Hacia el siglo XIX a. C. el contacto comercial con la Ugarit histórica hacia el interior del Próximo Oriente ya estaba consolidado, tal como demuestran estelas que mencionan la ciudad en Ebla, otra ciudad-estado semita. En 1928, Mahmoud Mella Az-Zir, un campesino local alauíta descubrió la entrada a la necrópolis de Ugarit.
Este fue el descubrimiento de la ubicación exacta de las ruinas de la ciudad, de la cual sólo se tenían referencias históricas. Comparado el lugar descubierto en 1928 con grabados en vasijas cretenses, confirmaron la ubicación de la destacada ciudad perdida. Su descubrimiento arqueológico moderno permitió abrir un importante campo de exploración, la cual fue principalmente efectuada por el arqueólogo francés Claude F. A. Schaeffer. Buena parte de sus descubrimientos se encuentran en el museo Prehistórico de Estrasburgo, Francia.
Las investigaciones más importantes las efectuó Claude Schaffer en el edificio que pudo ser identificado como el Palacio Real durante buena parte del período de esplendor de la ciudad. Allí se hallaron 90 habitaciones y dos librerías privadas, con textos grabados en tablillas. Una de estas bibliotecas pudo identificarse como perteneciente a una persona llamada Rapanou, que posiblemente fue un diplomático, dada la gran cantidad de manuscritos referentes a relaciones internacionales encontrados allí. Es una prolífica biblioteca, donde se encontraron textos no sólo diplomáticos, sino también religiosos, políticos, legales o listas de Reyes Ugaríticos, costumbre registral que los diversos pueblos de la zona aplicaban desde los tiempos sumerios. Estos textos, escritos principalmente en alfabeto cuneiforme, fueron hallados no sólo en idioma local, sino también en los grandes idiomas del Próximo Oriente de la época. Todo ello demuestra la estratégica posición de la ciudad, tanto como nudo de comunicaciones terrestres entre Asia Menor y Mesopotamia, como puerta de entrada por vía portuaria de esta ruta comercial hacia otros pueblos del Próximo Oriente. Este cruce de caminos se desarrolló desde el 6.000 a. C., todavía en tiempos neolíticos.
Pero especialmente se destacó en el período más tardío e histórico de la ciudad, durante la Edad del Hierro, que hizo que por lo tanto ésta fuese su época más clásica y esplendorosa en población y de desarrollo económico y cultural, hacia el siglo XII a. C.
Excavaciones posteriores, en 1958, 1973, en la que se encontraron 120 tablillas, y 1994, en la que se encontraron 300 tablillas, permitieron detectar respectivamente en cada una de ellas una nueva biblioteca, totalizando cinco, con las dos previamente descubiertas del Palacio Real. La colección de tablillas correspondiente a la primera fue vendida en el mercado negro, y rescatada casi en su totalidad por el Instituto de Antigüedad y Cristiandad de la Escuela de Teología de Claremont. Su traducción e interpretación científica fue publicada por Loren R. Fisher en 1971.
Paul Decharme nos recuerda otro personaje igualmente misterioso, aunque menos conocido que Prometeo, y cuya leyenda presenta analogías notables con la del Titán. El nombre de este segundo antecesor es Phoroneo, héroe de un poema antiguo llamado Phoroneida, que desgraciadamente ya no es accesible. En la mitología griega, Foroneo, o Phoroneo, era un rey del Peloponeso, península de Grecia, unida al continente por el istmo de Corinto. Era hijo del río Ínaco y de la ninfa Melia.
Reunió y civilizó a los habitantes del país, hasta entonces salvajes y errantes, les enseñó cómo hacer fuego, ya que fue el primer hombre que lo descubrió después de haberlo robado Prometeo. Les introdujo en el culto a Hera y construyó para ellos la ciudad de Foronea, que su nieto bautizaría con el nombre de Argos. Fue el primer hombre que construyó una ciudad y Zeus le dio permiso para reinar sobre otros humanos por haber sido tan piadoso con los dioses, en particular con Hera, a la que construyó un templo. Fue durante el reinado de Foroneo cuando Hermes enseñó a los hombres las distintas lenguas, pues hasta entonces habían hablado un idioma común.
Pero, por esta razón, Eris (la discordia) se asentó entre los mortales, dividiéndolos en distintas naciones. Foroneo se casó con la ninfa Laódice, con la que tuvo a Níobe, Apis y Car, a los que otros autores, como Apolodoro y Paternio, añaden los nombres de Lirco y Ctonia.
También se le atribuye la paternidad de Licaón, Espartón y Europs. Eurípides le atribuye, sin embargo, dos mujeres. Con la primera, llamada Peito, fue padre de Egialeo y Apia, y con la segunda, Europa, tuvo a Níobe. Helánico afirma que tuvo tres hijos (Pelasgo, Yaso y Agenor), que se distribuyeron el reino cuando Foroneo murió. Plinio le daba el título de rey más antiguo de Grecia, mientras que un poema anónimo, titulado Forónides, le llama padre de los mortales. Por él los habitantes de Argos en general, y en especial Anfiarao y Adrasto, recibieron el epíteto de Foroneidas.
La leyenda de Foroneo estaba localizada en Argolis, en el Peloponeso griego, en donde se conservaba una llama perpetua en su altar, como recordatorio de que era el portador del fuego a los humanos de la Tierra. Era un bienhechor de los hombres que, como Prometeo, les había hecho partícipes de todas las felicidades de la tierra. Platón y Clemente de Alejandría dicen que Foroneo fue el primer hombre, o el “padre de los mortales”.
Su genealogía, que le asigna el río Ínaco como padre, nos recuerda la de Prometeo, que hace a este Titán hijo de la Oceánica Climene. Pero la madre de Foroneo fue la ninfa Melia, descendencia significativa que le distingue de Prometeo. Cree Decharme que la ninfa Melia es la personificación del fresno , del cual, según Hesiodo, salió la raza de la Edad de Bronce, y que, para los griegos, es el árbol celestial común a toda mitología aria. Este árbol de gran resistencia y fuertes raíces ha sido venerado desde antiguo en la mayoría de las culturas paganas, incluida la Celta.
Este fresno es el Yggdrasil de la antigüedad escandinava, al que las Nornas rocían diariamente con las aguas de la fuente de Urd para que no se seque. Permanece lozano hasta los últimos días de la Edad de Oro. Yggdrasil es un fresno perenne, el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica.
Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir, gigante mitológico escandinavo.
Mímir era tío materno de Odín y guardián de las fuentes de la sabiduría, ubicadas en las raíces de Yggdrasil. En su momento negó a Odín beber de dichas fuentes. Odín tuvo que negociar y ofrecerle uno de sus ojos. Mímir es uno de los dioses fundamentales en la mitología nórdica, cuya cabeza fue amputada y mandada a Odín durante la guerra entre los Æsir y los Vanir. Era reconocido por su conocimiento y sabiduría. Odín viajó a la tierra de los gigantes, Jötunheim, para adquirir la sabiduría y el conocimiento omnisciente de Mímir.
El conocimiento fue obtenido al beber del pozo mágico de Mímir, pero como precio por beber de él, Odín fue forzado a sacarse uno de sus ojos. Luego de lo cual, volvió a Asgard con la cabeza de Mímir para consultas oraculares de acuerdo a algunas historias. Mímir fue también el consejero de Hœnir, después de que se convirtiera en el soberano de los Vanir.
A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall, que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba.
Pero también contaba con la ayuda de las Nornas que lo cuidaban, regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, por el que todos los dioses cruzaban para entrar en el Midgard. Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos, Dáinn, Dvalin, Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las Nornas, que son tres hermanas que contemplan respectivamente el Pasado, el Presente y el Futuro, y hacen conocer el decreto de Orlog o el Destino (Karma).
Pero los hombres sólo son conscientes del Presente. Cuando Gultweig, el Ascua de oro, viene, la encantadora hechicera, que por tres veces es arrojada al fuego, surge cada vez más hermosa que antes y llena las almas de los dioses y hombres de deseos devoradores. Entonces las Nornas entran en la existencia y la paz bendita de los sueños de la infancia se desvanece, y el pecado hace su aparición con todas su malas consecuencias y con el correspondiente Karma. El Oro tres veces purificado es el Manas, el Alma Consciente.
Para los griegos, el Fresno representaba la misma idea. Sus frondosas ramas son los Cielos Siderales, dorados durante el día, y tachonados de estrellas por la noche. Son frutos de Melia e Yggdrasil, bajo cuya sombra protectora vivió la humanidad durante la Edad de Oro, sin deseos y sin temores. “Aquel árbol tuvo un fruto, o un brote inflamado, que era el relámpago”, según dice Decharme. Después de no ver en Prometeo más que el “fuego por fricción”, Paul Decharme, el autor de la Mythologie de la Grèce Antique, percibe en este “fruto” muy poco más que una alusión al fuego terrestre y su descubrimiento.
No es el fuego debido a la caída del rayo encendiendo alguna leña seca , y revelando así todos sus inapreciables beneficios a los hombres paleolíticos, sino algo más misterioso.
Un pájaro divino que anidaba en las ramas del fresno celeste cogió aquel fruto y lo llevó a la Tierra en su pico. Ahora bien, la palabra griega utilizada es el equivalente de la palabra sánscrita bhuranyu (“el rápido”), epíteto de Agni, el dios védico del fuego, considerado como portador de la chispa divina.
Foroneo, hijo de Melia o del fresno celeste, corresponde así a un concepto mucho más antiguo, probablemente, que el que transformó el pramantha, o los palos utilizados por los brahmanes para encender fuego por medio de la fricción, por parte de los antiguos indo-arios, en el Prometeo griego. Foroneo es el ave personificada que trae a la tierra el rayo celeste.
Las tradiciones referentes al nacimiento de la raza de Bronce son una prueba de que este rayo, como en la leyenda de Hefesto o Pometeo, fue el origen de la especie humana.
El nombre de Foroneo, lo mismo que el de Prometeo, tiene toda una serie de significados esotéricos. Ambos se refieren a los siete Fuegos Celestes. A Agni Abhimânin, sus tres hijos, y los cuarenta y cinco hijos de estos, constituyendo los cuarenta y nueve fuegos.
Ahora los orientalistas conocen el verdadero significado de los dos nombres. La leyenda está basada en un suceso de importancia universal. Celebra un gran acontecimiento que debió de haber impresionado fuertemente la imaginación de los primeros testigos del mismo, y cuyo recuerdo no se ha desvanecido nunca, desde entonces, de la memoria popular.
Una nueva vida principió realmente para el hombre el día en que vio la primera chispa producida por la fricción de dos pedazos de madera, o procedente de las vetas de un pedernal. Ello generó el mito de Prometeo. Pero el estado miserable de la humanidad descrito por Esquilo y Lucrecio no era entonces más desgraciado, en los días de los arios, que lo es ahora.
Aquel estado estaba limitado a las tribus salvajes. Y si existen hoy bosquimanos, en nuestra época de alta civilización, que no tienen un mayor desarrollo que la raza de hombres que habitó el Devonshire y el Sur de Francia durante la edad paleolítica, ¿por qué no habrían podido vivir estos últimos simultáneamente y como contemporáneos de otras razas más civilizadas?
El tamaño del cerebro de los pueblos más antiguos que conocemos, no implica un nivel intelectual inferior al de los habitantes actuales de la Tierra. Esto hace desvanecer el concepto de “eslabón perdido”.
Según nos dice el Prometheus Vinctus de Esquilo, la raza que Júpiter deseaba ardientemente “destruir para implantar otra nueva en su lugar”, sufría angustia mental, no física.
El primer don que Prometeo concedió a los mortales fue imposibilitarle “prever la muerte”. Prometeo “salvó a la raza mortal de hundirse abatida en la tristeza del Hades”, y sólo entonces les dio el fuego. Esto muestra el carácter dual del mito de Prometeo.
El fuego no fue nunca descubierto , sino que existía desde su principio. Existía en la actividad sísmica de las edades primitivas; pues las erupciones volcánicas eran frecuentes y constantes en aquellos tiempos.
En el supuesto de que una raza nueva de hombre aparezca en cualquier punto inhabitado del globo, exceptuando quizás el desierto de Sahara, no pasarían más de dos años sin que “descubrieran el fuego” por medio del rayo que quemase la yerba o cualquier otra cosa.
Esta suposición de que el hombre primitivo vivió en la Tierra edades antes de conocer el fuego es una de las más ilógicas de todas. Pero el viejo Esquilo era un iniciado, y sabía bien lo que comunicaba.
El mito de Prometeo llegó a Europa procedente de Âryâvarta, el norte de la India en la literatura sánscrita. Frédéric Baudry muestra, en Les Mythes du Feu et du Breuvage Céleste, uno de los aspectos de Prometeo y su origen de la India. Muestra al lector el supuesto proceso primitivo para obtener el fuego, hoy en uso todavía en la India para encender la llama del sacrificio
. He aquí lo que dice: “Este proceso, tal como se halla minuciosamente descrito en los Sûtras Védicos, consiste en dar rápidamente vueltas a un palo dentro de un alvéolo hecho en el centro de un trozo de madera. La fricción desarrolla un calor intenso, terminando por encender las partículas de madera que están en contacto. El movimiento del palo no es una rotación continua, sino una serie de movimientos en sentido contrario, por medio de una cuerda fijada en el centro del palo; el operador tiene un extremo de la cuerda en cada mano, y de ellos tira alternativamente. Todo el proceso se designa en sánscrito con el verbo manthâmi, manthnâni, que significa “frotar, agitar, sacudir y obtener por frotación”, y se aplica especialmente a la fricción rotatoria, como se prueba con su derivado mandala , que significa un círculo. Los pedazos de madera que sirven para producir el fuego tienen cada uno su nombre en sánscrito. El palo que da vueltas se llama pramantha; el disco que lo recibe es llamado arani y araní: “los dos aranis” designan el conjunto del instrumento“.
Decharme parece tener una visión correcta de la verdad, pues inconscientemente corrobora todo lo que las ciencias ocultas enseñan respecto de los Mânâsa Devas, los devas rûpa o arûpa del mundo mental, que han dotado al hombre con la conciencia de su alma inmortal, esa conciencia que impide al hombre “prever la muerte”, y le hace saber que, de alguna manera, es inmortal.
Pero, ¿cómo entró Prometeo en posesión de la chispa divina?”.
Según parece: “Teniendo el fuego su mansión en el cielo, allí debió ir a buscarlo antes de que pudiera traerlo a los hombres; y, para acercarse a los dioses, tiene que haber sido él mismo un Dios“.
En el ámbito de la mitología budista, el Reino de los Devas es uno de los Seis Reinos de Existencia por los cuales, según el budismo, deambula la conciencia, un nacimiento tras otro, en el ciclo conocido como samsara. La palabra deva suele traducirse como dios. Pero, sin embargo, cabe señalar que los devas budistas, como los hinduistas, no son seres omniscientes ni todopoderosos, y ni siquiera son inmortales. Para los budistas, los devas son seres que habitan diferentes “cielos“, donde gozan de múltiples placeres en recompensa a sus buenas acciones anteriores, ya que aún no han superado los niveles kármicos y están sujetos a nuevos renacimientos.
Los griegos creían que Prometeo era de Raza Divina y era un Deva. Puesto que el fuego celeste pertenecía en un principio sólo a los dioses; era un tesoro que reservaban para sí y que vigilaban celosamente. “El prudente hijo de Iapetus –dice Hesiodo– engañó a Júpiter robando y ocultando en el hueco de un narthex el fuego inmarcesible de fulgor resplandeciente”. Así, el don concedido a los hombres por Prometeo fue una conquista obtenida del cielo. Ahora bien, según las ideas griegas, esta posesión arrancada a Júpiter, esta violación humana de la propiedad de los dioses, tenía que ser expiada.
Prometeo, además, pertenecía a esa raza de Titanes que se habían rebelado contra los dioses, y a quienes el señor del Olimpo había precipitado en el Tártaro.
La idea moral del mito, tal como la presenta la Teogonía de Hesiodo, representa cierto papel en el concepto griego primitivo. El Titán es más que un ladrón del fuego celeste. Es la representación de la humanidad que desea alcanzar los poderes divinos. De aquí que la humanidad sea castigada en la persona de Prometeo.
Pero para los griegos, Prometeo no es un criminal, salvo a los ojos de los Dioses. En su relación con la Tierra él es, por contra, un Dios amigo de la humanidad, a la que él ha elevado a la civilización e iniciado en el conocimiento de todas las artes; concepto que encontró su intérprete más poético en Esquilo. Pero para todas las demás culturas ¿quién es Prometeo? No es el Ángel caído, o Satán, que dice la Iglesia. Es simplemente la imagen de los efectos perniciosos y temibles del rayo. Es la representación de un genio cósmico del fuego.
Como el fuego fue usado por el hombre, los arios deben de haber asignado el mismo origen al fuego celeste, y debieron de haber imaginado que un dios, armado con un pramantha divino, producía una fricción violenta en el seno de las nubes, que engendraba relámpagos y truenos.
La idea se apoya en el hecho de que, según testimonio de Plutarco, los estoicos pensaban que el trueno era el resultado de la lucha de las nubes tormentosas, y el rayo una conflagración debida al rozamiento.
Mientras que Aristóteles veía en el trueno solamente la acción de las nubes que chocaban unas con otras. Esta teoría era la interpretación científica de la producción del fuego por fricción. Todo nos hace creer que desde la más remota antigüedad y antes de la dispersión de los arios, se creía que el pramantha encendía el fuego en las nubes tormentosas.
Decharne confiesa: “Esta idea del poder creador del fuego queda explicada por la antigua asimilación del alma humana a una chispa celeste“.
El lenguaje primitivo y puramente espiritual de los Vedas, concebido muchas decenas de milenios antes que los relatos Puránicos, fue revestido de una expresión puramente humana para describir los sucesos que tuvieron lugar hace unos 5.000 años, fecha de la muerte de Krishna, desde cuyo día principió para la humanidad el Kali-iugá, o Edad Negra.
Así como Aditi es llamado Surârani, la Matriz o “Madre” de los Suras o Dioses, de la misma manera Kunti, la madre de los Pândavas, es llamada Pândavârani en el Mahâbhârata.
En la mitología hindú, Devakī es la esposa de Vasudeva y madre de Krisná y Balarama. Es hija de Devaka, el hermano menor del rey Ugrasena de Mathura. Según el Jari-vamsa, ella es una encarnación parcial de Áditi, la madre de los devás. El Matsya-purana también la identifica con la diosa Dakshaianí, la esposa del dios Sivá.
El sabio Nárada Muni, que fue el encargado de desencadenar el advenimiento de Krisná, visitó al malvado rey Kamsa, durante el casamiento de su prima Devakí con Vasudeva, y le advirtió que sería asesinado por un hijo de ella. Entonces Kamsa encarceló a la pareja. Cuando estos tuvieron su primer hijo, Kamsa llegó a la mazmorra y lo asesinó.
Entonces Vasudeva y Devaki comenzaron a tener un hijo tras otro, y Kamsa los fue matando. El séptimo, Balarama, escapó de la muerte al ser transferido desde el útero de Devakī al de Rójini, otra esposa de Vasudeva, que vivía en Gokula, mientras que una niña, encarnación de Ioga Maia, fue transferida al útero de Iashodá, amiga de Rójini.
Finalmente, cuando ya habían tenido 7 hijos, una medianoche se les apareció el dios Visnú de cuatro brazos, y les dijo que serían los padres de su encarnación como Krisná. Según la leyenda, Krisná no nació a partir de la conexión sexual entre Devakí y Vasudeva, sino que fue transferido desde el corazón de Vasudeva al útero de Devakí. El bebé apareció ante ellos mágicamente.
Ese octavo hijo sólo estuvo un instante en la cárcel. Pero los guardias se durmieron, las puertas de la prisión se abrieron solas, y Vasudeva tomó en brazos al bebé y caminó hasta Gokula, a unas tres horas de camino.
Para protegerlo de la lluvia, la serpiente Ananta Sesha, encarnación de Sankarshana, lo cubrió con sus mil caperuzas. Cuando Vasudeva se encontró con el río Iamuna, las aguas se abrieron para él. Eso demostraría que en la antigüedad Gokula se encontraba en la ribera izquierda del río Iamuna. En Gokula entró en la casa de Nanda y Iashodá, que se encontraban durmiendo, y dejó a Krisná en reemplazo de Maya, la hija recién nacida de Iashodá. Volvió a la cárcel en Mathura, se volvió a encerrar en la mazmorra, y Kamsa vino y tomó a la niña para asesinarla.
Devakí le pidió por la vida de ella, indicando que la profecía se refería sólo a sus hijos varones. Pero Iogamaia se escapó de las manos del rey y se convirtió en la diosa de ocho brazos, armada hasta los dientes, que le espetó: «Estúpido, tu muerte ya ha nacido en este planeta». Y desapareció. Al darse cuenta de que Krisná había escapado vivo, Kamsa mandó matar a todos los bebés recién nacidos en toda la zona.
Ello es similar al mito cristiano de la Matanza de los Inocentes. Devakī y Vasudeva siguieron presos hasta que Krisná los liberó 16 años más tarde, al matar al rey Kamsa. En total estuvieron presos unos 24 años. Según algún otro autor, Kamsa liberó a Devaki y Vasudeva, y ellos vivieron en Mathura. Luego de ser liberado, Vasudeva se juntó con su segunda esposa Rohini, con quien tuvo una hija, Subhadrā, quien se casaría con Árjuna, el amigo de Krisná, y fue la madre de Abhimaniu. Luego, tras los ataques del rey Yarásandha a Mathura y la incapacidad de Krisná para defender a sus habitantes, todos emigraron a Dwaraka, donde vivieron el resto de sus días.
La historia de la evolución del Mito Satánico no sería completa si omitiésemos observar el carácter del misterioso Enoc.
De su libro fue de donde los escritores cristianos primitivos tomaron sus primeras nociones de los Ángeles Caídos. El Libro de Enoc se ha declarado apócrifo. En realidad era un libro secreto, que pertenecía al catálogo de las bibliotecas de los templos bajo la guarda de los Hierofantes y Sacerdotes Iniciados, y que no fue destinado jamás al profano. Durante edades el Enoïchion, el Libro del Vidente, fue conservado en la “ciudad de las letras” y obras secretas, la antigua Kirjath-sepher, más tarde Debir, que designa el lugar más sagrado del Templo de Jerusalén, el “Santo de los Santos”.
Algunos de los escritores interesados en el asunto, especialmente los masones, han tratado de identificar a Enoc con Thoth de Memfis, el Hermes griego, y hasta con el Mercurio latino. Como individuos, todos ellos son distintos. Todos pertenecen a la misma categoría de escritores sagrados, de iniciadores y de recopiladores de la Sabiduría Oculta y Antigua. Son los que en el Korán se llaman genéricamente los Edris, “Sabios”, o Iniciados, que llevaban en Egipto el nombre de Thoth, el inventor de las Artes y de las Ciencias, de la escritura y de las letras; de la Música y la astronomía. Entre los judíos, Edris se convirtió en “Enoc”, que, según Bar-Hebraeus, obispo católico de la Iglesia ortodoxa siria en el siglo XIII, “fue el primer inventor de la escritura”, de los libros, de las Artes y de las Ciencias, y el primero que ideó un sistema para el progreso de los planetas. En Grecia fue llamado Orfeo, cambiando así de nombre en cada nación. Estando el número siete relacionado con cada uno de estos Iniciadores primitivos, esto identifica la misión, el carácter y el cargo sagrado de todos estos hombres, aunque ciertamente no sus personalidades. Enoc es el séptimo Patriarca; Orfeo es el poseedor del Phorminx, la lira de siete cuerdas, que es el séptuple misterio de la Iniciación. Thoth, con el Disco Solar de siete rayos sobre su cabeza, viaja en el Barco Solar. Finalmente, Thoth-Lunuses es el Dios septenario de los siete días. Esotérica y espiritualmente, Enoïchion significa el “Vidente del Ojo Abierto”. La historia acerca de Enoc, referida por Josefo, indicando que había ocultado sus preciosos rollos bajo los pilares de Mercurio o Seth, es la misma que se cuenta de Hermes, el “Padre de la Sabiduría”, que ocultó sus Libros de Sabiduría bajo una columna, y luego, descubriendo las dos columnas de piedra, encontró la Ciencia escrita en ellas. Sin embargo, Josefo, aunque atribuye esa Ciencia al Enoc judío, habla de estas columnas como existiendo todavía en su tiempo. Nos dice que fueron construidas por los “Hijos del Dios -Serpiente”, o “Hijos del Dragón”, nombre bajo el cual eran conocidos los Hierofantes de Egipto y Babilonia antes del Diluvio, como lo fueron sus antepasados, los Atlantes.
Según la versión de Josefo, las dos famosas columnas estaban enteramente cubiertas de jeroglíficos, los cuales, después de su descubrimiento, fueron copiados y reproducidos en los lugares más recónditos de los templos secretos de Egipto, y se convirtieron así en la fuente de sabiduría y conocimientos excepcionales. Estas dos “columnas”, en todo caso, son los prototipos de las “dos tablas de piedra”, talladas por Moisés por orden del Señor. Los grandes adeptos y místicos de la antigüedad, tales como Orfeo, Hesiodo, Pitágoras y Platón, dijeron que obtuvieron los elementos de su teología de aquellos jeroglíficos. La Doctrina Secreta enseña que las Artes, las Ciencias, la Teología y especialmente la Filosofía de todas las naciones que precedieron al último Diluvio universalmente conocido, pero no universal, habrían sido registradas en los anales orales primitivos de la Cuarta Raza, la cual los había heredado de la primitiva Tercera Raza-Raíz, antes de su caída alegórica. Las columnas egipcias, las tablas, y hasta la “piedra blanca de pórfido oriental” de la leyenda masónica, que Enoc ocultó antes del Diluvio en las entrañas de la Tierra, temiendo que sus preciosos secretos se perdiesen, fuesen simplemente copias alegóricas de los anales primitivos. El Libro de Enoc sería una de tales copias. Como ya se ha dicho, Enoïchion significa en griego el “Ojo Interno” o el Vidente, en hebreo. Enoc es un título genérico. Y, además, su leyenda es la de otros varios profetas, judíos y paganos, con diferencias de detalles, siendo la forma fundamental siempre la misma. Otro ejemplo lo tenemos en el profeta Elías. El ministerio profético de Elías comienza en la época del reinado de Acab, hijo de Omrí, quien gobernó el Reino de Israel entre 874 a.C. y 853 a.C. Los autores de los Libros de Reyes citan como fuente de sus relatos otro libro hoy perdido, más conocido como “el libro de las crónicas de los Reyes de Israel“. Posiblemente de tal fuente u otra referida al profeta surge la narración sobre el enfrentamiento entre Elías y el rey Acab, “quien hizo el mal a los ojos de Yahvé, más que todos los que le habían precedido” y “tomó por mujer a una cananea, Jezabel, hija de Itobaal, rey de Sidón y se fue tras Baal y Asera, le sirvió y se prosternó ante él“. No solo el corazón de Acab se desvió de los preceptos de Yahvé, sino también todo el pueblo, lo que provocó la ejecución de la mayoría de los profetas de Israel y como consecuencia de la iniquidad, Yahvé hizo que sobreviniera una gran sequía en Samaria y por ende, una hambruna en la región.
Elías aparece sorpresivamente en el relato anunciando a Acab la sequía. Luego, se esconde en un arroyo cercano al Jordán y es alimentado por cuervos. Después, por mandato de Yahvé, va a Sarepta, un poblado cercano, a la casa de una viuda, en donde el profeta multiplica la comida y resucita a su hijo. Se trata del primer caso documentado de resurrección de un muerto. Elías se enfrenta a Jezabel, que había mandado que mataran a los profetas de Yahvé. Elías desafía a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal a que acepten el sacrificio de un buey en un altar preparado para ser incinerado; Elías hace que le preparen un altar igual y además hace que mojen la madera tres veces hasta que se llena un foso alrededor del ara. Yahvé acepta el sacrificio de Elías, para confusión de los profetas de Baal, y en el monte Carmelo los derrota y los degüella con la ayuda del pueblo, tras lo cual termina la sequía. Elías era un humano sujeto a pasiones similares a las nuestras. Tras su victoria, huye por temor a la venganza de Jezabel y se adentra en el desierto, deseándose la muerte. Sin embargo, después de que el Ángel de Yahvé le da de comer y beber se sintió reconfortado y anduvo hasta el monte Horeb, donde se esconde en una cueva. En medio de una depresión, el profeta Elías ora a Yahvé y demuestra un exceso de celo en su misión. Dios se le manifiesta y le apoya presentándose como una voz apacible y suave tras vientos, temblores y un fuego y le da nuevas misiones, y acaba señalando a Eliseo como su sucesor. La maldad de Acab y Jezabel enfrentada por Elías no se limitaba al culto de Baal, sino que se proyectaba en el despojo de sus súbditos. El episodio de la viña de Nabot es representativo de la repetida historia del despojo de las tierras de los campesinos por los gobernantes y grandes propietarios. Otros profetas se referirían a estas situaciones, tales como Isaías y Miqueas. Elías expresa la sentencia divina contra Jezabel y contra la descendencia de Acab. Derrotado y muerto éste en combate con las tropas del rey de Aram, a pesar de los buenos augurios de los falsos profetas, le sucedió su hijo Ocozías, que anduvo por el camino de su padre y de su madre e hizo pecar a Israel y murió pronto. Según Reyes, tras la muerte de Ocozías, el 852 a. C., Dios traspasa el oficio de profeta a Eliseo, «un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino» a la vista de Eliseo. Eliseo toma el manto de Elías y es de este modo reconocido por Yahvé como su profeta. Vemos que Elías, al igual que Enoc, es también llevado “vivo” al Cielo; y el astrólogo de la corte de Isdubar, el Hea-bani caldeo, es igualmente elevado al Cielo por el dios Hea, que era su patrón, como Jehovah lo era de Elías. Las variaciones sobre este tema no tiene fin, pero el significado secreto es siempre el mismo. La expresión de Pablo de “que él no vería la muerte”, tiene por tanto un sentido esotérico, pero nada de sobrenatural .
El Libro de Enoc es un libro que forma parte del canon de la Biblia de la Iglesia ortodoxa etíope pero no es reconocido como canónico por las demás iglesias cristianas, a pesar de haber sido encontrado en algunos de los códices por la Septuaginta, Códice Vaticano y Papiros Chester Beatty. Los judíos etíopes lo incluyen en la Tanaj, conjunto de los 24 libros de la Biblia hebrea, a diferencia de los demás judíos actuales, que lo excluyen. Las únicas versiones íntegras de este libro que se conservan están en ge’ez, lengua litúrgica de la Iglesia etíope, pero son conocidas varias partes en griego, y un fragmento en latín. También ha sido encontrado, en Antínoe, ciudad egipcia edificada por el emperador Adriano en honor de su favorito Antinoo, un fragmento en copto y, además, en Qumrán fueron hallados múltiples fragmentos en arameo y uno en hebreo. La tradición atribuía su autoría a Enoc, bisabuelo de Noé. En la actualidad se cree que el texto fue redactado por varios autores judíos entre los siglos III a. C. y I d.C. Se conocen otros tres Libros de Enoc, el Segundo Libro de Enoc, escrito a finales del siglo I o después y conservado en eslavo eclesiástico, y el Tercer Libro de Enoc, en hebreo, así como el Enoc copto, que data del siglo V y del cual apenas se han encontrado partes. El libro que hoy se conoce fue editado tal vez en el siglo I de nuestra era, y consta de varias partes escritas entre los siglos III a. C. y I d. C. Una parte es el Libro del Juicio, que en los capítulos 1 al 5 trata de las palabras de bendición de Enoc a los justos, que vivirán cuando los impíos sean condenados. Se estima que su composición data de antes del 200 a. C. Ota parte es el Libro de los Vigilantes o Caída de los ángeles, que en los capítulos 6 al 36 se centra en el tema de los Vigilantes, o ángeles, que interpretando el Génesis 6, dice que estos ángeles tuvieron relaciones sexuales con mujeres y engendraron gigantes, llamados nephilim, seres famosos que desataron la violencia sobre la tierra y pervirtieron a la humanidad. Además, el Libro de los Vigilantes se caracteriza por unir y complementar las historias de los Vigilantes con la historia del Diluvio universal, presentes en el Génesis, y hace una descripción detallada del mundo y los cielos en las fábulas populares judáicas de su tiempo. Fue escrito antes del 160 a. C. Otra parte está representada por el Libro de las parábolas o El mesías y el reino, que en los capítulos 37 al 71, de carácter mesiánico, profetiza la venida del Hijo del Hombre, la caída de los reyes y poderosos y el día del Elegido. Es la única parte que no se ha encontrado en los manuscritos de Qumrán. Se estima que fue escrito después del 63 a. C. a finales del siglo I a. C. o en el siglo I d.C. Otra parte la constituye el Libro del cambio de las luminarias celestiales o Libro astronómico, que en los capítulos 72 al 82 expone en detalle el antiguo calendario solar hebreo, en concordancia con el Libro de los Jubileos, que cita este libro de las luminarias del cielo. Fue escrito entre el 250 y el 190 a. C. Otra parte la forma el Libro de los sueños, que en los capítulos 83 al 90 refiere dos visiones apocalípticas experimentadas por Enoc en sueños. La primera visión simplemente anuncia que la Tierra será destruida y la segunda visión es una historia de la humanidad y de Israel hasta el fin de los tiempos, en la que los actores son representados como animales simbólicos. Se calcula que fue escrito entre los años 161 y 125 a. C.
Otra parte del Libro de los Vigilantes es la Carta de Enoc y Apocalipsis de las semanas, que en los capítulos 91 al 105 divide la historia en diez hipotéticas «semanas», interpretando el pasado y proyectándose escatológicamente al futuro. Fue escrito después del año 135 a. C., probablemente entre el 110 y el 60 a. C. La última parte del libro está formada por los Fragmentos, cuyos capítulos 106 y 107 parecen ser una parte del Libro de Noé, que se ha perdido pero que está presente en los manuscritos del Mar Muerto. Predice los crímenes de la humanidad y el advenimiento de tiempos mesiánicos con el triunfo de los justos. El capítulo 108 explícitamente dice que es otro Libro de Enoc, pero falta en varios manuscritos. Algunos autores consideran que el Libro de los Vigilantes fue, al menos en parte, redactado hacia el 400 a. C., pero la mayoría estima que las primeras secciones fueron compuestas en el siglo II antes de Cristo, a más tardar en el 166 a.C. Los autores podrían basarse en parte del Pentateuco, y habrían ampliado las secciones de Génesis, Números y Deuteronomio. Por ejemplo, el Libro de Enoc podría ser originalmente un midrash, método de exégesis de un texto bíblico, del Deuteronomio. En el Deuteronomio leemos: “Yahveh vino de Sinaí y de Seir les esclareció; resplandeció desde el monte de Parán y vino con diez mil santos; con la ley de fuego a su diestra“. Y en el Libro de Enoc leemos: “El Señor vino con muchos millares de Sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas (duras) que pecadores impíos dijeron contra El“. También tenemos la parte en que en el Libro de Enoc se habla de Enoc, séptimo desde Adán. Por otro lado, en Judas 1 leemos. “De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor ha venido con sus santos millares a hacer juicio contra todos, y á convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y a todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él“. La parte que hemos nombrado El libro astronómico es anterior al Libro de los Jubileos y, por lo tanto, se remonta por lo menos al siglo III a. C. Algunos de los fragmentos de esta parte encontrados en Qumram han sido datados por los paleógrafos a finales de ese siglo III a. C..El calendario solar que expone fue el adoptado por la comunidad de Qumran, la cual consideraba que, así como Israel se había desviado del verdadero camino y del testimonio justo, el calendario oficial erraba al determinar las fechas de las fiestas establecidas en la Torah.
El Libro de Enoc es un libro apocalíptico perteneciente a la apocalíptica judía. En el capítulo 7 narra la caída de los Vigilantes, que engendraron con mujeres humanas a los nephilim o ‘gigantes’, a los cuales también se refiere el Génesis 6: “Ellos devoraron todo el trabajo de los hombres hasta que estos ya no alcanzaron alimentarlos más. Entonces los gigantes se volvieron contra los hombres y empezaron a devorarlos y empezaron a pecar contra los pájaros, y contra las bestias y los peces y a devorar unos la carne de los otros y se bebieron la sangre. Entonces la tierra acusó a los violentos por todo lo que se había hecho en ella“. Se acusa a los ángeles guardianes por haber desviado su misión y encarnado la explotación, la opresión, la destrucción de los ecosistemas, la guerra, el oro, la vanidad, la brujería, la fornicación y el engaño. «Y como parte de la humanidad era aniquilada, su clamor subió al cielo». Los arcángeles Miguel, Sariel (Uriel), Rafael y Gabriel, al ver la sangre derramada y la injusticia se dijeron que «la tierra desolada grita hasta las puertas del cielo por la destrucción de sus hijos». Dios los envía entonces a encadenar a los Vigilantes y a destruir a los gigantes «pues han oprimido a los humanos». Los ángeles caídos rogaron a Enoc que intercediese por ellos y los gigantes ante Dios. Luego el libro describe la visita de Enoc al cielo en forma de una visión, y sus revelaciones. Una parte significativa del texto se dedica a describir sorprendentemente los movimientos de los cuerpos celestes, vinculados al extraño viaje de Enoc por el cielo, que más parece una historia de abducciones extraterrestres. Buena parte del libro se dedica a denunciar a los opresores y reyes de la tierra y anuncia su derrota final: «Este castigo con que son castigados los ángeles es un testimonio para los reyes y los poderosos que poseen la superficie de la Tierra». Esto es similar a lo que se dice en Pedro 2: «Desgracia para los que edifican la iniquidad y la opresión y cimientan sobre el fraude, porque serán derrumbados de repente y no habrá paz en ellos. Habrá un cambio y los justos serán victoriosos….. Desgracia para vosotros ricos, porque os confiáis en vuestras riquezas, seréis privados de ellas». El Libro de Enoc asume la continuidad del discurso de los profetas y anticipo del mensaje cristiano, enfatizando en la venida del Hijo del Hombre. Es una expresión de la literatura apocalíptica como esperanza para los humildes. Debido a la contradicción de fechas y al no contar con la antigüedad debida, la mayoría de los traductores no incluyen el Libro de Enoc. Ya que el patriarca Enoc no parece ser el editor del Libro de Enoc, éste es considerado un libro apócrifo, no inspirado, que se escribió probablemente durante los siglos II y I a. C. Por tal razón esto no coincide con el dato que da el libro del Génesis sobre Enoc, que relata lo siguiente: “hijo de Jared; nació cuando su padre tenía ciento sesenta y dos años, y fue el séptimo hombre en la línea genealógica desde Adán. A los sesenta y cinco años llegó a ser padre de Matusalén, y después tuvo otros hijos e hijas“.
Enoc, según la Biblia, formó parte de la “gran nube de testigos” que fueron ejemplos sobresalientes de fe en tiempos antiguos. Según el Génesis 5: “Enoc siguió andando con el Dios verdadero”. Como profeta de Yahveh, predijo la venida de Dios con sus santas miríadas para ejecutar juicio contra los impíos, y éste quizás fue el motivo por el que se le persiguió. Sin embargo, si fue perseguido, Dios no permitió que sus opositores lo matasen, de modo que “lo tomó”, es decir, interrumpió su vida a los trescientos sesenta y cinco años, edad muy inferior a la normal de la época, que era de muchos más años. La Biblia dice que Enoc fue “transferido para que no viera la muerte”, por lo que se supone que fue trasladado vivo al reino de Yahveh, su Dios, tal vez una gran nave espacial. Según el Pirkah de Midras; “Hanokh comunicó a Noé la ciencia del cálculo (astronómico) y del cómputo de las estaciones”. El rabino Eliezar atribuye a Enoc lo que otros atribuyeron a Hermes Trismegisto; pues los dos son idénticos en su sentido esotérico. En este caso Hanokh, o Enoc, y su Sabiduría pertenecerían al ciclo de la Cuarta Raza Atlante, y Noé al de la Quinta. En este sentido ambos representan la presente raza raíz y la que le precedió. En otro sentido, Enoc desapareció, “se fue con Dios, y no existió más, porque Dios se lo llevó”. Enoc, interpretado en clave simbólica, es el tipo de la naturaleza doble del hombre, espiritual y física. Por esto ocupa el centro de la Cruz Astronómica, según la presenta Eliphas Lévi, que es la estrella de seis puntas de David, el “Adonai”, uno de los nombres en hebreo de Dios. En el ángulo superior del triángulo superior está el Águila; en el ángulo inferior izquierdo está el León; en el de la derecha el Toro; mientras que entre el Toro y el León, sobre ellos y debajo del Águila, está la faz de Enoc o del Hombre. Ahora bien; las figuras del triángulo superior representan a las Cuatro Razas, omitiendo la Primera, los Chhâyâs, o Sombras, y el “Hijo del Hombre”. A esta raza de Chhâyâs se refiere el Libro de Dzyan cuando dice: “Siete veces siete sombras (Chhâyâs) de Hombres futuros (amânasas, sin mente) nacieron. Cada una de su propio color y especie. Cada una inferior a su Padre (creador). Los Padres, los Sin-huesos, no podían dar vida a seres con huesos. Su prole eran bhûtas (fantasmas o larvas), sin forma ni mente. Por esto son llamados Raza chhâyâ (sombra o imagen astral)“. De esta raza, andando el tiempo, y con ayuda de grandes Seres, como los Dhyân Chohans, Pitris, etc., procedió el hombre físico y dotado de inteligencia. Volviendo al triángulo superior, Enoc está en el centro, colocado entre la Cuarta y Quinta Razas, pues representa la Sabiduría Secreta de ambas. Estos son los cuatro animales de Ezequiel y del Apocalipsis .
En este doble triángulo, que en Isis sin Velo, de Blavatsky, se presenta frente a la diosa hermafrodita Ardhanâri hindú, están simbolizadas solamente las tres razas históricas: la Tercera, por Ardhanâri; la Cuarta, por el fuerte y poderoso León; y la Quinta, la aria, por lo que es su símbolo más sagrado, el Toro. Louis-Silvestre de Sacy (1654 – 1727), distinguido hombre de letras y abogado francés, encuentra varias declaraciones de lo más singulares en el Libro de Enoc: “El autor (Enoc) hace constar el año solar de 364 días, y parece conocer períodos de tres, de cinco y de ocho años, seguidos de cuatro días suplementarios que, en su sistema, parecen ser los de los equinoccios y solsticios…. Sólo veo un medio de excusar estos “absurdos”, y es el de suponer que el autor explique algún sistema fantástico que pueda haber existido antes que el orden de la naturaleza hubiese sido alterado en la época del Diluvio Universal“. La Doctrina Secreta enseña que este “orden de la naturaleza” fue alterado, como también la serie de las humanidades de la Tierra. Pues, según el ángel Uriel dice a Enoc: “Mira, te he mostrado todas las cosas, ¡oh Enoc!; y todas las cosas te he revelado. Tú ves el sol, la luna y los que conducen las estrellas del cielo, los cuales hacen que se repitan todas sus operaciones, y estaciones. En los días de los pecadores, los años se acortarán y la luna cambiará sus leyes“. En aquellos días también, años antes del gran Diluvio que hizo desaparecer a los Atlantes y cambió la faz de toda la Tierra, porque el eje de la Tierra se inclinó, la naturaleza geológica, astronómica y cósmica, en general, no podía ser la misma, precisamente porque la Tierra se había inclinado. En el Libro de Enoc leemos: “Y Noé gritó con amargura; óyeme, óyeme, óyeme; tres veces. Y dijo: La Tierra trabaja y se estremece con violencia. Seguramente, pereceré con ella“. Esto se parece a una de las muchas contradicciones que se ven en la Biblia cuando se lee literalmente. Pues es extraño que se dijera de Noé que había “encontrado gracia a los ojos del Señor”, y se le había dicho que construyera un Arca. Pero aquí vemos al venerable patriarca Noé expresando tanto temor como si, en lugar de “amigo” de Dios, fuese uno de los Gigantes condenados por la Deidad encolerizada. La Tierra se había ya inclinado ; el diluvio sólo era simplemente cuestión de tiempo, y sin embargo, Noé parece ignorar que ha de salvarse. Había llegado el decreto de la Naturaleza y de la Ley de Evolución, para que la Tierra cambiase su raza, y que la Cuarta Raza fuese destruida para hacer sitio a una nueva. El Manvántara, era de un Manu, el progenitor hindú de la humanidad, había alcanzado su punto de regreso de tres rondas y media, y la Humanidad física gigantesca había alcanzado el punto culminante de la materialidad.
De ahí el versículo apocalíptico, que habla del mandamiento emitido para su destrucción, para que tuviese lugar el fin de la Cuarta Raza: “Pues ellos conocían verdaderamente todos los secretos de los ángeles, todos los poderes secretos y opresores de los Satanes, y todos los poderes de los que ejercen la hechicería, así como también de los que hacen imágenes fundidas en toda la tierra“. ¿Quién pudo informar al autor del Libro de Enoc de que la Tierra podía ocasionalmente inclinar su eje? En efecto, resulta curioso leer: “La posición del globo terrestre respecto del Sol ha sido, evidentemente, en los tiempos primitivos, distinta de lo que es ahora; y esta diferencia debe haber sido causada por un desplazamiento del eje de rotación de la tierra“. Esto recuerda la declaración que hicieron los sacerdotes egipcios a Herodoto en el sentido de que el Sol no se había levantado siempre donde ahora se levanta, y que en tiempos pasados la eclíptica había cortado al Ecuador en ángulos rectos. Hay muchos de estas frases misteriosas esparcidos por los Purânas, la Biblia y otras mitologías. Ello pone de relieve que los antiguos conocían muy bien la Astronomía y la Cosmografía en general, que el modo de conducirse la Tierra ha variado más de una vez desde el estado primitivo de las cosas. Así, Jenofonte asegura que Faetón, en su deseo de aprender la verdad oculta , hizo que el Sol se desviase de su curso natural. Sin embargo, no es tan sorprendente lo que dijo Josué, parando por completo el curso del Sol. No obstante, ello puede explicar la enseñanza de la mitología de los países del Norte, de que antes del actual orden de cosas el Sol se levantaba al Sur, al paso que colocaban la zona frígida (Jeruskoven) al Este, mientras que ahora está en el Norte. El Libro de Enoc es un resumen de los principales rasgos de la historia de la Tercera, Cuarta y Quinta Razas. También contiene unas cuantas profecías de la presente época del mundo, un largo resumen retrospectivo y profético de sucesos universales y completamente históricos, desde el punto de vista geológico, etnológico, astronómico y psíquico, de los anales antediluvianos. El Libro de Enoc es citado muchas veces en el Pistis Sophia, importante texto gnóstico escrito posiblemente en el siglo II, y también en el Zohar, libro central de la corriente cabalística. Orígenes y Clemente de Alejandría lo tenían en muy alta estima. Orígenes, entre otros, que vivió en el siglo II de la Era cristiana, lo menciona como obra venerable y antigua. El Nombre secreto y sagrado y su potencia están bien y claramente descritos en el antiguo libro, aunque de modo alegórico. Desde el capítulo dieciocho al cincuenta, las visiones de Enoc son todas descriptivas de los misterios de la Iniciación, uno de los cuales es el valle ardiente de los ángeles caídos. Quizás tuvo San Agustín mucha razón al decir que la Iglesia rechazaba el Libro de Enoc de su canon, a causa de su gran antigüedad, ya que entonces la Iglesia no aceptaba una antigüedad del mundo superior a los 4.004 años antes de Cristo.
Fuentes:
- H.P. Blavatsky – La Doctrina Secreta
- H.P. Blavatsky – ISIS sin velo
- Pauwels, Louis & Bergier, Jacques – El retorno de los Brujos
- El Libro de Enoc
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