Según los textos sumerios: Antes, en los días antiguos, Alalu era rey del Cielo; Él, Alalu, estaba sentado en el trono.
El poderoso Anu, el primero entre los dioses, de pie ante él, se inclinaba ante sus pies, y ponía la copa en su mano.
Durante un total de nueve períodos, Alalu fue rey en el Cielo. En el noveno período, Anu le dio batalla a Alalu.
Alalu fue derrotado, huyó ante Anu.
Descendió a la oscura Tierra. Abajo, a la oscura Tierra fue; en el trono se sentó Anu.
Así pues, la epopeya atribuye a la usurpación del trono, la llegada de un «rey del Cielo» a la Tierra. Un dios llamado Alalu fue obligado a abandonar su trono (en algún lugar de los cielos), y a huir para salvar su vida, «descendió a la oscura Tierra».
Pero ése no fue el final. El texto sigue relatando cómo Anu, a su vez, fue destronado nuevamente por Alalu en la tierra (medio hermano de Anu, según algunas interpretaciones)
Durante un total de nueve períodos, Anu fue rey en el Cielo; En el noveno período, Anu tuvo que hacer batalla con Alalu. Anu consiguió soltarse de Alalu y huyó. Huyó Anu, elevándose hacia el cielo. Alalu salió tras él, y lo agarró por los pies; tiró de él hacia abajo desde los cielos.
Le mordió los genitales, y la «Virilidad» de Anu, al combinarse con las tripas de Alalu, se fundió como el bronce. Según este antiguo relato, la batalla no terminó con una victoria total.
Aunque castrado, Anu se las arreglo para huir hasta su Morada Celeste, desterrando a Alalu de la Tierra.
¿Quiénes fueron esos Dioses del Cielo y de la Tierra?
Seres divinos y sin embargo, muy humanos, encabezados siempre por un panteón o círculo interno de doce deidades.
No hay duda de que las «palabras de antaño»,
Que durante miles de años constituyeron la lengua de las enseñanzas superiores y las escrituras religiosas, era la lengua de Sumer.
Tampoco hay duda de que los «dioses de antaño» eran los dioses de Sumer; en ninguna parte se han encontrado registros, relatos, genealogías e historias de dioses más antiguos que los de Sumer
Los sumerios estaban encabezados por un panteón de Grandes Dioses, gobernados por una Asamblea de Deidades, y estaban relacionados entre ellos.
En el momento en que se excluye a sobrinas, sobrinos, nietos y demás, emerge un grupo de deidades mucho más pequeño y coherente donde cada uno juega un papel, con determinados poderes y responsabilidades.
Los sumerios creían que había dioses que eran «de los cielos». Los textos que hablan de los tiempos de «antes de que las cosas fueran creadas»
Citan a algunos de estos dioses celestiales, como Apsu, Tiamat, Anshar, Kishar.
Entre los dos grupos estaban los Dioses del Cielo y de la Tierra, los llamados «dioses antiguos».
Éstos eran los «dioses de antaño» de los relatos épicos, y, según las creencias sumerias, habían bajado a la Tierra desde los cielos.
No eran simples deidades locales.
Eran dioses nacionales -o, mejor aún, dioses internacionales.
Algunos de ellos estaban presentes y activos en la Tierra, aun antes de que hubiera Hombres en ella. De hecho, se estimaba que la existencia del Hombre había sido el resultado de una deliberada empresa creadora por parte de estos dioses.
Eran poderosos, capaces de hazañas que estaban más allá de las capacidades o de la comprensión de los mortales.
Sin embargo, estos dioses no sólo tenían aspecto humano, sino que, también, comían y bebían como ellos, y exhibían todo tipo de emociones humanas, desde el amor y el odio hasta la lealtad y la infidelidad. Aunque los papeles y la posición jerárquica de algunos de los principales dioses pudieron cambiar con los milenios, algunos de ellos nunca perdieron su encumbrada posición y su veneración nacional e internacional.
A medida que observemos más de cerca este grupo central, veremos emerger una dinastía de dioses, una familia divina, estrechamente relacionados entre ellos y, sin embargo, amargamente divididos.
A la cabeza de esta familia de Dioses del Cielo y de la Tierra estaba AN (o Anu en los textos Babilonios/asirios).
Él era el Gran Padre de los Dioses, el Rey de los Dioses.
Su reino era la inmensidad de los cielos, y su símbolo era una estrella.
La morada de Anu, y la sede de su Realeza, estaba en los cielos.
Ahí era adonde iban los otros Dioses del Cielo y de la Tierra cuando necesitaban consejos o favores personales, o donde se reunían en asamblea para limar disputas entre ellos mismos o para tomar decisiones importantes.
Numerosos textos describen el palacio de Anu (cuyos pórticos estaban custodiados por un dios del Árbol de la Verdad y un dios del Árbol de la Vida), así como su trono, el modo en que los demás dioses se aproximaban a él y cómo se sentaban en su presencia. Los textos sumerios también recogieron casos en que incluso a los mortales se les permitió subir a la morada de Anu, la mayoría de las veces con el objeto de escapar a la mortalidad.
Uno de estos relatos es el de Adapa («modelo de Hombre»). Fue tan perfecto y tan leal al dios Ea, que le había creado, que Ea lo dispuso todo para que fuera llevado hasta Anu.
Es en ese momento cuando Ea le describió a Adapa lo que se debía esperar .Adapa, vas a ir ante Anu, el Rey; tendrás que tomar el camino hacia el Cielo. Cuando hayas ascendido hasta el Cielo, y te hayas acercado al pórtico de Anu, el «Portador de Vida» y el «Cultivador de la Verdad» estarán de pie en el pórtico de Anu.
Guiado por su creador, Adapa «hasta el Cielo fue… ascendió al Cielo y se acercó al pórtico de Anu».
Pero cuando se le ofreció la posibilidad de hacerse inmortal, Adapa se negó a comer el Pan de la Vida, pensando que el enfurecido Anu le estaba ofreciendo alimentos envenenados. Así pues, se le devolvió a la Tierra como sacerdote ungido, pero todavía mortal.
La afirmación sumeria de que también los humanos podían ascender a la Morada Divina en los cielos encuentra su eco en los relatos del Antiguo Testamento sobre el ascenso a los cielos de Enoch y del profeta Elías. La segunda deidad en poder del panteón sumerio era ENLIL. Su nombre significa «señor del espacio aéreo», prototipo y padre de los posteriores Dioses de las Tormentas que encabezaban los panteones del mundo antiguo. Era el hijo mayor de Anu, nacido en la Morada Celeste de su Padre. Pero, en algún momento de los tiempos más antiguos, descendió a la Tierra y se convirtió así en el principal Dios del Cielo y la Tierra. Cuando los dioses se reunían en asamblea en la Morada Celeste, Enlil presidía las reuniones en compañía de su padre. Cuando los dioses se reunían en asamblea en la Tierra, se encontraban en la corte de Enlil, en el recinto divino de Nippur, la ciudad dedicada a Enlil, además de ser el sitio donde se encontraba su principal templo, el E.KUR («Casa que es como una montaña»). No sólo los sumerios tenían a Enlil por supremo, sino también los dioses de Sumer.
Éstos le llamaban Soberano de Todas las Tierras, y dejaban claro que «en el Cielo – él es el Príncipe; En la Tierra – él es el Jefe». Sus «palabras (mandatos), en las alturas, hacen temblar los Cielos; abajo, hacen que la Tierra se estremezca»:
Enlil, cuyos mandatos llegan lejos; cuya «palabra» es noble y santa; cuyas declaraciones son invariables; que decreta destinos hasta el distante futuro… Los dioses de la Tierra se inclinan gustosamente ante él; los dioses Celestiales que están en la Tierra se humillan ante él; Permanecen fielmente junto a él, según las instrucciones.
Enlil, según las creencias sumerias, llegó a la Tierra mucho antes de que la Tierra se adecuara y se civilizara.
Un «Himno a Enlil, el Caritativo» narra los muchos aspectos de la sociedad y la civilización que no habrían llegado a existir de no ser por las instrucciones de Enlil para «ejecutar sus órdenes en todas partes».
No se construirían ciudades, ni se fundarían poblados; no se construirían establos, ni se levantarían rediles; ni reyes serían coronados, ni sumos sacerdotes nacidos.
Los textos sumerios dicen también que Enlil llegó a la Tierra antes de que las «Gentes de Cabeza Negra» -el apodo sumerio para designar a la Humanidad- fueran creados. Durante estos tiempos previos a la Humanidad, Enlil levantó Nippur como centro particular suyo o «puesto de mando», al cual Cielo y Tierra estaban conectados a través de algún tipo de «enlace».
Los textos sumerios llamaban a este enlace DUR.AN.KI («enlace cielo-tierra») y usaban el lenguaje poético para relatar las primeras acciones de Enlil en la Tierra: “Enlil, cuando señalaste los poblados divinos en la Tierra, Nippur levantaste como tu propia ciudad. La Ciudad de la Tierra, la noble, tu lugar puro cuya agua es dulce. Fundaste el Dur-An-Ki en el centro de las cuatro esquinas del mundo”.
En aquellos primeros días, cuando sólo los dioses habitaban Nippur y el Hombre aún no había sido creado, Enlil conoció a la diosa que acabaría convirtiéndose en su esposa. Según una versión, Enlil vio a su futura novia mientras se estaba bañando en el riachuelo de Nippur -desnuda. Fue un amor a primera vista, pero no necesariamente con matrimonio en mente:
El pastor Enlil, que decreta los destinos, el del Brillante Ojo, la vio.
Enlil le habla a ella de relaciones sexuales; ella no está dispuesta: «Mi vagina es demasiado pequeña (dice ella), no sabe de la cópula; mis labios son demasiado pequeños, no saben besar.» Pero Enlil no aceptó un no por respuesta. Le reveló a su chambelán Nushku su ardiente deseo por «la joven doncella», que se llamaba SUD («la niñera»), y que vivía con su madre en E.RESH («casa perfumada»). Nushku le sugirió un paseo en barca y le trajo una barca, Enlil persuadió a Sud para salir a navegar con él y, una vez estuvieron en la barca, la violó.
El antiguo relato cuenta entonces que, aunque Enlil era el jefe de los dioses, éstos se enfurecieron tanto por lo que había hecho que lo detuvieron y lo desterraron al Mundo Inferior. « ¡Enlil, el inmoral!», le gritaban. « ¡Vete de la ciudad!»
En esta versión, Sud, embarazada con el hijo de Enlil, siguió a éste y se casó con él.
Otra versión dice que Enlil, arrepentido, buscó a la joven y envió a su chambelán para que le pidiera a su madre la mano de la hija.
De un modo o de otro, Sud se convirtió en la esposa de Enlil, y éste le otorgó el título de NINLIL («señora del espacio aéreo»).
Pero lo que no sabían ni él ni los dioses que le desterraron es que no fue Enlil el que sedujo a Ninlil, sino al revés.
Lo cierto es que Ninlil se bañó desnuda en el riachuelo siguiendo las instrucciones de su , madre, con la esperanza de que Enlil, que solía pasear junto al arroyo, se percatara de la presencia de Ninlil y deseara «abrazarla y besarla».
A pesar de la forma en la que se enamoraron, Ninlil fue tenida en muy alta estima a partir del momento en que Enlil le dio «la prenda de la señoría». Con una única excepción, que, según creemos, tuvo que ver con la sucesión dinástica, no se conocen más indiscreciones de Enlil.
Una tablilla de arcilla encontrada en Nippur muestra a Enlil y a Ninlil en su templo mientras se les sirven alimentos y bebida.
La tablilla fue encargada por Ur-Enlil, el «Criado de Enlil». Enlil dictaba sentencias en la Asamblea de dioses para que se llevaran a efecto contra de la Humanidad; era su «viento» el que soplaba, tormentas devastadoras contra las ciudades ofensoras.
Era él, el que buscaba la destrucción de la Humanidad cuando el Diluvio, pero también el que, cuando estaba en paz con el género humano, se convertía en un dios amable que concedía favores, según un texto sumerio, fue Enlil el que dio a la Humanidad el conocimiento de la agricultura, junto con el del arado y el pico. Enlil elegía también a los reyes que tenían que gobernar a la Humanidad, no como soberanos, sino como servidores del dios a los que se les confiaba la administración de las leyes divinas de justicia.
Así pues, los reyes sumerios, acadios y babilonios abrían sus inscripciones de auto adoración describiendo cómo Enlil les había llamado a la Realeza.
Estas «llamadas» -promulgadas por Enlil en su propio nombre y en el de su padre, Anu- le concedían legitimidad al gobernante y delimitaban sus funciones.
Incluso Hammurabi, que reconocía a Marduk como dios nacional de Babilonia, afirmó en el prefacio de su código legal que «Anu y Enlil me nombraron para promover el bienestar del pueblo… para hacer que la justicia prevalezca en la tierra». Dios del Cielo y de la Tierra, Primogénito de Anu, Dispensador de Realeza, Jefe Ejecutivo de la Asamblea de Dioses, Padre de Dioses y Hombres, Dador de la Agricultura, Señor del Espacio Aéreo… estos eran algunos de los atributos de Enlil que hablaban de su grandeza y sus poderes.
Sus «mandatos llegaban lejos», sus «declaraciones invariables»; él «decretaba los destinos». Disponía del «enlace cielo-tierra», y desde su «impresionante ciudad de Nippur» podía «elevar los rayos que buscan el corazón de todas las tierras» – «ojos que Pueden explorar todas las tierras».
Sin embargo, era tan humano como cualquier joven capaz de dejarse seducir por una belleza desnuda; sujeto a leyes morales impuestas por la comunidad de los dioses, transgresiones que se castigaban con el destierro; y ni siquiera era inmune a las quejas de los mortales.
Al menos, que se sepa, consta un caso, en el que un rey sumerio de Ur, se quejó directamente a la Asamblea de los Dioses de que toda una serie de males que habían caído sobre Ur y sus gentes, podían deberse al desafortunado hecho de que «Enlil le había dado la realeza a un hombre indigno… que no era de simiente sumeria».
A medida que avancemos, iremos viendo el papel fundamental que jugaba Enlil en los asuntos divinos y mortales de la Tierra, y cómo sus distintos hijos combatieron entre ellos y con otros por la sucesión divina, dando así origen, sin duda, a relatos posteriores sobre batallas entre dioses. El tercer Gran Dios de Sumer fue otro hijo de Anu; tenía dos nombres, E.A y EN.KI. Al igual que su hermano Enlil, Ea era, también, un Dios del Cielo y de la Tierra, una deidad de origen celeste que había bajado a la Tierra. Su llegada a la Tierra está relacionada en los textos sumerios con una época en la que las aguas del Golfo Pérsico entraban en tierra firme mucho más allá de lo que vemos hoy en día, convirtiendo en pantanosa la parte sur del país. Ea (el nombre significa, literalmente, «casa-agua»), que era maestro en ingeniería, planificó y supervisó la construcción de canales, de diques en los ríos, así como el drenaje de los pantanos. Le encantaba salir a navegar por estos cursos de agua y, de modo especial, por los pantanos. Como su nombre indica, las aguas eran su hogar. Construyó su «gran casa» en la ciudad que fundó, al filo de las tierras pantanosas, una ciudad llamada HA.A.KI («lugar de los peces-agua»), aunque también fue conocida como ERIDÚ («hogar de ir desde lejos»). Ea era «Señor de las Aguas Saladas», los mares y los océanos. Los textos sumerios hablan repetidamente de una época muy antigua en la que los tres Grandes Dioses se repartieron los reinos entre ellos. «Los mares se los dieron a Enki, el Príncipe de la Tierra», dándole así «el gobierno del Apsu» (lo «Profundo»). Como Señor de los Mares, Ea construyó barcos que navegaban hasta tierras lejanas, y, en especial, a lugares desde donde se traían metales preciosos y piedras semipreciosas. Los sellos cilíndricos sumerios más antiguos representan a Ea como un dios rodeado de ríos fluentes en los que, a veces, se veían peces. Los sellos relacionaban a Ea, con la Luna (indicada por su creciente), una relación quizás basada en el hecho de que la Luna provoca las mareas. No hay duda, en lo referente a esta imagen astral, de que a Ea se le dio el epíteto de NIN.IGI.KU («señor brillo-ojo»).Según los textos sumerios, entre los que se incluye una asombrosa autobiografía del mismo Ea, éste nació en los cielos y vino a la Tierra antes de que hubiera ninguna población o civilización sobre la Tierra. «Cuando me acerqué al país, estaba inundado en gran parte», afirma. Después, procede a describir la serie de acciones que emprendió para hacer habitable la tierra: llenó el río Tigris con frescas «aguas dadoras de vida»; nombró a un dios para que supervisara la construcción de canales, para hacer navegables el Tigris y el Éufrates; y descongestionó las tierras pantanosas, llenándolas de peces y haciendo un refugio para aves de todos los tipos, y haciendo crecer allí carrizos que pudieran servir como material de construcción. Centrándose después en la tierra seca, Ea decía que fue él quien «dirigió el arado y el yugo… abrió los sagrados surcos… construyó establos… levantó rediles». Después, el auto adulatorio texto (llamado por los expertos «Enki y la Ordenación del Mundo») dice que fue este dios el que trajo a la Tierra las artes de la elaboración de ladrillos, de la construcción de moradas y ciudades, de la metalurgia, entre otros.
Presentándolo como al mayor benefactor de la Humanidad, como al dios que trajo la civilización, muchos textos lo tienen también como el principal defensor de la Humanidad en los consejos de los dioses. En los textos sumerios y acadios sobre el Diluvio, donde se deben buscar los orígenes del relato bíblico, se dice que Ea fue el dios que, desafiando la decisión de la Asamblea de Dioses, permitió escapar del desastre a un seguidor de confianza (el «Noé» mesopotámico). De hecho, los textos sumerios y acadios, que, como el Antiguo Testamento, se adhieren a la creencia de que un dios o los dioses crearon al Hombre por medio de un acto consciente y deliberado, atribuyen a Ea un papel clave en todo esto. Como científico jefe de los dioses, fue él, el que diseñó el método y el proceso por el cual debía ser creado el Hombre. Con tal afinidad con la «creación» o aparición del Hombre, no es de sorprender que fuera Ea el que guío a Adapa -el «hombre modelo» creado por la «sabiduría» de Ea- a la morada de Anu en los cielos, desafiando la determinación de los dioses de negarle la «vida eterna» a la Humanidad. ¿Se puso Ea del lado del Hombre simplemente porque tuvo que ver con su creación, o hubo algún otro motivo más subjetivo? A medida que exploramos los textos, nos encontraremos con que los constantes desafíos de Ea, tanto en temas humanos como divinos, tenían como objetivo principal el frustrar las decisiones o los planes que emanaban de Enlil. Los archivos están repletos de alusiones a los abrasadores celos que sentía Ea por su hermano Enlil. De hecho, el otro nombre de Ea (y, quizás, el primero) era EN.KI («señor de la Tierra»), y los textos que hablan del reparto del mundo entre los tres dioses sugieren que Ea perdió el dominio de la Tierra en favor de su hermano Enlil por el simple método de echarlo a suertes. Aun con la amargura que pudo sentir Ea/Enki con aquel reparto, parece que esto no hacía más que alimentar un resentimiento mucho más profundo. La razón nos la da el mismo Enki en su autobiografía: era El, y no Enlil, el primogénito, según afirma Enki; era El, por tanto, no Enlil, el que debía ser heredero de Anu.
Como vemos la controversia es muy amplia, fue Enki O Enlil, el señor de la tierra.
Pero las fechas de estos relatos son muy recientes, hablamos de entre 5000 a 15000 años. Pero que pasó anteriormente, antes de que estos poemas fueran escritos por los humanos, algunas tablillas hablan de fechas muy lejanas, pero como en todo fueron escritas miles de años después que se narraran los hechos.
Hay algún documento que nos relata como una raza natural del planeta tierra, tubo que luchar y esconderse en las entrañas del mismo, esconderse a consecuencia de otra raza invasora del exterior del planeta tierra, después de una ensangrentada lucha la especie
Nativa fue derrotada y cautivada en sus habitad en el mundo subterráneo, mientras que los invasores extraían minerales del planeta para sus necesidades, esta especie sucumbía ante los esfuerzos realizados a causa de las características atmosféricas del planeta. Fu entonces cuando determinaron crear un hibrido, hibrido mezcla de su especie y la especie nativa del planeta.
Ese hibrido fue llamado Igigi, los Igigi trabajaron durante cientos de años, hasta que su evolución mental comenzó a razonar, fue entonces cuando comenzaron las revueltas.
Luchas encañizadas dieron comienzo, entre los Igigi y la raza invasora, una batalla en los cielos determinaría el final del conflicto, la especie invasora se fue del planeta y los Igigi tomaron el poder, también lograron apoderarse de los territorios del interior. Durante 400000 años gobernaron en el planeta, crearon ciudades, crearon tecnología, pero comenzaron a cuestionarse a si mismos. Hartos de trabajar comenzaron a quejarse fue entonces cuando un grupo de jefes decidió autorizar que se experimentara con genética para crear unos seres para el trabajos duro.
Nació la especie A-dam (Adapa)-(humano) un esclavo para los dioses… y el Final comenzó con el principio….
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