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“Nosotros
somos una parte de la Tierra, y ella es una parte de nosotros. Las olorosas Flores
son nuestras Hermanas, el Ciervo, el Caballo, la Gran Águila, son nuestros Hermanos.
Las Rocosas Alturas, las Suaves Praderas, el cuerpo ardoroso del Potro y del
hombre, todos pertenecen a la misma familia.” Gran
Jefe Seattle, Jefe de los Duwamish
Edward O. Wilson es uno de los naturalistas contemporáneos
más destacados y no solo por sus aportaciones científicas y como impulsor de la
Sociobiología, sino por haber recordado dentro del pensamiento occidental
aquello que permanece en el corazón de la humanidad y que los pueblos nativos
conocían muy bien. Biofilia se define como la tendencia innata a concentrarse
en la vida y en las formas de aspecto vivo, y en algunos casos de unirse
emocionalmente a ellas. Es el amor a la vida que se manifiesta desde la
infancia como esa atracción natural del Niño hacia las demás criaturas, es una
necesidad para que el adulto se ubique en el mundo, se vuelva a sentir parte de
toda la Creación. Como relata Ralph Waldo Emerson en su libro Naturaleza: “El
amante de la Naturaleza es aquel cuyos sentidos interiores y exteriores todavía
están verdaderamente ajustados entre sí; aquel que en su madurez ha conservado
el espíritu de la infancia.”
Además, encontramos pruebas de un efecto positivo
del mundo natural y de otros organismos sobre la salud. Las implicaciones de la
Biofilia para la medicina preventiva son sustanciales y se demuestran desde los
programas de terapias asistidas con Animales. Necesitamos la Naturaleza, y en
particular sus reductos salvajes. Ofrece las oportunidades con las que se
diseñó nuestro espíritu para gozar.
Yo Soy Otro Tú,
Tú Eres Otro Yo
Los mayas utilizaban este saludo: “in lak’ech” (yo
soy otro tú), al que contestaban “hala ken” (tú eres otro yo), que quería decir
que todos somos Uno, porque en lo más profundo, todos somos almas latiendo
pertenecientes a la fuente de la vida, independientemente de nuestra
apariencia. La civilización primero durmió al hombre, le hizo funcionar desde
el manipulable plano mental para que desatendiera la eterna y verdadera llamada
de su corazón. La esperanza consiste en emplear esa capacidad de conocimiento
para unirla a los valores humanos puestos en práctica, plasmados en hechos
cotidianos por el bien común. Los Animales nos lo recuerdan constantemente,
comportándose ante nuestros ojos con autenticidad: son pacíficos, solidarios,
bellos, sorprendentes… Tenemos el potencial de ser los Animales más creativos
gracias a nuestra capacidad de adaptación y compasivos para velar
conscientemente por la vida que nos rodea.
Edward Wilson es además entomólogo, la vida de los
Insectos es su pasión y ha sabido transmitir al no iniciado en el lenguaje
científico, a través de su excelente labor de divulgación, esa relevancia que
todos los seres vivos tienen en el puzle de la vida. Este autor afirma que “una
ética de la conservación es la que aspira a transmitir a las generaciones
futuras la mejor parte del mundo no humano. Cada especie es una obra maestra.
Conocer este mundo bien, es amarlo y hacerse responsable del mismo. El
organismo que hay a nuestros pies y que despreciamos como un “bicho” o una “mala
hierba” es una creación en y de él mismo. Posee un nombre, una historia de
millones de años y un lugar en el mundo. Su genoma lo adapta a un nicho
especial de un ecosistema. El valor ético del examen minucioso de su biología,
verifica que los seres vivos que nos rodean son demasiado antiguos, demasiado
complejos y potencialmente demasiado útiles como para descartarlos de manera
negligente.” Nos damos cuenta de cómo la actividad humana es capaz de modificar
no solo el entorno, sino la vida de millones de Animales y plantas sin atender
a las consecuencias que esto pueda tener. Cuando una especie se extingue, ese
hecho afecta al ecosistema al que pertenecía y puede llegar a derrumbarlo.
Soy Parte de
GAIA
Continúa diciendo que “los biólogos señalan otro
valor poderoso desde el punto de vista ético: la unidad genética de la vida.
Otro valor es la gestión responsable, que parece surgir de emociones
programadas en los genes mismos del comportamiento social humano. Puesto que
todos los organismos descienden de un antepasado común, es correcto decir que
la Biosfera en su conjunto empezó a pensar cuando nació la humanidad. Si el
resto de la vida es el cuerpo, nosotros somos la mente. Así, nuestro lugar en
la Naturaleza, considerado desde una perspectiva ética, es pensar sobre la
creación y proteger el planeta vivo.”
Esto es algo que en occidente se contempla desde el
pensamiento de Platón. Cuando nos referimos a lo holístico (del griego holos, el Todo), nos
referimos a ese conjunto interactivo. La teoría holística nace en 1926 con J.
C. Smuts, inspirado en Darwin, Bergson, Einstein y Theilard de Chardin,
visionario que adelantó el concepto de Noosfera, el espacio de conocimiento de
la vida inteligente, esa envoltura del pensamiento que se enriquece
gradualmente con el progreso humano en armonía con la Naturaleza, con la mejora
espiritual y comunicativa. Cada uno de nosotros somos partes activas de esa
unidad de la consciencia y estamos llamados a conectarnos, a comunicarnos, a
ser Uno con el Alma de la Madre Tierra, en el camino de la evolución, esto es,
de la vida y del amor. Nos encontramos con una nueva visión del Ser humano, de
la vida en la Tierra y de GAIA, ese planeta inteligente con vida y
autorregulación propia que postuló James Lovelock.
El Viaje de Retorno
Todos estamos conectados y más lo sentiríamos si
cada uno hubiera completado su viaje, personal e intransferible, de regreso a
la inocencia, al hogar del Corazón. Está descrito en la mitología y es válido
para todos, un llamamiento universal a la vida. A Ulises solo le reconoció su Perro
a su regreso a Ítaca. Había vencido tras una larga travesía, había encontrado
la luz al final del túnel, era distinto al hombre que se fue, ahora si era él
mismo, por eso solo su Perro se dio cuenta: la lealtad a sí mismo, representada
por este Animal del Alma, triunfó.
Seamos
fieles al alma que nos habita. Pongamos atención en cada acto diario
dándonos cuenta de cómo afecta a nuestro corazón y a la vida que nos rodea. Con
la mente al servicio del espíritu, dejémonos guiar por la fuerza de la
intuición.
Tan solo el ciclo del agua ya resulta milagroso y
fascinante. Edward Wilson anima a conocer como impulso para amar y conservar la
naturaleza, los ecosistemas, los Animales y las Plantas, sintiendo admiración desde
el individuo al conjunto y viceversa, para comprender también las implicaciones
sociales y nuestro papel en el Universo. Y ese es también el objetivo de la
labor de autoconocimiento, del viaje de retorno: amarse a sí mismo. A ello. Recuerda:
Amarás al prójimo como a ti mismo.
Autora: Mª Pilar Zamarra San Joaquín
Artículo publicado
en la revista Pelo Pico Pata, número 88, febrero 2013, Ediciones Grupo V
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