Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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Secretos Parameshwary

lunes, 31 de octubre de 2016

La perla de hoy











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El entendimiento humano
no puede aprehender la verdadera enseñanza.
Pero cuando dudéis
y no entendáis
gustosamente
dialogaré con vosotros.

YOKA DAISI SHODOKA

domingo, 30 de octubre de 2016

Códigos secretos: Formas

Cima da Conegliano: El Renacimiento en la Escuela de Venecia



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Cima da Conegliano

Giovanni Battista Cima, más conocido por su apodo Cima da Conegliano, nació en Conegliano, Treviso, Italia, en 1459.
Sus inicios como artista fueron en Vicenza, para en 1492 estableciéndose en Venecia, donde permaneció hasta 1516 que regresó a Conegliano.


Pintor renacentista muy poco conocido fuera de Italia, a pesar de ser uno de los más apreciados por críticos e historiadores de arte. Contemporáneo de Leonardo da Vinci, es una de las pieza claves del despegue de la escuela veneciana en el Renacimiento, junto a Giovanni Bellini y Vittore Carpaccio.

Está considerado como el maestro de la generación que le continuó: Lorenzo Lotto, Tiziano y Sebastiano del Piombo. Ejerció una notable influencia en Giorgione.
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Su primera obra ciertamente documentada, es “Virgen del Emparrado” de 1489, que recuerda a la pintura de Bartolomeo Montagna (1450 – 1523), hecho que hace suponer que Cima fuera su díscipulo, Montagna había vivido en Vicenza desde 1480.

La obra más temprana de Cima da Conegliano, muestra un hieratismo que la caracteriza, para posteriormente,ser influenciado fuertemente por el considerado mayor pintor veneciano de esa época: Bellini, convirtiéndose en uno de sus más aventajados y capacitados seguidores.

Sus primeras figuras, algo rudas, gradualmente fueron perdiendo severidad, ganando gracia, aunque conservaron cierto envaramiento.

Cima fue uno de los precursores de entre los pintores italianos en darle mucha importancia al paisaje y en el cuidadoso empleo de luces y sombras, que posibilitaron crear atmósfera de sus pinturas. Sirva de ejemplo claro su “Bautismo de Cristo” de 1492 (Iglesia de San Juan Bautista de Venecia).
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El artista se vale de una paleta rica y de bellos colores, con tonos plateados que le caracterizan y que sustituye por el dorado en sus obras más maduras.

Sin embargo en ninguna de sus composiciones dramáticas, hay interacción entre los personajes que la forman, claros ejemplos: “Incredulidad de Santo Tomás”, actualmente en la National Gallery de Londres; y su “Natividad”.
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Casi todas sus Madonnas, aparecen entronizadas, acompañadas de santos, que coloca de forma simétrica, emanando una enorme paz silenciosa, pero estáticas.

Algunas de las mejores: “La Virgen con cuatro santos” de 1511; una magnifica: “La Virgen Montinini” de 1507, en el Museo de Parma, y la “Virgen entronizada con San Juan Bautista y la Magdalena” de 1513, actualmente en el Museo del Louvre.

Su San Sebastián, es otra de sus grande obras, una auténtica escultura pintada. Así mismo las figuras de su “Poliptico Olera”, son de una gran belleza.
Murió en 1517.
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*Entrada publicada en este blog el 9 de septiembre de 2012. Ha sido actualizada y ampliada el 6 de octubre de 2016.

La perla de hoy


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viernes, 28 de octubre de 2016

AKENATÓN, EL FARAÓN DE ADN EXTRATERRESTRE

Ilya Zomb: Fantasía surrealista




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Ilya Zomb

Se formó inicialmente en la Escuela de Arte de Odessa, entonces Unión Soviética, de 1971 a 1975 y posteriormente en la Escuela Superior de Bellas Artes de Odessa donde se licenció en 1979.

Comenzó a exponer en 1979, en distintas muestras de arte locales y nacionales: Odessa, Kiev y otras ciudades de la URSS.
Desde entonces su carrera ha transcurrido seguida del éxito en todas sus exhibiciones en todo el mundo.

Así mismo ha editado varias publicaciones en libros y diversas revistas de arte.
Desde hace varios años trabaja y reside en Nueva York, Estados Unidos.

La pintura de Zomb está repleta de bailarinas, elefantes, palomas, jirafas y otros animales, frutas gigante que parecen emerger de un sueño, aunque según manifiesta el artista “es la vida cotidiana de Nueva York la que inspira sus vuelos fantásticos”.

De tal forma que ocupa el espacio sombrío “entre lo posible y lo imposible, lo real y lo irreal”, todo esto concebido de forma brillante. En sus pinturas de un marcado surrealismo podemos encontrar la intersección entre la realidad y la pura fantasía.

Sus escenas tienen un fuerte componente teatral que pueden recordar a antiguas escenas de circo, otras veces míticas o literarias, fácil de imaginar como ilustraciones magnificas para un libro con Scheherazade como protagonista.

En el conjunto de su obra se pueden encontrar detalles que denotan la influencia de grandes maestros, como Sandro Boticelli, Edgard Degas o René Magritte, aunque a pesar de que estas influencias pueden ser claras, el estilo de Zomb es absolutamente único y muy personal.

Es por tanto un artista que atrapa inmediatamente la atención del espectador, con reacciones contradictorias provocadas por la incierta realidad que provocan sus cuadros.
Su pintura está representada en las más importantes colecciones públicas y privadas de todo el mundo.

Su página personal y galería: AQUÍ 

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La perla de hoy

Angie:

jueves, 27 de octubre de 2016

Pedro Berruguete: Entre el Gótico y el Renacimiento



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Pedro Berruguete

Nació en Paredes de Nava, Palencia hacía 1450.
Fue el padre de uno de los pintores más notables de los pintores renacentistas españoles, Alonso Berruguete.


Perteneciente a la transición entre el gótico y el Renacimiento, se le considera activo en Urbino, según documentos hallados en esta ciudad, en los que se menciona a Pietro Spagnuolo pittore, en 1477, e identificado en 1927, como Pedro Berruguete, suponiendo se había trasladado a Italia para recibir formación artística, hecho que es cuestionado por muchos expertos en arte.

Su formación inicial, pudo haberla llevado a cabo en Salamanca, a cargo de Fernando Gallego, habiendo viajado a edad muy temprana a Italia, merced al mecenazgo del Duque de Urbino, Federico de Montefeltro.

En esa etapa italiana, habría contactado con los maestros del Quattrocento, habiendo de esa forma aprendido las técnicas del incipiente Renacimiento italiano: la naturalidad en los gestos de sus figuras y el control y dominio de los espacios, incluyendo los fondos arquitectónicos y elementos decorativos característicos del Renacimiento.

De su etapa italiana, sus obras más notables son “Retrato de Sixto IV”, actualmente en el Museo del Louvre de París; y el ” Retrato de Federico de Montefeltro con su hijo Guidobaldo”, actualmente en Urbino, Palacio Ducal.

En 1494, está datado un encargo del inquisidor Tomás de Torquemada, por el que realizó el Retablo Mayor del Convento de Santo Tomás de Ávila. Desmantelado hoy, hay que destacar de esta obra la pintura del “Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán”, que junto a otras tablas de dicho retablo se conservan actualmente en el Museo del Prado de Madrid.

En sus primeras obras observamos su origen gótico que predominaba en España en esos años.
Habría regresado a Castilla en 1483, donde parece ser perdió su interés por los detalles, sus figuras se tornaron más sobrias, posiblemente para adaptarse a los gustos de sus paisanos. De su última etapa, que transcurrió en Paredes de Nava, se sabe que pintó obras como el prácticamente desaparecido “Retablo de Guaza”, en 1501.

El Museo del Prado de Madrid posee varias y magnificas obras del pintor, entre ellas una “Virgen con el Niño”
Murió en Paredes de Nava, Palencia en 1503.

*Entrada publicada el 4 de enero de 2012. Ha sido actualizada y ampliada el 18 de febrero de 2016.

Ramtha ~ El aliento de la vida.



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He aquí la flor. Viene de la Fuente. Su base es el pensamiento, Dios divino, el elemento de vida, que aunque es el principio de toda luz, su momento singular en pensamiento es creativamente aquello que en verdad llamamos la flor en todos sus componentes; de este modo la flor es la forma ideal de su pensamiento, su brillantez de color, la luz que emana y su belleza, y sin embargo no es completamente la Fuente, o el ideal de la Fuente.

Observa el maravilloso árbol. «Magnifico árbol, ¿de dónde vienes? ¿Cuál es tu patrón?» El árbol me contesta: «el patrón es el pensamiento perfecto». El pensamiento de lo que es el árbol, la culminación de lo que le dio la personificación en la materia y en la luz, es la Fuente, la fuerza de la vida. El pensamiento del árbol se manifiesta a través de la belleza de la fuerza vital que mantiene el ideal perfectamente en el árbol adulto y en lo que se llama, en verdad, su hermosa semilla. Sin embargo no es la Fuente, es un árbol que viene de la Fuente, el ideal.

¿Y qué sería la Fuente? La Fuente —la causa creativa, la personificación colectiva de Dios— es Dios expresándose en su totalidad más allá del origen y de su comunión con todas las cosas en la continuidad. Él es primero, y en todo lo que se ha convertido, él se ha convertido primero, pues por él mismo ha tomado de sí mismo la base de su ser y pensamiento puro, para convertirse en el creador y así emanar el pensamiento del hermoso árbol, la flor encantadora, y todas las demás cosas que se pueden ver en su reino perfecto sobre éste, vuestro plano. Entonces, ¿qué sería el Cristo? El Cristo es, en verdad, el movimiento singular único, el ideal perfeccionado, que es totalmente la Fuente de su ser. El Cristo es el ideal de la Fuente-Padre, la esencia. El Cristo es la Fuente en forma móvil, el máximo creador. De este modo cuando uno sirve a «la fuerza», uno sirve al creador de «la fuerza», y se le llama Cristo, Dios emanando en el ideal de su ser, llamado hombre. En verdad, pobre de ti, manso y humilde. ¿Cómo puedes
ser así, tú que posees el poder de todas las cosas sin realizarse? Tú eres lo único. Tú eres lo único hermoso procedente de la Fuente que es Dios con toda perfección.

Hacia ti, Cristo, yo soy un sirviente. Y vosotros, mis hermanos, que os sentáis en vuestro dominio en cualquier lugar del pensamiento, en cualquier ideal o actitud que adoptéis; en verdad no os dais cuenta que en todo momento, al emplear erróneamente la Fuente evocando trivialidades, a través de éstas os habéis aplacado sobre un plano ilusorio en el que podéis demostrar vuestra pequeñez y vuestra verdad con todos los elementos de vuestro diseño, pero nunca con la perfección con la que diseñasteis el árbol, pues el árbol no conoce la muerte —solo la reconoce en ti, el dador de su vida. Tú eres divino, radiante y grandioso. Tú eres la Fuente perfecta. Reflexiona sobre esto.

Ahora piensa por un momento: ¿has visto alguna vez un exótico colibrí bebiendo el néctar de un lirio? ¿Lo has visto? Si no lo has visto, yo te enviaré uno. Que así sea. ¿Has visto alguna vez lo que se llama la metamorfosis de un gusano o una mariposa espléndidamente ataviada? Si no la has visto, yo te enviaré una. ¿Has visto alguna vez la esencia perlada de un pez estrellado en el agua de un arroyo que susurra al mediodía, o un arco iris sumergido en el mar? Si no los has visto, yo te enviaré donde los puedas ver.

¿Y has contado alguna vez los insectos y sus especies? ¿Has contado alguna vez todas las especies del reino animal? ¿Nunca has visto a través de un cristal el sol del mediodía, el sol del atardecer o la luna? ¿Cuántas flores existen? Y tú aún no puedes crear el color de sus delicados pétalos.

Ahora, ¿cuántas especies diferentes de heléchos existen? ¿Y quién decidió que el musgo —me imagino que lo has visto alguna vez— siempre crecería en la cara norte de las cosas para ser algo así como una brújula para los transeúntes? ¿Quién creó eso? ¿Quién creó a la gran garza que pesca en el mar? Y el modo en que pesca es asustando y correteando a los peces y llevándolos hasta la costa, y una vez allí se cubrirá los ojos con su ala y los seguirá con la mirada a través del agua. ¿Quién le dio esa inteligencia?

¿Quién le dio, y en verdad así fue, la inteligencia a una flor para que oliera a carroña, a carne podrida, y que incluso pareciera carne podrida? ¿Quién la diseñó para que pudiera atraer a una mosca que se posara en ella y pusiera sus huevos dentro de la flor para así criar sus larvas, y que estas larvas fueran entonces digeridas por la flor? ¿Quién creó eso?

¿Y quien creó a la gran planta cuya hoja creció tan ancha que pudiera envolverse a sí misma para atrapar y recoger el rocío de la mañana —cada preciosa gota— porque se sentía sola, para que así una pequeña rana muy especial pudiera vivir allí y hacerle compañía? ¿Quién creó eso? ¿Quién le dio ese conocimiento?

¿Y quién de vosotros, egipcios en una vida pasada, creó la cigüeña egipcia que puede llevar consigo una piedra? Ahora, mira esto: si no puede romper el huevo de un avestruz recoge una piedra y la deja caer hasta que lo resquebraja. ¿Quién de vosotros, entidades inteligentes, le enseñó eso? ¿Y quién de vosotros creó el salmón para que viva aventuras y juguetee en un mar lejano, y cuando su vida haya trascurrido, su adolescencia haya sido vivida y su alma esté cargada con la experiencia, ésta le enseñe cómo regresar a casa, cómo dar vida a una nueva generación para que ellos regresen como sus hijos; y que morirá y su carne descompuesta alimentará a sus crías? ¿Quién de vosotros le enseñó cómo regresar a casa?

¿Y quién de vosotras, mujeres, le enseñó a un animal de manada —escojamos uno, la gacela— a correr como una bailarina elocuente que parece haber nacido con alas? ¿Quién de vosotras le enseñó cómo dar a luz a su bebé? ¿Y quién de vosotras le susurró al oído al bebé que permaneciera quieto como una piedra? ¿Y quién de vosotras le dio al bebé la sabiduría para no tener olor ninguno? ¿Quién de vosotras lo hizo?

Éstas son cosas que la mayoría de vosotros os habéis perdido, porque vivís en una jungla de cemento competitiva y todo lo que hay en esa jungla son animales carnívoros, cosas oscuras. Esto es todo lo que os habéis distanciado de la gracia llamada vida. Bueno, esto es sólo una pequeña porción de la belleza de esta vida. Pero todos les disteis el aliento a esas formas acuosas creativas llamadas células. Les disteis un patrón. Le disteis a la célula el aliento de la vida, lo que se llama los patrones de destino. ¿Sabéis quién hizo eso? Vosotros lo hicisteis. ¿Sabéis cómo lo hicisteis? Desde el sentimiento del Ser, cautivándolo con el alma y sintiendo algo hasta darle vida.

¿Sabías que con una tira de tejido sustraído de tu nariz —vosotros ni siquiera sabéis esto—, están clonando dobles a partir de las células? ¿Sabías que una célula posee el patrón del todo? ¿Sabías que cada forma de vida, cada cosa en la vida tiene el patrón del todo? Es verdad.

Ahora, darle el aliento de la vida a lo que vosotros creasteis —al sentirlo hasta su existencia—, no quiere decir que le disteis las funciones vitales a la criatura. El aliento de la vida fueron los patrones de destino. Vosotros les disteis su inteligencia, y ésta continuará para siempre. ¿Suena absurdo? No, y aún hay mucho más que contar sobre esta historia. Yo os enviaré los mensajeros con la visión para que llenéis los huecos donde las palabras no son suficientes. Que así sea.


EN EL PRINCIPIO SE HIZO EL VACÍO, Y EL VACÍO SE CONTEMPLÓ A SÍ MISMO

Maestro, si estás cansado de tu vida en el mundo del mercado, de las idas y venidas, los olores, los gritos y las maldiciones, la basura y la belleza de todas esas cosas maravillosas que hay en tus ciudades y en sus puertas... sal cuando llegue la medianoche a tus cielos y mira a las estrellas. Busca una que cuelgue como una joya, que sea tan grandiosa. Mírala, aparentemente es más grande que las que están a su alrededor, pero no es lo suficientemente grande como para privar a las otras de su luz. Y no es tan grande como para iluminar la medianoche en su totalidad y destruir el telón de fondo del vacío fundamental, que da a las pequeñas y brillantes estrellas su precioso ser. Fija tu mirada sobre tu estrella, y si ves en dirección al oeste, verás la luna plateada. ¡Qué hermosa cuelga ahí arriba! Ahora, mira la joya y la luna y ve más allá del horizonte —ve más allá— a ver si puedes penetrar en el vacío de la medianoche; ve hasta donde alcance tu mirada.

Maestro solitario, tan pequeño, tan diminuto, tan infinitamente pequeño en tu mundo; sal y ve este inmenso reino que ha vivido durante eones en tu tiempo. Yo te enseñaré qué poder tienes. Mira a las estrellas, qué hermosas son. Ellas no hablan. No callan hombre. No condenan al hombre. No aplacan al hombre. No evocan al hombre. Ellas no hacen ninguna de estas cosas, sólo expresan libremente. Qué poderosas son. Qué hermoso es ver algo y que puedas contemplar su belleza sin timidez o vergüenza; y que siempre estará ahí remarcablemente para recordarte, quizás a través de alguna memoria, tu anciana edad y tu poder, lo infinitamente pequeño que crees poder ser. Ahora mira hacia la joya que cuelga del cielo; qué brillante es su luz, qué maravillosa. Ahora cierra los ojos. Cuando cierras tus ojos ya no la puedes ver. Tú tienes un poder mayor sobre la estrella, pues en un abrir y cerrar de ojos ya no está ahí. Cuando el hombre los abre otra vez y mira hacia el cielo, ella aún está ahí, esperando que él la vea otra vez.

Y la misma joya que está en tus cielos, el mismo ser maravilloso, esperará de nuevo hasta diez años en tu vida, cuando tú salgas otra vez y observes su belleza. Las estrellas son así de pacientes.

Ahora, ¿qué pasa con el maestro que crece con esta experiencia, reflexiona y observa los cielos, y desea estar ahí, pues aparentemente ahí reina la paz? No hay voces. Solo hay luz, vida abundante y un abundante resplandor. Y en algún lugar de su masa está Dios, y él desea ir ahí. El hombre desea ascender entre las estrellas, ¿y por qué razón? Para dejar atrás todo el fango y la oscuridad, la chusma del mercado, la condena y todas las pequeñeces que se le ha obligado a sentir sobre sus espaldas. ¿Quién sabe que tú eres Dios? ¿A quién le importa? ¿Quién sabe que tú eres Cristo? ¿De verdad les importa a ellos? ¿Vale la pena ser el modelo que eres? ¿Puedes ser tan luminosamente hermoso como la gran joya y a la vez no eclipsar a las otras más pequeñas que también tienen su luz, o incluso llegar a ser tan grande que el vacío desaparezca y también la individualidad? A nadie le importa. Pero al hombre que contempla las estrellas sí le importa.

Ahora él encuentra un tronco y se sienta sobre él, apoya sus codos sobre sus rodillas y detiene su barbilla con su mano. Y el maestro solitario derrama una pequeña lágrima, porque se mantiene alejado de la joya, la luna plateada y la eternidad de la media noche. Y por alguna maldita razón él está atrapado aquí. Y una lágrima se desprende, porque, ¿no es así como todos deberían reconocer su grandeza, volviéndose pequeños en primer lugar? En verdad, así es. Cuando el hombre es abatido —sea por la espada, la intimidación de otras personas, o el movimiento libre y salvaje de los cielos—, para darse cuenta de su pequeñez, sólo entonces comenzará a contemplar su grandeza.

Permitámonos ver de nuevo al maestro que detiene con sus manos su dulce barbilla. Y mientras derrama una lágrima por su destino y su confusión, pronto llega un viento frío de invierno —los vientos nocturnos son maravillosos— y seca la lágrima en su cara. Y él mira de nuevo y le dice a la noche maravillosa: «¿De qué manera te pertenezco? ¿Cómo puedo ser parte de ti, tú que eres tan grandiosa e inmutable, tan paciente? ¿Cómo puedo ser parte de ti para que mi importancia tenga valor y sustancia en tu reino que ha visto los rostros de tantos hombres —grandes y pequeños— contemplarte con asombro? Y sin embargo tú me permites, insignificante de mí, que admire tu gracia, tu belleza y tu misterio como se lo has permitido a todos los demás que en mi pasado se han considerado grandes hombres. ¿Quién eres tú que me permites hacer esto?» Y la maravillosa joya destella una luz aún más brillante hacia él y él recobra la esperanza. Y retrocede, la contempla fijamente y en un momento la luna, esa Encantadora, comienza a emitir su pálida luz.

Oh, maravilloso maestro, tú has perdido tu mérito en medio de toda esta grandeza. Estáte en paz. Déjame mostrarte quién eres en este mundo engañoso y tentador en el que vives. ¿Qué es la profundidad? ¿Qué es la altura? ¿A qué especie pertenece todo lo que existe, que se unió para formar la materia, para que el pensamiento fuera los perímetros de la eternidad, las profundidades del Ahora, para que el pensamiento consumiera el vacío que siempre fue y siempre será? El pensamiento, por sí mismo, resplandece más allá de los perímetros y vibraciones de la luz que era. Y el pensamiento era y es el vacío absoluto, Dios creador, y se convirtió en el centro mismo del pensamiento, el núcleo, y comenzó a vibrar hacia la madeja externa de la eternidad y hacia las profundidades del Ahora en movimiento.

El pensamiento contempló el tono vibratorio del movimiento y éste produjo ondas. Esto produjo un estruendo, con el cual el trueno y el movimiento empezaron a desdoblarse. Y en el momento en que éste saltó con ímpetu hacia los perímetros del siempre jamás, los extremos del pensamiento se convirtieron en un destello de luz. Así nació la luz y con ella, la elocuencia. Mientras se movía hacia su perímetro, se encontró con una marea de pensamiento, y allí estaban las ondas. La luz había nacido. Y la luz fue concebida y arrojada hacia el pensamiento, hacia el Ahora; hacia el centro que había emitido la onda e irradió hacia sí misma una belleza prodigiosa.

Y el pensamiento —Dios Todopoderoso y luz principal— se contempló hasta la expansión, hasta una grandeza y una encarnación de luz que nunca se había visto anteriormente en la contemplación de la imagen todopoderosa y que todo lo abarca llamada Dios. Y en el momento que este estallido hizo su aparición y nació la luz, el pensamiento contempló su imagen y la luz fue más grandiosa que ningún otro espectáculo. Vuestro sol del mediodía no tiene ni la lividez ni la brillantez de la luz que nació del pensamiento perfecto. Se originó la luz, y en su imagen se creó el sonido con tal armonía que cada movimiento creaba otro sonido. Y mientras se desplegaba, el pensamiento se volvió más grande y expansivo y llegó más, más pensamiento y luz soñadora, y el sonido se volvió algo prodigioso en el pensamiento del Ahora. Y, he aquí, mientras esta expansión se creaba por sí misma hasta convertirse en un nivel, comenzó a oírse el susurro de una melodía espectacular, que comenzó a moverse hacia la eternidad, y la luz le acompañó.
Y mientras la luz se movía, el sonido se movía. Y cuando el pensamiento fijó su mirada en la luz y en su movimiento, la luz miró al pensamiento y vio su perfección como creador.



Los orígenes de la civilización humana - Ramtha





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La perla de hoy

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martes, 25 de octubre de 2016

Nuevo hallazgo agita debate sobre el origen del Ejército de Terracota de Xian


Agencia EFE

Vista general de los guerreros de Xian. EFE/Archivo

Xian (China), 23 oct (EFE).- Dos milenios después de su creación y 42 años después de su descubrimiento, el debate sobre el origen del Ejército de Terracota de Xian (China) sigue vivo y se ha visto agitado esta semana por nuevos hallazgos que apuntan a una posible influencia griega.
Así lo defiende un grupo de arqueólogos que, tras trabajar en una nueva excavación, ve pruebas de que este conjunto de más de 7.000 estatuas de guerreros que el primer emperador chino, Qin Shihuang, se hizo construir para su mausoleo tuvo una inspiración externa.
"Esta información viene de un documento histórico, Siji, sobre doce estatuas de bronce erigidas en frente del Palacio Qin Xianyang", explica a Efe Li Xiuzhen, una de las arqueólogas que ha participado en esa investigación.
"Otro documento histórico, Houhansu, habla de que el primer emperador Qin conoció a doce gigantes de Occidente y construyó doce estatuas después", añade Li, del Museo del Mausoleo de Qin Shihuang de Xian.
Desde que en 1974 unos agricultores descubrieron las primeras piezas cuando cavaban un pozo en lo que en su día fue la ciudad de Xianyang, capital de China en la dinastía Qin -fundada por el emperador Qin Shihuang-, el origen del Ejército de Terracota ha estado rodeado misterio.
Este conjunto escultórico, uno de los mayores de la antigüedad, situado a unos 40 kilómetros de la actual ciudad de Xian (norte) no tiene precedentes en la historia de China, ni tampoco se conocen casos de sucesores de Qin Shihuang que trataran de darle continuidad a tal despliegue mortuorio.
Con más de 7.000 estatuas de soldados -todas con rostros diferentes y originalmente pintadas-, caballos, carros y armas, este peculiar ejército es sólo una parte separada del mausoleo, mucho más grande, del primer emperador chino, con esculturas femeninas, artistas, acróbatas o animales, en gran parte por descubrir.
El porqué este monarca, que accedió al trono con 13 años (en el año 246 a.C.), unificó los diferentes reinos que había entonces en el norte de la China e inició la construcción de la Gran Muralla, decidió rendirse un homenaje de esas proporciones es algo que intriga a los investigadores desde hace cuatro décadas.
A esa pregunta tratan de darle respuesta ahora un grupo de arqueólogos del Museo del Mausoleo de Qin Shihuang de Xian y la University College de Londres, que han señalado al arte escultórico de los antiguos griegos como probable inspirador.
Li, que formó parte de ese equipo, subraya las referencias a Occidente en documentos chinos antiguos, aunque la investigación, divulgada de momento a través de un documental de la televisión pública británica BBC y aún no publicada por revistas científicas, aporta más pruebas.
Los arqueólogos citan trabajos previos que demostraron trazas de ADN europeo en esqueletos enterrados en la actual región china de Xinjiang (noroeste), y que podrían indicar presencia occidental en la zona anterior al reinado de Qin Shihuang.
Además, recuerdan que no hay constancia en China de una tradición de esculpir estatuas de tamaño real antes de los guerreros de Xian y que algunas de las figuras de animales, acróbatas y artistas halladas en el mausoleo (separado del sitio donde se halla el Ejército de Terracota) muestran paralelismos con el arte griego.
El resultado de la investigación sugiere, así, que los contactos entre Occidente y China son más antiguos de lo que se pensaba y que se remontan a 1.500 años antes de los viajes de Marco Polo, anteriores incluso a las visitas de emisarios del Imperio Romano de los siglos II y III d.C. registradas por historiadores chinos.
Esta hipótesis no ha sido del todo bien recibida en China y algunos arqueólogos del país han expresado públicamente sus dudas.
"Los Registros de la Gran Historia proporcionan un relato escrito detallado del proceso de construcción de la tumba de Qin, incluyendo el diseño de todos los artículos sepultados en el palacio subterráneo y no mencionan ningún contacto occidental con China", dijo el arqueólogo Ni Fangliu al diario oficial Global Times.
En respuesta a estas críticas, Li, del Museo del Mausoleo de Qin Shihuang de Xian, se limita a señalar que el campo de investigación de Ni Fangliu son los robos de tumbas.
Ajena a estas polémicas intelectuales, la monumental tumba de Qin Shihuang, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de China desde que abrió el museo, en 1979, y recibe cada día a miles de visitantes, unos cuatro millones anuales.

Las Profecías de los Indios Hopi

Los Indios Hopi son quizás una de las tribus más antiguas del mundo, su peculiar y extraña mitología, los ha hecho especialmente interesantes, y más precisamente, por una serie de profecías que uno de sus chamanes relató a mediados del siglo XX a un pastor norteamericano. Al parecer y según sus palabras, nos acercamos peligrosamente a un final que vendrá aderezado con una serie de señales visibles para todos, en el siguiente vídeo, hablamos sobre los Hopi, sus dioses, su mitología y la profecía del final del cuarto mundo, que según ellos es en el que estamos viviendo.

La perla de hoy


“Piensa mal, pero en todos los casos, piensa por ti mismo.”
Doris Lessing

lunes, 24 de octubre de 2016

Ramtha ~ Qué significa pata tí la palabra Dios?


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IMPACTO Y VALOR DE LA COSMOLOGÍA DE RAMTHA

La historia de la creación de Ramtha es paralela a la de otras cosmologías y tradiciones religiosas, y a su vez añade piezas de información esenciales a su visión del mundo que dan luz y reinterpretan las tradiciones más antiguas. Vamos a intentar mostrar algunas de las características principales de estas tradiciones y cómo éstas se relacionan con Ramtha. Este breve estudio nos permitirá apreciar, a través del contraste, la relevancia y significado de su mensaje.

La investigación de los orígenes de la vida y el universo nos plantea inevitablemente el concepto de Dios: algo más grande que nosotros mismos que debe ser responsable del intrincado detalle y la inteligencia de la vida. ¿Por qué es importante para nosotros discutir el concepto de Dios y las distintas interpretaciones disponibles? ¿Cómo nos afecta personalmente? ¿Qué relevancia tiene en nuestra vida diaria? ¿Qué tiene éste que decir acerca de quienes somos?

La humanidad, en su intento de explicar el significado de su propia existencia, ha examinado a lo largo de su historia los diferentes conceptos de Dios en busca de respuestas. Ha buscado slgnificado en cualquier otra cosa que no sea la humanidad misma, pues sus ideales y esperanzas trascendían el logro de haberse realizado a sí misma. Los filósofos especulaban sobre la naturaleza de la totalidad de ese otro Dios trascendental que poseía las respuestas a todos nuestros misterios. Los profetas reportaron haber recibido visiones y revelaciones divinas directamente de Dios, que los guiaron a través de su confusión y su búsqueda de la grandeza. El concepto de Dios, en general, ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la civilización humana, incluyendo aquellas culturas que formaron sus sociedades basándose en ideales ateístas, como los de Karl Marx, que se refirió a la religión y a la creencia en Dios como «el opio del pueblo» y la fuente de su sufrimiento.

Existen innumerables tradiciones que ofrecen diferentes acercamientos al concepto de Dios y la divina trascendencia, pero todas ellas sin excepción contienen paradojas y contradicciones dentro de sus perspectivas que se han quedado sin resolver. A veces, las tradiciones individuales mismas permiten que tales contradicciones inciten a las personas a renunciar a su razonamiento en una actitud de fe, como ocurre en algunas corrientes del Cristianismo.

El núcleo del mensaje de Ramtha ofrece un entendimiento muy detallado y cohesivo de la naturaleza de la realidad y el significado de nuestra existencia. Incluso, aunque el mensaje de Ramtha puede confundirse erróneamente con una divina revelación que requeriría el consentimiento de una fe ciega, está claro que él es miembro de la raza humana, de ningún modo diferente a nosotros en su naturaleza, y que adquirió su conocimiento a través del poder de su observación y contemplación del mundo natural, sin la ayuda de ningún profesor o ninguna fuente externa.

Éste es un punto muy importante que tiene enormes implicaciones relacionadas con la habilidad humana de adquirir conocimiento a través de la observación, el uso de la razón y la relación entre el universo creado y la fuente primordial.


¿SON EL RACIONALISMO Y LA VOLUNTAD LIBRE REALES, O SON MERA ILUSIÓN?

¿Es la razón capaz de conocer más allá de las fronteras del mundo material? Y si lo es, ¿cómo es posible para ella conocer algo que no existe? ¿Es la voluntad libre algo real o es una ilusión? ¿Por qué sufren los inocentes? ¿Están nuestro destino y la calidad de nuestras vidas determinadas por las circunstancias de nuestro medio ambiente y nuestra biología? Si postulamos que Dios es una realidad fuera de nosotros mismos, que trasciende su propia creación, comprometemos la habilidad de la razón para conocer. Si por otra parte, postulamos que Dios somos nosotros mismos, entonces comprometemos la voluntad libre, la distinción moral entre el bien y el mal y el significado total de la existencia. La razón y la voluntad libre parecen ser elementos básicos en juego ante la paradójica cuestión de Dios y el origen del universo.

Es interesante que cualquier cosa que tengamos que decir acerca de lo divino tiene grandes implicaciones por la manera en que entendemos y definimos la naturaleza misma de la persona. Los conceptos de Dios y lo divino están inevitablemente conectados al concepto del yo. Puesto que la persona humana es el sujeto que habla sobre Dios, es inevitable por consiguiente que cualquier cosa que se diga sobre estos misterios, manifieste y revele la percepción y el entendimiento del sujeto mismo. Incluso en el caso de la divina revelación transmitida por la deidad a su creación, la percepción e interpretación de aquel que la recibe es inevitable. Tomemos a la religión cristiana, por ejemplo: si Dios es uno y Jesucristo es su revelación divina a la humanidad, ¿cómo es posible tener tantas interpretaciones del mismo mensaje que han resultado en la creación de tantas iglesias y denominaciones en conflicto? El mensaje está filtrado a través de la percepción humana. Además, el mensaje habla y es relevante a la percepción humana porque trata tanto del elemento humano como del divino.

Desde el punto de vista de la historia, la guerra de la Independencia Americana y la Revolución Francesa estallaron a partir de una serie de ideas que emergieron en aquel tiempo y que reclamaban y exigían para todo ser humano «libertad, igualdad y hermandad» («liberté, égalité, et fraternité»). Estas ideas revolucionaron el modo en el que la persona se definía a sí misma.(1) Las personas se convirtieron en ciudadanos libres, en lugar de ser los subditos de un orden superior o una corona establecida por Dios. La ciencia y la tecnología florecieron como consecuencia de la llegada de la revolución industrial. La conciencia emergente de libertad e igualdad se agitó por todo el mundo. Uno de los mayores logros de este movimiento fue la Declaración de Derechos(2), redactada en la constitución de los Estados Unidos, que defiende el derecho innato de cada persona a la libertad y el derecho a la vida. Es interesante que la primera frase en la Declaración de Derechos corresponda a la libertad religiosa de culto y de creencia.

La constitución no muestra una clara adherencia hacia alguna creencia religiosa específica o explicación filosófica de la naturaleza de la realidad. Más bien, la primera característica determinativa del ser humano que se defendió fue el derecho innato de cada persona y la habilidad de razonar por sí mismo la fuente más adecuada y confiable de conocimiento, verdad y significado. Estos derechos que definen a la persona humana adquirieron un significado internacional el 10 de diciembre de 1948, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El primer artículo de esta declaración manifiesta: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia, y deberían actuar los unos con los otros bajo un espíritu de hermandad». Esta declaración inicial evoca claramente las ideas de «libertad, igualdad y hermandad» de la Revolución Francesa. Es interesante ver cómo la libertad de culto y de expresión en la Declaración de Derechos de los Estados Unidos cristalizó en forma de la voluntad libre y la habilidad de razonar en el primer artículo de la declaración de las Naciones Unidas.

(1) Steven Kreis, en un discurso sobre la Revolución Francesa preparado para la Universidad Atlántica de Florida en los años 90, declaró: «Sobre las ruinas del antiguo régimen apareció una nueva era que parecía haber comprendido los ideales elevados de la Ilustración. Los ideales eran genuinos y optimistas en todos los sentidos. El hombre había entrado en una fase en la historia de la humanidad caracterizada por su emancipación de la superstición, el prejuicio, la crueldad y el entusiasmo. La libertad había triunfado sobre la tiranía. Nuevas instituciones fueron creadas basadas en la razón y la justicia, y no en la autoridad o la fe ciega. Las barreras de la libertad, los derechos, la igualdad y la hermandad se habían derrumbado. El hombre había sido liberado del tormento del otro mundo y estaba ahora haciendo historia.» El profesor Steven Kreis actualmente da conferencias en el Campus de Meredith, en Raleigh, Carolina del Norte.

(2) La Declaración de Derechos está formada por los primeros diez estatutos o enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos, aprobados el 15 de Diciembrede 1791.


LA ALTERNATIVA DE RAMTHA A LAS PARADOJAS DEL POLITEÍSMO Y EL ATEÍSMO

El planteamiento filosófico de Aristóteles, incorporado a la teología cristiana por Santo Tomás de Aquino en la Edad Media y siguiendo el método de los filósofos árabes Averroes y Avicena, muestra que las características más preciosas que definen a la humanidad como especie única son el poder de razonamiento y el ejercicio de la voluntad libre. Sin embargo, como hemos mostrado anteriormente, estas dos características humanas están condicionadas inevitablemente por las distintas nociones de la existencia de Dios: politeísmo, monoteísmo, panteísmo, ateísmo, materialismo y naturalismo. La creencia en un dios externo como la fuente absoluta de toda la existencia presenta un contraste aparente con el materialismo y el evolucionismo natural. Ramtha ofrece una visión alternativa a ambos extremos.

Ramtha cuestiona las presunciones básicas de todas estas tradiciones al enfatizar que el centro del misterio de nuestra existencia depende de la verdadera naturaleza de la persona, el yo, más que de una fuente misteriosa y completamente innombrable del yo, Dios. Usando las palabras de Aristóteles, el origen del universo, «la principal causa de movimiento dinámico, el cambio»— o0ev r\ apxri rn<; xivnoecoc—es, según Ramtha, no una deidad autosuficiente o inteligencia separada de nosotros mismos, sino aquello que es obvio y no obvio, nuestro verdadero yo.

Ramtha a menudo resume su mensaje con la declaración: «Vosotros sois dioses. Vosotros sois dioses olvidados». No obstante, debe aclararse que el uso de los términos Dios y los dioses por Ramtha, no se refiere a la visión politeísta tradicional de la realidad, ni tampoco apoya una visión de la realidad monoteísta o panteísta. Ramtha no es definitivamente ateísta en su enseñanza, pues constantemente usa la palabra Dios como parte integral de su mensaje. Entonces, ¿qué es y qué quiere decir él al usar esta palabra tan polifacética y de tanta controversia?

Para percibir el significado de la cosmología de Ramtha, es de gran ayuda compararla y contrastarla con otros acercamientos filosóficos importantes.(3) La visión de Ramtha no es una interpretación o comentario sobre otras filosofías, ni está construida o estructurada alrededor de éstas. Él usa muchos términos y conceptos de otras tradiciones y los reinterpreta para explicar su perspectiva. Por eso mismo es importante ser consciente de los diferentes conceptos usados normalmente para explicar la naturaleza de la realidad. Vamos a permitirnos estudiar brevemente las principales implicaciones de otras filosofías en lo que concierne a la definición del yo.

(3) Para un estudio completo, más profundo y comparativo de las enseñanzas de Ramtha y las diferentes filosofías y religiones principales del mundo, véase el libro de Miceal Ledwith La ascensión a Dios: La jornada interior del Alma, que aparecerá próximamente.
Politeísmo

Una visión politeísta de la realidad sostendría que el universo, en todos sus aspectos, fue creado o producido por varios dioses o seres que son en última instancia trascendentes al universo creado. En otras palabras, estos grupos de dioses no están afectados por el universo físico y sus leyes. Esta distinción es necesaria si vamos a llamarlos dioses; de otra manera, ellos serían meramente un tipo de superhombre o ser muy avanzado. Es importante recordar que el concepto de Dios que estamos viendo aquí se refiere a la fuente absoluta de toda la existencia, como fue definido por Aristóteles, y no a una cualidad de ser dentro de la realidad existente.

La palabra Dios se usa a menudo para hablar de los dioses que trajeron la tecnología y la cultura a la tierra, como Toth en Egipto, Quetzalcoatl en Mesoamérica, Ninharsag, Enki y Enlil en Oriente Medio, Apolo y Zeus en Grecia, y los dioses Elohim mencionados en el libro del Génesis: «Cuando el hombre empezó a multiplicarse en la Tierra y de él nacieron hijas, los hijos de los dioses —los hijos de Elohim— vieron qué hermosas eran las hijas del hombre y así tomaron por esposas a todas cuantas eligieron».(4) «En ese tiempo, los Nefilim aparecieron en la Tierra después de que los hijos de los dioses se unieron con las hijas del hombre y éstas les dieron hijos. Ellos fueron los héroes de la antigüedad, los hombres célebres».(5) La palabra Dios en estos casos obviamente no se refiere a la fuente absoluta de la existencia, pues debemos preguntarnos: ¿de dónde vinieron los llamados dioses? ¿Quién les dio vida e inteligencia? ¿Quién sustenta su existencia?

(4) Nótese que la parte de la frase del libro del Génesis 6:2 que dice: «ellos tomaron por esposas a todas cuantas eligieron» en términos bíblicos quiere decir literalmente que tomaron a las mujeres sexualmente, y no para establecer un matrimonio como lo entendemos hoy en día.

(5) El libro del Génesis 6:4.


Muchas religiones orientales como el hinduismo, al igual que otras culturas de la antigüedad, como Egipto, Roma y Grecia, contienen un amplio y complejo panteón de dioses en su sistema de creencias. El destino de la persona humana se deja en las manos y la buena voluntad de estos dioses. La consecución de la virtud, la sabiduría y la felicidad en la vida depende, en última instancia, de complacer y servir a estas deidades, y en obtener de ellas el favor, la gracia y la salvación.

El eterno conflicto entre dos fuentes primordiales y antagonistas, que se sostienen por sí mismas, el conflicto entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad sobre las cuales el mundo creado no tiene control, es otra forma de politeísmo conocida como dualismo. En el zoroastrismo, una creencia religiosa que prevaleció durante 1.600 años, la realidad es explicada en relación al conflicto entre Ormazd y Ahriman. En la filosofía de Platón, el conflicto sucede entre el caos y el orden, entre aquello que siempre es pero no se ha realizado y aquello que se está realizando pero nunca es. En el maniqueísmo y las tradiciones gnósticas de la era cristiana, el conflicto es visto en forma de luz y oscuridad, conocimiento e ignorancia, razón y divina revelación.

En conclusión, la afirmación básica sobre el Yo que encontramos en un acercamiento politeísta a la naturaleza de la realidad es que la persona humana debe su existencia y significado a una fuente externa, intrínsecamente diferente a ella misma, que la trasciende y abruma. En otras palabras, Dios está fuera de la persona y fuera del alcance de la razón.

En el siglo cuarto antes de Cristo, el filósofo griego Epicuro postulaba que había más de una fuente primordial de existencia en su explicación del universo, pero enfatizaba que estas deidades ni estaban interesadas ni les concernían los asuntos humanos. De este modo, los seres humanos no podían esperar ni favores ni castigos por parte de ellas. La filosofía de Epicuro, por lo tanto, enfatizaba el empirismo, donde la fuente de todo conocimiento se encontraría en la experiencia humana sin necesidad de una divina revelación. Ésta también se basaba en el hedonismo, donde el placer es considerado como el bien más elevado. El epicureismo se mantuvo como un factor influyente en la vida cultural de Grecia y Roma, incluyendo las obras de Cicerón, hasta el siglo quinto d.C. El énfasis de Epicuro en el empirismo resurgió en el siglo dieciséis durante el Renacimiento, con un giro monoteísta, a través de los escritos de Lorenzo Valla y los grandes humanistas Erasmo de Rotterdam y Thomas More.

El empirismo defiende la habilidad de la razón humana de obtener conocimiento a través de la experiencia. Sin embargo no alcanza a unir la separación que hay entre el mundo material y el mundo sobrenatural al limitar su experiencia observable únicamente al reino material. El empirismo sólo es capaz de proveer el conocimiento de los efectos de la naturaleza de Dios y tiende a definir el yo en términos del cuerpo físico y su biología, dejando lo sobrenatural fuera de su campo de observación. La teoría de Charles Darwin sobre la evolución natural de las especies, el psicoanálisis y la definición de la psique(6) de Sigmund Freud son ejemplos de esta visión del mundo.


(6) La definición de la psique de Sigmund Freud incluye a ambos, el consciente y el subconsciente, sin embargo su tesis de que cualquier asunto inconsciente fue una vez consciente, penetrando en la psique a través de la experiencia consciente, muestra su adherencia al empirismo.
Monoteísmo

La visión del mundo monoteísta mantiene una separación ontológica entre el universo y su fuente o creador, Dios. La tradición judeo-cristiana es la mejor representación de este acercamiento. En ella encontramos una compleja articulación de las implicaciones de esta creencia.

Puesto que el universo es la obra manual de Dios, posee de alguna manera conocimiento de su creador. Sin embargo, la razón no es suficiente para conocer la naturaleza de Dios. Tomás de Aquino enseñó en su obra Summa Theologica(7) que nosotros podemos decir que «Dios es» pero no «lo que Dios es». Podemos afirmar la existencia de Dios pero no podemos comprender su naturaleza.


7 Tomás de Aquino, Summa Theologica, 1, 7; 2; 2-3; 12.

El conocimiento de Dios, por lo tanto, requiere el deseo benevolente de Dios de revelarse a sus criaturas. Puesto que la razón no es capaz de conocer el reino de lo divino, requiere la lealtad ciega de la fe, que es vista como un gran regalo y una virtud. La clásica definición de teología se encuentra en las palabras del filósofo medieval San Anselmo: «Fides quaerens intellectum» (La fe en busca del entendimiento). Esta definición evoca claramente una declaración anterior de San Agustín: «Credo ut intelligam» (Creer para poder entender). La teología cristiana es muy cuidadosa en no enfatizar la preeminencia de la fe de manera que ésta niegue completamente la habilidad de la razón para adquirir conocimiento. La inamovible distinción entre Dios y su creación, entre Dios y la persona, es la causa de la supremacía del conocimiento adquirido por la fe sobre aquel adquirido a través de la razón. En su filosofía, San Anselmo estaba siguiendo los conceptos agustinos, que había tomado prestados de la distinción de Platón entre el reino de las ideas invisibles e invariables y las sombras siempre cambiantes del reino visible. El lugar de la razón, y por consiguiente de la naturaleza humana, está limitado al mundo físico de acuerdo con esta visión del mundo.

El hecho de que Dios eligió crear y darle vida al universo implica que Dios es bueno y benevolente. El entendimiento cristiano de la benevolencia de Dios hacia la creación se llama gracia. Atanasio, uno de los padres del concilio de Nicea en el siglo cuatro, habló de la gracia como un segundo regalo, añadido al regalo de la existencia, o la creación misma. El segundo regalo es visto como el desarrollo y la realización de la creación, aunque no en términos de la evolución natural de Charles Darwin, independiente de la intervención divina. A pesar de la aparente benevolencia de Dios, la presencia del mal y el sufrimiento en la Tierra cuestionan esta benevolencia.

El monoteísmo no recurre a una realidad antagonista, preexistente y autosuficiente para explicar la existencia del mal, como en el dualismo. Sólo hay un Dios del cual nace toda la existencia, y no un Dios entre muchos como en el epicureismo. Si hay un solo Dios responsable de la creación, y decimos que este Dios es benevolente con ella, entonces ¿a quién podemos culpar de la existencia del mal y el sufrimiento de los inocentes? El concepto del pecado fue usado para explicar esta paradoja, especialmente el concepto del pecado original heredado a través de la descendencia natural de Adán y Eva, como fue enseñado por San Agustín en el siglo cuarto. El concepto de la salvación, la redención, la vida eterna y la dicha emergen como el antídoto al pecado, la fuente del mal, el sufrimiento y la muerte.(8) La pregunta sigue ahí: ¿por qué Dios creó la serpiente en el jardín del Edén que tentó a Eva?

En conclusión, la afirmación básica sobre el yo que encontramos en un acercamiento monoteísta a la naturaleza de la realidad es sorprendentemente similar a la del politeísmo. La persona humana debe su existencia y significado a una fuente externa, intrínsecamente diferente a ella misma, que la abruma y trasciende. Dios permanece todavía fuera de la persona y fuera del alcance de la razón. Hay una mejor oportunidad de conocer la intención de Dios cuando sólo hay una fuente de creación en lugar de una multitud de intereses conflictivos e igualmente poderosos, como en el politeísmo. De cualquier modo, las dos cualidades básicas de la humanidad que hemos establecido, la voluntad libre y la razón, están comprometidas en esta visión del mundo.

Si Dios es la única fuente responsable de toda la existencia, entonces Dios debe saber todo lo que hay que saber acerca de ella. Si hay algo que eludió su conocimiento debemos preguntarnos, si no vino de Dios, ¿de dónde vino? Los conceptos de la omnipotencia y omnisciencia de Dios apoyan esta línea de razonamiento. La omnipotencia y omnisciencia de Dios plantean un serio problema a la voluntad libre de la humanidad. ¿Cómo puede haber voluntad libre cuando Dios ya sabe lo que la persona va a elegir? Martín Lutero reconoció la realidad de este problema y se opuso a la voluntad libre en su tratado sobre el cautiverio de la voluntad, que escribió en respuesta a Erasmo. Lutero sostenía que aunque una persona actúe en desacuerdo a su voluntad, ésta está en última instancia controlada por Dios. Así, la salvación o la condena están predeterminadas por Dios desde la eternidad. Esta posición engendró el concepto de la predestinación divina, que es similar al determinismo físico y racional que encontramos en el estoicismo, la filosofía panteísta de Espinoza, el determinismo psicológico extraído del acercamiento freudiano y el materialismo de la ciencia.

De acuerdo con la visión monoteísta de la realidad, las bases de la libertad y el poder de razonar son vistas como dones externos que deben ser guiados por algo que está fuera de la misma naturaleza humana. No importa lo mucho que estas cualidades sean elevadas e inspiradas, si no brotan de la naturaleza misma de la persona como una consecuencia natural de quienes somos, entonces no pueden usarse para definirnos a nosotros mismos y contestar la pregunta «quiénes somos».


8 La idea de que la muerte está relacionada con el pecado aparece por todo el Antiguo Testamento, en el Libro del Génesis y los Libros de la sabiduría. En el Nuevo Testamento, San Pablo elabora esta idea, contrastando la condición de caídos en la humanidad, a través de Adán y Eva, y la condición de gracia y redención traída por Jesucristo: «Por lo tanto, el pecado llegó al mundo por una persona, y por el pecado la muerte, y por esto la muerte nos llegó a todos puesto que todos habíamos pecado». «Y la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre aquellos que no pecaron después de la ofensa de Adán, como en el caso de aquél que vendrá (Jesús)». San Pedro, Cartas a los Romanos, 5:12, 14.
Ateísmo y materialismo


Es bastante sorprendente e interesante que cuando llevamos las presuposiciones inherentes al acercamiento monoteísta a su extremo lógico, éstas engendran un caos existencial carente de sentido(9), que no se diferencia del determinismo que encontramos en el materialismo o del nihilismo de los existencialistas y humanistas modernos, como Jean-Paul Sartre o Friedrich Nietzsche. El racionalismo va más lejos que el empirismo. Acentúa que la razón tiene la habilidad de obtener conocimiento en virtud de la razón misma, incluso por encima de la experiencia y la observación. El proceso dialéctico platónico de tesis-antítesis-síntesis es el procedimiento principal por el cual la razón es capaz de obtener conocimiento por sí misma. En el siglo diecinueve el racionalismo se desarrolló en un materialismo dialéctico gracias a la obra de Engels, Marx, Nietzsche y otros pensadores que guiaron a los humanistas modernos a ir más lejos que aquellos del siglo dieciséis, hasta las explicaciones ateístas de la naturaleza de la realidad.


9 Fyodor Dostoevsky describe las consecuencias existenciales del rechazo a creer en la existencia de Dios en su libro Los hermanos Karamazov.


La creencia en Dios se volvió inaceptable para estos pensadores y fue vista como una oposición directa a la libertad humana y el poder de la razón. Nietzche vio la existencia de Dios como la mayor objeción a la existencia y a la creatividad humana: «Yo no reconozco el ateísmo de ninguna manera como un resultado, mucho menos un incidente; para mí es una cuestión de trayectoria, procedente del instinto. Yo soy demasiado inquisitivo, demasiado cuestionable, demasiado exuberante para apoyar cualquier respuesta crasa. Dios es una respuesta crasa, una falta de delicadeza contra nosotros, los pensadores —en el fondo una prohibición crasa para nosotros: ¡No pensarás!».(10)


10 Friedrich Nietzsche, Ecce homo págs. 692-693, Basic writings ofNietzsche, traducido por Walter Kaufmann (Nueva York: The Modern Library, 2000).


El rechazo total de Nietzsche a renunciar a la razón en favor de la experiencia religiosa y la creencia en Dios, contrasta con el misticismo del renacimiento español. La mística cristiana Teresa de Ávila, a quien la iglesia reconoció con el título de Doctor, incorporó la separación platónica entre Dios y «la criatura» en su espiritualidad y su búsqueda por la experiencia de lo divino. En otras palabras, la completa rendición de quienes somos como seres humanos es requerida para poder experimentar lo divino. Teresa de Ávila llora poéticamente con un sentimiento de éxtasis santificado:


«Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero» (11)


(11) Agustín Bartra, Antología de la Poesía Mística (México: Editorial Pax, México, 1974), págs. 44-46.


Este poema muestra claramente que Dios es tan trascendente y está tan separado de la humanidad que la vida es vista como una prisión y una privación de la felicidad, donde la muerte se espera con anhelo y esperanza. El suicidio es considerado un pecado en la religión cristiana. Así, el místico alcanzaría el efecto opuesto al deseado cuando alguien se quita la vida. Sólo Dios puede dar o tomar la vida de acuerdo con esta creencia religiosa.


El misticismo del Renacimiento

Aunque la creencia en Dios requiere el sacrificio y la entrega de la razón, el misticismo cristiano ofrece en su visión una contradicción inherente al monoteísmo. El misticismo religioso se enfoca en la experiencia de lo divino. Esta experiencia a menudo es descrita en términos de una visión beatificada: ver a Dios cara a cara, donde la persona necesita ser transformada y capacitada para tal experiencia indescriptible. La carne es incapaz de ver a Dios, sin embargo tiene que haber algo, es decir, el alma, que se asemeje a Dios en la naturaleza humana, que permita la po-sibilidad de esta experiencia. Las tres virtudes cristianas básicas de fe, esperanza y amor, descritas por San Pablo,(12) se reducen a una en el reino de los cielos. El amor es todo lo que queda en la visión beata de la vida después de la vida, pues la fe es innecesaria donde Dios es visto cara a cara y la esperanza se convierte en posesión plena de gozo. La experiencia mística de unión con Dios y la visión beatífica sugieren una conexión intrínseca entre la razón humana y la naturaleza de Dios. También sugiere que la naturaleza humana no está limitada al plano físico.

Es particularmente interesante notar, a modo de contraste, el entendimiento de San Agustín de la voluntad libre en términos de la libertad de elegir el bien donde el bien máximo es Dios mismo. Él fue el primero en sugerir una conexión intrínseca entre esta característica humana y la naturaleza de Dios. Sócrates ya había introducido esta idea parcialmente en el siglo quinto a.C. a través de sus diálogos sobre el bien como la máxima virtud moral y fuente de verdadera felicidad. La mayor expresión humana de la libertad moral de elección en favor del bien era, según San Agustín, el verdadero significado del amor. Así pues, su declaración: «Ama y haz lo que quieras» implica una conexión directa entre el amor como cualidad divina y la libre voluntad humana.


(12) San Pablo, Primera Carta a los Corintios 13:13.





Los orígenes de la civilización humana - Ramtha





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Yo Albrecht Dürer (Durero)

Alberto Durero es el artista más famoso del Renacimiento alemán, conocido en todo el mundo por sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte.

La perla de hoy

Frases:

domingo, 23 de octubre de 2016

El día en que los dioses decidieron castigar a la Humanidad

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Desde la antigüedad el ser humano ha tenido la sensación de que hubo una Edad de Oro en su prehistoria. Pero no puede basarse en recuerdos humanos, ya que esta época habría tenido lugar en tiempos muy remotos, en que se supone que el ser humano era demasiado Imagen 8primitivo como para conservar cualquier información para generaciones futuras. Si la Humanidad retuvo de algún modo una sensación subconsciente de haber vivido en una era feliz, tal vez se deba a que estos relatos de esa era no se los contaron a la Humanidad los seres humanos que les precedieron, sino los misteriosos nefilim (“los caídos”), unos seres que se mencionan varias veces en la Biblia. Según el Génesis serían los descendientes de los «hijos de Dios», tal vez ángeles, y las «hijas de los hombres» que vivían antes del diluvio. Se usa el mismo nombre para referirse a unos gigantes que habitaban en Canaán en el momento de la conquista israelita. El término Edad de Oro proviene de la mitología griega y fue recogido por primera vez por el poeta griego Hesíodo. Se refiere a la etapa inicial de las edades del hombre, en la que se supone vivió en un estado ideal, cuando aparentemente la humanidad era inmortal. La Edad de Oro se considera que acabó con un acontecimiento devastador, que trajo consigo la caída del hombre. La idea de una Edad de Oro aparece por vez primera en el poema los Trabajos y días, de Hesíodo, a mediados del siglo VIII a. C. Según el poeta griego se trató de la primera edad mítica, el tiempo de «una dorada estirpe de hombres mortales», que «crearon en los primeros tiempos los inmortales que habitaban el Olimpo. Vivieron en los tiempos de Crono, cuando reinaba en el cielo». Hesíodo describe otras cuatro eras que sucedieron a la Edad de Oro según un orden cronológico. Se trataría de la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad del Hierro.
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La mítica Edad de Oro está en la base de «toda la historia del pensamiento griego, alimentando los sueños de los que, por diversas razones, rechazan el mundo en que viven». La Edad de Oro no conoce ni la guerra, ni el trabajo, ni la vejez, ni la enfermedad, puesto que las personas mueren en un sueño pacífico. La tierra produce bienes en cantidad suficiente para satisfacer todas las necesidades y, por consiguiente, no hay razón para que surja ningún conflicto, por lo que los hombres de la Edad de Oro llevan una vida tranquila y feliz. El mito de la Edad de Oro aparece también en el diálogo Político de Platón: “No había en absoluto constitución, ni posesión de mujeres ni de niños, porque desde el seno de la tierra es de donde todos remontan a la vida, sin guardar ningún recuerdo de sus existencias anteriores. En lugar de esto, poseían en profusión los frutos de los árboles y de toda una vegetación generosa, y los recogían sin necesidad de cultivarlos en una tierra que se los ofrecía por sí misma. Vivían frecuentemente al aire libre, sin cama ni vestidos, ya que las estaciones eran de un clima tan agradable que no les ocasionaban molestias, y sus lechos eran nobles entre la hierba que crecía en abundancia“.  Algunas obras representan la vida en una imaginaria Arcadia como continuación de la vida en la Edad de Oro, ya que los pastores de tales tierras no permitieron que la civilización los corrompiese. El poeta latino Ovidio también habla de las diferentes edades del hombre en Las metamorfosis. La Edad de Oro tuvo lugar inmediatamente después de la creación del hombre, cuando Saturno gobernaba el cielo, por lo que igualmente se la llamaba reinado de Saturno, que se cree era un tiempo de inocencia, de justicia, de abundancia y de bondad. La Tierra gozaba de una primavera perpetua, y los campos fructificaban sin necesidad de que los cultivasen. Pero Saturno fue lanzado a las tinieblas del Tártaro y Júpiter se convirtió en el amo del mundo, con lo que comenzó la Edad de Plata. Este tema se encuentra igualmente en las evocaciones de la Edad de Oro por parte de otros autores y poetas latinos, como Tíbulo, en una de sus elegías, y Virgilio, en las Geórgicas.

No sólo la literatura ha recogido la idea de una Edad de Oro, sino que la pintura acogió el tema, a partir del Renacimiento, usando sobre todo el símbolo del laurel. En el siglo XVII también se convirtió en un tema literario, y permaneció como un tema popular de tipo legendario. La Edad de Oro (The Golden Age) es también el título de una obra del escritor estadounidense Gore Vidal; así como de una película del cineasta hispano-mexicano Luis Buñuel. La Iglesia Católica nunca negó el mito de la Edad de Oro. Los Padres de la Iglesia, sobre todo san Agustín y san Ambrosio, no dudaban de que en un principio Dios había creado el mundo para que sus riquezas fueran comunes a todos los hombres. Pero el pecado original había destruido este orden natural primitivo, obligando al hombre a trabajar y causando la desigualdad entre los hombres. La Iglesia aceptó esta desigualdad, en que sólo una élite de clérigos o laicos podía soñar con encontrar estas formas comunitarias e igualitarias que se encarnaban en la vida monástica. Pero, a principios del siglo XIV, cuando las bases laica y eclesiástica de la sociedad feudal comienzan a resquebrajarse, la idea de un retorno a la igualdad natural se presenta para algunos como la única solución a los males de su tiempo, y el mito de la Edad de Oro va a verse reforzado. Probablemente el movimiento de los taboritas de Bohemia sea el más representativo de esta tendencia. Después de su fracaso renació en Alemania en el siglo XVI bajo el impulso del reformador Thomas Münzer y tuvo su epígono en el movimiento de los anabaptistas de Münster.
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Los taboritas eran miembros de una comunidad cristiana considerada herética por la Iglesia católica. Se encontraban en la ciudad bohemia de Tábor durante las guerras husitas del siglo XV. El movimiento de reforma religiosa en Bohemia dio lugar a varias sectas. Las sectas eran las taboritas, orebitas, utraquistas, pragueros y adamitas, doctrina herética y la más radical, surgida en el siglo II en el norte de África y que pretendía, mediante la práctica del nudismo, retornar a la inocencia originaria del Edén descrita en el Génesis. Algunos autores piensan que la pintura de Hieronymus Bosch El jardín de las delicias podría ser una representación de la mitología adamita, ya que la secta de los Hermanos del Libre Espíritu, que seguían sus principios, estaba en la población de Bolduque, donde residía el pintor. Debido a que el ímpetu de la revolución nació a partir de la quema de Jan Hus, algunos escritores han puesto a estas sectas el nombre global de husitas. Económicamente fuertes debido al control de las minas de oro locales, los ciudadanos se unieron a los campesinos para desarrollar una sociedad de tipo comunista. Los taboritas anunciaron la llegada del milenio de Cristo, en el cual no habría más criados ni amos. Prometieron que la gente volvería a un estado de inocencia original. La teología taborita representó una de las salidas más radicales a la iglesia medieval jerárquica. Rechazaron el aparato externo de la iglesia, que consideraban corrompido, e insistieron en regirse únicamente por la autoridad de la Biblia. Aunque los teólogos de los taboritas eran versados en teología escolástica, estuvieron entre los primeros intelectuales en romper con los viejos métodos escolásticos. Eran particularmente entusiastas en sus prácticas religiosas y, como otras corrientes religiosas de la época, consideraban que era su deber matar a todos los “herejes“, es decir, a los no taboritas. Algunos de los teólogos taboritas más destacados fueron Mikuláš Biskupec de Pelhřimov y Prokop Veliký, que murió en la batalla de Lipany. Las ideas teológicas radicales tempranas de los taboritas fueron representadas por Petr Kanis y Martin Huska.

El ejército taborita fue mandado por Jan Žižka, general checo y seguidor de las ideas de Jan Hus, que con sus tropas defendió Bohemia del ejército del emperador Segismundo de Hungría y que llegó a ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Žižka era partidario de la clemencia con los vencidos, y después de una batalla, cuando su ejército lo desobedeció y mató a muchos prisioneros, Žižka ordenó a sus tropas que oraran por el perdón. Esta experiencia le inspiró para escribir un código de conducta militar famoso, basado en parte en el libro bíblico del Deuteronomio. Žižka dejó a los taboritas porque esta comunidad se hizo demasiado radical para sus creencias, y asumió entonces la dirección de los orebitas, más moderados, en Hradec Králové. Las numerosas cruzadas contra los husitas, taboritas y orebitas pusieron en segundo plano sus diferencias y cooperaron a menudo militarmente para derrotar las cruzadas puestas en marcha contra Bohemia. Una vez la amenaza exterior fue alejada por las victorias husitas, las diversas facciones se volvieron una contra la otra. Finalmente, tras 20 años de luchas, el poderío de los taboritas fue resquebrajado en la batalla de Lipany, el 30 de mayo de 1434, en la cual cayeron 13.000 de sus 18.000 soldados. En 1437 firmaron el tratado de paz con Segismundo. Aunque los taboritas dejaron de desempeñar un papel político importante, su pensamiento teológico influyó fuertemente la fundación y el desarrollo posterior de la Hermandad de Moravia, iglesia evangélica pre-luterana, en 1457. Una idea parecida puede encontrarse en las tradiciones religiosas y filosóficas de Asia. Por ejemplo, los Vedás, antiguos textos hinduistas escritos en sánscrito, concebían la historia en forma cíclica, con alternancia entre las edades oscuras y las de oro, representadas por satiá iugá (edad de oro), treta iugá (edad de plata), dwapara iugá (edad de bronce) y kali iugá (edad de hierro), que se corresponden con las cuatro edades griegas. Creencias similares pueden encontrarse en el antiguo Oriente medio y a través de todo el mundo antiguo.
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Según Giorgio de Santillana, filósofo y profesor de historia de la ciencia en el MIT, así como coautor del libro El molino de Hamlet (Hamlet’s Mill), hay cerca de 200 mitos e historias en una treinta culturas antiguas que hablan de un ciclo de edades ligadas al movimiento de los cielos. Algunos creyentes utópicos sostienen que la Edad de Oro volverá después de un período de decadencia. Otros consideran, en particular los hindúes, que la Edad de Oro volverá gradualmente como una consecuencia natural de las cambiantes eras (iugás). El único relato completo de los acontecimientos que le acaecieron al ser humano, después de su traslado a la Morada de los Dioses, en Mesopotamia, es el relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del Edén: “Y la Deidad Yahveh plantó un huerto en Edén, en el este; y puso allí al Adán al cual había creado. Y la Deidad Yahveh hizo crecer del suelo todo árbol que es agradable a la vista y bueno para comer. Y el Árbol de la Vida estaba en el huerto y el Árbol del Conocimiento del bien y del mal. Y la Deidad Yahveh tomó a Adán y lo puso en el Jardín del Edén para que lo trabajara y lo cuidara. Y la Deidad Yahveh  mandó al Adán, diciendo: ‘De cualquier árbol del huerto comerás; pero del Árbol del Conocimiento del bien y del mal no comerás de él; pues a partir del día en que comas sin duda morirás’“. Aunque se podía disponer de dos frutos vitales, los humanos tenían prohibido tomar el fruto del Árbol del Conocimiento. Hasta ese momento, a la deidad Yahveh no parecía preocuparle que el hombre pudiera probar el Fruto de la Vida. Sin embargo, el hombre no pudo respetar esta prohibición y devino la tragedia. La idílica imagen no tardó en dar paso a unos acontecimientos dramáticos, que los eruditos bíblicos y los teólogos llaman la Caída del Hombre. Es un relato de mandatos divinos desobedecidos, de mentiras divinas, de una astuta serpiente, así como del castigo y el exilio. La serpiente desafió las solemnes advertencias de Dios: “Y la Serpiente dijo a la mujer: ¿De verdad la Deidad os ha dicho: No comáis de ningún árbol del huerto? Y la mujer le dijo a la Serpiente: De los frutos de los árboles del huerto podemos comer; es del fruto del árbol que hay en mitad del huerto que la Deidad ha dicho: No comeréis de él, ni lo tocaréis, no sea que muráis. Y la Serpiente le dijo a la mujer: De ningún modo, sin duda no moriréis; es que la Deidad sabe bien que el día que comiereis los ojos se os abrirán y seríais como la Deidad, conocedores del bien y el mal. Y la mujer vio que el árbol era bueno para comer y que era apetecible de contemplar; y el árbol era deseable para lograr sabiduría; y tomó de su fruto y comió, y dio también a su pareja, y él comió. Y los ojos de ambos se abrieron, y supieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera, y se hicieron taparrabos“.

Es verdaderamente un extraño relato. A pesar de la prohibición, bajo amenaza de muerte, de tocar siquiera el Fruto del Conocimiento, los dos humanos son persuadidos para dar el paso y comerse aquello que les permitiría «conocer» como la Deidad. Y, sin embargo, todo lo que sucedió fue que, repentinamente, se dieron cuenta de que estaban desnudos. De hecho, el estado de desnudez es un aspecto importante en todo este incidente. El relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del Edén se inicia con la afirmación: «Y ambos estaban desnudos, el Adán y su compañera, y no estaban avergonzados». Tenemos que suponer que Adán y Eva estaban en un estadio del desarrollo humano inferior al de unos seres humanos plenamente desarrollados. No sólo estaban desnudos, sino que no eran conscientes de las implicaciones de tal desnudez. Analizando en más detalle el relato bíblico, Zecharia Sitchin sugiere que el tema tratado aquí es el de la adquisición por parte del ser humano de algún conocimiento relacionado con el sexo masculino y femenino; pues, tan pronto como Adán y Eva adquirieron el «conocimiento», «supieron que estaban desnudos» y se cubrieron los órganos genitales. Por lo tanto, no parece que el «conocimiento» que se le impedía al hombre no era algún tipo de información científica. Lo que aparece a continuación en la narración bíblica confirma la conexión entre desnudez y falta de conocimiento, pues la Deidad Yahveh enseguida asocia una cosa con otra: “Y ellos oyeron el sonido de la Deidad Yahveh caminando en el huerto con la brisa del día, y el Adán y su compañera se escondieron de la Deidad Yahveh entre los árboles del huerto. Y la Deidad Yahveh llamó al Adán y dijo: ¿Dónde estás?. Y él respondió: Tu sonido oí en el huerto y tuve miedo, pues estoy desnudo; y me escondí. Y  Él dijo: ¿Quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieras?“.
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En realidad Adán echó la culpa a su compañera, quien, a su vez, culpó a la Serpiente. Enormemente enojado, la Deidad maldijo a la Serpiente y a los dos humanos. Después, sorprendentemente, «la Deidad Yahveh hizo para Adán y su mujer prendas de pieles, y los vistió». No parece lógico que el propósito de todo el incidente, que llevó a la expulsión de los humanos del Jardín del Edén, fuera explicar de qué forma acabó por vestirse el ser humano. Ponerse ropa no era más que una manifestación externa del nuevo «conocimiento». La adquisición de tal «conocimiento», y los intentos de la Deidad Yahveh por privar al hombre de dicho «conocimiento», parece el tema central de aquellos acontecimientos. Aunque no se ha encontrado todavía ningún equivalente mesopotámico del relato bíblico, parece que el relato, como todo el material bíblico relativo a la Creación y a la prehistoria del Hombre, tenía un origen sumerio. Tenemos el emplazamiento, que sería la Morada de los Dioses en Mesopotamia. Y tenemos dos árboles importantes, el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida, al igual que en la morada de Anu.  En la mitología sumeria, Anu era el dios del cielo, señor de las constelaciones, rey de los dioses, que vivía con su esposa, la diosa Ki (“tierra“), en las regiones más altas del cielo. Sus seguidores eran llamados los annunaki. Se creía que tenía el poder de juzgar a los que habían cometido delitos, y que había creado las estrellas como soldados para destruir a los malvados. Su atributo era la tiara real. Su sirviente y ministro era el dios Ilabrat. Fue uno de los más antiguos dioses del panteón sumerio, y formaba parte de una tríada de grandes dioses, junto a Enlil, dios del aire y la atmósfera, y Enki (o Ea), dios de la tierra o de los “cimientos“. Era considerado como el padre y primer rey de los dioses. Anu es asociado con el templo E-an-na de la ciudad de Uruk, en el sur de Babilonia y hay buenas razones para creer que este lugar sería la sede original del culto a Anu. Si esto fuese correcto, entonces la diosa Inanna (o Ishtar) de Uruk puede, en algún momento, haber sido su consorte. Su templo de Uruk se llamaba E-an-na (‘casa del cielo’). «En el cielo está Anu sobre su trono, revestido de todos los atributos de la soberanía: el cetro, la diadema, el tocado, el báculo».  Las estrellas constituían su ejército. Simbólicamente, el rey recibía su poder directamente de Anu. Por eso le invocaban solo los soberanos y no el resto de los mortales. El equivalente semítico occidental de Anu sería el dios Ël. Y también parece tener equivalencia con el dios Dagón de los filisteos y fenicios.

Incluso las palabras de la Deidad Yahveh reflejan un origen sumerio, pues la Deidad hebrea se dirige (en plural) a colegas divinos que no aparecen en la Biblia, sino en los textos sumerios: “Entonces dijo la Deidad Yahveh: He aquí, el Adán ha venido a ser como uno de nosotros, a conocer el bien y el mal. Y ahora, ¿no podría alargar la mano y tomar parte también del Árbol de la Vida, y comer, y vivir para siempre?. Y la Deidad Yahveh expulsó al Adán del huerto del Edén“. Como se puede ver en muchas representaciones sumerias primitivas, hubo un tiempo en que el ser humano, como trabajador esclavo, servía a sus dioses desnudo. Estaba desnudo, tanto si servía a los dioses su comida y su bebida, como si trabajaba en los campos o en labores de construcción. La conclusión  es que el estatus del ser humano en relación a los dioses no era muy diferente del de los animales domésticos. Supuestamente los dioses había mejorado genéticamente algún homínido existente para satisfacer sus propias necesidades, un comportamiento muy “humano“. Tal vez la falta de «conocimiento» implicaba que, desnudo como un animal, el ser recién creado se dedicaba al sexo como hacen los animales o incluso con animales. Algunas representaciones primitivas indican que éste pudo ser el caso. Algunos textos sumerios, como «La Epopeya de Gilgamesh», sugieren que el comportamiento en la relación sexual era lo que marcaba la distinción entre el Hombre-salvaje y el Hombre-humano. Hace unos cinco mil años, un rey llamado Gilgamesh gobernó la ciudad mesopotámica de Uruk. Pronto se convirtió en héroe y dios, y sus gestas lo hicieron protagonista de la primera epopeya de la historia, centrada en su desesperada búsqueda de la inmortalidad. En ella aparece, por primera vez, el tema del diluvio universal. Gilgamesh pronto entró en la leyenda, convertido en protagonista de la primera epopeya de la historia, un dramático relato sobre la búsqueda de la inmortalidad. El escriba Sin-leqi-unniniDios Sin, acepta mi plegaria») acaba de trazar unas palabras en lengua acadia sobre una tablilla de barro fresco: «Aquel que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones, del júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran misterio, de los lugares secretos, de los días primeros antes del Diluvio. Ha viajado a los confines del mundo y ha regresado, exhausto pero entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a erigir el sagrado templo de Eanna y las gruesas murallas de Uruk, ciudad con la que ninguna otra puede compararse».
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Sin-leqi-unnini evoca las portentosas murallas de la ciudad y, dirigiéndose al lector, se aplica otra vez a escribir: «Mira cómo sus baluartes brillan como cobre al sol. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo. Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó». Así empieza la primera epopeya de la historia, el Poema de Gilgamesh. Sin-leqi-unnini quizás lo escribió hacia el 1400 a.C. Pero no es el creador de la obra. El relato que pone por escrito se hunde en la noche de los tiempos, seguramente más de mil años atrás. Hace aproximadamente unos seis milenios, en lo que hoy es Irak, se extendía la fértil llanura mesopotámica, atravesada por los ríos Éufrates y Tigris. En el sur de esa llanura, en el país de Sumer, se levantaba la imponente Uruk, cuna de su todopoderoso rey Gilgamesh. Por sus hechos y su fama, este personaje pasó muy pronto a la categoría de mito, convertido en protagonista de un ciclo de poemas sumerios que cristalizaron en la magna composición que lleva su nombre. Sabemos que hacia 2700 a.C. existió un personaje, llamado Gilgamesh, que los más antiguos textos en escritura cuneiforme sitúan en Kullab, un barrio de Uruk, en calidad de sacerdote-rey. Gilgamesh también aparece en un famoso documento, la Lista real sumeria, redactada hacia el 1950 a.C., que atribuye la fundación de esta ciudad, emplazada en la orilla izquierda del Éufrates, al rey Enmerkar. De acuerdo con la Lista real sumeria, Gilgamesh perteneció a la dinastía I de Uruk. Fue su quinto soberano, reinó 126 años y le sucedió su hijo Ur-lugal. A Gilgamesh se le atribuía la construcción de las poderosas murallas de la ciudad, según menciona una inscripción del rey Anam de Uruk, datada hacia el 1825 a.C., y según recuerda el poema. Dichas murallas eran de estructura doble. Una exterior, de la que tan sólo restan trazas en el suelo, y otra interior, de unos 9,5 kilómetros de longitud y cinco metros de espesor, reforzada con más de 900 torres semicirculares. Sin-leqi-unnini organizó el Poema de Gilgamesh en once tablillas. Este genial sacerdote enriqueció el poema con otra narración sumeria que se ha hecho famosa, el relato del Diluvio. Los escribas asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII a.C., dieron al texto su forma canónica, añadiéndole una tablilla. Esta versión fue archivada en la biblioteca del palacio del rey, en Nínive, descubierta en 1853 y cuyos materiales fueron enviados a Londres. Allí, en 1872, el joven investigador George Smith (1840 – 1876), asiriólogo inglés que logró traducir las tablillas y fragmentos del Poema de Gilgamesh.

En las doce tablillas del Poema de Gilgamesh se perfila a Gilgamesh como un héroe mítico, de una increíble altura de 5,60 metros, el doble que el bíblico gigante Goliat. Se dice que está compuesto en sus dos terceras partes de esencia divina, un concepto bastante genético, puesto que era hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsun, y que habla y se mueve entre los dioses como uno más de ellos. Dos serán las premisas de su actuación. Una será la búsqueda de la gloria, que intentará alcanzar junto a su amigo Enkidu, un humano salvaje, cuyo episodios son narrados en las seis primeras tablillas. Pero, sobre todo, Gilgamesh se enfrascará en la búsqueda de la inmortalidad, que tiene lugar en un contexto narrativo sombrío, caracterizado por la soledad y el temor a la muerte, y que se recoge de la tabilla séptima a la decimoprimera. A todo ello se añadió la doceava y última tablilla, que se refiere al Más Allá, sin conexión con el relato anterior, pero que permite a Gilgamesh ver el mundo que le espera tras su inevitable muerte. Cuando el pueblo de Uruk quiso civilizar al hombre-salvaje Enkidu, «el bárbaro de las profundidades de las estepas», se hicieron con los servicios de una «chica de placer» y la enviaron para que se encontrara con Enkidu en el hoyo de agua en el que solía entablar amistad con otros animales, para ofrecerle allí su «madurez». El texto da a entender que el punto crucial del proceso de «civilización» de Enkidu fue el que los animales con los que había entablado amistad le rechazaran a él. El pueblo de Uruk le dijo a la chica que lo importante era que no dejara de invitarlo hasta que «las bestias salvajes que crecían en su estepa lo rechazaran». El prerrequisito para considerar que Enkidu se había hecho humano era que había dejado la sodomía: “La muchacha liberó sus bestias, se desnudó el busto, y él tomó posesión de la madurez de ella. Ella invitó al salvaje a un trabajo de mujer“.

Aparentemente, la estratagema funcionó. Después de seis días y siete noches, «después de que él se llenara de los encantos de ella», se acordó de sus antiguos compañeros de juegos, los animales: “Se volvió hacia sus bestias salvajes; pero, al verlo, las gacelas huyeron. Las bestias salvajes de la estepa se alejaron de su cuerpo“. La información es bastante explícita. La relación sexual humana provocó un cambio tan profundo en Enkidu que los animales con los que tenía amistad «se alejaron de su cuerpo». No sólo huyeron, sino que también rehuyeron el contacto físico con él. Asombrado, Enkidu se quedó inmóvil durante un rato, «pues sus animales salvajes se habían ido». Pero no lamentó el cambio, pues, como explica el antiguo texto: “Ahora tenía visión, una comprensión más amplia. La prostituta le dice a él, a Enkidu: Tienes conocimiento, Enkidu; ¡te has hecho como un dios!“. Las palabras en este texto mesopotámico son casi idénticas a las del relato bíblico de Adán y Eva. Tal como había predicho la Serpiente, al comer del Árbol del Conocimiento, se habían convertido, en materia sexual, «como la Deidad -conocedores del bien y el mal». Pero si ello tan sólo significaba que el hombre había llegado a reconocer que tener relaciones sexuales con animales era incivilizado o malo, no se entiende la razón por la qué Adán y Eva fueron castigados por abandonar supuestamente la sodomía. El Antiguo Testamento está lleno de admoniciones contra la sodomía, aunque parece sorprendente que pudiera provocar la cólera divina. Supuestamente el «conocimiento» que el Hombre obtuvo en contra de los deseos de la Deidad Yahveh, o de una de las otras deidades, debe haber sido de una naturaleza más profunda. Se trataba, sin duda, de algo que era algo bueno para el Hombre, pero también de algo que sus creadores no deseaban que tuviera. Si leemos entre líneas la maldición contra Eva, podemos captar el significado del acontecimiento: “Y a la mujer le dijo: Multiplicaré enormemente tus sufrimientos por tu embarazo. Sufriendo tendrás los hijos, pero para tu compañero será tu deseo. Y el Adán llamó a su mujer Eva, pues ella fue la madre de todos los vivientes“. Este parece ser el acontecimiento trascendental que se nos transmite en el relato bíblico. Mientras Adán y Eva carecieron de «conocimiento», vivieron en el Jardín del Edén sin descendencia. Al obtener el «conocimiento», Eva consiguió la capacidad y el correspondiente dolor de quedarse embarazada y tener hijos. Solo después de que la pareja hubiera adquirido este «conocimiento», «Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín».
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Parece que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, el término «conocer» se utiliza para significar la relación sexual, normalmente entre un hombre y una mujer, con el propósito de tener hijos. El relato de Adán y Eva en el Jardín del Edén seguramente es la historia de un paso crucial en el desarrollo del ser humano, la adquisición de la capacidad de procrear. Tal vez los primeros representantes del Homo Sapiens no fueran capaces de reproducirse. Fuera cual fuera el método que supuestamente utilizaron los nefilim para infundir su material genético en la estructura biológica de los homínidos que seleccionaran para este objetivo, el nuevo ser no dejaba de ser un híbrido, un cruce entre dos especies que, aunque emparentadas, eran diferentes. Los mamíferos híbridos son estériles, como en el caso de la mula. A través de la inseminación artificial y métodos de ingeniería biológica, podemos producir tantas mulas como deseemos, incluso sin la relación sexual entre asno y yegua. Pero ninguna mula puede procrear y engendrar otra mula. Tal vez, al principio, los nefilim se dedicaban simplemente a producir híbridos humanos simplemente para satisfacer sus requerimientos. En las montañas del sur de Elam, situaba al este de Sumeria y Acad, en el actual suroeste de Irán, se encontró una roca tallada en la que hay una escena muy curiosa. En ella, hay una deidad sentada que sostiene un tipo de matraz de laboratorio, del cual que un líquido. Se trata de una representación de Enki. Junto a él, hay una Gran Diosa también sentada, postura que indica que se trata de una colaboradora más que de una esposa. Se considera que es Ninhursag, la Diosa Madre. Ambos están flanqueados por diosas menores. Delante de estos creadores del hombre, hay filas y filas de seres humanos, cuyo rasgo más notable es que todos ellos parecen iguales, como hechos en un mismo molde. Otro relato sumerio habla de los machos y las hembras imperfectos que engendraron en sus inicios Enki y la Diosa Madre, seres que o bien no tenían sexo o eran sexualmente incompletos. Tal vez recuerda una primera fase en que existía un híbrido humano, un ser a imagen y semejanza de los dioses, pero sexualmente incompleto y, por lo tanto, carente de «conocimiento».

Después de que Enki pudiese hacer un «modelo perfecto», llamado Adapa o Adán, en los textos sumerios se describen técnicas de producción en masa de seres humanos. Se habla de la implantación de óvulos genéticamente tratados, en una aparente producción en serie  por parte de diosas del nacimiento, sabiéndose de antemano que la mitad engendrarían varones y la otra mitad hembras. Esto no sólo implica que el híbrido humano fue manufacturado, sino también que el ser humano quizás no procreara en aquella época por sí mismo. Se ha descubierto recientemente que la incapacidad de los híbridos para procrear proviene de un déficit en sus células reproductoras. Aunque todas las células contienen sólo una serie de cromosomas hereditarios, el hombre y otros mamíferos pueden reproducirse porque tienen dos series de cromosomas en sus células sexuales, provenientes del esperma masculino y del óvulo femenino. Pero los híbridos carecen de este rasgo. En la actualidad se están haciendo pruebas en ingeniería genética para proporcionar a los híbridos una doble serie de cromosomas en sus células reproductoras, con el fin de dotarlos de capacidad reproductiva. Tal vez fue esto lo que la famosa Serpiente bíblica hizo con la Humanidad. La Serpiente bíblica evidentemente no era una simple serpiente, pues pudo conversar con Eva, sabía la verdad acerca del tema del «conocimiento» y debía tener la suficiente categoría como para desafiar a la Deidad Yahveh. En casi todas las tradiciones de la antigüedad, la deidad jefe combatía con un adversario serpiente, un relato mítico cuyas raíces se remontan, probablemente, a los dioses sumerios. El relato bíblico revela muchas pistas de su origen sumerio, como la presencia de otras deidades «El Adán se ha hecho como uno de nosotros». La posibilidad de que los antagonistas bíblicos, la Deidad y la Serpiente, sean Enlil y Enki, parece bastante probable. Según Sitchin, su antagonismo se origina en el momento de la transferencia del mando de la Tierra a Enlil, aunque Enki había sido el verdadero pionero. Se produjo un motín de los anunnaki en la Tierra dirigido contra Enlil y contra su hijo, Ninurta. El dios que habló a favor de los amotinados fue Enki. También fue Enki el que sugirió, y llevó a cabo, la creación del hombre, como trabajador esclavo en sustitución de los trabajadores anunnaki.
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En los textos sumerios Enki emerge como el protector de la Humanidad, mientras que Enlil es el que le impone una dura disciplina a los nuevos seres. El papel de una deidad que desea mantener a los nuevos seres humanos reprimidos y solo dedicados a un trabajo de esclavos, contrasta con el de otra deidad que desea ofrecer a la Humanidad el fruto del «conocimiento». Ello encaja con los papeles de Enlil y Enki respectivamente. La palabra bíblica para serpiente es nahash. Pero esta palabra proviene de la raíz nhsh, que significa descubrir. Ello implica que nahash también podría significar «el que descubre cosas», un epíteto correspondiente a Enki, el científico jefe y el dios del conocimiento de los nefilim/anunnaki. Trazando paralelismos entre el relato mesopotámico de Adapa, que obtuvo el «conocimiento», pero fracasó en conseguir la vida eterna, y el destino de Adán, el asiriólogo británico Stephen Herbert Langdon, en su obra Semitic Mythology, reprodujo una imagen descubierta en Mesopotamia que se parece mucho al relato bíblico. Se trata de una serpiente enroscada en un árbol, señalando su fruto. Los símbolos celestes son significativos, ya que en lo alto está el planeta Nibiru, que simboliza a Anu, mientras que cerca de la serpiente esta el creciente de la Luna, que simboliza a Enki. Es relevante el hecho de que, en los textos mesopotámicos, el dios que finalmente concedía el «conocimiento» a Adapa era Enki: “Una considerable comprensión perfeccionó para él. La sabiduría [le había dado]. A él le había dado Conocimiento. La Vida Eterna no se la había dado“. Existe una historia ilustrada, grabada en un sello cilíndrico encontrado en Mari, antigua ciudad situada al oeste del Éufrates en la actual Tell Hariri (Siria), que es muy posible que represente una antigua versión mesopotámica del relato del Génesis. El grabado muestra a un gran dios sentado en un terreno elevado que emerge de las aguas, lo que parece ser una representación de Enki. Unas serpientes que echan chorros de agua salen de ambos lados del supuesto trono. Flanqueando a esta figura central, hay dos dioses con aspecto de árbol. El de la derecha, que tiene ramas que terminan con forma de pene, sostiene un cuenco donde, presumiblemente, se encuentra el Fruto de la Vida. El de la izquierda, cuyas ramas terminan en forma de vagina, ofrece ramas cargadas de fruto, representando al Árbol del «Conocimiento», posiblemente el don de la procreación dado por el dios. Al lado de esta figura, de pie, hay otro Gran Dios. Aparentemente se trata de Enlil, enfadado con Enki.

Nunca sabremos lo que provocó este conflicto en el Jardín del Edén. Pero, fueran cuales fueran los motivos de Enki, consiguió perfeccionar al ser humano y crear al Homo Sapiens, que, a partir de entonces, podría tener su propia descendencia. Después de que el ser humano adquiriera el «conocimiento», el Antiguo Testamento deja de referirse a él como «el Adán», y pasa a referirse a Adán, una persona concreta, que es presentado como el primer patriarca al que se refiere la Biblia. Pero esta mayoría de edad de la Humanidad implicó un cisma entre Dios y el ser humano. El hecho de que el hombre ya no fuese un simple siervo de los dioses, sino una persona independiente, no se atribuye en el Libro del Génesis a una decisión del hombre, sino a la imposición de un castigo por parte de la Deidad Yahveh. Para que el hombre no consiga escapar de la mortalidad, se le expulsará del Jardín del Edén. Y aparentemente la existencia independiente del hombre no comenzó en el sur de Mesopotamia, donde los nefilim habían establecido sus ciudades, sino en el este, en los Montes Zagros: «Y expulsó al Adán y le hizo vivir al este del Jardín del Edén». Los Montes Zagros constituyen la cadena montañosa más larga de Irak y de Irán. Se extienden a lo largo de 1500 kilómetros, desde el Kurdistán iraquí, en el noroeste de Irán, hasta el estrecho de Ormuz en el golfo Pérsico. Es paralela a la frontera occidental de Irán y se extiende a todo lo largo del oeste y suroeste de la meseta iraní. Así pues, una vez más, la información bíblica se acerca a los descubrimientos científicos, que nos dicen que la cultura humana comenzó en las zonas montañosas que bordean la llanura mesopotámica. Arrojado de la Morada de los Dioses y condenado a una vida mortal, pero capaz de procrear, el hombre se dedicó precisamente a ello.

En la Morada de los Dioses, el Olimpo griego, los dioses poseen palacios majestuosos, especialmente el palacio de Zeus, padre de los dioses y de los humanos. Este palacio había sido construido por Hefesto, dios del fuego y la forja, ocupando un lugar privilegiado. También otras deidades tenían palacios en tan idílico lugar. El Olimpo era el lugar apropiado para que se llevaran a cabo las asambleas de los dioses, con la presencia de las deidades superiores y de segundo orden. La falda del Olimpo, en cambio, estaba ocupada por efebos, ninfas, héroes y musas. En el Olimpo los dioses no sólo deliberan, sino que también se divierten. En el espléndido palacio de Zeus se reúnen, en ocasiones, para comer juntos. Hebe, la diosa de la juventud e hija de Zeus y Hera, les servirá el suave licor o néctar, pues tal es la misión que su padre Zeus le ha encomendado. Según la Ilíada, Hebe era la ayudante de los dioses. Llenaba sus copas con néctar, ayudaba a Hera a enganchar los caballos a su carro, y bañaba y vestía a su hermano Ares. Según la Odisea, se casó con Heracles tras la apoteosis de éste, siendo sustituida en sus labores por el joven príncipe troyano Ganimedes. Sin embargo, tradiciones posteriores contaban que con él había tenido dos hijos, Alexiares y Aniceto. Era una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos, como hizo en una ocasión con Yolao, cuando éste iba a luchar con Euristeo, o de envejecer a los niños, como hizo con los hijos de Alcmeón, para que pudiesen vengar su muerte en manos de los hermanos de su primera esposa, Arsíone. Fue adorada en Atenas, donde tenía un altar en el Cinosargo, cerca del de Heracles. Con el nombre de Ganimeda. Su equivalente en la mitología romana era Juventas, siendo tradición que los muchachos le ofrecieran una moneda cuando vestían por primera vez la toga de los adultos, la toga viril. Juventas fue adorada desde época muy temprana, pues su capilla en el Capitolio existía antes de que se construyese el templo de Júpiter. Pero, un fatídico día, la hermosa Hebe no pudo con un jarro atestado de líquido y se le resbaló de sus finas y delicadas manos, rompiéndose en mil pedazos. Este contratiempo trajo consigo la expulsión de Hebe, por parte de Zeus, en presencia de los demás dioses. A partir de entonces la sustituirá un bello muchacho. Se trata del joven efebo Ganímedes, conocido como “el copero de los dioses“, y el más bello de los mortales.
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Durante sus banquetes, los dioses escuchaban la cítara melodiosa de Apolo y las dulces canciones de las nueve musas, las cuales habían llegado al Olimpo en el caballo Pegaso que, merced a sus alas, alcanzaba velocidades de vértigo. En la mitología griega, Pegaso era un caballo alado. Pegaso fue el primer caballo que llegó a estar entre los dioses, ya que era el caballo de Zeus, dios del Cielo y de la Tierra. Pegaso nació de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. Medusa era una de las tres hermanas gorgonas, despiadados monstruos femeninos a la vez que deidades protectoras. Sus hermanas gorgonas eran Esteno y Euríale. Pegaso suele representarse en blanco o negro y tiene dos alas que le permiten volar. Una característica de su vuelo es que cuando lo realiza, mueve las patas como si, en realidad, estuviera corriendo por el aire. Según las fuentes clásicas, Perseo no llegó a volar montado en Pegaso, puesto que lo hacía gracias a unas sandalias aladas; sin embargo, muchos artistas renacentistas lo representaron volando en este caballo. Pegaso aparece relacionado fundamentalmente con el héroe Belerofonte, quien a lomos de Pegaso logró dar muerte a la Quimera, bestia de múltiples cabezas, entre ellas una de león y otra de cabra, que asolaba los territorios de Licia. Gracias a este corcel, Belerofonte pudo obtener igualmente una victoria sobre las amazonas. Belerofonte encarna la excesiva ambición. Cuando por fin consigue montar a Pegaso, no contento con esto, le obliga a llevarlo al Olimpo para convertirse en un dios. Pero Zeus, molesto por su osadía, envía a un insignificante mosquito que pica el lomo de Pegaso y precipita al vacío a Belerofonte sin matarlo, quedando lisiado y condenado a vagar apartado del resto del mundo toda su vida, recordando su gloria pasada. La leyenda de Pegaso puede haber influido la formación de la figura del buraq en la tradición islámica. Es uno de los equinos más célebres de la literatura junto con Rocinante, caballo de Don Quijote de la Mancha, Babieca, caballo del Cid, Bucéfalo caballo de Alejandro Magno, y el legendario caballo de Troya. Las musas eran, según escritores de la antigüedad, divinidades inspiradoras de la música y divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía. Originalmente fueron consideradas ninfas inspiradoras ubicadas junto a las fuentes, cerca de las cuales eran adoradas. Tenían nombres diferentes en función del lugar, hasta que la adoración tracio-beocia de las nueve musas se extendió desde Beocia al resto de las regiones de Grecia y finalmente quedaría establecida globalmente.

En la mitología romana las musas terminaron siendo identificadas con las camenas, ninfas inspiradoras de las fuentes, aunque en realidad poco tenían que ver con ellas. En los poemas homéricos se considera a las musas diosas de la música y la poesía que viven en el Olimpo. Allí cantan alegres canciones durante las comidas de los dioses, y en el funeral de Patroclo cantaron lamentos. De la estrecha relación existente en Grecia entre la música, la poesía y la danza puede también inferirse que una de las ocupaciones de las musas era el baile. Como se las adoraba en el monte Helicón eran generalmente asociadas a Dioniso y la poesía dramática, y por esto eran descritas como sus acompañantes, compañeras de juego o niñeras. El poder que se les atribuye con más frecuencia es el de traer a la mente del poeta mortal los sucesos que ha de relatar, así como otorgarle el don del canto y darle elegancia a lo que recita. No hay razón para dudar de que los poetas más antiguos eran sinceros en su invocación a las musas y que realmente se creían inspirados por ellas. Al ser diosas del canto, están relacionadas con Apolo, el dios de la lira, quien también instruía a los bardos y era mencionado junto a ellas, incluso por Homero. En épocas posteriores Apolo es situado en muy estrecha relación con ellas, pues se le describe como jefe del coro de las musas con el epíteto Musageta. Otra característica de las musas es su poder profético, que les pertenece, en parte, porque eran consideradas como ninfas inspiradoras y, por otro lado, por su relación con Apolo, el dios profético de Delfos. De ahí que instruyeran, por ejemplo, a Aristeo en el arte de la profecía. Apolo personificaba la claridad y la luz y era hijo de Zeus. Era, después de éste, el más importante de los dioses del Olimpo y preservaba a los mortales de la oscuridad y del crimen. Apolo siempre llevaba su lira y en una ocasión colocó dos orejas de burro al legendario rey Midas, aquél que había pedido a los dioses que le concedieran el don de convertir en oro todo lo que tocara. La consecuencia fue que tuvo que retractarse, pues de lo contrario se hubiera muerto de hambre, ya que el oro no servía como alimento y el rey Midas había manifestado que prefería la música de la flauta de otros dioses al sonido armonioso de la lira de Apolo. Las diferentes deidades, para mantener en lo posible su semblanza con los humanos, se encontraban reunidas en el Olimpo y formaban una comunidad celestial, al frente de la cual se encontraba Zeus, rey de los dioses y padre de los hombres. Los dioses de los océanos y de las aguas debían obediencia a Poseidón y los dioses del inframundo y de la tierra debían obediencia a Hades, el dios de las profundidades y de los muertos, al que los mortales no le llamaban por su nombre, cuando desarrollaban ritos en su honor, por miedo a encolerizarlo. Preferían llamarle Plutón, porque todos los metales de la tierra le pertenecían, o Clímeno, título que se usaba con la sola intención de adularlo.
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El primer Adán, de cuyos descendientes durante varias generaciones se ocupa el Antiguo Testamento, «conoció» a su mujer Eva, y tuvieron un hijo, Caín, que labraba la tierra. Después, Eva tuvo a Abel, que era pastor. Cuando llegó el tiempo de ofrecer un sacrificio a Dios, Abel presento a los primogénitos de las ovejas y Caín el trabajo de la tierra. “Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensaño Caín en gran manera, y decayó su semblante“. Caín enloqueció de celos y mató a su hermano Abel. El Génesis dice que «Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató». Tras la muerte de Abel, Caín fue sentenciado por Dios a vagar por la tierra con una marca en la frente. Tiempo después, Caín fundó en la región de Nod, al oriente del Edén, la ciudad de Enoc, en honor a su hijo: «y construyó una ciudad, y le puso por nombre a la ciudad el nombre de su hijo». La ciudad de Erec, que fundó Nimrod y menciona el Génesis, es la Uruk que mencionan los Sumerios y de la cual se habla en leyendas tales como la epopeya de Gilgamesh. Se dice que fue fundada sobre una ciudad que ya existía antes del diluvio de Noé. Al parecer, esta Uruk o Erec fue fundada sobre la primera ciudad, llamada Enoc y que fundó Caín, es decir la primera ciudad del mundo. Según el Génesis, el pueblo de Caín se caracterizo por haber forjado el metal y ser violento. Enoc, a su vez, tuvo hijos, nietos y bisnietos. En la sexta generación después de Caín, nació Lamec. A sus tres hijos se les considera en la Biblia como los portadores de la civilización. Yabal «fue el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado»; Yubal «fue el padre de los que tocan la lira y el arpa»; mientras que Túbal Caín fue el primer herrero. Pero Lamec, al igual que su antepasado Caín, también se vio involucrado en el asesinato, esta vez de un hombre y de un muchacho. Se puede afirmar que las víctimas eran personajes importantes, pues el Génesis trata ampliamente del incidente y lo considera un punto crucial en el linaje de Adán. La Biblia dice que Lamec llamó a sus dos esposas, madres de sus tres hijos, y les confesó el doble asesinato, diciendo: «Si Caín es siete veces vengado, Lamec será setenta y siete veces». Habría que aceptar que esta poco comprendida afirmación tenía que ver con la sucesión. Lamec parece admitir ante sus esposas que la esperanza de que la maldición de Caín quedará redimida con la séptima generación, la generación de sus hijos, se ha quedado en nada. Ahora, una nueva maldición, una maldición mucho más duradera, se le ha impuesto a la casa de Lamec.

Para confirmar que el acontecimiento tenía que ver con la línea de sucesión, los siguientes textos nos informan del establecimiento inmediato de un nuevo linaje, de un linaje puro: “Y Adán conoció a su mujer de nuevo, y ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Set [«fundación»], pues la Deidad ha fundado para mí otra semilla en lugar de Abel, al que mató Caín“. Lamec era hijo de Metusael y descendiente de Caín. Pero, sorprendentemente, su vida y la de su antecesor Adán parecen coincidir en el tiempo. O se refiere a otro Adán, o bien Adán vivió muchísimos años. Lamec es el primer polígamo del registro bíblico, pues tuvo dos esposas a la vez, Adá y Zilá. Con Adá tuvo dos hijos, Yabal y Yubal. Con Zilá llegó a ser padre de Túbal Caín así como de una hija llamada Naamá. El poema que Lamec compuso para sus esposas refleja el espíritu tremendamente violento de su tiempo. Decía: “Oigan mi voz, esposas de Lamec; presten oído a mi dicho: A un hombre he matado por haberme herido, sí, a un joven por haberme dado un golpe. Si siete veces ha de ser vengado Caín, entonces Lamec setenta veces y siete”. Con este poema Lamec presentaba un caso de defensa propia, y alegaba que su acto no había sido un asesinato deliberado, como en el caso de Caín, pues había matado en defensa propia al hombre que le había golpeado y herido. Por lo tanto, su poema era una petición de inmunidad a cualquiera que deseara vengarse de él por haber matado a su atacante. Parece que ninguno de los descendientes de Caín sobrevivió al Diluvio, lo que incluiría a la prole de Lamec. Pero en la Biblia tenemos otro Lemec, que sería descendiente de Set; hijo de Matusalén y padre de Noé. La vida de este otro Lamec curiosamente también se solapa con la de Adán. Lamec tenía fe en Dios, y después de dar a su hijo el nombre de Noé, pronunció las siguientes palabras: “Éste nos traerá consuelo aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido”. Estas palabras se cumplieron cuando terminó la maldición sobre el suelo durante la vida de Noé. Este Lamec tuvo otros hijos e hijas, vivió setecientos setenta y siete años, y murió unos cinco años antes del Diluvio. Su nombre figura en la genealogía de Jesús, según Lucas. A partir de aquí, el Antiguo Testamento parece perder interés en la corrompida línea de Caín y de Lamec. El relato de los acontecimientos humanos se centra, a partir de entonces, en el linaje de Adán, pero solo a través de su hijo Set y del primogénito de Set, Enós, cuyo nombre ha adquirido en hebreo la connotación genérica de «ser humano».
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«Fue entonces», nos dice el Génesis, «cuando se comenzó a invocar el nombre de la Deidad», en realidad de Yahveh. Esta enigmática frase ha desconcertado a los estudiosos bíblicos y a los teólogos a lo largo de los siglos. Viene seguido por un capítulo en que se da la genealogía de Adán a través de Set y Enós a lo largo de diez generaciones y finalizando con Noé, el héroe del Diluvio. Los textos sumerios, que describen los tiempos primitivos, cuando los dioses estaban en Sumer, describen con igual precisión la vida de los humanos en Sumer en un tiempo posterior, pero antes del Diluvio. El relato sumerio del Diluvio identifica a Noé con un «Hombre de Shurupak», la séptima ciudad fundada por los nefilim, cuando se supone llegaron a la Tierra. En la versión WB-62 de la Lista Real Sumeria se mencionan dos reyes de Shurupak. Ziusudra reinó durante 10 shar. Un shar se estima que son tres mil seiscientos años. Ziusudra está precedido en la lista real por su padre, Su.Kur.Lam, que ostentó también la realeza en Shurupak, rigiéndola durante 8 shar. Shurupak fue conocida en la tradición mesopotámica posterior por haber sido hogar del héroe del Diluvio mesopotámico, Ziusudra Utnapishtim, según el Poema de Gilgamesh, o de Atrahasis, según la tradición babilónica. Según este mito, Enlil, molesto con los seres humanos, decide destruirlos. Enki, advertido de sus intenciones y sabiendo que los dioses necesitan a los hombres para numerosos trabajos, informa a Atrahasis de que construya una barca en la cual, una vez comience la inundación, suban él y su esposa, guardando el semen de todas las especies animales. Cuando al fin se retiran las aguas, la pareja ofrece un sacrificio a los dioses, que estos reciben con agrado. Al final, los dioses crean nuevos seres humanos, reprenden a Enlil y otorgan la inmortalidad a Atrahasis y su esposa. En la versión sumeria de este mismo relato se menciona que Shurupak fue entregada al culto de Sud. Cuando sólo los dioses habitaban Nippur y el Hombre aún no había sido creado, Enlil conoció a la diosa que acabaría convirtiéndose en su esposa. Según una versión, Enlil vio a su futura novia mientras se estaba bañando en el riachuelo de Nippur -desnuda. Enlil reveló a su chambelán Nushku su ardiente deseo por «la joven doncella», que se llamaba Sud («niñera»), y que vivía con su madre en E.Reshla casa perfumada»). Nushku le sugirió un paseo en barca y le trajo una barca. Enlil persuadió a Sud para salir a navegar con él y, una vez estuvieron en la barca, la violó. El antiguo relato cuenta entonces que, aunque Enlil era el jefe de los dioses, éstos se enfurecieron tanto por lo que había hecho que lo detuvieron y lo desterraron al Mundo Inferior.

En esta versión, Sud, embarazada con el hijo de Enlil, siguió a éste y se casó con él. Otra versión dice que Enlil, arrepentido, buscó a la joven y envió a su chambelán para que le pidiera a su madre la mano de la hija. De un modo o de otro, Sud se convirtió en la esposa de Enlil, y éste le puso el nombre de Ninlil. Pero lo que no sabían ni él ni los dioses que le desterraron es que no fue Enlil el que sedujo a Ninlil, sino al revés. Lo cierto es que Ninlil se bañó desnuda en el riachuelo siguiendo las instrucciones de su madre, con la esperanza de que Enlil, que solía pasear junto al arroyo, se percatara de la presencia de Ninlil y deseara poseerla. En algún momento, a los seres humanos, desterrados del Edén, se les permitió volver a Mesopotamia para vivir junto a los dioses, para servirles y adorarles. Aparentemente ello debió suceder en tiempos de Enós. Debió de ser entonces cuando los dioses permitieron a la Humanidad volver a Mesopotamia, para servir a los dioses «e invocar el nombre de la Deidad». El siguiente acontecimiento épico de la historia humana lo constituye el Diluvio bíblico. El Libro del Génesis nos da muy poca información, aparte de los nombres de los patriarcas que siguieron a Enós. Pero el significado del nombre de cada patriarca puede darnos alguna pista de los acontecimientos que tuvieron lugar durante el tiempo en que vivieron. El hijo de Enós, a través del cual continuó el linaje, fue Cainán («pequeño Caín»). Algunos estudiosos traducen el nombre por «herrero del metal». El hijo de Cainán fue Mahalalel («el que alaba a Dios»). Éste fue seguido por Jared («el que descendió»). Su hijo fue Henoc, o Enoc («el consagrado»), que a la edad de 365 años se lo llevó la Deidad Yahveh. Pero trescientos años antes, a la edad de 65 años, Henoc tuvo un hijo llamado Methuselah, o Matusalén. El hijo de Matusalén se llamó Lamec. Y Lamec tuvo como hijo a Noé. Parece ser que la Humanidad estaba pasando por grandes crisis cuando nació Noé, ya que la tierra que tenía que alimentarles estaba maldita. El escenario del Diluvio se estaba dibujando. Se trataba del trascendental acontecimiento que iba a borrar de la faz de la Tierra, no sólo a la raza humana sino a toda la vida: “Y la Deidad vio que la maldad del Hombre era grande en la tierra, y que todo deseo que ideaba su corazón era sólo mal, todos los días. Y la Deidad se arrepintió de haber hecho al Hombre sobre la tierra, y Su corazón se apenó. Y la Deidad dijo: Exterminaré al terrestre que he creado de la faz de la tierra“.
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Evidentemente son unas graves acusaciones, que son presentadas como justificación para unas drásticas medidas que tenían que llevar al «fin de toda carne». Pero ni los estudiosos ni los teólogos encuentran respuestas satisfactorias en lo referente a los supuestos pecados que pudieran haber disgustado tanto a la Deidad Yahveh. El uso insistente del término carne, tanto en los versículos acusatorios como en las proclamaciones del juicio, sugiere, claro está, que los pecados tenían que ver con la carne. La Divinidad estaba apenada por el mal «deseo que ideaba el Hombre». Parece ser que el ser humano había descubierto el sexo, y lo utilizaba de manera desbocada. Pero resulta difícil de aceptar que la Deidad Yahveh decidiera barrer a la Humanidad de la faz de la Tierra, simplemente, porque los abusaban del sexo. Los textos mesopotámicos hablan claramente del acto sexual entre los dioses, por lo que no parece fuese algo extraño entre ellos. Hay textos en los que se describe el amor entre los dioses y sus consortes, el amor ilícito entre una doncella y su amante, o un sexo violento, como cuando Enlil violó a Ninlil. En muchísimos textos se habla abiertamente de la relación sexual entre los dioses, con sus consortes oficiales o con concubinas no oficiales, con sus hermanas, con sus hijas e, incluso, con sus nietas. Por ejemplo, hacer el amor con sus nietas era el pasatiempo favorito de Enki. Parece poco explicable que los dioses se hubiesen vuelto contra la Humanidad por comportarse como ellos mismos se comportaban. Nos da la impresión de que el móvil de la Deidad Yahveh no era meramente una cuestión de moral humana. La mayor parte del disgusto venía provocada supuestamente porque la corrupción se estaba difundiendo entre los mismos dioses. Visto bajo esta luz, el significado de los desconcertantes versículos iniciales del capítulo 6 del Génesis quedaría claro: “Y sucedió, cuando los terrestres comenzaron a crecer en número sobre la faz de la Tierra, y les nacieron hijas, que los hijos de los dioses vieron que las hijas de los terrestres eran compatibles; y tomaron para sí, por esposas a las que eligieron“. Estos versículos evidencian que cuando los hijos de los dioses empezaron a relacionarse sexualmente con la descendencia de los terrestres, fue cuando la Deidad Yahveh se enojó: “Y la Deidad dijo: Mi espíritu no protegerá al Hombre para siempre; después de extraviarse, él no es más que carne“.

Esta frase siempre ha sido un enigma. Pero si consideramos que la manipulación genética fue la que puso en marcha la creación del hombre, tal vez el perfeccionamiento genético de la Humanidad estaba empezando a deteriorarse. Quizá la Humanidad se había extraviado, volviendo a estar más cerca de sus orígenes animales. Es digno de tener en cuenta el énfasis que pone el Antiguo Testamento en la distinción entre Noé, «un hombre justo y puro en sus genealogías», y la expresión «toda la tierra que estaba corrupta». Al casarse con hombres y mujeres de pureza genética decreciente, tal vez los dioses estaban cayendo también en una degradación. Al señalar que sólo Noé seguía siendo genéticamente puro, el relato bíblico justifica la contradicción de la Deidad Yahveh. Después de decidir borrar toda vida de la faz de la Tierra, decidió salvar a Noé y a sus descendientes, y a «todo animal puro», y otras bestias y aves, «para que sobreviva la simiente de toda la faz de la tierra». El plan de la Deidad para atenuar su propio objetivo inicial, consistió en avisar a Noé de la llegada de la catástrofe, y dirigirle en la construcción de un arca que salvara a la gente y a las criaturas elegidas. La noticia se le dio a Noé solo siete días antes y, de algún modo, fue capaz de construir un arca e impermeabilizarla, recoger a todas las criaturas y subirlas a bordo, junto con su familia. Y, además, aprovisionar el arca en el tiempo previsto. «Y sucedió, después de siete días, que las aguas del Diluvio vinieron sobre la tierra». Lo que sucedió lo describe en detalle la Biblia: “Aquel día, reventaron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas de los cielos se abrieron. Y el Diluvio estuvo cuarenta días sobre la Tierra, y las aguas crecieron y levantaron el arca, y se elevó por encima de la tierra. Y las aguas se hicieron más fuertes y crecieron enormemente sobre la tierra, y el arca flotó sobre las aguas. Y las aguas se hicieron excesivamente fuertes sobre la tierra y todas las montañas altas fueron cubiertas, aquellas que están bajo todos los cielos: quince codos por encima de ellas imperó el agua, y las montañas fueron cubiertas. Y toda carne pereció, desde el hombre hasta los ganados y hasta las cosas reptantes y las aves del cielo fueron barridos de la Tierra; y sólo quedó Noé,y los que estaban con él en el arca. Las aguas imperaron sobre la Tierra 150 días cuando la Divinidad hizo pasar un viento sobre la Tierra,  y las aguas se calmaron. Y las fuentes del abismo se cerraron, al igual que las compuertas de los cielos; y la lluvia del cielo cesó. Y las aguas comenzaron a retroceder sobre la Tierra, yendo y viniendo. Y después de ciento cincuenta días, las aguas habían menguado; y el arca descansaba sobre los Montes de Ararat“.

Según la versión bíblica, el proceso final de la Humanidad comenzó «en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el decimoséptimo día del mes». El arca descansó sobre los Montes de Ararat «en el séptimo mes, en el decimoséptimo día del mes». El aumento de las aguas y su gradual retroceso, suficiente como para que el descenso de nivel permitiera que el arca se posara sobre los picos de los Montes de Ararat- llevó, por tanto, cinco meses enteros. Después, «las aguas siguieron bajando, hasta que los picos de las montañas pudieron verse en el undécimo día del décimo mes». es decir, casi tres meses después. No obstante, Noé esperó otros cuarenta días. Después, soltó un cuervo y una paloma «para ver si las aguas habían menguado de la superficie terrestre». En el tercer intento, la paloma volvió con una rama de olivo en la boca, indicando que las aguas habían retrocedido lo suficiente como para que se pudieran ver las copas de los árboles. Pocos días después, Noé soltó a la paloma una vez más, «pero ya no volvió». El Diluvio había terminado: “Y Noé retiró la cubierta del Arca y miró, y he aquí: la superficie del suelo estaba seca“. «En el segundo mes, en el vigésimo séptimo día del mes, quedó seca la tierra». Noé tenía entonces nada menos que 601 años. El cataclismo había durado un año y diez días. Después, Noé y todos los que estaban con él en el arca salieron. Y Noé construyó un altar y ofreció holocaustos a la Deidad Yahveh: “Y la Deidad aspiró el tentador aroma y dijo en su corazón: Nunca más maldeciré a la tierra seca por causa del terrestre; pues el deseo de su corazón es malo desde su juventud“. Este final feliz de la epopeya de Noé está lleno de contradicciones, al igual que la misma historia del Diluvio. Comienza con una larga acusación a la Humanidad por distintas abominaciones, entre las que habría que incluir la corrupción de los jóvenes dioses. Se llega a la trascendente decisión de exterminar toda carne, que se presenta como plenamente justificada. Después, la misma Deidad Yahveh se apresura en no más de siete días para asegurarse de que la semilla de la Humanidad y otras criaturas no perecerán. Y, luego, cuando la tragedia ha terminado, la Deidad se apacigua con el aroma de la carne asada. Es curioso como a la Deidad Yahveh, como a otros dioses, le gusta tanto el olor a carne quemada. Y olvidando su determinación original de poner fin a la Humanidad, deja de lado todo el asunto culpando a los malos deseos del hombre en su juventud. Pero estas aparentes contradicciones desaparecen, no obstante, cuando nos damos cuenta de que el relato bíblico es una versión reducida del relato original sumerio. Como en otros casos, la Biblia ha comprimido en una sola Deidad los papeles representados por varios dioses, que no siempre estaban de acuerdo.
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La historia bíblica del Diluvio parecía una pura leyenda hasta que se hicieron los descubrimientos arqueológicos de la civilización mesopotámica y se pudieron descifrar los textos de la literatura acadia y sumeria. Hasta ese momento, sólo se había visto refrendada por primitivas leyendas a lo ancho todo el mundo. El descubrimiento de «La Epopeya de Gilgamesh» le dio al Diluvio del Génesis una verificación más antigua, fortalecida más tarde con otros descubrimientos de textos y fragmentos, aun más antiguos, pertenecientes a la versión original sumeria. El héroe del Diluvio mesopotámico era Ziusudra, en sumerio, que equivale a Utnapistim en acadío. Después del Diluvio fue llevado a la Morada de los Dioses para vivir allí felizmente para siempre, como inmortal. Cuando, en su búsqueda de la inmortalidad, Gilgamesh llegó por fin a la Morada de los Dioses, pidió consejo a Utnapistim sobre el tema de la vida y la muerte. Y Utnapistim le desveló a Gilgamesh y, a través de él, a toda la Humanidad postdiluviana, el secreto de su supervivencia, «una materia oculta, un secreto de los dioses», que probablemente fuese la verdadera historia del Diluvio. El secreto revelado por Utnapistim fue que, antes de la acometida del Diluvio, los dioses tuvieron una asamblea y votaron sobre la destrucción de la Humanidad. Los votos y la decisión se mantuvieron en secreto, pero Enki buscó a Utnapistim, el soberano de Shurupak, para informarle de la inminente calamidad. De forma clandestina, Enki le habló a Utnapistim desde detrás de un biombo de junco. Al principio, sus revelaciones fueron crípticas. Después, su advertencia y su consejo se especificaron con claridad: “Hombre de Shurupak, hijo de Ubar-Tutu: ¡Echa abajo la casa, construye un barco! ¡Renuncia a las posesiones, salva tu vida! ¡Abjura de tus pertenencias, salva tu alma! Lleva a bordo la simiente de todas las cosas vivas; el barco que has de construir, sus dimensiones se habrán de medir“.

El paralelismo de este relato con la historia bíblica es obvio. Un Diluvio está a punto de llegar, pero se advierte a un hombre, que tiene que salvarse construyendo un barco especial. Ha de llevar con él y salvar «la simiente de todas las cosas vivas». Sin embargo, la versión babilónica es más clara y detallada. La decisión de destruir y el esfuerzo por salvar no son los actos contradictorios de una misma y única Deidad, sino los actos de diferentes deidades. Además, la decisión de advertir y salvar la semilla del hombre es el desafiante acto de un dios, Enki, que actúa en secreto y en contra de la decisión conjunta de los otros Grandes Dioses. Es sorprendente que Enki desafiara al resto de los dioses. Pero tal vez habría que analizar su actitud en base a la creciente rivalidad con su hermano Enlil. La existencia de un conflicto de este tipo entre ambos hermanos destaca en la historia sumeria del Diluvio. Utnapistim le hizo a Enki una pregunta obvia: “¿Cómo iba él, Utnapistim, a explicar al resto de ciudadanos de Shurupak la construcción de una embarcación tan extraña y el abandono de todas sus posesiones?“. Enki le aconsejó: “Así les debes hablar a ellos: He sabido que Enlil me es hostil, de manera que ya no puedo residir en vuestra ciudad, ni poner mis pies en territorio de Enlil. Por tanto, al Apsu bajaré, para morar con mi Señor Ea (Enki)“. Así pues, la excusa fue que, como seguidor de Enki, Utnapistim no podía seguir viviendo en Mesopotamia, y que estaba construyendo un barco con el que pretendía ir hasta el Mundo Inferior, supuestamente en el sur de África, para vivir allí con su Señor, Ea/Enki. Los versos que vienen a continuación sugieren que la zona estaba padeciendo una sequía o una hambruna. Utnapistim, siguiendo el consejo de Enki, fue a decir a los residentes de la ciudad que, si Enlil le veía partir, «la tierra se volverá a llenar de ricas cosechas». Aparentemente esta excusa tenía sentido para los habitantes de la ciudad. De esta manera la gente de la ciudad no hizo preguntas, sino que hasta llegó a ayudar en la construcción del arca. Matando y sirviéndoles bueyes y ovejas «todos los días», y prodigándose en «mosto, vino tinto, aceite y vino blanco», Utnapistim los animó a trabajar más rápido. Hasta los niños llevaban betunes para impermeabilizar la nave. «Al séptimo día, el barco estaba terminado. La botadura fue muy dificultosa, de modo que tuvieron que mover los tablones del suelo arriba y abajo, hasta dos tercios de la estructura tenía que entrar en el agua», se supone del Eufrates. Después, Utnapistim subió a bordo a toda su familia y parientes, junto con «todo lo que yo tenía de todas las criaturas vivas», así como «los animales del campo, las bestias salvajes del campo».

La similitud con el relato bíblico, incluyendo los siete días de la construcción, es evidente. No obstante, yendo más allá que Noé, Utnapistim también subió a escondidas a todos los artesanos que le  habían ayudado en la construcción del barco. Utnapistim también tenía que subir a bordo, pero cuando se diera cierta señal; una señal cuya naturaleza Enki le había revelado también: el «momento indicado» lo marcaría la deidad Shamash, Utu para los sumerios y Tammuz para los babilonios, que era el dios del Sol y la Justicia en la mitología mesopotámica. Su santuario principal estaba en la ciudad de Sippar. Fue dios local de Babilonia, con los nombres de Marduk o Merodac, y fue elevado a dios supremo. Los acadios y babilonios consideraban a Shamash también hijo de Anu, o en otras ocasiones de Enlil. Durante el período sumerio su santuario principal estaba situado en la ciudad de Larsa. En esta etapa era considerado hijo de Nannar y Ningal, y hermano de Inanna e Iskur. En el período acadio era, junto con Sin e Ishtar, miembro de la “Tríada de dioses con relaciones celestes“. A veces aparece con su esposa Sherida, o Aya para acadios y babilonios. Se le representaba con un disco solar de ocho puntas o mediante una figura masculina de cuyos hombros emanaban llamas. En época posterior, su símbolo también fue la balanza. Se le identificaba con el número 20, uno de los números que indicaba el rango de los dioses sumerios. Ésta fue la orden de Enki: “¡Cuando Shamash, que da la orden del temblor al anochecer, haga caer una lluvia de erupciones, sube a bordo de tu barco y atranca la entrada!”. Da la impresión de que Shamash va a utilizar algún tipo de arma que producirá algún tipo de explosión en el momento en que Utnapistim se deba meter en el arca y sellar la entrada. Se supone que Shamash provocó un «temblor al anochecer» y hubo una lluvia de erupciones. Entonces Utnapistim «atrancó todo el barco y entregó la estructura junto con su contenido a Puzur-Amurri, el Barquero». Llegó la tormenta «con las primeras luces del alba» y hubo estremecedores truenos. Una nube negra se levantó desde el horizonte. La tormenta arrancó los postes de las construcciones y los muelles; después, los diques cedieron. A continuación, llegó la oscuridad, «convirtiendo en negrura todo lo que había sido luminoso»; y «la ancha tierra se hizo añicos como una olla. Durante seis días y seis noches sopló latormenta sur’, ganando velocidad mientras soplaba, sumergiendo las montañas, sorprendiendo a la gente como en una batalla. Cuando llegó el séptimo día, la tormenta-sur que llevaba la inundación amainó en la batalla que había entablado como un ejército. El mar calló, la tempestad se sosegó, la inundación cesó. Tantee el tiempo. Se había instalado la tranquilidad. Y toda la Humanidad había vuelto al barro“.
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Es evidente que se había cumplido la voluntad de Enlil y de la Asamblea de los Dioses. Pero, sin saberlo ellos, el plan de Enki había funcionado, ya que, flotando en las turbulentas aguas, había una embarcación que llevaba hombres, mujeres, niños y otras criaturas vivas. Finalizada la tormenta, Utnapistim dice: «Abrí una ventanilla; la luz cayó sobre mi rostro». Miró alrededor y «el paisaje era tan liso como un tejado plano». Y, agachándose, se sentó y sollozó, «las lágrimas corrían por mi cara». Buscó una costa en la inmensidad del mar, pero no vio nada. Después “emergió una región montañosa; sobre el Monte de la Salvación se detuvo el barco; el Monte Nisir [«salvación»] sujetó al barco con firmeza, sin dejar que se moviera“. El Monte Nisir, que se menciona en la Epopeya de Gilgamesh, como ubicado en la antigua Mesopotamia, se supone que es la montaña conocida como hoy en día como Pir Omar Gudrun de 2743 metros de altura, cerca de la ciudad de Suleimaniya, en el Kurdistán iraquí. Su nombre puede significar “Monte de la Salvación“. Durante seis días, Utnapistim estuvo vigilando desde el arca, inmovilizada en los picos del Monte de la Salvación. Después, al igual que sucede con Noé, soltó una paloma para que buscara un lugar de descanso, pero volvió. Una golondrina también salió, y volvió. Después, soltó a un cuervo, que no volvió al encontrar un lugar de descanso. Entonces, Utnapistim soltó a todas las aves y animales que estaban con él, y salió él también. Construyó un altar «y ofrendó un sacrificio», lo mismo que hizo Noé. Pero aquí, una vez más, la diferencia entre una Deidad única o múltiple vuelve a aparecer. Cuando Noé ofreció el holocausto, «Yahveh aspiró el tentador aroma». Pero cuando Utnapistim ofreció el sacrificio, «los dioses aspiraron el perfume, los dioses aspiraron el dulce perfume. Los dioses acudieron como moscas hasta el que había hecho el sacrificio». En la versión del Génesis, fue Yahveh el que prometió que nunca más destruiría a la Humanidad. En la versión babilónica fue la Gran Diosa la que prometió: «No olvidaré. Seré consciente de estos días, nunca los olvidaré». Pero el problema real en aquel momento fue cuando Enlil llegó finalmente al lugar donde estaba Utnapistim. Estaba indignado al ver que habían habido sobrevivientes: «¿Acaso alguna alma viviente ha escapado? ¡Ningún hombre tenía que sobrevivir a la destrucción!»

Ninurta, hijo y heredero de Enlil, inmediatamente acusó a Enki (Ea). «¿Quién, sino Ea, puede diseñar un plan así?  Sólo Ea sabe de qué va todo». Lejos de negar la acusación, Enki lanzó un elocuente discurso de defensa. Elogiando a Enlil por su sabiduría, Enki mezcló una negación con una confesión. «No fui yo el que descubrió el secreto de los dioses. Simplemente dejé que un hombre, uno extremadamente sabio, percibiera por su propio saber el secreto de los dioses“. Y como este terrestre era tan sabio, Enki le sugirió a Enlil no ignorar sus capacidades: «Así pues, ¡déjate aconsejar en cuanto a él!». Todo esto, nos relata La Epopeya de Gilgamesh, era el «secreto de los dioses» que Utnapistim le contó a Gilgamesh. Y, después, le contó el acontecimiento final, dejándose influir por el argumento de Enki: “Acto seguido, Enlil subió a bordo del barco. Me cogió de la mano y me llevó a bordo. Llevó a mi mujer a bordo, la hizo arrodillarse a mi lado. Y él, de pie entre nosotros, tocó nuestras frentes para bendecirnos: Hasta ahora, Utnapistim no has sido más que humano; en lo sucesivo, Utnapistim y su esposa serán para nosotros como dioses. ¡Utnapistim residirá en la Lejanía,en la Boca de las Aguas!”. Y Utnapistim terminó de contar su historia a Gilgamesh. Después de ser llevado a vivir en la lejanía, Anu y Enlil: “Le dieron vida, como a un dios, lo elevaron a la vida eterna, como a un dios“. Pero, ¿qué fue lo que sucedió al resto de la Humanidad? El relato bíblico termina diciendo que la Deidad Yahveh permitió y bendijo a la Humanidad con la frase «sed fecundos y multiplicaos». Las versiones mesopotámicas de la historia del Diluvio también terminan con unos versículos que tratan de la procreación de la Humanidad. Los textos, en parte mutilados, hablan del establecimiento de distintas categorías humanas: “Que haya una tercera categoría entre los Humanos: que haya entre los Humanos mujeres que den a luz y mujeres que no den a luz“. Y parece ser que se establecieron nuevas directrices para la relación sexual.  Enlil fue superado por Enki. La Humanidad se salvó y se le permitió procrear. Los dioses abrieron la puerta de la Tierra al ser humano.

Fuentes:
  • La Biblia (Génesis)
  • Andrew George – La Epopeya de Gilgamesh
  • Franco D’Agostino – Gilgameš o La conquista de la inmortalidad.
  • Federico Lara Peinado – Poema de Gilgamesh
  • Joaquín Sanmartín – Epopeya de Gilgames, rey de Uruk
  • Samuel Noah Kramer – La historia empieza en Sumer
  • Zecharia Sitchin – El libro perdido de Enki
  • Zecharia Sitchin – El fin de los días
  • Zecharia Sitchin – El código cósmico
  • Zecharia Sitchin – La guerra de los dioses y los hombres
  • Zecharia Sitchin – El 12º planeta
  • Bottéro y S. N. Kramer – Cuando los dioses hacían de hombres
  • Giorgio de Santillana y Herta von Dechend – El molino de Hamlet
  • Hesíodo – Los Trabajos y los días
  • Heródoto – Historia I
  • Károly Kerényi – La mitología de los griegos
  • Epifanio de Salamis – Panarion
  • Wilhelm – Jan Hus

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