Perdidos en las brumas de los problemas cotidianos que exigen de nosotros un progresivo e inmediato sentido de atención, es muy difícil ser conscientes del poder magnético espiritual que emana constantemente de nuestro Ángel Solar, de aquella alma liberada cuya misión es “arroparnos con su manto de amor y sacrificio”.
Durante un lapso infinito de edades, en tanto se van sucediendo los procesos históricos o cronológicos de nuestra vida aquí en la tierra, el afán de lo inmediato ha regido inexorablemente nuestro destino. En algunas ocasiones, cuando el torbellino de las humanas pasiones ha llegado a un cenit, o frontera de lo permitido, pasada la cual, la prueba más dura y el peligro más cercano es el “retorno hacia los viejos valores trascendidos”, con su secuela de vicios, defectos, contrariedades y temores, un fúlgido rayo de luz conteniendo resolución y esperanza inunda nuestra vida, dándonos una visión más serena de las cosas y aquietando nuestro ánimo. Esta luz proviene de nuestro Yo superior, de nuestro Ángel Solar.
En los momentos cumbres de nuestra vida, en el proceso mágico del nacimiento, cuando en el momento de la muerte dejamos el cuerpo físico o cuando afrontamos en la vida un verdadero y angustioso problema que nos sume en intenso dolor y profunda aflicción, la visión serena y el amor sin medida del Ángel Solar está más cerca que nunca de nosotros “arropándonos con su manto de amor y sacrificio”. Esta frase reiteradamente repetida para dar una cierta idea de la misión del Ángel Solar con respecto a nuestra alma en evolución, está escrita con caracteres de fuego en los sagrados libros de la Logia. De allí ha sido entresacada pues no hay otra que exprese con tanta claridad y sencillez la misión voluntaria que se impuso un día el Ángel Solar con respecto al alma humana. La reiteración de esta frase viene a ser como un mántram de ascensión que debe aproximarnos en alguna medida a la gloria inmarcesible de aquél que es nuestro primero y único Maestro en toda empresa de relación consciente con el Cosmos.
Cuando jerárquicamente hablando, nos referimos al Ángel Solar, lo hacemos en estos términos: “Es un Maestro de Compasión y Sabiduría, un Adepto de la Buena Ley, con lo cual no hacemos sino evidenciar la pureza infinita de su aura, la perfección de sus virtudes y el indescriptible poder de sus resoluciones de amor y sacrificio con respecto a nosotros”.
Comprender estas razones debe ser el principio de una inteligente relación con el aura magnética del Ángel Solar. Comprender el misterio infinito de su vida, que nos acerca a la comprensión profunda de los destinos secretos del Alma de nuestro Logos Solar “que arropa el Universo entero con su manto de Amor y Sacrificio” es la verdadera tarea iniciática, pues el único misterio y el verdadero secreto de nuestra vida en relación con la Vida infinita de “nuestro Padre en los Cielos” se halla en la relación magnética que podamos establecer con nuestro Ángel Solar. El encuentro consciente, aún verificado a ráfagas o intervalos, produce siempre indescriptible confianza y gozo profundo. De ahí que hemos considerado oportuno dedicar en este libro, un capítulo especial al enlace magnético consciente con el Ángel Solar.
En el capítulo precedente dedicado a la Vida del Ángel Solar o Ángel de la Presencia, vimos su procedencia solar, su llegada a la tierra para incorporarse al propósito evolutivo del Logos Planetario y su destino final de liberación una vez cumplida a través de las edades su misión de llevar al reino humano, encarnado en el alma del hombre, a la perfección espiritual de su vida.
En este dilatado intervalo dentro del cual se sucede el movimiento incesante de la rueda de los nacimientos, de las muertes, y de los períodos devachánicos, se configura de hecho la historia de la vida humana aquí en la tierra, desde el momento mismo de la individualización de la humanidad terrestre, hasta alcanzar la quinta Iniciación o retorno del alma del hombre o punto dinámico de la vida monádica, a su verdadero reino, el quinto, el Reino de las Almas o Jerarquía planetaria, con todo el amor, el saber y la capacidad de sacrificio grabados en el corazón por la intervención divina del Ángel Solar.
Pasar de allí, sería entrar en el reino nebuloso de las conjeturas e hipótesis de la mente inferior, o más bien perderse en lo insondable del Misterio. No obstante podemos ir más allá constantemente pues una de las misiones del hombre, cuando ha llegado a cierto punto de su vida espiritual, es PERDERSE conscientemente en el profundo vacío de las dilatadas e insondables perspectivas de lo cósmico, allí en aquellas indescriptibles avenidas de luz que utilizan los Logos inmortales para recorrer los ciclos del tiempo.
Quizás no sea necesario hacerlo para tener una noción directa de lo que el término “luz solar” significa para nosotros en relación con nuestros vehículos inferiores, con nuestra alma y con el propio Espíritu. La luz del sol contiene infinidad de cualidades y matices, que sólo el conocimiento y comprensión del mundo dévico puede aclarar en una inteligente y apreciable medida. Una de estas cualidades o matices solares, de la que dimana en esencia la frase inmortal “manto de amor y sacrificio” corresponde a un rayo especial que surge del CORAZÓN místico del Sol y encarna en el Ángel Solar, configurando la vida de éste con unas virtudes especiales que lo capacitan para la alta misión que voluntariamente se impuso de redención del alma humana.
Otros rayos de luz, provenientes del sol físico, en realidad toda forma de luz es un aspecto distinto del gran Rayo de Amor del Padre del Universo, condicionan la vida periódica de los vehículos inferiores, el físico, el emocional y el mental concreto, en tanto que otros dimanantes del Gran Sol Central Espiritual, constituyen la vida misma, indescriptiblemente profunda, de nuestro espíritu más elevado, o Mónada, tal como se menciona en los estudios esotéricos.
En el centro de todo este proceso mágico de la vida de la entidad humana, el amor y la vida del Ángel Solar, aparecen como la esencia vinculativa que une la personalidad del hombre, dentro de una integración de valores constantes con su “Padre en los Cielos”, es decir, con la Mónada o Espíritu esencial en su concepción más elevada.
Comprender esto, es empezar a desarrollar en nosotros la tarea vinculativa que inició un día el Ángel Solar, es empezar a utilizar conscientemente el poder misterioso de los Rayos involucrados en el proceso místico de la vida y empezar a marchar por las sendas de la inmortalidad. Una de las tareas ashrámicas que nos hemos propuesto es desentrañar el misterio de los principales rayos que nos condicionan, para tener así una idea más certera de lo que significa el Ángel Solar en nuestra vida y cómo establecer consciente contacto con él.
No vamos a referirnos aquí en concreto al funcionamiento de los siete Rayos o emanaciones de la Vida del Logos de nuestro Universo. Vamos a hablar sólo en función de los tres Rayos directamente involucrados en la vida espiritual del hombre, es decir, la relación Espíritu, Ángel Solar, y Alma humana. De esta manera nuestro trabajo podrá ser más fácilmente asimilado por los aspirantes espirituales del mundo.
Hablar de Rayos en función de la vida del hombre, tal como lo conocemos actualmente, y no desde el ángulo de su absoluta integridad, es hablar decididamente de lo inmediato y accesible: el contacto consciente con el Ángel Solar, establecido el cual todo cuanto sucede en torno al misterio de los nacimientos y las muertes del hombre finito, será comprendido como una reproducción o proyección de lo que sucede en la vida más íntima del Creador del Universo. Comprender el alcance de esta primera relación consciente con nuestro Ser inmortal es crear voluntariamente en nosotros el Sendero y la Meta, o sea, el Sendero de Búsqueda y la Meta de Liberación.
La importancia del proceso residirá más en nuestros buenos deseos y sincero interés por descubrir lo que se oculta tras el misterio permanente del Ángel Solar, que en los profundos y sostenidos estudios, a veces farragosos e insípidos, respecto a las leyes y procesos universales, que serán mejor comprendidos si dejamos que sea el propio Ángel Solar, quien los revele desde dentro, a través de la línea de luz del antakarana y liberarnos de la influencia de la mente intelectualizada, tan predispuesta al error por hallarse vinculada al torbellino que procede del mundo emocional y al proceso corriente de los Conceptos preestablecidos.
Se trata de una tarea de la más alta simplicidad que todos podrán adoptar inmediatamente a su propia visión o concepción esotérica de las cosas.
Todo cuanto venimos estudiando en este capítulo tendrá especial valor vinculativo si se deja la mente serenamente expectante, al considerar los valores implícitos en la vida íntima de los tres elementos esenciales que constituyen nuestro ser. Estos tres elementos son, como ya hemos dicho: la personalidad en los tres mundos físico, astral y mental concreto. El Yo superior o Ángel Solar corresponde al plano causal y el Espíritu o Mónada al mundo espiritual. La relación de estos elementos entre sí con los principales rayos de poder que actúan en nuestro universo y con el propio Logos creador es la siguiente:
Espíritu - 1er. Rayo - relación con el Gran Sol Central Espiritual.
Ángel Solar - 2do. Rayo - relación con el Corazón Místico del Sol.
Personalidad - 3er. Rayo - relación con las emanaciones del Sol físico.
Esta es una relación muy simple y limitada dentro del infinito campo de las que pueden ser establecidas a través del misterio de los Rayos, pero nos bastará para la comprensión de las ideas implicadas en este capítulo tendientes a clarificar la misión específica del Ángel Solar y la forma más asequible a nuestro alcance de establecer contacto con ÉL. Uno de los motivos esenciales que originó la acción del Ángel Solar en relación con el Alma humana, fue el espíritu de compasión que surgía como una emanación natural del seno profundo del Corazón del Sol, o Centro de Amor del Dios del Universo. EL sacrificio de los Ángeles Solares, cuya esencia es nirvánica y por lo tanto está libre de karma no puede ser medido con el entendimiento propio de nuestra pequeña mente humana.
Pero, la efusión de vida amorosa del Logos, “arrancando gozoso de su corazón aquellos pétalos de sacrificio que son los Ángeles Solares”, citamos esta frase del “Libro de los Iniciados”, puede darnos una pequeña idea, que será enriquecida más adelante con los elementos vivos de la intuición, de las implicaciones profundas de la triple relación a que nos estamos refiriendo.
La compasión es una virtud causal del Ángel Solar, de este Adepto de la Buena Ley que por serlo, debe adquirir automáticamente para nosotros el valor espiritual de los Maestros o Adeptos de la Jerarquía planetaria denominados “Maestros de Compasión y Sabiduría”. Si aplicamos la analogía, podemos darnos cuenta que los Ángeles Solares participan conscientemente de las tareas jerárquicas y contribuyen con sus funciones a la evolución del Plan del Logos Planetario. Son, por lo tanto, Miembros conscientes de la Jerarquía, y ningún ser humano podrá ponerse en contacto con la Jerarquía planetaria, ni con Maestro alguno de la misma, si no ha verificado antes una serie de contactos conscientes, con su propio Ángel Solar, con Aquel bendito Ser con quien viene enlazado a través de las edades.
Uno de los grandes empeños de la Jerarquía en este inicio de la Era de Acuario, cuya actividad está ya presente en el corazón de muchos hombres y mujeres de buena voluntad, es hacer que la humanidad sea consciente de los vínculos sagrados que la unen con el Ángel Solar de su vida, pues así habrá la posibilidad de redención por la que el Logos planetario, mediante el corazón de Cristo, está suspirando a través de las edades.
Todos los acontecimientos planetarios, la actividad de la Jerarquía y el propósito mismo de Sanat Kumara trabajan en forma muy sincrónica, para que esta tarea de redención planetaria sea posible. El vínculo principal de unión es siempre el Ángel Solar, llamado en términos esotéricos del Ashrama, “el Gran Intermediario Cósmico”. Es ÉL quien debe “unir Tierra y Cielo” con las leyes infinitas del Amor universal. Esta tarea iniciada hace millones de años, empieza a culminar en el corazón de muchos seres humanos. Lo que va a suceder de ahora en adelante a medida que la presión de Acuario se acentúe sobre el aura de la tierra, será una obra mágica de gigantescas proporciones para comprender, y nuestra mente deberá aumentar considerablemente su ritmo vibratorio.
No obstante, quien siga atentamente los acontecimientos planetarios de los últimos tiempos, singularmente los aspectos que se refieren a la vida social humana, o de vivencia cotidiana, más bien que los que resaltan de los grandes desarrollos científicos, verán cómo se está configurando lenta pero constante y progresivamente, una tendencia hacia el andrógino, un ser en quien la dualidad de los sexos está muy presente, tendiendo hacia la indiferenciación. Se entiende que el Andrógino no va a ser una realidad a corto plazo, señalamos simplemente síntomas apreciables, singularmente en la juventud de nuestros tiempos, nutrida en gran parte por una selección de egos, o almas humanas, potentemente polarizadas en los dinámicos efluvios de la Gran Constelación de Acuario, que antes de manifestarse en aspectos físicos definidos se manifiesta primero en forma de tendencias causales, o solares.
La disconformidad de la juventud con lo preestablecido, la tendencia a la unificación de sexos que puede observarse por doquier, la propia excentricidad y extravagancia en el modo de vestir y de comportarse de nuestra juventud, son signos netamente acuarianos. Su expresión es esencialmente espiritual y llamamos la atención sobre este punto, cuando se analice la vida de la juventud moderna. Estamos todavía potentemente polarizados con las influencias pisceanas, por no decir cristalizados para poder resistir sin clamores de santa indignación, las actividades de nuestra juventud.
Nuestra misión es solamente aclarar ciertos términos en relación con el Ángel Solar, cuya vida de procedencia solar es netamente “acuariana”, debido precisamente a “cierto parentesco kármico” del Logos de nuestro Universo con el gran Ser que rige la Constelación de Acuario. Uno de los Grandes Impulsores Cósmicos de la evolución planetaria, denominado el Avatar de Síntesis en nuestros estudios esotéricos del Ashrama, es uno de los Grandes Seres que apoyan al Cristo, Señor de la Jerarquía, para que las potentes energías de Acuario, emanantes del aspecto más elevado del Ser que infunde su vida a esta Constelación, se distribuyan armoniosa y progresivamente en las mentes y corazones de los hombres y en la Naturaleza entera.
Al hablar de ANDRÓGINO, al referirnos al ser humano cuya aparición tendrá lugar en ciertos estadios de la vida planetaria, cuando Acuario haga sentir en toda su intensidad su MÁGICA presión sobre la tierra, nos referimos también al Ángel Solar, al Arquetipo esencial hacia el cual tiende inexorablemente toda la humanidad. Podemos apreciar que en último término es siempre el Ángel Solar quien está directamente implicado en esta inmensa tarea de redención de la humanidad y de su infinito destino de perfección.
Las grandes expansiones del espíritu creador, las infinitas tendencias religiosas, las dinámicas concepciones de vida, la evolución espiritual de todas las características humanas, toda cualidad, virtud o tendencias a la unificación de destinos, así como el desarrollo mismo de la conciencia social humana, son la obra del Ángel Solar, de Aquél a quien constantemente invocamos cada vez que nuestro corazón sufre o cuando cualquier penosa interrogante asalta nuestra mente. Al final del proceso mágico de la vida humana, cuando todo soporte de razón, de vida y de conciencia aparentemente ha desaparecido, se halla el Ángel Solar abriéndonos los brazos y mostrándonos definitivamente con la irradiación de su aura y el testimonio vivo de su Presencia, la senda de luz que recorren los Grandes Seres en su incesante caminar por las indescriptibles e insondables avenidas del Cosmos Absoluto.
El contacto consciente con este Ángel de la Presencia, portador de la Paz, la Majestad y el propósito de la Vida del propio Logos Solar, es la necesidad inminente del aspirante espiritual moderno, de todos aquellos que sientan en su corazón la impresión de lo grande e inmaculado, la potencia indescriptible del misterio que ocultan en su interior.
No podemos ni debemos ofrecer “métodos de acercamiento”, sistemas de disciplina”, ni “caminos de perfección”, cuando nos referimos a ese estadio particular de la conciencia del hombre en pos de la estela gloriosa del Ángel Solar. La conciencia del hombre moderno en su triple vertiente espiritual, social y humana ha de sumergirse en la integridad de su propio destino, y recorrer el sendero glorioso hacia la luz, siguiendo las directrices de su propia intuición, siendo la intuición el conjunto de valores espirituales atesorados en el corazón a través de las edades, que deben ser RECORDADOS más que aprendidos. Damos aquí un indicio mayor de lo que puede ser la actividad serena de la vida de los aspirantes.
Nunca como ahora será preciso atenerse a las gloriosas máximas de “Luz en el Sendero” resumidas en la percepción del “Grito lejano”, aquel grito, que es la voz del Ángel Solar rasgando desde tiempos inmemoriales los éteres del espacio interior tratando de llegar a nuestros oídos.
De ahí que el único sistema de acercamiento consciente al Ángel Solar de nuestra vida, a nuestro primero y único Maestro, es mantener el oído atento, delicadamente sensibilizado por un gran número de silencios, constante y persistentemente orientados hacia adentro, hacia aquel centro de conciencia que arranca en forma de vida desde el corazón, penetra en la mente y desde allí asciende hacia arriba, hacia las más elevadas cumbres de nosotros mismos, borrando con su estela de luz el recuerdo de pasados errores, de deseos inconsumados y de todo germen de pasión humana.
El silencio es el camino más fácil y más asequible al aspirante moderno y es muy difícil de ser seguido pese a la sencillez con que es presentado. Nunca como ahora -en los umbrales de la Era de Acuario-, tienen tanto valor las palabras de Cristo: no verá el Reino de los Cielos aquel que no vuelva a ser como un niño”, frase entresacada no de los Evangelios, sino de los sagrados textos de la Logia Blanca o Libro de los Iniciados, de donde fueron sacados por aquellos Grandes Seres, Cristo y Juan, como antaño lo habían sido por Krishna y Arjuna, símbolos constantes de Maestro y discípulo, de Ángel Solar y alma humana.
Estas últimas palabras resumen todo cuanto se ha dicho en este capítulo. No contienen normas de disciplina, ni sistemas especiales de contacto, pero son un permanente desafío a nuestra condición de aspirantes de la Nueva Era, que debemos afirmar los principios espirituales latentes en nuestro interior como experiencia de siglos, con toda la simplicidad posible, con muy pocas palabras, con cada vez menos pensamientos y con un corazón cada vez más sensibilizado por los efluvios infinitos y mágicos del verdadero silencio. Esta simplicidad total, esta carencia de valores donde afirmar nuestra atención inmediata, nos permitirá abrir dentro de nosotros las puertas de la intuición, celosamente guardadas hasta aquí por el Misterioso Guardián del Umbral, pero que no puede resistir por más tiempo el imperioso llamado del Ángel de la Presencia.
Si han leído atentamente cuanto hemos dicho en este capítulo y han sentido en su corazón el peso infinito del misterio y la indescriptible dulzura de lo grande, agudicen el oído y traten de vivir cada vez más simplemente, amen mucho el silencio interior y traten de vivir cordialmente con cuantos les rodean. Así, el Misterio mayor, aquel que está más allá de nosotros mismos y fuera de todo comentario, estará también a su alcance y les permitirá vivir en forma más espiritual y armoniosa en este alborear acuariano que tantas cosas buenas revela ya, a pesar del desorden de lo aparente y de la insaciable sed de lo inmediato. Sean eficaces y precisos, constantes y sinceros en su vida de relación, pero amen mucho el Misterio, déjense llevar por el aliento de lo desconocido; recorran sin miedo los senderos virginales que tienen dentro de ustedes mismos, aquellos que sólo uno puede recorrer y gustar en toda su infinita fruición e inmaculada grandeza.
Vicente Beltran Anglada
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