltiples foros digitales el rumor de que Nibiru, también conocido como el “planeta X” o la “estrella negra” se está aproximando a la Tierra y que incluso cruzará por completo la órbita elíptica de nuestro planeta. Existe la teoría de que Nibiru es una especie de planeta oculto dentro de nuestro sistema solar o que, de hecho, se trata de una estrella enana que acompaña a nuestro Sol y que atraviesa el sistema solar cada 3,600 años, provocando masivos disturbios geológicos y magnéticos en los campos de la Tierra.

Hay fuentes que afirman que Nibiru se aproxima hacia nuestro planeta. Éstas especifican que actualmente la NASA esta rastreando a una “estrella negra” bajo el nombre del cometa Leonid Elenin y cuya conjunción con la Tierra y el Sol se espera para los próximos años. Y el supuesto cambio de los polos en la Tierra en realidad se debería a la influencia de esta estrella enana marrón, Nibiru. Y de confirmarse las versiones catastrofistas en torno a este fenómeno astrológico, podríamos enfrentar una serie de disturbios que alterarían significativamente las leyes físicas en torno nuestro planeta. Las preguntas del millón son: ¿podría haber en el sistema solar otros planetas, aún no descubiertos? ¿Es factible que exista el planeta X? Cuando la Unión Astronómica Internacional votó para degradar a Plutón a la categoría de planeta enano en 2006, establecieron tres criterios para definir qué es un planeta: debe orbitar alrededor del Sol; su gravedad debe ser suficiente como para modelarlo con una forma casi esférica; y debe ser suficientemente masivo como para tener una órbita “limpia”, sin interferencias remarcables. Plutón no cumplía el tercer criterio. Se considera que es uno de los muchos objetos del Cinturón de Kuiper, helados cuerpos más allá de la órbita de Neptuno. Algunos objetos del cinturón viajan en órbitas extremadamente alargadas alrededor del Sol. Otros tienen órbitas irregulares. “Estos pueden ser signos de perturbación de un objeto masivo distante“, indica Robert Jedicke, científico de la Universidad de Hawai. Claro que su opinión no tiene consenso general. Una temprana migración de los planetas gigantes también podría explicar estas extrañas órbitas. Durante los últimos años, grandes regiones del cielo han sido rastreadas en la búsqueda de objetos y se encontraron más de 1000 objetos del Cinturón de Kuiper. Pero estos estudios de grandes áreas sólo pueden detectar grandes y brillantes objetos. Los estudios que pueden encontrar objetos menores cubren sólo pequeñas áreas del cielo. Un objeto del tamaño de Marte, a una distancia de, por decir, 100 UA, sería tan débil como difícil de observar. Esto podría cambiar pronto. En diciembre de 2008, se vio el primer prototipo de Pan-STARRS. Pronto, cuatro telescopios equipados con las cámaras digitales más grandes del mundo buscarán en el cielo todo lo que se mueva. Su propósito principal es buscar asteroides peligrosos para la Tierra. Pero los cuerpos del sistema solar exterior no escaparán a sus observaciones.
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Se dice que el planeta X está en una órbita que lo trae cerca del Sol cada 3600 años (al igual que las tradiciones sumerias en relación a Nibiru). Con el conocimiento de las leyes de la gravedad es posible calcular su distancia en cualquier tiempo dado. El conocido astrónomo Phil Plait se tomó el trabajo de realizar los cálculos: En mayo de 2002, el supuesto planeta X tendría que haber estado a una distancia similar a la Tierra de la que se encuentra Saturno y tan brillante como el gigante gaseoso. El pronóstico de que pasaría cerca de la Tierra en 2003, evidentemente no se cumplió. ¿Es posible que exista algún planeta en el sistema solar que aún no haya sido descubierto? Sí, es posible. Un cuerpo pequeño, más allá de Neptuno, resulta difícil de observar. Un objeto más allá de Plutón, por ejemplo, si es de pequeño tamaño, podría haber escapado a la detección. ¿Por qué se descarta entonces que exista el planeta X? Los reclamos sobre el planeta X surgen a partir del libro “El 12º Planeta“, de Zecharia Sitchin. El autor dice haber estudiado las tablillas sumerias. Tomando sus historias de dioses y otros mitos como hechos, determinó que estaban en contacto con una civilización alienígena que vive en un 12º planeta (los ocho planetas actuales, más Plutón, el Sol y la Luna) en nuestro sistema solar, que pasa por el sistema solar interior cada 3600 años. El mito del planeta X incluye el “cambio de polos” y la “Detención de la rotación de la Tierra“. Una objeción es que si es un planeta 23 veces más grande que la Tierra y pasara por el sistema solar interno cada 3600 años, se supone que ya lo habríamos detectado. La hipótesis Némesis surgió en un artículo de investigación publicado en 1984 por R. A. Muller (físico de la Universidad de California, en Berkeley), Piet Hut (físico del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton) y Mark Davis (Princeton) en la revista Nature, en 1984. Némesis sería, según este artículo, una estrella oscura y pequeña, tal vez una enana marrón, con una órbita decenas, centenas o hasta millares de veces más distante que la de Plutón. La hipótesis Némesis es una hipótesis astronómica que sustenta la posibilidad de que nuestro Sol forme parte de un sistema binario. En este sistema, la estrella compañera del Sol, aún no descubierta, se llamaría Némesis por los efectos catastróficos que produciría al perturbar periódicamente la Nube de Oort. En la mitología griega, Némesis (llamada Ramnusia, la ‘diosa de Ramnonte’ en su santuario de esta ciudad) es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. Castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que tenían derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes a sus padres. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante. Según esta hipótesis, nuestro Sol, al igual que el 50% de los sistemas de estrellas de la galaxia, formaría parte de un sistema binario. Su otro foco sería una estrella apagada (o muerta), una enana marrón o un pequeño agujero negro. El supuesto objeto, denominado Némesis por los investigadores, orbitaría a entre 1 y 3 años luz de su pareja. Cada 26 a 34 millones de años, Némesis pasaría cerca o entraría en la nube de Oort, desestabilizándola y lanzando lluvias de grandes cometas en dirección al Sol, lo que explicaría la aparente periodicidad de los grandes impactos y las extinciones asociadas, confirmada por el registro fósil y los estratos geológicos de iridio, un metal extraterrestre. También existen algunas mediciones magnetométricas y otros indicios que favorecerían esta suposición. Sin embargo, el hecho de no haberse registrado un campo gravitatorio asociado a la estrella pone en entredicho dicha hipótesis. Muller ha llegado a afirmar en alguna entrevista que «si le dan un millón de dólares, descubre a Némesis». En 1985, Whitmire y Matese, de la Universidad de Louisiana del Sur, sugirieron que Némesis podría ser un pequeño agujero negro.

En octubre de 1999, el astrónomo británico John Murray anunció haber descubierto un noveno planeta mientras estudiaba unos cometas en los márgenes del Sistema Solar. Por sus características sería asimilable a Némesis, Según Murray, el nuevo planeta o estrella giraría alrededor del Sol a una distancia 1.000 veces más lejana que Plutón, si bien tal teórico descubrimiento no pudo finalmente ser verificado. A comienzos de 2000, un equipo de astrónomos de EE.UU. calculó que la estrella oscura, en caso de existir, podría ser un enana marrón, coincidiendo con las afirmaciones de John Matese, de la Universidad de Luisiana, quien ese mismo año estudió las órbitas de ochenta y dos cometas de la nube de Oort, afirmando que sus órbitas tenían algunos elementos extraños en común que sólo se podían explicar por la influencia gravitacional de un objeto de varias veces el tamaño de Júpiter. Según su hipótesis, el nuevo planeta estaría 30.000 veces más lejos del Sol que la Tierra, y haría su órbita alrededor del Sol en el sentido opuesto al de los otros miembros del Sistema Solar. Murray calculó una órbita que se completaría en unos seis millones de años y estimó su distancia al Sol en casi cinco billones de kilómetros. Sin embargo, tampoco sus tesis han podido ser demostradas. R.A. Muller y M. Davis propusieron una espectacular hipótesis digna de las mejores novelas de ciencia ficción: el Sol podría ser una estrella doble, con una alejada compañera que podría perturbar el cinturón de asteroides cada 26 millones de años y dirigir una lluvia de ellos hacia los planetas interiores del sistema solar. Pero matemáticamente la hipótesis era inconsistente ya que la órbita de la supuesta estrella sería inestable. Davis puso en contacto a Muller con P. Hut, un especialista en dinámica orbital. Este modificó la órbita de la supuesta compañera del Sol y la puso mucho más lejos, de modo que los “proyectiles mortales” que nos lanzaría no sería asteroides, sino cometas de la nube de Oort. Pero para que pudiera ser factible y basándose en una sugerencia de J.G. Hills, tuvieron que situar la parte más densa de la citada nube a una distancia entre 1.000 y 10.000 UA, cuando normalmente se admite que es mucho mayor. Sin embargo, con los números en la mano, cada 500 millones de años y durante un período de 700 mil años, la lluvia de cometas sería tan intensa, que de alcanzar de lleno a la Tierra la convertirían en un auténtico colador, por lo que lo más probable era que la vida haría mucho tiempo que habría desaparecido en nuestro planeta, si es que alguna vez pudo llegar a crearse. Aún así, en 1984 dieron a conocer su hipótesis sugiriendo que su estrella de la muerte, en el caso de que fuera descubierta, llevase el nombre de Némesis, diosa griega cuyo cometido era el perseguir sin descanso a los ricos, orgullosos y poderosos, añadiendo que si la estrella no era descubierta, sería su propio Némesis.

Andy Lloyd escribió un libro titulado “Dark Star – The Planet X Evidence”. Según él, hay ciertas dudas en relación a las diversas incongruencias y, a menudo, problemas irresolubles que presenta el planeta Nibiru, del que proceden los “dioses” extraterrestres llamados Anunnaki, tal como es explicado en las obras de Zecharia Sitchin. Un planeta que se comporta como un cometa no parece fácil que pueda sustentar formas de vida similares, si no idénticas, a nosotros. Salvo que la vida se mantuviese en el interior del planeta. En principio, creemos que la única forma de generar suficiente calor para la vida, tal como la conocemos, sería que existiera un planeta que orbitara una estrella enana marrón que, a su vez, estuviera en órbita solar. También podría ser que la enana marrón fuese Nibiru mismo, que atravesaba el sistema planetario solar durante su perihelio junto a su propio séquito de planetas. Pero es una afirmación arriesgada, dado el tamaño que requiere una enana marrón. No obstante, parece bastante probable que la enana marrón exista. Y posiblemente es la estrella binaria en órbita solar que se acerca a la zona planetaria solar cada varios miles de años. Pero ahora, además, es posible que esta enana marrón no sea Nibiru, sino simplemente la estrella central del sistema planetario de Nibiru. Según esto, a la teoría de Zecharia Sitchin, le añadiríamos un sistema con una enana marrón. Ello proporcionaría las condiciones de vida  necesarias si nos referimos a un planeta o satélite en una órbita cercana a la enana marrón. No obstante, ni la enana marrón ni Nibiru son visibles a simple vista desde la Tierra. Según parece, su máximo acercamiento se produce cerca de Plutón, en el llamado Cinturón de Kuiper, más allá de Neptuno. El planeta que se ve es Nibiru, el más exterior del sistema de la enana marrón. Y aparte de que aparentemente no dispone de las condiciones para sustentar vida, Nibiru es esencialmente como Sitchin lo describe, un planeta rojizo que brilla con un aura similar a la de los cometas mientras se mueve por entre los planetas del sistema solar. Sin embargo, Nibiru se halla además ligado a la enana marrón y no parece que orbite el Sol cuando se observa desde la Tierra. Esto es parte del problema expuesto por el Nibiru de Sitchin. Ciertamente fue la primera objeción que puso  el Dr. John Murray, astrónomo inglés autor de un documento que provee evidencia indirecta de una enana marrón en órbita solar. Él observó las constelaciones por las que pasa Nibiru durante su perihelio y estableció que el cuerpo sideral no orbitaba el Sol, y por lo tanto la teoría de Sitchin no sería correcta. Esto implicaba que tal vez la teoría de Sichtin fuese una mal interpretación de textos antiguos. Sin embargo, esta anomalía formaba realmente parte de la teoría, por lo que, después de todo, la extraña órbita de Sitchin era correcta. La solución que propone Andy Lloyd cubre una serie de otros problemas. De hecho, todo parece encajar de manera maravillosa. Nibiru entra en el sistema planetario solar moviéndose hacia atrás en el cielo, con un movimiento retrógrado. Si observamos el sistema planetario hasta Neptuno y Plutón, al centro del diagrama estaría la binaria Estrella Oscura, que se mueve alrededor del Sol en una gran elipse que le toma miles de años. Ha alcanzado el perihelio, el punto más cercano al Sol. Sin embargo, se halla aun a una distancia el doble que Neptuno. Esa distancia corresponde al cinturón de Kuiper, un área de cometas más allá de Neptuno. Así, la Estrella Oscura estaría a unas 70-80 UA del Sol en su perihelio. Todavía demasiado lejos para ser vista desde la Tierra.
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El años 2004, investigadores auspiciados por la NASA han descubierto el objeto más distante en la órbita del Sol. Es un misterioso cuerpo tipo planeta, que está tres veces más lejano de la Tierra que Plutón. “El Sol aparece tan pequeño desde esa distancia que podría ocultársele por completo con la cabeza de un alfiler“, dice el Dr. Mike Brown, del Instituto de Tecnología de California (Caltech), en Pasadena, California, profesor de astronomía planetaria y jefe del equipo de investigación. El objeto, llamado Sedna (o Xena) en honor a la diosa Inuit de los océanos, de la mitología esquimal, se encuentra a 13 mil millones de kilómetros de distancia, en los confines del sistema solar. Esta es, probablemente, la primera observación de la nube de Oort, un sitio muy distante donde se encuentran pequeños cuerpos helados, y que origina los cometas que cruzan por la Tierra. Otras características notables de Sedna son su tamaño y su color rojizo. Después de Marte, es el segundo objeto más rojo en el sistema solar. Se calcula que Sedna es aproximadamente tres cuartas partes del tamaño de Plutón. Sedna es, sin duda, el objeto más grande encontrado en el sistema solar desde el descubrimiento de Plutón en 1930. La Estrella Oscura orbita el Sol de manera similar a como lo hace el resto de los planetas; hacia adelante. Aparentemente siempre ha orbitado al Sol. La órbita en sentido normal está en armonía con el descubrimiento de Sedna, que también tiene un desplazamiento orbital hacia adelante. Ello implicaría que existe una relación entre las órbitas de Sedna y la Estrella Oscura, probablemente de resonancia orbital. De hecho, el movimiento de una enana marrón a través del cinturón de Kuiper hacia el perihelio, explicaría muchas de las aparentes anomalías. De acuerdo al mito, existen 7 planetas en el sistema de la binaria Estrella Oscura. Andy Lloyd sugiere que uno de los planetas interiores es similar a la Tierra y habitable. Su temperatura es cálida debido a su proximidad a la enana marrón, iluminada por su muy apagada luz rojiza. Los planetas orbitan a la Estrella Oscura en movimiento hacia adelante, de acuerdo con la formación inicial del sistema binario hace 4.600 millones de años atrás. Orbitan a la Estrella Oscura en un tiempo considerablemente menor del empleado para volver al perihelio solar. Aun el planeta más exterior, que cruza el espacio de los planetas solares exteriores, se mueve más rápido que la Estrella Oscura. El resultado es que, aunque la Estrella Oscura y su planeta más exterior se desplazan en realidad en movimiento hacia adelante, desde el punto de vista de un observador en la Tierra al planeta exterior se le ve moverse en retrogradación a través del cielo. Esto aclara una anomalía. Ese planeta exterior sería Nibiru. Otro detalle importante es el hecho que Nibiru no está girando alrededor del Sol. Parece venir hacia el Sol y de pronto rápidamente retrocede sin haber atravesado una gran porción del cielo. Esto aclara el extraño grupo de constelaciones que atraviesa, además de corto lapso durante el cual se puede observar a Nibiru. Aunque la Estrella Oscura se tomara cientos de años en cruzar el perihelio, el tiempo durante el cual Nibiru sería visible desde la Tierra sería corto; quizá semanas o meses. La idea que un planeta de la Estrella Oscura sea nuestro ‘Planeta X’ implicaría que Nibiru debería orbitar a unas 60 UA de la Estrella. Pero fue descubierto un reciente precedente en la forma de un planeta grande, visualizado a similar distancia de una Enana Café conocida por los astrónomos como ‘1207’.

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