Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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sábado, 10 de octubre de 2015

UNA CATEDRAL GÓTICA ES UN LIBRO EN PIEDRA

Catedral de León. Febrero 2014

Una concepción del universo, del papel humano en el mundo y de los arcanos que relacionan la luz con la divinidad. 
Los indicios abruman; la catedral de León mantenía, desde principios del siglo XII, un bibliográfico que, por número y temática, convertía su biblioteca en una de las más importantes de España. Sobre todo en diversidad, era totalmente distinta al resto de colecciones catedralicias con un gran porcentaje de libros no específicamente litúrgicos o moralizantes. Venía de antiguo. Es muy posible que su fondo bibliográfico se comenzara a formar hacia el año 874, cuando el obispo Frunimio I concede a la Iglesia de Santa María y San Cipriano una colección de libros, entre otras dádivas. Pero la constancia documental de donaciones sucesivas de ejemplares exclusivamente religiosos se quiebra en 1120, cuando los bienes del monasterio de San Cosme y San Damián de Abellar, incluida su extraordinaria biblioteca donada en 927 por el abad San Justo y Pastor de Cillanueva en Ardón, pasan a la catedral. 
La importancia de estas bibliotecas monacales es inimaginable, porque entre muchos de sus manuscritos corrían vientos del sur, de Al-Andalus, de sus centros culturales. Habían sido traídos por seglares, clérigos y monjes que venían de Toledo, Córdoba y otros lugares controlados por el Islam en plena época repobladora. 
Por aquellos años León mantenía una política cultural muy activa con Oriente. Tras la aparición de la industria del papel en el siglo IX, en Túnez, se mantiene la posibilidad de que la introducción de este artículo en Europa se hiciera a través de al-Andalus y León. 
Hoy se sabe que muchos libros no tardaban en llegar, más de uno o dos años, desde Irak o Bizancio, hasta el califato de Córdoba y en muchos casos hasta la misma ciudad de León. Si la biblioteca de al- Hakam II mantenía un fondo de unos 4000.000 volúmenes de todo tipo de saber, en la de Ardón y Abellar, junto a los escritos de Juvenal, Avito y Adelo, estarían algunas de las obras fundamentales de científicos y médicos musulmanes que tan avanzados estaban en sus investigaciones.
 Muchos mozárabes sabían de la utilidad de esos trabajos y es seguro que algunos de ellos se recogieron en estos cenobios cercanos a la urbe regia. ¿Sería acaso alguno de los tratados de Al-Biruni, el más grade de los científicos árabes que escribió sobre astronomía, el calendario, el astrolabio, además de un Tratado de perforación en profundidad para hacer pozos, impreso en Damasco a principios del siglo XI?
¿O algunos de los estudios de los astrónomos andalusíes sobre el astrolabio, en el que se incluían prácticas de triangulación desconocidas por los agrimensores romanos? 
¿No les interesaría a los monjes y al resto de la cultura cristiana los cinco tipos de artilugios para medir el tiempo que Isaac había descrito en sus Libros del saber de astronomía?. 
Y seguramente escondida en anaqueles polvorientos – igual que existe en otros archivos y bibliotecas de catedrales y grandes monasterios europeos – se encontraría alguna crónica que ampliase lo referido por el Arcipreste de Talavera, sobre un fenómeno enigmático acaecido a finales del siglo X en aguas cercanas a la costa. 
Todo este patrimonio de ambos monasterios pudo existir y trasladarse, a principios del siglo XII, a la biblioteca catedralicia, cuando el obispo Diego lo adscribió a la recién constituida mesa episcopal leonesa. 
Cabe pensar que sucesivamente la catedral fue ampliando su fondo bibliográfico gracias a donaciones, compras y otras circunstancias. ¿Se fueron para la catedral alguno de los 24 libros que existían en el Castro de los Judíos, en Puente Castro, sacados a toda prisa cuando se intuyó su destrucción, en la campaña de 1196 por Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón? 
La curiosa noticia de estos libros que eran muy exactos y por ellos corregían todos los libros, la ofrece Abrahan Zacut que, en su Séfer Yuhasin, comenta que esta colección de manuscritos, muchos de los cuales acabaron en la ciudad de Bugia, en Argelia, procedían del escrituario toledano de Rabi Mose ben Hilel y habían sido redactados como seiscientos años antes. 
Aún faltaba un siglo para que comenzara la floreciente época de escritores hebreos leoneses, iniciada por Mosse ben Sem Tob de León, paladín del ideario tradicionalista. 
Las dos lápidas hebreas que se encuentran actualmente expuestas en el Museo Catedralicio Diocesano son una pálida muestra de una época en la que convive el misticismo judío con los constructores de la catedral. 
La importancia de la Cábala hebrea en la cultura está fuera de duda y su libro más sagrado, el Sefer ha Zohar, escrito por Moisés de León (1250-1305), es uno de los textos fundamentales de la humanidad, que eclipsa incluso al Talmud. 
El docto judío que darán prestigio a la mística medieval; Joseph y Moseh ben Chabib, hijos del maestro, Rabí Sem Tob, Abraham Bibas, Yahaqob bn Bibas y Yahaqov Yehudah Arich. 
Cuesta no relacionar el Zohar con los albores de la catedral; obras tan similares en el tiempo y ambas tan arcanas y resplandecientes, transidas de luminosidad. 

Está fuera de duda las relaciones que mantuvieron la cabalísticas judías en la ciudad con los maestros y las logias de albañiles que construían el templo. Moisés de León plasmó en el Zohar, la esencia más pura del pensamiento teosofista, como síntesis del desarrollo místico de varias generaciones anteriores. 
León debía ser en aquellos tiempos uno de los focos fundamentales de la espiritualidad judía en Occidente. 
En plena construcción catedralicia, el docto y cabalista Moisés de León escribe, en arameo, una obra que, como la catedral, ensaya una búsqueda admirable de la cualidad divina del espíritu humano.
 Hacia 1492, los miembros del cabildo catedralicio instan al administrador a que comiencen las obras de la librería, cuyo espacio luminoso y amplio, ha llegado hasta nosotros como capilla de Santiago. ¿Qué otra catedral se podía permitir el lujo de construir un recinto semejante y tan amplio para sus libros? ¿Cuántos volúmenes podían caber en los anaqueles que posiblemente llegaban hasta el friso? 
Cuando Manuel Risco visitó el archivo catedralicio en 1782 – 1784, lamentaba que aquella cláusula que puso el obispo Pelayo en su testamento, en 1085, … quorum infinitus est numerus, acerca de la enorme cantidad de volúmenes, se hubiera reducido a un corto número de ejemplares antiguos. La venta, el robo, la destrucción y la dejadez dejaron menguados uno de los patrimonios documentales más importantes de Occidente, en el que se encontraba un ejemplar del Zohar que desapareció de la catedral a finales del siglo XIX.
NUNCA SE PONDRÁN DE ACUERDO ALQUIMISTAS, adeptos e iniciados, si el viaje que realizó Nicolás Flamel por el Camino de Santiago fue real o simbólico. Parece seguro que, antes de su “iluminación” ejercía de escribano público en París en donde había nacido en 1330.
 La adquisición por dos florines de un libro antiguo cuyo autor era Abraham el judío, transformaba su vida. Una tras otra, las páginas amarillentas deslumbran a Flamel con sus secretos de alquimia; un auténtico tormento intelectual que debe descifrar y para el que no encuentra la clave. Algo le dice que el Camino a Santiago puede tener la solución de tantos enigmas como le asaltan. La peregrinación es dura y, a su vuelta, decepcionado y muy cansado, llega enfermo de gravedad a León donde es atendido. Es el año 1378 y la catedral es el centro de la vida social de la ciudad. Un judío ¿convertido? al cristianismo, el Maestre Canches, le cuida y le escucha. Nicolás Flamel enseña sus dibujos, muchos de ellos símbolos copiados del tratado que le atormenta. El judío leonés se asombra; el libro de Flamel es el perdido. Pasan los meses y el alquimista francés se recupera mientras visita una y otra vez el fascinante templo gótico. Conversaciones, discusiones y notas que recoge, le convencen de que en este edificio hay mucho que aprender. Restablecido, inicia la vuelta a París acompañado del maestre leonés. A su llegada a la capital de Sena, mandó edificar un pórtico cubierto de figuras simbólicas en Saint Jacques la Boucherie, la iglesia cercana a su residencia, algunas de ellas influidas por lo que ha visto en la catedral leonesa.
En su Libro de las figuras jeroglíficas,el alquimista, sin que ello resulte contradictorio. Unos ven una cosa y otros ven otra. Cuando contemplamos una portada, un relieve o una figura, sabemos que la religiosidad constituye, psíquicamente hablando, la materia prima de la obra. Pero no hay que olvidar, dice Flamel, la espiritualidad alquímica que va más allá de la religión y el moralismo.
La conclusión es inquietante; el alquimista descubre su soledad, se pierde en el universo e inventa su moral. Cuando muere el fiel judío leonés en París, Flamel ya le ha arrancado el secreto. Los resultados no pueden ser mejores: “Por fin transmuté verdaderamente en casi tanto oro puro, mejor ciertamente que el oro común”. La leyenda se adueña entonces de toda su figura. 
Todavía, en el siglo XVIII, algunos afirmaban haber visto a Nicolás Flamel que seguía trabajando en un laboratorio subterráneo, donde había dibujos en las paredes de extrañas esculturas y planos de la Catedral de León.
LOS VIAJEROS CURIOSOS, LOS BUSCADORES DE PISTAS o los adeptos al gnosticismo cuando entran en la catedral, al dar la vuelta a la girola, tras pasar la capilla de la Virgen Blanca, se encuentran en la vidriera central de la capilla de San Antonio, con dos escenas protagonizadas por Simón el Mago, LA POTENCIA IZQUIERDA DE DIOS, el más antiguo de los maestros gnósticos. Toda una sorpresa encontrar a este personaje contemporáneo de Cristo que, según narran los Hechos de los Apóstoles, había nacido en Samaria y rivalizaba con el apóstol Felipe; éste con milagros, aquel con magia. Parece ser que todas las virtudes que se atribuían a esta especie de “magister” en filosofía y magia, le venían de un viaje que hizo a Alejandría.
 Una iniciación, dirían otros.
El propio San Ireneo llamaba a Simón el “padre de los gnósticos” Clemente I lo presentó como la “potencia izquierda de Dios” o con la sicigia (oposición) de San Pablo. Su discípulo, Menadro, sería maestro de Saturnino y Basílides. Este último dió muchos quebraderos de cabeza a la Iglesia a partir de una interpretación extremadamente compleja de la redención. Como siempre, la leyenda devora una gran parte de la realidad.
Algunos de sus amigos de infancia contaban cómo el samaritano hacía andar estatuas, pasaba por el fuego sin quemarse o volaba. La escenografía estaba preparada para el discurso posterior. Simón el Mago afirmaba que Adán había sido creado ciego y que el “fuego es la raíz de todo”, opinión no muy desencaminada a la luz de lo que ahora conocemos sobre el origen de la materia.
La historia de este “padre de herejes”, así le llamó Ireneo, tiene un final trágico. La iglesia arremete contra el usurpador; se erige en competidor de Cristo y sus discípulos le identifican con Dios descendido a la tierra.
Pero pronto sucede un contramito. El personaje se rinde a la mayor capacidad milagrera de Felipe y se convierte. Propone a Pedro comprarle el poder de conferir, como el resto del apostolado, el Espíritu Santo y define para la posteridad la lacra medieval de la simonía. La respuesta de Pedro fue de absoluta indignación. El taumaturgo metido a negociante espiritual marcha a Roma y consigue levitar. Pero el apóstol se concentra con mucha más intensidad y el pobre Simón se rompe el cráneo al precipitarse desde la altura, casi de igual forma que la teoría que defendía; la Sabiduría cae al mundo y aspira a volver a ascender al cielo. No sabemos si volvió Simón a las alturas celestiales. Pero al menos, desde la vidrieras catedralicias donde un anónimo maestro vidriero, adepto quizá al catarismo, le representó, aún vela por los iniciados, por los que buscan lo invisible; y de paso, advierte de lo que puede suceder a quienes les entran tentaciones de comprar o vender bienes espirituales por precios temporales.
LA LEYENDA, EL MITO Y LA SUPERTICIÓN ENVUELVE todo lo relativo al culto de san Critobal. El aura mítica de este personaje se hace realidad en Asia Menor. Un tal Cristóforos es martirizado hacia el sigloIII y su figura es venerada en Calcedonia a partir del siglo V. Pero hay otro relato que se podría superponer al anterior. Un ser extraño y deforme, de nombre Réprobo, descendiente del pueblo mítico de los cinocéfalos, se convierte al cristianismo, es bautizado como Cristóforos es martirizado hacia el sigloIII y su figura es venerada en Calcedonia a partir del siglo V . Pero hay otro relato que podría superponer el anterior. Un señor extraño y deforme, de nombre Réprobo, descendiente del pueblo mítico de los cinocéfalos, se convierte al cristianismo, es bautizado como Cristóforos y su rostro se transfoma en humano. El culto se extiende por todo el mundo cristiano. Luego pasa a ser un gigante cananeo que ayuda a los viajeros a atrevasar un currso de agua peligroso. Un niño solicita sus servicios. Tras subirle a los hombros se da cuenta que la criatura pesa cada vez más, hasta eel punto que el gigante tiene que apoyarse en su bastón para poder llegar a la otra orilla. El niño se revela ante Cristo.
Históricamete la auntenticidad de san Cristóbal es muy dudosa, pero ello no ha impedido que su figura haya sido objeto de gran veneración hasta el siglo XVI. Aunque la iconografía de san Cristóbales muy dudosa , pero ello no ha impedido que su figura haya sido objeto de gran veneración hasta el siglo X, la posterior profusión de imágenes de santo en la Edad Media se debe a su condición de santo profiláctico y sanador, protector contra la peste y patrón de los moribundos , hasta el punto de que una simple mirada a su imaagen, bastaba para impedir la muerte en un viaje sin los sacramentos de la Iglesia. Esto explicaría su representación monumental a la entrada de los templos, com es el caso de la catedral, en la pared derecha que se encuentra al transpasar la puerta norte. La efigie del santo pasa totalmente desaparecibida en una de las vidrieras de la ventana alta del lado sur ;algo parecido sucede con el muro del claustro, a la izquierda de la entrada, en el que un san Cristóbal, bastante deteriorado, domina un capitel entre snta Catalina y una dama, ¿ quizás santa Trahamunda? . Todo ello sin olvidar que el nombre del santo figura en un documento de 1080 como una de las advocaciones a las que está consagrada la catedral.
En el siglo XII se adopta en la región sur de los Alpes una interpretación´
mística del nombre de Cristóbal, que designa en esa época la presencia viva de Cristo en los mártires . Cristóbal con largas vestiduras ceñidas por un into lleva en sus brazos, y a veces ante su corazón, a Cristo en Majestad con la mano que bendice. Además el santo presenta rasgos semejantes a los de Cristo. Una mención aparte merece, finalmente, el tipo ´´cinocéfalo tiene cabeza de perro; su nariz se alaga como un hocico y los orejas son puntiagudas , en relación evidente al modelo del dios egipcio Anubis, en una amalgama de símbolos que se pierde en los entresijos de los mitos.

EL AÑO 1880 ES UNA FECHA FUNDAMENTAL PARA LA historia del arte y la comprensión de lo que nos rodea. 
Dos años antes , Edison, tras numerosos intentos con filamentos llevados a la incandescencia, decide experimentar con carbono quemado que proporciona luz estable. A partir de entonces, el descubrimiento de esa luminosidad, quieta y sin movimiento, produce un nuevo concepto de la realidad en los interiores y en la noche; las sombras dejan de temblar en las calles, en las paredes de las casas, en la arquitectura, en los motivos ornamentales. Como por arte de magia el siglo XIX derrota las sombras que acompañaron a la humanidad, desde sus inicios como especie inteligente. A partir de 1880 se crea otra nueva especie de sombras. Sombras congeladas, nunca vistas, inencontrables en la naturaleza; la sombra que produce la luz del sol se mueve, no resulta estática; un paisaje se vuelve irreconocible en el espacio de una hora. En la arquitectura o en sus detalles, la luz de las velas, de las antorchas encendidas o el baile inquietante del fuego engendra formas trémulas, agitadas, dramáticas, nunca planas, con el volumen preciso de claros y oscuros para que se haga realidad el significado que les otorgó el artista cuando fueron concebidos. Hasta finales del siglo XIX las sombras temblaron en las calles, en las casas y en los templos.
La piedra resucitaba entre la tiniebla apenas iluminada. En cambio, la nueva luz surgida de las lámparas incandescentes congeló las sombras para siempre. Luego llegó la deformación visual de las iluminaciones artificiales planas, incapaces de obtener de la piedra su delicado mensaje de volúmenes, claroscuros, formas y perfiles dramáticas.
Volvamos atrás en el tiempo; una tarde de noviembre, cuando en León oscurece a las seis de la tarde. Algunas antorchas o teas arden cerca de la portada principal. El viento agita las sombras, se cuela a través del tímpano del Juicio Final y las figuras, instigadas por las ráfagas de claridad, despiertan de su letargo. ¿Quién podría pasar por delante de la catedral y no sobrecogerse de espanto ante semejante visión?
Un capitel, una escultura, un relieve iluminado lateralmente o por su parte inferior abre para el observador las puertas a una nueva realidad que deja una huella imperecedera en la memoria.
Existe un carácter profundo en iniciático en el mundo de las sombras. Si la muerte iniciática es indispensable en el comienzo de la vida espiritual, el simbolismo permanece definido en el carácter que rodea el interior de la catedral cuando llega la noche; tinieblas alargadas, formas abovedadas de gran altura que semejan una noche cósmica, la matriz telúrica, el vientre de un monstruo, las formas que se adivinan en los capiteles, en las enjutas, en las extrañas máscaras vegetales, en esos rostros inexpresivos repartidos de forma precisa por templo y claustro. Imágenes y símbolos de la muerte ritual, anticipo de una nueva vida que está preparándose. La magia de la luz transformándose durante el día, mutando la catedral a azul cuando la luz se aleja en los atardeceres de enero y naves de una tiniebla iniciática, cuyo auténtico significado definitivamente hemos perdido.
EPÍLOGO I
Existe un suceso acaecido a comienzos de los años cincuenta, no publicado en ningún periódico, y que, sin embargo, salió a la luz, de forma escueta y bastante incompleta, gracias a unas cuartillas encontradas entre escombros, en el derribo de una casa cercana a la catedral. Un hombre llega en tren a León a finales de enero. Parece ser que eran las tres de la mañana y la hora tan intempestiva le obliga a coger una fonda en las cercanías de la estación. Al día siguiente, el curioso personaje, muy de mañana, se acerca a la catedral. Según investigaciones posteriores, conversó con el archivero y algún que otro canónigo sobre libros y documentos del archivo. El atardecer le sorprendió entre algunos cacharrerías y puestos de libros viejos.
Tres días después desapareció. La dueña de la fonda denuncia la ausencia y comienzan la búsqueda de la policía. Aparece un cuerpo flotando en el río Bernesga en lo que tiene toda la apariencia de ser un suicidio. Las conversaciones de la policía con las personas a las que el extraño personaje había interrogado, sume a los inspectores en el desconcierto más absoluto, no habituados, por otra parte, a semejantes pesquisas.
El objetivo de la visita a León del extraño personaje era localizar un ejemplar (que parece ser custodiaba el Archivo Catedralicio) del más famoso y más buscado de los libros legendarios; el Necoronomicon, el libro de los nombres muertos, del árabe demente Abdul. Al – Hazred, hecho realidad por el escritor norteamericano Howard Phillipos Lovercraft, en su saga Los Mitos de Cthulhu. Ante la falta de papeles identificativos del viajero se archiva el caso, al no haberse encontrado explicaciones de lo ocurrido. En la maleta que permanecía en la pensión sólo se pudieron encontrar efectos personales sin ninguna importancia y varios documentos, entre ellos un plano de círculos numerados e intercomunicados por caminos.
Casi veinte años después, a finales de los sesenta, se publica una nueva edición de Los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft. En la introducción, un fragmento de texto en castellano antiguo, esotérico, con referencia a seres primigenios, lleva la siguiente indicación: Abdul Alhzred (Necronomicon) Según la traducción castellana (León ¿1300? ¿Sahagún?) hallada en el Archivo Histórico de Simancas.
Por eso estoy plenamente convencido de que estas hipótesis son ciertas. Hay que iniciar una excavación profunda y sistemática bajo el subsuelo de Catedral. Deberían encontrar más de una sorpresa, posiblemente los restos de un círculo megalítico, que dominó hace aproximadamente cuatro mil años la colina en donde hoy se alza la Catedral de León. Como todos los grandes monumentos, este complejo de menhires fue diseñado por un solo hombre, alguien venido de lejos, posiblemente del oriente mediterráneo, a través de las rutas que seguían los comerciantes de ámbar y estaño. El paso por este lugar estaría dentro de lo posible. El punto geográfico que ocupa la catedral pertenece a la categoría más elevada de espacios en los que el universo se vuelve accesible para la mente humana. Los siglos dieron la razón a los constructores de estas obras. El arte gótico erige catedrales, a modo de naves que parecen surcar la tierra orientándose por los Pléyades, que Diodoro de Sicilia señala como constelación guía de los navegantes de la Antiguedad y a la que estaban orientados los complejos megalíticos de Inglaterra y el Norte de España.

  Maravilloso resumen de Juan Luis Puente López.

(extraido de : Los Secretos de la Catedral de León)

Mensajes Escondidos en la Catedral de León.

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