Los Moche

Desde el siglo I hasta el VII, en los valles del norte del Perú se forjó una sociedad altamente desarrollada que hoy conocemos como Moche o Mochica (que era el nombre del idioma hablado por los hombres de esa zona en la época que llegaron los españoles).


Mapa pueblo Mochica

La sociedad Moche ha llamado la atención de los investigadores por sus expresiones artísticas como los “huacos retratos”, decoraciones de cerámica altamente elaboradas, ricas tumbas como la del “Señor de Sipán” y su esplendorosa y voluminosa arquitectura representada en la Huaca del Sol y de La Luna.


Cerámicos de la Huaca de la Luna. Fuente imagen

La Huaca de la Luna, junto a la Huaca del Sol y la Zona Urbana (compuesta por viviendas, plazas, corredores y avenidas, ubicado ambas huacas) forman el conjunto Huacas de Moche, el principal centro urbano y capital de la antigua nación Mochica que se desarrolló en el valle de Moche entre el año 50 y el 650.


Zona Urbana con la Huaca del Sol de fondo. Fuente imagen

Huaca de El Sol

La Huaca de El Sol es una enorme pirámide, la más grande del Perú (solo superada en América por la de Cholula, Mexico), que funcionó como centro político-administrativo. Se ubica muy cerca de la ciudad de Trujillo, al pie de un promontorio rocoso llamado Cerro Blanco, en la margen izquierda del río Moche.
La pirámide tiene básicamente una forma rectangular a la que se le han agregado algunas otras formas geométricas. Sus dimensiones eran posiblemente de 345 metros de largo por 160 metros de ancho y 42 metros de altura.


Huaca de El Sol. Fuente imagen

Lamentablemente la Huaca fue muy deteriorada por los buscadores de tesoros durante el siglo XVII. Con el propósito de explorar en su interior, los buscadores desviaron el río Moche para que partiera la pirámide en dos. El resultado fue devastador, pues el río se llevó cerca de dos tercios de la Huaca -dejando solo un tercio de su estructura original-, pero para peor aún, en su interior no se encontró ningún tesoro.

Reconstrucción de como pudo haber sido la Huaca de El Sol, en el momento de mayor esplendor. Dibujo: Lizardo Tavera


Toda la pirámide está hecha con adobes y se ha estimado que se usaron 140 millones de adobes en su construcción. La Huaca de El Sol no fue construida toda en un solo momento, sino que sufrió muchas modificaciones y ampliaciones (8) hasta tener el volumen que actualmente le conocemos.


Huaca de El Sol. Fuente imagen


Los adobes para la construcción de esta pirámide tienen 2 características importantes: eran hechos con moldes y tenían la marca del fabricante. La fabricación con moldes permitía tener adobes con las mismas dimensiones y calidad, mientras que las marcas realizadas en la cara superior del adobe permitía identificar a la comunidad que los fabricó para así controlar la cantidad de adobes con los que contribuían en la construcción de la Huaca. En El Sol se han encontrado por lo menos 96 marcas distintas.


Huaca de El Sol. Fuente imagen


La Huaca de El Sol, por ser la construcción más grande e importante de los Moche, demuestra el alto grado de desarrollo alcanzado en esta época en cuanto a ingeniería y planificación social.

Huaca de La Luna

La Huaca de La Luna es una pirámide escalonada ubicada frente a la Huaca de El Sol, al pie del Cerro Blanco. Este monumento funcionó como centro ceremonial.


Huaca de La Luna. Fuente imagen


Está conformada por tres plataformas y cuatro plazas ceremoniales delimitadas por muros. Al igual que la Huaca del Sol, la de la Luna también fue construida usando “adobes” (ladrillos de barro secados al sol). Tiene una base cuadrada de 87 metros de lado y una altura de 21 metros.


Reconstrucción tridimencional computarizada de Huaca de La Luna y las partes que la forman. Dibujo: Lizardo Tavera


La mayor estructura en Huaca de La Luna es una gran pirámide escalonada conocida como la Plataforma 1. Su aspecto actual, volumen y altura es el resultado de sucesivos proyectos constructivos, pasando por al menos 6 grandes reconstrucciones. La renovación de templo significaba no solo la renovación de la arquitectura (expresada en plazas, patios recintos, rampas y plataformas), si no también en la renovación del ritual que dicha arquitectura representa.


Plaza ceremonial Huaca de la Luna. Fuente imagen


Recientemente se ha descubierto una nueva Plaza Ceremonial en la Huaca de la Luna, con paneles con relieves de serpiente.


Paneles con relieves de serpiente en la Plaza Ceremonial – Huaca de la Luna


No obstante el nombre que se le ha dado, esta pirámide no estuvo dedicada a este astro, sino al Dios de las Montañas: Aiapaec. Los antiguos peruanos relacionaban a objetos de la naturaleza (como cerros, piedras o ríos) como poseedores de voluntad divina.  Los cerros eran los proveedores del agua, indispensable para la agricultura. El Cerro Blanco, sobre cuya falda esta Huaca de La Luna, era la montaña sagrada de los moches.


Vista panorámica de la Huaca de La Luna al pie del Cerro Blanco. Fuente imagen


El mundo de los moches estaba regido por un calendario ceremonial que emulaba el ciclo de la naturaleza, las estaciones, el movimiento de los astros y los principales fenómenos naturales, como el inicio de la época de lluvias, los solsticios, equinoccios y eclipses de sol y luna.


Mural de los mitos – Huaca de la Luna


En la Huaca de La Luna los sacerdotes y gobernantes Moches celebraban las principales fechas de este calendario ceremonial, adornando esta pirámide con bellos frisos y altorrelieves multicolores.


Altorrelieves multicolores de la Huaca de la Luna


Sus 12 mil metros cuadrados de murales polícromos son un ejemplo destacado de la tecnología constructiva de tierra que los moches dominaron a la perfección.


Relieve polícromo con divinidades zoomorfas. Fuente imagen


Su riqueza iconográfica y estética constituye un testimonio excepcional de la tradición cultural moche. Muchos de los ambientes de esta huaca estaban decorados con hermosos frisos de muchos colores. Las imágenes en los muros tenían relación con los ritos y ceremonias practicados en dichos lugares.



Para los moches era muy importante predecir el comportamiento del agua, sujeto a la “voluntad” de Aiapaec. Por eso los moches consultaban oráculos, hacían adivinaciones y ofrendaban sacrificios para de ese modo mantener el orden y la venida del agua. En el mundo andino una de los principales atributos de la huaca es poder hablar, comunicarse a través de chamanes.


Huaca de la Luna. Fuente imagen


Como para la cultura moche Aiapaec pedía sacrificios humanos, esta práctica era muy habitual. Quienes eran tomados cautivos para los sacrificios eran despojados de sus ropas y llevados desnudos y amarrados a la gran plaza delantera donde eran presentados ante los sacerdotes y el soberano, y luego de varios días eran degollados en forma pública.


Friso en el patio del Nivel Bajo de la Plataforma 1 en Huaca de La Luna, representa al dios Ai Apaec. Fuente imagen


La fachada norte está decorada con bellos relieves policromados y escenas alusivas al Dios de las Montañas. En el nivel más alto de la fachada de la pirámide también está la imagen de Aiapaec (en cuerpo entero), también conocido como “el degollador” pues es frecuentemente representado con un tumi (cuchillo) en una mano y una cabeza cercenada en la otra.
















 La sangre vertida por el sacrificado era depositada en una copa, y presentada al gobernante moche que esperaba de pie sobre un altar. El Curaca (gobernante) moche ofrendaba esta sangre al Dios de las Montañas.


 

En otros momentos, otros tipos de sacrificios eran exigidos. Sobre un peñasco de la Plaza 3a los sacrificados eran desmembrados, en alusión a la muerte por despeñamiento, un ritual practicado por los moches. Numerosos esqueletos encontrados en este lugar corroboran esta práctica.
Por varios siglos los moches celebraron el calendario ceremonial y ofrendaron sacrificios a Aiapaec, manteniendo de ese modo el orden del universo.

La Leyenda de la serpiente de dos cabezas

Cuenta la leyenda que durante la “era de los gentiles”, dos hermanos encontraron una pequeña serpiente de dos cabezas a la que adoptaron, llevándosela a vivir con ellos. Este animal no era una serpiente común, era un demonio que crecía día a día, de manera exponencial, conforme se alimentaba.
Cuando la serpiente alcanzó el tamaño de un hombre, los habitantes del pueblo obligaron a los hermanos a deshacerse de ella, pues ponía en peligro no sólo la vida de los animales que criaban, sino la de los mismos vecinos. Muy a su pesar, los hermanos condujeron a la serpiente hasta el mar donde, con engaños, la abandonaron. La serpiente, al darse cuenta de que había sido abandonada, inició el viaje de regreso a la casa de los hermanos.
En su camino, el ofidio de dos cabezas fue comiéndose todo lo que encontraba a su paso, incluidos hombres y animales grandes, como las llamas, ganando cada vez más y más tamaño. Uno de los vecinos del pueblo, la vio venir a lo lejos y dio la alarma en el pueblo. Todos sus habitantes emprendieron una huida que los llevó hasta las faldas del cerro que ahora se conoce como cerro Blanco.
En el momento en que la serpiente de dos cabezas llegó a ponerse a tiro para devorarlos, el cerro Blanco se abrió y por él entraron todos los pobladores de la aldea, cerrándose a su paso. Cuando el peligro pasó, los hombres salieron desde las entrañas de la montaña tras lo cual esta se cerró. La línea negra que atraviesa el cerro Blanco sería la cicatriz que quedó tras esta experiencia sobrenatural.
Viendo que este cerro era mágico y que el dios de la montaña les había ayudado a ocultarse de la serpiente, los hombres construyeron en su honor el templo que ahora conocemos como la Huaca de la Luna y vivieron a sus pies.

Paralelismos

Si bien cronológicamente es muy posterior, esta cultura poseía, como es evidente, la misma simbología que tantas otras culturas ancestrales:

Foto panorámica de la Huaca de El Sol, tomada desde la Huaca de La Luna. Al fondo, la llanura del valle de Moche y la ciudad de Trujillo. Fuente imagen


Motivo de serpiente en escalón. Fuente imagen

Evolución de la iconografía moche. Fuente imagen


Reconstrucción de un mural del dios primordial en el Patio del Altar Principal del Templo Viejo de la Huaca de la Luna. Dibujo del Proyecto Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna. Fuente imagen

El Señor de Sipan

El Señor de Sipán fue un antiguo gobernante Mochica del siglo III, cuyo dominio abarcó el norte del Perú. Sus restos fueron descubiertos en 1987 por los arqueólogos peruanos Walter Alva y Luis Chero Zurita junto a su equipo arqueológico.
Este hallazgo marcó un importante hito en la arqueología del continente americano porque, por primera vez, se halló intacto y sin huellas de saqueos, un entierro real de una civilización peruana anterior a los incas. El ataúd de madera en que fue enterrado fue el primero en su tipo que se encontró en América y reveló la magnificencia y majestuosidad del único gobernante y guerrero del antiguo Perú encontrado hasta la fecha de su descubrimiento, cuya vida transcurrió alrededor del año 250 de la era actual.


Recreación del sepulcro del Señor de Sipán


Alrededor de 600 objetos recuperados en la tumba del Señor de Sipán. Sobresalen la vestimenta, que medía aproximadamente 1.67 m, los tres pares de orejeras de oro y turquesa o el collar formado por veinte frutos de maní, de los cuales diez están elaborados en plata y otros diez en oro, aludiendo a la dualidad presente en la cosmovisión mochica (el maní significaba el comienzo o el renacer).


Aretes del señor de sipan. Fuente imagen


Junto a los del Señor de Sipán se encontraron restos de otros ocho individuos, tres mujeres, cuatro hombres y un niño. Se cree que las mujeres podrían haber sido concubinas, mientras que los hombres han sido interpretados como un jefe militar, un vigía y un soldado, este último con los pies amputados. Además, se hallaron restos de dos llamas y un perro.


Disposición de la Tumba del Señor de Sipán

Cerámica Moche

El rasgo más importante de la cultura Moche lo constituye su inigualable cerámica. La cerámica Mochica, si bien rígida desde un punto de vista formal, manifiesta un gran sentido estético. La forma básica es la botella esférica de base plana y gollete estribo.

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Uno de los huaco retratos más conocidos. Representa a un personaje importante con un tocado de aves y orejeras.

La decoración, modelada y pintada, incluye cabezas retrato -huacos- de los dirigentes, animales, plantas y deidades, las cuales tienen un enorme valor etnográfico para la reconstrucción de esta cultura: caza de animales, pesca, guerra, sacrificio, castigo de prisioneros y esclavos, escenas de templos, pirámides, etc.

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Huaco retrato

La mayor cantidad de información sobre la vida cotidiana Moche la encontramos en los cerámicos, sobresalientes por la calidad técnica y pictórica. Según Federico Kauffman Doig: “Esto se debe a su abundante cerámica figurativa, tanto la de tipo histórico como la de tipo pictórico”.

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Huaco retrato de hombre sonriente

Arte erótico

A juzgar por su arte representativo, los Moches no tenían prejuicios éticos y morales en cuanto al sexo, pues, según las cerámicas encontradas, practicaban las más diferentes formas de coito, predominantemente el anal y el bucal. Cientos de vasijas de la civilización moche muestran sin pudor cuerpos entrelazados, aferrándose el uno al otro, exponiendo su intimidad.
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Cerámica de arte erótico moche

Por otro lado, el arqueólogo Walter Alva, quien en 1987 lideró el hallazgo de la tumba del señor de Sipán afirma: “No es que en las vasijas ellos hayan representado su vida diaria. Lo que hicieron fue plasmar escenas rituales y lo erótico está enmarcado en el principio de la vida”, apunta, ya que el sexo se relacionaba con la fecundidad de la tierra.


Sin embargo, abundan las escenas sexuales que nada tienen que ver con la fertilidad, como el sexo oral, la masturbación e incluso el coito con los muertos, y que quizás sea una pista sobre la desaparición de esta cultura.
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