En la tradición tibetana se habla de dos tipos de personas. Por un lado, están las denominadas fuego-aire que sin ningún esfuerzo tienen intuiciones de una realidad superior; por otro, están las llamadas tierra-agua que sólo tras un arduo trabajo consiguen vislumbres de lo esencial.
La ventaja de los primeros es que desde el principio tienen una certeza de que hay algo más. No obstante, tienen un gran obstáculo; ya que las aperturas son espontáneas, les resulta difícil realizar algún esfuerzo para integrarlas en la vida y hacer que se conviertan en un despertar espiritual. Los llamados tierra-agua, tienen la desventaja de que sólo obtienen frutos tras una disciplina, pero la ventaja es que les cuesta menos integrarlo todo y hacer que la vida cotidiana sea el camino al despertar. Cuando tienen aperturas son más estables e integradas.
En todo caso, para unos y otros hay un proceso, un camino que recorrer. Aunque la realidad primordial es lo que somos y no hay que hacer nada para realizarla, lo cierto es que en la práctica abandonar el engaño de lo que no somos, de una manera estable y consistente, requiere tiempo.
Necesitamos detenernos y analizar cómo estamos viviendo y qué nos sucede. Pero ante todo es preciso que sepamos indagar profundamente en nuestras experiencias. Necesitamos hacer que la indagación empiece a formar parte de nuestra vida si queremos profundizar en cualquier despertar espiritual.
Indagación: ¿Cómo estoy creando sufrimiento en mi vida?
Si no sabemos responder a esta pregunta vamos a tener que trabajar duro porque sin saberlo no podemos avanzar a la verdad que somos. El problema es que conocer lo que dicen las enseñanzas no nos va a servir de mucho, necesitamos verlo por nosotros mismos en nuestra propia experiencia vital. Es decir, podemos haber oído a un maestro decir que el ego es la causa del sufrimiento, y puede que tengamos una gran fe en él, pero hasta que no veamos en nuestra propia experiencia los efectos del ego no podremos avanzar hacia la verdad. Sin hacerlo, nos quedaremos en un nivel superficial en el cual sólo adoptamos una serie de creencias que nos traen serenidad, pero sin avanzar hacia lo que verdaderamente somos. Es preciso que analicemos cada día qué papel tenemos en el sufrimiento que experimentamos, y abandonemos el papel de víctimas del mundo y de los demás.
Indagación: ¿Estoy resistiéndome a esta experiencia?
El verdadero progreso a la verdad es tratar de vivir todo lo que nos sucede con la máxima integridad. La meta es vivir todos los altibajos de la vida desde nuestra realidad primordial. Por tanto, es preciso entender cada experiencia como una oportunidad para reconocer lo que somos, una rendija por la que asomarnos a ver la naturaleza última del universo. Debemos saber que cada vez que huimos de algo estamos cerrando la puerta a la verdad y haciendo el camino más largo. Además, todo aquello de lo que escapamos se va a presentar de nuevo hasta que sepamos ver en ello la verdad absoluta. Resistirse a las experiencias es uno de los principales modos de mantener el sufrimiento en nuestra vida.
Indagación: ¿Es verdad este pensamiento?
Pensamientos, ideas, emociones, sentimientos, imágenes y demás son la verdadera prisión. Como el cascarón que encierra al polluelo, la mente nos impide crecer y evolucionar. El polluelo va picoteando desde dentro el cascarón hasta que consigue romperlo. Así, el progreso espiritual, el verdadero despertar sólo es posible cuando rompemos el tejido que la mente ha creado. Mucha gente ha descubierto en alguna situación conflictiva que una de las mayores experiencias de liberación se produce al dejar de creer en el pensamiento que la sustenta. Saber que los pensamientos, incluso las emociones, son sólo interpretaciones y nunca la verdad es una de las mayores agentes de todo despertar.
Indagación: ¿Hay algo más allá de este momento?
Fuera de lo que está sucediendo ahora todo es imaginario. No podemos experimentar lo que sucedió hace un momento porque ya no existe y no hay nada que experimentar. Tampoco podemos experimentar lo que sucederá dentro de un momento porque todavía no existe nada. La única experiencia real es ahora. Lo demás es lo que pensamos; el pasado y el futuro son pensamientos imaginarios. Esta es la verdad, sin embargo esto no significa que no hagamos planes ni tengamos metas, ni significa que no recordemos los buenos momentos que hemos vivido. No debemos caer en el error de olvidarnos del pasado y el futuro a nivel práctico. La utilidad de esta indagación es muy concreta, sólo podemos encontrar la verdad primordial en este momento, no hay ningún otro lugar donde buscar. Esperar a que llegue un futuro mejor sólo es entrar en el mundo imaginario que no llega nunca. Cuando vivimos profundamente el ahora sabiendo que es lo único real que tenemos, reunimos las condiciones óptimas para una apertura interior.
Indagación: ¿Cuál es mi identidad ahora?
Para funcionar en la vida necesitamos crearnos una identidad, necesitamos vivir un personaje. Además en diferentes circunstancias representamos distintos roles y papeles, a veces somos controladores, otras víctimas, en ocasiones somos proveedores, otras jueces, etc. El problema de las identidades es el olvido de que sólo fueron instrumentos para manejarnos en una situación. Cuando nos tomamos la identidad como lo que somos empieza a limitarnos. La identidad nos hace ver el mundo y a los demás de una manera, y sobre todo nos ciega a nuestra esencia primordial. Es preciso desarrollar la lucidez que reconoce que la identidad es tan solo una identidad, y evitar darle una realidad intrínseca. El despertar espiritual es precisamente esto despertar del sueño de ser un individuo.
Indagación: ¿Hay algo más además de esta experiencia?
Estamos habituados a fijarnos en lo que percibimos, lo que sentimos y pensamos, pero ¿es esto todo lo que está pasando ahora? ¿Hay algo más? Si nos paramos a buscar sólo encontramos más experiencias y sin embargo hay algo que ignoramos. Lo que se nos escapa es eso que busca, eso que sabe que hay experiencias. Lo que pasa desapercibido es la conciencia de lo que sucede. Nunca consideramos ese darse cuenta ordinario y simple. Atender en cada momento la conciencia de la experiencia nos ayuda a vislumbrar otra perspectiva y no despierta a una verdad más profunda.
Indagación: ¿A qué le estoy dando importancia ahora?
Podemos tener nuestros momentos de meditación y silencio, podemos hacer ejercicios y prácticas con frecuencia, pero lo que va a determinar el despertar espiritual es lo que valoramos momento a momento, día tras día. Mientras sigamos dando importancia a un tipo de estados mentales, experiencias corporales, percepciones y sentimientos, continuaremos repitiendo los mismos patrones y comportamientos. La transformación radical sucede cuando sabemos que la conciencia es más importante que la experiencia, cuando hemos llegado a la visión de que percibir la experiencia es más verdad que la experiencia misma. Cuando buscamos modificar nuestras estados físicos y mentales, estamos olvidando que lo verdaderamente importante es la conciencia de ellos. Cuando hemos llegado a la convicción de que lo más relevante en cada momento es la lucidez con la que vivimos, estamos inevitablemente propiciando el despertar genuino.
Podemos encontrar muchas otras claves. Tenemos la fortuna de tener acceso a grandes maestros y grandes enseñanzas. Tal vez no sea por mucho tiempo, pues nada es permanente. Estamos en tiempos de crisis, no obstante paradójicamente, es en una época en que muchas personas están despertando. Aprovechemos la oportunidad y pongámonos en marcha. Empecemos a actuar y poner en práctica lo que sabemos.
Juan Manzaneda
http://www.verdemente.com
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