Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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domingo, 12 de enero de 2014

UNA ESPLENDIDA MAÑANA (EL PLANO SUBLIME)

 RAMTHA

by senderosalalma
    

Ahora hagamos un pequeño repaso para empezar en el marco de conciencia adecuado. Queremos evolucionar , para poder llegar a un nivel de conocimiento más profundo, así que empecemos con el conocimiento que teníamos y póngamos nuestra mente en un sendero recto hacia el entendimiento.
La primera enseñanza que te di fue que escogiste estar aquí, elegiste venir aquí y aprender un entendimiento espiritual. Nadie te obligó a venir. Estás aquí porque esto es lo que quieres aprender. La elección propia es el comienzo del poder propio o de la redefinición del Yo.
Ahora, ¿cuál fue el segundo punto? La definición del Yo. Todavía estamos algo confundidos acerca del Yo, y es solamente un término. Las palabras que yo uso, son sólo palabras. Lo importante es que recuerdes las dos noches1 que pasamos juntos en tu tiempo donde hablé sobre aprender a escuchar y sobre por qué es importante que te enseñe un maestro porque, si escuchas atentamente, ¿qué sucede en tu cerebro? Hay hologramas, imágenes. Así es como hay que escuchar.
Estas palabras estimulan el cerebro para que cree imágenes. Y, como has aprendido, ese Yo verdadero es imaginación; es el acto de crear imágenes. Ese es nuestro destino; es lo que se supone que debemos hacer.
Así que si hoy escuchas o lees mis palabras, eso te ayudará quizás a replantear viejas definiciones, porque a medida que hablo y, si me sigues, tu cerebro producirá las imágenes que mis palabras, colocadas adecuadamente, causarán en tu mente. Si esto es así, entonces estás pensando en términos espirituales.
La definición del Yo. Tenemos que remontarnos al Punto Cero, a lo que te enseñé la primera vez que viniste a verme: eres Dios. Luego, por supuesto, tenemos que redefinir a Dios y quitarle las cadenas de la limitación y del dogma. Y para explicar la metamorfosis de la involución y de la evolución, la realidad, usamos lo que se llama la física. El Yo es un estado puro y creativo de la conciencia y su servidora la energía, combinadas inextricablemente; eso es lo que realmente somos. El Yo creador no es otra cosa que el Dios-Fuente en sí mismo. Eso es lo que somos.
Si entendemos que en realidad no somos los rostros que llevamos puestos ni las prendas que usamos, ni los territorios que definimos, entonces empezamos a ver al Yo en su origen más puro. Cuando entendemos que el Yo no es el cuerpo subjetivo en el que existimos, sino que es la mente inactiva de una y toda la realidad —si pudiéramos, con este cerebro que tiene la capacidad para contemplar el infinito, incluso en sus términos finitos— empezamos a ver entonces que nuestro Yo ha sido una culminación gradual de las propias experiencias que él creó.
Ahora, presta atención a lo que dije: que el espíritu es la culminación gradual de las propias experiencias que ha creado durante eones de manifestación. Lo que esto esencialmente significa es que el Yo es una mente amplia —una mente, realmente— compuesta de toda la conciencia y energía que creó. Y experimentar una creación sin terminarla sería fragmentar el Yo; recuerda que eso es lo que somos. Nosotros, como conciencia y energía, el Dios-Fuente en sí mismo, tenemos sólo un destino verdadero: hacer conocido lo desconocido. Y mientras más lo hagamos, imaginar lo inimaginable, mayor será nuestra unidad, nuestra unicidad como Dios. Eso es lo que tenemos que hacer. Somos un océano que se filtra por las playas del Vacío, debemos siempre expandir lo que somos. Eso es el Yo.
Si somos un enigma, una cualidad etérea y misteriosa llamada conciencia y energía, entonces es el alma la que captura y conserva para siempre la experiencia final, el movimiento final de esa experiencia. El alma y la conservación de la experiencia en su finalidad es lo que permite que la conciencia sea tan amplia. Sin la ayuda del alma para definir la mente, estaríamos solamente creando y desplazándonos por la creación. Y tan pronto como nos movemos por ella, regresamos adonde estábamos al principio, pues no tenemos un margen -no lo hemos creado— de realidad estática a partir del cual podamos construir otros conceptos.
Tenemos aquí entonces el alma de la experiencia memorable dentro del Yo de conciencia y energía. Es la cualidad que permite que nuestra mente crezca y se expanda. Nos da nuestros asuntos terminados, los que usamos como trampolín para crear el siguiente inimaginable. Ese es el Yo, y es imponente y poderoso.
Cuando sabemos eso acerca de lo que somos, podemos ver claramente que una vida dedicada, que sale del desierto, de la oscuridad y del pantano, una vida que nace aquí y cuyo afán, destino y objetivo es averiguar lo que somos, es la más elevada que podamos vivir. Porque cuando empezamos a imaginarnos a nosotros mismos no con los ojos de la humanidad, sino que comenzamos a definirnos en términos mucho más amplios, términos inimaginables, empezamos a localizar lo que somos. Ese es el descubrimiento de quiénes somos. Es hora de mirar lo que es verdadero y real en nosotros. Esa es la vida espiritual.

Ahora: definir nuestro Yo. Lo que aprendimos entonces es que el Yo se encuentra en el cuerpo de una encarnación como la tuya. Ese Yo, cuando estuvo en el Plano Sublime la última vez y todas las veces que venía de encarnaciones anteriores, llegó al cielo. Y la agenda allí, ese magnífico día del juicio, esa hora del juicio, es para que veamos por nosotros mismos subjetiva y objetivamente cómo colocamos la energía y de qué manera afectamos finalmente el núcleo central de nuestro ser. El repaso de la vida anterior, como te gusta llamarlo en términos cósmicos floridos.
Lo importante de esto es que en esta hora del juicio no hay nadie allí en el cielo que sea el juez. Estamos nosotros mismos. Y averiguamos entonces que lo que cubre al Yo son los asuntos sin terminar. Hemos aprendido un término llamado «cargas», estar cargado. Vemos entonces nuestra vida anterior y lo que vas a hacer en ésta, vas a verlo todo. En la energía nunca se olvida nada, porque cada acto estuvo precedido de un pensamiento y eso es lo que es real. El pensamiento es real porque es lo que es el Yo; es conciencia y energía. Así que repasamos lo que es real. Y nada se desperdicia.
Vemos todo lo que hicimos, lo que pensamos que hacíamos a puertas cerradas o que estaba detrás del plácido rostro de la indiferencia o de sonrisas vacías. Y empezamos a verlo no sólo como el que lo hizo y lo estaba pensando —desde este punto de vista la conciencia y energía como Yo es ambas cosas— no sólo vemos subjetivamente lo que estábamos pensando, sino que también lo sentimos subjetivamente como energía y vemos adonde estaba dirigida. Porque somos, como ya lo hemos aprendido, uno. Dios es una mente. Lo que hacemos, nos lo hacemos a nosotros mismos, sin importar quiénes sean los personajes. Los personajes somos nosotros mismos, porque así de grande es el Yo.
Aprendimos que lo que le hacemos a otro, nos lo hemos hecho a nosotros mismos. Cuando abusamos, cuando somos despiadados, indiferentes, cuando esclavizamos a otro o le ponemos una trampa, cuando somos decadentes, faltos de benevolencia, implacables, todo eso nos lo hacemos a nosotros mismos. Durante el repaso en la luz experimentamos lo que es sentir eso. Todo es energía y nosotros, por lo tanto, somos sus creadores. Entonces, la energía que nosotros expulsamos regresa a casa, a nosotros. Ese es el día del juicio.
¿Y por qué es un momento doloroso? Porque realmente nos toca ver cada faceta de nuestro ser y la dinámica de esa faceta. Nos convertimos en la persona lastimada que lastimamos, en el esclavo que esclavizamos. Somos la víctima de nuestro abuso. Y lo sentimos en cada rincón. También aprendimos por qué eso es importante, porque para poder realizar cualquiera de esos actos en una vida, debemos tener una cualidad divina que podamos utilizar para ejecutarlos. En otras palabras, no hay ningún acto que no esté precedido de un pensamiento, y el pensamiento procede de la fuente divina que está dentro de nosotros. De modo que nosotros somos ese acto. Aprendimos también que nuestras cargas consisten en entregar nuestro poder, fragmentar nuestro Dios y estar incompletos.

EXTRACTO DEL CAPITULO 2 DEL  LIBRO EL PLANO SUBLIME DE RAMTHA

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