Desde
la antigüedad el ser humano ha tenido la sensación de que hubo una Edad
de Oro en su prehistoria. Pero no puede basarse en recuerdos humanos,
ya que esta época habría tenido lugar en tiempos muy remotos, en que se
supone que el ser humano era demasiado

primitivo
como para conservar cualquier información para generaciones futuras. Si
la Humanidad retuvo de algún modo una sensación subconsciente de haber
vivido en una era feliz, tal vez se deba a que estos relatos de esa era
no se los contaron a la Humanidad los seres humanos que les precedieron,
sino los misteriosos nefilim (“
los caídos”), unos seres que se mencionan varias veces en la Biblia. Según el Génesis serían los descendientes de los «
hijos de Dios», tal vez ángeles, y las «
hijas de los hombres»
que vivían antes del diluvio. Se usa el mismo nombre para referirse a
unos gigantes que habitaban en Canaán en el momento de la conquista
israelita. El término Edad de Oro proviene de la mitología griega y fue
recogido por primera vez por el poeta griego Hesíodo. Se refiere a la
etapa inicial de las edades del hombre, en la que se supone vivió en un
estado ideal, cuando aparentemente la humanidad era inmortal. La Edad de
Oro se considera que acabó con un acontecimiento devastador, que trajo
consigo la caída del hombre. La idea de una Edad de Oro aparece por vez
primera en el poema
los Trabajos y días, de Hesíodo, a mediados del siglo VIII a. C. Según el poeta griego se trató de la primera edad mítica, el tiempo de «
una dorada estirpe de hombres mortales», que «
crearon
en los primeros tiempos los inmortales que habitaban el Olimpo.
Vivieron en los tiempos de Crono, cuando reinaba en el cielo».
Hesíodo describe otras cuatro eras que sucedieron a la Edad de Oro según
un orden cronológico. Se trataría de la Edad de Plata, la Edad de
Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad del Hierro.

La mítica Edad de Oro está en la base de «
toda la historia del pensamiento griego, alimentando los sueños de los que, por diversas razones, rechazan el mundo en que viven».
La Edad de Oro no conoce ni la guerra, ni el trabajo, ni la vejez, ni
la enfermedad, puesto que las personas mueren en un sueño pacífico. La
tierra produce bienes en cantidad suficiente para satisfacer todas las
necesidades y, por consiguiente, no hay razón para que surja ningún
conflicto, por lo que los hombres de la Edad de Oro llevan una vida
tranquila y feliz. El mito de la Edad de Oro aparece también en el
diálogo Político de Platón: “
No
había en absoluto constitución, ni posesión de mujeres ni de niños,
porque desde el seno de la tierra es de donde todos remontan a la vida,
sin guardar ningún recuerdo de sus existencias anteriores. En lugar de
esto, poseían en profusión los frutos de los árboles y de toda una
vegetación generosa, y los recogían sin necesidad de cultivarlos en una
tierra que se los ofrecía por sí misma. Vivían frecuentemente al aire
libre, sin cama ni vestidos, ya que las estaciones eran de un clima tan
agradable que no les ocasionaban molestias, y sus lechos eran nobles
entre la hierba que crecía en abundancia“. Algunas obras
representan la vida en una imaginaria Arcadia como continuación de la
vida en la Edad de Oro, ya que los pastores de tales tierras no
permitieron que la civilización los corrompiese. El poeta latino Ovidio
también habla de las diferentes edades del hombre en
Las metamorfosis.
La Edad de Oro tuvo lugar inmediatamente después de la creación del
hombre, cuando Saturno gobernaba el cielo, por lo que igualmente se la
llamaba
reinado de Saturno, que se cree era un tiempo de
inocencia, de justicia, de abundancia y de bondad. La Tierra gozaba de
una primavera perpetua, y los campos fructificaban sin necesidad de que
los cultivasen. Pero Saturno fue lanzado a las tinieblas del Tártaro y
Júpiter se convirtió en el amo del mundo, con lo que comenzó la Edad de
Plata. Este tema se encuentra igualmente en las evocaciones de la Edad
de Oro por parte de otros autores y poetas latinos, como Tíbulo, en una
de sus elegías, y Virgilio, en las Geórgicas.
No sólo la literatura ha recogido la idea de una Edad de Oro, sino
que la pintura acogió el tema, a partir del Renacimiento, usando sobre
todo el símbolo del laurel. En el siglo XVII también se convirtió en un
tema literario, y permaneció como un tema popular de tipo legendario. La
Edad de Oro (
The Golden Age) es también el título de una obra
del escritor estadounidense Gore Vidal; así como de una película del
cineasta hispano-mexicano Luis Buñuel. La Iglesia Católica nunca negó el
mito de la Edad de Oro. Los Padres de la Iglesia, sobre todo san
Agustín y san Ambrosio, no dudaban de que en un principio Dios había
creado el mundo para que sus riquezas fueran comunes a todos los
hombres. Pero el pecado original había destruido este orden natural
primitivo, obligando al hombre a trabajar y causando la desigualdad
entre los hombres. La Iglesia aceptó esta desigualdad, en que sólo una
élite de clérigos o laicos podía soñar con encontrar estas formas
comunitarias e igualitarias que se encarnaban en la vida monástica.
Pero, a principios del siglo XIV, cuando las bases laica y eclesiástica
de la sociedad feudal comienzan a resquebrajarse, la idea de un retorno a
la igualdad natural se presenta para algunos como la única solución a
los males de su tiempo, y el mito de la Edad de Oro va a verse
reforzado. Probablemente el movimiento de los taboritas de Bohemia sea
el más representativo de esta tendencia. Después de su fracaso renació
en Alemania en el siglo XVI bajo el impulso del reformador Thomas Münzer
y tuvo su epígono en el movimiento de los anabaptistas de Münster.

Los taboritas eran miembros de una comunidad cristiana considerada
herética por la Iglesia católica. Se encontraban en la ciudad bohemia de
Tábor durante las guerras husitas del siglo XV. El movimiento de
reforma religiosa en Bohemia dio lugar a varias sectas. Las sectas eran
las taboritas, orebitas, utraquistas, pragueros y adamitas, doctrina
herética y la más radical, surgida en el siglo II en el norte de África y
que pretendía, mediante la práctica del nudismo, retornar a la
inocencia originaria del Edén descrita en el Génesis. Algunos autores
piensan que la pintura de Hieronymus Bosch
El jardín de las delicias podría ser una representación de la mitología adamita, ya que la secta de los
Hermanos del Libre Espíritu,
que seguían sus principios, estaba en la población de Bolduque, donde
residía el pintor. Debido a que el ímpetu de la revolución nació a
partir de la quema de Jan Hus, algunos escritores han puesto a estas
sectas el nombre global de husitas. Económicamente fuertes debido al
control de las minas de oro locales, los ciudadanos se unieron a los
campesinos para desarrollar una sociedad de tipo comunista. Los
taboritas anunciaron la llegada del milenio de Cristo, en el cual no
habría más criados ni amos. Prometieron que la gente volvería a un
estado de inocencia original. La teología taborita representó una de las
salidas más radicales a la iglesia medieval jerárquica. Rechazaron el
aparato externo de la iglesia, que consideraban corrompido, e
insistieron en regirse únicamente por la autoridad de la Biblia. Aunque
los teólogos de los taboritas eran versados en teología escolástica,
estuvieron entre los primeros intelectuales en romper con los viejos
métodos escolásticos. Eran particularmente entusiastas en sus prácticas
religiosas y, como otras corrientes religiosas de la época, consideraban
que era su deber matar a todos los “
herejes“, es decir, a los
no taboritas. Algunos de los teólogos taboritas más destacados fueron
Mikuláš Biskupec de Pelhřimov y Prokop Veliký, que murió en la batalla
de Lipany. Las ideas teológicas radicales tempranas de los taboritas
fueron representadas por Petr Kanis y Martin Huska.
El ejército taborita fue mandado por Jan Žižka, general checo y
seguidor de las ideas de Jan Hus, que con sus tropas defendió Bohemia
del ejército del emperador Segismundo de Hungría y que llegó a ser
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Žižka era partidario de la
clemencia con los vencidos, y después de una batalla, cuando su
ejército lo desobedeció y mató a muchos prisioneros, Žižka ordenó a sus
tropas que oraran por el perdón. Esta experiencia le inspiró para
escribir un código de conducta militar famoso, basado en parte en el
libro bíblico del
Deuteronomio. Žižka dejó a los taboritas
porque esta comunidad se hizo demasiado radical para sus creencias, y
asumió entonces la dirección de los orebitas, más moderados, en Hradec
Králové. Las numerosas cruzadas contra los husitas, taboritas y orebitas
pusieron en segundo plano sus diferencias y cooperaron a menudo
militarmente para derrotar las cruzadas puestas en marcha contra
Bohemia. Una vez la amenaza exterior fue alejada por las victorias
husitas, las diversas facciones se volvieron una contra la otra.
Finalmente, tras 20 años de luchas, el poderío de los taboritas fue
resquebrajado en la batalla de Lipany, el 30 de mayo de 1434, en la cual
cayeron 13.000 de sus 18.000 soldados. En 1437 firmaron el tratado de
paz con Segismundo. Aunque los taboritas dejaron de desempeñar un papel
político importante, su pensamiento teológico influyó fuertemente la
fundación y el desarrollo posterior de la
Hermandad de Moravia,
iglesia evangélica pre-luterana, en 1457. Una idea parecida puede
encontrarse en las tradiciones religiosas y filosóficas de Asia. Por
ejemplo,
los Vedás, antiguos textos hinduistas escritos en
sánscrito, concebían la historia en forma cíclica, con alternancia entre
las edades oscuras y las de oro, representadas por satiá iugá (edad de
oro), treta iugá (edad de plata), dwapara iugá (edad de bronce) y kali
iugá (edad de hierro), que se corresponden con las cuatro edades
griegas. Creencias similares pueden encontrarse en el antiguo Oriente
medio y a través de todo el mundo antiguo.

Según Giorgio de Santillana, filósofo y profesor de historia de la ciencia en el MIT, así como coautor del libro
El molino de Hamlet (Hamlet’s Mill),
hay cerca de 200 mitos e historias en una treinta culturas antiguas que
hablan de un ciclo de edades ligadas al movimiento de los cielos.
Algunos creyentes utópicos sostienen que la Edad de Oro volverá después
de un período de decadencia. Otros consideran, en particular los
hindúes, que la Edad de Oro volverá gradualmente como una consecuencia
natural de las cambiantes eras (iugás). El único relato completo de los
acontecimientos que le acaecieron al ser humano, después de su traslado a
la
Morada de los Dioses, en Mesopotamia, es el relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del Edén: “
Y
la Deidad Yahveh plantó un huerto en Edén, en el este; y puso allí al
Adán al cual había creado. Y la Deidad Yahveh hizo crecer del suelo todo
árbol que es agradable a la vista y bueno para comer. Y el Árbol de la
Vida estaba en el huerto y el Árbol del Conocimiento del bien y del mal.
Y la Deidad Yahveh tomó a Adán y lo puso en el Jardín del Edén para que
lo trabajara y lo cuidara. Y la Deidad Yahveh mandó al Adán, diciendo:
‘De cualquier árbol del huerto comerás; pero del Árbol del Conocimiento
del bien y del mal no comerás de él; pues a partir del día en que comas
sin duda morirás’“. Aunque se podía disponer de dos frutos
vitales, los humanos tenían prohibido tomar el fruto del Árbol del
Conocimiento. Hasta ese momento, a la deidad
Yahveh no parecía
preocuparle que el hombre pudiera probar el Fruto de la Vida. Sin
embargo, el hombre no pudo respetar esta prohibición y devino la
tragedia. La idílica imagen no tardó en dar paso a unos acontecimientos
dramáticos, que los eruditos bíblicos y los teólogos llaman la
Caída del Hombre.
Es un relato de mandatos divinos desobedecidos, de mentiras divinas, de
una astuta serpiente, así como del castigo y el exilio. La serpiente
desafió las solemnes advertencias de Dios: “
Y la Serpiente dijo a la
mujer: ¿De verdad la Deidad os ha dicho: No comáis de ningún árbol del
huerto? Y la mujer le dijo a la Serpiente: De los frutos de los árboles
del huerto podemos comer; es del fruto del árbol que hay en mitad del
huerto que la Deidad ha dicho: No comeréis de él, ni lo tocaréis, no sea
que muráis. Y la Serpiente le dijo a la mujer: De ningún modo, sin duda
no moriréis; es que la Deidad sabe bien que el día que comiereis los
ojos se os abrirán y seríais como la Deidad, conocedores del bien y el
mal. Y la mujer vio que el árbol era bueno para comer y que era
apetecible de contemplar; y el árbol era deseable para lograr sabiduría;
y tomó de su fruto y comió, y dio también a su pareja, y él comió. Y
los ojos de ambos se abrieron, y supieron que estaban desnudos; y
cosieron hojas de higuera, y se hicieron taparrabos“.
Es verdaderamente un extraño relato. A pesar de la prohibición, bajo
amenaza de muerte, de tocar siquiera el Fruto del Conocimiento, los dos
humanos son persuadidos para dar el paso y comerse aquello que les
permitiría «
conocer» como la Deidad. Y, sin embargo, todo lo
que sucedió fue que, repentinamente, se dieron cuenta de que estaban
desnudos. De hecho, el estado de desnudez es un aspecto importante en
todo este incidente. El relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del
Edén se inicia con la afirmación: «
Y ambos estaban desnudos, el Adán y su compañera, y no estaban avergonzados».
Tenemos que suponer que Adán y Eva estaban en un estadio del desarrollo
humano inferior al de unos seres humanos plenamente desarrollados. No
sólo estaban desnudos, sino que no eran conscientes de las implicaciones
de tal desnudez. Analizando en más detalle el relato bíblico, Zecharia
Sitchin sugiere que el tema tratado aquí es el de la adquisición por
parte del ser humano de algún conocimiento relacionado con el sexo
masculino y femenino; pues, tan pronto como Adán y Eva adquirieron el «
conocimiento», «
supieron que estaban desnudos» y se cubrieron los órganos genitales. Por lo tanto, no parece que el «
conocimiento»
que se le impedía al hombre no era algún tipo de información
científica. Lo que aparece a continuación en la narración bíblica
confirma la conexión entre desnudez y falta de conocimiento, pues la
Deidad Yahveh enseguida asocia una cosa con otra: “
Y ellos oyeron el
sonido de la Deidad Yahveh caminando en el huerto con la brisa del día,
y el Adán y su compañera se escondieron de la Deidad Yahveh entre los
árboles del huerto. Y la Deidad Yahveh llamó al Adán y dijo: ¿Dónde
estás?. Y él respondió: Tu sonido oí en el huerto y tuve miedo, pues
estoy desnudo; y me escondí. Y Él dijo: ¿Quién te ha dicho que estás
desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieras?“.

En realidad Adán echó la culpa a su compañera, quien, a su vez, culpó
a la Serpiente. Enormemente enojado, la Deidad maldijo a la Serpiente y
a los dos humanos. Después, sorprendentemente, «
la Deidad Yahveh hizo para Adán y su mujer prendas de pieles, y los vistió».
No parece lógico que el propósito de todo el incidente, que llevó a la
expulsión de los humanos del Jardín del Edén, fuera explicar de qué
forma acabó por vestirse el ser humano. Ponerse ropa no era más que una
manifestación externa del nuevo «
conocimiento». La adquisición de tal «
conocimiento», y los intentos de la Deidad Yahveh por privar al hombre de dicho «
conocimiento»,
parece el tema central de aquellos acontecimientos. Aunque no se ha
encontrado todavía ningún equivalente mesopotámico del relato bíblico,
parece que el relato, como todo el material bíblico relativo a la
Creación y a la prehistoria del Hombre, tenía un origen sumerio. Tenemos
el emplazamiento, que sería la
Morada de los Dioses en
Mesopotamia. Y tenemos dos árboles importantes, el Árbol del
Conocimiento y el Árbol de la Vida, al igual que en la morada de Anu.
En la mitología sumeria, Anu era el dios del cielo, señor de las
constelaciones, rey de los dioses, que vivía con su esposa, la diosa Ki
(“
tierra“), en las regiones más altas del cielo. Sus seguidores
eran llamados los annunaki. Se creía que tenía el poder de juzgar a los
que habían cometido delitos, y que había creado las estrellas como
soldados para destruir a los malvados. Su atributo era la tiara real. Su
sirviente y ministro era el dios
Ilabrat. Fue uno de los más
antiguos dioses del panteón sumerio, y formaba parte de una tríada de
grandes dioses, junto a Enlil, dios del aire y la atmósfera, y Enki (o
Ea), dios de la tierra o de los “
cimientos“. Era considerado como el padre y primer rey de los dioses. Anu es asociado con el templo
E-an-na
de la ciudad de Uruk, en el sur de Babilonia y hay buenas razones para
creer que este lugar sería la sede original del culto a Anu. Si esto
fuese correcto, entonces la diosa Inanna (o Ishtar) de Uruk puede, en
algún momento, haber sido su consorte. Su templo de Uruk se llamaba
E-an-na (‘
casa del cielo’). «
En
el cielo está Anu sobre su trono, revestido de todos los atributos de
la soberanía: el cetro, la diadema, el tocado, el báculo». Las
estrellas constituían su ejército. Simbólicamente, el rey recibía su
poder directamente de Anu. Por eso le invocaban solo los soberanos y no
el resto de los mortales. El equivalente semítico occidental de Anu
sería el dios Ël. Y también parece tener equivalencia con el dios Dagón
de los filisteos y fenicios.
Incluso las palabras de la Deidad Yahveh reflejan un origen sumerio,
pues la Deidad hebrea se dirige (en plural) a colegas divinos que no
aparecen en la Biblia, sino en los textos sumerios: “
Entonces dijo
la Deidad Yahveh: He aquí, el Adán ha venido a ser como uno de nosotros,
a conocer el bien y el mal. Y ahora, ¿no podría alargar la mano y tomar
parte también del Árbol de la Vida, y comer, y vivir para siempre?. Y
la Deidad Yahveh expulsó al Adán del huerto del Edén“. Como se
puede ver en muchas representaciones sumerias primitivas, hubo un tiempo
en que el ser humano, como trabajador esclavo, servía a sus dioses
desnudo. Estaba desnudo, tanto si servía a los dioses su comida y su
bebida, como si trabajaba en los campos o en labores de construcción. La
conclusión es que el estatus del ser humano en relación a los dioses
no era muy diferente del de los animales domésticos. Supuestamente los
dioses había mejorado genéticamente algún homínido existente para
satisfacer sus propias necesidades, un comportamiento muy “
humano“. Tal vez la falta de «
conocimiento»
implicaba que, desnudo como un animal, el ser recién creado se dedicaba
al sexo como hacen los animales o incluso con animales. Algunas
representaciones primitivas indican que éste pudo ser el caso. Algunos
textos sumerios, como «
La Epopeya de Gilgamesh», sugieren que el comportamiento en la relación sexual era lo que marcaba la distinción entre el
Hombre-salvaje y el
Hombre-humano.
Hace unos cinco mil años, un rey llamado Gilgamesh gobernó la ciudad
mesopotámica de Uruk. Pronto se convirtió en héroe y dios, y sus gestas
lo hicieron protagonista de la primera epopeya de la historia, centrada
en su desesperada búsqueda de la inmortalidad. En ella aparece, por
primera vez, el tema del
diluvio universal. Gilgamesh pronto
entró en la leyenda, convertido en protagonista de la primera epopeya de
la historia, un dramático relato sobre la búsqueda de la inmortalidad.
El escriba
Sin-leqi-unnini («
Dios Sin, acepta mi plegaria») acaba de trazar unas palabras en lengua acadia sobre una tablilla de barro fresco: «
Aquel
que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones, del
júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran
misterio, de los lugares secretos, de los días primeros antes del
Diluvio. Ha viajado a los confines del mundo y ha regresado, exhausto
pero entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a
erigir el sagrado templo de Eanna y las gruesas murallas de Uruk, ciudad
con la que ninguna otra puede compararse».
Sin-leqi-unnini evoca las portentosas murallas de la ciudad y, dirigiéndose al lector, se aplica otra vez a escribir: «
Mira
cómo sus baluartes brillan como cobre al sol. Busca su piedra angular
y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo.
Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo
Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó». Así empieza la primera epopeya de la historia, el
Poema de Gilgamesh.
Sin-leqi-unnini
quizás lo escribió hacia el 1400 a.C. Pero no es el creador de la obra.
El relato que pone por escrito se hunde en la noche de los tiempos,
seguramente más de mil años atrás. Hace aproximadamente unos seis
milenios, en lo que hoy es Irak, se extendía la fértil llanura
mesopotámica, atravesada por los ríos Éufrates y Tigris. En el sur de
esa llanura, en el país de Sumer, se levantaba la imponente Uruk, cuna
de su todopoderoso rey Gilgamesh. Por sus hechos y su fama, este
personaje pasó muy pronto a la categoría de mito, convertido en
protagonista de un ciclo de poemas sumerios que cristalizaron en la
magna composición que lleva su nombre. Sabemos que hacia 2700 a.C.
existió un personaje, llamado Gilgamesh, que los más antiguos textos en
escritura cuneiforme sitúan en Kullab, un barrio de Uruk, en calidad de
sacerdote-rey. Gilgamesh también aparece en un famoso documento, la
Lista real sumeria,
redactada hacia el 1950 a.C., que atribuye la fundación de esta ciudad,
emplazada en la orilla izquierda del Éufrates, al rey Enmerkar. De
acuerdo con la
Lista real sumeria, Gilgamesh perteneció a la
dinastía I de Uruk. Fue su quinto soberano, reinó 126 años y le sucedió
su hijo Ur-lugal. A Gilgamesh se le atribuía la construcción de las
poderosas murallas de la ciudad, según menciona una inscripción del rey
Anam de Uruk, datada hacia el 1825 a.C., y según recuerda el poema.
Dichas murallas eran de estructura doble. Una exterior, de la que tan
sólo restan trazas en el suelo, y otra interior, de unos 9,5 kilómetros
de longitud y cinco metros de espesor, reforzada con más de 900 torres
semicirculares.
Sin-leqi-unnini organizó el
Poema de Gilgamesh en once tablillas. Este genial sacerdote enriqueció el poema con otra narración sumeria que se ha hecho famosa, el
relato del Diluvio.
Los escribas asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII
a.C., dieron al texto su forma canónica, añadiéndole una tablilla. Esta
versión fue archivada en la biblioteca del palacio del rey, en Nínive,
descubierta en 1853 y cuyos materiales fueron enviados a Londres. Allí,
en 1872, el joven investigador George Smith (1840 – 1876), asiriólogo
inglés que logró traducir las tablillas y fragmentos del
Poema de Gilgamesh.
En las doce tablillas del
Poema de Gilgamesh se perfila a
Gilgamesh como un héroe mítico, de una increíble altura de 5,60 metros,
el doble que el bíblico gigante Goliat. Se dice que está compuesto en
sus dos terceras partes de esencia divina, un concepto bastante
genético, puesto que era hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsun, y que
habla y se mueve entre los dioses como uno más de ellos. Dos serán las
premisas de su actuación. Una será la búsqueda de la gloria, que
intentará alcanzar junto a su amigo Enkidu, un humano salvaje, cuyo
episodios son narrados en las seis primeras tablillas. Pero, sobre todo,
Gilgamesh se enfrascará en la búsqueda de la inmortalidad, que tiene
lugar en un contexto narrativo sombrío, caracterizado por la soledad y
el temor a la muerte, y que se recoge de la tabilla séptima a la
decimoprimera. A todo ello se añadió la doceava y última tablilla, que
se refiere al Más Allá, sin conexión con el relato anterior, pero que
permite a Gilgamesh ver el mundo que le espera tras su inevitable
muerte. Cuando el pueblo de Uruk quiso civilizar al hombre-salvaje
Enkidu, «
el bárbaro de las profundidades de las estepas», se hicieron con los servicios de una «
chica de placer»
y la enviaron para que se encontrara con Enkidu en el hoyo de agua en
el que solía entablar amistad con otros animales, para ofrecerle allí su
«
madurez». El texto da a entender que el punto crucial del proceso de «
civilización»
de Enkidu fue el que los animales con los que había entablado amistad
le rechazaran a él. El pueblo de Uruk le dijo a la chica que lo
importante era que no dejara de invitarlo hasta que «
las bestias salvajes que crecían en su estepa lo rechazaran». El prerrequisito para considerar que Enkidu se había hecho humano era que había dejado la sodomía: “
La
muchacha liberó sus bestias, se desnudó el busto, y él tomó posesión de
la madurez de ella. Ella invitó al salvaje a un trabajo de mujer“.
Aparentemente, la estratagema funcionó. Después de seis días y siete noches, «
después de que él se llenara de los encantos de ella», se acordó de sus antiguos compañeros de juegos, los animales: “
Se
volvió hacia sus bestias salvajes; pero, al verlo, las gacelas huyeron.
Las bestias salvajes de la estepa se alejaron de su cuerpo“. La
información es bastante explícita. La relación sexual humana provocó un
cambio tan profundo en Enkidu que los animales con los que tenía amistad
«
se alejaron de su cuerpo». No sólo huyeron, sino que también rehuyeron el contacto físico con él. Asombrado, Enkidu se quedó inmóvil durante un rato, «
pues sus animales salvajes se habían ido». Pero no lamentó el cambio, pues, como explica el antiguo texto: “
Ahora
tenía visión, una comprensión más amplia. La prostituta le dice a él, a
Enkidu: Tienes conocimiento, Enkidu; ¡te has hecho como un dios!“.
Las palabras en este texto mesopotámico son casi idénticas a las del
relato bíblico de Adán y Eva. Tal como había predicho la Serpiente, al
comer del Árbol del Conocimiento, se habían convertido, en materia
sexual, «
como la Deidad -conocedores del bien y el mal». Pero
si ello tan sólo significaba que el hombre había llegado a reconocer que
tener relaciones sexuales con animales era incivilizado o malo, no se
entiende la razón por la qué Adán y Eva fueron castigados por abandonar
supuestamente la sodomía. El Antiguo Testamento está lleno de
admoniciones contra la sodomía, aunque parece sorprendente que pudiera
provocar la cólera divina. Supuestamente el «
conocimiento» que
el Hombre obtuvo en contra de los deseos de la Deidad Yahveh, o de una
de las otras deidades, debe haber sido de una naturaleza más profunda.
Se trataba, sin duda, de algo que era algo bueno para el Hombre, pero
también de algo que sus creadores no deseaban que tuviera. Si leemos
entre líneas la maldición contra Eva, podemos captar el significado del
acontecimiento: “
Y a la mujer le dijo: Multiplicaré enormemente tus
sufrimientos por tu embarazo. Sufriendo tendrás los hijos, pero para tu
compañero será tu deseo. Y el Adán llamó a su mujer Eva, pues ella fue
la madre de todos los vivientes“. Este parece ser el acontecimiento
trascendental que se nos transmite en el relato bíblico. Mientras Adán y
Eva carecieron de «
conocimiento», vivieron en el Jardín del Edén sin descendencia. Al obtener el «
conocimiento»,
Eva consiguió la capacidad y el correspondiente dolor de quedarse
embarazada y tener hijos. Solo después de que la pareja hubiera
adquirido este «
conocimiento», «
Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín».

Parece que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, el término «
conocer»
se utiliza para significar la relación sexual, normalmente entre un
hombre y una mujer, con el propósito de tener hijos. El relato de Adán y
Eva en el Jardín del Edén seguramente es la historia de un paso crucial
en el desarrollo del ser humano, la adquisición de la capacidad de
procrear
. Tal vez los primeros representantes del
Homo Sapiens no fueran capaces de reproducirse. Fuera cual fuera el método que supuestamente utilizaron los
nefilim
para infundir su material genético en la estructura biológica de los
homínidos que seleccionaran para este objetivo, el nuevo ser no dejaba
de ser un híbrido, un cruce entre dos especies que, aunque emparentadas,
eran diferentes. Los mamíferos híbridos son estériles, como en el caso
de la mula. A través de la inseminación artificial y métodos de
ingeniería biológica, podemos producir tantas mulas como deseemos,
incluso sin la relación sexual entre asno y yegua. Pero ninguna mula
puede procrear y engendrar otra mula. Tal vez, al principio, los
nefilim
se dedicaban simplemente a producir híbridos humanos simplemente para
satisfacer sus requerimientos. En las montañas del sur de Elam, situaba
al este de Sumeria y Acad, en el actual suroeste de Irán, se encontró
una roca tallada en la que hay una escena muy curiosa. En ella, hay una
deidad sentada que sostiene un tipo de matraz de laboratorio, del cual
que un líquido. Se trata de una representación de Enki. Junto a él, hay
una Gran Diosa también sentada, postura que indica que se trata de una
colaboradora más que de una esposa. Se considera que es Ninhursag, la
Diosa Madre. Ambos están flanqueados por diosas menores. Delante de
estos creadores del hombre, hay filas y filas de seres humanos, cuyo
rasgo más notable es que todos ellos parecen iguales, como hechos en un
mismo molde. Otro relato sumerio habla de los machos y las hembras
imperfectos que engendraron en sus inicios Enki y la Diosa Madre, seres
que o bien no tenían sexo o eran sexualmente incompletos. Tal vez
recuerda una primera fase en que existía un híbrido humano, un ser a
imagen y semejanza de los dioses, pero sexualmente incompleto y, por lo
tanto, carente de «
conocimiento».
Después de que Enki pudiese hacer un «
modelo perfecto»,
llamado Adapa o Adán, en los textos sumerios se describen técnicas de
producción en masa de seres humanos. Se habla de la implantación de
óvulos genéticamente tratados, en una aparente producción en serie por
parte de diosas del nacimiento, sabiéndose de antemano que la mitad
engendrarían varones y la otra mitad hembras. Esto no sólo implica que
el híbrido humano fue manufacturado, sino también que el ser humano
quizás no procreara en aquella época por sí mismo. Se ha descubierto
recientemente que la incapacidad de los híbridos para procrear proviene
de un déficit en sus células reproductoras. Aunque todas las células
contienen sólo una serie de cromosomas hereditarios, el hombre y otros
mamíferos pueden reproducirse porque tienen dos series de cromosomas en
sus células sexuales, provenientes del esperma masculino y del óvulo
femenino. Pero los híbridos carecen de este rasgo. En la actualidad se
están haciendo pruebas en ingeniería genética para proporcionar a los
híbridos una doble serie de cromosomas en sus células reproductoras, con
el fin de dotarlos de capacidad reproductiva. Tal vez fue esto lo que
la famosa Serpiente bíblica hizo con la Humanidad. La Serpiente bíblica
evidentemente no era una simple serpiente, pues pudo conversar con Eva,
sabía la verdad acerca del tema del «
conocimiento» y debía
tener la suficiente categoría como para desafiar a la Deidad Yahveh. En
casi todas las tradiciones de la antigüedad, la deidad jefe combatía con
un adversario serpiente, un relato mítico cuyas raíces se remontan,
probablemente, a los dioses sumerios. El relato bíblico revela muchas
pistas de su origen sumerio, como la presencia de otras deidades «
El Adán se ha hecho como uno de nosotros». La
posibilidad de que los antagonistas bíblicos, la Deidad y la Serpiente,
sean Enlil y Enki, parece bastante probable. Según Sitchin, su
antagonismo se origina en el momento de la transferencia del mando de la
Tierra a Enlil, aunque Enki había sido el verdadero pionero. Se produjo
un motín de los anunnaki en la Tierra dirigido contra Enlil y contra su
hijo, Ninurta. El dios que habló a favor de los amotinados fue Enki.
También fue Enki el que sugirió, y llevó a cabo, la creación del hombre,
como trabajador esclavo en sustitución de los trabajadores anunnaki.

En los textos sumerios Enki emerge como el protector de la Humanidad,
mientras que Enlil es el que le impone una dura disciplina a los nuevos
seres. El papel de una deidad que desea mantener a los nuevos seres
humanos reprimidos y solo dedicados a un trabajo de esclavos, contrasta
con el de otra deidad que desea ofrecer a la Humanidad el fruto del «
conocimiento». Ello encaja con los papeles de Enlil y Enki respectivamente. La palabra bíblica para serpiente es
nahash. Pero esta palabra proviene de la raíz
nhsh, que significa descubrir. Ello implica que
nahash también podría significar «
el que descubre cosas»,
un epíteto correspondiente a Enki, el científico jefe y el dios del
conocimiento de los nefilim/anunnaki. Trazando paralelismos entre el
relato mesopotámico de Adapa, que obtuvo el «
conocimiento», pero fracasó en conseguir la vida eterna, y el destino de Adán, el asiriólogo británico Stephen Herbert Langdon, en su obra
Semitic Mythology, reprodujo
una imagen descubierta en Mesopotamia que se parece mucho al relato
bíblico. Se trata de una serpiente enroscada en un árbol, señalando su
fruto. Los símbolos celestes son significativos, ya que en lo alto está
el planeta Nibiru, que simboliza a Anu, mientras que cerca de la
serpiente esta el creciente de la Luna, que simboliza a Enki. Es
relevante el hecho de que, en los textos mesopotámicos, el dios que
finalmente concedía el «
conocimiento» a Adapa era Enki: “
Una
considerable comprensión perfeccionó para él. La sabiduría [le había
dado]. A él le había dado Conocimiento. La Vida Eterna no se la había
dado“. Existe una historia ilustrada, grabada en un sello
cilíndrico encontrado en Mari, antigua ciudad situada al oeste del
Éufrates en la actual Tell Hariri (Siria), que es muy posible que
represente una antigua versión mesopotámica del relato del Génesis. El
grabado muestra a un gran dios sentado en un terreno elevado que emerge
de las aguas, lo que parece ser una representación de Enki. Unas
serpientes que echan chorros de agua salen de ambos lados del supuesto
trono. Flanqueando a esta figura central, hay dos dioses con aspecto de
árbol. El de la derecha, que tiene ramas que terminan con forma de pene,
sostiene un cuenco donde, presumiblemente, se encuentra el Fruto de la
Vida. El de la izquierda, cuyas ramas terminan en forma de vagina,
ofrece ramas cargadas de fruto, representando al Árbol del «
Conocimiento»,
posiblemente el don de la procreación dado por el dios. Al lado de esta
figura, de pie, hay otro Gran Dios. Aparentemente se trata de Enlil,
enfadado con Enki.
Nunca sabremos lo que provocó este conflicto en el Jardín del Edén.
Pero, fueran cuales fueran los motivos de Enki, consiguió perfeccionar
al ser humano y crear al
Homo Sapiens, que, a partir de entonces, podría tener su propia descendencia. Después de que el ser humano adquiriera el «
conocimiento», el Antiguo Testamento deja de referirse a él como
«el Adán», y pasa a referirse a
Adán, una
persona concreta, que es presentado como el primer patriarca al que se
refiere la Biblia. Pero esta mayoría de edad de la Humanidad implicó un
cisma entre Dios y el ser humano. El hecho de que el hombre ya no fuese
un simple siervo de los dioses, sino una persona independiente, no se
atribuye en el Libro del Génesis a una decisión del hombre, sino a la
imposición de un castigo por parte de la Deidad Yahveh. Para que el
hombre no consiga escapar de la mortalidad, se le expulsará del Jardín
del Edén. Y aparentemente la existencia independiente del hombre no
comenzó en el sur de Mesopotamia, donde los
nefilim habían establecido sus ciudades, sino en el este, en los Montes Zagros: «
Y expulsó al Adán y le hizo vivir al este del Jardín del Edén».
Los Montes Zagros constituyen la cadena montañosa más larga de Irak y
de Irán. Se extienden a lo largo de 1500 kilómetros, desde el Kurdistán
iraquí, en el noroeste de Irán, hasta el estrecho de Ormuz en el golfo
Pérsico. Es paralela a la frontera occidental de Irán y se extiende a
todo lo largo del oeste y suroeste de la meseta iraní. Así pues, una vez
más, la información bíblica se acerca a los descubrimientos
científicos, que nos dicen que la cultura humana comenzó en las zonas
montañosas que bordean la llanura mesopotámica. Arrojado de la
Morada de los Dioses y condenado a una vida mortal, pero capaz de procrear, el hombre se dedicó precisamente a ello.
En la
Morada de los Dioses, el Olimpo griego, los dioses
poseen palacios majestuosos, especialmente el palacio de Zeus, padre de
los dioses y de los humanos. Este palacio había sido construido por
Hefesto, dios del fuego y la forja, ocupando un lugar privilegiado.
También otras deidades tenían palacios en tan idílico lugar. El Olimpo
era el lugar apropiado para que se llevaran a cabo las asambleas de los
dioses, con la presencia de las deidades superiores y de segundo orden.
La falda del Olimpo, en cambio, estaba ocupada por efebos, ninfas,
héroes y musas. En el Olimpo los dioses no sólo deliberan, sino que
también se divierten. En el espléndido palacio de Zeus se reúnen, en
ocasiones, para comer juntos. Hebe, la diosa de la juventud e hija de
Zeus y Hera, les servirá el suave licor o néctar, pues tal es la misión
que su padre Zeus le ha encomendado. Según la Ilíada, Hebe era la
ayudante de los dioses. Llenaba sus copas con néctar, ayudaba a Hera a
enganchar los caballos a su carro, y bañaba y vestía a su hermano Ares.
Según la Odisea, se casó con Heracles tras la apoteosis de éste, siendo
sustituida en sus labores por el joven príncipe troyano Ganimedes. Sin
embargo, tradiciones posteriores contaban que con él había tenido dos
hijos, Alexiares y Aniceto. Era una divinidad con el poder de
rejuvenecer a los ancianos, como hizo en una ocasión con Yolao, cuando
éste iba a luchar con Euristeo, o de envejecer a los niños, como hizo
con los hijos de Alcmeón, para que pudiesen vengar su muerte en manos de
los hermanos de su primera esposa, Arsíone. Fue adorada en Atenas,
donde tenía un altar en el Cinosargo, cerca del de Heracles. Con el
nombre de Ganimeda. Su equivalente en la mitología romana era Juventas,
siendo tradición que los muchachos le ofrecieran una moneda cuando
vestían por primera vez la toga de los adultos, la toga viril. Juventas
fue adorada desde época muy temprana, pues su capilla en el Capitolio
existía antes de que se construyese el templo de Júpiter. Pero, un
fatídico día, la hermosa Hebe no pudo con un jarro atestado de líquido y
se le resbaló de sus finas y delicadas manos, rompiéndose en mil
pedazos. Este contratiempo trajo consigo la expulsión de Hebe, por parte
de Zeus, en presencia de los demás dioses. A partir de entonces la
sustituirá un bello muchacho. Se trata del joven efebo Ganímedes,
conocido como “
el copero de los dioses“, y el más bello de los mortales.

Durante sus banquetes, los dioses escuchaban la cítara melodiosa de
Apolo y las dulces canciones de las nueve musas, las cuales habían
llegado al Olimpo en el caballo Pegaso que, merced a sus alas, alcanzaba
velocidades de vértigo. En la mitología griega, Pegaso era un caballo
alado. Pegaso fue el primer caballo que llegó a estar entre los dioses,
ya que era el caballo de Zeus, dios del Cielo y de la Tierra. Pegaso
nació de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo le cortó la
cabeza. Medusa era una de las tres hermanas gorgonas, despiadados
monstruos femeninos a la vez que deidades protectoras. Sus hermanas
gorgonas eran Esteno y Euríale. Pegaso suele representarse en blanco o
negro y tiene dos alas que le permiten volar. Una característica de su
vuelo es que cuando lo realiza, mueve las patas como si, en realidad,
estuviera corriendo por el aire. Según las fuentes clásicas, Perseo no
llegó a volar montado en Pegaso, puesto que lo hacía gracias a unas
sandalias aladas; sin embargo, muchos artistas renacentistas lo
representaron volando en este caballo. Pegaso aparece relacionado
fundamentalmente con el héroe Belerofonte, quien a lomos de Pegaso logró
dar muerte a la Quimera, bestia de múltiples cabezas, entre ellas una
de león y otra de cabra, que asolaba los territorios de Licia. Gracias a
este corcel, Belerofonte pudo obtener igualmente una victoria sobre las
amazonas. Belerofonte encarna la excesiva ambición. Cuando por fin
consigue montar a Pegaso, no contento con esto, le obliga a llevarlo al
Olimpo para convertirse en un dios. Pero Zeus, molesto por su osadía,
envía a un insignificante mosquito que pica el lomo de Pegaso y
precipita al vacío a Belerofonte sin matarlo, quedando lisiado y
condenado a vagar apartado del resto del mundo toda su vida, recordando
su gloria pasada. La leyenda de Pegaso puede haber influido la formación
de la figura del
buraq en la tradición islámica. Es uno de los
equinos más célebres de la literatura junto con Rocinante, caballo de
Don Quijote de la Mancha, Babieca, caballo del Cid, Bucéfalo caballo de
Alejandro Magno, y el legendario caballo de Troya. Las musas eran, según
escritores de la antigüedad, divinidades inspiradoras de la música y
divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía. Originalmente
fueron consideradas ninfas inspiradoras ubicadas junto a las fuentes,
cerca de las cuales eran adoradas. Tenían nombres diferentes en función
del lugar, hasta que la adoración tracio-beocia de las nueve musas se
extendió desde Beocia al resto de las regiones de Grecia y finalmente
quedaría establecida globalmente.
En la mitología romana las musas terminaron siendo identificadas con
las camenas, ninfas inspiradoras de las fuentes, aunque en realidad poco
tenían que ver con ellas. En los poemas homéricos se considera a las
musas diosas de la música y la poesía que viven en el Olimpo. Allí
cantan alegres canciones durante las comidas de los dioses, y en el
funeral de Patroclo cantaron lamentos. De la estrecha relación existente
en Grecia entre la música, la poesía y la danza puede también inferirse
que una de las ocupaciones de las musas era el baile. Como se las
adoraba en el monte Helicón eran generalmente asociadas a Dioniso y la
poesía dramática, y por esto eran descritas como sus acompañantes,
compañeras de juego o niñeras. El poder que se les atribuye con más
frecuencia es el de traer a la mente del poeta mortal los sucesos que ha
de relatar, así como otorgarle el don del canto y darle elegancia a lo
que recita. No hay razón para dudar de que los poetas más antiguos eran
sinceros en su invocación a las musas y que realmente se creían
inspirados por ellas. Al ser diosas del canto, están relacionadas con
Apolo, el dios de la lira, quien también instruía a los bardos y era
mencionado junto a ellas, incluso por Homero. En épocas posteriores
Apolo es situado en muy estrecha relación con ellas, pues se le describe
como jefe del coro de las musas con el epíteto
Musageta. Otra
característica de las musas es su poder profético, que les pertenece, en
parte, porque eran consideradas como ninfas inspiradoras y, por otro
lado, por su relación con Apolo, el dios profético de Delfos. De ahí que
instruyeran, por ejemplo, a Aristeo en el arte de la profecía. Apolo
personificaba la claridad y la luz y era hijo de Zeus. Era, después de
éste, el más importante de los dioses del Olimpo y preservaba a los
mortales de la oscuridad y del crimen. Apolo siempre llevaba su lira y
en una ocasión colocó dos orejas de burro al legendario rey Midas, aquél
que había pedido a los dioses que le concedieran el don de convertir en
oro todo lo que tocara. La consecuencia fue que tuvo que retractarse,
pues de lo contrario se hubiera muerto de hambre, ya que el oro no
servía como alimento y el rey Midas había manifestado que prefería la
música de la flauta de otros dioses al sonido armonioso de la lira de
Apolo. Las diferentes deidades, para mantener en lo posible su semblanza
con los humanos, se encontraban reunidas en el Olimpo y formaban una
comunidad celestial, al frente de la cual se encontraba Zeus, rey de los
dioses y padre de los hombres. Los dioses de los océanos y de las aguas
debían obediencia a Poseidón y los dioses del inframundo y de la tierra
debían obediencia a Hades, el dios de las profundidades y de los
muertos, al que los mortales no le llamaban por su nombre, cuando
desarrollaban ritos en su honor, por miedo a encolerizarlo. Preferían
llamarle Plutón, porque todos los metales de la tierra le pertenecían, o
Clímeno, título que se usaba con la sola intención de adularlo.

El primer Adán, de cuyos descendientes durante varias generaciones se ocupa el Antiguo Testamento, «
conoció»
a su mujer Eva, y tuvieron un hijo, Caín, que labraba la tierra.
Después, Eva tuvo a Abel, que era pastor. Cuando llegó el tiempo de
ofrecer un sacrificio a Dios, Abel presento a los primogénitos de las
ovejas y Caín el trabajo de la tierra. “
Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensaño Caín en gran manera, y decayó su semblante“. Caín enloqueció de celos y mató a su hermano Abel. El Génesis dice que «
Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató».
Tras la muerte de Abel, Caín fue sentenciado por Dios a vagar por la
tierra con una marca en la frente. Tiempo después, Caín fundó en la
región de Nod, al oriente del Edén, la ciudad de Enoc, en honor a su
hijo: «
y construyó una ciudad, y le puso por nombre a la ciudad el nombre de su hijo».
La ciudad de Erec, que fundó Nimrod y menciona el Génesis, es la Uruk
que mencionan los Sumerios y de la cual se habla en leyendas tales como
la
epopeya de Gilgamesh. Se dice que fue fundada sobre una
ciudad que ya existía antes del diluvio de Noé. Al parecer, esta Uruk o
Erec fue fundada sobre la primera ciudad, llamada Enoc y que fundó Caín,
es decir la primera ciudad del mundo. Según el Génesis, el pueblo de
Caín se caracterizo por haber forjado el metal y ser violento. Enoc, a
su vez, tuvo hijos, nietos y bisnietos. En la sexta generación después
de Caín, nació Lamec. A sus tres hijos se les considera en la Biblia
como los portadores de la civilización. Yabal «
fue el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado»; Yubal «
fue el padre de los que tocan la lira y el arpa»;
mientras que Túbal Caín fue el primer herrero. Pero Lamec, al igual que
su antepasado Caín, también se vio involucrado en el asesinato, esta
vez de un hombre y de un muchacho. Se puede afirmar que las víctimas
eran personajes importantes, pues el Génesis trata ampliamente del
incidente y lo considera un punto crucial en el linaje de Adán. La
Biblia dice que Lamec llamó a sus dos esposas, madres de sus tres hijos,
y les confesó el doble asesinato, diciendo: «
Si Caín es siete veces vengado, Lamec será setenta y siete veces».
Habría que aceptar que esta poco comprendida afirmación tenía que ver
con la sucesión. Lamec parece admitir ante sus esposas que la esperanza
de que la maldición de Caín quedará redimida con la séptima generación,
la generación de sus hijos, se ha quedado en nada. Ahora, una nueva
maldición, una maldición mucho más duradera, se le ha impuesto a la casa
de Lamec.
Para confirmar que el acontecimiento tenía que ver con la línea de
sucesión, los siguientes textos nos informan del establecimiento
inmediato de un nuevo linaje, de un linaje puro: “
Y Adán conoció a
su mujer de nuevo, y ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Set
[«fundación»], pues la Deidad ha fundado para mí otra semilla en lugar
de Abel, al que mató Caín“. Lamec era hijo de Metusael y
descendiente de Caín. Pero, sorprendentemente, su vida y la de su
antecesor Adán parecen coincidir en el tiempo. O se refiere a otro Adán,
o bien Adán vivió muchísimos años. Lamec es el primer polígamo del
registro bíblico, pues tuvo dos esposas a la vez, Adá y Zilá. Con Adá
tuvo dos hijos, Yabal y Yubal. Con Zilá llegó a ser padre de Túbal Caín
así como de una hija llamada Naamá. El poema que Lamec compuso para sus
esposas refleja el espíritu tremendamente violento de su tiempo. Decía: “
Oigan
mi voz, esposas de Lamec; presten oído a mi dicho: A un hombre he
matado por haberme herido, sí, a un joven por haberme dado un golpe. Si
siete veces ha de ser vengado Caín, entonces Lamec setenta veces y siete”.
Con este poema Lamec presentaba un caso de defensa propia, y alegaba
que su acto no había sido un asesinato deliberado, como en el caso de
Caín, pues había matado en defensa propia al hombre que le había
golpeado y herido. Por lo tanto, su poema era una petición de inmunidad a
cualquiera que deseara vengarse de él por haber matado a su atacante.
Parece que ninguno de los descendientes de Caín sobrevivió al Diluvio,
lo que incluiría a la prole de Lamec. Pero en la Biblia tenemos otro
Lemec, que sería descendiente de Set; hijo de Matusalén y padre de Noé.
La vida de este otro Lamec curiosamente también se solapa con la de
Adán. Lamec tenía fe en Dios, y después de dar a su hijo el nombre de
Noé, pronunció las siguientes palabras: “
Éste nos traerá consuelo
aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que
resulta del suelo que Jehová ha maldecido”. Estas palabras se
cumplieron cuando terminó la maldición sobre el suelo durante la vida de
Noé. Este Lamec tuvo otros hijos e hijas, vivió setecientos setenta y
siete años, y murió unos cinco años antes del Diluvio. Su nombre figura
en la genealogía de Jesús, según
Lucas. A partir de aquí, el
Antiguo Testamento parece perder interés en la corrompida línea de Caín y
de Lamec. El relato de los acontecimientos humanos se centra, a partir
de entonces, en el linaje de Adán, pero solo a través de su hijo Set y
del primogénito de Set, Enós, cuyo nombre ha adquirido en hebreo la
connotación genérica de «
ser humano».

«
Fue entonces», nos dice el Génesis, «
cuando se comenzó a invocar el nombre de la Deidad»,
en realidad de Yahveh. Esta enigmática frase ha desconcertado a los
estudiosos bíblicos y a los teólogos a lo largo de los siglos. Viene
seguido por un capítulo en que se da la genealogía de Adán a través de
Set y Enós a lo largo de diez generaciones y finalizando con Noé, el
héroe del Diluvio. Los textos sumerios, que describen los tiempos
primitivos, cuando los dioses estaban en Sumer, describen con igual
precisión la vida de los humanos en Sumer en un tiempo posterior, pero
antes del Diluvio. El relato sumerio del Diluvio identifica a Noé con un
«
Hombre de Shurupak», la séptima ciudad fundada por los
nefilim, cuando se supone llegaron a la Tierra. En la versión
WB-62 de la
Lista Real Sumeria
se mencionan dos reyes de Shurupak. Ziusudra reinó durante 10 shar. Un
shar se estima que son tres mil seiscientos años. Ziusudra está
precedido en la lista real por su padre, Su.Kur.Lam, que ostentó también
la realeza en Shurupak, rigiéndola durante 8 shar. Shurupak fue
conocida en la tradición mesopotámica posterior por haber sido hogar del
héroe del Diluvio mesopotámico, Ziusudra Utnapishtim, según el
Poema de Gilgamesh,
o de Atrahasis, según la tradición babilónica. Según este mito, Enlil,
molesto con los seres humanos, decide destruirlos. Enki, advertido de
sus intenciones y sabiendo que los dioses necesitan a los hombres para
numerosos trabajos, informa a Atrahasis de que construya una barca en la
cual, una vez comience la inundación, suban él y su esposa, guardando
el semen de todas las especies animales. Cuando al fin se retiran las
aguas, la pareja ofrece un sacrificio a los dioses, que estos reciben
con agrado. Al final, los dioses crean nuevos seres humanos, reprenden a
Enlil y otorgan la inmortalidad a Atrahasis y su esposa. En la versión
sumeria de este mismo relato se menciona que Shurupak fue entregada al
culto de Sud. Cuando sólo los dioses habitaban Nippur y el Hombre aún no
había sido creado, Enlil conoció a la diosa que acabaría convirtiéndose
en su esposa. Según una versión, Enlil vio a su futura novia mientras
se estaba bañando en el riachuelo de Nippur -desnuda. Enlil reveló a su
chambelán Nushku su ardiente deseo por «
la joven doncella», que se llamaba Sud («
niñera»), y que vivía con su madre en
E.Resh («
la casa perfumada»).
Nushku le sugirió un paseo en barca y le trajo una barca. Enlil
persuadió a Sud para salir a navegar con él y, una vez estuvieron en la
barca, la violó. El antiguo relato cuenta entonces que, aunque Enlil era
el jefe de los dioses, éstos se enfurecieron tanto por lo que había
hecho que lo detuvieron y lo desterraron al
Mundo Inferior.
En esta versión, Sud, embarazada con el hijo de Enlil, siguió a éste y
se casó con él. Otra versión dice que Enlil, arrepentido, buscó a la
joven y envió a su chambelán para que le pidiera a su madre la mano de
la hija. De un modo o de otro, Sud se convirtió en la esposa de Enlil, y
éste le puso el nombre de Ninlil. Pero lo que no sabían ni él ni los
dioses que le desterraron es que no fue Enlil el que sedujo a Ninlil,
sino al revés. Lo cierto es que Ninlil se bañó desnuda en el riachuelo
siguiendo las instrucciones de su madre, con la esperanza de que Enlil,
que solía pasear junto al arroyo, se percatara de la presencia de Ninlil
y deseara poseerla. En algún momento, a los seres humanos, desterrados
del Edén, se les permitió volver a Mesopotamia para vivir junto a los
dioses, para servirles y adorarles. Aparentemente ello debió suceder en
tiempos de Enós. Debió de ser entonces cuando los dioses permitieron a
la Humanidad volver a Mesopotamia, para servir a los dioses «
e invocar el nombre de la Deidad».
El siguiente acontecimiento épico de la historia humana lo constituye
el Diluvio bíblico. El Libro del Génesis nos da muy poca información,
aparte de los nombres de los patriarcas que siguieron a Enós. Pero el
significado del nombre de cada patriarca puede darnos alguna pista de
los acontecimientos que tuvieron lugar durante el tiempo en que
vivieron. El hijo de Enós, a través del cual continuó el linaje, fue
Cainán («
pequeño Caín»). Algunos estudiosos traducen el nombre por «
herrero del metal». El hijo de Cainán fue Mahalalel («
el que alaba a Dios»). Éste fue seguido por Jared («
el que descendió»). Su hijo fue Henoc, o Enoc («
el consagrado»),
que a la edad de 365 años se lo llevó la Deidad Yahveh. Pero
trescientos años antes, a la edad de 65 años, Henoc tuvo un hijo llamado
Methuselah, o Matusalén. El hijo de Matusalén se llamó Lamec. Y Lamec
tuvo como hijo a Noé. Parece ser que la Humanidad estaba pasando por
grandes crisis cuando nació Noé, ya que la tierra que tenía que
alimentarles estaba maldita. El escenario del Diluvio se estaba
dibujando. Se trataba del trascendental acontecimiento que iba a borrar
de la faz de la Tierra, no sólo a la raza humana sino a toda la vida: “
Y
la Deidad vio que la maldad del Hombre era grande en la tierra, y que
todo deseo que ideaba su corazón era sólo mal, todos los días. Y la
Deidad se arrepintió de haber hecho al Hombre sobre la tierra, y Su
corazón se apenó. Y la Deidad dijo: Exterminaré al terrestre que he
creado de la faz de la tierra“.

Evidentemente son unas graves acusaciones, que son presentadas como
justificación para unas drásticas medidas que tenían que llevar al «
fin de toda carne».
Pero ni los estudiosos ni los teólogos encuentran respuestas
satisfactorias en lo referente a los supuestos pecados que pudieran
haber disgustado tanto a la Deidad Yahveh. El uso insistente del término
carne, tanto en los versículos acusatorios como en las
proclamaciones del juicio, sugiere, claro está, que los pecados tenían
que ver con la carne. La Divinidad estaba apenada por el mal «
deseo que ideaba el Hombre».
Parece ser que el ser humano había descubierto el sexo, y lo utilizaba
de manera desbocada. Pero resulta difícil de aceptar que la Deidad
Yahveh decidiera barrer a la Humanidad de la faz de la Tierra,
simplemente, porque los abusaban del sexo. Los textos mesopotámicos
hablan claramente del acto sexual entre los dioses, por lo que no parece
fuese algo extraño entre ellos. Hay textos en los que se describe el
amor entre los dioses y sus consortes, el amor ilícito entre una
doncella y su amante, o un sexo violento, como cuando Enlil violó a
Ninlil. En muchísimos textos se habla abiertamente de la relación sexual
entre los dioses, con sus consortes oficiales o con concubinas no
oficiales, con sus hermanas, con sus hijas e, incluso, con sus nietas.
Por ejemplo, hacer el amor con sus nietas era el pasatiempo favorito de
Enki. Parece poco explicable que los dioses se hubiesen vuelto contra la
Humanidad por comportarse como ellos mismos se comportaban. Nos da la
impresión de que el móvil de la Deidad Yahveh no era meramente una
cuestión de moral humana. La mayor parte del disgusto venía provocada
supuestamente porque la corrupción se estaba difundiendo entre los
mismos dioses. Visto bajo esta luz, el significado de los
desconcertantes versículos iniciales del capítulo 6 del Génesis quedaría
claro: “
Y sucedió, cuando los terrestres comenzaron a crecer en
número sobre la faz de la Tierra, y les nacieron hijas, que los hijos de
los dioses vieron que las hijas de los terrestres eran compatibles; y
tomaron para sí, por esposas a las que eligieron“. Estos versículos
evidencian que cuando los hijos de los dioses empezaron a relacionarse
sexualmente con la descendencia de los terrestres, fue cuando la Deidad
Yahveh se enojó: “
Y la Deidad dijo: Mi espíritu no protegerá al Hombre para siempre; después de extraviarse, él no es más que carne“.
Esta frase siempre ha sido un enigma. Pero si consideramos que la
manipulación genética fue la que puso en marcha la creación del hombre,
tal vez el perfeccionamiento genético de la Humanidad estaba empezando a
deteriorarse. Quizá la Humanidad se había extraviado, volviendo a estar
más cerca de sus orígenes animales. Es digno de tener en cuenta el
énfasis que pone el Antiguo Testamento en la distinción entre Noé, «
un hombre justo y puro en sus genealogías», y la expresión «
toda la tierra que estaba corrupta».
Al casarse con hombres y mujeres de pureza genética decreciente, tal
vez los dioses estaban cayendo también en una degradación. Al señalar
que sólo Noé seguía siendo genéticamente puro, el relato bíblico
justifica la contradicción de la Deidad Yahveh. Después de decidir
borrar toda vida de la faz de la Tierra, decidió salvar a Noé y a sus
descendientes, y a «
todo animal puro», y otras bestias y aves, «
para que sobreviva la simiente de toda la faz de la tierra».
El plan de la Deidad para atenuar su propio objetivo inicial, consistió
en avisar a Noé de la llegada de la catástrofe, y dirigirle en la
construcción de un arca que salvara a la gente y a las criaturas
elegidas. La noticia se le dio a Noé solo siete días antes y, de algún
modo, fue capaz de construir un arca e impermeabilizarla, recoger a
todas las criaturas y subirlas a bordo, junto con su familia. Y, además,
aprovisionar el arca en el tiempo previsto. «
Y sucedió, después de siete días, que las aguas del Diluvio vinieron sobre la tierra». Lo que sucedió lo describe en detalle la Biblia: “
Aquel día, reventaron
todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas de los cielos se
abrieron. Y el Diluvio estuvo cuarenta días sobre la Tierra, y las aguas
crecieron y levantaron el arca, y se elevó por encima de la tierra. Y
las aguas se hicieron más fuertes y crecieron enormemente sobre la
tierra, y el arca flotó sobre las aguas. Y las aguas se hicieron
excesivamente fuertes sobre la tierra y todas las montañas altas fueron
cubiertas, aquellas que están bajo todos los cielos: quince codos por
encima de ellas imperó el agua, y las montañas fueron cubiertas. Y toda
carne pereció, desde el hombre hasta los ganados y hasta las cosas
reptantes y las aves del cielo fueron barridos de la Tierra; y sólo
quedó Noé,y los que estaban con él en el arca. Las aguas imperaron sobre
la Tierra 150 días cuando la Divinidad hizo pasar un viento sobre la
Tierra, y las aguas se calmaron. Y las fuentes del abismo se cerraron,
al igual que las compuertas de los cielos; y la lluvia del cielo cesó. Y
las aguas comenzaron a retroceder sobre la Tierra, yendo y viniendo. Y
después de ciento cincuenta días, las aguas habían menguado; y el arca
descansaba sobre los Montes de Ararat“.
Según la versión bíblica, el proceso final de la Humanidad comenzó «
en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el decimoséptimo día del mes». El arca descansó sobre los Montes de Ararat «
en el séptimo mes, en el decimoséptimo día del mes».
El aumento de las aguas y su gradual retroceso, suficiente como para
que el descenso de nivel permitiera que el arca se posara sobre los
picos de los Montes de Ararat- llevó, por tanto, cinco meses enteros.
Después, «
las aguas siguieron bajando, hasta que los picos de las montañas pudieron verse en el undécimo día del décimo mes». es decir, casi tres meses después. No obstante, Noé esperó otros cuarenta días. Después, soltó un cuervo y una paloma «
para ver si las aguas habían menguado de la superficie terrestre».
En el tercer intento, la paloma volvió con una rama de olivo en la
boca, indicando que las aguas habían retrocedido lo suficiente como para
que se pudieran ver las copas de los árboles. Pocos días después, Noé
soltó a la paloma una vez más, «
pero ya no volvió». El Diluvio había terminado: “
Y Noé retiró la cubierta del Arca y miró, y he aquí: la superficie del suelo estaba seca“. «
En el segundo mes, en el vigésimo séptimo día del mes, quedó seca la tierra».
Noé tenía entonces nada menos que 601 años. El cataclismo había durado
un año y diez días. Después, Noé y todos los que estaban con él en el
arca salieron. Y Noé construyó un altar y ofreció holocaustos a la
Deidad Yahveh: “
Y la Deidad aspiró el tentador aroma y dijo en su
corazón: Nunca más maldeciré a la tierra seca por causa del terrestre;
pues el deseo de su corazón es malo desde su juventud“. Este final
feliz de la epopeya de Noé está lleno de contradicciones, al igual que
la misma historia del Diluvio. Comienza con una larga acusación a la
Humanidad por distintas abominaciones, entre las que habría que incluir
la corrupción de los jóvenes dioses. Se llega a la trascendente decisión
de exterminar toda carne, que se presenta como plenamente justificada.
Después, la misma Deidad Yahveh se apresura en no más de siete días para
asegurarse de que la semilla de la Humanidad y otras criaturas no
perecerán. Y, luego, cuando la tragedia ha terminado, la Deidad se
apacigua con el aroma de la carne asada. Es curioso como a la Deidad
Yahveh, como a otros dioses, le gusta tanto el olor a carne quemada. Y
olvidando su determinación original de poner fin a la Humanidad, deja de
lado todo el asunto culpando a los malos deseos del hombre en su
juventud. Pero estas aparentes contradicciones desaparecen, no obstante,
cuando nos damos cuenta de que el relato bíblico es una versión
reducida del relato original sumerio. Como en otros casos, la Biblia ha
comprimido en una sola Deidad los papeles representados por varios
dioses, que no siempre estaban de acuerdo.

La historia bíblica del Diluvio parecía una pura leyenda hasta que se
hicieron los descubrimientos arqueológicos de la civilización
mesopotámica y se pudieron descifrar los textos de la literatura acadia y
sumeria. Hasta ese momento, sólo se había visto refrendada por
primitivas leyendas a lo ancho todo el mundo. El descubrimiento de «
La Epopeya de Gilgamesh»
le dio al Diluvio del Génesis una verificación más antigua, fortalecida
más tarde con otros descubrimientos de textos y fragmentos, aun más
antiguos, pertenecientes a la versión original sumeria. El héroe del
Diluvio mesopotámico era Ziusudra, en sumerio, que equivale a Utnapistim
en acadío. Después del Diluvio fue llevado a la
Morada de los Dioses
para vivir allí felizmente para siempre, como inmortal. Cuando, en su
búsqueda de la inmortalidad, Gilgamesh llegó por fin a la
Morada de los Dioses,
pidió consejo a Utnapistim sobre el tema de la vida y la muerte. Y
Utnapistim le desveló a Gilgamesh y, a través de él, a toda la Humanidad
postdiluviana, el secreto de su supervivencia, «
una materia oculta, un secreto de los dioses»,
que probablemente fuese la verdadera historia del Diluvio. El secreto
revelado por Utnapistim fue que, antes de la acometida del Diluvio, los
dioses tuvieron una asamblea y votaron sobre la destrucción de la
Humanidad. Los votos y la decisión se mantuvieron en secreto, pero Enki
buscó a Utnapistim, el soberano de Shurupak, para informarle de la
inminente calamidad. De forma clandestina, Enki le habló a Utnapistim
desde detrás de un biombo de junco. Al principio, sus revelaciones
fueron crípticas. Después, su advertencia y su consejo se especificaron
con claridad: “
Hombre de Shurupak, hijo de Ubar-Tutu: ¡Echa abajo la
casa, construye un barco! ¡Renuncia a las posesiones, salva tu vida!
¡Abjura de tus pertenencias, salva tu alma! Lleva a bordo la simiente de
todas las cosas vivas; el barco que has de construir, sus dimensiones
se habrán de medir“.
El paralelismo de este relato con la historia bíblica es obvio. Un
Diluvio está a punto de llegar, pero se advierte a un hombre, que tiene
que salvarse construyendo un barco especial. Ha de llevar con él y
salvar «
la simiente de todas las cosas vivas». Sin embargo, la
versión babilónica es más clara y detallada. La decisión de destruir y
el esfuerzo por salvar no son los actos contradictorios de una misma y
única Deidad, sino los actos de diferentes deidades. Además, la decisión
de advertir y salvar la semilla del hombre es el desafiante acto de un
dios, Enki, que actúa en secreto y en contra de la decisión conjunta de
los otros Grandes Dioses. Es sorprendente que Enki desafiara al resto de
los dioses. Pero tal vez habría que analizar su actitud en base a la
creciente rivalidad con su hermano Enlil. La existencia de un conflicto
de este tipo entre ambos hermanos destaca en la historia sumeria del
Diluvio. Utnapistim le hizo a Enki una pregunta obvia:
“¿Cómo iba
él, Utnapistim, a explicar al resto de ciudadanos de Shurupak la
construcción de una embarcación tan extraña y el abandono de todas sus
posesiones?“. Enki le aconsejó: “
Así les debes hablar a ellos:
He sabido que Enlil me es hostil, de manera que ya no puedo residir en
vuestra ciudad, ni poner mis pies en territorio de Enlil. Por tanto, al
Apsu bajaré, para morar con mi Señor Ea (Enki)“. Así pues, la
excusa fue que, como seguidor de Enki, Utnapistim no podía seguir
viviendo en Mesopotamia, y que estaba construyendo un barco con el que
pretendía ir hasta el Mundo Inferior, supuestamente en el sur de África,
para vivir allí con su Señor, Ea/Enki. Los versos que vienen a
continuación sugieren que la zona estaba padeciendo una sequía o una
hambruna. Utnapistim, siguiendo el consejo de Enki, fue a decir a los
residentes de la ciudad que, si Enlil le veía partir, «
la tierra se volverá a llenar de ricas cosechas».
Aparentemente esta excusa tenía sentido para los habitantes de la
ciudad. De esta manera la gente de la ciudad no hizo preguntas, sino que
hasta llegó a ayudar en la construcción del arca. Matando y
sirviéndoles bueyes y ovejas «
todos los días», y prodigándose en «
mosto, vino tinto, aceite y vino blanco», Utnapistim los animó a trabajar más rápido. Hasta los niños llevaban betunes para impermeabilizar la nave. «
Al
séptimo día, el barco estaba terminado. La botadura fue muy
dificultosa, de modo que tuvieron que mover los tablones del suelo
arriba y abajo, hasta dos tercios de la estructura tenía que entrar en
el agua», se supone del Eufrates. Después, Utnapistim subió a bordo a toda su familia y parientes, junto con «
todo lo que yo tenía de todas las criaturas vivas», así como «
los animales del campo, las bestias salvajes del campo».
La similitud con el relato bíblico, incluyendo los siete días de la
construcción, es evidente. No obstante, yendo más allá que Noé,
Utnapistim también subió a escondidas a todos los artesanos que le
habían ayudado en la construcción del barco. Utnapistim también tenía
que subir a bordo, pero cuando se diera cierta señal; una señal cuya
naturaleza Enki le había revelado también: el «momento indicado» lo
marcaría la deidad Shamash, Utu para los sumerios y Tammuz para los
babilonios, que era el dios del Sol y la Justicia en la mitología
mesopotámica. Su santuario principal estaba en la ciudad de Sippar. Fue
dios local de Babilonia, con los nombres de Marduk o Merodac, y fue
elevado a dios supremo. Los acadios y babilonios consideraban a Shamash
también hijo de Anu, o en otras ocasiones de Enlil. Durante el período
sumerio su santuario principal estaba situado en la ciudad de Larsa. En
esta etapa era considerado hijo de Nannar y Ningal, y hermano de Inanna e
Iskur. En el período acadio era, junto con Sin e Ishtar, miembro de la “
Tríada de dioses con relaciones celestes“.
A veces aparece con su esposa Sherida, o Aya para acadios y babilonios.
Se le representaba con un disco solar de ocho puntas o mediante una
figura masculina de cuyos hombros emanaban llamas. En época posterior,
su símbolo también fue la balanza. Se le identificaba con el número 20,
uno de los números que indicaba el rango de los dioses sumerios. Ésta
fue la orden de Enki:
“¡Cuando Shamash, que da la orden del temblor
al anochecer, haga caer una lluvia de erupciones, sube a bordo de tu
barco y atranca la entrada!”. Da la impresión de que Shamash va a
utilizar algún tipo de arma que producirá algún tipo de explosión en el
momento en que Utnapistim se deba meter en el arca y sellar la entrada.
Se supone que Shamash provocó un «
temblor al anochecer» y hubo una lluvia de erupciones. Entonces Utnapistim «
atrancó todo el barco y entregó la estructura junto con su contenido a Puzur-Amurri, el Barquero». Llegó la tormenta «
con las primeras luces del alba»
y hubo estremecedores truenos. Una nube negra se levantó desde el
horizonte. La tormenta arrancó los postes de las construcciones y los
muelles; después, los diques cedieron. A continuación, llegó la
oscuridad, «
convirtiendo en negrura todo lo que había sido luminoso»; y «
la ancha tierra se hizo añicos como una olla. Durante seis días y seis noches sopló la ‘
tormenta sur’,
ganando
velocidad mientras soplaba, sumergiendo las montañas, sorprendiendo a
la gente como en una batalla. Cuando llegó el séptimo día, la
tormenta-sur que llevaba la inundación amainó en la batalla que había
entablado como un ejército. El mar calló, la tempestad se sosegó, la
inundación cesó. Tantee el tiempo. Se había instalado la tranquilidad. Y
toda la Humanidad había vuelto al barro“.

Es evidente que se había cumplido la voluntad de Enlil y de la
Asamblea de los Dioses. Pero, sin saberlo ellos, el plan de Enki había
funcionado, ya que, flotando en las turbulentas aguas, había una
embarcación que llevaba hombres, mujeres, niños y otras criaturas vivas.
Finalizada la tormenta, Utnapistim dice: «
Abrí una ventanilla; la luz cayó sobre mi rostro». Miró alrededor y «
el paisaje era tan liso como un tejado plano». Y, agachándose, se sentó y sollozó, «
las lágrimas corrían por mi cara». Buscó una costa en la inmensidad del mar, pero no vio nada. Después “
emergió
una región montañosa; sobre el Monte de la Salvación se detuvo el
barco; el Monte Nisir [«salvación»] sujetó al barco con firmeza, sin
dejar que se moviera“. El Monte Nisir, que se menciona en la
Epopeya de Gilgamesh, como ubicado en la antigua Mesopotamia, se supone que es la montaña conocida como hoy en día como
Pir Omar Gudrun de 2743 metros de altura, cerca de la ciudad de Suleimaniya, en el Kurdistán iraquí. Su nombre puede significar “
Monte de la Salvación“. Durante seis días, Utnapistim estuvo vigilando desde el arca, inmovilizada en los picos del
Monte de la Salvación.
Después, al igual que sucede con Noé, soltó una paloma para que buscara
un lugar de descanso, pero volvió. Una golondrina también salió, y
volvió. Después, soltó a un cuervo, que no volvió al encontrar un lugar
de descanso. Entonces, Utnapistim soltó a todas las aves y animales que
estaban con él, y salió él también. Construyó un altar «
y ofrendó un sacrificio»,
lo mismo que hizo Noé. Pero aquí, una vez más, la diferencia entre una
Deidad única o múltiple vuelve a aparecer. Cuando Noé ofreció el
holocausto, «
Yahveh aspiró el tentador aroma». Pero cuando Utnapistim ofreció el sacrificio, «
los
dioses aspiraron el perfume, los dioses aspiraron el dulce perfume. Los
dioses acudieron como moscas hasta el que había hecho el sacrificio».
En la versión del Génesis, fue Yahveh el que prometió que nunca más
destruiría a la Humanidad. En la versión babilónica fue la Gran Diosa la
que prometió: «
No olvidaré. Seré consciente de estos días, nunca los olvidaré».
Pero el problema real en aquel momento fue cuando Enlil llegó
finalmente al lugar donde estaba Utnapistim. Estaba indignado al ver que
habían habido sobrevivientes:
«¿Acaso alguna alma viviente ha escapado? ¡Ningún hombre tenía que sobrevivir a la destrucción!»
Ninurta, hijo y heredero de Enlil, inmediatamente acusó a Enki (Ea).
«¿Quién, sino Ea, puede diseñar un plan así? Sólo Ea sabe de qué va todo».
Lejos de negar la acusación, Enki lanzó un elocuente discurso de
defensa. Elogiando a Enlil por su sabiduría, Enki mezcló una negación
con una confesión. «
No fui yo el que descubrió el secreto de los
dioses. Simplemente dejé que un hombre, uno extremadamente sabio,
percibiera por su propio saber el secreto de los dioses“. Y como este terrestre era tan sabio, Enki le sugirió a Enlil no ignorar sus capacidades: «
Así pues, ¡déjate aconsejar en cuanto a él!». Todo esto, nos relata
La Epopeya de Gilgamesh, era el «
secreto de los dioses»
que Utnapistim le contó a Gilgamesh. Y, después, le contó el
acontecimiento final, dejándose influir por el argumento de Enki: “
Acto
seguido, Enlil subió a bordo del barco. Me cogió de la mano y me llevó a
bordo. Llevó a mi mujer a bordo, la hizo arrodillarse a mi lado. Y él,
de pie entre nosotros, tocó nuestras frentes para bendecirnos: Hasta
ahora, Utnapistim no has sido más que humano; en lo sucesivo, Utnapistim
y su esposa serán para nosotros como dioses. ¡Utnapistim residirá en la
Lejanía,en la Boca de las Aguas!”. Y Utnapistim terminó de contar su historia a Gilgamesh. Después de ser llevado a vivir en la lejanía, Anu y Enlil: “
Le dieron vida, como a un dios, lo elevaron a la vida eterna, como a un dios“.
Pero, ¿qué fue lo que sucedió al resto de la Humanidad? El relato
bíblico termina diciendo que la Deidad Yahveh permitió y bendijo a la
Humanidad con la frase «
sed fecundos y multiplicaos». Las
versiones mesopotámicas de la historia del Diluvio también terminan con
unos versículos que tratan de la procreación de la Humanidad. Los
textos, en parte mutilados, hablan del establecimiento de distintas
categorías humanas: “
Que haya una tercera categoría entre los Humanos: que haya entre los Humanos mujeres que den a luz y mujeres que no den a luz“.
Y parece ser que se establecieron nuevas directrices para la relación
sexual. Enlil fue superado por Enki. La Humanidad se salvó y se le
permitió procrear. Los dioses abrieron la puerta de la Tierra al ser
humano.
Fuentes:
- La Biblia (Génesis)
- Andrew George – La Epopeya de Gilgamesh
- Franco D’Agostino – Gilgameš o La conquista de la inmortalidad.
- Federico Lara Peinado – Poema de Gilgamesh
- Joaquín Sanmartín – Epopeya de Gilgames, rey de Uruk
- Samuel Noah Kramer – La historia empieza en Sumer
- Zecharia Sitchin – El libro perdido de Enki
- Zecharia Sitchin – El fin de los días
- Zecharia Sitchin – El código cósmico
- Zecharia Sitchin – La guerra de los dioses y los hombres
- Zecharia Sitchin – El 12º planeta
- Bottéro y S. N. Kramer – Cuando los dioses hacían de hombres
- Giorgio de Santillana y Herta von Dechend – El molino de Hamlet
- Hesíodo – Los Trabajos y los días
- Heródoto – Historia I
- Károly Kerényi – La mitología de los griegos
- Epifanio de Salamis – Panarion
- Wilhelm – Jan Hus