Hoy querría detenerme sobre la cuestión del trabajo que podéis realizar con el pensamiento.
Sé muy bien que la mayoría de personas no practican esta actividad, no se dedican a concentrarse y a meditar, porque consideran que esto es inútil. ¿Por qué perder un tiempo precioso que podríamos emplear en ocupaciones mucho más importantes? Los seres humanos están tan acostumbrados a trabajar en lo superficial, que resulta difícil dirigirlos hacia otra concepción de la vida. No se imaginan que en el trabajo con el pensamiento hay unas posibilidades fantásticas que ninguna otra actividad puede proporcionar.
Veamos algunas imágenes. Cuando se extrae hierro o cobre de un mineral se necesitan toneladas y toneladas de este mineral para obtener cierta cantidad de metal; el resto es la ganga, la tierra que debemos desechar. Asimismo, para obtener algunos litros de esencia de rosas de Bulgaria, son necesarios vagones de pétalos. Por consiguiente, es tan preciosa, que un litro de esencia de rosas vale una fortuna. En cierta manera todos los trabajos de los seres humanos consisten, en general, en remover la ganga, la materia más basta, mientras que el trabajo con el pensamiento permite extraer la quintaesencia. Si no sabéis trabajar con el pensamiento para concentraros, controlaros, dominaros, orientar vuestras energías y dirigirlas hacia regiones superiores, todo lo que podréis obtener será parecido a los vagones de material que estorban, y con los que nada puede hacerse mientras no aprendáis a extraer de ellos la quintaesencia.
Por este motivo los Iniciados trabajan tanto para obtener esta quintaesencia, que es algo imponderable que da gusto y sentido a las cosas. Incluso admitiendo que poseéis todas las riquezas de la tierra, si no tenéis esta quintaesencia, que se encuentra en el plano mental, os sentiréis pobres, vacíos, inquietos e insatisfechos. No es la cantidad de materia lo que da sentido a la vida, sino su calidad, su quintaesencia. Por desgracia todas las actividades humanas consisten en romper piedras, en acumular mineral, simbólicamente hablando, sin llegar a extraer la quintaesencia, pues para obtenerla es necesario realizar otro tipo de actividad.
Las personas trabajan y ganan dinero, pero por más que hagan siempre se quejan de que falta algo. Precisamente lo que les falta es esta quintaesencia, este algo infinitesimal que da sentido a la vida. Se lanzan únicamente sobre la cantidad, mientras que la quintaesencia sobreentiende la calidad. Todo el mundo se orienta hacia la cantidad, la producción, el consumo, sin preocuparse de la calidad. La cantidad es el mundo físico, las piedras, la tierra. La calidad es el mundo espiritual, el mundo divino.
Unicamente en las Escuelas iniciáticas se enseña a los discípulos a buscar la quitaesencia.
Una Escuela iniciática es como una destilería. Y, ¿qué se destila en ella? Todo lo que el hombre ha vivido y ha acumulado en cuanto a pensamientos, sentimientos y sensaciones; todas las experiencias que ha tenido, incluyendo estupideces y sufrimientos. En una Escuela iniciática el discípulo aprende a extraer la quintaesencia de su existencia, es decir, aprende a asimilar unas lecciones, obtener una sabiduría, comprender cómo actúan las leyes y porqué en determinado campo ha conseguido éxitos mientras en otro sólo ha cosechado fracasos.
Un Iniciado es un ser que ha conseguido extraer la quintaesencia de su propia vida. Es como si fuera un frasquito del que emana un perfume inagotable. Cuando un Iniciado ha encontrado la quintaesencia de su vida, de su ser, ha encontrado lo más precioso y lo más puro que pueda existir: la quintaesencia de toda la creación, Dios. La quintaesencia es lo más perfecto que podemos encontrar. Es una fragancia, algo precioso, que despide olor e irradia de una manera inagotable. Un solo gramo de esta preciosa materia es capaz de esparcir partículas y más partículas por el espacio sin que ella misma disminuya en absoluto. La quintaesencia del hombre es su espíritu.
Los eruditos se maravillan de lo que descubren, pero jamás se han asombrado de ellos mismos... y, sin embargo, constituyen una quintaesencia más preciosa que un trozo de uranio o plutonio. Hay que asombrarse y maravillarse de uno mismo sabiendo que ya hace tiempo que somos plutonio o radio, o sea un elemento inestimable que irradia desde hace miles de millones de años y que continuará irradiando durante milenios. Qué lástima que sea sólo el mundo externo el que atraiga a los seres humanos: son como niños que no tienen conciencia de su mundo interno y exploran continuamente el terreno a su alrededor.
Cuando el hombre abandona el trabajo del pensamiento, que es el único capaz de ordenar y orientar su vida, poco a poco desciende al Infierno, porque el Infierno también está en él. El hombre contiene en sí mismo el Infierno y el Cielo, y de él depende el que vaya hacia uno o hacia otro. ,Pero como el hombre quiere ser libre e independiente porque «quiere vivir su vida», la mayoría de las veces se dirige hacia el Infierno, hacia el desorden y el caos. No os dejéis influir por todos los ignorantes que quieren alejaros de la vida espiritual, persuadiéndoos de que de este modo seréis felices. ¡Es imposible! Escuchad más bien a los Iniciados que os aconsejan orar y meditar cada día. Naturalmente, también tenéis que continuar trabajando en el mundo, desempeñando vuestro oficio, ganando dinero, pero no rechacéis por completo el único medio que puede llevaros a una vida más sensata y más rica.
Continuamente constato que las personas trabajan contra ellos mismos: han suprimido todo lo que es esencial, todo lo que podía orientarlos hacia una vida espléndida al darles sabiduría y control, es decir, el trabajo del pensamiento. Para obtener grandes resultados hay que empezar atrabajar desde muy joven en este sentido, con paciencia y con tenacidad.
Removiendo las entrañas de la tierra se extraen miles de toneladas de piedra y de tierra: eso es lo más fácil. Lo más difícil es extraer lo que contiene este elemento. El trabajo del pensamiento también es difícil. La mayoría de la gente se imagina que sus meditaciones darán resultado inmediatamente, pero al no constatar resultados inmediatos, abandonan esta práctica. ¿Por qué tienen tanta prisa? Hace falta tiempo, mucho tiempo, para extraer lo más valioso. Tenéis que comprender bien lo siguiente: desde el preciso momento en que habéis empezado este trabajo ya no debéis deteneros, sino que tenéis que dedicar cada día algunos minutos, como mínimo, a la meditación, y si es posible una hora o dos. En realidad, sería menester poder dedicarle días enteros. Algunos minutos es muy poco, pues, ¿qué quintaesencia puede extraerse en este espacio de tiempo?
Observad estos países pobres, incluso desérticos, en los que se han descubierto fantásticas riquezas subterráneas: petróleo, gas natural, oro, diamantes... Del mismo modo, si el más desheredado y desgraciado de los hombres puede comprender estas verdades e inicia en su vida este proceso de selección y destilación, conseguirá sacar de sus fracasos, desgracias y estupidez, una quintaesencia o sabiduría: descubrirá las leyes, comprenderá los designios de la Providencia y encontrará su camino para el futuro.
Así pues, creedme: si conseguís extraer la quintaesencia de vuestra vida, os convertiréis en algo valioso. De la misma manera, aquel país tan pobre que un día encuentra una mina de diamantes, se vuelve rico gracias al subsuelo, repleto de piedras preciosas. Incluso si vosotros fueseis el ser más abandonado y desgraciado del mundo, podríais volveros archimillonarios, reyes de talo cual virtud, cualidad o sabiduría.
El pensamiento es el medio más eficaz que existe para vivir la vida divina, pero con la condición, evidentemente, de concentrarse únicamente en cosas positivas. Porque todo el mundo piensa, pero, ¿de qué manera? Es como si uno se acerca a un montón de estiércol y empieza a removerlo:
entonces éste desprende un olor nauseabundo. Los seres humanos a menudo piensan así:
remueven la basura, y ¡todo apesta! Todo el mundo piensa, no existe nadie que no piense. Los humanos, aún cuando no estén concentrados, piensan, pero piensan mal. Yo no digo que las personas tengan que esforzarse en pensar, pues ya piensan, porque el pensamiento es lo primero y lo preside todo. También piensan los perezosos, pero su pensamiento flota como hoja arrastrada por el viento. Otros piensan en cómo engañar, robar, sisar o asesinar. Seguro que su pensamiento trabaja, pero esto no es verdaderamente pensar.
Para pensar de verdad, ante todo hay que saber sobre qué pensar y luego cómo hacerlo.
Cuando hablo del pensamiento, hablo de un instrumento que tenemos que utilizar para acercarnos al mundo divino: un mundo de luz, de certeza y de paz. Si el pensamiento no nos acerca al mundo divino, nos acercará al Infierno. En realidad el pensamiento está ligado tanto al uno como al otro, y por esto tenéis que esforzaros en arrancarlo de todos los poderes inferiores a los que está sujeto, orientándolo hacia el Cielo. De lo contrario vivís en el Infierno, y aunque consigáis éxitos y seáis bien acogidos en recepciones suntuosas donde os saluden las más grandes personalidades, continuáis viviendo en el Infierno. Mientras que si sabéis orientar vuestro pensamiento hacia el mundo divino, aunque estéis aislados, experimentáis una alegría inmensa, porque el cielo y la tierra están en vuestro interior, os pertenecen. Naturalmente, aquél que os vea podrá pensar:
«Verdaderamente está loco: no sabe por qué está tan contento». Pero, ¿qué importa lo que digan los demás? El hombre ha sido creado para poder vibrar en consonancia con el Cielo y con el Infierno. El Señor no lo ha limitado. Y cuando hay personas que dicen: «Si Dios existiera impediría que las personas cometieran crímenes», yo les respondo que son unos ignorantes, pues la grandeza de Dios estriba precisamente en haber dado a los seres humanos la libertad de convertirse en malhechores. Si El lo hubiera impedido, todos seríamos unos robots, unos autómatas. ¿Cuál sería la grandeza de Dios si no tuviéramos ninguna libertad? Todos cantaríamos la misma canción y ello carecería de interés. Por esto Dios ha dicho: «Sería muy aburrido si los hombres hiciesen siempre las mismas cosas, hagámosles un poco libres». Y ahora, El asiste al espectáculo... Sí, porque se trata de un teatro.
Naturalmente vais a contestarme: «Ud. se contradice, porque nos ha dicho varias veces que el Señor no se fija nunca en lo que hacen los seres humanos». Claro que El no los observa, ya sabe de antemano de lo qué son capaces, entonces, ¿para qué vigilarlos? Conoce tan bien lo que puede esperar de ellos, que no se sorprende en absoluto. Nunca se puede sorprender al Señor, ya que sabe con antelación lo que puede pasar. Por esto ha tomado su equipaje y se ha trasladado allá arriba, donde se ocupa de otras recepciones, dejando a los seres humanos en libertad para romperse la cabeza.
Bien, dejemos de lado esta cuestión. Lo que quiero que comprendáis por encima de todo es la importancia que tiene este hábito de no dejar pasar un solo día sin concentraros en temas elevados, pues en este instante estáis desencadenando fuerzas de orden superior y entráis en comunicación con las regiones más puras, de las que captáis una ayuda, un sostén. ¿Realmente son tan grandes las ventajas obtenidas? Son inmensas. En primer lugar mejora vuestra salud, pues dejáis de perder cantidad de energía en peleas externas einternas. A continuación, os limpiáis de elementos impuros y os enriquecéis con elementos nuevos, más espirituales. Finalmente las entidades que habitan en los planos superiores os conocen más y mejor, porque continuamente estáis proyectando rayos luminosos tan poderosos que estas entidades empiezan a darse cuenta de que, en medio de las tinieblas de la tierra, hay un ser que hace señales, y se sienten obligadas a preocuparse de él.
Es muy importante que nos acostrumbremos a esta práctica de la meditación. Claro está que no os aconsejo vivir como los yoguis, que meditan todo el día; pero cortar los lazos con el Cielo sólo para ganar dinero, o hacer negocios, tampoco es recomendable. Como podéis ver, los consejos que os doy son los mejores. Podéis ganar dinero, hacer amistades, y todo lo que queráis, pero dedicad también un poco de tiempo en conseguir la quintaesencia. Porque aún admitiendo que poseáis el mundo entero, si no tenéis esta quintaesencia, os preguntaréis: «¿Qué puedo hacer con todo esto? Me siento agobiado», y seréis desgraciados. No os servirá de nada haber conquistado el mundo si no tenéis la quintaesencia.
Y recordad que esta quintaesencia sólo se obtiene por medio del pensamiento. Por ejemplo, cuando os encontráis en dificultades, sois desgraciados y habéis perdido lo que poseíais, aún os queda el pensamiento. En tal caso, trabajad con él, concentradlo, dirigidlo hacia el Cielo para poneros en comunicación con las entidades superiores, y siempre experimentaréis una mejora.
Por medio de la oración y de la meditación se puede encontrar todo. Algunas personas eran tan desgraciadas que querían desaparecer, suicidarse, pero han orado una y otra vez, y con ayuda del pensamiento se han puesto en comunicación con mundos tan extraordinarios, que han comprendido que en realidad no habían perdido nada, y no les habían causado ningún mal. Se sentían de nuevo ricos y dichosos. Poseer la quintaesencia consiste precisamente en esto.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza
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