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Fray Juan Bautista Maíno
Juan Bautista Maíno de Castro nació en Pastrana, Guadalajara, en 1578.Se formó inicialmente en Toledo, pero, siendo su padre milanés, es más que probable que viajara a Italia, donde completaría y perfeccionaría su educación artística, al menos hasta 1611.
También posiblemente, comenzó su estancia italiana visitando Milán, ciudad en la que estudiaría a los pintores de la Escuela de Brescia, sobre todo la obra de Girolamo Savoldo.
Lo que si es cierto es que tuvo una larga estancia en Roma, donde se estudiaría las novedades que en ella se estaban desarrollando durante la primera década del XVI, es decir el naturalismo y el clasicismo.
Es clara e incuestionable en su pintura, la influencia de Caravaggio, si bien Maíno optó por un naturalismo de sombras atemperadas, luces claras y transparentes e intenso cromatismo, que le aproximan a la obra de Orazio Gentileschi y de Carlo Saraceni.
Sus miniaturas, los cuadros de pequeño formato y los que realizó sobre cobre provienen de los pintores nórdicos que residían o habían residido en Roma, Adam Elsheimer, entre ellos, con quien compartió el gusto por los paisajes umbríos, húmedos y con luces filtradas, aunque en ellas está también la huella de pautas idealizadoras y poéticas que practicaron Anníbale Carracci y Domenichino.
De regreso a Pastrana, realizó hacia 1611 un retablo en el convento de las franciscanas concepcionistas: una Trinidad y una Encarnación, obras que fueron descubiertas hace unos pocos años y que han sido recientemente restauradas.
En ese mismo año, está documentado que se asienta en Toledo, donde ejecuta obras para la catedral (todas perdidas).
En 1612 firmó un contrato para el convento dominico de San Pedro Mártir, en el que pintó los lienzos del retablo mayor, conjunto de una gran belleza y total maestría, en total diez telas que se conservan en el Museo del Prado de Madrid. Así mismo, y en este mismo convento, realizó una serie de frescos con escenas y alegorías en el coro alto y bajo, técnica que debió de aprender en Italia.
En 1616 acompañó a Madrid al padre Antonio de Sotomayor, quien le había recibido en 1613 en la orden de predicadores, con motivo de su nombramiento como confesor del todavía príncipe Felipe, que sería Felipe IV; fue designado entonces, maestro de pintura del mismo príncipe con un sueldo de 200 ducados anuales.
Por orden del padre Sotomayor pintó para la sala capitular del convento de Atocha, donde habitualmente residía, el altar de Santo Domingo en Soriano, cuyo lienzo original se perdió; se conservan dos excelentes copias autógrafas en museos extranjeros.
En 1626 adjudicó a Diego Velázquez la ejecución de la “Expulsión de los moriscos”, cuadro para el que se había convocado un concurso público.
En 1635, le fue encargado pintar el cuadro de tema histórico, “La recuperación de Bahía de Todos los Santos”, para el Salón de Reinos del Buen Retiro.
Aunque el historiador de arte Jusepe Martínez asegura que pintó poco, ya que no lo hacía por necesidad, sino por placer, van apareciendo con el tiempo nuevas obras suyas, aunque bien es cierto, que son muchas más las documentadas y definitivamente perdidas.
Realizó numerosos y pequeños cuadritos sobre cobre, que le dieron la fama, de los que han sobrevivido algunos, como los de “San Juan Bautista”, conservados alguno en la catedral de Málaga y otro en una coleccion particular.
Así mismo realizó retratos en miniatura y ya de mayor tamaño, los espléndidos: supuestamente el del jurista Diego Narbona, en el Museo del Prado, y de un fraile dominico, posiblemente un autorretrato, actualmente en el Ashmolean Museum de Oxford.
Murió en Madrid en 1649.
*Entrada publicada el 20 de enero de 2013. Ha sido actualizada y ampliada el 26 de julio de 2014.
** Varias de las obras insertadas en esta entrada están cortadas por imperativo de formato del blog que no me admite imágenes mayores de 1000 píxeles de largo, para verlas completas hacer clic en la primera imagen, donde están subidas completas.
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