Ser plenamente feliz, entendiendo la felicidad como un estado interior de equilibrio, realización, satisfacción y amor,
no depende de las circunstancias, ya sean éstas buenas o malas. Podemos
ser plenamente felices en la abundancia o en la escasez.
Resulta innegable que la situación
económica, política, e incluso personal para muchas personas es mucho
peor de lo que nos gustaría. Todos desearíamos que las circunstancias
fueran otras, pero estamos aquí y ahora, y es este el momento que
debemos
vivir.
Nuestra situación económica personal,
así como el resto de situaciones personales y grupales que vivimos, son
únicamente hechos que nosotros interpretamos. Por muy mal, o muy bien,
que parezcan estar las cosas, es en la interpretación que nosotros
hacemos donde radica la felicidad o infelicidad. Y siempre tenemos la
capacidad de elegir nuestra interpretación.
Ser feliz es una decisión
personal, de la cual depende la interpretación que hacemos en cada
momento, y todos tenemos la capacidad de tomar la decisión de ser
felices.
Ante unas mismas circunstancias, hay
quienes afrontan la vida desde la ilusión, la confianza y el optimismo,
mientras que hay otros que lo hacen desde el pesimismo y el miedo. Basta
con abrir los ojos y mirar alrededor para encontrar personas de ambos
tipos. Por desgracia, seguro que conoces varias personas que han
padecido cáncer, o cualquier otra enfermedad supuestamente mortal. ¿A
que no todos han respondido de la misma manera ante esa experiencia?
Evidentemente que no. Algunas personas se vienen completamente abajo y
aceptan con resignación esa supuesta sentencia de muerte, mientras que
otras sacan lo mejor de sí mismas y luchan para superar la enfermedad
con confianza en ellas mismas.
Nosotros interpretamos en todo momento
las circunstancias. Pero, ¿de qué depende que nuestra interpretación sea
una u otra? La respuesta está en nuestras creencias.
Nuestras creencias conforman esa
programación interior que todos tenemos, y que dirige las respuestas de
nuestro subconsciente ante cada estímulo que nos encontramos delante.
Interpretar la
vida
y las circunstancias de forma positiva o negativa es una reacción
inconsciente, generada como consecuencia de nuestras creencias.
Nuestras creencias convierten a nuestro subconsciente en nuestro mejor aliado o en nuestro peor enemigo. Es nuestro
subconsciente
el verdadero responsable de que alcancemos nuestras metas o no lo
hagamos. Y evidentemente es el responsable de que interpretemos la vida
en base a unos parámetros de felicidad o de infelicidad.
La propia concepción que cada uno tiene
de felicidad puede ser una barrera para no alcanzarla. Aquellos que
entienden la felicidad como la suma de esos pequeños momentos de placer
generados por cosas externas a ellos mismos, como puede ser el tener un
determinado automóvil, o un determinado trabajo, o incluso tener al lado
a una persona concreta, están abocados a vivir en la infelicidad y la
insatisfacción, especialmente en los tiempos actuales, donde las
circunstancias difícilmente nos ofrecen estímulos placenteros.
La felicidad es un estado interior, no una emoción.
Uno es feliz cuando alcanza un estado de equilibrio interior, de
realización, de satisfacción, de serenidad, de plenitud, de amor,... La
felicidad no tiene nada que ver con las cosas externas a uno mismo. Las
cosas externas pueden generar en nosotros una respuesta emocional
concreta, como el placer o la
alegría,
pero no nos conducen a ese estado de equilibrio interior. La felicidad
emana siempre de nuestro interior, y no debemos buscarla fuera de
nosotros mismos.
"Pero eso es muy difícil", objetarán algunos, a lo que yo les respondo,
"En absoluto. En realidad es muy fácil. Tan solo debemos aprender a llevar a cabo la transformación interior necesaria".
Alcanzar ese estado de felicidad pasa por transformarnos interiormente,
haciendo que nuestro subconsciente interprete todas las circunstancias
de la vida de forma positiva, sin requerir ningún esfuerzo, en un estado
de fluidez total.
El primer paso para alcanzar un
estado de felicidad consiste en liberarnos de todas esas respuestas
emocionales inconscientes, que tenemos como consecuencia de los bloqueos
emocionales que arrastramos. Las vivencias traumáticas que
experimentamos a lo largo de la vida accionan determinadas emociones que
debemos gestionar correctamente en el momento que se presentan. De no
hacerlo correctamente, esas emociones se quedan en nuestro interior,
repitiéndose hasta la saciedad a lo largo de nuestra vida. El miedo, el
odio, el rencor, la apatía, la culpa, la vergüenza, etc., son emociones
que podemos tener atrapadas en nuestro interior, y que brotan cuando nos
encontramos ante situaciones que guardan alguna similitud con el suceso
que las originó por primera vez en nuestra vida.
Liberarlas es imprescindible para alcanzar la felicidad interior.
El segundo paso en este proceso
de transformación para ser realmente felices comporta la transformación
de algunas de nuestras creencias. Alinearnos con una concepción de la
vida,
de la felicidad, o de nosotros mismos en la que somos responsables
únicos de nuestra realidad es absolutamente necesario para alcanzar la
felicidad. Las creencias que vamos interiorizando a lo largo de nuestra
vida son las responsables de la interpretación que hacemos de cada
circunstancia que se presenta ante nosotros.
Son nuestras creencias las que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos, o por el contrario, las que nos
limitan, impidiéndonos alcanzar nuestras metas y objetivos, o simplemente nos impiden alcanzar ese estado interior de felicidad.
Tanto la liberación de los bloqueos emocionales como la
transformación
de las creencias que nos esclavizan en unos determinados patrones de
comportamiento alejados de nuestra voluntad, son fáciles de realizar.
Tan solo es necesario establecer la hoja de ruta, o lo que es lo mismo,
identificar todo aquello que debemos transformar internamente para
alcanzar ese estado de felicidad, y llevar a cabo la transformación.
Todos podemos ser plenamente felices si lo deseamos realmente.
Desearlo y tomar la decisión
de alcanzar ese estado interior de felicidad, te llevará a buscar
alguno de los muchos caminos que te pueden llevar a ese destino. Te
animo a que tomes la decisión firme de ser plenamente feliz, y a
establecer tu propia felicidad como algo prioritario en tu vida.
Si realmente deseas ser feliz y
necesitas ayuda, no dudes en pedirla a quien consideres que te puede
ayudar a alcanzar ese estado. Todos aquellos que ya lo han alcanzado
pueden servirte de maestros.
Desde estas páginas te deseo que seas plenamente feliz y compartas esa felicidad interior con los que te rodean.
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