Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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Secretos Parameshwary

miércoles, 30 de julio de 2014

“Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, ¿fue algo más que una obra de ficción? 2

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El nombre de Agharta se refiere a un mundo subterráneo en cuya existencia creen los budistas. Se cree que este mundo subterráneo tiene millones de habitantes y muchas ciudades, todas bajo el dominio de la capital del mundo subterráneo, llamada Shamballah. Allí vive el Gobernante Supremo del Imperio, conocido en oriente como el Rey del Mundo. Se cree que el Dalai Lama del Tíbet era su representante en la superficie de la Tierra. Existía una extensa red de túneles secretos que conectaban el mundo subterráneo con el Tíbet. Brasil, en el oeste, y Tíbet, en el este, parecen ser las dos partes del mundo donde se accede con mayor facilidad al mundo de Agharta, debido a la existencia de estos túneles.  El artista, filósofo y explorador ruso, Nicholas Roerich, quien viajó mucho por el Lejano Oriente, sostenía que Lhasa, la capital del Tíbet, estaba conectada mediante un túnel con la ciudad de Shamballah, capital del imperio subterráneo de Agharta. La entrada al túnel estaba vigilada por lamas, a los que el Dalai Lama había hecho jurar que mantendrían en secreto su paradero ante los extraños. Se creía que había un túnel similar que conectaba las cámaras secretas en la base de la pirámide de Gizeh con Agharta, por el cual los faraones establecían contacto con los dioses o “superhombres” del mundo subterráneo. Las diferentes estatuas gigantes de los primeros dioses y reyes egipcios, como las de Buda, hallados en todo Oriente, representan a los “dioses” subterráneos que vinieron a la superficie para ayudar a la raza humana. La tradición budista dice que la primera colonización de Agharta se produjo hace miles de años, cuando un hombre santo condujo bajo la tierra a una tribu que desapareció. Se supone que los gitanos provienen de Agharta, lo cual explica su deseo de moverse por la superficie de la tierra y sus permanentes traslados para recuperar el hogar perdido. Esto nos recuerda a Noé, que en realidad parece que era de la Atlántida, que salvó a un grupo elegido antes del diluvio que sumergió a la Atlántida. Se cree que llevó a su grupo a la altiplanicie de Brasil, donde se establecieron en ciudades subterráneas, conectadas con la superficie por medio de túneles, para poder escapar del envenenamiento por radioactividad, producto de una guerra nuclear que originó el diluvio que sumergió su continente. Se supone que la civilización subterránea de Agharta representa la continuación de la civilización de la Atlántida que, al haber aprendido la lección de la inutilidad de la guerra, aparentemente ha permanecido en paz desde entonces. Allí hicieron progresos científicos extraordinarios,  sin estar condicionados por las interrupciones de las guerras que ha sufrido nuestra civilización en la superficie. Aquella civilización subterránea tendría miles de años, ya que los últimos restos de la Atlántida se hundieron hace unos 11.500 años.

Aparentemente los científicos subterráneos pueden manejar fuerzas de las que nosotros no sabemos nada, como lo demuestran sus platillos volantes, operados por una fuente de energía desconocida. Ossendowski sostiene que el Imperio de Agharta consiste en una red de ciudades subterráneas, conectadas entre sí por túneles, por los que pasan vehículos a tremendas velocidades, tanto debajo de la tierra como del océano. Estos pueblos viven bajo un gobierno mundial, encabezado por el Rey del Mundo. Representan a los descendientes del continentes perdidos de Mu, Lemuria y la Atlántida, además de la raza original de los Hiperboreos, la llamada raza de los dioses. Se dice que durante varias épocas de la historia, los “dioses” de Agharta vinieron a la superficie para enseñar a la raza humana y salvarla de las guerras, las catástrofes y la destrucción. La llegada de platillos volantes poco después de la primera explosión atómica en Hiroshima representa otra visita semejante, pero esta vez no aparecieron los mismos “dioses” entre los hombres, sino emisarios suyos. En la epopeya hindú, el Ramayana, describe a Rama como un emisario de Agharta, que vino en un vehículo aéreo que probablemente era un platillo volador. Una tradición china habla de maestros divinos que vinieron en vehículos aéreos. El fundador de la dinastía Inca, Manco Capac, se dice que vino de la misma manera. Uno de los maestros más importantes de Agharta en América fue Quetzalcoatl, el gran profeta de los mayas y aztecas y de los indígenas de América en general, tanto del norte como del sur. Sabemos que era un extraño para ellos, proveniente de otra raza, seguramente de la Atlántida, porque era de tez y cabello claro, alto y con barba, y ellos eran de piel oscura, pequeños y lampiños. Los indígenas de Méjico, Yucatán y Guatemala lo reverenciaron como a un salvador. Los aztecas lo llamaron “Dios de la abundancia” y “Estrella de la mañana“. El nombre Quetzalcoatl significa “Serpiente emplumada“. Se le dio este nombre porque llegó en un vehículo aéreo, que parece haber sido un platillo volador. Es probable que haya venido de Agharta, porque luego de permanecer un tiempo con los indígenas, desapareció en forma misteriosa de igual manera como vino. Se describe a Quetzalcoatl como “un hombre de buena apariencia y expresión seria, con una barba blanca y vestido con un ropaje largo“. También se lo llamó Huemac, por su gran bondad y moderación. Enseñó a los indígenas el camino de la virtud y trató de salvarlos del vicio al darles leyes y aconsejarles resistir a la lujuria y practicar la castidad. Les enseño el pacifismo y condenó todas las formas de violencia. Instituyó una dieta vegetariana, con maíz como el alimento básico, y les enseñó a hacer ayuno y a practicar higiene corporal.
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Según un arqueólogo que se ha centrado en América del Sur, Harold Wilkins, Quetzalcoatl también fue el maestro espiritual de los habitantes de Brasil. Luego de permanecer un tiempo con los indígenas y de comprobar lo poco que deseaban seguir sus enseñanzas, excepto por sus recomendaciones de plantar y alimentarse de maíz como alimento básico en lugar de la carne, Quetzalcoati partió y les dijo que algún día regresaría. Sabemos que este “visitante del Cielo” vino como se fue, supuestamente en un platillo volante, porque cuando Cortés invadió Méjico, el emperador Moctezuma creyó que se trataba del anunciado retorno de Quetzalcoati. Lo creyó porque una bola de fuego giraba sobre la ciudad de Méjico, y todas las personas gritaban y aullaban y prendieron fuego al templo del dios de la Guerra, ya que creían que esta bola de fuego era un platillo volante en el que viajaba Quetzalcoati. Según Faber Kaiser, en su obra “Los túneles de América“, tenemos evidencias de que una civilización desconocida construyó un sistema habitable de túneles subterráneos en el subsuelo americano. Los indios hopi, asentados en el estado norteamericano de Arizona, y que afirman proceder de un continente desaparecido en lo que hoy es el océano Pacífico, recuerdan que sus antepasados fueron instruidos y ayudados por unos seres que se desplazaban en escudos voladores, y que les enseñaron la técnica de la construcción de túneles y de instalaciones subterráneas. Muchas otras leyendas y tradiciones indígenas del continente americano hablan de la existencia de redes de comunicación y de ciudades subterráneas. Existe una nutrida literatura y suficientes investigadores que mantienen la hipótesis de que debajo de la superficie de nuestro planeta habitan seres inteligentes desconocidos para nosotros.  Existen diversas hipótesis acerca de la posibilidad de que inteligencias procedentes de fuera de nuestro planeta posean puntos de apoyo subterráneos o subacuáticos en el planeta Tierra.  Hay numerosos lugares en el continente americano, que tienen posibilidades de conectar con este mundo subterráneo. Lo podemos ver en muchas tradiciones de los indios del Norte, del Centro y del Sur de América, recogidas desde la época de la conquista hasta nuestros días. Hay algunos investigadores que afirman que el polo Norte alberga tierras cálidas y la entrada hacia un mundo interior. Los indios hopi afirman que sus antepasados proceden de unas tierras hundidas en un pasado remoto en lo que hoy es el océano Pacífico. Y que quienes les ayudaron en su éxodo hacia el continente Americano fueron unos seres de apariencia humana que dominaban la técnica del vuelo y la de la construcción de túneles e instalaciones subterráneas.

Los indios hopi están asentados en el estado de Arizona, cerca de la costa del Pacífico. Entre ellos y la costa, se halla el estado de California. Y en el extremo norte de este estado existe un volcán nevado, llamado Shasta. Las leyendas indias del lugar explican que en su interior se halla una inmensa ciudad que sirve de refugio a una raza de hombres blancos, dotados de poderes superiores, supervivientes de una antiquísima cultura desaparecida en lo que hoy es el océano Pacífico. El único supuesto testigo que accedió a la ciudad, el Dr. Doreal, afirmó en 1931 que la forma de construcción de sus edificios le recordó las construcciones mayas o aztecas. El nombre Shasta no procede del inglés, ni de ninguno de los idiomas ni dialectos indios. En cambio, es un vocablo sánscrito, que significa sabio , venerable y juez . Sin tener noción del sánscrito, las tradiciones indias hablan de sus inquilinos como de seres venerables que moran en el interior de la montaña blanca, por ser ésta una puerta de acceso a un mundo interior de antigüedad milenaria. Testimonios de los habitantes de la cercana colonia de leñadores de Weed refieren apariciones esporádicas de seres vestidos con túnicas blancas que entran y salen de la montaña, para volver a desaparecer al tiempo que se aprecia un fogonazo azulado.  Narraciones recogidas de los indios sioux y apaches confirman la convicción de los hopi y de los indígenas de la región del monte Shasta, de que en el subsuelo del continente americano habita una raza de seres de tez blanca, superviviente de una tierra hundida en el océano. Pero también mucho más al norte, en Alaska y en zonas más norteñas, los esquimales y otros indígenas hablan una y otra vez de la raza de hombres blancos que habita en el subsuelo de sus territorios. En México hay la creencia de que bajo la pirámide del Sol, en Teotihuacán, la ciudad de los dioses, se esconde por en el subsuelo una ciudad en la cual se afirma que se halla un dios blanco. En la península del Yucatán, en su extremo norte y oculta en la espesura de la selva, hay una ciudad descubierta en 1941, que se extiende sobre un área de 48 km2, y que tiene más de 400 edificios que en alguna época remota conocieron el esplendor. No teniendo los mexicanos recursos suficientes para acometer la exploración del lugar, requirieron ayuda norteamericana, acudiendo dos arqueólogos especializados en cultura maya, adscritos al Middle American Research Institute de la Universidad de New Orleans. Pero la II guerra mundial forzó que el proyecto fuera momentáneamente archivado. Hasta que, en 1956, la Universidad de New Orleans, asociada con la National Geographic Society y con el Instituto Nacional de Antropología de México reemprendió las investigaciones. Andrews, el arqueólogo que dirigía la expedición, se dedicó a recoger informaciones entre los indios de la región. Un chamán le hizo saber que la ciudad se llamaba Dzibilchaltún, palabra que era desconocida en el idioma maya local, y que la laguna era llamada Xlacah, cuya traducción sería ciudad vieja .

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