Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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hada mariposas

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Secretos Parameshwary

lunes, 4 de mayo de 2015

Antiguos pueblos contactados por los dioses y el fenómeno ovni

    https://oldcivilizations.wordpress.com


    En el Éxodo, Moisés relata las instrucciones exactas que Dios le dio para crear el Arca de la Alianza. Las instrucciones pretendían que todo se hiciera exactamente como Dios quería. Le advirtió varias veces a Moisés que no cometiera ningún error: “Y asegúrate que lo hagas según el patrón que te fue mostrado en la montaña“. Dios también le dice a Moisés que le hablaría desde el asiento de la clemencia. Nadie, le dijo a Moisés, debería acercarse al Arca de la Alianza, y le dio precisas instrucciones acerca de la vestimenta a ser usada y del calzado apropiado para transportarla. Hay que reconocer que este Dios estaba, digámoslo Imagen 12así, demasiado preocupado por aspectos técnicos y poco espirituales. Pero a pesar de todo este cuidado requerido, en otro momento de la historia hubo un grave descuido. En Samuel 6 leemos: “Y David tornó á juntar todos los escogidos de Israel, treinta mil. Y se levantó David, y fue con todo el pueblo que tenía consigo, de Baal de Judá, para hacer pasar de allí el arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los ejércitos, que mora en ella entre los querubines.Y pusieron el arca de Dios sobre un carro nuevo, y la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba en Gabaa: y Uzza y Ahio, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo. Y cuando lo llevaban de la casa de Abinadab que estaba en Gabaa, con el arca de Dios, Ahio iba delante del arca. Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda suerte de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, adufes, flautas y címbalos. Y cuando llegaron a la era de Nachôn, Uzza extendió la mano al arca de Dios, y la detuvo; porque los bueyes daban sacudidas. Y el furor de Jehová se encendió contra Uzza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios“. Vemos que Uzza, al ver peligro de que el Arca se cayera, la agarró. Entonces cayó muerto en el lugar, como golpeado por un rayo. Parece ser que el Arca estaba cargada con algún tipo de electricidad. Si reconstruimos el Arca hoy en día de acuerdo a las instrucciones recibidas por Moisés, se produciría un tipo de generador de varios cientos de voltios. El borde y la corona dorada podrían haber servido para cargar un condensador, que estaría formado por placas de oro y un conductor positivo y otro negativo. Si, además, uno o los dos querubines del asiento de la clemencia actuaran como un magneto, podría establecerse algún tipo de comunicaciones entre Moisés y Dios.  Los detalles de la construcción del Arca de la Alianza pueden ser leídos enteramente en la Biblia. El Arca estaba usualmente rodeada de chispas brillantes y Moisés usó este supuesto “transmisor” cuando necesitaba ayuda y consejo. Moisés oía la voz de su Señor, pero nunca lo vio cara a cara. Cuando le pidió una vez que se mostrara a él, su Dios contestó: “Tú no puedes ver mi cara, porque no hay ningún hombre que me pueda ver y vivir“. Y el Señor dijo: “Pero, hay un lugar a mi lado, y tú deberás pararte sobre una roca. Y sucederá que mientras mi gloria pasa a tu lado te cubriré con mi mano y después que pase retiraré mi mano y tú verás mi espalda, pero mi cara no debe ser vista“.
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    Y ahora damos un salto en el tiempo. Muchos consideran al fenómeno ovni como algo que solo se ha producido recientemente, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero la realidad es distinta. Kenneth A. Arnold (1915 – 1984), un piloto privado de Boise, Idaho, contempló el que está considerado como el primer avistamiento de un ovni en los Estados Unidos, a pesar de haber sido precedido por otros incidentes similares aunque menos divulgados. El 24 de junio de 1947 Arnold aseguró haber visto 9 objetos inusuales volando en cadena cerca de Mount Rainier, Washington, mientras se encontraba a bordo de un CallAir A-2, buscando una aeronave militar extraviada. Describió los objetos como sumamente brillantes por el reflejo de la luz solar, con un vuelo errático (“como la cola de una cometa china”) y con una “tremenda velocidad”. Pero ya en la antigüedad, los ovnis y quienes supuestamente los tripulan visitaban este planeta. Relacionar su presencia con la de los antiguos dioses es casi inevitable, si enfocamos el tema sin prejuicios religiosos o científicos. En el caso de Yahvé y otros dioses del pasado debemos buscar una interpretación diferente de esos hechos. Además de la naturaleza del carro de fuego del profeta Elías o de la Arca de la Alianza de Yahvé, lo que hay que hacer es analizar la conducta de esos antiguos dioses. La extraña relación entre Yahvé y el pueblo judío creemos que ha influido en la Humanidad durante los últimos milenios. Detrás de lo que se llama «fenómeno ovni» hay unas inteligencias, probablemente extraterrestres. Podemos considerar el fenómeno ovni como un conjunto de objetos, hechos y personas, o energías, más o menos inteligentes.   Pero las  leyes físicas manejadas por estas inteligencias son todavía desconocidas por nuestra ciencia. Además, el fenómeno ovni generalmente es difícil de comprender para la mente humana. Estas son las razones por las que, después de tantos años de manifestaciones ovni, no hayamos llegado a tener una idea clara ni de sus acciones ni de sus intenciones. Es especialmente remarcable lo que se refiere a los contactos que han tenido una serie de seres humanos por parte de estos supuestos tripulantes de ovnis. Existe un gran paralelismo entre estos contactos y el caso de   Israel, un «pueblo-contactado»). Se vio que todos los contactados seguían un mismo  patrón   genérico de conducta, tanto en lo positivo como en lo negativo. Entonces los investigadores del fenómeno ovni cayeron en la cuenta de que los contactados estaban siendo manipulados por  algo o por alguien, tanto en su cuerpo físico como en su mente. Por lo tanto, estos contactos   eran el punto de conexión más directo con las misteriosas inteligencias que manejan el fenómeno ovni.

    Todos los cambios fisiológicos y mentales que generalmente se observan en los contactados, por parte de los investigadores, pueden dar pistas sobre las motivaciones de las supuestas inteligencias extraterrestres. Aunque también podrías ser seres de otras dimensiones, venidos del futuro, o, incluso, intraterrestres. Algo remarcable es que estas inteligencias aparentemente evitan que podamos tener una idea clara de lo que son y de lo que realmente quieren de nosotros. Y probablemente por ello actúan de una manera ilógica para nuestra mente y también hacen actuar así a aquellos con los que se ponen en contacto. El resultado de todo es que no acabemos de saber a ciencia cierta de qué se trata. Aunque el fenómeno ovni es tan viejo como la humanidad y, muy probablemente, anterior a la humanidad   misma, se puede decir que la humanidad cayó en la cuenta de dicho fenómeno el año 1947, con el episodio del piloto Kenneth Arnold, antes explicado. Con este hecho había nacido para la opinión pública el fenómeno ovni, y los objetos que lo causaron habían sido bautizados por  Kenneth Arnold con el nombre de platillos volantes. Los ovnis son objetos o luces de origen desconocido, supuestamente no fabricadas ni producidas por la mano del hombre, que cruzan el espacio cercano a la Tierra. La mayoría de los ovnis se ven como luces nocturnas, más o menos grandes, que generalmente no nos permiten ver qué hay dentro de ellas, ni si, en realidad, están compuestas por un objeto sólido, o no. En la mayoría de los casos los ovnis se perciben como luces o bolas de fuego. Sin embargo, hay numerosos casos en que no sólo se han visto luces, sino que se han podido percibir como objetos sólidos. La forma y tamaños de estos objetos varían considerablemente. Si bien suelen tener la forma de disco, se han visto ovnis esféricos, en forma de flecha, en forma de  trompo, cuadrados, en forma de puro, etc… Los que niegan el fenómeno ovni todavía dicen que no hay verdaderas fotografías o videos de ovnis. Sin embargo, la realidad es que hay centenares de fotografías cuya autenticidad ha sido comprobada. Pero no debemos olvidar que estamos tratando con un fenómeno detrás del cual   parece que hay una inteligencia, probablemente superior a la nuestra, que no se deja sorprender ni engañar por nosotros y que, por otra parte, ya nos ha demostrado que no tiene interés en manifestarse abierta y públicamente. Una pregunta recurrente es, ¿por qué, si es cierto que hace tantos siglos o milenios que están visitando la Tierra, no acaban de presentarse públicamente? No sabemos porque no acaban de presentarse, pero la realidad es así.
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    Pero tal vez la verdadera razón de por qué la mayoría de ellos no se manifiesta sea simplemente porque no les interesa. En nuestra Tierra influyen hasta donde les conviene y toman lo que necesitan, sin tener que exhibirse ante nosotros. Es cierto que se les ha visto en algunas ocasiones recogiendo del suelo minerales y vegetales, y llevándose animales de las granjas, incluso vacas. También es cierto que se han dedicado a matar reses, llevándose a veces pequeñas partes del cuerpo, siendo, curiosamente, la sangre lo que con más frecuencia suelen llevarse. Pero tal vez estas acciones no sean más que tácticas encubridoras de sus verdaderos propósitos. De todos modos, tal como hemos indicado antes, el fenómeno ovni es tan viejo como la humanidad y, probablemente, anterior a ella, de lo que tenemos evidencias indirectas. Pero, al menos, desde que el hombre anda por el mundo, ya hay constancia de que misteriosos objetos surcaban los cielos, tanto de noche como de día. De esto hay pruebas en todos los libros antiguos, tanto históricos como sagrados. Y de ello hay evidencia en las tradiciones de prácticamente todos los pueblos del mundo. Asimismo podemos observar antiguos petroglifos que muestran las naves que entonces surcaban los cielos. Algunos de estos grabados en piedra son prácticamente iguales que las fotografías que hoy sacamos de estos mismos objetos misteriosos. Una de las características que confirman la existencia de estos objetos, así como la inteligencia y la tecnología avanzada de sus tripulantes, son las maniobras que describen en el aire. La más importante y llamativa de estas maniobras es la enorme velocidad que pueden llegar a desarrollar en muy pocos segundos. El Dr. Maurice Chatelain, un exconsultor de la NASA y especialista en navegación electrónica, fue el hombre que, desde su puesto de ingeniero en la North American Aviation, diseñó y construyó todo el sistema de comunicación y procesamiento de datos del proyecto Apolo. Por esta razón sabía   lo que los astronautas veían y comunicaban a sus superiores. El Dr. Maurice Chatelain afirmó que: «Creo que fue Walter Schirra, a bordo del Mercurio VIII, el primero de los astronautas que usó la palabra clave “Santa Claus” para indicar la presencia de Ovnis cerca de las cápsulas espaciales. Pero el público apenas si cayó en la cuenta a qué se refería. Sin embargo, fue   diferente cuando James Lovell, a bordo del módulo de comando del Apolo VIII, emergió de la parte oscura detrás de la luna y dijo en voz muy clara: “Se nos ha informado que Santa Claus existe”. Aunque esto sucedió el día de Navidad de 1968, muchos de los oyentes cayeron en Ia cuenta de que dentro de aquellas palabras había un significado oculto, por otra parte no muy difícil de descifrar».

    Las fotografías tomadas por el astronauta J. McDivitt cuando  volaba en el Géminis   IV por encima de Hawai, fueron publicadas por revistas de todo el mundo. No así las tomadas por Frank Borman y James Lovell el 4 de diciembre de 1965 a bordo del Géminis VII, en que se veían dos ovnis que seguían a la cápsula a muy poca distancia. Según Chatelain, daban la impresión de ser dos hongos gigantes en los que se veía claramente su sistema de propulsión en la parte inferior, en forma de resplandor. El 12 de noviembre de 1966, J. Lovell y Edwin Aldrin, a bordo de la Géminis XII, vieron y fotografiaron dos ovnis. Lo mismo les sucedió a F. Borman y J. Lovell cuando volaban en el Apolo VIII el 24 de diciembre de 1968, y a Tomás Stafford y John Young el 22 de mayo de 1969, a bordo del Apolo X. Estos últimos tuvieron de acompañantes a unos ovnis en sus órbitas alrededor de la Luna y en su viaje de regreso a la Tierra. En el viaje del Apolo XI, en que se produjo el famoso paseo lunar, momentos antes de que Armstrong pusiese el pie en la superficie de la Luna, dos ovnis estuvieron balanceándose   encima de la cápsula. Aldrin tomó varias fotos de ellos, que fueron publicadas por la revista Modern People en su número de junio de 1975. Chatelain también informó de un grave incidente del Apolo XIII. Parece que este Apolo llevaba un mecanismo nuclear que se iba a hacer estallar en la superficie de la Luna, para estudiar su infraestructura. Inexplicablemente estalló un tanque de oxígeno en el módulo de servicio, que causó la suspensión de toda la misión, con el regreso inmediato del Apolo a la Tierra. Circuló entre los dirigentes de la NASA el rumor de que la explosión habría sido causada deliberadamente por un ovni, que habría seguido al vehículo espacial, posiblemente con el objetivo de frustrar la explosión nuclear. que hubiese podido dañar unas supuestas instalaciones que los extraterrestres tendrían en la Luna. Lo que es evidente es que se suspendieron las misiones a la Luna y no se volvieron a reiniciar. No obstante, para ser precisos, el nombre de objetos volantes no es exacto en todos los casos, ya que en muchas ocasiones estos objetos podrían llamarse objetos acuáticos, ya que se les   ha visto deslizarse por el agua o por debajo de la superficie, como un submarino, sin que en ningún momento se les viese remontar el vuelo. Sin embargo, en muchas otras ocasiones, se les ha visto zambullirse, a veces a gran velocidad, sin que volviesen a emerger en mucho tiempo. En unas maniobras de la armada de los Estados Unidos celebradas al norte de Puerto Rico y en las que participaban un gran número de navíos de superficie y de submarinos,   descubrieron que por debajo de los submarinos se deslizaban unos misteriosos objetos metálicos de bastante tamaño y a una profundidad y a unas velocidades muy superiores a las   que los submarinos podían alcanzar.
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    Ante tan extraño suceso, las autoridades navales decidieron cambiar el objetivo de sus maniobras y se dedicaron durante varios días a investigar qué eran los objetos que se burlaban de los medios más modernos de detección y ataque submarino. Estos mismos objetos misteriosos han sido vistos entrando en la Tierra a través de cavernas o grandes grietas, o saliendo de la Tierra desde una zona donde no aparecía ninguna grieta y, en su salida dejaban una especie de cráter. El origen de los ovnis es uno de los puntos más enigmáticos. Hace unos años se creía que venían de Venus y Marte, pero hoy creemos saber que tienen orígenes muy diferentes,  aunque no necesariamente de nuestro universo. Probablemente muchos de los ovnis no proceden de nuestro espacio tridimensional. Otra de las características más interesantes de los ovnis es si son tripulados o teledirigidos. Un detalle    curioso es que si bien tenemos miles de fotografías de los objetos volantes, sin embargo de   sus tripulantes hay poquísimas fotografías y, además, de una autenticidad incierta. No es nada   seguro que la mayoría de los tripulantes de los ovnis vengan de fuera de Ia Tierra.   Probablemente algunos de ellos puedan venir de fuera de la Tierra, pero tal vez la mayoría de ellos son de nuestro planeta, aunque presumiblemente habiten en otras dimensiones o planos   de existencia. Todo parece indicar que entre ellos hay grandes antagonismos al igual que los hay entre los hombres.  En lo que poco a poco se han ido unificando los criterios de los investigadores, es en la apariencia física de los tripulantes de ovnis. Los dos tipos más corrientes de tripulantes son, por una parte, el de individuos rubios, más bien altos, de pelo hasta los hombros, de piel muy blanca y vestidos con trajes muy ceñidos al cuerpo y de apariencia metálica, y, por otra parte, el de tipos pequeños, de alrededor de 1 metro y 50 cm de altura, con cabeza muy voluminosa, facciones parecidas a las humanas, pero más como de muñecos o con alguna deformación en sus rasgos faciales; también van vestidos con trajes ajustados al cuerpo. Algunas veces, se les ha visto con cascos como escafandras, con trajes parecidos a los de nuestros astronautas, y también barbudos, con cuerpos transparentes, translúcidos o brillantes, etc. Aparte de esto se han visto también, y no escasamente, tripulantes de aspecto completamente monstruoso y hasta de formas animalescas. En cuanto a su inteligencia, también es otro tema de gran importancia, ya que en realidad implicaría saber qué hay en la mente de estas entidades que se nos presentan de manera tan misteriosa, a fin de tratar de descubrir cuáles son sus reales intenciones.

    Tanto sus vehículos como sus tripulantes, sus aparentes niveles de inteligencia y sus supuestas intenciones varían significativamente en cada caso. Estamos ante algo que en cierta   manera supera la capacidad de comprensión de la mente humana y que probablemente constituye el reto más grande que en este momento tiene ante sí la Humanidad. En tiempos   pasados la humanidad, supuestamente menos tecnológica que en la actualidad, veía los mismos fenómenos y se limitaba a temerlos o a  adorarlos. Hoy ya estamos en disposición de  analizarlos. Por contactado en relación al fenómeno ovni se entiende una persona que no sólo   ha visto un ovni, sino que además se ha comunicado con los tripulantes de ovnis en una u otra   manera. El número de estos contactados es mucho más abundante de lo que la gente piensa, pero hay que tener en cuenta que muchos de los que se dicen contactados únicamente tienen alucinaciones, generalmente en el caso de individuos con personalidades psicopáticas. Pero   también hay muchos contactados que mantienen su experiencia en secreto, bien sea por miedo de ser ridiculizados o bien porque los mismos «extraterrestres» les han indicado que  lo  mantengan en secreto hasta que ellos se lo indiquen. Algo que nos debemos preguntar es si los contactos son fruto de la casualidad, o son escogidos exprofeso por los «extraterrestres». De hecho las personas con un fuerte psiquismo, como médiums o videntes, tienen mayor facilidad para ver ovnis y para llegar a ser contactados que otras personas que las que carecen de esas facultades. Sin embargo, en algunas ocasiones,  parece fruto de la casualidad  El hecho de estar viajando solo en la  noche por  una carretera solitaria parece haber sido una circunstancia determinante, en muchos casos, para  ser contactados. Los testimonios tipo son de quiénes vieron una luz que les seguía, que se fue acercando poco a poco hasta hacerse   del tamaño de la luna. Cuando los que viajaban en el automóvil se habían percatado de la presencia de una extraña luz que les seguía,  trataban de acelerar el automóvil, pero el objeto   les seguía siempre. A veces, las luces y toda la parte eléctrica del automóvil empezaba a fallar, y, a veces, al doblar una curva, veían el objeto posado en la mitad de la carretera, perdiendo desde aquel momento la noción del tiempo, hasta que de nuevo volvían a tomar conciencia de dónde estaban. Pero cuando miraban sus relojes, comprobaban que habían transcurrido varias  horas, sin saber lo que en ellas había sucedido. Sólo bajo hipnosis profunda son capaces de recordar lo que pasó en ese tiempo.
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    Todo parece indicar que, a partir de ese momento, sus mentes quedaban contactadas por los «extraterrestres» y los contactos futuros se hacían de una manera más discreta. A veces los ocupantes del automóvil se acuerdan de lo que pasó durante estas horas, aunque con mucha frecuencia el tiempo real transcurrido no está de acuerdo con el tiempo   percibido por las mentes de los que pasaron por esta experiencia. El año 1976 tuvo resonancia mundial lo que les sucedió a varios soldados del ejército chileno.  Cuando  se encontraban  de  patrulla,  un cabo, en compañía de cuatro de sus soldados, vieron un ovni que descendía a poca distancia de ellos. El cabo se fue acercando al aparato y, cuando estaba a muy poca distancia del ovni, desapareció, repentina y misteriosamente, de la vista de los soldados. A los 15 minutos volvió a aparecer de nuevo, contando una historia increíble, ya que decía que había estado durante 4 días en unos parajes misteriosos de otros planetas a los que le habían llevado los tripulantes del ovni, tras un rapidísimo pero largo viaje. Naturalmente, los soldados no podían creer que esto fuese cierto, ya que estaban seguros de que habían transcurrido sólo   15 minutos desde su desaparición y, por lo tanto, pensaban que era una alucinación fruto del estado de excitación en que se  encontraba  tras  la visión del ovni. Pero si los relojes de los   soldados daban cuenta de que habían sólo transcurrido 15 minutos, la crecida barba del cabo   daba testimonio de que su tiempo fisiológico y  físico había sido en realidad de cuatro días,  como él decía. Este es uno más de los muchos hechos relacionados con el fenómeno ovni que desafían nuestra lógica. Esta extraña distorsión del tiempo en el fenómeno ovni es algo difícil de comprender pero, probablemente, pueda ofrecernos ciertas claves para comprender en toda   su trascendencia este fenómeno.  El hecho de ser contactado por los «extraterrestres» implica consecuencias en la personalidad y, ocasionalmente, en el físico del contactado. Un auténtico contactado recibe   fundamentalmente algún mensaje y, a veces, algunos poderes. Los mensajes suelen ser sobre temas ecológicos, como el caso de la energía nuclear; temas científicos, como para ayudar en nuestros avances científicos; temas técnicos, para construir algún aparato, como el caso del Arca de la Alianza; temas cosmogónicos, sobre el origen del universos, etc…; o temas morales. Esto en cuanto al contenido del mensaje. Pero muchas veces el mensaje no parece adecuado a los conocimientos del contactado, que muchas veces son pobres campesinos con muy poca cultura.

    A veces también se da la circunstancia de que el mensaje tiene que ser escrito y difundido para que sea conocido por la mayor cantidad de personas. Algunos de estos mensajes escritos han tenido una gran difusión, una vez convertidos en libros, tales como los Vedas, el Zend-Avesta, el Corán, el Libro de Urantia, el Libro de Mormón, el Susila  Budhi  Dharma, etc… Veamos en qué consisten estos libros escritos a partir de enigmáticos mensajes. Se denominan Vedas (‘conocimiento’, en sánscrito) a los cuatro textos más antiguos de la literatura india, base de la desaparecida religión védica, que fue previa a la religión hinduista. La palabra sánscrita veda proviene de un término indoeuropeo, weid, que significa ‘ver’. Los textos védicos se desarrollaron dentro de lo que se denomina la cultura védica, basada en castas y ásramas, etapas de vida religiosa. En la actualidad, en la India se considera que el mítico sabio Viasa escribió los cuatro Vedas. Viasa es un escritor legendario de la antigüedad hinduista. Es el cuarto miembro del rishi parampara, sucesión de gurús y discípulos, de la escuela Aduaita, en la que Shankará Acharia (788-820) es la figura principal. Tradicionalmente se lo considera el autor del épico Majabhárata, y también se considera el primero que transcribió todo el conocimiento védico: los Vedas, los Upanishads, y los Puranas, que hasta entonces se transmitían por vía oral. Por eso, también se llama Veda Vyasa. El Avesta es una colección de textos sagrados de la antigua Persia, pertenecientes a la religión zoroastriana y redactadas en avéstico. El Avesta conservado hasta nuestros días es una colección de textos litúrgicos que apenas alcanza la cuarta parte del Avesta completo, tal y como fue compilado en la época sasánida. Una descripción del Gran Avesta, compuesto por 21 nask (libros), se nos ha trasmitido en los libros octavo y noveno del Denkard, enciclopedia del mazdeísmo. Ya en el siglo XIX se descubrió que entre los textos llegados hasta nosotros hay una pequeña parte, que constituye el corazón de la liturgia, escrita en una lengua más antigua que el resto del Avesta. Estas partes son los gathas (cantos), en un tipo de versificación similar a la de los himnos védicos, y el Yasna Haptanhaiti, escrito en la misma lengua, pero en prosa. Estas partes más antiguas se vienen atribuyendo tradicionalmente a Zoroastro, pero la realidad histórica de este personaje es cuestionable y su autoría de los gathas no se ha podido probar.
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    El Corán (‘la recitación’) es el libro sagrado del islam, que según los musulmanes contiene la palabra de Dios (Alá), revelada a Mahoma, quien se considera que recibió estas revelaciones por medio del arcángel Gabriel. Durante la vida del profeta Mahoma, las “revelaciones” eran transmitidas oralmente o escritas en hojas de palmeras, trozos de cuero o huesos, etc. A la muerte del profeta, en 632, sus seguidores comenzaron a reunir estas “revelaciones“, que durante el Califato de Utman ibn Affan tomaron la forma que hoy conocemos, 114 capítulos (azoras), cada uno dividido en versículos (aleyas). El Corán toma muchos personajes que aparecen en los libros sagrados del judaísmo y el cristianismo (Tanaj y Biblia) y en la literatura devota, como los libros apócrifos, con muchas diferencias en detalle. Personajes del mundo hebreo y cristiano muy conocidos como Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús de Nazaret y Juan Bautista aparecen mencionados como profetas islámicos. Los musulmanes dicen del Corán que es la palabra «eterna e increada» de Alá. Por ello su transmisión debería realizarse sin el menor cambio en la lengua originaria, el árabe clásico, lengua considerada sagrada a todos los efectos. El Corán ha sido traducido a muchos idiomas, principalmente pensando en aquellos creyentes cuyas lenguas no son el árabe. Aun así, en la liturgia se utiliza exclusivamente el árabe, ya que la traducción únicamente tiene valor didáctico, como glosa o instrumento para ayudar a entender el texto original. De hecho, una traducción del Corán ni siquiera se considera un Corán auténtico sino una interpretación del mismo. El Libro de Urantia, o La quinta Revelación, es una obra literaria espiritual, teológica y filosófica acerca de Dios, el hombre, la religión, la filosofía y el destino. Fue escrita entre 1922 y 1939 y publicada por primera vez en Estados Unidos en 1955. En el texto se señala que ha sido escrito directamente por criaturas celestiales, que ocasionalmente hablan en primera persona al final de algunos documentos, empleando un ser humano dormido como modo de contacto. Existen controversias sobre su contenido e interpretación. Mientras para algunos es una revelación espiritual y una obra filosófica, para otros no pasa de ser ciencia ficción. Una característica distintiva del Libro de Urantia es que no existe una interpretación oficial de su contenido, ni existe ninguna organización que defina la ortodoxia urantiana. Cada lector debe interpretarlo de acuerdo a su buen juicio. La palabra Urantia es originaria del Libro de Urantia, y es el nombre que en él se da al planeta Tierra. Urantiano es así sinónimo de Terrícola. El Libro de Urantia fue publicado sin nombre de autor humano. Según la Fundación Urantia, a principios de la década de 1920 el Dr. William Sadler coordinaba un foro que «conforme pasó el tiempo se convirtió en una reunión cosmopolita que consistía de hombres y mujeres profesionales —doctores, abogados, dentistas, ministros, maestros— junto con individuos de todo tipo —granjeros, amas de casa, secretarias, oficinistas y trabajadores comunes—». Este foro generó la comisión de contacto que recibió los documentos de Urantia.

    Según el Libro de Mormón, el ángel Moroni fue hijo de Mormón y el último profeta nefita, alrededor del año 421. Es el autor del libro de Moroni, el último libro de los que componen el Libro de Mormón. De acuerdo con las declaraciones de Joseph Smith, Moroni se le apareció en forma de ángel en 1823, para revelarle dónde se encontraban ocultas unas planchas de oro de las cuales, el referido Smith, tradujo el Libro de Mormón. En el Libro de Mormón no se hace mención de Moroni hasta después de las últimas batallas mortales entre nefitas y lamanitas, cuando su padre, poco antes de morir, le encargó el cuidado de un registro llamado las planchas de oro. Moroni terminó de grabar en el registro de su padre, la manera como fue destruido por completo la nación nefita, los cuales conforman los capítulos 8 y 9 del Libro de Mormón. Luego de terminar el registro de Mormón, su padre, Moroni compendió e incluyó el libro de Éter, en el que se relata la historia de un pueblo cuyos integrantes eran descendientes de Jared, de su hermano y de los amigos de ellos, denominados comúnmente jareditas. De acuerdo con este libro, Dios los guio desde la Torre de Babel hasta una tierra prometida, que sería el continente americano. Luego de terminar la recopilación de la historia jaredita, Moroni había pensado no escribir más. Sin embargo, mientras se encontraba escondido de los lamanitas, y como todavía se encontraba con vida, escribió su propio libro llamado el libro de Moroni. En él registró varias instrucciones, un sermón y dos cartas de su padre. Finalmente selló las planchas y las escondió en el cerro de Cumorah. Tras completar el registro, escrito en planchas de Oro, Moroni enterró las planchas en una caja de piedra en una montaña en lo que hoy en día es Condado de Ontario, Nueva York. Un monumento de bronce y granito de 12 metros se alza en esa colina en honor a Moroni, que es comúnmente llamado Cumorah. El Susila Budhi Dharma es un libro escrito por Muhammad Subuh Sumohadiwidjojo, el fundador de la Asociación Mundial Subud, en la histórica ciudad de Yakarta, Indonesia, en 1952. Muhammad Subuh Sumohadiwidjojo (1901 – 1987) tuvo una serie de experiencias intensas que creía se debían a su contacto con una energía espiritual de un poder superior. En la década de 1930, él creía que era su tarea de transmitir esta energía a los demás, a lo que llamó latihan kejiwaan (“ejercicio espiritual“). Se describe cómo se pueden sentir las diversas influencias de las fuerzas que acompañan a los seres humanos en este mundo, es decir, material, vegetal y animal. Se explica cómo, a través de la conciencia de sus influencias sobre el sentimiento interno, es posible integrar y estar en armonía con estas fuerzas, que se ofrecen a la humanidad para vivir en este mundo.
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    Estos libros han tenido millones de lectores y seguidores en el mundo entero. Sin embargo, la inmensa mayoría de los mensajes recibidos por los contactados no han tenido tanto éxito. Pero, en general, todo el que tiene contacto con «extraterrestres» siente el impulso   de escribir, impulsándoles a coger la pluma aun contra su voluntad, para ir poniendo por escrito lo que les llega, bien sea por una voz que oyen, por una inspiración interna que no saben explicar, o por escritura automática. Otros, en cambio, lo hacen voluntaria y conscientemente, creyendo que con ello cumplen una misión que les ha sido encomendada por algún tipo de Hermandad Cósmica o de dioses. Como ejemplo tenemos que el mensaje fundamental que el   pueblo hebreo recibe de Yahvé, a través de Moisés, es el mensaje del monoteísmo: «No hay más que un Dios, y ese Dios es Yahvé». Al lado de este mensaje fundamental está el otro de que «el pueblo hebreo es el pueblo escogido». Pero al igual que en los mensajes que reciben   los contactos actuales, hay contradicciones que no aguantan una crítica racional. Otro aspecto importante de la persona contactada es que, a veces, recibe poderes. Se puede decir que estos   poderes, habilidades o conocimientos que le dan al contacto dependen del tipo de  mensaje, a fin de ayudarle a difundirlo. El objetivo parece ser que la gente, viendo sus poderes   o prodigios, admita el mensaje. Por esta razón se daría «el poder de hacer milagros» que se supone que Cristo confirió a sus apóstoles, para que los pueblos se convirtiesen, o que Yahvé le dió a Moisés, para que el Faraón dejase salir a los israelitas hacia la Tierra Prometida. Pero estos poderes varían mucho de un contacto a otro. No obstante, ha sido frecuente entre los contactados recibir la capacidad de poder curar de una manera paranormal las enfermedades de otras personas. En otros contactados se desarrolla el don de la clarividencia, de modo que son capaces de hacer predicciones del futuro. Una cosa que suele darse entre los contactados es que, después de su experiencia, la capacidad de su mente se expande; ya que parece ser que les son transferidos unos conocimientos que, en ocasiones, son totalmente desproporcionados con el nivel cultural del individuo. Como ya hemos insinuado, se produce un  cambio radical en la personalidad del contactado y en su modo de vida. Ello implica muchas veces que se aparten de su familia o del modo de vida que hasta entonces habían llevado. También ocurre que comiencen a hablar en público difundiendo su mensaje. Curiosamente, estos profundos cambios en su vida y en su psiquismo parece ser bastante común entre los   astronautas, por lo que podemos deducir que los cambios  psíquicos notados en los astronautas pueden deberse muy bien al contacto cercano que seguramente experimentan   con los ovnis cuando navegan por el espacio.

    Según Chatelain: «Se afirmaba que durante los vuelos nuestros astronautas sentían como si una fuerza externa tratase de tomar control de sus mentes. En realidad experimentaban  extrañas visiones y sensaciones. Lo que sí parece cierto es que algunos astronautas tuvieron problemas psicológicos y cambios en su personalidad después que regresaban de sus viajes espaciales; algunos se volvieron profundamente religiosos y otros desarrollaron problemas mentales, aunque estos hechos, por supuesto, podrían también ser achacados a pura coincidencia sin que tuviesen una especial significación». Otro detalle muy interesante es que los contactados suelen volver al lugar de su primera experiencia. Algunos de los lugares de antiguos contactos hoy día están convertidos en famosos santuarios religiosos o en lugares históricos. No obstante, a pesar de que los seres «extraterrestres» que se presentan suelen decir que volverán a visitar al contacto, y que lo necesitan para una misión, es muy frecuente que, tras una etapa de comunicaciones, el contacto no vuelva a saber nada más de ellos. Hay bastantes contactos que pasados años de su experiencia, se   encuentran perplejos al no saber cómo explicar el abandono de que han sido objeto, después   de haber recibido tantas promesas y tantas ayudas. Ello provoca a veces el suicidio del contactado. Muchas veces, a lo largo de la historia, se ha dado el caso de personas que reúnen en sí las cualidades de ser psíquicos, de ser contactados por ovnis y la de ser fundadores o reformadores de religiones.  Lo sorprendente es la extraña conducta de estos seres venidos de algún tipo de más  allá. Cuesta de entender el porqué de los extraños y contradictorios mensajes que entregan a sus contactos humanos, y el  propósito de sus enigmáticas interferencias en las vidas de los hombres

    Israel llegó al principio del siglo XX con sus hijos diseminados por el mundo y sin ser, hasta 1948, una nación, a pesar de que su origen es mucho más antiguo que las actuales naciones. El origen de Israel se remonta a Abraham, ya que él fue el que comenzó lo que años más tarde llegó a ser el pueblo judío, convertido hoy en la nación de Israel. El  comienzo del capítulo 12 del libro del Génesis es muy importante para el pueblo judío: «Y le dijo el Señor a Abraham: “sal de tu tierra y de la casa de tus padres  y dirígete a la tierra que yo te buscaré. Y yo haré de ti una gran nación y te bendeciré”». Y un poco más tarde, en los versículos 15 y 16 del capítulo 13 del mismo libro  del Génesis, encontramos: «Porque yo te daré toda esta  tierra que estás viendo a ti y a tu descendencia para siempre; y yo haré tu descendencia tan abundante como el polvo de la tierra». La fe de Abraham y de sus descendientes en estas palabras fue la que en definitiva, cerca de 4000 años más tarde, constituyó la nación de Israel. Abraham, tal como Yahvé le había dicho, abandonó la casa de sus padres, y junto con Sara, su mujer, todos sus rebaños, sus esclavos y pertenencias se dirigió hacia lo que hoy es Palestina. Abraham tuvo un hijo llamado Isaac y éste tuvo dos hijos: Esaú, el primogénito, y Jacob, otro de los fundadores del pueblo de Israel, que se  valió  de  un  medio de dudosa moralidad para obtener de su padre Isaac la bendición que por derecho le   correspondía a su hermano Esaú. Una manera poco ética de actuar que el cristianismo ha seguido achacando a los descendientes de Jacob. Jacob tuvo 12 hijos que fueron los que más tarde dieron lugar a las 12 tribus de Israel. Uno de estos hijos, José, tras numerosas vicisitudes, llegó a ser el ministro más importante de la corte del Faraón en Egipto. Desde su alta posición, hizo venir a su padre y a todos sus hermanos y los instaló en la tierra de Egipto, en donde, tras varias generaciones, prosperaron y se hicieron tan fuertes que el Faraón que entonces reinaba, temió que los israelitas pudiesen llegar a ser una amenaza para su reino. He aquí cómo nos lo cuenta el Libro del Éxodo en el capítulo 1: «Entretanto, se alzó sobre Egipto un nuevo rey que nada sabía de José, y por ello   le   dijo   a   su   pueblo:   “Mirad,   el   pueblo   de   los   hijos   de   Israel   es   más  numeroso y más fuerte que nosotros; tomemos pues precauciones, no sea que siga multiplicándose y en caso de venir sobre nosotros una guerra, se asocie él a nuestros enemigos para combatirnos y salga después del país”. Por lo cual, pusieron sobre Israel inspectores que los vigilasen en sus trabajos con el fin de oprimirlos con más cargas». Es entonces cuando hace su aparición Moisés, como líder de su pueblo en Egipto.
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    Moisés fue el principal representante del pueblo hebreo ante Yahvé. Su aparición en la historia es bastante extraña, ya que apareció escondido en una cesta entre los juncos del río y allí lo descubrió nada menos que la hija del Faraón. Es  cierto que la Biblia nos explica la razón de esta extraña manera de aparecer en escena, pero no deja de infundirnos sospechas, además de que se parece demasiado a la aparición en el mundo de otros personajes de la historia. En el fenómeno ovni es frecuente que los contactados hablen de cambios de niños al nacer, efectuados por los «extraterrestres».  Moisés logró forzar al Faraón a que dejase salir   al pueblo hebreo de Egipto. A partir de este momento, Yahvé lo convierte en un líder del pueblo hebreo. Moisés siguió al frente de su pueblo todavía por muchos años como líder indiscutido. Yahvé no quería intermediarios entre él y Moisés, ni mucho menos sustitutos. Cuando Yahvé o uno de sus mensajeros no intervenía directamente, entonces era el mismo Moisés el que utilizaba los poderes que el mismo Yahvé le había dado. Muchas de las historias de Moisés que leemos en el Pentateuco parecen increíbles. Pero conociendo los hechos perpetrados por los tripulantes de los ovnis en nuestros tiempos, parecen más creíbles lo que se cuenta sobre Moisés en el Génesis, el Éxodo o en el Deuteronomio. La extraña “nube” de la que nos habla Moisés, no sólo guió a los israelitas durante 40 años por el desierto, sino que todavía siglos más tarde después de la muerte de Moisés, vemos aparecer la “nube” en alguna ocasión en que el pueblo hebreo pasaba por situaciones peligrosas. Moisés se fue de este mundo tan   misteriosamente como había venido. Faber Kaiser, en Jesús vivió y murió en Cachemira,   habla de la tumba de Moisés en aquellas lejanas regiones del norte de la India, guardada      por pueblos judíos que, al parecer, hacía tiempo que habían perdido la conexión con sus compañeros de Palestina. La Biblia nos habla de la muerte del gran líder del pueblo hebreo (Deuteronomio 34): «Allí murió Moisés, siervo de Yahvé, en el país de Moab, según lo había   dispuesto Yahvé. Y el mismo Yahvé lo enterró en un valle, frente a Betfegor; y nadie hasta hoy ha sabido dónde está su sepulcro. Tenía 120 años  cuando murió y no se había ofuscado su ojo ni había perdido su vigor». Moab es el nombre histórico para una franja de tierra montañosa ubicada en la actual Jordania a lo largo de la orilla este del mar Muerto. En tiempos antiguos, fue el hogar del reino de los moabitas, un pueblo frecuentemente en conflicto con sus vecinos israelitas del oeste. Los moabitas fueron un pueblo histórico, cuya existencia está atestiguada por numerosos hallazgos arqueológicos, muy notablemente la estela de Mesha, que describe la victoria moabita sobre un anónimo hijo del rey Omri de Israel. Su capital fue Dibon, situada cerca de la moderna localidad jordana de Dhabian. En el Antiguo Testamento o en el Pentateuco, se dice que Moab, patriarca fundador de los moabitas, era primer hijo, junto con su hermano menor Ammon o Ben-Ammi, fruto de la relación incestuosa de Lot con sus hijas, cuando éstas lo emborracharon al creerse en la obligación de tener relaciones con su padre para perpetuar la raza humana al no encontrar varón (Génesis 19). Betfegor es la ciudad de la tribu de Rubén, frente a Jericó.

    Da la impresión de  que Yahvé arrebató a Moisés de entre su pueblo de una manera algo extraordinaria, lo cual puede suponerse cuando vemos en la Biblia el extraño detalle de que el mismo Yahvé fue el que lo enterró. Esto nos da pié para reflexionar sobre la enigmática   personalidad de este extraño personaje que la Biblia llama Yahvé, y a quien nos presenta no   sólo como al líder sobrenatural de los judíos, sino como al Dios único del universo. En realidad, para ser el Dios único del universo, actúa de una manera bastante extraña. No nos podemos imaginar fácilmente a Dios enterrando a un hombre, por muy importante que haya sido para el pueblo de Israel. Según el Éxodo, Yahvé significa «el  que es» y  es  el nombre  que se dio a sí  mismo cuando Moisés le preguntó cómo se llamaba. Por muchos años, en vez de Yavhé, Yahvéh o Yahweh, se usó el nombre de Jehová, debido a que los hebreos de ordinario no escriben más que las consonantes, omitiendo Ias vocales. Ello dio pie al error de creer que el nombre era Jehová, o Jehováh, en vez de Yahvé. Las consonantes del nombre de Dios eran Y (o J), H, V (o  W) y H; es decir YHVH o JHVH, al desconocerse cuáles eran las vocales que había que poner entre estas consonantes. Cuando se intentó poner vocales, se cometió el error de poner las vocales E, O, A, que dieron origen al nombre de Jehová, pero que en realidad no correspondían al nombre con el que Dios se había llamado a sí mismo. Yahvé no es ni mucho menos el único nombre que usa la Biblia para designar a Dios. El primer nombre y el más frecuente (unas 2500 veces) que la Biblia usa para designar  a  Dios es Elohim, que curiosamente es plural. Este plural usado por un libro cuyo principal objetivo es la difusión de la idea de que hay que adorar a un solo Dios, en contraposición a los muchos dioses que había en los pueblos vecinos, es algo que a un observador sin prejuicios tiene que llenarle de asombro. El término Elohim ha sido explicado como el plural derivado de El. En la mitología cananea, El era el nombre de la deidad principal y significaba «padre de todos los dioses». De hecho, en los hallazgos arqueológicos siempre es encontrado al frente de las demás deidades. En todo el Levante mediterráneo era denominado El o IL, al dios supremo, padre de la raza humana y de todas las criaturas, incluso para el pueblo de Israel pero con interpretaciones distintas a los cananeos. Los Sumerios tenían un dios equivalente al de la mitología cananea, llamado Anu, perteneciente a los annunaki. Este dios todopoderoso llamado El, se denomina en hebreo Elohim o “dioses“, porque está en plural y su singular es El, o dios. En el uso semítico, El era el nombre especial o título de un dios particular que era distinguido de otros dioses como «el dios», lo que en sentido monoteísta sería Dios.
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    Tanto en el Génesis como en los demás libros que componen el Pentateuco nos encontramos con otros muchos hechos asombrosos. Es un hecho incuestionable que Ia Biblia comienza con unas asombrosas palabras: «En el principio los Elohim crearon el cielo y la tierra». Se desconoce cómo fue el primer encuentro de Yahvé con Abraham. Pero sabemos que fue cuando Abraham aún vivía en Ur de Caldea y cuando todavía se llamaba Abram, nombre que posteriormente le fue cambiado por el de Abraham por el mismo Yahvé, al igual que a Sarai, su esposa, a la que se lo cambió por Sara. Curiosamente este detalle del cambio de nombre sigue siendo frecuente en los contactados de hoy día. La primera vez que vemos a Yahvé presentarse en una forma visible, tal como lo hacía después tan frecuentemente con Moisés, lo leemos en el  Génesis, en el capítulo XV, versículo 17: «Y sucedió que puesto ya el sol, apareció en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre los animales divididos (sacrificados   por   Abraham). En aquel día, hizo Yahvé alianza con Abraham diciendo: “A tu descendencia he dado esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande de Eufrates”». Las promesas y las bendiciones de Yahvé a Abraham no se referían solamente a su descendencia futura, sino que también se dirigían a la descendencia inmediata del mismo Abraham. Habiendo llegado a la vejez, no tenía hijos. Sara, su mujer, era estéril y esto, en la mentalidad de aquellos pueblos de régimen patriarcal, era considerado como una gran desgracia. Yahvé   le   prometió a   Abraham que, a pesar de su edad y de la de su esposa, tendrían un hijo. Esto es algo   que   suele   repetirse   hoy   a   menudo   en   aquellas   personas   que   han   sido contactadas   por   los   llamados   extraterrestres.   Éstos   suelen prometer   descendencia   a   los   contactados que, en bastantes casos, se cumple. La  gran  prueba  que  Yahvé  le  puso  a  Abraham  fue la  de  exigirle  la  vida  de  su  hijo Isaac, que había sido concebido gracias a   la   intervención   del   mismo   Yahvé.   Indudablemente   esta   petición   de   Yahvé tuvo que constituir para Abraham un terrible suplicio, no sólo por tratarse de la vida de su hijo sino porque seguramente tuvieron que venir a su mente grandes dudas   acerca   de   aquel   «dios»   que   le mandaba cosas tan absurdas y tan contradictorias. Pero   esto   es   sólo   una muestra de   la   manera   de   actuar   de Yahvé,   al que veremos   haciendo   cosas muy extrañas a lo largo de todo el Pentateuco y de toda la Biblia. Abraham superó la terrible prueba y ello mereció que Yahvé le asegurase con un   solemne   pacto que bendeciría   de   una   manera   especial   a   toda   su descendencia.

    También vemos que Yahvé se comporta de una manera demasiado vengativa para que lo consideremos como un Dios. Yahvé, después de 40 años de camino, muestra a Moisés , desde  un  monte,  la  Tierra  Prometida. Pero en castigo a las dudas que en algún momento tuvo Moisés, no le deja entrar en la  Tierra  Prometida con el pueblo de Israel. Ello parece    una decisión de rencor y venganza, lo que no cuadra con la idea de un Creador.En cierta ocasión, harto el pueblo israelí de comer siempre la misma comida, el maná, le   pidió   a   Moisés   que   les   diese   carne.   Moisés   comunicó   los   deseos   del pueblo a Yahvé. Entonces «encendióse la ira de Yahvé en gran manera por la petición de Moisés» y con furia le dijo: «Pues   comeréis   carne   ya   que   habéis   llorado   a   los   oídos   de   Yahvé,   diciendo que   os   diera   carne   para   comer.   Ahora   Yahvé   os   dará   carne   para   comer:   la comeréis   no   sólo   un   día,   ni   dos,   ni   cinco,   ni   veinte,   sino   la   habréis   de   comer durante   iodo   un   mes   hasta   que   os   salga   por   las   narices   y   os   cause repugnancia». Yahvé cumplió su promesa. Comenzó a soplar un viento extraño que venía del mar   y   el   cielo   empezó   a   oscurecerse   por   Ia   cantidad   de   codornices   que   se venían encima del campamento de los israelitas; volaban a una altura muy baja según  nos  dice  la  Biblia  y caían  desparramadas  por  todo el  campo.  El  pueblo estuvo recogiéndolas con toda facilidad durante todo el día y toda la noche y al  día siguiente.  Nos  dice  la  Biblia  que  el  que  menos recogió,  obtuvo una buena cantidad,  y   las  pusieron  a  secar,  después  de  matarlas,   en  los   alrededores  del campamento. Se dieron un gran festín de carne, tal   como había sido su petición a Moisés. Pero las consecuencias de esta petición a Yahvé fueron terribles, tal como nos lo cuenta Moisés en Números: «Todavía tenían  la  carne entre sus dientes  y  no habían  aún acabado,  cuando  la   ira   de   Yahvé   se   encendió   contra   el   pueblo   y   los   hirió   con   una   plaga   muy  grande. Y fue llamado aquel lugar Quivrot-hat-Taavá porque allí enterraron a la  gente codiciosa de carne». Episodios tan violentos  como   este,  llevados a cabo por un Dios considerado  «paciente, benigno y misericordioso» abundan en todo el Pentateuco y, en cierta manera, en toda la Biblia. Yahvé ordena matanzas de seres humanos con demasiada frecuencia;. Fueron matanzas totalmente desprovistas de justicia, de humanismo y de caridad.
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    Y esto no sólo lo llevó a cabo con los enemigos del pueblo de Israel, cuyo pecado, en muchos casos, era simplemente haber llegado antes a aquellas tierras y estar ya establecidos en ella,  sino contra el mismo pueblo israelí: «Entonces   Moisés,   viendo   al   pueblo   desenfrenado,   se   puso   a   la   puerta   del  campamento y gritó: “A mí los de Yahvé”. Y se reunieron con él todos los hijos  de   Leví.   Y   les   dijo:   “Así   dice   Yahvé   el   Dios   de   Israel:   Cíñase   cada   uno   su  espada   sobre   su   muslo   y   pasad   por   el   campamento   de   puerta   en   puerta,  matando   cada   uno   a   su   hermano,   a   su   amigo   y   a   su   pariente”.   Hicieron   los  hijos de Leví lo que Moisés les había mandado y perecieron en aquel día unos  tres   mil   hombres   del   pueblo.   Y   dijo   Moisés:   “Hoy   os   habéis   consagrado   a  Yahvé,  cada  uno contra  su hijo  y  su hermano  y  por  ello  recibiréis  bendición”».  Otra pequeña muestra que no se corresponde con la idea de un «Padre misericordioso», la encontramos en Números: «Cuando   tos   hijos   de   Israel   estaban   en   el   desierto   se   encontró   a   un   hombre  que   andaba   buscando   leña   en   día   sábado.   Los   que   lo   encontraron   se   lo  presentaron   a   Moisés   y   a   Aarón   y   a   toda   la   comunidad.   Lo   pusieron   bajo  custodia porque no estaba aún determinado qué es lo que había que hacer con  él.   Yahvé   habló   a   Moisés:   “Que   muera   ese   hombre;   que   lo   apedree   toda   la  comunidad   fuera   del   campamento”.   Lo   sacó   toda   la   comunidad   juera   del  campamento y lo apedrearon hasta que murió, según había mandado Yahvé a  Moisés». Tampoco nos podemos imaginar a un Dios ordenando hasta   los   últimos   detalles: «No   ofrezcáis   nada   que   tenga   defecto,   pues   no   será   aceptado   de   vuestras  manos, o debe tener defecto alguno. Animal ciego o cojo o mutilado o ulcerado  o sarnoso o roñoso no presentaréis ante Yahvé ni quemaréis nada de ellos en  el altar. Buey u oveja que tenga algún miembro demasiado largo o demasiado  corto   los   podréis   presentar   como   ofrenda   voluntaria   pero   no   serán   aceptados  como cumplimiento de votos. Animal que tenga los testículos aplastados, majados, arrancados o cortados, no lo habéis de presentar a Yahvé. Nada recibiréis  de   la   mano   de   un   extranjero   como   para   ofrecérselo   a   Dios,   porque   sus  ofrendas son imperfectas y como hay defecto en ellas, no serán aceptadas de  vuestras manos».  Asimismo vemos   a   un   Yahvé   errático   en   su manera  de   proceder.   Si vemos el mapa  del camino que los  israelitas  siguieron desde Egipto hasta llegar a la Tierra Prometida, vemos que aquel viaje distó mucho   de   ser   un   modelo   de   planificación.   Lo   lógico   es   que   los   israelitas hubiesen seguido un camino por la orilla del mar, cruzando   tierras   mucho   menos   inhóspitas   que   la   estéril   y   durísima   península del   Sinaí Asimismo, se hubieran ahorrado muchos cientos de kilómetros.

    Sin embargo, da la impresión de que Yahvé se  dedicó a hacerles pasar  toda una serie de tribulaciones durante 40 años, cruzando las estériles y ardientes llanuras de la península del Sinaí. No era extraño que, de vez en cuando, el pueblo israelita se sublevase y dudase de Moisés, a pesar de que lo veían recibir órdenes de aquella misteriosa nube que constantemente los dirigía a través del desierto. No obstante,  la  manera  de   actuar   de  Yahvé  queda también clara en estos párrafos en Números: «El   pueblo   profería   quejas   amargas   a   los   oídos   de   Yahvé   (en   el   desierto)   y  Yahvé   lo   oyó.   Se   encendió   su   ira   y   ardió   un   fuego   de   Yahvé   entre   ellos   y  devoró un extremo del campamento… los hijos de Israel volvieron a sus llantos  diciendo ¿quién nos dará carne para comer?… Se irritó mucho la ira de Yahvé  y   a   Moisés   le   pareció   muy   mal   y   le   dijo   a   Yahvé:   ¿”Por   qué   tratas   mal   a   tu  siervo?…   Si  vas  a  tratarme  así,  mátame,  por  favor…  para  que  no  vea  ya  más  mi desventura”». Una de   las   cosas   que   más   enfurecían   a   Yahvé   era   que   los   israelitas   prestasen oídos a otros dioses. En muchas  ocasiones  dio   tremendos   castigos   a   su   pueblo   cuando   éste,   influido   por   los pueblos   a   los   que   conquistaba   o   con   los   que   se   encontraba   en   su   camino, admitía alguno de sus dioses. En Éxodo leemos que les decía a los hebreos: «No   te   postrarás   ante   ningún   otro   dios,   pues   Yahvé   se   llama   Celoso   y   es   un  Dios celoso». Sin  embargo,   por   otro  lado,   no  nos  podemos  explicar  cómo  siendo  tan  celoso de  su  honra   era   en  algunas   otras   ocasiones   tan   respetuoso  con   los   derechos de   los   otros   dioses,   admitiendo   en   cierta   manera   su   existencia.   En Levítico podemos ver este texto al respecto: «Dijo   Yahvé   a   Moisés:…   He   aquí   el   rito   según   el   cual   entrará   Aarón   en   el  Santuario…   Tomará   dos   machos   cabríos   y   presentándolos   ante   Yahvé   a   la  entrada   del   Tabernáculo   de   la   reunión,   echará   sobre   ellos   las   suertes   para  saber   cuál   es   para   Yahvé   y   cuál   para   Azazel.   Aarón   hará   acercar   el   macho  cabrío sobre el que recayó la suerte de Yahvé y lo ofrecerá en sacrificio por el  presentará vivo  ante  Yahvé  para  hacer la  expiación  y lo  soltará  después  para  Azazel». Lo sorprendente es que Azazel, según los comentaristas de   la   Biblia,   era   un   ser   demoníaco   que   moraba   en   los   lugares   desérticos circundantes.   A   lo   que   parece   Yahvé   le   respetaba   sus   derechos.
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    Un aspecto enigmático en   la   manera   de   actuar   de Yahvé   son  sus   variadas   formas   de   presentarse   ante   Moisés,   de   las cuales la más ordinaria era la forma de nube durante el día y de una columna de fuego resplandeciente durante la noche: Extrañas   nubes   como   éstas   fueron   vistas   en   muchas   ocasiones.   Elias podrían darnos una idea de cómo lucía la  extraña nube cuando se detenía encima del Tabernáculo. En el Éxodo podemos leer: «E iba Yahvé al frente de ellos, de día en una columna de nube para guiarles  en el camino y durante la noche en una columna de fuego para alumbrarlos a  fin   de   que   pudiesen   marchar   de   día   y   de   noche.   La   columna   de   nube   no   se  retiraba  del  pueblo   durante  el  día  ni   la  columna  de   fuego  de  noche». Las   alusiones   a   esta   misteriosa   nube son abundantes  en   todo   el   Pentateuco.   En Números podemos leer: «El día en que erigió la Morada, la nube cubrió la morada y la tienda. Cuando se levantaba la nube de encima de la tienda, los hijos de Israel levantaban el campamento y en el lugar en que se paraba la nube, acampaban los hijos de Israel. A la orden de Yahvé partían los hijos de Israel y a la orden de Yahvé acampaban. Quedaban   acampados   todos   los   días   que   la   Nube   estaba   parada   sobre   la Morada. Si se detenía la nube muchos días sobre la Morada, los hijos de Israel cumplían el ritual del culto de Yahvé y no partían. En cambio si la Nube estaba sobre la Morada sólo de la noche hasta la mañana, y por la mañana se alzaba, ellos  partían. Si estaba un día y una noche y luego se elevaba, ellos partían. Si, en cambio,  se  detenía  sobre  la   morada  dos   días,  o  un  mes  o  un  año,   reposando sobre ella, los hijos de Israel se quedaban en el campamento y no partían. Pero en cuanto se elevaba partían a la orden de Yahvé acampaban y a la orden de Yahvé movían el campamento». Sobre   esta   rara   nube   que   servía   de   vehículo   a   Yahvé,   se   podría   escribir mucho. El Pentateuco habla de ella en muchas ocasiones y siempre la presenta como algo perfectamente real y visible por todo el pueblo. Naturalmente,   siendo   la   morada   de   Yahvé,   esta   nube   se   comportaba   muy diferente a las otras y en cierta manera daba la impresión de tener inteligencia. El pueblo le tenía un enorme respeto, aparte de por   ser   la   morada   de   Yahvé,   por   lo   drástica   que   era   en   su   manera   de   actuar  con los que no se atenían a los preceptos de Yahvé. Según leemos en Levítico: «Yahvé   habló   a   Moisés   después   de  la   muerte   de   los   dos   hijos   de  Aarón,   que habían   muerto   por   acercarse   (indebidamente)   a   Yahvé   (es   decir   a   la   nube). Dijo   Yahvé   a   Moisés:   “Di   a   tu   hermano   Aarón   que   no   entre   nunca   en   el santuario que está tras el velo,  ante el propiciatorio que está  encima del arca, no   sea   que   muera;   pues   yo   me   hago   ver   en   forma   de   nube   encima   del propiciatorio”‘».

    Como podemos ver, acercarse   imprudentemente   a la «nube»  conllevaba   el mismo   peligro   que   hoy   conlleva   el   acercarse   sin   las   debidas   cautelas   a   un ovni.  Las   radiaciones   que   en   nuestros   días   han   matado   a   algunos imprudentes, parece que fueron las causas de la muerte de los hijos de Aarón, y   por   esa   misma   razón,   Yahvé   avisa   a   Aarón   que   «no   entre   nunca   en   el santuario no sea que muera». Y seguramente fue la misma razón por la que  Yahvé  le dijo  a Moisés   cuando   éste   se   acercaba  a  ver   qué   era  aquella luz que veía flotando en medio de la zarza: «¡No te acerques! y quítate las sandalias de tus pies».  Para tener una   idea   más   clara   de   esta   rarísima «nube» y de lo compenetrado que con ella se hallaba Yahvé, tenemos un texto del libro del Éxodo, de entre los muchos que hacen referencia a la «nube»  en el Pentateuco:«Dijo Yahvé a Moisés: “Mira, voy a presentarme a ti en densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo y así te dé crédito para siempre. Ve a donde el pueblo y haz   que   se   purifiquen   hoy   y   mañana;   que   laven   sus   vestidos   y   estén preparados   para   el   tercer   día,   porque   el   día   tercero   descenderá   Yahvé   a   la vista   de   todo   el   pueblo   sobre   el   monte   Sinaí.   Deslinda   el   contorno   de   la montaña   y   diles:   “Guardaos   de   subir   al   monte   y   aun   de   tocar   sus   laderas, porque   todo   aquel   que   toque   el   monte   morirá;   pero   nadie   tocará   al   culpable sino que éste será lapidado o asaeteado; sea hombre o bestia no quedará con vida. Cuando resuene el cuerno, entonces subirán ellos al monte… Al tercer día ál rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un   poderoso   resonar   de   trompeta;   y   todo   el   pueblo   que   estaba   en   el campamento   se   echó   a   temblar.   Entonces   hizo   salir   Moisés   al   pueblo   del campamento   para   ir   al   encuentro   de   Dios   y   se   detuvieron   al   pie   del   monte. Todo   el   monte   Sinaí   humeaba   porque   Yahvé   había   descendido   sobre   él   en forma de fuego; subía humo como de un homo y todo el monte retemblaba con violencia.   El   sonar   de   la   trompeta   se   hacía   cada   vez   más   fuerte;   Moisés le hablaba y Dios le respondía con el trueno. Yahvé bajó al Sinaí, a la cumbre del Monte;  llamó Yahvé  a Moisés a la cumbre  de  la montaña  y Moisés  subió; dijo Yahvé a Moisés: “Baja y conjura al pueblo, que no traspase los lindes para ver a Yahvé, porque morirían muchos de ellos…”».
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    Algo significativo es que la   nube   hacía   ruido.   Moisés,   a   falta   de   otros   términos   con   que   comparar   los diferentes   ruidos   que   hacía   la   nube   dice   que   resonaba   como   un   toque   de trompeta, añadiendo además que respondía con truenos a lo que Moisés decía y   «todo   el   monte   retemblaba».   Los   ovnis   en   forma   de   nube   o   de   bolas luminosas   que   se   han   visto   en   la   actualidad,   también   es   frecuente   que hagan ruido, aunque actualmente se habla de zumbidos altos o graves. A veces se suelen oír explosiones, que hacen creer a mucha gente que el ovni se ha averiado o desintegrado.  Estas explosiones serían equivalentes a los truenos de que nos habla Moisés. A lo que hoy llamamos naves nodrizas, que son ovnis de forma alargada y de gran tamaño, los romanos les llamaban  “trabes»  (vigas),   a falta   de   un   mejor   término   de   comparación.  Puede parecer extraño que Yahvé llamase desde una nube a Moisés y que Moisés oyese, especialmente si la  nube era tan estruendosa como parece. Muchos   contactados   han   sentido   estas   mismas «llamadas» para que acudan a algún lugar en donde los «extraterrestres» los están esperando. Y   en   muchas   ocasiones   las   llamadas   no   fueron alucinaciones   del   contactado   sino   que   en   realidad   cuando   llegaron   al   lugar   a donde los citaban, en general un lugar apartado y solitario, encontraron al ovni. También tenemos que Yahvé   ordena  que   no   traspasen   los   lindes   y   no   se   acerquen   «porque   morirían muchos de ellos».  Pero ello plantea la pregunta de por   qué   Moisés   podía   hacerlo   sin   sufrir   ninguna consecuencia. Seguramente la respuesta está en la frase «sin haber sido invitados». Algunos  humanos  que  han  entrado  en  ovnis,  invitados  por  sus tripulantes,  no  han sufrido mal alguno. Puede ser que a Moisés lo preparase especialmente Yahvé para que no sufriese las consecuencias de la radiación. Al respecto podemos leer en Éxodo: «Bajó Moisés del Monte Sinaí, y cuando bajó del monte con las dos tablas en la mano,   no   sabía   que   la   piel   de   su   rostro   se   había   vuelto   radiante,   por   haber hablado con Yahvé…. Los   hijos   de   Israel   veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba…». Personas que se han acercado a un ovni sin haber sido invitadas, al poco tiempo sintieron que  toda la piel que había estado expuesta a  la luz que procedía   del   ovni,   les   ardía   y   en   particular   la   cara   y   los   ojos.  En alguno de estos casos la persona murió debido, según el parte médico, a una «radiación desconocida». La tajante prohibición de Yahvé al pueblo de que no subiesen al monte y ni siquiera se acercasen, y sobre todo la de que nadie tocase a los que hubiesen   muerto   por   haber   subido, fuesen   hombres   o   animales,   es   algo   que  podría indicar una muerte por radiación.

    Como vemos, la «Nube» es   una   pieza   clave   en   todo   este   rompecabezas.   Para los que investigan el fenómeno ovni,  no   hay   duda de que la columna  de  Moisés  era  algún  tipo  de  ovní.  Hay   otra   forma   de   presentarse   Yahvé   que   es   menos   conocida, pero tan interesante  como las anteriormente explicadas. Se trata de la forma humana. En el Libro del Génesis leemos: «Apareciósele Yahvé a Abraham en el encinar de Mambré, mientras estaba él sentado a la entrada de la tienda durante el calor del día. Alzando los ojos miró y   he   aquí   que   estaban   delante   de   él   tres   varones.   Tan   pronto   como   los   vio, corrió  a su  encuentro  desde la  entrada  de  su  tienda,  y  postrándose  en  tierra, dijo:   Señor   mío,   si   he   hallado   gracia   a   Tus   ojos,   Te   ruego   no   pases   de   largo ante tu siervo. Permitid que traiga un poco de agua para que os lavéis los pies  y descanséis debajo del árbol». Y continúa un poco más adelante: «Levantáronse de allí los varones y se dirigieron hacia So-doma y Abraham los acompañó   para   despedirlos.   Entonces   se   dijo   Yahvé   ¿He   de   encubrir   a Abraham lo que voy a hacer? Dijo pues Yahvé: El clamor de Sodoma y el dolor es   grande   y   sus   pecados   son   extraordinariamente   graves.   Bajaré   para comprobar si  han  hecho  realmente el  clamor  que  ha  llegado  hasta mí,  y  si  no es   así,   lo   sabré».   Partieron   desde   allí   los   varones   y   se   encaminaron   hacia Sodoma,   más   Abraham   permanecía   todavía   en   pie   delante   de   Yahvé   y acercándose,   dijo   Abraham   ¿Es   así   que   vas   a   destruir   al   justo   con   el   impío? Quizás habrá 50 justos en la ciudad». Y aquí comenzó Abraham un dialogo con Yahvé, haciéndole rebajar poco a poco el número de justos necesarios para que Yahvé no destruyese la ciudad. Por fin, Abraham le preguntó que si la destruiría o la perdonaría si hubiese 10 justos, y contestó Yahvé: «No la destruiré por amor a los diez. Y se fue Yahvé luego que acabó de hablar  con Abraham; y Abraham volvió a su lugar». Más adelante leemos:  «Llegaron los dos ángeles a Sodoma en la tarde cuando Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad…». Estos mismos ángeles, que ahora ya sólo son dos y no tres, como al principio de la narración, sin que la Biblia nos diga que fue del otro,  son los que un poco más tarde «hicieron descender sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venía de Yahvé desde el cielo, y destruyó aquellas ciudades y toda la vega con todos los habitantes de las ciudades y hasta las plantas del suelo». Es   un   hecho curioso   qué Abraham, teniendo delante de sí a tres varones, dice repetidamente «Señor mío» y «Yahvé», dirigiéndose a ellos en singular y como si fuese Dios. Lo más que han llegado a decirnos los expertos en la Biblia es que estos tres varones eran una   manifestación  de  Dios   que  estaba   anunciando   la   Santísima   Trinidad.   Esto   no   deja   de   ser   una   explicación poco verosímil.
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    Pero es realmente sorprendente  la   extraña   manera   de   proceder   de   Yahvé   y   la   extraña   manera   de consignarlo   en   la   Biblia. Primero eran   tres   varones   a   los   que   Abraham   llama «Señor»; luego se convierten en dos, y ya no son ni varones ni Yahvé, sino que son ángeles o elohim. Este lenguaje de la Biblia a primera vista parece extraño y contradictorio. Sin embargo, está bastante de acuerdo con los primeros   capítulos   del   Génesis   en   los   que   se   nos   hablaba   de   la   creación   del mundo   como   obra   de   los   Elohim   o   «Señores   poderosos»;   los   que   Abraham llama ahora Yahvé  podrían ser algunos de  aquellos Elohim.  Quizás los Elohim fueran un grupo de seres extraterrestres y Yahvé  fuera uno de ellos, tal vez uno de sus jefes. Si hubiese una disputa entre algunos de estos Elohim, tal vez se justificaría la furia  de Yahvé  contra  los  Elohim  que  protegían  a  otros  pueblos. Bajo este punto de vista se entendería que respetase los derechos sobre el macho cabrío que le había tocado en suerte a uno de estos Elohim, llamado Azazel. Estos Elohim se presentaban en formas humanas de jóvenes, tal como se define a los que se le presentaron a Abraham cuando estaba a la puerta de su tienda y tal como nos los presenta el Libro del Génesis. Además estaban «interesados en la   belleza   de   las   hijas   de   los   hombres». Algo que parece difícil de imaginar es que tomaban   las   formas humanas   que   les   convenía,   y   los   hombres   les   tenían   un   gran   respeto   porque veían en  ellos a  seres superiores con  mucho  más poder y más  conocimientos que los hombres comunes. En cuanto a la aparente belleza de estos  Elohim tenemos  en la Biblia una prueba. Los mismos «varones»,  a los que Abraham había llamado «Yahvé», una vez llegados a Sodoma y aposentados en casa de Lot, «no bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, viejos y jóvenes, rodearon la casa, y llamando a voces a Lot le decían: “¿dónde están los hombres que han venido a ti esta noche? Sácalos porque queremos gozarlos“». Lot porfió con ellos para que no lo hiciesen y hasta les ofreció dos hijas vírgenes que tenía. Pero ellos, supuestamente fascinados por la belleza de aquellos «hombres», no querían entrar en razones con Lot y comenzaron a forcejear con él en la puerta para entrar: «Entonces los hombres sacaron la mano, tiraron de Lot hacia dentro y cerraron la puerta y a los sodomitas que estaban en la entrada, los deslumbraron de modo que ya no podían encontrar la puerta».

    Debemos reconocer que el comportamiento de Yahvé era  bien extraño. La Biblia no sólo en este episodio se nos explicita la corporeidad de Yahvé y de los Elohim. Yahvé prohibe repetidamente a los hijos de  Israel  tomar   por  esposas   a  mujeres  de  otros  pueblos  no  israelitas   «porque sus   hijas   fornican   con   sus   Elohim»,   admitiendo   así   que   estos   Elohim   se presentaban a los pueblos que protegían lo mismo que Yahvé se presentaba al pueblo de Israel, en forma de hombre joven y esbelto. Una de las características de algunos «extraterrestres», los supuestos Elohim de la actualidad, que más han llamado la atención de los contactados, es su belleza, manifestada sobre todo en la tersura de su piel y en la belleza   de sus ojos rasgados. En   la   vida   del   patriarca   Jacob,   nieto   de   Abraham,   nos   encontramos   con   otro episodio en el que Yahvé se le presenta en forma de un hombre, que no se sabe por qué misteriosas razones, entabló con él un combate cuerpo a cuerpo. Este Yahvé en forma de hombre, le cambió el nombre, una vez más, al humano con el que había hecho contacto: «Y   habiéndose   quedado   Jacob   solo,   estuvo   luchando   alguien   con   él   hasta rayar   el   alba.   Pero   viendo   que   no   le   podía   vencer   le   tocó   en   la   articulación femoral y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél. Este le dijo: “Suéltame que ha rayado el alba”. Jacob le respondió: “No te suelto hasta que no   me   hayas   bendecido”.   Dijo   entonces   el   otro:   “¿Cuál   es   tu   nombre?”   Y respondió:   “Jacob”.   Le   dijo   entonces:   “No   te   llamarás   más   Jacob,   sino   Israel, porque   has   luchado   con   Dios   y   con   hombres   y   has   prevalecido”.   Y   Jacob, cuando Yahvé había desaparecido, se decía a sí mismo: “He visto a Dios cara a cara, y ha quedado a salvo mi vida”». Como   vemos,   Yahvé   tiene   maneras   muy   extrañas  y “humanas”· de   proceder.   Pero los comentaristas de la Biblia nos dicen que el combate de Jacob es una imagen del combate espiritual y de Ia eficacia de una oración. El  comportamiento de Yahvé contiene muchas contradicciones. Por ejemplo,  Yahvé ordena a Moisés que hable con el Faraón para que deje salir a los judíos de Egipto. Pero, por otro lado, dice: «Yo empero endureceré su corazón (el del Faraón) para que no deje ir al pueblo». Da la impresión de que quiere tener una razón para poder castigarlo,   como   de   hecho,   lo   castigó   más   tarde   con   las   diez   plagas.   Una manera un poco rebuscada de proceder. Moisés, tal como le dijo Yahvé, acude al Faraón, «y sucedió que en el camino a la posada,  Yahvé le salió al  encuentro y quiso darle muerte».

    Se dice que la razón de esta furia repentina de Yahvé era porque Moisés tenía un hijo pequeño sin circuncidar, lo cual iba contra la ley que el mismo Yahvé le había dado a Moisés. Pero la verdad es que hay otras maneras más civilizadas y caritativas de actuar. En otro episodio en Números le dice al profeta Balaam: «Si estos hombres han venido a llamarte, levántate y vete con ellos, pero harás solamente lo que yo te dijere. Levantándose en la mañana Balaam aparejó su asna y se marchó con los   hombres   de   Moab.   Sin   embargo,   se   encendió   la   ira   de   Dios   al emprender Balaam el viaje,  y Yahvé se puso en el camino para cerrarle el paso. Iba   Balaam   montado   sobre   su   asna   y   lo   acompañaban   dos   de   sus   siervos. Cuando la burra vio a Yahvé parado en el camino con su espada desenvainada en la mano, desvióse del camino andando por el campo. Balaam le dio golpes para   volverla   al   camino…   díjole   entonces   Yahvé:   ¿por   qué   has   pegado   a   tu asna   tres   veces?   He   aquí   que   yo   he   salido   para   cerrarte   el   camino,   pues   tu viaje   es   perverso   delante   de   mí.   Si   no   se   hubiera   salido   la   burra   de   mi presencia, te habría matado a ti y a ella la habría dejado con vida». La verdad es que es difícil entender estos cambios de Yahvé. Primero le manda ir y luego se enfurece contra él y está a punto de matarlo. Otro hecho sorprendente es que Yahvé imponga a   los   israelitas,   a   través   de   Moisés,   ritos   que   tienen   más   de magia y de brujería que de otra cosa: «Yahvé   habló  a   Moisés   y   a  Aarón:   “Díganles   a  los   hijos   de   Israel   que   traigan una   vaca   roja   que   no   tenga   defecto   ni   tacha   y   todavía   no   haya   llegado   al yugo…   el   sacerdote   mojará   su   dedo   en   la   sangre   de   ella   y   hará   siete aspersiones hacia el frente del tabernáculo. Luego será quemada la vaca ante tus ojos. Se quemarán también su piel, su carne, su sangre juntamente con sus excrementos   y   el   sacerdote   tomará   madera   de   cedro,   hisopo   y   grana   y   los echará   en   medio   de   las   llamas   que   consumen   la   vaca.   Después   el   sacerdote lavará sus vestidos, bañará su cuerpo con agua y volverá al campamento, pero quedará  impuro   hasta  la  tarde.   También  el  que  la  quemó,   lavará  sus   vestidos en agua y   su   cuerpo   y   quedará   impuro   hasta   la   tarde.   Un   hombre   limpio   recogerá   las cenizas  de  la  vaca  y   las   depositará  juera  del  “campamento  en  un   lugar   limpio donde serán guardadas para el pueblo de los hijos de Israel a fin de preparar el  agua purificadora y expiatoria”».
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    Los raros preceptos que Yahvé le dicta a Moisés son parecidos a los que la magia   ha practicado siempre. Como ejemplo tenemos el rito para la purificación de un leproso, según se explica en el Levítico: «Yahvé habló a Moisés diciendo: “Esta es la ley que ha de aplicarse al leproso en el día de su purificación, el sacerdote mandará traer para el que ha de ser  purificado   dos   pájaros   vivos   y   puros,   madera  de   cedro,   púrpura   escarlata   y   el hisopo. Después mandará inmolar uno de los pájaros sobre una vasija de barro con   agua   santa.   Tomará   luego   el   pájaro   vivo,   la   madera   de   cedro,   la   púrpura escarlata y el hisopo y los mojará, juntamente con el pájaro vivo, en la sangre del pájaro inmolado, sobre el agua santa, y rociará siete veces al que ha de ser  purificado  de la  lepra.  Y  tras de  declararlo  puro,  soltará  en  el  campo  el  pájaro vivo”». Este tipo de «brujerías» siempre han sido mal vistas por la sociedad cristiana, pero vemos que Yahvé  se   las   imponía al pueblo hebreo  como   cosa   natural   al mismo tiempo que les prohibía terminantemente imitar   otros   ritos   por   el   estilo   que   practicaban   los   pueblos   vecinos   y   que   muy probablemente habían sido prescritos por otros «dioses» adversarios de Yahvé. En las distinciones que Yahvé hace de los animales puros e impuros se   puede   ver   también   esta   inclinación   a   los   ritos   mágicos. Se   podrán   comer aquellos   animales   que   tengan   la   pezuña   hendida   y   que   además   rumien;   pero Yahvé  hace  notar que el  camello,  la  liebre  y  el  damán,  a  pesar  de  que  rumian, no  podrán  ser  comidos, «porque no tienen la pezuña hendida» y  viceversa, el cerdo,   a   pesar   de   que   tiene   la   pezuña   hendida,   tampoco   podrá   ser   comido «porque   no   rumia».   Asimismo,   entre   los   animales   que   habitan   en   el   agua   se pueden comer aquellos que tengan aletas y escamas, pero si les falta alguna de estas dos cosas, entonces serán inmundos, y no se podrán comer. Y pasa en seguida a prohibir más de 80 aves por inmundas de las cuales cita por sus nombres a 21. Y   termina   Yahvé   esta   sección   sobre régimen alimenticio   con   las   siguientes extrañas palabras: «No comeréis ninguna bestia muerta. Se la darás al forastero que reside en tu ciudad   para   que   él   la   coma   o   bien   se   la   venderás   a   un   extranjero.   Porque   tú eres un pueblo consagrado a Yahvé, tu Dios». Otro tema intrigante es el del rapto de Elias, que podemos leer en Reyes: «Así proseguían Elias y Eliseo su camino hablando entre sí, cuando   he   aquí   que   un   carro   de   fuego   separó   al   uno   del   otro;   y   Ellas   fue arrebatado al espacio en un torbellino».

    Toda  la concepción   del   mundo judío  y   del   más   allá   es   el resultado de aquellas minuciosas   leyes   con   las   que   Yahvé   encadenó   al   pueblo   hebreo.   Y estas   cadenas   siguen   pesando   aún   sobre   los   hombros   de miles y miles de judíos en todo el mundo que siguen fieles  a Yahvé. Otro tema realmente extraño es la gran importancia que Yahvé le concede a la sangre. Y no sólo Yahvé, sino todos los otros Elohim que protegían y, aparentemente, siguen «protegiendo» a otros pueblos. En verdad que es sorprendente que Yahvé se limitase a  repetir las matanzas de animales que ya eran practicadas desde siempre entre los   pueblos   paganos   que   existían   desde   antes   del   comienzo   de   la   historia   de Israel. No es menos extraña la   acción   de   degollar   a   un   buey   para   aplacar   a   un   dios.   No   ve   uno   la relación   directa   que   pueda   haber   entre   matar   un   animal   y   agradar   a   Dios.   Lo que sí parece a primera vista es que ese dios, que pide esa clase de sacrificio, se   aplaca, de   alguna   manera, con   el   dolor,   o   con el derramamiento   de   sangre. Y ya que no puede ser la humana, en su lugar se hace correr la del animal.   Es   muy   curiosa   la   frase   con   que   el   mismo   Yahvé calificaba cada uno de estos sacrificios: «Este holocausto será un manjar abrasado de calmante aroma para Yahvé». Tres veces repite la misma frase en el Levítico. En  el tema ovni  hay   un   fenómeno   muy   extendido   que   poco   a   poco   ha   ido llamando   la   atención.   Se   trata   de   que   los   tripulantes   de   los   ovnis  parece que han   venido   matando,   cada   vez   con   menos   disimulos,  reses   de   ganado   menor   y   mayor.   A   veces   en algunas   granjas   han   dado   muerte   de   una   manera   muy   característica   a   buena cantidad   de   novillos,   vacas   y   toros,   sin   excluir   a   ningún   tipo   de   animal doméstico.   Estos   acontecimientos   han   tenido   lugar   en   muchos  lugares diferentes,   tanto   de   América   como   de   Europa. Los   tripulantes   de   los   ovnis   muchas   veces   han   matado   gran cantidad de animales  con el solo fin de llevarse una parte de los riñones. En   otras   ocasiones,   extraen   con   meticulosidad   de   cirujano   ciertas   vísceras, dejando el resto del animal intacto.
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    Con esas matanzas parece que buscan algo  específico  en   el   animal,   aunque   no  sepamos exactamente qué es, ya que en unos casos se llevan unos órganos y, en otros, otros diferentes. Pero en todos los casos parece que gozan manipulando las vísceras de los animales y llevándose limpiamente algunas de ellas. Sin   embargo,   se   puede   decir   que   en   todas   las   muertes   de   animales  hay   un común   denominador,   que  es   la   falta   total   de   sangre   con   la   que   suelen aparecer  los  animales  que   han   sido   víctimas   de  estas   extrañas   matanzas.   Independientemente de que se lleven una víscera u otra, lo que siempre se llevan sin excepción es la sangre, haciéndolo además de una manera meticulosa y limpia, de modo que  nunca  se   ve   ni   una   sola gota   de   sangre   manchando   el   plumaje,   la   piel   o   el   suelo.  En un  caso,  muy bien documentado,  sucedido en  Ohio (Estados   Unidos), un   ovni   persiguió   insistentemente   a   una ambulancia   por   una   carretera   e   hizo   maniobras   que   indudablemente   tenían como  fin  que  se  detuviese,   cosa  que  no  llegó  a  suceder  debido  en  parte  al gran   miedo   de   los   que   conducían,   que   aceleraron   todo   lo   que   pudieron,   y   en parte   a   la   oportuna   aparición   dé   otros   vehículos.   El   detalle   clave   es   que   la ambulancia iba cargada de sangre humana, y el ovni en varias ocasiones sacó de   sus   costados   unas   largas   pinzas   con   las   que   pretendía   levantar   la ambulancia. No   sabemos   por   qué   razones algunos   de   los llamados  extraterrestres   se  llevan   la  sangre  de  muchos  animales. Pero estas  misteriosas muertes de animales no son cosa nueva. Un grabador del siglo XVI plasmó en madera lo que Julio Obsecuente escribió en el siglo IV. Julio Obsecuente (Iulius Obsequens) fue un escritor de la antigua Roma, autor de una obra llamada Libro de los Prodigios (Liber Prodigiorum). Nada se conoce acerca de su vida, pero se cree que vivió en el siglo IV. El Libro de los Prodigios es una recopilación de textos provenientes de la obra de Tito Livio, que hacen referencia a prodigios, sucesos extraordinarios y sobrenaturales, ocurridos en la historia de Roma entre los años 249 a. C. y 12 a. C. Fue impreso por vez primera por el humanista veneciano Aldo Manuzio en 1508, según un manuscrito hoy perdido, que perteneció a Jodocus de Verona. La obra es muy citada por los interesados en la ufología, que interpretan algunos de los prodigios mencionados en ella como ejemplos de las apariciones que intentan rastrear. En el Libro de los Prodigios leemos: «En el segundo Consulado de Quinto Servilio Prisco y en el  primero  de  Spurio   Postumio   Lavinio,   el   cielo   fue   visto  arder   y   en   aquel   año hubo muchas muertes de hombres y animales».- Es curioso que se relacione el «ver   arder   el   cielo»   con   las   muertes   misteriosas. A veces ha   sucedido en la actualidad que muertes misteriosas, tanto  de animales como de personas, acaecen cuando por Ia noche se han visto luces inexplicables en el cielo.

    Tres cazadores canadienses  fueron  hallados  muertos el   17   de   noviembre   de   1977   con   sendas   heridas   en   el cuello y sin gota de sangre, en una solitaria isla del lago Winnipeg (Manitoba). Las noches anteriores había habido gran actividad de ovnis en toda la región. Si uno lee meticulosamente el Pentateuco, no se extrañará de la importancia que Yahvé concede tanto a las vísceras como a la sangre, a la cual le dedica   muchos   párrafos, especificando   lo   que   tenían   que   hacer   con   ella   y prohibiéndoles terminantemente beberla de ninguna manera. «El   sacerdote   ungido   tomará   sangre   del   novillo   y   la   llevará   a   la   tienda   de   la reunión.   El   sacerdote   mojará   su   dedo   en   la   sangre   y   rociará   con   ella   siete veces   ante   Yahvé   frente   al   altar   del   santuario.   El   sacerdote   untará   con   la sangre los cuernos del altar del incienso aromático ante Yahvé en la tienda de reunión y verterá toda la sangre del novillo al pie del altar de los holocaustos». Párrafos como éste referentes a la sangre de los animales sacrificados se repiten constantemente en el Levítico. En   tiempos   pasados,   da   la   impresión   de   que   tanto   Yahvé   como   los   Elohim lograron convencer a aquellos pueblos primitivos para que les ofreciesen estos sacrificios   de   animales.   En   nuestros   tiempos,   ante   la   imposibilidad   de convencer  a   los   pueblos  actuales   que  sigan  ofreciendo  esos  sacrificios  que les eran gratos,   da  la   impresión   de   que ellos mismos hacen directamente los sacrificios buscándose por sí mismos las víctimas en las granjas y reservándose para sí, como antaño, algunas vísceras determinadas y, sobre todo, la sangre de la que parece extraen algún principio vital o alguna energía que hoy, como entonces, se supone que les es necesaria para mantener la forma física que adoptan para comunicarse con nosotros o para materializarse en nuestra dimensión. Este   papel   que   juegan   Ias   vísceras   de   los   animales,   su   sangre   y   su   dolor   o muerte,   no   sólo   en   el   pueblo   judío   sino   en   todos   los   pueblos   de   la   Tierra,   es algo sumamente extraño, que puede que tenga mucha mayor trascendencia de lo que hasta ahora se había pensado.
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    ¿Cuál sería la razón por la que los antiguos dioses o los actuales extraterrestres tuviesen una importante fijación en la sangre? Creemos que una visión esotérica del significado de la sangre nos puede dar alguna pista para intentar resolver este rompecabezas. Por ello me desviaré durante un rato del tema principal para aportar más información al respecto. Rudolf Steiner, teósofo y filósofo austríaco, así como fundador de la antroposofía, escribió un interesante libro titulado El Significado Oculto de la Sangre, en que me he basado para escribir los siguientes párrafos sobre el significado de la sangre. Tal vez estos párrafos respondan, aunque sea parcialmente, a los interrogantes antes planteados. “La sangre es un fluido muy especial“. Esta frase la encontramos en el  Fausto, de Goethe. En dicho poema se dice que Fausto entra en un pacto con los poderes malignos, representados, en dicha obra, por Mefistófeles, el emisario del Infierno. Fausto está a punto de firmar un contrato con Mefistófeles, quien le pide lo firme con su propia sangre. Fausto, al principio, lo mira con curiosidad. Pero, sin embargo, Mefistófeles emitió la siguiente sentencia, que Goethe deseaba se considerase con toda seriedad:“La sangre es un fluido muy especial”. Ninguna de las interpretaciones sugeridas arroja mayor luz, sobre la citada sentencia, que la explicación dada por uno de sus comentadores, el profesor Jacob Minor, en su obra Goethes Entstehungsge- schichte und Erklárung. Él, como los demás, habla de la misma como si se tratara de una observación irónica de Mefistófeles, y refiriéndose al asunto hace una indicación, realmente curiosa. El profesor Minor hace notar que “el Mal es un enemigo de la sangre” y añade que, “como la sangre es la que sostiene y preserva la vida, el Mal, que es el enemigo de la raza humana, debe ser, por consiguiente, el enemigo de la sangre”. Entonces llama la atención sobre el hecho de que aun en las más antiguas versiones de la leyenda del Fausto, como sucede con todas las leyenda en general, la sangre siempre juega el mismo papel. En una antigua obra sobre la materia se relata circunstancialmente que Fausto se hizo una pequeña incisión en la mano izquierda con un cortaplumas, y que al tomar la pluma para firmar el contrato la sangre que brotaba de la herida formó las siguientes palabras: “¡Oh, hombre!, escápate”. Todo esto es bastante auténtico. Pero ahora viene la observación de que el Mal es un enemigo de la sangre y de que, por esta razón, Mefistófeles exigió que la firma se escribiera con sangre. Tendríamos que preguntarnos cómo es que alguien desea una cosa por la que tiene tanta antipatía.

    La única explicación razonable que puede darse, no solamente sobre el significado de este pasaje de Goethe, sino también con referencia a todas las demás leyendas que tratan del asunto, es que, para el diablo, la sangre era algo muy especial y que no era, en manera alguna, cuestión de indiferencia para él que el contrato se firmara con tinta ordinaria o con sangre. Y, ¿sabemos acaso quién era realmente el diablo? Algunas descripciones de antiguos “dioses” o de tripulantes de ovnis podrían referirse a lo que en el pasado se conocía como el diablo, o los diablos. Puede suponerse que el representante de los poderes del Mal cree que tendrá a Fausto más sujeto o su poder si puede obtener, al menos, una gota de su sangre. Esto es evidente, y nadie puede dar otra explicación al asunto. Fausto debe escribir su nombre con su propia sangre, no porque el diablo sea enemigo de ella, sino, más bien, porque desea obtener poder sobre él a través de su sangre. Ahora bien, en ese pasaje se oculta que el que obtiene poder sobre la sangre de un hombre obtiene poder sobre el hombre mismo. Y que la sangre es un “fluido muy especial”, porque es por ella que debe ganarse la batalla que se realiza en el hombre entre el bien y el mal. Todas esas cosas que nos han legado las leyendas y los mitos de las diversas culturas, y que se refieren a la vida humana, sufrirán un día una transformación peculiar. Ha pasado ya el tiempo en el que las leyendas, fábulas y mitos se miraban como expresiones de la infancia de los pueblos. Cualquiera que haya observado alguna vez la esencia de un pueblo habrá visto que no se trata de ficciones imaginarias, sino de algo mucho más profundo, y que es un hecho que las leyendas y tradiciones de los diversos pueblos son expresiones de poderes maravillosos y de extraordinarios acontecimientos del pasado. Si, meditamos sobre las antiguas leyendas y mitos, dejando que obren sobre nuestras mentes, encontraremos que esas leyendas y mitos son expresiones de la más antigua y profunda sabiduría. Es muy cierto que al principio nos sentiremos inclinados a preguntar cómo es que, en un estado primitivo de desenvolvimiento pudo el hombre representarse los enigmas del universo por medio de esas leyendas o cuentos de hadas. Y cómo es que, cuando meditamos sobre ellos, vemos en esos relatos lo que las investigaciones ocultas actuales nos están revelando con mayor claridad. Quién penetra mas y mas profundamente en los métodos por cuyo intermedio se crearon esas fábulas y leyendas verá que toda duda se disipa. Comprobará en esos mitos la portentosa y profunda expresión de la verdadera y primordial concepción del mundo. Y mucho más puede aprenderse examinando completamente los fundamentos de esas leyendas y de esos mitos.
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    Todo cuanto está contenido en esas leyendas y doctrinas antiguas sobre la sangre tiene la mayor importancia, desde que en aquellos remotos tiempos existía una sabiduría que permitía al hombre comprender el verdadero y amplio significado de la sangre, que es un “fluido muy especial” y que también es la vida que anima a todos los seres humanos. Lo que debemos considerar es la sangre en sí misma, su importancia respecto al hombre y la parte que desempeña en el progreso de la civilización humana. No examinaremos este tema ni desde el punto de vista fisiológico ni desde el meramente científico, sino que lo consideraremos desde el punto de vista de la concepción espiritual del universo. Para ello es importante comprender el profundo significado de una antigua máxima, que está íntimamente relacionada con la civilización del antiguo Egipto, donde floreció la excelsa sabiduría de Hermes. Es un axioma que forma la frase fundamental de toda ciencia, y que se conoce bajo el nombre de axioma hermético: “Como arriba es abajo”. Para la ciencia espiritual es muy claro que el mundo al que el hombre tiene acceso primario por medio de sus cinco sentidos no representa el mundo entero, y no es más que la expresión de un mundo más profundo oculto tras él, esto es, el mundo espiritual. Ahora bien, este mundo espiritual se denomina, de acuerdo con el axioma hermético, el mundo superior, el mundo de “arriba”, mientras que el mundo de los sentidos que se despliega en torno nuestro, la existencia que conocemos por intermedio de nuestros sentidos y la que estudiamos mediante nuestra inteligencia, es el mundo inferior, el mundo de “abajo”. De esta suerte, el ocultista que contempla el mundo de los sentidos no ve en él nada final, sino más bien una expresión de un mundo anímico y espiritual, de la misma manera que cuando miramos el aspecto externo de un hombre no nos detenemos en la forma del rostro o de sus gestos, sino que pasamos por encima de esos detalles para llegar al elemento espiritual que en él se expresa. Cuando el axioma “como arriba es abajo” se refiere al hombre, se explica así: “Todo impulso que anima a su alma está expresado en su rostro”. La ciencia espiritual ha sostenido siempre que la sabiduría humana tiene algo que ver con la experiencia y, especialmente, con las experiencias penosas. Todo aquel que se debate en los brazos del dolor manifiesta en ese sufrimiento una falta de armonía interna. Y todo aquel que se sobrepone al sufrimiento y al dolor lleva en sí sus frutos y siempre afirmará que, mediante esos sufrimientos, ha adquirido cierta sabiduría. “Las alegrías y los placeres de la vida, todo cuanto la vida pueda ofrecerme en satisfacciones, todas esas cosas las recibiré agradecido; pero, sin embargo, mas me disgustará olvidar mis dolores y sufrimientos pasados que verme privado de esos agradables dones de la vida, porque a mis dolores y sufrimientos es a quienes debo mi sabiduría.” Y de esta manera es como la ciencia oculta ha reconocido que la sabiduría es lo que podría llamarse “sufrimiento cristalizado, dolor que ha sido conquistado y que, por consiguiente, se ha transmutado en su opuesto”.

    Es muy interesante remarcar que las investigaciones modernas han llegado a la misma conclusión. Hay un libro titulado The Mimicry of Thought (la mímica del pensamiento), en que el autor trata de demostrar como la vida interna del hombre; sus maneras de pensar, etc., se imprimen o expresan en su fisonomía. Este estudiante de la humana naturaleza llama la atención sobre el hecho de que siempre hay algo en la expresión del rostro de los pensadores, que es muy sugestivo y que uno podría describir como “dolor absorbido”. Las investigaciones ocultistas demuestran que todas las cosas que nos rodean en este mundo, tales como la base mineral, la cubierta vegetal y el mundo animal, deben ser considerados como la expresión fisonómica, o el “abajo” de un “arriba”, o espíritu que se oculta tras ella. Desde el punto de vista oculto, las cosas que tenemos presentes en el mundo sensorial solo pueden comprenderse correctamente si nuestro conocimiento abarca también el “arriba” o arquetipo espiritual, los seres espirituales originales, de donde proceden todas las cosas manifestadas. Y por esta razón debemos aplicar nuestras mentes al estudio de lo que se oculta tras el fenómeno de la sangre en el mundo sensible. Hay muchas cuestiones  que preocupan a nuestras mentes. Pero todas esas cuestiones quedan iluminadas tan pronto como reconocemos la naturaleza de la esencia espiritual que se oculta en la sangre. Lo que la sangre es en sí es presumible que lo sepamos por las enseñanzas de las ciencias naturales. En lo que concierne al hombre y a los animales superiores, esta sangre es el fluido vital. El hombre interno se pone en contacto con lo externo por medio de la sangre, y en el decurso de ese proceso la sangre humana absorbe oxígeno, que constituye el verdadero aliento de vida. Mediante la absorción de este oxígeno la sangre sufre una renovación. La sangre que va en busca de ese oxígeno es una especie de veneno para el organismo. Pero mediante la absorción del oxígeno, esta sangre rojo azulada se transforma en un fluido rojo, dador de vida, por el proceso de la combustión. Esa sangre que pasa por todo el cuerpo, depositando por doquier sus partículas primitivas, tiene a su cargo la tarea de asimilar directamente los materiales del mundo externo y de aplicarlos, mediante el método más rápido posible, a la nutrición del cuerpo. Es necesario, para el hombre y los animales superiores, absorber primeramente esos materiales alimenticios en su sangre. Entonces, una vez formada ésta, tiene que tomar el oxígeno del aire y construir y sustentar el cuerpo por su intermedio. Alguien dotado de conocimiento anímico observó, no sin razón: “La sangre con su circulación es semejante a un segundo ser y en relación con el hombre corporal, óseo, muscular y nervioso, actúa como una especie de mundo exterior”.
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    Porque es un hecho que todo ser humano está obteniendo continuamente su sustento de la sangre y, al mismo tiempo, descarga en ella lo que ya no le sirve más. La sangre humana es, por consiguiente, un verdadero doble a quien se lleva constantemente como un inseparable compañero, y del que el hombre obtiene nueva fuerza dándole en cambio todo lo que ya no le sirve. Se podría llamar a la sangre, con toda propiedad, el “líquido vital del hombre”, porque este fluido especial, constantemente cambiante, es seguramente tan importante para el hombre como la celulosa para los organismos vegetales. Ernst Hæckel, naturalista y filósofo alemán que popularizó el trabajo de Charles Darwin en Alemania, penetró profundamente en las cosas de la Naturaleza. En varios de sus libros ha llamado la atención sobre el hecho de que la sangre es, en realidad, el último factor que se origina en el organismo. Si observamos el desenvolvimiento del embrión humano, encontraremos que los rudimentos de los huesos y músculos se desarrollan antes de que aparezca la primera tendencia hacia la formación de la sangre. La producción de la sangre, con toda su sutilísima organización de complicados vasos sanguíneos, aparece muy tarde en el desenvolvimiento del embrión. Y de este conocimiento natural se ha deducido correctamente que la producción de la sangre es lo último que se efectúa en la evolución del universo. Y que otros poderes que están en el universo tienen que llegar hasta la cumbre de la sangre, por así decirlo, para que se pueda realiza en ese punto evolutivo lo que deberá hacerse internamente en el ser humano. Hasta que el embrión no haya repetido por sí mismo todos los estadios primitivos del crecimiento humano, alcanzando así la conducción en la que estaba el mundo antes de la formación de la sangre, no puede realizar ese acto que corona la evolución: la transmutación y perfeccionamiento de todo lo hecho, convirtiéndolo en ese “fluido muy especial” que se llama sangre. Si queremos conocer las misteriosas leyes del universo espiritual, que se oculta en la sangre, es necesario que nos familiaricemos con algunos de los más conceptos de la Teosofía. Estos conceptos de la Teosofía son el “arriba”  que se expresa en las importantes leyes que gobiernan la sangre, así como el resto de la vida. Más allá y por encima de toda alusión a seres superiores, tales seres existen realmente, aunque no se encuentren en el mundo de los sentidos. El concepto teosófico del universo dice que el hombre, en lo que a nuestros sentidos se revela en el mundo externo y en lo que a su forma concierne, no es sino una parte del ser humano completo, y que, en realidad, hay muchas otras partes tras del cuerpo físico. El hombre posee este cuerpo físico en común con los llamados minerales inanimados que nos rodean. Además de éste, sin embargo, el hombre posee el cuerpo etéreo o vital. Este cuerpo etéreo o vital, lejos de ser una ficción de la imaginación, es tan distintamente visible para los sentidos espiritual es del ocultista como los colores para el ojo físico.

    El clarividente puede ver perfectamente ese cuerpo etéreo. Es el principio que provoca la vida en la materia inorgánica, el que arrancándola a la condición inanimada, la sumerge en el océano viviente. El hombre se encuentra en un estado de su evolución, y por esta razón dice la Teosofía: “Si os quedáis como estáis no veréis el cuerpo etéreo, y, por consiguiente, podréis hablar, en verdad, de los límites del conocimiento; pero si os desarrolláis y adquirís las necesarias facultades para el conocimiento de las cosas espirituales, no hablaréis más de las limitaciones del conocimiento, porque éstas solo existen mientras el hombre no desarrolla sus sentidos internos”. La segunda parte del hombre es el cuerpo etéreo, que posee en común con el reino vegetal. La tercera parte es lo que se llama cuerpo astral, nombre significativo. Al cuerpo astral le está asignada la tarea, en el hombre y en el animal, de elevar la substancia vital hasta el plano de la sensación, de manera que, en la substancia vital, puedan moverse no solamente los fluidos, sino que también pueda expresarse en ella lo que se conocen como placer y dolor, alegría y tristeza. Y aquí tenemos la diferencia esencial entre la planta y el animal, pero existen algunos estados de transición entre ambos. Las experiencias internas tienen su asiento en el cuerpo astral. Vemos, pues, que lo que ha llegado al estado animal se compone de un cuerpo físico, de un cuerpo etéreo o vital y de un cuerpo astral. No obstante, el hombre está sobre el animal, pues posee algo distinto; y los pensadores de todo tiempo saben en qué consiste esa superioridad. El ser humanos es un ego, un ser capaz de decirse íntimamente a sí mismo “yo”. Todas las llamadas ciencias externas del alma descuidan el punto más importante que se encierra aquí. En todos los idiomas humanos existe una pequeña palabra que difiere totalmente de todas las demás. Hay una palabra, un nombre, que no se puede aplicar a nada, salvo a sí mismo, y esta es la palabra “yo”. Este “yo” tiene que surgir de lo más íntimo del alma misma. Es el nombre que solo el alma puede aplicarse a sí misma. Cualquier otra persona es un “tú” para mí, y yo soy un “tú” para ella. Todas las religiones han reconocido este “yo” como expresión de ese principio anímico, por cuyo intermedio puede hablar el ser íntimo, la naturaleza divina. Aquí, pues, comienza aquello que nunca puede ser penetrado por los sentidos externos, lo que nunca puede ser nombrado desde el exterior de su real significado, pues debe surgir de lo más íntimo del ser. Aquí empieza el monólogo, el soliloquio del alma, por cuyo intermedio el yo divino hace conocer su presencia cuando el sendero está limpio y pronto para la venida del espíritu al alma humana.
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    En las religiones de las primitivas civilizaciones, como entre los antiguos hebreos, este nombre se conocía como el indecible nombre de Dios, y cualquier otra interpretación que la filología moderna pueda elegir será inexacta, porque se encontrará que el nombre judío de Dios no tiene otro significado que el expresado, en nuestra palabra “yo”. Un estremecimiento pasaba por los que se encontraban congregados en el templo cuando los iniciados pronunciaban el “Nombre de Dios Desconocido”, cuando confusamente percibían lo que se entiende por esas palabras que reverberaban en todo el templo: “Yo soy lo que soy”. En estas palabras está expresado el cuarto principio de la naturaleza humana, cuyo principio solo lo posee el hombre, con respecto a los seres que están sobre la tierra. Y este yo, a su vez, encierra y desarrolla dentro de sí mismo los gérmenes de estados superiores de humanidad. Solo nos es dable echar un vistazo sobre lo que, en el futuro, se desenvolverá por medio de este cuarto principio. Debemos indicar que el hombre se compone de un cuerpo físico, de un cuerpo etéreo, de un cuerpo astral y de un ego, o ser interno real. Y que, dentro de ese ser interno, están los rudimentos de tres estadios superiores de desenvolvimiento, lo que se originarán en la sangre. Esos tres estados son Manas, Buddhi y Atma. Manas, el ser espiritual, en contraposición del ser corporal. Buddhi, el Espíritu de Vida. Atma, el espíritu real y verdadero del hombre, lejano ideal de la humanidad actual. El germen rudimentario, que está latente en él, alcanzará, en futuras edades, la perfección. Siete colores hay en el arco iris, siete tonos en la escala, siete series de pesos atómicos, siete grados en la escala del ser humano, y éstos, a su vez, se dividen en cuatro grados inferiores y tres superiores. Esta tríada superior, espiritual, obtiene una expresión fisonómica en el cuaternario inferior, y es la forma en que se nos presenta en el mundo sensorial. Tenemos, en primer lugar, lo que se ha cristalizado en la forma del cuerpo físico humano, cuerpo que el hombre posee en común con todo lo que se llama naturaleza inanimada. Cuando hablamos teosóficamente del cuerpo físico, no queremos indicar lo que el ojo ve, sino más bien esa combinación de fuerzas que ha construido el cuerpo físico, esa fuerza viviente que existe tras la forma visible. Observemos ahora un vegetal. Este ser posee un cuerpo etéreo que eleva la substancia física hasta la vida, esto es, que convierte la substancia en savia viviente. ¿Qué es lo que transforma las llamadas fuerzas inanimadas en savia viviente? Se le llama cuerpo etéreo. Y este cuerpo hace precisamente el mismo trabajo en los animales que en el hombre. Hace que aquello que solo tiene existencia material obtenga una configuración viviente, una forma que viva. Este cuerpo etéreo, a su vez, está compenetrado por un cuerpo astral. Y ¿qué es lo que hace el cuerpo astral? Hace que la substancia que ya ha sido puesta en movimiento experimente internamente la circulación de los fluidos que fluyen del exterior, de tal manera que el movimiento externo se refleje en experiencias internas.

    Todas las substancias de que está compuesto el hombre, tales como oxígeno, nitrógeno, hidrógeno, sulfuros, fósforo, etcétera, se encuentran también en la naturaleza inanimada. Si eso que el cuerpo etéreo ha transformado en substancia viviente debe tener experiencias internas y debe crear reflexiones internas de lo que tiene lugar externamente, entones el cuerpo etéreo debe estar compenetrado por lo que se conoce como cuerpo astral, porque es el cuerpo astral el que genera la sensación. Pero en este estadio el cuerpo astral solo produce la sensación de una forma particular. El cuerpo etéreo transmuta las substancias inorgánicas en fluidos vitales, y el cuerpo astral, a su vez, transforma las substancias vitales en substancias sensibles. Pero, ¿qué es lo que puede sentir un ser dotado de solo esos tres cuerpos? Se sentirá únicamente a sí mismo, su propio proceso vital, y llevará una vida que está confinada en sí mismo. Ahora bien; éste es un hecho interesantísimo y de inmensa importancia que no se debe olvidar. Si consideramos a uno de los animales inferiores, ¿qué es lo que ha realizado? Ha transformado la substancia inanimada en substancia viviente y la substancia sensible solo puede encontrarse, en cualquier caso, donde existan por lo menos los rudimentos de lo que, en un estado posterior, se presenta como sistema nervioso desarrollado. De esta suerte tenemos, pues, substancia inanimada, substancia viviente y substancia compenetrada por nervios capaces de sensación. Si contemplamos un cristal, tenemos que reconocer que es la expresión externa de ciertas leyes naturales que rigen el reino inorgánico del mundo externo. Ningún cristal puede formarse sin el auxilio del ambiente natural alrededor. Ningún eslabón puede separarse de la cadena del Cosmos y colocarse aparte por sí mismo. Apenas se puede separar al hombre de su ambiente alrededor, pues si se le lleva a una altura de pocas millas sobre la tierra, muere indefectiblemente. Así como el hombre solo es concebible aquí, en el lugar en donde está, donde las fuerzas necesarias se combinan en él, así sucede también con el cristal y, por consiguiente, cualquiera que contemple un cristal correctamente, verá en él una imagen de la Naturaleza entera y de todo el Cosmos también. Lo que dijo el naturalista francés Georges Cuvier viene al caso: “Un anatómico competente podrá decir a qué animal perteneció un hueso, teniendo cada animal una clase particular de formaciones óseas”. De esta manera, todo el Cosmos vive en la forma de un cristal. E igualmente, todo el Cosmos se expresa en la substancia viviente de un ser individual. Los fluidos que circulan a través de un ser son, al mismo tiempo, un pequeño mundo y la contraparte del gran mundo. Y cuando la substancia se ha hecho capaz de la sensación, esas sensaciones son el reflejo de las leyes cósmicas, de manera que cada ser viviente percibe, dentro de sí mismo, todo el macrocosmos.
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    Ahora bien, en el hombre solamente existe una estructura más complicada de los mismos, tres cuerpos que se encuentran en la más sencilla de las criaturas vivientes y sensibles. Consideremos un hombre, sin tener en cuenta su sangre, como si estuviera formado por la sustancia del mundo físico que contuviera, como los vegetales, ciertos jugos que transformaran a aquella en sustancia viviente, en la que gradualmente se organizará un sistema nervioso. El primer sistema nervioso es el llamado sistema simpático. Y, en el caso del hombre, se extiende a lo largo de toda la columna vertebral, a la que está ligado por pequeños filamentos laterales. Tiene también, a cada lado, series de nodos, de los que salen ramificaciones a todas partes, como a los pulmones, órganos digestivos, etc. Este sistema nervioso simpático produce, en primer término, la vida de sensación. Pero la conciencia del hombre no se extiende tan profundamente como para permitirle seguir los procesos cósmicos que se reflejan en esos nervios. Estos son un medio de expresión. Y así como la vida humana está formada por el mundo cósmico que la rodea, así también este mundo cósmico se refleja nuevamente en el sistema nervioso simpático. Esos nervios viven una vida interna muy oscura, y si el hombre pudiera penetrar en su sistema simpático, manteniendo su sistema nervioso superior dormido, vería, como en un estado de vida luminosa, la obra silenciosa de las poderosas leyes cósmicas. En los tiempos pasados el hombre poseía una facultad clarividente que ahora ha quedado eclipsada, pero que se puede experimentar cuando, mediante procedimientos especiales, se suspende la actividad del sistema nervioso superior, liberando así la conciencia inferior o subliminal. En tales ocasiones el hombre vive en ese sistema nervioso que, en su forma particular, son un reflejo del mundo externo. Ciertos animales inferiores retienen todavía este estado de conciencia, y aunque obscuro e indistinto, es esencialmente mucho más amplio que la conciencia del hombre actual. Un mundo inmenso se refleja en la obscura vida interna, y no solo una pequeña sección como la que percibe el hombre contemporáneo. Pero en el caso del hombre ha tenido lugar algo más. Cuando la evolución ha avanzado tanto que se ha desarrollado el sistema nervioso simpático, de tal manera que todo el Cosmos se refleja en él, el ser que evoluciona se abre nuevamente hacia afuera al llegar a ese punto. Al sistema simpático se añade entonces la médula espinal. El sistema cerebroespinal hace evolucionar entonces los órganos que nos ponen en relación con el mundo externo. El hombre, una vez llegado aquí, ya no actúa meramente como espejo para que en él se reflejan las leyes primordiales de la evolución cósmica, sino que establece una relación entre la reflexión misma y el mundo externo.

    La unión del sistema simpático con el sistema cerebro-espinal expresa el cambio que ha tenido lugar primeramente en el cuerpo astral. Este último ya no vive meramente la vida cósmica en un estado de conciencia obscuro, sino que le añade su propia y especial existencia interna. El sistema simpático capacita a los seres para sentir lo que pasa fuera de ellos. El sistema cerebro-espinal permite percibir lo que ocurre dentro, y la forma más elevada del sistema nervioso, como la que posee nuestra humanidad actualmente, toma del mas elevadamente desarrollado cuerpo astral materiales para la creación de imágenes o representaciones del mundo externo. El hombre ha perdido el poder de percibir las primitivas obscuras imágenes del mundo externo. Pero, por otra parte, está ahora consciente de su vida interna, de un nuevo mundo de imágenes, en las que, es cierto, solamente se refleja una pequeña porción del mundo exterior, pero de una manera más clara y más perfecta que antes. Y juntamente con esta transformación tiene lugar otro cambio en superiores estadios de desarrollo. La transformación empieza así extendiéndose del cuerpo astral al cuerpo etéreo. Así como el cuerpo etéreo, en el proceso de su transformación, desarrolla al cuerpo astral, en la misma forma en que el sistema simpático se añade al sistema cerebro-espinal, así también aquel -después de recibir la circulación inferior de los fluidos, crece y se libera del cuerpo etéreo, transmutando esos fluidos inferiores y convirtiéndolos en lo que conocemos por sangre. La sangre es, por consiguiente, la expresión del cuerpo etéreo individualizado, así como el sistema cerebro-espinal es la expresión del cuerpo astral individualizado. Y esta individualización es lo que produce el ego o “yo”. Considerando al hombre en su evolución, encontramos una cadena que se compone de cinco eslabones que afectan al cuerpo físico, al cuerpo etéreo y al cuerpo astral, siendo dichos eslabones las fuerzas neutras, inorgánicas, y físicas; los fluidos vitales, que también se encuentran en los vegetales; el sistema nervioso inferior o simpático; el cuerpo astral superior que se ha desarrollado del inferior y que encuentra su expresión en el sistema cerebro-espinal; el principio individualizador del cuerpo etéreo. Así como estos dos últimos principios han sido individualizados, así también el primer principio a través del cual entra la materia inanimada en el cuerpo humano, sirviendo para sustentarlo, también se individualiza. Pero en nuestra humanidad actual encontramos solamente los primeros rudimentos de esta transformación. Ya hemos visto como la sustancias externas e informes entran en el cuerpo humano y como el cuerpo etéreo convierte esos materiales en formas vivientes. Hemos visto también que el cuerpo astral modela las imágenes del mundo externo y que estas reflexiones del exterior se resuelven en experiencias internas, y que esta vida interna se reproduce entonces en imágenes del mundo exterior.
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    Ahora bien; cuando esta metamorfosis se extiende al cuerpo etéreo se forma la sangre. Los vasos sanguíneos, así como el corazón, son la expresión del cuerpo etéreo transformado. Y, en la misma forma, la médula espinal y el cerebro expresan al cuerpo astral transformado. Y de la misma manera como por medio del cerebro se experimenta internamente el mundo externo, así también, por medio de la sangre, este mundo interno se transforma en expresión externa del cuerpo del hombre. Es necesario hablar por medio de símiles con objeto de describir este complicado proceso que estamos considerando ahora. La sangre absorbe las imágenes del mundo externo que el cerebro ha formado internamente, las transforma en fuerzas vivientes constructoras y con ellas sustenta el cuerpo humano actual. La sangre es, por consiguiente, el material que construye el cuerpo del hombre. Ante nosotros tenemos el proceso mediante el cual la sangre extrae de su alrededor cósmico las más elevadas sustancias que es posible obtener, o sea el oxígeno, que renueva la sangre y la provee de nueva vida. Y de esta manera la sangre se ve obligada a abrirse al mundo externo. Hemos, pues, seguido el sendero del mundo exterior al interior y viceversa del mundo interno al externo. Dos cosas son posibles ahora. Vemos que la sangre se origina cuando el hombre encara el mundo externo como ser independiente, y cuando, aparte de las percepciones a las que el mundo externo ha dado lugar, él, a su vez, produce diferentes formas e imágenes por su propia cuenta, haciéndose así creador, creando la posibilidad de que el ego, la voluntad individual, venga a ser su vida. Un ser en quien este proceso no haya tenido lugar todavía no podrá decir yo. En la sangre reside el principio para el desarrollo del ego. El yo solo puede expresarse cuando el ser es capaz de formar, dentro de sí mismo, imágenes que ha obtenido del mundo externo. Un yo tiene que ser capaz de tomar al mundo externo en sí mismo y reproducirlo internamente. Si el hombre solo estuviera dotado de un cerebro y no pudiera reproducir las imágenes del mundo externo internamente y experimentarlas en sí, solo podría decir: “El mundo externo está en mí reflejado como en un espejo”. Sin embargo, si puede construir una nueva forma para esta reflexión del mundo exterior, es un yo. Una criatura que solo posea un sistema nervioso simpático, solo refleja el mundo que la rodea, no percibe ese mundo exterior como ella misma, como su vida interna. El ser que posee un sistema cerebro-espinal percibe la reflexión como su propia vida interna. Pero cuando el ser posee sangre, experimenta su vida interna como su propia forma. Mediante la sangre, ayudada por el oxigeno del mundo exterior, el cuerpo individual se forma de acuerdo con las imágenes de la vida interna. Esta formación se expresa como percepción del yo. El ego se dirige en dos direcciones, y la sangre expresa esta facultad exteriormente.. La visión del ego está dirigida hacia adentro, su voluntad se dirige hacia afuera.

    Las fuerzas de la sangre se dirigen hacia adentro, forman al hombre interno y de nuevo vuelven hacia afuera, hacia el oxigeno del mundo exterior. Debido a esto el hombre se hunde en la inconsciencia cuando duerme; se sumerge en aquello que su conciencia puede experimental en la sangre. Cuando, no obstante, abre nuevamente los ojos al mundo externo, su sangre añade a sus fuerzas constructoras las imágenes producidas por el cerebro y los sentidos. De esta manera, la sangre permanece entre el mundo interno de imágenes y el mundo externo de formas vivientes. Este fenómeno queda aclarado cuando estudiamos dos fenómenos: la ascendencia, o relación entre seres conscientes, y la experiencia en el mundo de acontecimientos externos.  La ascendencia, o descendencia, nos coloca donde estamos, de acuerdo con la ley de las relaciones sanguíneas. Una persona nace de una raza, de una tribu, de una línea de antecesores, y lo que estos antecesores le han transmitido está expresado en su sangre. En la sangre está almacenado, por así decirlo, todo lo que el pasado material ha edificado en el hombre; y en la sangre se están formando también todas las cosas que se preparan para el futuro. Por lo tanto, cuando el hombre suprime temporalmente su consciencia superior, cuando está sumido en hipnosis, o en un estado de sonambulismo, o cuando es clarividente, desciende a una conciencia inmensamente profunda, en la que se tiene el conocimiento de las grandes leyes cósmicas. Pero, no obstante, las percibe más claramente que en los mas vívidos ensueños del sueño ordinario. En tales ocasiones, la actividad cerebral es nula, y durante los estados del más profundo sonambulismo esta actividad queda también anulada en la medula espinal. El hombre experimenta las actividades de su sistema nervioso simpático; es decir, que en forma obscura y un tanto vaga siente la vida del Cosmos entero. En tales oportunidades la sangre ya no expresa las imágenes de la vida interna que se producen por medio del cerebro, sino que presenta las que el mundo externo ha formado en ella. Sin embargo, es necesario recordar que las fuerzas de sus antecesores han ayudado al hombre a ser lo que es. Así como se hereda la forma de la nariz de los antecesores, también, se hereda la forma de todo el cuerpo. En esos casos, en los que se suprime la conciencia de los sentidos, se entren las imágenes del mundo externo; es decir, que sus ascendientes están activos en su sangre; y, en esas ocasiones, se participa, confusa y vagamente, en sus vidas remotas. Todo cuando hay en el mundo está en estado de evolución, incluso a conciencia humana. El hombre no siempre ha tenido la conciencia que ahora posee. Cuando retrocedemos hasta los tiempos de nuestros primitivos antecesores, nos encontramos con una conciencia de tipo muy diferente. Actualmente el hombre, en su vida de vigilia, percibe las cosas externas por medio de sus sentidos y se forma idea sobre ellas. Estas ideas sobre el mundo externo obran en su sangre. Todo cuando lo ha impresionado, como resultado de la experiencia sensorial, es, por consiguiente, activo y vive en su sangre. Su memoria está llena de esas experiencias de sus sentidos. Sin embargo, por otra parte, el hombre actual no tiene ya la conciencia de lo que posee en su vida interna corporal como herencia de sus antecesores.
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    No sabe nada respecto a las formas de sus órganos internos, pero en los tiempos primitivos sucedía en otra forma. Entonces vivía en su sangre, no solamente lo que los sentidos habían recibido del mundo externo, sino también lo que está contenido en la forma corporal. Y como esa forma corporal había sido heredada de sus antecesores, el hombre sentía la vida de éstos dentro de sí mismo. Si meditamos sobre una forma superior de esta conciencia, notaremos como se expresó esto también en una forma correspondiente de memoria. La persona que experimenta solamente lo que percibe mediante sus sentidos, recuerda solo los sucesos relacionados con esas experiencias sensoriales externas. Solo puede recordar las cosas que haya experimentado así desde su infancia. Pero con el hombre prehistórico el caso era diferente. Este sentía lo que estaba dentro de él, y como esta experiencia interna era el resultado de la herencia, pasaba a través de las experiencias de sus antecesores, por medio de esa facultad intima. Y recordaba no solamente su propia infancia, sino también las experiencias de sus antecesores. Estas vidas de sus antecesores estaban, en realidad, siempre presentes en las imágenes que recibía su sangre, porque, por increíble que parezca para los materialistas, hubo en un tiempo una forma de conciencia mediante la cual el hombre consideraba no solo sus propias percepciones sensoriales como experiencias propias, sino también las experiencias de sus antecesores. Y en aquellos tiempos, cuan ellos decían: “He experimentado tal y tal cosa”, aludían no solamente a lo que les había ocurrido a ellos en persona, sino también a las experiencias de sus antecesores, pues las recordaban perfectamente. Esta consciencia primitiva era, en verdad, muy confusa y oscura, muy vaga si se la compara con la conciencia de vigilia del hombre actual. Participaba más de la naturaleza de un sueño vivido, pero, por otra parte, abarcaba un estadio mucho mayor que el de la conciencia actual. El hijo se sentía conectado al padre y al abuelo, sintiéndose como un solo yo, puesto que él sentía las experiencias de aquellos como si fueran las propias. Y como el hombre poseía esta conciencia y vivía no solamente en su propio mundo personal, sino también en la conciencia de las generaciones que lo precedieron y que estaba en él mismo, al nombrarse a sí mismo incluía en ese nombre a todos los que pertenecían a su línea ancestral. Padre, hijo, nieto, etc., se designaban por un solo nombre, común a todos ellos, que pasaba por todos ellos también en una palabra. Una persona se sentía simplemente miembro de una línea de descendientes sin solución de continuidad. Y esta sensación era vivida y real. La transformación de esa forma de conciencia se produjo mediante una causa muy conocida en la historia del ocultismo.

    Si retrocedemos hacia el pasado, encontraremos que hay un momento particular que permanece fuera de la historia de cada pueblo. Es el momento en el que un pueblo entra en una nueva fase de civilización, el momento en que deja de tener sus antiguas tradiciones, cuando cesa de poseer su antigua sabiduría, cuya sabiduría le fuera transmitida a través de las sucesivas generaciones, por medio de la sangre. El pueblo posee, sin embargo, conciencia de ella, y ésta se expresa en sus leyendas. En los tiempos primitivos las tribus se mantenían alejadas unas de otras, y los miembros individuales de la familia se casaban entre sí, por lo que se producía un alto grado de endogamia. Se ha demostrado que esto ha sido así en todas las razas y con todos los pueblos. Y el momento en el que se rompió ese principio fue de la mayor importancia para la humanidad, cuando comenzó a introducirse sangre extraña y cuando las relaciones matrimoniales entre miembros de la misma familia fueron substituidas por casamientos con extranjeros, dando así lugar a la exogamia. La endogamia preserva a la sangre de la generación, permite que sea la misma sangre la que fluya en todos los miembros de la misma familia, durante generaciones enteras. La exogamia inocula nueva sangre en el hombre y este rompimiento del principio de la tribu, esta mezcla de sangre que, más o menos pronto, tiene lugar en todos los pueblos, significa el nacimiento del intelecto. El punto importante es que, en los antiguos tiempos, había una vaga clarividencia de donde han brotado los mitos y las leyendas. Esta clarividencia podría existir entre las personas de la misma sangre, así como nuestra conciencia actual es el producto de la mezcla de sangres. El nacimiento del intelecto, de la razón, fue simultáneo con el advenimiento de la exogamia, por sorprendente que ello pueda parecer. Pero esta mezcla de sangre que se produce mediante la exogamia es también la causa de la muerte de la clarividencia que se poseía en los primitivos días, para que la humanidad pudiera evolucionar y llegar a un grado superior de desenvolvimiento. Y así como la persona que ha pasado por los estadios del desarrollo oculto recupera esta clarividencia y la transmuta en una nueva forma, así también nuestra clara conciencia de vigilia actual ha surgido de aquella confusa y vaga clarividencia que teníamos en la antigüedad. Actualmente, todo cuando rodea al hombre está impreso en su sangre; y de ahí que el ambiente alrededor modele al hombre interno de acuerdo con el mundo externo. En el caso del hombre primitivo era aquel que estaba contenido dentro del cuerpo el que se expresaba más plenamente en la sangre. En esos primitivos tiempos se heredaba el recuerdo de las experiencias ancestrales y, junto con ellas, las buenas y las malas tendencias. En la sangre de los descendientes se encontraban las huellas de las tendencias de los antecesores.

    Ahora bien; cuando la sangre comenzó a mezclarse por medio de la exogamia, esa estrecha relación con los antecesores se fue cortando, y el hombre comenzó a vivir una vida propia, personal. Comenzó a regular sus tendencias morales de acuerdo con lo que experimentaba en su propia vida personal. De manera, pues, que en la sangre sin mezcla se expresa el poder de la vida ancestral, y en la sangre mezclada el poder de la experiencia personal. Los mitos y las leyendas nos hablan de estas cosas y dicen: “Lo que tiene poder sobre tu sangre tiene poder sobre ti”. Este poder tradicional cesó cuando no pudo obrar más sobre la sangre, porque la última capacidad para responder a dicho poder se extinguió con la admisión de sangre extranjera. Cualquiera que sea el que desee obtener dominio sobre el hombre debe obrar sobre él de tal manera que su acción se exprese en su sangre. Por consiguiente, si un poder maligno quisiera influenciar a un hombre tendría que empezar por influenciar su sangre. Este es el profundísimo significado espiritual de la vida del Fausto. Esta es la razón porque el representante del principio maligno dice: “Firma el pacto con tu sangre. Si obtengo tu nombre escrito con tu sangre, entonces te tengo a ti, por medio de aquello que domina a todo hombre; entonces te tendré ligado a mí por completo”. Porque cualquiera que domine la sangre domina al hombre mismo o al ego del hombre. Cuando dos pueblos distintos se ponen en contacto, como sucede en los casos de colonización, entonces los que están familiarizados con las condiciones de la evolución pueden predecir si una forma extraña de civilización podrá ser asimilada por los otros. Tomemos, por ejemplo, un pueblo que sea el producto de su ambiente, en cuya sangre se haya asimilado este ambiente, y se trata de imprimir a ese pueblo una nueva forma de civilización. Esto sería prácticamente imposible. Por esta razón ciertos pueblos aborígenes comienzan a decaer tan pronto como los colonizadores llegan a sus tierras. La ciencia moderna ha descubierto que si la sangre de un pequeño animal se mezcla con la de otro de especie diferente, la sangre del uno es fatal para el otro. Si se mezcla la sangre de un ser humano con la de los monos inferiores, el resultado es destructor para la especie, porque el primero está muy lejos de los segundos.  Y así como esta mezcla de sangres de diferentes especies animales produce la muerte cuando los tipos son muy distintos, así también la antigua clarividencia del hombre no desarrollado murió cuando su sangre se mezcló con la de otros que no pertenecían a la misma tribu.
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    Toda la vida intelectual de hoy en día es el producto de la mezcla de sangres. Y no está lejano el tiempo en que el hombre comenzará a estudiar la influencia que la sangre tuvo sobre la vida humana, y entonces se podrá retroceder paulatinamente por la historia de la humanidad, cuando las investigaciones partan desde este punto de vista. Hemos visto que la sangre mezclada con la sangre en el caso de especies animales muy diferentes, mata; y que la sangre mezclada de especies animales análogas no mata. El organismo físico del hombre sobrevive cuando la sangre extraña se pone en contacto con otra sangre, pero el poder clarividente perece bajo la influencia de esta mezcla o exogamia. El hombre está constituido en tal forma que cuando la sangre se mezcla con otra que no esté muy lejana en la escala evolutiva, nace el intelecto.  Por este medio, la clarividencia original, que perteneció al hombre-animal inferior, se destruyó, y una nueva conciencia ocupó su lugar. De esta suerte encontramos que, en un estadio superior del desenvolvimiento humano, hay algo similar a lo  que ocurre en un estado inferior del reino animal. En este último, la sangre extraña mata a la sangre extraña. En el reino humano la sangre extraña mata lo que está íntimamente ligado a la sangre de la tribu, la clarividencia vaga y confusa. Nuestra conciencia de vigilia, corriente, es, por consiguiente, el resultado de un proceso destructivo. En el decurso de la evolución, la vida mental producida por la endogamia ha quedado destruida, pero la exogamia ha dado nacimiento al intelecto, a la amplia y clara conciencia de vigilia actual. Aquello que puede vivir en la sangre del hombre es lo que vive en su ego. Así como el cuerpo etéreo es la expresión de los fluidos vitales y sus sistemas, y el cuerpo astral del sistema nervioso, así también la sangre es la expresión del yo o ego. El principio físico, el cuerpo etéreo y el astral son el “arriba”, mientras que el cuerpo físico, el sistema vital y el sistema nervioso son el “abajo”. Por ejemplo, la individualidad de un pueblo puede ser destruida si, al colonizarlo, se exige de su sangre más de lo que puede dar de sí, porque en la sangre es donde se expresa el ego. El hombre posee belleza y verdad solamente cuando su sangre las posee. Mefistófeles obtiene posesión de la sangre de Fausto porque desea dominar a su ego. De ahí que podamos decir que la sentencia que ha formado el tema de la obra de Goethe ha sido sacada de las mayores profundidades del conocimiento: “La sangre es un fluido muy especial”. Y tal vez sea esto lo que buscaban los antiguos “dioses” y los actuales supuestos extraterrestres.

    Volviendo a Yahvé, vemos que no sólo utilizó vehículos muy parecidos a los que hoy usan los «extraterrestres» sino que tenía unos gustos específicos que, en el fondo, eran similares a los de los otros «dioses» contemporáneos de él, y a los de algunos tripulantes de los ovnis de hoy. Parece indudable que los tripulantes de algunos ovnis son los causantes de la muerte de gran cantidad de animales a los cuales les extraen la sangre. Yahvé  cubrió  todas   estas acciones violentas  con  un  manto  de  sacralidad.  Pero  hoy,  a  la luz de otros hechos, vamos descubriendo el trasfondo de algunas de estas acciones. Hay unos curiosos versículos  del Génesis en los que Yahvé nos declara sus gustos: «Fue   Abel   pastor   y   Caín   labrador;   y   al   cabo   del   tiempo   hizo   Caín   ofrenda   a Yahvé de los frutos de la tierra y se la hizo también Abel de los primogénitos de su ganado, de lo mejor de ellos. Y agradóse Yahvé de Abel y su ofrenda, pero no de Caín y la suya». Esta clara discriminación es muy sintomática. Sin embargo, cabe la posibilidad de   que   este   Yahvé   del   Génesis   no   fuese   el   mismo   ser   que   trató   más   tarde con Abraham, Moisés y el pueblo hebreo desde la nube. Este Yahvé que prefería la carne y la sangre de los sacrificios de Abel, puede haber sido uno de los Elohim competidores  de  Yahvé,  que   parece  tenían  los   mismos   gustos  que  él,   y   en  este caso el Yahvé de Moisés y de la nube sería otro elohim, jefe   de   un   grupo   de   seres   del   espacio   que   en   tiempos   posteriores «adoptó» al pueblo de Israel. Antes hemos hablado brevemente de   la   historia   de   Israel   desde su fundador, Abraham, hasta la muerte de Moisés a las puertas ya de la Tierra Prometida.   ¿Cuánto   tiempo   pasó   entre   estos   dos   personajes bíblicos? No lo sabemos con absoluta fijeza, ya que no se conoce la fecha precisa en que Abraham dejó la tierra de Ur de los caldeos y se dirigió a Canaan, según el mandato de Yahvé. Y, por otra parte, tampoco se sabe con demasiada certeza qué año fue el de la salida   de   Moisés   con   todo   su   pueblo   desde   Egipto   hacia   la   Tierra   Prometida. Pero   aproximadamente se   puede   afirmar   que   entre   uno   y   otro   personaje transcurrieron alrededor de 650 años. Veamos lo que fue la historia de Israel desde la llegada y el establecimiento definitivo de los judíos en Palestina, alrededor de 1300 años antes de Cristo, hasta la aparición de Jesucristo y la destrucción de Jerusalén por el emperador romano Tito, acaecida unos 35 años después de la crucifixión del fundador del cristianismo.

    La historia de Israel, desde la llegada a la Tierra Prometida hasta la aparición de Cristo, podría dividirse en seis grandes períodos.  Los personajes centrales del primer período son Josué, el   discípulo   de   Moisés,   y   Samuel,   que   fue   el   último   de   los   jueces.   En   este  período,   que   fue   de   incesantes   batallas   para   lograr   la   conquista   final   de Canaán,   se   hizo   una   división   del   territorio   entre   las   12   tribus.   En   vista   de   los constantes ataques de los cananeos y de los filisteos, el pueblo hebreo empezó a ver la conveniencia de tener una mayor unidad y por ello empezaron a oírse las primeras voces pidiendo un Rey. El segundo período, que duró 120 años, está claramente caracterizado por el reinado de tres grandes reyes que hicieron de Israel una nación unificada y fuerte. El primer Rey fue Saúl, ungido por el último de los profetas-jueces que fue Samuel. Tras de Saúl vino otro personaje fundamental en la historia del pueblo hebreo: el Rey David. Y tras David, reinó su hijo Salomón, famoso por su sabiduría. Cada uno de estos Reyes, reinó 40 años, y en general podría decirse que estos 120 años fueron la época de oro de la historia de Israel. Ellos fue ron los que en realidad convirtieron a Jerusalén en la capital, sobre todo Salomón, que construyó el primer gran templo, tal como lo había mandado Yahvé, edificando además un suntuoso palacio para sí mismo y otros grandes edificios que convirtieron a Jerusalén en una de las grandes ciudades de la antigüedad. El tercer período lo constituye la división o la escisión del reino de Israel. A la muerte del Rey Salomón, ocurrida en el 932 a.C. comienzan a suceder cosas no beneficiosas para la nación israelita. La hostilidad de los pueblos que habían sido desalojados de sus territorios no había decrecido y, por otra parte, habían aumentado las rencillas entre las diferentes tribus. ¿Les suena a lo que ocurre actualmente? Como resultado de esto, se establecieron dos reinos separados: al norte el reino de Israel regido por el Rey Jeroboam y que comprendía 10 de las 12 tribus; al sur el reino de Judá, regido por Rehoboam, que a pesar de que sólo comprendía 2 tribus y era más pequeño en extensión, sin embargo, era el que habría de conservar el verdadero espíritu de Moisés y la estirpe o la descendencia directa del Rey David. El reino de Israel, tras muchas dificultades, duró 200 años   hasta   la   caída   de Samaría, su capital, en poder de los asirios en el año 722 a.C. El reino de Judá, por haber estado regido por reyes mejores y más fieles a los  deseos   de   Yahvé, logró   resistir   mejor   los   ataques   de   sus   enemigos. Pero finalmente,   alrededor   del   año   600   a.C.,   tuvo   que   rendirse   ante   el   empuje   de Babilonia, que se llevó  prisioneros  a sus  ciudadanos  más prominentes.  Quince años más tarde, una nueva embestida  de los babilonios  destruyó  Jerusalén, y los hebreos fueron llevados en masa como prisioneros a Babilonia.
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    El cuarto período lo constituyen los 70 años, poco más o menos, que estuvieron los hebreos exilados en Babilonia, hasta que el Rey persa Ciro, les permitió volver a su tierra en el año 536 a.C. Durante este período descollaron dos grandes profetas: Ezequiel y Daniel. A su regreso, tuvieron los judíos la ardua tarea de reconstruir el templo y la ciudad y de volver a organizar las instituciones del pueblo, la mayoría de las cuales habían prácticamente desaparecido durante el exilio. En esta tarea cívico-religiosa descuellan los nombres del descendiente de David, Zorobabel, de Esdras y del gran Nehemías, que logró reconstruir todas las murallas de la Ciudad Santa. Durante el quinto período, Israel estuvo dominada por diversas naciones. Primeramente por los persas, hasta que éstos fueron derrotados por Alejandro el Grande en la batalla de Arbela, en el año 331 a.C., lo cual puso a los israelitas bajo el dominio de los griegos. Muerto Alejandro en el 323 a.C., Israel pasó a depender de Egipto, aunque la dominación de éste fue en términos mucho más aceptables que las anteriores. Más tarde, Antíoco el Grande derrotó a los Tolomeos de Egipto, y entonces comenzó el dominio de los Seléucidas sobre Judea en el año 198 a.C. La capital de los nuevos dominadores estaba   en   Antioquía,   Siria,   y   su   dominio   sobre   Israel   duró   hasta   el   142   a.C, cuando, gracias a los esfuerzos de un padre con sus tres hijos, Matatías, Judas, Jonatán   y   Simón,   más   comúnmente   llamados   Los   Macabeos,   Israel   logró   su total independencia. Esta   independencia,   que   marca   el   inicio   del   sexto   período,   duró   sólo alrededor  de  80  años,   pues  pronto  aparecieron  en  escena   los  romanos.   En  el año 63 a.C. Pompeyo tomó Jerusalén y extendió al dominio de Roma sobre toda Judea. Este dominio duró más de un siglo y puede decirse que fue fatal para Israel como nación, ya que el año 70 de nuestra era, las legiones romanas comandadas   por   Tito,   tras   un   terrible   cerco,   arrasaron   la   ciudad   de   Jerusalén, matando   a   miles   de   sus   habitantes   y   llevando   prisioneros   al   resto   de   ellos. Comienza entonces la diáspora o dispersión de los judíos por todo el mundo. Para entonces ya había hecho su aparición en escena Jesucristo, y esta misma diáspora de sus conciudadanos ayudó grandemente, en los inicios, a la difusión   de   las   ideas   cristianas,   ya   que   por   ser   Cristo   judío,   muchos   de   sus paisanos   se  sintieron  fuertemente  atraídos   por   sus   predicaciones   y   por  las  de sus 12 apóstoles, que también eran, sin excepción, judíos. Como   podemos   ver,   este   largo   período   desde   el   establecimiento   de   las   12 tribus   de   Israel   en   la   Tierra   Prometida   hasta   la   destrucción   de   Jerusalén   por Tito, un período de aproximadamente 1300 años, dista mucho de ser pacífico.

    Parecería que con la  llegada a la tierra  que Yahvé les  había prometido,  todas las innumerables tribulaciones del desierto y de Egipto quedarían atrás. Pero no fue  así,  antes   al  contrario. Si  exceptuamos  algunos   breves   períodos,   Israel  en su  propio  país, que  según  las   promesas  manaba  leche  y   miel,   tuvo   una   historia   agitada.   Por   si   no   fueran suficientes los ataques constantes que recibía de los pueblos que  lo  rodeaban,  por   haber  sido  desplazados de  sus  tierras,  sus  propios  reyes  se encargaron de mantener al pueblo en una constante zozobra, debido a los abusos de poder   y   a   las   constantes   rencillas   entre   las   diversas   facciones   del   pueblo   y   entre   las diversas   tribus,   Basta   leer   la   lista   de   los   reyes,   sobre   todo   los   de   la   Casa   de Israel,   para   ver   que   buena   parte   de   ellos   fueron   asesinados   por   el   que   le sucedió en el trono, que a su vez era asesinado por el siguiente rey. En un juicio sintético que Ia misma  Biblia  hace de  todos  los  reyes   que  gobernaron   al  pueblo hebreo, la mayoría de ellos merecieron el calificativo de «malo», no sólo porque se   apartaba   de   los   mandamientos,   tal   como   se   los   había   dado   Moisés,   sino porque eran malos gobernantes, ambiciosos y déspotas. Aunque,   por   otro   lado,   hay   que   reconocer   que   el   mantenerse   fieles   a   los preceptos   de   Yahvé,   en   muchas   ocasiones   era   causa   de   guerras   con   los países vecinos. Los reyes que en la Biblia están catalogados como buenos no eran precisamente un modelo de transigencia o de tolerancia con las creencias de   los   otros,   y   muchas   veces,   de   no   haber   estado   tan   imbuidos   de   los preceptos   de   Moisés,   hubiesen   tratado   con   sus   vecinos   y   hubiesen   tolerado creencias y costumbres que en definitiva no iban contra una manera racional de actuar y de vivir. Pero  en  este  punto,   Yahvé  no  colaboraba  para  que  su   pueblo  viviese  en  paz. Sus   amenazas   y   sus   terribles   castigos   saltan constantemente a lo largo de las páginas de la Biblia en este largo período de 1300   años.   Profeta   tras   profeta   amenazaba   con   muertes   y   con   plagas   a   un pueblo, ya de por sí bastante agitado por las circunstancias históricas en que le tocó   vivir   y   por   las   circunstancias   históricas   en   que   el   mismo   Yahvé   lo   había metido. Otro pueblo que no estuviese tan atado por leyes tan estrictas y amenazas tan graves como lo estaba el pueblo de Israel, probablemente hubiese salvado en muchas ocasiones las graves dificultades con las que se encontró. Pero Yahvé era   intolerante y vengador,   y   sus   profetas   se encargaban de recordárselo constantemente al pueblo.

    Pero, ¿cuál ha seguido siendo la relación de Yahvé con el pueblo de Israel? Podríamos decir que muy contradictoria. Por un lado tenemos que permitió el terrible holocausto al que el nazismo sometió al pueblo judío. Por otro lado tenemos la sorprendente gran presencia de miembros del pueblo judía en las ciencias, finanzas, filosofía, etc… El matrimonio tradicional judío obliga a que los dos conyugues sean judíos, como si el objetivo fuese mantener una cierta identidad genética. Aquí podemos volver a referirnos al tema de la sangre, del que antes hemos hablado. De todos modos, modernamente, esta tradición se ha diluido algo.  Pero esta antigua tradición, debido a que el pueblo judío tiene una reducida población, produce una tendencia a una cierta endogamia. A lo largo de la historia vemos numerosos personajes de origen judío como destacados en distintas áreas, como filosofía, ciencia, astrología, música, artes, etc.., pero también en el mundo de los negocios, como la Banca.  Como ejemplo tenemos que el Premio Nobel ha sido concedido a 846 personas, de las cuales unas 194 son judías, un 23% del total de premiados, aunque estos comprenden menos del 0,2% de la población mundial. Del total de los galardonados, los judíos comprenden el 26% de los premios Nobel de Física, el 27% de los laureados de Fisiología o Medicina, el 41% de los galardonados en Economía, el 20% de los distinguidos en Química, el 12% de los coronados en Literatura y el 9% de los honrados en Paz. En los premios Nobel de Literatura tenemos a Henri Bergson, Boris Pasternak o Saul Below; en Física a Albert Einstein,  Niels Bohr  o Richard Feynman; en Economía tenemos a Paul Anthony Samuelson, Simon Kuznets o Milton Friedman. Las razones por la que se produce este porcentaje tan alto de gente importante en relación al porcentaje de habitantes, es realmente difícil de entender. Tal vez si consideramos a Israel como un pueblo contactado y elegido por los “dioses” para alguna finalidad que desconocemos, encontraríamos una posible explicación a este asombroso hecho.

    Fuentes:
    • La Biblia – Antiguo Testamento
    • Salvador Freixedo – Israel Pueblo Contacto
    • Rudolf Steiner – El Significado Oculto de la Sangre
    • J.J. Benítez – Los astronautas de Yavé
    • Zecharia Sitchin – La Guerra De Los Dioses
    • Erich von Daniken – Profeta del Pasado
    • Erich von Daniken – Carrozas de los Dioses
    • Jacques Vallee – Pasaporte a Magonia
    • William Bramley – Los Dioses del Eden
    • Fabio Zerpa – Ellos, los Seres Extraterrestre

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