Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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Secretos Parameshwary

martes, 5 de agosto de 2014

Los asombrosos conocimientos astronómicos de nuestros remotos antepasados 4

En el marco de la mitología hinduista, los nagás son un tipo de seres o semidioses inferiores con forma de serpiente.En el gran texto épico Majábharata (siglo III a. C.), la representación de los nagás tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte en el sarpa iagñá (el sacrificio de serpientes) y la predación en manos del hombre ave Garudá. El texto los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas». Al mismo tiempo, los nagás juegan un papel importante en las leyendas narradas en el texto, frecuentemente no más malvados o engañadores que los demás protagonistas, e incluso a veces del lado de los “buenos“. Generalmente en el texto aparecen con forma mezcla de humanos y serpientes. Otras veces aparecen con forma humana y luego con forma de serpiente, lo que implica una capacidad de cambiar de forma a voluntad. A 54 grados al este de Angkor se encuentra la isla de Pohnpei, en pleno océano Pacífico, y en donde, como en Egipto y Camboya, floreció una cultura que dejó grandes construcciones de piedra que hoy configuran varios templos y casi un centenar de islas artificiales construidas con basalto y coral. Como en los enclaves anteriores, en Nan Madol también se habla de dioses reyes —seres semidivinos— que edificaron el santuario, construyeron las islas y dejaron una tradición que hablaba de las pruebas a superar por los difuntos antes de ingresar en una región estelar. Olosopa y Olosipa, los dioses constructores en cuestión, también fueron excelentes astrónomos y dejaron su legado en las mismas fechas en que se edificó Angkor. Lo verdaderamente curioso es que, como en Egipto, Angkor y Nan Madol se edificaron sobre enclaves sagrados ancestrales de origen desconocido. Lugares previamente «marcados» por los dioses.Algo parecido sucedió también con las primeras catedrales góticas europeas, edificadas en lugares sagrados paganos hacia los siglos XI y XII, en plena efervescencia arquitectónica en Camboya y Pohnpei. Uno de los primeros en darse cuenta de esa conexión estelar fue Louis Charpentier, autor del ensayo El misterio de la catedral de Chartres. Este investigador francés afirmó que las catedrales francesas de Reims, Chartres, Amiens, Bayeux, Évreux, Étampes, Laon y Notre-Dame de l’Épine reproducían sobre el suelo de Francia la constelación de Virgo. Ese «mapa» fue confeccionado, según Charpentier, siguiendo las indicaciones de un grupo de iniciados de la Orden del Temple, que heredó su sabiduría de fuentes ancestrales en Jerusalén, adonde pudo llegar desde Egipto. De lo que se trataba era de crear «entradas al Reino de Dios —escribió— y eso requiere una ciencia más sofisticada que la de los cálculos de fuerzas y resistencias».

Virgo (la virgen) es una constelación del zodíaco. Se encuentra entre Leo al oeste y Libra al este y es una de las constelaciones más grandes visibles en el cielo.Virgo se representa a menudo portando dos gavillas de trigo, una de ellas señalada por la brillante estrella Espiga o Spica (α Virginis), ‘la espiga’ de los agricultores medievales. La localización de Virgo es fácil gracias a esta estrella, que se encuentra siguiendo la curva que va desde “el carro” (Osa Mayor) hacia Arturo y continuando dicha curva hasta llegar a Espiga. Otras estrellas brillantes en la constelación son β Virginis, γ Virginis, δ Virginis y ε Virginis.Espiga o Spica  es la estrella más brillante de la constelación de Virgo y la decimoquinta más brillante del cielo nocturno. De magnitud aparente +1,04, se encuentra a 260 años luz del Sistema Solar. Se piensa que Hiparco de Nicea descubrió la precesión de los equinoccios a partir de los datos obtenidos de Espiga.Para los romanos esta estrella simbolizaba a Ceres, diosa de la agricultura. Spicum, Spigha, Stachys —del griego stakhus, «espiga de trigo»— y Arista —en latín «espiga de grano»— eran otros nombres romanos de la estrella. Otras denominaciones como Sunbala o Sumbela proceden de la palabra árabe sunbula, sinónimo de espiga. Un nombre alternativo de la estrella es Azimech, del árabe al simak al a’zal, «la indefensa», que alude a su separación respecto de las estrellas cercanas. Un tercer nombre, Alaraph, se ha utilizado para designar a esta estrella así como a las vecinas ε Virginis y β Virginis. En Babilonia, representando la constelación entera, personificaba la «esposa de Bēl» y, como Sa-Sha-Shirū, «la faja de la Virgen», señalaba el vigésimo asterismo eclíptico del mismo nombre. También era Emuku Tin-tir-Ki, un título común para la propia Babilonia. En el antiguo Egipto era conocida como «la portadora del laúd», siendo notable su importancia, pues otro nombre egipcio que recibía era Repā, «el Señor». Algunos autores sostienen que uno de los templos de Tebas, construido en honor a Menat alrededor del año 3200 a.C., está orientado hacia esta estrella. En la astronomía china era llamada Kió, «el cuerno», y en tiempos antiguos fue Keok o Guik, la estrella especial de la primavera. Junto a Heze (ζ Virginis) forma la constelación china de Jiăo. Para los hindúes Espiga corresponde a la nakshatra o mansión astrológica de Citrā. El hecho de que en la dirección de esta constelación se encuentra el cúmulo de galaxias denominado Cúmulo de Virgo, hace que sea una región especialmente rica en galaxias. Once galaxias del catálogo Messier se localizan en dirección de Virgo.En la mitología griega, es la representación de Dice, hija de Zeus y Temis, diosa de la justicia para los hombres. Había nacido mortal y fue puesta en la tierra para administrar justicia y orden. Vivió con los mortales durante la Edad de Oro y la Edad de Plata, pero cuando nació la Raza de Bronce, a la que detestaba, dejó la tierra y subió al cielo, donde se estableció junto a la constelación del Boyero. Era una de las tres Horas o Titánides y la más notable entre las diosas vírgenes. En otra versión se decía que se trataba de Erígone, hija de Icario. Otras versiones identificaban esta constelación con Deméter, Isis, Atárgatis, uno de los nombres de Derceto, y Tique.
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Enun informe publicado en la revista norteamericana Astronomy and Astrophysics, dos astrónomos franceses, Daniel Benest y J. L. Duvent, se cuestionaban si la estrella Sirio era o no un sistema estelar integrado por tres astros.Ambos expertos llevaban años estudiando las anomalías orbitales de este peculiar cuerpo celeste, el más brillante del firmamento nocturno, y habían formulado la hipótesis de que Sirio era en realidad una estrella triple. La noticia era, en cualquier caso, sorprendente, pues desde mediados del siglo XIX Sirio había sido considerada una estrella binaria, integrada por dos soles. Sirio se encuentraa tan sólo 8,7 años luz de la Tierra y pese a su relativa cercanía a la Tierra a los astrónomos les había sido imposible confirmar visualmente la existencia de esa tercera componente estelar de la que hablaban Benest y Duvent.Sirio A esuna estrella muy luminosa. De hecho, su brillo impidió que alguien distinguiese a su segunda compañera —Sirio B— hasta 1862, fecha en la que el astrónomo norteamericano Alvan Clarke la detectó por primera vez con su telescopio.Clarke dedujo entonces que Sirio B era una estrella del tipo «enana blanca» y aportó la información necesaria para que otros determinaran que tardaba 50,04 años terrestres en completar una órbita alrededor de su hermana mayor. Es más, hasta más de un siglo después, en 1970, nadie fue capaz de fotografiarla. Si tan difícil había sido demostrar la existencia de Sirio B, ¿qué otras dificultades no habría para detectar a Sirio C? Por de pronto, la deducción de su existencia era puramente matemático, ya que ni los franceses ni ningún otro astrónomo habían sido capaces de detectar la tercera estrella de Sirio con instrumentos ópticos. El misterio que se escondía tras este hallazgo radicaba, en realidad, en que mucho antes de que ningún astrofísico especulara con la existencia de un tercer miembro en el sistema estelar de Sirio, sorprendentemente un antropólogo, Marcel Griaule, ya sabía que ésta era una estrella triple.Su fuente de informaciónno era matemática ni astronómica. Sus datos procedían de ciertas antiguas tradiciones africanas que se referían a esa región del cielo con una abundancia de detalles tal que sólo podían ser fruto de una revelación ancestral por parte de seres tecnologicamante avanzados. ¿Tal vez extraterrestres? Esta revelación la recogió Marcel Griaule entre la tribu de los dogones, en Malí, y que le obsesionó hasta su muerte en 1956. En las notas, artículos y libros de este concienzudo Marcel Griaulefiguran abundantes alusiones a la religión dogona y a su extraña insistencia en seguir la evolución de la estrella Sirio en sus cielos. A diferencia de Alvan Clarke, los dogones jamás poseyeron un telescopio y pese a ello veneraban a una «compañera estelar» de Sirio a la que llamaban Po Tolo. El suyo, como ya supondrá el lector, distaba mucho de ser un culto superficial. De Po Tolo parecían saberlo todo.

Decían, por ejemplo, que se trataba de un astro «muy pesado» e incluso celebraban unas fiestas cada cincuenta años para venerar cada una de sus grandes órbitas en torno a Sirio A. Sólo en fechas recientes hemos sabido que Sirio B es una estrella tan densa que «una cucharilla de té de su terreno pesaría aquí cerca de un cuarto de tonelada»y que, en efecto, su período orbital es el dado por esta etnia africana.  Por si fuera poco, los dogones refirieron a Griaule la existencia de una tercera estrella  a la que llamaban Emme Ya, de la que dijeron que era «cuatro veces más ligera» que Po Tolo, y que también emplea medio siglo en completar su órbita alrededor de la mayor de sus hermanas.El antropólogo Griaule, que llegó a Malí en 1931 al frente de una misión que llamó Dakar-Yibuti, se sintió cautivado por la vida y costumbres de todas las tribus de la región de Bandiagara, y sobre todo por sus peculiares cultos astronómicos. Pronto supo que malinkés, bambaras, bozos y dogones habitaban desde épocas remotas la entonces llamada África Occidental Francesa, entre las fronteras de Malí y del Alto Volta, desarrollando una cultura autóctona compleja. De hecho, de los primeros trabajos que este antropólogo envió a París se deducía que aquellas cuatro etnias habían construido una sociedad madura, organizada en torno a prolongados procesos de iniciación y regida por castas poseedoras de ciertos secretos que les hacían poderosas y respetables a ojos de su pueblo. Pero ¿de qué secretos se trataba?Intrigado, Griaule se ganó poco a poco la confianza de los nativos y fue accediendo a misterios que ningún hombre blanco había escuchado jamás. Sus primeras expediciones se desarrollaron entre 1931 y 1939, interrumpiéndose con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Fue un período muy fértil para sus investigaciones. Obtuvo abundantes fotos en blanco y negro de la vida cotidiana y los ritos de muchos de estos pueblos, y se trajo a París máscaras, utensilios domésticos y hasta cabañas enteras que después expondría el Museo del Hombre, en la plaza del Trocadero. Pero poco podía imaginar Griaule lo que le esperaba al término de la contienda en Europa, a su regreso a Malí. En 1947 Griaule regresó a tierras dogonas. En Tombuctú reclutó a un teniente del ejército que resultaría clave en su nueva empresa, y se lanzó a una nueva campaña de visitas a la región de Bandiagara, cuna de la cultura dogona.Koguem Dolo sería su nuevo intérprete. El mejor. De hecho, se vería obligado a emplearse a fondo en su trabajo, pues uno de los cuatro linajes locales, el de los Dyon, acababa de honrar al antropólogo con el beneficio de la compañía de Ogotemmeli, un guerrero y adivino del clan que le iniciaría en los secretos que el francés tanto deseaba conocer.Lo que aprendió con Ogotemmeli en los tres años siguientes sobrepasó con creces todo lo que había recopilado durante los dieciséis anteriores en la región. Ogotemmeli dominaba el dogo so, la «palabra-lenguaje de los dogon», una especie de idioma ritual que sólo conocían los integrantes de cierta Sociedad de las Máscaras que, según supo después, preservaba un antiguo saber relacionado con el firmamento y los orígenes de la especie humana.
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Ogotemmeli, pacientemente, explicó a Griaule que los dogones sólo tienen un dios principal. Lo llaman Amina, carece de forma definida y se le atribuye la venerable tarea de la creación del Universo. Amma creó también a las primeras criaturas independientes, a las que designó como «maestros Nommo». Según aquel iniciado, se trataba de unos seres mitad hombre mitad pez, que recibieron los sagrados nombres de Nommo Dig, Nommo Titiyayne y Nommo Q.Ogotemmeli añadió, no obstante, que de éstos —especialmente de Q, a quien los dogones consideran el padre de la humanidad— surgió una nueva clase de seres, una estirpe de cuatro «antepasados» que crearon a su vez a los primeros hombres, a los que repartieron en cuatro grandes familias.Detrás de este proceso de creación desgranado por Ogotemmeli se escondía todo un drama cósmico. Ogo, el primer Nommo que descendió sobre la Tierra a bordo de un arca humeante para sembrar la vida en el planeta, pronto desencadenó el caos.Hasta sesenta «habitaciones» podían llegar a tener las arcas voladoras de los dioses Nommo que trajeron la civilización a la Tierra. Criatura impaciente y poco cuidadosa, el tal Ogo desobedeció las instrucciones de Amma, forzándole a enviar a tierras de África a otro Nommo para que reparara los errores del primero. El elegido fue Q, al que Amma llamó el «Nommo del mar»,y terminaría siendo sacrificado en virtud a un extraño plan divino para resucitar después con aspecto humano y trayendo en su arca a los antepasados de los hombres. Es curiosa la similitud con el caso de Jesucristo.  Fue asícomo se inició la ancestral Edad de Oro de los dogones. Q enseñó a sus criaturas los secretos de su procedencia, instruyéndoles en detalles que hicieron palidecer al antropólogo. Por ejemplo, las descripciones del arca en la que llegó a la Tierra son de una minuciosidad extrema. Dicen que se trataba de un vehículo húmedo, dotado de sesenta compartimientos, y cuyo descenso coincidió con «la dispersión de los astros en el cielo y el inicio de sus revoluciones respectivas». Se trata de una alusión que marca una fecha remota, tal vez una en la que determinadas estrellas hoy importantes comenzaron a hacerse visibles gracias al movimiento continuo de los astros en la bóveda celeste, y que nos remite a una época que los egipcios bautizaron con el evocador título de «Tiempo Primero».Las enseñanzas de ese misterioso Q al pueblo dogon contienen un bagaje de información científica de primer orden. Un saber indiscutible que incluso expertos como E. C. Krupp, director del Observatorio Griffith de Los Ángeles, se vieron obligados a reconocer, aunque con ciertas reticencias. «Aunque no seamos capaces de identificar la fuente del misterio dogon de Sirio —escribió—, parece bastante acertado pensar que sus ideas astronómicas son tanto un compendio de buenos y malos aciertos como una memoria tergiversada con conocimientos astronómicos recientes con los que alguien contaminó las antiguas creencias dogonas».

Según Krupp y unos cuantos escépticos, entre los que se cuenta Carl Sagan, los dogones debieron de absorber sus conocimientos astronómicos de visitantes europeos que cruzaron sus territorios entre 1925 y 1955. Eso explicaría por qué los antepasados de Ogotemmeli accedieron a detalles sobre las lunas de Júpiter o los anillos de Saturno sin disponer de telescopios, y por qué apenas aportaron datos sobre los planetas situados más allá de éste. «Toda la cuestión dogona —dirá uno de estos críticos— podría ser una simple teorización, ya que los datos originales de Griaule, sobre los que se construye toda su argumentación, son muy cuestionables. Su metodología junto a su intento de redimir el pensamiento africano, sus entrevistas con un solo informante a través de un intérprete, y la ausencia de textos en el lenguaje dogon han sido criticados durante años». Esta hipótesis, no obstante, fue rápidamente contestada, ya que no todo se basa en una tradición oral procedente de una fuente única, sino también en utensilios de al menos cuatro siglos de antigüedad que ya representan la triplicidad de la estrella Sirio.De hecho, probablemente nadie hubiera prestado la más mínima atención a los densos estudios de Griaule de no haber sido por la publicación, a mediados de la década de 1970, del libro de un estudioso y miembro de la Royal Astronomical Society de Londres llamado Robert Temple. Su obra, titulada El misterio de Sino, lanzó a la popularidad la idea de que podrían hallarse conocimientos muy avanzados encriptados en los mitos de sociedades primitivas, lo que demostraría la existencia de una Edad de Oro, hoy perdida, de alcance planetario.Sin embargo, Templellevó esa idea más lejos y terminó afirmando que «sólo veo dos fuentes posibles para resolver este misterio: o vino de una cultura desarrollada de origen terrestre cuyas huellas han desaparecido, cosa que encuentro difícil de creer, o la información llegó de una fuente extraterrestre».La sola mención de la palabra «extraterrestre» le cerró de golpe las puertas del mundo académico, algunos de cuyos representantes se empeñaron en enterrar este misterio a toda costa. Pero no lo lograron. Muchos de los críticos no leyeron jamás los trabajos originales de Griaule —que en ningún momento interpretó o especuló con la información que obtuvo—, y se dejaron llevar por las ideas de Temple, quien vinculaba a los Nommos con el dios Oannes babilónico, una criatura anfibia que llevó la civilización a los sumerios, y a éste con una raza de extraterrestres llegados de un mundo acuático.
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Beroso fue un sacerdote y astrónomo caldeo  que vivió en el siglo 3 a.C., y que escribió una crónica que trataba sobre la origenes de la humanidad y, por supuesto, la historia de Babilonia. Este trabajo, del cuál sólo nos han llegado fragmentos gracias a posteriores historiadores, cuenta una leyenda enigmática y misteriosa:  En los comienzos de la humanidad, un hombre anfibio, llamado Oannes, emergió de entre las tinieblas del Golfo Pérsico, y enseñó a los sumerios todos los cimientos de su civilización. Los números, el alfabeto, la medicina, la astronomía y las leyes. Antes de su llegada los sumerios “vivían como bestias en el campo, sin orden ni reglas“.Su descripción era la siguiente: “Su cuerpo era de un animal, como un pez. Abajo de su cabeza de pescado, tenía otra cabeza, y también pies semejantes al del humano, que emergían de la cola de pescado. Su voz y su lenguaje era articulado, como el del humano. Hay una representación de él, que aún se conserva… Cuando el sol se ponía, se sumergía de nueva cuenta en el mar, y yacía toda la noche en los abismos marítimos, puesto que él era anfibio“. Por supuesto, la historia de un dios civilizatorio que llega del mar, como Oannes, no es exclusiva de las civilizaciones surgidas en el área mesopotamica dónde habitaron los acadios, los sumerios y los babilonios. Sin embargo, no deja de ser curiosa la presencia de un dios totalmente marítimo, uno de los principales anunnaki, que era como se llamaban a los grandes dioses del panteón mesopotámico. Y quién haya sido este supuesto Oannes, el legado que, según cuenta la leyenda, dejó a la civilización sumeria fue increíble. Los cálculos astronómicos de los sumerios eran extraordinarias, sus medidas de la rotación lunar apenas difieren de un 0,04 de los cálculos computarizados contemporáneos. También tenían claro que eran los planetas los que giraban alrededor del sol, y no al contrario. Y si esto fuera poco, la semejanza que tiene este hombre-dios-pescado emergiendo del mar  con la creación de H. P. Lovecraft, Cthulhu, es realmente sorprendente.Gracias a Robert Temple los descubrimientos del antropólogo Marcel Griaule sobre los conocimientos astronómicos de los dogones llegaron a conocimiento de la opinión pública. Temple arriesgó lo que Griaule no se atrevió a decir: que esos conocimientos les fueron entregados a los dogones por unos visitantes de fuera de la Tierra. Pero Temple sugirió que el mito de Sirio estaba en realidad vinculado a otras muchas culturas de la antigüedad, y que éstas también conocían de alguna forma el secreto de su triple naturaleza. Aunque Temple sugiere que la información de ese conocimiento se produjo hará unos cinco mil años, otros estudiosos han encontrado trazas de ese «saber siriano» en latitudes muy alejadas de Malí. Por ejemplo, el término iranio para describir la estrella Sirio es Tistrya, inspirado en el vocablo sánscrito Tristri, que no tiene otra acepción más que la de «tres estrellas».  Sería interesante saber de dónde obtuvieron los antiguos pobladores de Asia semejante idea.
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Es curioso que en muchas de las representaciones egipcias de la estrella Sirio, a quien identificaban con la diosa Isis, se representa a esta divinidad sobre su barca estelar acompañada de sus hermanas menores Anukis y Satis. Eso por no hablar del descubrimiento efectuado por el astrónomo británico sir J. Norman Lockyer, que ya confirmó hace años la orientación de muchos templos egipcios hacia Sirio, y el hecho de que su calendario sagrado , en oposición al popular, de carácter solar, se basaba en la observación del periódico nacimiento de ésta sobre el horizonte egipcio y servía para marcar la llegada de la crecida del Nilo.Todo esto parece indicar que existió una fuente común para un conocimiento astronómico complejo cuyas huellas pueden seguirse en diversos rincones del mundo. Una sabiduría fruto de siglos de observaciones precisas del firmamento que nuestros antepasados parecieron heredar de dioses anfibios, «compañeros» de divinidades solares o mediante revelaciones de origen aún más oscuro.Por alguna razón, los antiguos constructores de templos góticos en Europa, en particular aquellos edificados en torno al siglo XII, parecían sentir una peculiar fascinación por los solsticios. De hecho, mientras que es en los equinoccios cuando la duración del día y la de la noche se equiparan, es únicamente durante los solsticios (en junio y en diciembre) cuando el Sol parece detener su inexorable avance sobre el horizonte, marcando su punto de nacimiento, de orto, más extremo.En el pasado, ese aparente «parón solar» fue tenido como una señal de cambio, y la mayoría de los pueblos de la antigüedad aguardaban impacientes la llegada de tan particulares días para ajustar sus calendarios agrícolas o religiosos. Incluso hoy sabemos que en Europa o América del Sur, nuestros predecesores marcaban en las montañas vecinas el punto por donde salía el Sol esos días, construyendo allí torres o edificios que anunciaran la llegada de los solsticios.Los solsticios (del latín solstitium, “Sol quieto“) son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente. Astronómicamente, los solsticios son los momentos en los que el Sol alcanza la máxima declinación norte (+23º 27’) o sur (−23º 27’) con respecto al ecuador terrestre. En el solsticio de verano del hemisferio Norte el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio. Ocurre dos veces por año: el 20 o el 21 de junio y el 21 o el 22 de diciembre de cada año. A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y hacia el Sur. La existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita. En los días de solsticio, la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año. En la mayoría de las culturas antiguas se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios.
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En zonas templadas, las fechas de los solsticios son idénticas a las del paso astronómico de la primavera al verano y del otoño al invierno. Las fechas del solsticio de invierno y del solsticio de verano están invertidas en ambos hemisferios. Solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. En Europa, ante la llegada de los solsticios, desde tiempos prerromanos, se han realizado diversas celebraciones y rituales, con hogueras.  Del solsticio de junio se pueden citar las famosas hogueras de la Festividad de San Juan, que tienen lugar en España y en otros países del hemisferio Norte, para celebrar el solsticio de verano. Éstas provienen de festividades anteriores a la natividad del cristianismo, aunque actualmente se conmemoren con ese nombre. En Sudamérica los pueblos originarios celebran el comienzo de su nuevo año en junio, en el solsticio de invierno. Por ejemplo, los pueblos andinos celebran el Inti Raymi. En el solsticio de diciembre, en especial en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del Sol. A partir de esta fecha los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba con fogatas. Posteriormente la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, otorgándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y de la luz en el mundo y corrigiendo así al mismo tiempo el significado de la festividad pagana previa, denominada Sol Invictus. De alguna manera, ese saber se transmitió de generación en generación, y de pueblo en pueblo. Pero en los últimos siglos su aplicación práctica no se dejó ver tan claramente como durante el esplendor del período gótico europeo.Sin ir más lejos, en Chartres, una villa del norte de Francia con una impresionante catedral levantada en 1220, arquitectos y vidrieros se confabularon para conseguir que en cada nuevo solsticio un rayo de sol atravesara a mediodía un pequeño agujero practicado en el vitral de San Apolinar, y que éste fuera a estrellarse contra una muesca en el suelo en forma de pluma. Hoy todavía lo hace. Y en tan señalada fecha la catedral se despeja de sillas y se permite que los fieles admiren el fenómeno.Pero no se trata de un capricho aislado. Otro de esos «milagros» de luz se produce desde esa misma época en Vézelay, sede de uno de los primeros templos propiamente góticos del siglo XII. En él, en esos dos momentos del año, una sucesión de «manchas de luz», filtradas por las vidrieras, trazan una especie de camino sobre el suelo. Se trata de siete haces de rayos solares, muy precisos, que marcan el eje de la nave como si quisieran revelar al creyente la existencia de un sendero metafísico que señalara el camino para llegar hasta el Cielo.

¿Para qué querrían los remotos arquitectos de Chartres y Vézelay marcar un «camino» hacia el Cielo y mostrarlo a sus fieles? A este respecto hay que recordar los Textos de las pirámides, que enseñaban al faraón el camino a seguir hasta llegar a las estrellas. Un 13 de agosto a mediodía, Javier Sierra ascendióa la Colline Éternelle de Vézelay, con el propósito de hacer algunas averiguaciones acerca del fenómeno lumínico del solsticio. En el pórtico que viera a Bernardo de Claraval convocar la segunda cruzada, se dibujaba,a la derecha de Jesús, un ángel que sostenía una balanza y pesaba el alma de los difuntos. Aquellos que no superaban la prueba y su alma inclinaba el fiel hacia abajo, eran obligados a caminar hacia un monstruo con cabeza de cocodrilo que daría cuenta de ellos para siempre. Esta escena figuraba en el Libro de los Muertos egipcio,  uno de los textos religiosos más antiguos del mundo, que tuvo su momento de máximo apogeo hacia el 1500 a.C, durante el Imperio Nuevo faraónico. De hecho, en uno de sus 190 capítulos se describía una situación idéntica a la de Vézelay, pero dibujada al menos veinticinco siglos antes. Anubis, el dios del más allá, pesa el alma del faraón difunto y le advierte de que si ésta pesa más que la pluma de Maat, la diosa de la justicia, que se encuentra en el otro platillo de la balanza, querrá decir que ha sido un rey pecador y perecerá engullido por un monstruo con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y patas de hipopótamo que aguarda a su derecha.No podía ser una coincidencia. Tanto el tímpano principal de la basílica de la Madeleine en Vézelay, como el de la catedral de Notre-Dame de París, representaban una escena idéntica al llamado «juicio final» del Libro de los Muertos egipcio. En él, el dios Anubis pesa el alma del faraón en una balanza antes de decidir su salvación eterna o su condena a ser devorado por un monstruo con cabeza de cocodrilo. Balanza y monstruo aparecen en los juicios finales de esos dos templos góticos. Es sorprendente que sobreviviese ese mito a lo largo de más de treinta siglos. Ello era la prueba de que entre los constructores de templos del Imperio Nuevo y los del período gótico había un mismo conocimiento. Una tradición precristiana relacionada con el paso al más allá y con la orientación de sus recintos sagrados a estrellas muy concretas del firmamento nocturno.La firma «egipcia» de los constructores de catedrales se encuentra también explícita en el pórtico central de la fachada de Notre-Dame de París, donde puede admirarse otra escena de «pesador del alma». Según Christian Jacq, conocido hoy por ser el autor de novelas de éxito sobre el antiguo Egipto así como por sus trabajos sobre astrología o esoterismo medieval, en lugares como Vézelay las pistas egipcias son evidentes. Por ejemplo, en los capiteles del interior de la basílica, donde un monje introduce los dedos en la boca de un difunto como los sacerdotes egipcios lo hacían durante las ceremonias de «apertura de la boca» a las momias.Y eso por no hablar de similitudes como las que existen entre los papiros sagrados egipcios y los textos litúrgicos medievales. Tanto unos como otros se iniciaban con tinta roja, y en los últimos esa peculiaridad terminó conociéndose como las «rúbricas», es decir, las «rojas».
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Si las catedrales góticas siguieron patrones similares a los de pirámides y templos construidos siglos antes, habrá que convenir que los canteros medievales no fueron los primeros en plantearse la edificación de lugares sagrados como una vía para contactar con las esferas celestes superiores. Y es que precisamente parece ser la de «plataformas de lanzamiento» de las almas la función última que se persiguió con el levantamiento de tan colosales construcciones.Pitágoras, el célebre sabio matemático griego, descubrió durante sus veintidós años de residencia en Egipto que los antiguos pobladores del Nilo consideraban los solsticios como momentos especiales para esos «lanzamientos». Durante su transcurso se creía que podía abrirse una vía de comunicación con el reino de los muertos, que para Pitágoras y sus maestros egipcios estaba entre las estrellas. El propio sabio dictaminó que el solsticio de verano (21 de junio) abría la «puerta» para que los hombres ascendieran a ese reino, mientras que el de invierno (21 de diciembre) señalaba la «puerta» para que fueran los dioses quienes descendieran. Dos umbrales, pues, en los que pasar de un mundo a otro parecía mucho más fácil.  El arte gótico, de hecho, nació con funciones astronómicas similares, si no idénticas, a las de los monumentos egipcios. En efecto,catedrales como la de Chartres se erigieron en Francia a partir de 1130, y en menos de cien años, sin que hoy sepamos aún de dónde salieron tantos maestros en el nuevo arte de construir arcos ojivales, se ponen en marcha no menos de ochenta obras góticas. Sólo durante el período de edificación de Chartres otras veinte catedrales comienzan a levantarse a un ritmo trepidante, moviendo más cantidad de metros cúbicos de piedra que durante el tiempo de construcción de las pirámides.Estudiosos como Louis Charpentier se han planteado como única explicación a semejante afán constructivo el hallazgo por parte de los caballeros de la Orden del Temple de un secreto fabuloso en Tierra Santa que inyectó conocimientos y recursos a una Francia depauperada. En febrero de 1969 se publicaba por primera vez en España un curioso libro: El misterio de la catedral de Chartres. En él su autor, Louis Charpentier, se preocupó por mostrar la existencia de un gigantesco «plan maestro» que explicara la repentina obsesión medieval por edificar catedrales en todo el norte de Francia. Para Charpentier, detrás de aquel ímpetu creador se ocultaban los caballeros del Temple, recién llegados de Tierra Santa con el propósito firme de crear sobre su país una suerte de modelo a escala de una región del cielo conocida como Virgo.

Charpentier aporta la ubicación, la comparación de cada catedral con su correspondiente estrella, y hasta los detalles de magnitud. Pero olvida, tal vez de forma deliberada, indicar el porqué. ¿Por qué imitaban los primeros templos góticos la constelación de Virgo y no otra cualquiera?  Aunque ciertamente el culto a la Virgen se inicia en la cristiandad alrededor de esas fechas, no estaba claro el aparentemente evidente vínculo entre las Notre-Dame terrestres y la Virgen celestial.Según Charpentier, todas las catedrales erigidas bajo la advocación de Nuestra Señora entre los siglos XII y XIII en las regiones de Champaña, Picardía e Île-de-France, se diseñaron para representar sobre el suelo esa constelación de Virgo. Y lo hicieron muy probablemente para continuar con una antigua tradición, milenaria, que buscaba imitar sobre el suelo lo que había en los cielos y obtener así el dominio sobre ciertas fuerzas de origen cósmico. Según Charpentier a cada catedral le correspondía una estrella de Virgo. Como hemos visto, los antiguos egipcios ya hicieron algo parecido al construir en la meseta de Giza sus tres grandes pirámides imitando el cinturón de estrellas de la constelación de Orión. Oriónera para ellos el lugar por donde el alma de los difuntos accedía al Amenti, al más allá, y la región estelar hacia donde navegaría el ka del faraón para completar su viaje al mundo de los muertos. Semejante idea llegó incluso a Oriente, en concreto al Kurdistán iraquí, donde los seguidores de cierto califa llamado Yezid (siglo XI) marcaron siete lugares privilegiados, a través de los cuales creían que podrían alcanzar los cielos con ayuda de Lucifer. Los yezidíes escondieron esos enclaves bajo siete torres que imitaban la disposición de la Osa Mayor. Y afirmarían que esas «torres del diablo» —como las llamarían en adelante— cubrirían una superficie aún mayor que la dibujada por las catedrales francesas, extendiéndose por los actuales territorios de Irak, Níger, Siberia, Siria, Sudán, Turkestán y los Urales.El pueblo kurdo es una etnia indoeuropea que no poseen estado propio. El territorio del Kurdistan está repartido entre varios estados: el Kurdistán noroccidental, en Turquía; el Kurdistán meridional, en Irak; el Kurdistán oriental, en Irán; y el Kurdistán suroccidental, en Siria, a los cuales hay que añadir un pequeño enclave kurdo en Armenia. Sin contar una diáspora que pasa por Rusia, Alemania y llega incluso a USA.La historia del pueblo kurdo, es la historia de un pueblo que ha sido maltratado durante siglos, debido a sus costumbres, sus tradiciones, su idioma y sobre todo debido a una religión milenaria ancestral que aún conservan parte de los kurdos; el yazidismo.  Algunos consideran que la religión del yazidismo es una religión sincrética con elementos extraidos del zoroastrismo, maniqueismo, cristianismo nestoriano e islam. Al igual que otros pueblos “elegidos”, se consideran un pueblo aparte, diferente a los demás, descendientes directos de los los partidarios del califa Umayyad Yazid.
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Los yezidies constituyen una sociedad endogámica y su religión no admite por el momento conversiones de personas ajenas a la etnia kurda que practica el yazidismo, aunque dicha conversión sería posible si llegara el punto de que el yazidismo estuviera en peligro. Debido a esta endogamia religiosa, a la adoración de un ángel llamado Melek Taus (Pavo real), considerado por algunos profanos el ángel caído o Lucifer, los yezidies fueron sometidos a persecución religiosa, especialmente por los musulmanes. De hecho, los musulmanes no tienen mucha consideración por los yezidies, a veces usan la expresión “hijo de yezidi” para ofender a otra persona que es de su desagrado. Los yezidies no guardan tampoco mucha consideración por los musulmanes.De hecho, entre ellos existía la creencia de que cuando un yezidi escuchaba rezar a un musulmán solo tenía dos opciones: suicidarse o matarle. Pero al contrario de lo que piensan sus detractores, su religión dispone de dos libros sagrados: el Kitab al-jilwah (“El Libro de Revelación”) y el Mashaf (”Escritura Negra.La religión de los yazidies, tiene una peculiaridad, respecto a otras religiones.Carece de la eterna dualidad del bien y del mal y del pecado original que cometió Adan.Pero eso  no quiere decir que sean adoradores del diablo, ya que ellos creen que las malas acciones se pagan a través de la transmigración de las almas, como forma de purificar el espiritu. Los yezidies adoran a siete ángeles y el ángel de la discordia, Melek Taus, que después de rebelarse contra Dios, decidió obedecerle. Los Yezidis creen en un Dios, un ser supremo llamado Yazdan, creador del Universo pero que no es objeto de culto por su parte, pués Yazdan no se ocupa de la suerte de los hombres.Yazdan dio luz a 7 espíritus, ángeles o Meleks, de los cuales Melek Taus fue el primero y el mas poderoso, al cual se le prometió después de la creación del mundo, el gobierno de la Tierra por 10.000 años de los que ya han transcurrido 6.000 años. Melek Taus es diferente a otros ángeles, ya que es vicioso, tiránico y rebelde, pero convencido que al final recibirá el perdón de Yazdan y que volverá a ocupar el asiento que dejo vacio cerca del trono de Dios después de su caída. En ese instante, posterior a su redención, Yezidi se vengará de la humanidad que le maldijo y salvará a su pueblo elegido; los yezidies.  Wigram escribe en su libro “Los Yezidis o Adoradores del Diablo” que los yezidies se congregan principalmente en Mosul. Y añade “Ahora bien, ellos son de hecho adoradores del diablo, porque no tienen escrúpulos para admitir que el ser a quien ellos alaban es realmente idéntico al Shaitan (Satán) de los cristianos, musulmanes y judíos. Pero, afortunadamente para sus compatriotas, su homenaje no llega a la práctica de conductas oscuras. Su religión es de fe y no de obras. Ellos no están obligados a hacer el malo, sólo deben mantener el respeto el gran placer de su divinidad, alcanzando así el estado de honor de estar cerca del trono ardiente de su dios“.
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Según Charpentier, los templarioslevantaron sus catedrales siguiendo un diseño celeste similar, y poniendo en marcha un proyecto que superaba en complejidad arquitectónica todos sus precedentes. Es signifiaivo el rombo que forma la silueta de Virgo sobre Francia, y que, en efecto, se obtiene uniendo con líneas rectas la ubicación de las primeras grandes catedrales góticas.Se extiende sobre una superficie de 33.600 kilómetros cuadrados, y debió de requerir de sus constructores unos conocimientos geodésicos de la máxima precisión, en el que dibujaron la constelación de Virgo. Es difícil entender que sentido tenía emprender una obra de tales proporciones. Pero tal vez la clave estaba en un libro fechado en el siglo I de nuestra era, llamado el Kore Kosmou, y que formaba parte de los llamados escritos herméticos. En él se narra cómo la diosa Isis decidió un buen día revelar a su hijo Horus uno de los secretos fundamentales del dios de la sabiduría egipcio, Toth. Según Isis, Toth puso en manos de los hombres «los grandes misterios de los cielos» en una serie de libros que un día serían descubiertos junto al Nilo y cambiarían la percepción humana del mundo y de los dioses mismos. Esos libros, sigue refiriendo el Kore Kosmou, contienen «el conocimiento correcto de la verdad… las cosas secretas de Osiris… los símbolos sagrados de los elementos cósmicos».Y advierte que cuando el hallazgo se produzca, será la señal inequívoca para que los dioses regresen, restauren una Edad de Oro largo tiempo perdida, y gobiernen de nuevo sobre la Tierra. Pero el descubrimiento de esos libros no se ha producido todavía. No obstante, durante el dominio árabe de Egipto, y durante el Renacimiento después, corrió el rumor de que los textos de Toth, al que los griegos llamaron Hermes Trismegisto, circularon en manos de iniciados, despertando un tremendo florecimiento de las artes y las ciencias. Es incluso probable que lo que descubrieran los templarios en el solar del antiguo Templo de Salomón fuera una parte de esos libros, tal vez las célebres tablas de la ley de Moisés que él mismo pudo haber robado de Egipto antes del Éxodo, y que desencadenaron la furibunda persecución del faraón que se detalla en las Sagradas Escrituras hebreas. Si los escritos herméticos son una filtración de lo que Toth nos dejó, es evidente que investigando su contenido podremos deducir a qué clase de «secretos de los cielos» se refería Isis en el Kore Kosmou. Por ejemplo, uno de los libros inspirados en los escritos de Toth-Hermes se redactó precisamente en España. Es un tratado de magia conocido como Picatrix, fechado en torno al siglo XII, y en el que su autor recoge lo que parece un método para fabricar talismanes siguiendo un complejo sistema de vigilancia de las estrellas.Pero los talismanes de los que habla el Picatrix se trata, en realidad, de supertalismanes que adoptan la forma de edificios y hasta de ciudades enteras, y queimitan ciertas estrellas del firmamento con el propósito de destilar de ellas todo su poder. Es algo así como lo que explica Hermes Trismegisto a su discípulo Asclepio en una de las citas que encabeza la primera parte del libro.
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La base de tan peculiar tratado reside en una inequívoca magia celestial o astrológica mediante la cual pueden concentrarse las fuerzas cósmicas en lugares específicos. Su autor, Abul-Kasim Maslama, propuso incluso edificar una urbe que tuviera en cuenta esas correlaciones con las estrellas para elaborar así una fabulosa fuente de poder y precipitar el cumplimiento de la profecía de Toth, que anunciaba la construcción de una ciudad para los dioses hacia el sol poniente.¿Fue la búsqueda de ese poder, y la preparación del retorno de los dioses, lo que motivó la construcción de las primeras catedrales? ¿Debe entenderse que la disposición de las catedrales imitando el plano de Virgo buscaba, en realidad, la construcción de uno de esos supertalismanes de los que habla el Picatrix?Tanto el Picatrix como otras fuentes herméticassugerían que se consumó la construcción de esa magnífica ciudad talismánica al poniente. Pero ¿dónde? En la llamada profecía de Hermes-Toth se hace referencia a «por tierra y mar» y afirma que esa ciudad se edificó en el «extremo más lejano de Egipto». ¿Y si el Kore Kosmou estuviera apuntando a alguna región al otro lado del Atlántico? Sin embargo, en 1994, Javier Sierra  encontró en torno al lago más alto del planeta, el Titicaca,en el corazón de los Andes, los vestigios de una civilización perdida que tenía decenas de puntos en común con los antiguos egipcios.Los habitantes dela región del lago Titicaca confeccionaban balsas de totora, un resistente junco local, que eran parecidas a las embarcaciones de papiro egipcias o a las usadas por otros pueblos mediterráneos, como los antiguos pobladores de Córcega. Además, ambas civilizaciones tuvieron religiones solares, construyeron pirámides, utilizaron bloques monolíticos de más de doscientas toneladas, sin que el peso pareciera importarles, tenían similares preocupaciones astronómicas, etc. Demasiadas coincidencias para creer en las casualidades. Tiahuanaco constituye el conjunto de ruinas más enigmáticas, extensas y elevadas de toda América del Sur. Arthur Posnansky llevaba muerto más de medio siglo, pero todos en el Altiplano andino, sin excepción, lo consideraban aún el padre de la arqueología boliviana. De origen germano y aspecto austero, en los años veinte fue el primer científico que se interesó por el extraño conjunto de ruinas próximas al lago Titicaca. Emplazadas a 3.825 metros sobre el nivel del mar, hasta principios del siglo XX aquel páramo sembrado de ruinas geométricas sólo había conseguido atraer a canteros y constructores del ferrocarril en busca de materia prima para sus obras. Arthur Posnansky, a principios del siglo XX, fue el primero en proponer una datación de Tiahuanaco en función de los alineamientos de sus monolitos hacia determinadas posiciones estelares. Estaban a pocos pasos de la pequeñísima villa de Tiahuanaco, y orientadas, con absoluta precisión, a los cuatro puntos cardinales.Posnansky tenía una visión de la arqueología muy adelantada para su época y decidió emplearse a fondoen Tiahuanaco para resolver las dudas más elementales, tales como: ¿quién construyó aquellos templos? ¿Quiénes habitaron la enorme ciudad que los albergó? ¿Qué técnicas emplearon para mover los miles de toneladas de piedra? Y, sobre todo, ¿para qué los construyeron?

En la época de Posnansky todavía no se habían desarrollado métodos de datación como el carbono 14 y, mucho menos, la termoluminiscencia, así que Arthur Posnansky apostó por estudiar las alineaciones de los monumentos en relación con las posiciones de salida y puesta del Sol para determinar, de esta forma, en qué época fueron levantados. Él sabía que el Sol nunca sale dos veces por el mismo lugar, sino que se desplaza sobre el horizonte en función de un fenómeno conocido como la «oblicuidad de la eclíptica». Esto es, la Tierra órbita en torno al Sol ligeramente inclinada con respecto al ecuador y esto provoca que, lógicamente, el ecuador celeste que vemos se encuentre también inclinado respecto al plano orbital. Ese ángulo conforma la llamada «oblicuidad de la eclíptica» y se desplaza progresivamente en ciclos de 41.000 años, oscilando entre los 22,1 y los 24,55 grados de ángulo.Así pues, si una piedra se orienta hacia el punto de salida del Sol en un momento relativamente lejano en el tiempo, puede calcularse la diferencia espacial existente entre el lugar de aquel lejano amanecer y el nuestro, y determinar la fecha de orientación del monumento con escaso margen de error.Posnansky aplicó ese principio y determinó que el ángulo en el que se encontraba el horizonte de Tiahuanaco en el momento de su construcción (23° 8′ 48″ exactamente) correspondía a una fecha indeterminada alrededor del 15000 a.C. Aquella r datación, lejos de amilanar a Posnansky, lo forzó a desarrollar una teoría según la cual una avanzada civilización pobló América mucho antes de lo que la mayoría de los expertos suponían. Éstos concedían a Tiahuanaco una antigüedad que oscilaba entre el 2000 a.C. y el 900 d.C. Es más, aquella civilización, de avanzados conocimientos astronómicos, poseedora de un calendario preciso que el arqueólogo germano creyó ver reflejado en la célebre Puerta del Sol  y capaz de desplazar monolitos de más de 400 toneladas, el doble de peso de los gigantescos bloques de caliza que forman parte del templo de la Esfinge de la meseta de Giza, en Egipto, se extinguió tras un cataclismo devastador.E inevitablemente emergió un nombre para explicar el origen cultural de Tiahuanaco: la Atlántida. Pero las conclusiones de Posnansky fueron arrinconadas a causa de sus elucubraciones sobre ese continente perdido. Sin embargo, una nueva generación, encabezada por Oswaldo Rivera, antiguo director del INAR (el Instituto Nacional de Arqueología)  ha permitido que se revise este asunto a la luz de los modernos conocimientos astronómicos. Oswaldo Rivera había puesto en marcha una de las mayores campañas de excavación e investigación de Tiahuanaco jamás emprendidas. Sabía que aquellas ruinas eran un tesoro de tremendas implicaciones históricas, y se empeñó en sacarlo a la luz. Oswaldo Rivera dirigió durante años las excavaciones en Tiahuanaco, y se mostró convencido de que una cultura remotísima se asentó allí hace varios miles de años.
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Tras los primeros trabajos, Rivera pronto llegó a la conclusión de que, a una profundidad media de entre 12 y 21 metros, existe otro Tiahuanaco. Una enorme ciudad hundida, mayor que la antigua Roma, que debió de albergar la cultura original del lugar… y para la que la etiqueta de «colonia atlante», en palabras del propio Rivera, «es sólo una posibilidad más a tener en cuenta». Según Rivera: “Hasta la fecha tenemos detectados cinco períodos para Tiahuanaco, y hay una evidente relación de unos con otros. Pero no sabemos todavía si, igual que sucedió en Grecia, encontraremos pronto una cultura pretiahuanaco. Sin embargo, aun los cálculos más moderados para datar esa civilización arrojan un abanico de veintisiete siglos. Los incas, sumados al período colonial español y a la República no son ni la sombra de esa historia «moderada» de Tiahuanaco“. Oscar Corvison, un ingeniero y astrónomo cubano afincado en La Paz,fue autorizado por el INAR para medir de nuevo las alineaciones solares de los templos de Tiahuanaco.Acababa de presentar a la prensalos resultados de su trabajo, que proponían que los tiahuanacotas poseían un calendario agrícola milenario basado en el sistema vigesimal —con meses de veinte días, como los mayas—, y confeccionado gracias a una minuciosa observación del Sol a su paso por una peculiar pared de monolitos gigantes del lugar. Según explicó Corbison a Javier Sierra:  “La primera vez que estuve en Tiahuanaco para investigar su orientación astronómica fue hace veinte años, pero entonces sentí que no había llegado aún el momento de hablar.Entonces la comunidad científica no estaba preparada para admitir ciertas cosas —continuó—; hoy sí. Por ejemplo, si nos fijamos en el muro de monolitos que hay detrás de la Puerta del Sol, se dará cuenta de que hay diez pilastras de piedra separadas equidistantemente entre sí, menos una, donde la distancia con la siguiente es el doble de las demás. Esto, desde mi punto de vista, indica claramente que en aquel hueco falta una pilastra, la séptima del conjunto, que una vez restaurada en su lugar completaría un calendario astronómico preciso. Las once pilastras completas marcan veinte posiciones del Sol en diferentes momentos del año y, a la vez, señalan la aparición de ciertas constelaciones en el firmamento nocturno del Altiplano. Para llegar a esa conclusión, he dedicado dos años de mediciones en el lugar, y a calcular el desplazamiento del Sol respecto a los monolitos debido a la oblicuidad de la eclíptica. Las piedras fueron orientadas marcando posiciones celestes del 9000 a.C, cuando menos. Marcaba varias constelaciones. Por ejemplo, cuando el Sol se ponía sobre la undécima pilastra, esa noche Orión emergía por el centro del muro. Cuando se ponía sobre la décima, eran las Pléyades. Sobre la quinta, la Cruz del Sur. Esta pilastra de andesita debería estar colocada en el muro que puede verse en el fondo de la imagen. Sólo así este conjunto recuperaría su antigua función como medidor del movimiento de las estrellas, y Tiahuanaco volvería a ser la «computadora estelar» en piedra que fue antaño.Siguiendo las investigaciones previas de Posnansky, yo he encontrado la pilastra que le falta a ese muro calendario.Está a 229 metros de sus compañeras, y yo creo que fue removida en tiempos remotos por ciertas fuerzas negativas. El conjunto de Tiahuanaco funcionaba como una especie de máquina de precisión para medir el tiempo y regir la vida agrícola y religiosa de sus gentes. Si algunas piezas clave de ese mecanismo se retiraban, la «máquina» dejaba de funcionar. Por eso, una vez encontrada la pilastra, estoy luchando para que se vuelva a restablecer en su lugar original y se dé un paso adelante en la restauración exacta del recinto“.
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Corbison no es el único científico del Altiplano que lee en clave mágica los monumentos de Tiahuanaco, pero sí quien más lejos está llevando sus planteamientos. Y es que, desde 1997, Corvison libra una dura batalla contra la oposición oficial a colocar la séptima pilastra del muro calendario en su lugar. Sus responsables aducen que, aunque la piedra procede de la misma cantera y se asemeja a las que forman esa pared, no se puede estar del todo seguro de que tal monolito pertenezca al templo del Kalasasaya.Siguiendo al pie de la letra las alusiones de Platón a una isla y su capital, Poseidón, que se hundió hace unos 12.500 años, la Atlántida y Tiahuanaco coexistieron en el tiempo. En ese período del «primer Tiahuanaco» la ciudad tenía su propio puerto, cuestión que por cierto parecen reforzar las enormes piedras del vecino conjunto monumental de Puma Punku y que muchos estudiosos creen que son muelles de desembarco de mercancías.Pero, , ¿qué función cumplió Tiahuanaco en el pasado? A este respecto es recomendable leer los trabajos del escritor escocés Graham Hancock, y en especial su libro El espejo del paraíso. En esa obra, Hancock plantea una tesis tan osada como fascinante.Según él, las civilizaciones del pasado de la Tierra quetuvieron más conocimientos de astronomía, construyeron sobre sus territorios impresionantes monumentos que imitaban ciertas constelaciones del firmamento. Exactamente aquellas que emergían cada noche por los puntos cardinales hacia la primavera del 10.500 a.C., como si de esa forma trataran de señalardicha fecha.Pues bien, en el 10500 a.C, el norte geográfico señalaba cada noche la constelación del Dragón. En Angkor, Camboya, unas ruinas fechadas alrededor del siglo XI d.C., pero construidas sobre templos de edad imprecisa, imitan en el suelo la constelación del Dragón y su orientación al norte. En Egipto el asunto es aún más complejo, pues en la meseta de Giza las tres grandes pirámides imitan el cinturón de la constelación de Orión, que en el 10500 a.C. emergía exactamente por el sur. Mientras tanto, la Esfinge estaba orientada hacia el este por donde surgía la constelación de Leo.Yhay que recordar que la Esfinge tiene cuerpo de león. Curiosamente no se ha encontrado ningún monumento que señale al oeste en el 10500 a.C.. Pero en aquella remota época el oeste estaba vacío de constelaciones importantes, al menos las vistas desde el hemisferio norte. Sin embargo se daba la curiosa circunstancia de que en el hemisferio sur era visible perfectamente la constelación de Acuario.
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Y Hancock no pudo evitar hacer sus cabalas sobre el monumento que pudo completar el «espejo estelar» formado por las grandes civilizaciones del pasado: «Quizá sea Tiahuanaco —escribe Hancock—, pues tiene características pronunciadas acuarianas en los motivos acuáticos de las dos grandes estatuas dentro del Kalasasaya y en los canales de conducción de agua del lado oeste de la pirámide de Akapana».Acuario (el portador del Agua o ánfora), es una de las 88 constelaciones reconocidas por la astronomía moderna, descrita por Claudio Ptolomeo. Su símbolo representa el flujo del agua. De todo el zodiaco, Acuario es una de las constelaciones reconocida con mayor antigüedad. Los sumerios le dieron este nombre a la constelación, en honor a su dios Anu, que derrama el agua de la inmortalidad sobre la Tierra. Se encuentra en una región comúnmente llamada el Mar o Aqua por su prodifusión de constelaciones acuáticas tales como Cetus, Piscis, Eridanus. Algunas veces el río Eridanus se representa como lo que derrama la vasija de Acuario. La constelación de Acuario es la décima más extensa, cubriendo más de 2,3% del cielo nocturno. Incluye 56 estrellas observables a simple vista, en su mayoría tenues, siendo Sadalsuud (β Aquarii) la más brillante con magnitud 2,90. Contiene varias gigantes rojas como Hydor (λ Aquarii) —la más brillante—, φ Aquarii, χ Aquarii y 3 Aquarii. En Acuario se localiza el cúmulo globular M2, uno de los más compactos que se conocen. También en esta constelación se encuentra la Nebulosa de la Hélice, espectacular nebulosa planetaria distante unos 700 años luz cuya edad aproximada es, curiosamente, de 10.600 años. El conocido mito identifica a Acuario, que también era conocido como escanciador, con Ganimedes. Ganimedes es hijo de Laomedonte, Rey de Troya. Su padre le encargó la tarea de guardar los rebaños en las montañas. Era, según los relatos, uno de los mortales más hermosos, de tal manera que Zeus, padre de los dioses, se enamoró perdidamente de él y convirtiéndose en águila (otra constelación) lo rapta y lo lleva al Olimpo. Como compensación Zeus regaló al padre del muchacho unos corceles divinos inmortales. En el Olimpo Ganimedes se convierte en el copero divino encargado de servir a los dioses. Acuario generalmente representa la figura de un hombre, y cuando se consideran las estrellas que para un ser humano son muy tenues o indistintas de ver, toma la figura de un hombre con una jarra la cual derrama un líquido. Acuario también ha sido identificado como Deucalión, el que se salvó junto a su esposa Pirra del diluvio universal enviado por Zeus, en la versión griega del mito.

De aceptar la conclusión de Hancock sobre la relación de Tiahuanaco con la constelación de Acuario, habría que inaugurar una nueva vía de investigación histórica. Una que se ocupara de establecer quién, en tan remoto pasado, planeó que ciertos lugares de la Tierra imitaran los «pilares» del cielo, y cómo se las arregló para llevar a cabo tan minuciosamente su plan. Lo que parece evidente es que estos «supercartógrafos»  debían tener la capacidad de volar y eran capaces de trazar mapas colosales sólo visibles desde el aire.No fue necesario ir demasiado lejos. O relativamente. A fin de cuentas, vencer mil quinientos kilómetros en un continente como América para llegar al siguiente misterio, no es en realidad mucho. Lo complicado, en cualquier caso, son los transportes y la necesidad de olvidar el concepto preciso y mecánico del tiempo que se vive en Europa. Mucho antes de la llegada de los conquistadores en el siglo XVI, en la zona del altiplano floreció una gran variedad de culturas técnica y socialmente muy avanzadas. Es decir, que aquí, como en África, también se vivió una Edad de Oro sin parangón.Ica, en Perú, dispone de un museo arqueológico con refinados objetos tallados o moldeados por las culturas locales, que reflejan un pasado glorioso. Cerca de Nazca se extienden kilómetros de líneas y figuras que multiplican exponencialmente el misterio de esa región del planeta. ¿Por qué sus habitantes trazaron dibujos que sólo podemos ver si somos capaces de volar?  Sobre el suelo rocoso de un valle conocido como Nazca, aunque con más precisión habría que decir «Pampa Colorada», se dibujan miles de kilómetros de líneas que parecen apuntar a ninguna parte. Rectas inabarcables, figuras de animales y hasta formas geométricas como trapecios o espirales se reparten sobre un territorio virtualmente plano y desprovisto de vegetación. Se trata de un misterio que sólo se deja ver desde el aire. Un especialista en paleo-irrigación de la Universidad de Long Island, llamado Paul Kosok, vio algunas de las figuras de Nazca por primera vez. Su sorpresa fue mayúscula: grandes figuras antropomorfas, con aspecto de aves, monos, cetáceos e insectos se mezclaban en una danza caótica entre otra maraña de líneas rectas y curvas que sólo podían verse desde cierta altura. Fue el 22 de junio de 1939, a bordo de un avión Fawcett, cuando Kosok se dio cuenta del valor de aquellas enormes figuras, y decidió estudiarlas a fondo por primera vez. Pueden observarse una singular sucesión de figuras antropomorfas de características muy extrañas habían sido «vaciadas» del fondo del desierto y resaltaban vivas sobre la colina. La técnica era sencilla y no requería grandes alardes tecnológicos.Consistía en apartar el polvo del desierto con las manos o un palo, dejando al descubierto el suelo blanquecino que quedaba debajo. En ese lugar casi no llueve, lo que, evidentemente, contribuye a preservar cualquier línea que rasgue el desierto. Ahora bien, el misterio no está en el método con el que se trazaron las figuras, sino en la precisión empleada en la confección de sus grandes dibujos y, sobre todo, en la finalidad que persiguieron quienes los elaboraron. ¿Cómo habría casado Kosok esas figuras vagamente humanas con su teoría de que las líneas de esta región sirvieron como una especie de marcador astronómico? Como un calendario en el que las líneas señalaban los puntos del horizonte por los que emergían determinadas estrellas en momentos específicos del año. Kosok, de hecho, entregó sus notas a la matemática alemana Maria Reiche y la incitó a concentrarse sólo en las líneas y su función astronómica, ignorando a estos gigantes o a otros grandes geoglifos hallados en la costa atlántica.
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Una de aquellas figuras de arenaposeía un cuerpo cuadrado y presentaba dos orificios a la altura de sus hipotéticos pechos. María Reiche, la mujer que estudió Nazca durante más de cuatro décadas hasta su muerte en 1998, examinó algunas fotos del «monstruo».  De su cráneo —tan cuadrado como su cuerpo— emergían, además, cuatro brazos a modo de cabeza de Medusa. A su lado se adivinaba otra testa redonda con dos ojos formados por círculos concéntricos y una suerte de rayos a modo de aureola, y más allá los trazos de una tercera figura se diluían en la arenisca.¿Por qué no se había visto nunca reseñado en ninguno de los numerosos libros que existen sobre Nazca? Ni Kosok ni otros investigadores posteriores habían prestado demasiada atención a que en los valles aledaños de Nazca, especialmente en el área de Palpa, existía todo un universo de líneas y figuras prácticamente desconocidas para la opinión pública. Figuras que algunos autores, como el suizo Erich von Dániken,habían tildado ya de «astronautas» y que no hacían sino añadir más misterio si cabe a esa inhóspita región del planeta. Para ver algunas figuras influye muchísimo la hora, la altitud, el mes del año, las condiciones meteorológicas. A veces, da la impresión de que este desierto permite a unas personas ver ciertas cosas que no permite a otras. Expertos que han estudiado las líneas afirman que existen figuras trazadas sobre otras de más edad que resurgen en las condiciones más inesperadas. Es más, hoy saben que muchos de los graffiti que se grabaron en suelo de Nazca fueron después borrados por nuevos dibujantes que, cuando menos, trabajaron de forma ininterrumpida sobre el desierto durante ochocientos años. Muchas de estas figuras están en Palpa. Nada más entrar en el área de Palpa, podemos ver un extraño gigante, diferente a todo cuanto puede verse en la vecina Nazca. Se trata de una gran figura de cabeza cuadrada, coronada por un extraño penacho que formaba una semicruz sobre su cabeza. Sus brazos, alzados, sostenían sendos objetos indescifrables y su mirada y gesto neutro parecía perderse en la profundidad del espacio. Y es que, en efecto, otros gigantes, como si fueran miembros de una misma procesión, salen al paso a pocos metros del primero, sobre la misma colina. Pareciera que toda la ausencia de seres antropomorfos que se detecta en Nazca se compensara aquí con esas extravagantes representaciones. De aspecto muy erosionado, da la impresión de que su antigüedad es mayor que la del «mono», la «araña» o el «colibrí» de Nazca. Von Dániken sobrevoló ya algunos de estos gigantes en el otoño de 1995 y en su libroEl Retorno De Los Dioses hizo notar su extraordinaria similitud con otro titán de 121 metros de longitud grabado a 1.300 kilómetros de allí, sobre el Cerro Unitas, en el desierto chileno de Atacama. Como los de Nazca, el coloso del Cerro Unitas —descubierto por el general de las Fuerzas Aéreas chilenas Eduardo Jensen— presenta la misma corona de «rayos» o cruz alrededor de su cabeza, con idénticos ojos cuadrados y una especie de mono colgado de su brazo derecho. Tiene la misma manufactura que los gigantes de Palpa, y sin duda su estudio obligará pronto a los expertos a preguntarse hasta dónde se extendieron los «artistas» que los trazaron y por qué los hicieron.
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Von Dániken, autor de best sellers internacionales como Recuerdos del futuro o El oro de los dioses,  sostiene que «no es una buena idea estudiar Nazca aislada de otros lugares»,y propone comparar los geoglifos hallados en Palpa con otros descubiertos en los desiertos peruanos de Majes y Sihuas, en el departamento de Arequipa, o cerca de Moliendo, también en Perú, o en Chile, México y California.Al menos una cosa parecen tener en común todos estos grabados, que únicamente pueden verse desde el aire. Según Dániken, en algún momento remoto, una expedición extraterrestre tomó tierra en Nazca, trazando sobre el suelo líneas para facilitar la navegación aérea que, tiempo después, cuando los «dioses» se hubieron marchado, serían imitadaspor los habitantes de aquellas regiones. En Palpa, Dániken ha encontrado un nuevo geoglifo para sustentar su tesis. Se trata de una extraña franja de puntos en forma de aspa excavados a lo largo de una parrilla de líneas paralelas que totalizan 15 columnas de anchura y que recuerdan una especie de tarjeta perforada de los antiguos ordenadores. La Ancient Astronaut Society, una agrupación que defendió las ideas de Dániken hasta su disolución en 1999, ya habló de esta extraña franja a finales de los años ochenta, pero sólo recientemente se la ha comparado con ciertas señales terrestres trazadas cerca de los aeropuertos, para advertir a los pilotos de la altura a la que vuelan y cuánto deben descender para aterrizar.Esos sistemas, que reciben los nombres clave de VASIS (Visual Approach Slope Indicator System) y PAPI (Precisión Approach Path Indicator) suelen ser luminosos, pero los hay que se limitan a signos geométricos gigantes cortados, pintados o quemados en el suelo. Tal vez lo que pretendieron representar en Palpa servía para orientar a navegantes aéreo del pasado.  Sobre otra loma de Palpa, un gigantesco colibrí, similar al muy célebre pájaro grabado en la vecina Nazca, había sido dibujado con lo que parecía un «pequeño avioncito». El glifo estaba grabado en su interior, justo en el centro de su escuálido cuerpo. Era perfecto: alas rectas, morro puntiagudo y hasta una cola en forma de cruz similar a los timones de cola de los modernos aviones.La escena parecía representar aviones en la antigüedad. Aunque la idea de la navegación aérea5en el pasado era algo plausible, una experta en tradiciones andinas, llamada Rosa María Alzamora, explica que el dibujo se refería, sin duda, a un mito ancestral del lugar. Según esa leyenda —la del Con Quente—, un colibrí, obsesionado por ver la cara al Sol, se camufló entre las alas de un cóndor para cumplir su sueño. En los Andes creen que los cóndores son los únicos animales que pueden mirar de frente al astro rey, por lo que el pequeño colibrí lo tomó como un «vehículo». Dice la historia que el curioso logró su objetivo y que el Sol, admirado, lo convirtió en un pájaro de oro, nombrándole mensajero entre los hombres y los dioses. El geoglifo, pues, debía ser un homenaje a ese mensajero.
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El más extraño, complejo y fascinante de los geoglifos descubiertos en la región hasta la fecha,está ubicadoa 14° 38′ 39″ latitud sur y 75° 10′ 30″ longitud oeste.El trazado de esta figura se compone de un círculo central con una cruz griega grabada en el interior, y flanqueada por otros tres círculos menores unidos a la figura principal por líneas rectas perfectas. En realidad, la impresión que da el conjunto es el de un juego geométrico de proporciones gigantescas en el que la cruz griega, en realidad una cruz andina o chakana, representada a menudo por todas las culturas de los Andes, parece desempeñar un papel predominante.Situada en la Hacienda de San Javier, esta figura de 64 metros de diámetro está formada por un círculo doble que fue visto por primera vez en 1984 por los pilotos de Aerocóndor. Sin embargo, sólo en 1998 se puso en marcha el primer intento serio de estudiar esta formación geométrica. Con la ayuda del ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, el mismo que construyera el pequeño robot oruga que en 1993 descubrió una pequeña «puerta» al fondo del canal sur de la Cámara de la Reina de la Gran Pirámide, en Egipto, se tomaron medidas desde el suelo que, a la postre, parecen estar revelando que quien trazó este diseño disponía de unos sólidos conocimientos de trigonometría.  Aquel geoglifo era un prodigio matemático y geométrico. Si se trazó a la vez que la «araña» o el «mono» de Nazca, era evidente que nos enfrentábamos a una cultura refinada capaz de elaborados diseños visibles desde el aire. Nada de un pueblo primitivo como quisieron hacernos creer.

Fuentes:

  • Robert Bauval – El misterio de Orión
  • Robert Temple - El misterio de Sino
  • Javier Sierra – En busca de la Edad de Oro
  • Erich von Daniken - El Retorno De Los Dioses
  • Graham Hancock – El espejo del paraíso
  • Arthur Posnansky – Tiahuanaco, la cuna del hombre americano
  • Louis Charpentier – El misterio de la catedral de Chartres

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