La energía del perdón podría decirse que no es del todo entendida en esta dimensión de la 3D, gestionada y concebida en dualidad, en la que, con sus índices de conciencia y energía, se produce una devaluación en la forma de existencia de la Luz Unificadora de la Fuente de Vida, Dios, o, dicho de otra forma, donde todo es concebido en separación en lo que se viene a llamar la materia en función de cómo los sentidos físicos captan y registran la realidad y todo tiende a ser proyectado hacia lo que se denomina el exterior.
Con estas premisas existenciales de la 3D, el perdón, en general, suele ser considerado como una acción por medio de la cual una persona puede aceptar unas disculpas o cierta intención o actitud de reconciliación con referencia a una actuación previa o un gesto anterior, realizados, generalmente, por la misma persona que toma esta iniciativa de consenso y buen talante.
Se reconoce, pues, con cierta claridad que el perdón suele concentrarse básicamente en este mundo, tanto a nivel conceptual como en las formas, en un acto verbal o conductual a través del cual los seres humanos focalizan sobre otros, como fundamento principal de estas actuaciones, cierta intención de absolución o compensación de alguna índole (ética, moral, afectiva, social, profesional, etc.).
En cambio, con el aumento de la intensidad de la vibración de la energía en este planeta, propio de dimensiones superiores y de procesos de ascensión dimensional, la cual rige y marca las pautas y el ritmo de la existencia en todo plano de vida, el perdón viene a representar algo bien distinto a lo que hasta ahora se ha entendido como tal.
El perdón comprende el estado del ser por el cual todo indicio, por ínfimo que parezca, de quebranto, ofensa, enfado, culpa, miedo, exigencia, reproche, etc., es calmado, aquietado, suavizado y mitigado, partiendo, principalmente, de la identificación y la percepción de dichos estados emocionales hasta llegar, a través de este proceder, a los estados de equilibrio y también de sanación de estas emociones alteradas y de los efectos que estas hayan podido causar, en muchos casos con la reparación de dichas consecuencias y con el restablecimiento de las relaciones personales, así como de las correspondientes facetas de vida involucradas, tal y como se va a ir indicando en este capítulo.
Podría añadirse, acto seguido, con respecto a esto mismo, como objeción al enfoque correspondiente a la 3D que se ha planteado, que el resultado expuesto en el párrafo anterior sería, precisamente, el objetivo final deseado en todo acto que pretenda conseguir perdón, pero habría que realizar algunas aclaraciones sobre este tema que no merecerían de ningún modo el calificativo de ligeras o livianas y que se van a tratar justamente a continuación.
Nada ni nadie puede garantizar ya no que alguien acepte ciertas disculpas, que, aun sin agrado, solo como una cuestión de mero formalismo, cualquiera puede prestarse para este menester, sino que, realmente, solo con un acto de justificación, se llegue a conseguir la finalidad que verdaderamente se persigue. Alcanzar la paz y restaurar la armonía en el interior de las personas, o sea, que con una sencilla acción de disculparse no está asegurado que el río revuelto de la emociones se calme y se aquiete en verdad.
De cualquier forma, en este tipo de diligencias asertivas, en primer lugar, se precisaría que el gesto reconciliador se ofreciera con sinceridad y de corazón, y, en segundo lugar y con mayor complejidad, que se consiga un efecto subsanador y de restablecimiento amplio y general en todos los órdenes, siendo este último un factor que dependerá también, en parte, del grado evolutivo del individuo que, a su vez, le permita mostrar cierta capacidad para abrirse y asimilar conflictos y avatares en las relaciones humanas en cualquiera de sus ámbitos.
Por ello, la actitud de abordar estos asuntos a través del diálogo y de las distintas muestras de carácter reconciliador hacia con otras personas puede parecer encomiable y, de hecho, son pasos que deben ser tomados cuando las circunstancias así lo requieran, pero lo que se pretende explicar en este momento es que el perdón es una cuestión que es algo más y que abarca más allá.
Pues bien, el perdón es un estado interior, como ya se ha referido antes, que se alcanza a través de un proceso básico de transmutación y purificación, en este caso, de las emociones, heridas o maltrechas, que han sufrido alteración, por medio del cual se aporta equilibrio y sanación a las mismas, y por el que, a través de la percepción consciente del dolor interior que se ha inferido, se aplica automáticamente, sin necesidad de otros requisitos, la energía que establece y despliega la armonía en el seno del ser.
Esta transformación apaciguadora puede que, posiblemente, no se estime, a priori, cuándo puede cesar, pero aquellos ya iniciados en estos menesteres y distinciones, y que han adquirido las nociones y la destreza necesarias, conocen las premisas con las que se pueden llegar a completar estas regeneraciones y cómo, de esta forma, se accede a resultados del todo reparadores.
El amor y la aceptación de las emociones y pensamientos, así como de los hechos y consecuencias acaecidos, son primordiales para la restauración de las constantes de vida, tanto a nivel interno como externo, sobre todo, en esta dimensión en fase de ascensión con una nueva energía, con mayor intensidad, como medio de vida e interacción.
Sería esclarecedor, por otra parte, sacar a colación de todo esto que las situaciones externas son atraídas por el propio sujeto, por la acción vibratoria de sus aspectos no equilibrados y no armonizados en lo que a los casos de conflicto se refiere, que con estas experiencias encuentran la ocasión para salir desde el seno de los campos energéticos, emocional y mental, hacia niveles y registros conscientes, de modo que pueden ser reconocidos, sentidos y percibidos en forma de emoción desajustada o dolorosa para que, a ser posible, alguien avezado en esta faceta, con el entendimiento suficiente, pueda tratarlos para que sean trascendidos, transmutados, equilibrados y sanados, al igual que las situaciones externas que ellos atraen y en las que estos aspectos simplemente se reflejan.
A modo de síntesis, se vuelve a puntualizar, por un lado, que aunque se pretendan tomar acciones de compensación o armisticio con otras personas, estas no garantizan la instauración del perdón completo en ninguno de los involucrados, ni en los ofensores ni en los ofendidos, y, por otro lado, se entiende que el perdón verdadero y real va a provenir siempre de la voluntad y de la iniciativa firme en el amor del ser humano hacia consigo mismo y hacia toda su realidad que le proporcionen el realineamiento de todo su ser, con independencia de que otras personas, que se sientan agraviadas, entiendan o acepten cualquier deferencia hacia ellas, sin que esto suponga en sí un obstáculo infranqueable para el establecimiento del auténtico perdón, en un proceso siempre previo de transformación interna, más o menos dilatado, en el que, primero, se reconoce por parte del sujeto la responsabilidad en primera persona de los acontecimientos, en el entendimiento de que él es el único origen de todo cuanto toma forma y se modela en su realidad externa por atracción vibratoria de todos sus escenarios, y en el que, segundo, el ser humano, que ha alcanzado maestría, sabe cómo adoptar los modos incondicionales de percepción y permisividad que le procuren una subsanación total de todos los desequilibrios manifestados.
Esto mismo, pues, es lo que conduce a subrayar que el perdón es un estado que admite su implantación a nivel personal sin estar tan supeditado a la toma de medidas y acciones de descargo o exculpación.
Se reconoce, por tanto, que por los aspectos internos y energéticos se ha advocado a situaciones externas, en este caso molestas y no agradables, y que el no involucrarse en los hechos que se hayan producido, adoptando cierta actitud que permita verlo todo con cierta distancia, más bien como simples espectadores, favorecerá la obtención de la visión necesaria que se requiere para la instauración de la energía del perdón y la atracción más rápida de potenciales más armoniosos mediante la percepción de lo que surja en el estado interior y del desarrollo que tomen las circunstancias externas. Así de sencillo, sin sobrecargar el enfoque en los conflictos que evite que estos se reproduzcan y se agranden.
La atención personal de los aspectos, sin caer en la inercia impulsiva de las emociones, es el factor que procura y facilita el establecimiento del perdón interior como un estado renaciente que aporta paz, calma y una nueva perspectiva, sin obviar, además, que dicho enfoque puede atraer las soluciones, igualmente, por distintas vías de acceso, incluso externas que lleguen a culminar con este resultado.
Por tanto, se considera de gran importancia y trascendencia:
* Llegar a un estado de compasión de todo, emociones y sucesos, por el cual se alcance la comprensión de la divinidad de todo y en todo cuanto se produce, aspectos internos que reclaman reparación y evolución que se reflejan en acontecimientos que son atraídos por ellos como medio de acceso y tratamiento de estos mismos desajustes emocionales.
* También, y sin exclusión alguna, emprender acciones de reconciliación que aporten luz a los conflictos y bloqueos, como actuaciones atraídas también por una actitud inicial de apertura, en amor y aceptación, de todo cuanto haya surgido. Con otras actitudes de partida es posible que no lleguen estos remedios y bazas externas, en forma y tiempo, que precisen y aporten los efectos buscados y pretendidos. No ha de olvidarse que los potenciales que se manifiestan son reflejo del estado interior y no están del todo ligados al buen hacer con que se pretendan acometer ciertas medidas de cara al exterior.
De cualquier modo, la aparición de las soluciones y del restablecimiento en este tipo de realidades, como para situaciones de cualquier otra índole, tiene como antesala la propia atracción, creación y manifestación de estos potenciales.
No se puede garantizar y ni tan siquiera dar por hecho o exigir, de ningún modo, la consecución del equilibrio emocional en terceras personas, las cuales se moverán en sus respectivos planos de entendimiento y elecciones, dentro de la libertad que tienen para adoptar las decisiones que quieran por su derecho de libre albedrío. Lo que sí está en la mano de cada ser humano es la oportunidad de logar su propio estado interno y energético de perdón, basado en la sabiduría que da la compasión, para amar y aceptar todo: resistencias y bloqueos internos, miedos, alteración e, incluso, la postura de otras personas para adoptar actitudes de irreconciliación que conduzcan a situaciones, incluso, irreversibles, sin que tengan interés en subsanar barreras y conflictos.
Este es el auténtico perdón que nos identifica y asemeja con Dios, y que se viene a mostrar como una de las múltiples caras y formas energéticas del Amor.
Se ha hecho mención a la compasión como energía propiciadora e instauradora del perdón, gracias a la compresión que tras ella sobreviene.
También se podría incluir en este grupo a la misericordia, ambas condiciones y cualidades completamente alejadas de la naturaleza de emociones como la lástima o la pena, con las que aún se siguen comparando y relacionando en la 3D. La compasión y la misericordia representan, en verdad, energías elevadas que atraen, irremediablemente, el entendimiento y la paz con los que se accede, como consecuencia, al alineamiento, al equilibrio y a la sanación.
Como energías del Amor íntimamente ligadas al perdón, la compasión se acercaría a la percepción desde la comprensión de que lo divino y lo sagrado, Dios, reside en todos los procesos y estados de conciencia y vida, por muy degradados que se consideren, siendo aspectos álmicos, en todo caso, en proceso de evolución tratando de obtener o recuperar elevación y refinamiento, y la misericordia, por otra parte, supondría una aceptación inconmensurable en la empatía de todo lo que se percibe y de todo cuanto sucede, es decir, es la don o la capacidad de entender y aceptar todo en todos al captar la vida desde el prisma desde el que ven lo demás dicha realidad.
Extracto de 21 PREGUNTAS
LIBRO DE LA AUTOMAESTRIA
AUTOR: RAFAEL MONTAÑO CARMONA
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