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- Como soy el hermano mayor, no hay duda de que la sortija con el diamante la ha dejado nuestro padre para mí.
El hermano menor dijo:
- De acuerdo, que sea para ti. Yo me quedo con la sortija de plata, no me importa.
Cada hermano se colocó en un dedo la sortija y emprendieron su vida por separado. Unos días después el hermano menor estaba jugueteando con su sortija y de repente al mirar en su interior pudo leer la siguiente inscripcion: "Esto también cambiará".
- Bueno -se dijo- este debía ser el mantra de mi padre.
Pasó el tiempo y la vida seguía su curso para cada uno de los hermanos. Hubo buenos y malos tiempos, fortuna e infortunio, situaciones gratas e ingratas; circunstancias favorables y desfavorables.
El hermano mayor ante las vicisitudes de la vida comenzó a desequilibrarse. Se exaltaba en demasía con las situaciones favorables y se hundía con las desfavorables. Todo le alteraba y empezó a tener enfermedades, a tomar pastillas para combatir el insomnio, a visitar psiquiatras y envejecer prematuramente. ¿De qué le servia ese fabuloso diamante y haber podido amasar una colosal fortuna con lo que le habían dado por él?
También el hermano menor tenía que afrontar las inevitables vicisitudes de la vida y vivir los buenos y los malos momentos, las circunstancias favorables y las desfavorables, pero nunca dejó de tener presente la inscripción de la sortija: "Esto también cambiará". Y de ese modo era capaz de mantener una actitud de firmeza y ecuanimidad, de ánimo constante, sin dejarse llevar por estados de exaltación ni de depresión. Se sentía bien, sano y joven, armónico y satisfecho. ¡Qué extraordinaria herencia le había dejado su padre!.
Reza el antiguo adagio: "Todo fluye, nada permanece". La misma palabra vicisitud es muy significativa, porque quiere decir alternancia. Como la vida es dinámica y no estática, todo está sometido al cambio. Es inevitable, es un hecho incontrovertible se acepte o no.
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