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Una y otra vez el maestro les insistía a sus discípulos en la necesidad de ganar la calma mental y desarrollarla. Era una constante en sus enseñanzas, hasta tal punto que los discípulos, habiendo oído esta admonición tantas veces, le preguntaron:
- ¿Por qué insistes tanto en la calma mental?
El maestro repuso:
- Quiero que vayáis hasta donde haya un salto de agua y tratéis de miraros en sus aguas.
Así lo hicieron los discípulos y, cuando regresaron, le comentaron al maestro:
- Apenas pudimos ver nuestros rostros. Los rostros se desfiguraban.
Entonces el maestro les dijo:
- Ahora acercaros a las calmas aguas de un lago y miraos en las mismas.
Así lo hicieron los discípulos, que al regresar junto al maestro dijeron:
- En las serenas aguas del lago hemos podido contemplar perfectamente nuestras caras.
- ¿Os dais cuenta? Así, en la calma profunda de la mente, uno puede ver su verdadero rostro interior y evolucionar.
REFLEXIÓN:
En lo más profundo, la mente es serena como un lago, pero, dentro de la persona hay un núcleo de caos y confusión que crea las alteraciones de la superficie. Esa gran dispersión mental es la que ha llevado a los yoguis a decir que está en la naturaleza de la mente agitarse como en la del fuego quemar.
Hay que ir drenando el fango de ese núcleo de caos y confusión y reorganizar la psique para que pueda liberarse de los condicionamientos que la limitan y encadenan.
En tal sentido, la meditación es de enorme ayuda, porque va agotando la energía de muchos condicionamientos y haciendo que la persona pueda ser más sosegada y libre. Son las latencias y condicionamientos del subconsciente los que rigen los comportamientos mental, verbal y corporal de la persona y le roban la independencia mental y la lucidez, convirtiéndola en un yo-robótico.
Hay que irse liberando de esas impresiones inconscientes que, con sus invisibles pero vigorosos hilos, mueven a la persona y la convierten en una especie de máquina.
Mediante el trabajo sobre uno mismo, al irse liberando de condicionamientos y viejos patrones, se ganará la madurez emocional y el entendimiento claro. La quietud de la mente es muy deseable no solo por tratarse de una experiencia plena y enriquecedora, sino porque también permite a la persona conectar con su ser más interno, irse transformando y liberando de ataduras tales como la ofuscación, la avidez, el odio, el miedo y muchas emociones y propensiones insanas.
Igual que de la ofuscación surge ofuscación, de la claridad brota la claridad. Del trabajo sobre uno mismo y la meditación nace el sosiego; del sosiego surge la claridad mental; de la claridad mental, la compresión profunda que es Sabiduría que libera de la mente egocéntrica y nos permite realmente evolucionar y humanizarnos.
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