El símbolo que representa a Dios para los mayas, se popularizó con el nombre de Hunab Ku, principalmente antes de la llegada del 2012 por todas las profecías que implicaba ese año (New Age mayanismo le han llamado), pero en sus orígenes, aunque los mayas sabían que existía una conciencia suprema o energía primigenia no la representaban con ninguna forma, al considerarlo incorpóreo.
La palabra Hunab Ku proviene de la lengua maya hun “único – solo”, nab “medida y movimiento”, y ku o kub “dador”, significando “dador del movimiento y la medida”. También se le conoce con el nombre de kolop u wich k’in, que se refiere a una deidad de la lluvia, uno de los nombres de Itzamná, considerado el dios maya más importante, el dios de la creación (algunos lo consideran hijo de Hunab Ku)
Existe todo un debate acerca del origen de esta palabra “Hunab Ku” y su representación gráfica, ya que no hay ninguna evidencia arqueológica de origen maya de la época precolombina que sugiera algún símbolo relacionado al Hunab Ku, así que vayamos por partes…
La referencia más antigua de Hunab Ku proviene del Diccionario de Motul del Siglo XVI, donde se le tradujo como “el dios único y verdadero” de los pueblos de Yucatán. También aparece este término en el Chilam Balam de Chumayel, que fue escrito después de la conquista española, pero como ya dijimos, no se menciona en ninguna inscripción anterior a la conquista. Sylvanus Morley menciona a Hunab Ku como el dios supremo de los mayas en su libro Los Antiguos Mayas, de 1946, aunque esta versión ya no es compartida por los actuales investigadores mayistas.
En la llamada Nueva era se hizo muy popular este símbolo, y esto comenzó gracias a la interpretación que hizo el antropólogo mexicano Domingo Martínez Paredes en 1964, en su libro Hunab Ku: síntesis del pensamiento filosófico maya, representando al Hunab Ku con un cuadrado dentro de un círculo o un círculo dentro de un cuadrado, donde el círculo expresa la idea de movimiento y el cuadrado la idea de medida. También relacionó al Hunab Ku con el símbolo del “Gran Arquitecto del Universo” de la francmasonería, el compás con la escuadra.
También vinculó al Hunab Ku con la expresión maya “In Lak’ech” (Yo soy otro tú) que se respondía “Hala Ken” (Tú eres otro yo).
La representación simbólica actual de Hunab Ku:
José Arguelles, un autor de la corriente de la nueva era en su libro El Factor Maya de 1987, representó al Hunab Ku de un símbolo tomado probablemente del Código Magliabecchiano, que está basado en un escrito colonial de origen mexica, no maya, y fue re descubierto por Zelia Nutall en 1898, escribiendo luego un libro en 1901.
Este símbolo apareció en blanco y negro en la portada y páginas de la novela “Decoración de la Casa de Alba”, escrita por Mara Ellis Ryan, y es probable que el ilustrador de esta obra encontrara este símbolo en el libro de Zelia Nutall de 1901.
Otro escritor, John Major Jenkins, se encontró la novela de Ryan en una tienda de libros usados y también utilizó este símbolo en sus obras.
Esta representación del Hunab Ku toma los motivos del ying y el yang o de una galaxia en espiral, y está compuesto por 4 mariposas que representan los “opuestos complementarios”, negra con blanca y blanca con negra, es decir, material e inmaterial.
Es importante mencionar que en la mitología tolteca del Anahuac existen los guerreros de la muerte florecida y se representan con una mariposa en el pecho, esto significa que el humano es un capullo en evolución, que libra una “batalla florida” y al salir victorioso se transforma en una mariposa que se eleva hacia el cielo. Esta mariposa la podemos ver en el pecho de los Atlantes de Tula, del Chac Mol y de Cuatlicue.
El Hunab Ku también representa el equilibrio, el cual se logra a través de la “medida” y esta a su vez se obtiene por el movimiento de los astros, por eso significa “dador del movimiento y la medida”.
Y bueno, independientemente de que los mayas y los anahuacas antes de la conquista no le llamaran Hunab Ku al centro de la galaxia, sí consideraban a este centro el corazón y la mente del creador, y hacia allí y a través del Sol dirigían sus estudios estelares. Consideraban que nada estaba separado y todo era complementario, y que existe una “energía superior” en el centro de lo inconmensurable, la cual creó al mundo y al ser humano con la ayuda de “esencias menores”, construyéndolo tres veces. La primera vez habitada por genios, la segunda por los dzolob, raza siniestra y oscura, y la tercera vez habitada por los anahuacas.
Pero aproximadamente en el 850 dc, en el auge de su civilización, los Mayas desaparecieron, y el hecho de que dejaran abandonadas obras de arte, observatorios astronómicos, monumentos, y hallan destruido, quemado o enterrado bajo tierra algunas de sus ciudades sigue siendo un misterio. Aunque se sabe que muchos de sus centros de investigación quedaron cubiertos bajo tierra y no han sido descubiertos aún.
Hasta la fecha sigue sorprendiendo lo adelantado que estaban en astronomía, física, matemáticas, ingeniería, llevando una ventaja de casi 1000 años a las civilizaciones de su entorno. Como ejemplo tenemos que sus medidas astronómicas eran tan exactas que comparándolas actualmente con las de la NASA varían apenas por milésimas de segundo: según los Mayas, la rotación de la Tierra alrededor del Sol es de 365,2420, mientras que la NASA lo mide en 365,2422.
Según sus cálculos, cada 5.125 años surge un rayo sincronizador con una poderosa emanación de energía desde el centro de la galaxia hacia el Sol y los planetas. Hacían una división de la elipse formada por la rotación completa del sistema solar en la galaxia, con una duración cada una de 12.812 años, llamando a la fracción más cercana al centro de la galaxia “día”, y a la más alejada “noche”, y también dicha elipse era dividida en cinco periodos de 5.125 años, mañana, mediodía, tarde, atardecer-noche y noche, y supuestamente la nueva mañana galáctica comenzó este 21 de diciembre de 2012.
La Primera profecía maya habla de esto como “el final del miedo”, y que a partir de 1992 se vivió un periodo intermedio de tiempo de 20 años (un Katun) llamado “el tiempo del no tiempo”, de grandes cambios en donde los seres humanos decidirían entre el camino de la destrucción o el del progreso y la evolución, siendo incluso más decisivos los últimos 13 años de este periodo (desde 1999 a 2012).
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