La Ley Divina de Atracción Universal es la que, en este orden, proporciona el magnetismo para que, en este marco, como ya se ha repetido en otras citas, todo se acabe atrayendo en justicia, rigiendo en este campo la vibración energética de cada ser, elemento o atributo, para, así, concretar las realidades que cada sujeto atraiga hacia sí, y que, a la vez, como también se ha explicado, son él mismo.
En el mismo esbozo en el que se establece este sentido de unidad, se podría matizar, aún más si es posible, la idea acerca de la necesidad existente de habitar, en muchos casos encarnación tras encarnación, este planeta Tierra, u otras moradas dimensionales de características idénticas o similares, por las que se hace obligatoria la experiencia de la desconexión o separación con la Fuente de Vida, Dios, en estos ratios de conciencia y vibración de energía en los que la disociación y la separatividad del Todo, y la polaridad y la dualidad de percepción de los seres encarnados constituyen el modo establecido de existencia implantado en estas dimensiones.
Pues bien, si el ser humano encarnado es Uno con su propio Yo Superior o Ser Multidimensional, unidad que alcanza más grado de conciencia conforme se fomenta la conexión del ser con su propia divinidad, parece claro que se exponga que la experiencia en dimensiones más evolucionadas, o con niveles de conciencia y energía superiores a los de la Tierra, por las que discurre el ciclo experimental, simultáneamente, de las distintas existencias o encarnaciones que también representan y constituyen este Ser Divino y Superior que también somos nosotros, pero en otros planos de vida, le permitirá a este, nuestra Entidad Superior, abordar y trabajar ciertos aspectos evolutivos del ser, distintos a los que vienen a ser tratados con relación al paso por las moradas de la 3D en dualidad, necesarios, igualmente, para su desarrollo y expansión, y conectados, Aquí y Ahora, también con sus respectivas experiencias en 3D, las cuales se acaban favoreciendo unas, las de otras dimensiones, con respecto a las otras, las de 3D, y viceversa, o, en su defecto, al menos, repercutiéndose entre ellas mismas, en función, claro está, de las elecciones y trayectorias que hayan sido tomadas por el derecho existente de libre albedrío.
Por tanto, el recurso de la encarnación en este tipo de dimensiones de división y polaridad, por sus propiedades, va a permitir que los seres de la Creación puedan acometer y repasar partes y secuencias de su amplia existencia que en otras dimensiones, en las que la energía del Amor impera de manera magnificada y excelsa, no sería posible por la propia condición conciliadora y unificadora del Amor en un estado más puro y por el carácter exultante de todo lo bello, alegre, divino y gozoso que se produce en el ser en estos hábitats, en los que cualquier disfunción o desaplicación puede quedar difuminada y menos apreciada, con menos consideración, justamente lo que requieren y precisan estos aspectos y desajustes en la Tierra, pero cuando estos adquieren un mayor énfasis y magnitud, y llegan a ser enfrentados de lleno. Percepción, menos drama y conflicto, soltar, permitir y dejar ir y ser son, una vez más, las claves necesarias para esta meta.
Es por esto mismo por lo que aquellas almas que requieran encarar aspectos desequilibrados relacionados con sus cuerpos astrales o emocionales pueden contemplar como conveniente y viable pasar por una encarnación que se desenvuelva en grados reducidos de energía y luz que permitan la simulación de la desconexión divina y propicien la posibilidad de poder sentir y vivir estos rasgos no resueltos y latentes que aún permanezcan en el fondo del ser, y que pueden ser trascendidos en este tipo de dimensiones con voluntad firme y apertura total y consciente, siendo probable que, aun adoptando esta intención, actitud consciente y valores, tal vez, no se llegue a poder atisbar inmediatamente una señal de la importante progresión que se puede desencadenar con esta iniciativa, que, sin duda, pasa por el abandono de las expectativas y la humildad interior, como recursos precisos y prestos para ser utilizados en la travesía de lo que se ha llamado desde antaño la noche oscura del alma, por la que tantos hombres y mujeres de Dios, místicos de la historia, han atravesado cual desierto, en la que el ser humano toma consciencia, a priori, de los nubarrones que cubren el cielo de su ser, donde el único anhelo es encontrarse con Dios y fundirse con él, hasta que comienza, poco a poco, a despejarse el horizonte y puede empezar a contemplarse el firmamento, el sol, la luna y las estrellas del alma.
Dicho esto, también es obligado señalar que es cierto que mientras se encarna en 3D y hay asuntos de cierta envergadura sin resolver, puede resultar muy difícil poder apreciar niveles superiores vibratorios de energía, puesto que estos son atraídos por la propia vibración de los aspectos del individuo, y son las Leyes Divinas de la Atracción y de la Correspondencia las que se encargan de que la experiencia de vida en encarnación transcurra en plena concordancia y proporcionalidad con el estado de evolución del ser, ya que, si no fuese así, se perdería el propósito y el objeto de recurrir a estas dimensiones para evolucionar.
Cuando sean trascendidos los escenarios y aspectos que embargan, colapsan o bloquean la realidad del ser humano, será cuando estos empiecen a diluirse por sí mismo, como por arte de magia, y ocupen su lugar otros que, asimismo, sean también atraídos, bien porque requieran ser todavía revisados, bien porque estos posean una frecuencia vibratoria mayor que los anteriores y guarden mayor abundancia, armonía y equilibrio, y por ello corresponda su manifestación, o, incluso, siendo así, sean todavía objeto de mejora y evolución, como ocurre en toda la Creación y en el Universo mismo.
Decir tiene que, mientras el alma, que asume eones de encarnación, alcanza la maestría y la visión suficientes para salir de la Rueda del Karma, lo cual se logra sin involucrarse y sin reaccionar a los impulsos del ego, en plena conciencia de lo que entra y sale de la escena de la vida, y de lo que se hace y ocurre en ella, está transcurriendo por existencias que pasan, a veces, como ya se ha explicado, de unos extremos a otros en el mismo tipo de experiencias, por la propia acción de la llamada Ley de Causa y Efecto, o también conocida como Ley del Karma, que está permitiendo, al mismo tiempo, aglutinar importantes vivencias que sumen progresivamente entendimiento al alma, la cual pretende ir adquiriéndolo en su respectivo proceso existencial.
En el tiempo en que el ser humano comienza a asumir, en post de su maestría, mayor caudal de energía, converge el aumento de su vibración energética y la expansión su conciencia en el grado adecuado, bien por transmutación de sus aspectos, bien por los períodos acordados en su plan de encarnación, bien por el tiempo cósmico establecido, bien por la suma de todos estos factores como perfiles de un único proceso que es total. Entonces será cuando sus respectivos asuntos relacionados con su bajo astral y las realidades de vida asociadas a ellos empiecen, en un principio, a resultar menos cruentas hasta que parezca apreciable un avance mayor y más notable de la disolución de los mismos.
Las dimensiones superiores, donde la unidad entre sus habitantes alcanza exuberancia y plenitud, allí donde se hace plena cada respiración, visión, experiencia y cada momento presente, donde prácticamente todo lo que se desea, con el pensamiento, se puede obtener, no vienen a reunir las condiciones más recomendables que proporcionen, en virtud, el poder abrazar, encarar y trascender cada aspecto inmerso en energías no armonizadas, que en ocasiones provocaran distorsión o trastorno, y que todavía estuvieran pendientes de resolución y compleción.
Extracto de 21 PREGUNTAS
LIBRO DE LA AUTOMAESTRIA
AUTOR: RAFAEL MONTAÑO CARMONA
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