Presentada como una de las últimas tecnologías comerciales en cuanto a iluminación, las “Powermoon” están siendo utilizadas en construcciones, reparación de carreteras y tareas de rescate. Estos grandes globos de helio fabricados con un tejido translúcido son lo último en luz artificial, e intentan imitar las bondades de la luz lunar en exteriores. Se montan en cuestión de minutos, consumen lo mismo que una lámpara halógena, dan luz uniforme y “con sólo 4 de ellas se podría iluminar un campo de fútbol”.
Este nuevo artilugio humano puede dar nuevamente que pensar a los que alguna vez se enteraron de los misterios que encierran nuestro satélite “natural”. Y es que al parecer, si comenzamos a hacer un análisis de las cualidades físicas de aquel planetoide blanco que gira en torno a nuestra Tierra cada 28 días, notamos que más que natural, la Luna parece haber sido puesta en la bóveda celeste ex profeso.
¿Teoría absurda?
Tal vez cabría reconsiderar el tema si recordamos la hipótesis expuesta ya por la década del 60´ por los científicos rusos Mijail Vasin y Alexander Sherbakov, y avalada posteriormente por más investigaciones en el campo. Dicha hipótesis cuenta con 8 postulados principales, llamados vulgarmente “misterios”, que analizan algunos de los puntos más asombrosos acerca del satélite hermano. Por cuestión de espacio y rigor científico dejaremos de lado la mayoría de las elucubraciones en cuanto a la naturaleza del astro para centrarnos en los dilemas concretos que continúan como un enigma para la ciencia actual.
1º misterio lunar:
La luna antinatural o cambalache cósmico
Verdaderamente la órbita de traslación y tamaño del satélite selenita resultan físicamente casi imposible.
Si fuera natural, se podría afirmar que es un muy raro capricho del cosmos. Esto se debe a que el tamaño de la Luna es una cuarta parte del de la Tierra, y físicamente, la relación de tamaños entre un planeta y su satélite es muchas veces menor. La Luna tiene una distancia a la Tierra tal que hace que ésta se aprecie igual en tamaño al Sol, pudiendo apreciar este raro fenómeno durante los eclipses lunares totales, donde la Luna tapa completamente a nuestra estrella. La misma imposibilidad matemática se da en relación al peso de ambos cuerpos celestes. Si la Luna fuese un cuerpo que en un momento determinado fue captado por la Tierra y adquirido una orbita natural, se esperaría, naturalmente, que ésta fuera elíptica. En cambio, la orbita selenita es asombrosamente circular.
2º misterio lunar: La curvatura inverosímil de la Luna
La increíble curvatura que posee la superficie lunar es inexplicable. No es un cuerpo redondo. Estudios geológicos concluyen que este planetoide es prácticamente una esfera hueca. Siendo así, los científicos no logran dilucidar cómo es que la Luna puede soportar esa extraña estructura sin romperse. Una explicación propuesta por los científicos citados es que la corteza lunar esté fabricada de un armazón duro de titanio. De hecho, se ha comprobado que la corteza y las rocas lunares poseen un extraordinario nivel de titanio. La capa de titanio estimada por los rusos Vasin y Sherbakov es de unos 30 Km de espesor.
3º misterio lunar: Los cráteres lunares
La explicación a la inmensa cantidad de cráteres de meteoritos en la Luna es conocida ampliamente: ésta carece de atmósfera.
En la Tierra, la gran mayoría de los cuerpos espaciales que intentan penetrar se topan con kilómetros de atmósfera, que terminan por desintegrar al “invasor”.
La Luna no tiene tal capacidad por lo que guarda en su superficie las cicatrices de todos los meteoritos que impactaron contra ella: cráteres de todos los tamaños. Lo que sí resulta inexplicable es la poca profundidad a la que pudieron penetrar dichos cuerpos. Es como si realmente una capa de materia extremadamente resistente no permitiera la penetración de meteoritos al centro del satélite. Incluso cráteres de 150 kilómetros de diámetro no superan en la Luna los 4 kilómetros de profundidad.
Esta singularidad es inexplicable con las observaciones normales, donde se estima que deberían existir cráteres de por lo menos 50 kilómetros de profundidad.
4º misterio lunar: Los mares lunares
¿Cómo se formaron los llamados “mares lunares”?
Estas gigantes extensiones de lava endurecida que parecen provenir del interior de la Luna se podrían explicar fácilmente en un planeta caliente con un interior líquido, que emerge cuando impacta un meteorito. Pero físicamente hubiera sido mucho más probable que la Luna, por su tamaño, haya sido siempre un cuerpo frío. Otro misterio es su distribución.
¿Por qué un 80% de los mares lunares se encuentran en el lado derecho de la Luna?
5º misterio lunar: Los mascones
La atracción gravitatoria sobre la superficie lunar no es homogénea. Este efecto ya había sido notado por la tripulación del vuelo Apolo VIII cuando sobrevolaban las zonas de los mares lunares. Mascones (proveniente de Mass Concentration), son sitios donde parece existir materia de mayor densidad, o bien, mayor cantidad de ésta. Este fenómeno esta relacionado íntimamente con los mares lunares, ubicándose los mascones debajo de estos.
6º misterio lunar: La asimetría geográfica
Un hecho bastante llamativo que aún no encuentra explicación es la asimetría geográfica de la superficie lunar. La famosa cara “oculta” de la luna posee muchos más cráteres, montañas y accidentes geográficos. Asimismo, como ya habíamos mencionado, la gran mayoría de los mares se encuentra del lado que podemos ver.
7º misterio lunar: La baja densidad de la Luna
Nuestro satélite posee el 60% de la densidad que la Tierra. Esto y varios estudios demuestran su inevitable oquedad. Aun más, varios científicos se han aventurado a postular que dicha oquedad es artificial. De hecho, según la disposición de las capas superficiales que se han logrado identificar, los científicos afirman que la Luna parece un planeta que fue formado “al revés”, lo que algunos utilizan como argumento del postulado del “vaciado artificial”.
8º misterio lunar: El origen
Tres fueron las teorías aceptadas convencionalmente para el origen lunar durante buena parte del siglo pasado. Actualmente, gran parte de la comunidad científica ha aceptado el origen artificial del planetoide selenita como una posibilidad no menos válida que las otras.
Una de las teorías propone a la Luna como un desprendimiento de la Tierra. Pero las inmensas diferencias en cuanto a la naturaleza de ambos cuerpos hacen esta teoría casi insostenible.
Otra posibilidad es que el cuerpo en cuestión se haya formado al mismo tiempo que la Tierra, de la misma nube de gas cósmico. Pero el razonamiento anterior es válido para esta misma propuesta, ya que ambos, la Tierra y la Luna, deberían tener composiciones al menos similares. La tercera teoría propone que en su viaje errante por el espacio, la Luna se topó con la atracción terrestre, la cual captó e hizo prisionera. El gran inconveniente de esta explicación reside en la órbita lunar, la cual es casi perfectamente circular y cíclica. De un fenómeno como éste (el de un satélite captado por un planeta) se espera una orbita muy excéntrica, o al menos algo elíptica.
La cuarta propuesta es la más increíble de todas, pero al menos podrían explicarse varias de las anomalías que presenta este astro, ya que al ser construido por seres dotados de inteligencia, la leyes físicas que la regulan no se aplicarían igual que para otros cuerpos celestes.
Entonces cabe preguntarnos
¿Con qué fin podría haber sido construida la Luna de ser auténtica esta teoría? Existen, claro, varias explicaciones. Una de las más aceptadas actualmente dice que la Luna fue construida por una antigua humanidad, con la tecnología suficiente para llevar a cabo este descomunal proyecto, destinado principalmente a proveer luz nocturna. ¿Descabellado? Tal vez deberíamos contemplar cómo se ve una Powermoon recortada contra un cielo oscuro antes de arriesgar una carcajada.
Los misterios lunares propuestos por los científicos Vasín y Sherbakov son sólo algunas apreciaciones físicas reales de las anomalías que presenta la Luna. Existen además, muchos otros documentos fílmicos, fotográficos y estudios que ponen la piel de gallina a quienes se aventuran a pensar en la posibilidad de que nuestro satélite “natural”, no lo sea tanto.
Momentos después de que los astronautas de la misión Apolo XI colocaran el primer sismógrafo en la Luna el 20 de julio de 1969, la Dirección Nacional de Aeronáutica y el Espacio -NASA- registró los primeros movimientos sísmicos del satélite. Aunque eran de naturaleza leve, los científicos se preguntaban si dichos movimientos habían sido causados por la caída en la superficie del “Luna XV”, satélite soviético no tripulado que orbitaba la Luna al mismo tiempo que el Apolo llevaba a cabo su misión, y que terminó estrellándose en el casualmente llamado “Mar de la Crisis”. Pero más allá de la naturaleza del impacto, lo que desde un principio hasta el día de hoy ha llamado la atención a los equipos de investigación es la asombrosa durabilidad de estos fenómenos en el planetoide gris.
En la actualidad, muchos equipos de investigación están encausados en la tarea de interpretar las miles de horas de registro que tomaron los sismógrafos colocados durante el programa lunar Apolo. En esta serie de misiones (naves Apolo XI a XVI) se colocaron instrumentos de medición que transmitieron a la Tierra gran cantidad de datos, hasta su desconexión en 1977.
Era el 16 de julio de 1969 y los tripulantes del «Apolo 11» iban a ser los primeros en llegar a la Luna. O no. Tenían un fifty-fifty de posibilidades de pasar a la historia. Y lo lograron.
Según la investigación liderada por Yosio Nakamura, geofísico de la Universidad de Texas que actualmente estudia estos fenómenos, existe una especie de lunamotos (terremotos lunares) de pequeña magnitud que se originan a un promedio de 1000 kilómetros de la superficie lunar, lo cual es muy raro.
Yosio Nakamura
“Esa profundidad es superior a la de cualquier terremoto que vemos en la Tierra”, explica Catherine L. Johnson, geofísica del Instituto Scripps de Oceanografía. Aparte, estos pequeños sismos se dieron en el orden de varios por día, y la enorme mayoría en el lado visible de la Luna. Esta asimetría se agrega a una gran lista de las que posee nuestro satélite.
Clive R. Neal, catedrático de ingeniería civil y ciencias geológicas de la Universidad de Notre Dame, también investiga los datos del programa Apolo. Pudo comprobar la existencia de 28 fuertes sismos de poca profundidad (5,5 escala Ritcher), que curiosamente dejaban temblando a la Luna por más de 10 minutos. En la Tierra generalmente estas vibraciones no duran más de medio minuto. «La Luna resonaba como una campana», observó Neal. Innumerables investigaciones parecen indicar que nuestra Luna es un planetoide hueco, cuya estructura está formada al parecer por una sola pieza.
Estas curiosidades de nuestro satélite llevaron a elaborar hipótesis muy difíciles de asimilar para el bando conservador de los científicos.
Ya en la década de 1960, Mijail Vasin y Alexander Sherbakov, de la Academia Soviética de Ciencias habían expuesto la hipótesis de que nuestro satélite fue en realidad construido indudablemente de manera artificial. Pese a lo risible que pareció esta idea en años pasados, numerosos informes de la NASA parecen confirmar los postulados de una luna artificial. Y no es para menos, ya que el satélite selenita posee las más raras características que se puedan encontrar en un cuerpo celeste: presenta varias asimetrías en sus caras(visible y oscura); los cráteres en la superficie no superan los 5 Km. de profundidad, por más que tengan un centenar de kilómetros de radio; su baja densidad y resonancia en temblores sólo dan lugar a que sea un planetoide hueco; su cuerpo es increíblemente combado (más de lo que la física pueda explicar); posee concentraciones de masa en puntos aislados debajo de la superficie; siendo un cuerpo frío tiene descomunales manchas (mares) de un material que hasta ahora los científicos suponen como lava; su órbita es casi perfectamente circular; su origen, hasta el momento es una teoría difícil de elaborar.
Todavía en la actualidad, claro, el origen incierto de la Luna genera polémica. De las tres o cuatro teorías más populares del siglo pasado, hoy los científicos aceptan una como la más probable: el origen por “colisión lenta”. Ésta intenta explicar cómo podría formarse un satélite a partir de fragmentos expulsados por un planeta de menor tamaño que la Tierra que colisiona con ésta.
Para comprobar el comportamiento dinámico de esta colisión, los laboratorios usan súper-ordenadores capaces de recrear gráficos con millones de variables posibles. Según los cálculos, la Luna sólo podría haberse formado si un cuerpo de un tamaño específico impactara la Tierra en un ángulo muy particular, liberando al espacio materiales capaces de agruparse en vez de caer nuevamente a la Tierra. Para esto se requeriría que el objeto impactante no se pulverizara produciendo ondas de choque, y que impactara a una velocidad de unos 15 km/seg., entre otras variables.
Pero aun habiéndonos ingeniado para recrear este complicado inicio, existirían todavía una gran variedad de secretos que no podemos explicar de la gran bola plateada.
Un ejemplo de esto es la nube de partículas de polvo cargadas magnéticamente que constantemente se desplaza con la luz del día, justo en la línea del suelo que separa el día y la noche lunar. Esta débil “tormenta magnética” que permaneció como un fenómeno olvidado sin confirmar durante el programa Apolo, fue estudiada a principios de este año. Incluso esto puede haber creado la mayoría de los fenómenos que se identifican como “fenómenos lunares transitorios” o LTP por sus siglas en inglés (lunar transient phenomena)
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Por siglos, han existido informes de extrañas luces brillantes en la Luna, que muchos astrónomos arriesgaron como evidencia de vida inteligente. Incluso existen pruebas fotográficas de la NASA que se identifican como LTP. Timothy Stubbs, de la División de Exploración del Sistema Solar del Centro Goddard para Vuelos Espaciales, dice en referencia al tema, que el efecto de la pared de polvo no está definido: podría ser diáfana, invisible e inofensiva; o bien podría representar un problema real, inmovilizando los trajes espaciales, cubriendo superficies y causando recalentamiento en los equipos. “Aún tenemos mucho que aprender acerca de la Luna”, dice Stubbs.
Conclusión
Aceptar que esa gran esfera inerte que gira alrededor de nuestro mundo no es un satélite natural, sino construido por mentes pensantes, resolvería la gran mayoría de las anomalías físicas que se nos presentan, ya que el origen y numerosos aspectos del estado presente de este cuerpo no pueden justificarse con las leyes físicas conocidas.
Pero siendo así, surgirían dos intrigas aún más grandes: ¿Quién construyo la Luna y con qué propósito? No son pocos los que hacen intervenir manos extraterrestres en un posible origen. Pero aún más gente postula a una civilización prehistórica como la autora del planetoide.
Este génesis selenita es impracticable para muchos de los discípulos de la evolución humana lineal. Pero la comunidad científica de a poco se abre a las incontables pruebas de civilizaciones antiguas que prosperaron tecnológicamente y dieron fruto a fenómenos hoy inconcebibles, como ser los reactores prehistóricos nucleares de Gabón, la barra de hierro sin impurezas de la India (difícilmente obtenible con métodos actuales) o el reloj de Anticitera.
Pero, ¿con que propósito podrían haber construido la Luna seres inteligentes?
La respuesta general es con uno, pero tal vez sean muchos: iluminar el firmamento nocturno. La proposición de que el hombre pudiera alcanzar la tecnología para construir un coloso luminoso de tales magnitudes es simplemente irrisoria para los escépticos. Pero si nos detenemos a repasar los logros y proyectos humanos actuales, quizás esta idea empiece a parecernos no tan descabellada.
Después de todo, como Carl Sagan esbozó una vez, con una simple huella en la Luna y Marte, el hombre ya ha comenzado a modificar el aspecto de otros mundos. Más todavía desde que se comenzó a proyectar a la Luna como un posible proveedor de energía. Este proyecto a largo plazo tiene por objetivo sembrar en nuestro satélite inmensos paneles solares, y transmitir esa energía a la Tierra a través de microondas.
Otro dato para tener en cuenta a la hora de medir la influencia humana en el espacio, es que sin nuestro satélite, la vida en la Tierra sería simplemente imposible. La Luna sirve como un “ancla gravitacional” que no permite que nuestro planeta gire alocadamente, con días de 6 horas, inviernos insoportables o veranos infernales. Es por eso que, sabiendo que la Luna se está alejando algunos milímetros por año de la Tierra, algunos científicos incluso han comenzado a bosquejar ideas para mantener la estabilidad terrestre
Alexander Eivian, de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, sugirió secuestrar una de las lunas de Júpiter (Europa) y colocarla en nuestra órbita -la luna propuesta, es lo suficientemente grande para realizar el trabajo a la perfección-. Este poder (el de manipular cuerpos de nuestro sistema solar) es un claro ejemplo de la influencia que puede ejercer el hombre en el espacio en escasos años. Siendo así, nos queda el replanteo de cuán imposible es que una civilización como la nuestra, nacida hace unos cuantos miles de años, pudiera poseer la capacidad para encender, en lo alto del firmamento, una “gran lámpara cósmica”.
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