Una de las cosas más fundamentales que todos vosotros tenéis que recordar es que una religión sólo esta viva cuando no existe una doctrina organizada, cuando no existen sistemas de creencias, ni dogmas ni teologías.
Cuando sólo hay este silencio y los
árboles disfrutan del baile en la brisa, crece algo en tu corazón. Es
tuyo, no proviene de ninguna escritura; nadie te lo puede dar porque no
es conocimiento.
Todas las religiones, excepto el zen, están muertas.
Se han convertido en teologías fosilizadas, sistemas filosóficos,
doctrinas, pero se han olvidado del lenguaje de los árboles. Se han
olvidado del silencio en el que incluso los árboles pueden ser
escuchados y entendidos.
Se han olvidado de la alegría que produce el
ser natural y espontáneo en el corazón de todo ser viviente.
En el
momento en que la experiencia se convierte en una explicación, en una
expresión, deja de respirar, y en todo el mundo la gente esta cargando
con doctrinas muertas.
Llamo al zen la única religión viva porque no es
una religión, sino una religiosidad.
No tiene un dogma, no depende de
ningún fundador.
No tiene pasado; de hecho no tiene nada que enseñarte.
Es la cosa más extraña que ha sucedido en toda la historia del género
humano; extraña porque disfruta del vacío, florece en la nada. En la
inocencia se completa, en el no saber.
No discrimina entre lo mundano y
lo sagrado. Para el zen, todo lo que hay es sagrado.
Osho,
“Autobiografía de un místico espiritualmente incorrecto”
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