Con independencia de que la palabra ego guarde su propio significado en el diccionario, en el cual puede aparecer refrendado como el aprecio y la satisfacción del individuo por sí mismo, por sus cosas o sus asuntos, el ego, más allá de esta breve definición, es un componente esencial de la parte espiritual del ser humano que cumple su función específica mientras el alma permanece encarnada en una dimensión tridimensional como es el caso de la Tierra.
Considerando la naturaleza multidimensional que poseen los seres en la Creación, el ego es la parte espiritual que permite fijar al ser en encarnación en su cuerpo físico, en sus campos energéticos y centrarlo en su correspondiente experiencia en 3D, fijación que no resulta, de ningún modo, fácil y sencilla, habida cuenta de la condición expansiva que sustenta todo ser multidimensional en el vasto espectro que constituyen las dimensiones superiores.
Será, pues, el ego, además, el artífice que permita dotar de individualidad al ser ya encarnado, abstrayéndolo del estado de Unidad que lo abarca y lo envuelve todo, y que existe en planos más evolucionados, pudiéndole dar sentido, de esta forma, a la experiencia transitoria a la que el ser en cuestión haya conseguido optar para realizar sus prácticas y pruebas en niveles de menor vibración energética como la 3D, para, asimismo, alcanzar las líneas de aprendizaje y entendimiento que aspira ir adquiriendo.
Por ello, las funciones específicas del ser en una existencia o encarnación en planos de separatividad en 3D requieren del paso por la estrechez y por la focalización necesarias por las que todo ser fusionado con la esencia de la Fuente Universal de toda Vida, Dios, en las dimensiones de la luz unificada, debe transitar para sumirse en planos de desconexión y olvido de todo lo que él verdaderamente es y representa, de su propia divinidad, de su lugar o dimensión de procedencia y de la existencia del Padre-Madre Dios en toda la Creación.
En estos cometidos, a grandes rasgos y sin mayores vericuetos, viene a radicar el fundamento de la existencia del ego en todo ser humano que, por otra parte, debido a la experiencia de desconexión con el resto de la Creación y con Dios por la que ha venido transcurriendo la vida en este planeta, ha acabado derivando en otras variantes, impropias de su naturaleza y aplicación de origen.
Ya se ha explicado y disertado en diversas oportunidades acerca de la deformación funcional o sobrefuncionamiento en el que ha recaído la actividad de la mente y del ego en una existencia o encarnación en 3D que, por minoración de la frecuencia vibratoria, se ha caracterizado por ciertas particularidades como una menor intensidad energética, un menor caudal de flujo energético a través del cuerpo, una ralentización del modo de vida, una mayor desactivación de los chakras y, por tanto, la desconexión energética del chakra del corazón.
Estos son, muy por encima, los condicionantes existenciales que propician un corte, atenuación o desacoplamiento del canal de luz y energía que alimenta a todo ser encarnado con su esencia divina y multidimensional, y que, por tanto, lo llevan a permanecer inmerso en el olvido y en la amnesia de un plano de vida donde las experiencias se ven marcadas por una visión de ausencia de la abundancia y de la plenitud global y total que, a su vez, insta, de manera innata, al argumento de no tener suficiente y querer siempre algo más, estado de limitación que ha sido ya desarrollado en otras explicaciones.
Este enfoque, pues, propicia una inercia que va a encontrar siempre a la mente temporal y cavilante como su mejor valedora, cogida siempre de la mano de un ego, que en vez de potenciar el nexo de unión, en virtud de su cualidad, entre la multidimensionalidad y la fisicalidad, adopta una actitud que le impulsa a ejercer la individualidad existencial desde un abuso del control, procurando la obtención de áreas de poder que le garanticen certezas y seguridades, puntualizando que esta configuración existencial, a la que se le asocian todos estos atributos, aunque en realidad posee una naturaleza simple y básica, como así ocurre en todo lo creado, cuenta con un agente que es principal, el miedo, que podría afirmarse que se erige como el gran promotor de la puesta en escena de los antes citados control y poder, y que, si se llegara a considerarse que se pueda ocasionar una pérdida de estas garantías y convencimientos, es cuando este temor subyacente puede sacar su rostro más conocido y manifiesto.
Dígase de otro modo. Existen el control y el poder porque coexiste el miedo a perder el control y el poder. Por tanto, por miedo se ejerce control, poder y, además, abuso, opuestos en pleno ejercicio de dualidad, presentándose como las dos caras de una misma cosa, es decir, son exactamente lo mismo.
Ya no es cuestionable qué es primero si lo uno o lo otro. Meritorios son aquellos que alcanzaron la visión para distinguir y apreciar como los movimientos e impulsos del ego son similares pudiendo ser muy simplificados, aunque algunos tengan, en verdad, cierta tonalidad característica.
Valga ahora hacer el siguiente inciso: ¿tener miedo a qué? Pues miedo a no ser nada, miedo a dejar de ser, miedo a no ser. En este tema es donde los Mensajes Canalizados hacen referencia a la llamada personalidad.
Entonces, se trataría de miedo a perder la personalidad, que está realmente constituida por todos esos patrones de creencias, proyecciones, ideales y conductas que el ser humano ha ido asumiendo y adoptando con el tiempo.
Por tanto, podría reseñarse que este escenario representa básicamente las pautas de comportamiento de un ego, que junto con la mente, ha creado y acrecentado estas características de vida que, a su vez, han generado una serie de efectos distorsionantes, carentes de equilibrio, en diversos órdenes existenciales del propio ser.
Estas repercusiones alcanzarán los planos emocionales y mentales, con las correspondientes consecuencias en otras existencias y encarnaciones por la conexión que interactúa entre todas las existencias de un ser multidimensional, así como en el propio nivel de conciencia colectiva de los seres que habitan este planeta, debido a las líneas de nexo y unión que vincula y engloba todo lo que reside en él, siempre existentes y activas, de las cuales no se suele tener conciencia. Todo está conectado y Todo es Uno.
Esta distorsión en el equilibrio y en la armonía de los aspectos internos individuales a nivel emocional es lo que, en las enseñanzas dadas en las canalizaciones, se ha denominado el niño interior, que no es más que una semejanza sencilla que hace alusión al ego desvirtuado que tiene como objeto acaparar y reclamar continuamente protagonismo atendiendo a sus estímulos de satisfacción, control, hegemonía, poder, certidumbre, garantía y seguridad, convirtiéndose en esa parte interna que siempre se encuentra mostrando y demandando el juego que conoce de impulso, empuje y pensamiento, asociado siempre a la inercia, más o menos acelerada, en la que funciona y en la que está sumido en mayor o menor grado consciente, y que, por otra parte, se halla necesitado en su propia insistencia de la atención, el amor y el cariño precisos que requiere para alcanzar la liberación y la sanación que le proporcionen la sintonía de equilibrio y elevación que en algún momento puede ser que tuviera y que acabó siendo alterada. Se podría incluso añadir que su propia persistencia y exigencia obedece a la urgencia que tiene de su propia necesidad de amor, aceptación y equilibrio.
Por tanto, el niño interior que todos llevamos dentro personifica a ese ego interno que, aunque nos reclame permanentemente que nos involucremos en sus propuestas y rutinas, muestra una naturaleza herida, fundamentalmente, en ciertos momentos puede ser que hasta desesperada, pero, en cualquier caso, ávida de mucho amor y aceptación, y, además, puede ser localizado sin dificultad en la zona del tercer chakra o chakra del plexo solar, en la parte superior o boca del estómago, a través de cómo se sienten las emociones que emergen en ese punto del cuerpo, y que surgen junto con la estela de pensamientos asociados que la mente genera y relaciona a cada impulso y reclamo del mismo ego, ambos conectados en un ejercicio perfectamente sincronizado y característico en la 3D.
Las claves para mantener al niño interior en calma e incorporado en armonía al resto del ser, consiguiéndose identificar lo que en cada momento puede indicarnos y hacernos sentir, radican en el proceso de transmutación de las emociones de menor frecuencia vibratoria, por el cual estas se liberan, equilibrando su alteración y sanando sus efectos, alcanzando formas de energía más sutiles, refinadas y lumínicas que revierten en elevación al resto del ser.
Las pautas para la transmutación y purificación de las emociones y, por ende, del ego en 3D o, lo que es lo mismo, del llamado niño interior pasan inevitablemente, como tantas veces se ha aclarado y repetido, por el estado de quietud que conduce a una introspección sosegada y en calma, no basada en la observación, que por mínima que parezca se sustenta en la actividad de la mente enfocada en la búsqueda y, por tanto, en el análisis de lo que no se tiene y se quiere tener o averiguar, que se sustenta, a su vez, en una perspectiva de limitación y carencia, sino, en cambio, más bien asentada en la identificación fácil, sencilla, directa y espontánea que proporciona un simple estado de percepción, el cual solo se dedica a permitir y sentir cualquiera de los impulsos propios del ego, como son satisfacciones e insatisfacciones, deseos y frustraciones, ilusión y desilusiones, desafíos, retos y decaimientos, arrojo y miedo, expectación y desesperación, euforia, tristeza y dolor, y, en definitiva, emociones y pasiones percibidas en la zona del plexo solar, y que mucho distan en vibración, elevación y refinamiento de los sentimientos y la pasión que puede albergar e irradiar el corazón como centro energético.
Es, pues, a través de esta atención prestada a estos aspectos emocionales internos, percibiéndolos, sintiéndolos y permitiéndolos, como ellos comienzan a recibir las energías del amor incondicional y de la aceptación total que se precisan para abandonar los estados de baja vibración energética y ascender a otro orden de luz y energía.
Solo se va a proceder a introducir un comentario más a este respecto que va a añadir el apunte acerca de cómo un alma puede llegar a despertar en conciencia a este juego, inercia y desafío del ego, iniciando, pues, su salida de este estado de conciencia. El abandono y la disolución del entramado que hila y urde el ego puede comenzar a fraguarse y concretarse cuando, a través de la sucesión de muchas experiencias, encarnación tras encarnación, el alma detecta por repetición, una y otra vez, la naturaleza del juego que siempre está proponiendo el ego, comenzando a sentir insatisfacción, agotamiento y aburrimiento, consecuencia de las rutinas, acciones y actitudes que acomete relacionadas con este trasiego, y empezando a detectar lo ilusorio y efímero que resultan estos planteamientos.
Extracto de 21 PREGUNTAS
LIBRO DE LA AUTOMAESTRIA
AUTOR: RAFAEL MONTAÑO CARMONA
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