Jorge Ramos | Es tan difícil mantenerse en equilibrio que a veces nos supone un esfuerzo tan agotador que en ocasiones tiramos la toalla y nos dejamos arrastrar por las cloacas de este sistema. Esto es así por muy espiritual que uno se sienta. La sociedad aborregada no te deja otra opción. Yo siempre digo que lo ideal es saber entrar y salir como Neo en la película Matrix. Sin embargo, es tanta la energía que se necesita para hacerlo bien que a veces no llegas a encontrar el teléfono que suena insistentemente. ¿Acaso no os habéis encontrado alguna vez en esta lamentable situación? Yo sí...
No acabo de adaptarme a esta vida tan bipolar que llevo, siempre en una lucha constante entre lo que me dictan la conciencia y el medio en el que vivo.
Es sorprendente la cantidad de contradicciones con las que uno se puede encontrar en su vida diaria y, el cómo afrontarlas y asumirlas forma parte de la estrategia vital de cada uno
y así conseguir mantenerse cuerdo en un mundo tan extraño y ajeno para
cualquiera que sea capaz de situar en el primer plano de sus principios
la libertad y el respeto a cualquier forma de vida.
En no pocas ocasiones hablamos de un sistema explotador que arrasa con la naturaleza y con la vida sin ningún reparo;
de una maquinaria primaria de la muerte que actúa por todo el mundo
aniquilando vidas humanas con una creciente efectividad; de una
maquinaria secundaria (grandes transnacionales, grandes bancos y toda la
jauría de inversores) que actúa con extremada eficacia en el exterminio
humano. En pos del máximo beneficio económico dictaminan en qué partes
del planeta la gente debe morir de hambre, determinan qué enfermedades y
de qué manera van a incidir sobre los seres vivos del planeta, decretan
qué tierras deben ser arrasadas y sobreexplotadas en pos del bien de la
humanidad cuyas nefastas consecuencias pagamos y seguiremos pagando con
creces durante toda la vida.
De todo esto y mucho más hablamos y discutimos, nos posicionamos claramente en contra
y en muchas ocasiones participamos en acciones y proyectos de protesta y
de alternativa a todo ello (al menos esa es la idea con la que lo
hacemos). Sin embargo, no podemos obviar dónde vivimos y cuáles son los
códigos imperantes en esta sociedad, las relaciones interpersonales que
mantenemos de forma más o menos deseada (amistades, familia, vecindario,
entorno laboral y/o educativo…) y nuestra relación con el poder
imperante. Es en este vasto ámbito donde surgen esas contradicciones diarias entre nuestra manera de hacer y vivir y nuestra forma de pensar y sentir.
La distancia entre ambas define un interrogante cuya respuesta nos
encamina hacia dos vías que transcurren entrecruzándose a lo largo de
los tiempos. Obviamente, las vías tienen diferentes grados porque son
muchas las variables que les afectan.
Por un lado, tenemos a las personas conscientes que sufren con dichas
contradicciones y tratan de acortar la distancia entre su vida real y su
vida ideal con todo el desgaste que eso supone. La capacidad de
ir superando o, por lo menos, encajando estas contradicciones en nuestra
forma de vida va directamente ligada a la profundidad de los valores e
ideales de cada uno. Esta vía exige un esfuerzo constante y estar
dispuestos a aceptar en muchas ocasiones la incomprensión del entorno
inmediato. Por supuesto, supone estar dispuesto a enfrentarse a la
violencia del sistema a todos los niveles (económico, social, policial,
judicial…) pero sin duda, lo más difícil es enfrentarse a uno mismo;
mantener esa coherencia íntima que permite mantener la cordura para
seguir avanzando y no dejarse ir ni sucumbir a los cantos de sirena de
una sociedad consumista que ofrece oportunidades de evasión mental sin
fin.
Por otro lado, nos encontramos con esas personas que no consideran que
existe ninguna contradicción a pesar de la enorme distancia que hay
entre aquello que predican y lo que hacen en su vida. Mejor dicho, o no
existen o las consideran absolutamente insalvables y por el momento no
hay nada que puedan hacer con ellas. Ésta es una posición de todo o nada
(concretamente revolución o nada) y como tal, concentra sus esfuerzos
en esa hipotética revolución que no acaba de llegar, mientras tanto se
trata de pasar la vida lo mejor posible entre discursos y soflamas.
Cualquiera de las dos vías es respetable, personalmente me identifico
con la primera vía aunque reconozco que me cuesta muchísimo superar
ciertas contradicciones y muchas veces veo un poco lejano el horizonte
de cordura que me gustaría alcanzar. Sinceramente, ya no creo en el
discurso de revolución o nada y cada vez creo menos en las personas que
lo defienden pero soy consciente que cada uno tiene su forma de afrontar la existencia y sus propias contradicciones.
Siempre he sido partidario de tratar de ser lo más coherente posible con
mis ideas, eso es lo que puedo aportar a los demás y a mí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario