Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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Secretos Parameshwary

martes, 17 de marzo de 2015

Ley de la Justicia Espiritual o Ley de Acción y Reacción.



3er Ley
:

Ley de la Justicia Espiritual o Ley de Acción y Reacción Espiritual (causa-efecto)

- Lo que haces a los demás, te lo haces también a ti mismo.
- Se avanza espiritualmente cuando el espíritu toma conciencia de sus errores (actos en contra de los otros seres de la creación) y los repara.


Hay mucha gente que argumenta su ateísmo en la máxima: “Si hubiera realmente un Dios no permitiría que pasaran estas injusticias en el mundo”.
Existe una ley universal, la cual podríamos llamar Ley de la Justicia Espiritual, Ley de Causa-Efecto, o Ley de Acción y Reacción Espiritual que dice, más o menos, que el espíritu recibe exactamente lo mismo que da.
En realidad equivale a decir que lo que hacemos a los demás nos lo hacemos en realidad a nosotros mismos. La consecuencia de ello es que cada espíritu ha de hacer frente a las circunstancias que él mismo ha creado, de manera que muchas de las circunstancias adversas a las que se enfrenta el espíritu en una vida son consecuencia o efecto de una causa que él mismo creó en una encarnación anterior.

¿Por qué es una ley universal?

Porque el espíritu no puede ser feliz ni puede avanzar en su evolución espiritual sin haberse enfrentado y haber resuelto aquellas circunstancias, aquellos actos que realizó contra las leyes universales y contra los demás seres de la creación.

Si por la ley del libre albedrío el espíritu es libre para elegir el camino que quiera, de tomar las decisiones que crea convenientes, por la ley de justicia espiritual ha de saber que cada acción que realiza tiene sus consecuencias y que finalmente, tarde o temprano, éstas acabarán afectándole a él. Dicho de otro modo: “La siembra es libre, la cosecha es obligatoria”. Es decir, si algo nos pareció correcto como emisores, también nos deberá parecer justo como receptores y viceversa, y si no nos gusta recibir lo mismo que hicimos es que había algo en lo que hicimos que no era demasiado bueno, porque lo que no es bueno para nosotros, tampoco es bueno para los demás. Habéis oído que muchos grandes profetas, incluido el propio Jesús, dijeron: “No hagas a los demás lo que no quisieras que hiciesen contigo” y “haz a los demás lo que quisieras que hiciesen contigo.” Conociendo la ley de acción y reacción habría que añadir a estas máximas una coletilla: “No hagas a los demás lo que no quisieras que hiciesen contigo, porque al final te lo haces a ti mismo” y “haz a los demás lo que quisieras que hiciesen contigo, porque en realidad te lo haces a ti mismo”. En esta máxima, “lo que haces a los demás también te lo haces a ti mismo” se encierra el principio de justicia espiritual.

¿Por qué la llamas ley de acción y reacción espiritual?

Porque en cierta manera se parece a la Tercera Ley de Newton o Ley de acción y reacción de la Física Clásica. Para el que no esté familiarizado con ella, esta ley viene a decir algo así como que siempre que un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, al mismo tiempo recibe sobre él una fuerza de la misma magnitud. Es decir, si dos astronautas están en el espacio, cogidos de la mano y uno de los dos decide empujar al otro, él mismo se verá desplazado con la misma fuerza que ejerció, pero en dirección contraria. Los efectos de la ley de acción y reacción física los conocen bien aquellos que han disparado con una escopeta o arma similar. Conocemos que en el disparo, la escopeta ejerce una fuerza sobre la bala que la impulsa hacia el exterior con gran velocidad. Pero al mismo tiempo la bala ejerce sobre la escopeta la misma fuerza, pero en sentido contrario. Esta fuerza, debida a la existencia de la ley de acción y reacción, es conocida en el argot de las armas como retroceso, y es tan fuerte que si no se está entrenado puede causar lesiones en el punto de apoyo del arma.

Pues a nivel espiritual, de forma análoga a esta ley de acción y reacción física, la ley de acción y reacción espiritual nos dice que todo acto realizado hacia los demás nos será devuelto en la misma medida. Lo cual implica en la práctica, y como ya he dicho, que todo aquello que hacemos a los demás, en realidad nos lo hacemos a nosotros mismos.

Esta es la base de la justicia espiritual, ya que a cada uno se le enfrenta con sus propias acciones, y queda en uno la decisión de modificar su conducta o no tras experimentar las consecuencias de sus actos.

¿Y de qué manera esas acciones hacia los demás repercuten en la evolución espiritual?

El peso de estas acciones, si están en contra de la ley del amor, es como un lastre que impide al espíritu elevarse hacia cotas más altas de evolución. Por el contrario, las acciones que sintonizan con la ley del amor actúan como la llama de un quemador de un globo aerostático. La llama, al calentar el aire, aumenta el nivel vibratorio de las moléculas de gas disminuyendo así la densidad del aire del interior del globo, permitiéndole la ascensión hacia zonas de la atmósfera menos densas. De igual modo, las acciones a favor de la ley del amor aumentan la vibración del espíritu, permitiéndole así ascender hacia regiones del mundo astral de mayor vibración, es decir, de mayor nivel espiritual.

Pues yo no observo que esta ley se cumpla muy a menudo. ¿Acaso no hay asesinos, criminales y genocidas reconocidos que jamás son llevados ante la justicia y mueren plácidamente de viejos?

El hecho de que el efecto asociado a una causa o acción determinada no se dé de forma inmediata puede dar la impresión al encarnado de que no existe justicia, por no ver al criminal responder por sus delitos en la misma encarnación. Es cierto que en una sola vida muchos delitos, sobre todo de aquellos que ostentan posiciones de poder terrenal, quedan impunes. En estos casos se da que, los que actuaron en contra de la ley del amor dañando a otros espíritus, harán frente en posteriores vidas a las consecuencias de sus actos. Imaginemos un gobernante que fue el causante de guerras y dio la orden para torturar y condenar a muerte a miles de personas. Debido a su poder jamás fue juzgado ni condenado por ningún tribunal de la Tierra. Tened por seguro que aquellas cuentas que no saldó en dicha vida quedan pendientes para las próximas, y el verdugo de antaño puede ser la víctima aparentemente inocente del mañana. Esto es lo que significa la frase “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” porque lo que la justicia terrena deja sin resolver no tengáis duda que la justicia espiritual lo resolverá. Aún así, sabed que la intención de este sistema no es castigar sino enseñar. En cualquier caso, todo espíritu que hizo daño queda en deuda consigo mismo y, para poder avanzar, es necesario primero que se dé cuenta del daño que hizo y segundo, que lo repare.




En el extremo opuesto, ¿no existen personas que hicieron mucho bien durante su vida y como pago fueron calumniados, torturados y asesinados?

También hay que ver la otra cara de la moneda de la Ley de justicia espiritual, ya que aquellos que actuaron conforme a la ley del amor y que recibieron la ingratitud, la incomprensión, el rechazo, la violencia, la tortura o la muerte a cambio del bien que hicieron por parte de sus coetáneos, han de tener por seguro que los frutos de sus actos serán recompensados en el mundo espiritual, que es el mundo verdadero y que no está sujeto a las leyes arbitrarias de los hombres. Esto es lo que significan las palabras de Jesús “Bienaventurados los pobres de espíritu (se refiere a los humildes), porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.

¿Y por qué tiene que haber una demora entre la acción y la reacción, es decir, entre el acto y sus consecuencias sobre el que lo comete? ¿No sería más justo que acción y reacción fueran consecutivas?


La reacción se activa en el momento en que se realiza la acción, aunque no se haga efectiva inmediatamente. Si la acción está a favor de las leyes espirituales, recibiremos una “bonificación espiritual”, mientras que si está en contra diremos que se ha contraído una “deuda espiritual”. La “recogida de la cosecha” se demorará hasta que el espíritu concluya la etapa en la que se pone a prueba, o sea, cuando finalice la encarnación, igual que cuando se realiza un examen no se conoce la nota hasta finalizar completamente el examen, ni se espera a continuar el siguiente ejercicio a que el profesor corrija el ejercicio recién terminado. Cuando se trata de un acto a favor de las leyes espirituales, en algún momento recibiremos del mundo espiritual la compensación pertinente, aunque no será inmediata, sino que, como en un trabajo por encargo, se recibe la recompensa una vez se concluye el trabajo, y no mientras se está realizando. Esta “recompensa espiritual” se traducirá finalmente en un ascenso del espíritu hacia esferas de mayor evolución, donde habitan espíritus más amorosos, una vez concluida la encarnación.


En el caso de una deuda espiritual, la reparación se demorará hasta que el espíritu decida por propia voluntad subsanar voluntariamente el daño que hizo, lo cual implica necesariamente que el espíritu haya tomado conciencia de su propia actuación. Por la ley del libre albedrío no se le puede obligar a hacerlo. Será el espíritu el que decidirá cuando llega el momento de enfrentarse a esas circunstancias. Pero si quiere avanzar espiritualmente, ineludiblemente, tarde o temprano, deberá enfrentarse a ellas y reparar el daño que hizo. Mientras esto no ocurra no se enfrentará a ciertas pruebas, pero el peso de los actos realizados contra la ley del amor, una vez concluida la encarnación, le retendrá en los niveles inferiores del mundo astral, en los que habitan los espíritus de semejante condición a la suya, y que debido a su falta de armonía con las leyes del amor, se dedican a hacerse daño los unos a los otros, resultando de esto que la vida en esos niveles es bastante desgraciada y llena de sufrimientos para sus habitantes.

¿Y cómo se consigue que el espíritu tome conciencia del daño que realizó en los demás?

En algún momento después de la desencarnación, el espíritu se enfrenta al repaso exhaustivo de los acontecimientos moralmente más relevantes de la última vida. Durante ese repaso de la vida, para cada situación vivida, el espíritu no percibe ya sólo lo que él sintió en ese momento, sino que también simultáneamente percibe los sentimientos y las emociones de los otros seres que recibieron las consecuencias de sus actos, percibiendo el bienestar o malestar de éstos como si fuera propio.

¿Cuál es exactamente el objetivo de este repaso?


Que el espíritu tome conciencia de la relevancia de las decisiones que tomó en vida respecto a las leyes espirituales y respecto a las consecuencias de sus actos en los demás, de si actuó con amor o si actuó por egoísmo, con el objetivo de que le sirva para evolucionar. Y para que conozca cuáles son las asignaturas que afrontaba en esa encarnación que ha superado y las que todavía le quedan por superar, ya que las pruebas de las próximas encarnaciones dependen en gran medida de la actuación que se haya tenido en las encarnaciones anteriores.

Parece ser como un juicio final, ¿no?


Más o menos, pero sin ninguna intención de humillar o castigar al espíritu, sino que se efectúa para que tome conciencia de sus actos respecto a las leyes espirituales y respecto a los demás seres de la creación ¿Y quién juzga si sus actos han sido o no correctos?

Él mismo con la ayuda de espíritus superiores.

¿Cómo puede ser consciente el espíritu de si fue injusto o no su comportamiento si no lo fue durante la vida física?

Porque recibe la ayuda de los espíritus superiores, que le aportan la claridad espiritual que por su propia evolución todavía no posee.

Y, dado que se juzga a sí mismo, ¿no ocurrirá que no sea totalmente imparcial? Es decir, ¿cómo evitar que el espíritu no actúe con favoritismo hacia sí mismo?

No actúa de forma partidista porque el espíritu se encuentra en este estado de claridad espiritual inducido por los espíritus superiores que he mencionado. En ese estado se ve la realidad tal y conforme es, de forma totalmente imparcial.

¿Y qué ocurre después?

Que el espíritu se prepara para corregir y superar aquellas actitudes negativas en las próximas encarnaciones y elige según su capacidad aquellas pruebas que le pueden servir para corregirlas. Dependerá del camino que el espíritu quiera elegir. Por un lado está la reparación lenta pero más extensa en el tiempo. Por otro lado existen pruebas más fuertes pero que sirven para avanzar más rápidamente.

¿Y esto ocurre inmediatamente? Quiero decir, en la siguiente vida ¿el espíritu ya se enfrenta a la reparación de lo hecho en la vida anterior?

No necesariamente, porque hay muchos espíritus que no han mostrado ningún propósito de enmienda y, por ello, han quedado retenidos en las franjas más bajas del astral inferior; así que retornan a la vida sin haber pasado por el anterior proceso de reeducación. Y aunque el espíritu haya iniciado su proceso de reforma, hay que tener en cuenta que, al principio, la voluntad de afianzarse en el bien es frágil y no puede soportar las pruebas más duras. Por ello, el espíritu tiene la opción de vivir encarnaciones de transición en las que no se enfrentará a la reparación de su deuda, sino que le sirven de preparación, para fortalecer su voluntad de reforma y su perseverancia. Las encarnaciones de expiación propiamente dichas, en las que el espíritu se enfrentará a las pruebas más fuertes, vendrán cuando esté bastante preparado y con una voluntad de mejora más firme.

¿Qué tipo de pruebas le esperan al espíritu “endeudado”?


En general, sufrir en carne propia circunstancias semejantes a las que uno generó en otra vida, para tomar conciencia de lo que está y no está en armonía con las leyes espirituales, y trabajar para reparar el daño que hizo.

Pues me tendrías que poner un ejemplo para que lo entienda.

Vale. Imaginad a un espíritu que encarna en el siglo XVIII, en una familia blanca rica, que posee haciendas y esclavos para que trabajen las tierras.

Seguramente este espíritu no caerá en la cuenta, ya que es lo que le habrán enseñado sus padres, de que los esclavos también son seres que sienten y sufren como él, y que la esclavitud es un acto contra la ley del amor y la del libre albedrío, ya que nadie tiene derecho a apropiarse de la voluntad de ningún ser en beneficio propio, sea éste material o de ningún otro tipo, y menos de un igual a él. Seguramente si le preguntas al espíritu del ahora señorito si le parece bien tener esclavos, lo más seguro es que se ofenda en su honor porque: “cómo vas a comparar un sucio e ignorante esclavo con un señor de su categoría”. Circunstancias las de “sucio, ignorante y esclavo” que él ha contribuido tan activamente a crear y mantener. Si le parece que este estado de cosas está bien, entonces estará conforme en experimentar la situación desde el lado opuesto, es decir, naciendo en la próxima vida como hijo o hija de una de las esclavas de su familia, experimentando así en su propio ser el sufrimiento que se deriva de ser un esclavo. ¿Acaso si le preguntas al espíritu, ahora como esclavo, en esa encarnación, si le parece bien la esclavitud, no te dirá que la esclavitud es inhumana y se quejará amargamente de su suerte, diciendo: “Señor, ¿qué he hecho yo para merecer esto?” Al fin y al cabo, no ha hecho más que recoger lo que había sembrado. Si saca buena enseñanza de esa experiencia, cuando esté en situación de cambiar el estado de las cosas, por ejemplo volviendo a ser el dueño de la hacienda, tal vez se acuerde de lo que aprendió interiormente en la vida anterior y trabaje por la abolición de la esclavitud.

¿De este ejemplo debo deducir que los esclavos pueden haber sido señores en otra vida y haber practicado la esclavitud?

Sí, y los señores, esclavos. Un mismo grupo de espíritus puede haber estado experimentando esas posiciones alternativamente en multitud de vidas hasta que finalmente se den cuenta de que la mejor manera de que se respete la libertad de uno mismo es respetar la libertad de los demás en cualquier circunstancia. Pues así con todo.

Pero obligar al espíritu a pasar por lo mismo que él hizo ¿no es equivalente al ojo por ojo, diente por diente?


Ya digo que no es un castigo, sino una forma de aprendizaje. Si uno cree que ha actuado justamente no tendrá ningún temor en recibir aquello que dio. Al contrario, estará deseoso de recoger la justa recompensa de sus buenas acciones. Por el contrario, si ha obrado con egoísmo, perjudicando a los demás, no tendrá demasiadas ganas de recoger la cosecha de su mala siembra. Si la intención de la ley fuera castigar al infractor, como una especie de venganza, podríamos considerarlo un ojo por ojo. Sin embargo, el objetivo de la ley no es castigar, sino promover la evolución del espíritu a través de la experimentación personal de las acciones que uno mismo genera. Dicho de otro modo, la ley de la justicia espiritual nos enfrenta a cada uno con nuestros propios actos de manera que podamos aprender de ello. Y no necesariamente ha de pasar por las mismas situaciones literalmente que él mismo provocó, pero suele ser la forma más rápida de aprendizaje y la elegida por muchos espíritus, deseosos de salir de su situación de inferioridad espiritual, en la que se sienten profundamente infelices.

¿Y no existe otro sistema menos drástico para que el espíritu pueda deshacerse de su deuda?


La intensidad de las pruebas depende de lo rápido que quiera el espíritu en cuestión saldar su deuda espiritual y de la capacidad que tenga para poder superarla. Sólo cuando el espíritu está preparado para superarla se le presenta la prueba. Como si se tratara de un préstamo bancario, pero sin intereses, al espíritu que quiere evolucionar pero está endeudado kármicamente, se le presentan varias opciones para reformarse y pagar la deuda, y es decisión de él mismo el elegir un camino u otro. Se puede intentar devolver en menos tiempo pero en cuotas más altas o en mayor tiempo y en cuotas más bajas. Los guías espirituales suelen recomendar la segunda opción, es decir, pagar la deuda en cuotas más cómodas, aunque de este modo el espíritu necesite de mayor número de encarnaciones para saldarla. Sin embargo, los espíritus suelen tener prisa en querer abandonar el estado de sufrimiento en que se encuentran por el peso del daño hecho y tienen tendencia a elegir las pruebas más intensas que les ayudan a eliminar karma rápidamente. En cualquier caso, el espíritu debe consentir enfrentarse a ella, y se le prepara para que pueda superarla con éxito.



LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
http://lasleyesespirituales.blogspot.com

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