En el siglo IV, el Emperador romano Constantino unió a todas las facciones religiosas bajo una deidad compuesta, y ordenó la recopilación de nuevas y antiguas escrituras en una colección uniforme que se convirtió en el Nuevo Testamento.
La Iglesia está de acuerdo, diciendo:
“Nuestras fuentes documentales de conocimiento sobre los orígenes de la Cristiandad y su desarrollo más temprano son principalmente las Escrituras del Nuevo Testamento, cuya autenticidad debemos, en gran parte, dar por concedida”.
(Enciclopedia católica, de Farley., vol. iii, pág. 712)
La Iglesia hace extraordinarias admisiones sobre el Nuevo Testamento. Por ejemplo, al discutir el origen de esas escrituras,
“el cuerpo más distinguido de opinión académica alguna vez congregado ” (Prefacio de las Enciclopedias católicas), admite que los Evangelios “no llegan hasta tan atrás, al primer siglo de la era cristiana”.
(Enciclopedia católica, Farley., volumen vi, pág. 137, el pp. 655-6).
Esta declaración entra en conflicto con las aserciones del sacerdocio, que los Evangelios más tempranos fueron progresivamente escritos durante las décadas que siguen a la muerte de Jesús Cristo.
En un notable apartado, la Iglesia admite más allá que,
“el más temprano de los manuscritos existentes [del Nuevo Testamento], es verdad que no fecha más atrás de mitades del siglo IV D.C.”.
(Enciclopedia católica, op. cit., pp. 656-7).
Estos son unos 350 años después del tiempo en que la Iglesia afirma queJesús Cristo caminó sobre las arenas de Palestina, y aquí, la verdadera historia de los orígenes cristianos se desliza en uno de los agujeros negros más grandes de la historia. Hay, sin embargo, una razón por lo cual no hubo ningún Nuevo Testamento hasta el siglo IV: ellos no fueron escritos hasta entonces, y aquí nosotros encontramos evidencia de la mayor falsedad de todos los tiempos.
Flavius Constantinus (Constantino, originalmente Custennyn o Custennin) (272-337), británico de nacimiento, fue quien autorizó la recopilación de las escrituras llamadas Nuevo Testamento. Después de la muerte de su padre, en 306, Constantino se convirtió en Rey de Bretaña, Galia y España, y luego, después de una serie de batallas victoriosas, en Emperador del Imperio romano. Los historiadores cristianos dan poca o ninguna pista del tumulto de los tiempos, suspendiendo en el aire a Constantino, fuera de todos los eventos humanos sucediendo a su alrededor. En verdad, uno de los principales problemas de Constantino fue el indomable desorden entre los presbíteros y sus creencias en numerosos Dioses.
La mayoría de los escritores cristianos del día moderno suprimen la verdad acerca del desarrollo de su religión y ocultan los esfuerzos de Constantino para refrenar el desacreditado carácter de los presbíteros, llamados “Los Padres de la Iglesia” (Enciclopedia católica, edición Farley., vol. xiv , pp. 370-1). Ellos estaban “enloquecidos “, dijo él (Vida de Constantino, atribuida a Eusebius Pamphilius de Caesarea, c. 335, vol. iii, pág. 171; Los Padres Niceanos y post-niceanos, citados como N&PNF, atribuido a San Ambrosio, Rev. Prof. Roberts, DD, y Director James Donaldson, LLD, editores, 1891, iv vol., pág. 467).
El “tipo peculiar de oratoria” expuesto por ellos era un desafío a un orden religioso establecido (Diccionario de Mitología Clásica, Religión, Literatura y Arte, Oskar Seyffert, Gramercy, Nueva York, 1995, pág. 544-5). Los antiguos archivos revelan la verdadera naturaleza de los presbíteros, y la baja estima en la cual eran tenidos ha sido sutilmente suprimida por los historiadores modernos de la Iglesia.
En la realidad, ellos eran:
“…en su mayoría tipos rústicos que enseñaban extrañas paradojas. Ellos abiertamente declararon que nadie más que los ignorantes estaban encajados a oír sus discursos… nunca aparecían en los círculos de los más sabios y la mejor clase, pero siempre tuvieron cuidado de introducirse entre los ignorantes e incultos, paseandose entre ellos para hacer trucos en ferias y mercados… ellos metían sus delgados libros con la grasa de viejas fábulas… y todavía menos era lo que entendían… y ellos escribían estupideces detrás de velos…y todavía lo están haciendo, nunca terminan”.
(Contra Celsum [” Contra Celsus “], Origen de Alejandría, c. 251, Bk I, pág. lxvii, pág., Bk III, pág.l xliv, passim)
Se habían desarrollado grupos de presbíteros “muchos Dioses y muchos señores” (1 Cor. 8:5) y existían numerosas sectas religiosas, cada una con doctrinas que diferían (Gal. 1:6). Estos grupos de Presbíteros estaban en desacuerdo acerca de de los atributos de sus varios Dioses y “un altar era puesto en contra de otro altar”, compitiendo por la audiencia (Optatus de Milevis, 1:15, 19, principios del siglo IV). Desde punto de vista de Constantino, había varias facciones que necesitaba satisfacer, y él comenzó a desarrollar una religión que las abarcara a todas, durante un período de irreverente confusión. En una edad de espesa ignorancia, nueve décimas partes de los pueblos de Europa eran iletrados, por lo que los grupos religiosos estabilizadores eran solo uno de los problemas de Constantino.
La suave generalización que tantos historiadores están satisfechos de repetir, que Constantino “abrazó la religión cristiana”, y como consecuencia, garantizó la “tolerancia oficial” Esto es “contrario a los hechos históricos” y debe ser borrada para siempre de nuestra literatura (Enciclopedia católica, Pecci. ed, vol. iii, pág. 299, passim). Simplemente habría que poner que no había religión cristiana en el tiempo de Constantino, y la Iglesia reconoce que el cuento de su “conversión” y “bautismo” es “completamente legendario” (Enciclopedia católica, ed Farley., vol. xiv pp. 370-1).
Constantino “nunca adquirió un conocimiento teológico sólido” y “dependía muchísimo de sus consejeros en cuestiones religiosas” (Enciclopedia católica, Nueva Edición, vol. xii ., pág. 576, passim). Según Eusebio (260-339), Constantino notó que entre las facciones presbiterianas,
“las discordias y desacuerdos se habían vuelto tan serios, que había necesidad de una vigorosa acción para establecer un estado más religioso”, pero él no podría provocar un arreglo entre las facciones rivales de Dioses.
(Vida de Constantino, op. cit., pp. 26-8).
Sus consejeros le advirtieron que las religiones de los presbíteros eran “sin fundamentos” y necesitaban estabilización oficial (ibid.).
Constantino vio en este confuso sistema de dogmas fragmentados, la oportunidad de crear una nueva y combinada religión Estatal, de concepto neutral, y protegerla por ley. Cuando conquistó el Este, en 324, envió a su consejero religioso, español, Osius de Córdoba, a Alejandría con cartas a varios obispos, exhortándolos a hacer las paces entre ellos. La misión falló y Constantino, probablemente, a sugerencia de Osius, emitió un decreto ordenando a todos los presbíteros y a sus subordinados “que monten en asnos, mulas y caballos que pertenecen al público, y viajen a la ciudad de Nicea”, en la provincia romana de Bithynia, en Asia Menor.
Les dieron instrucciones que trajeran con ellos los testimonios que ellos peroraban al populacho, “encuadernado en cuero” para protección durante la larga jornada, y rendírselos a Constantino a la llegada en Nicea (Diccionario católico, Addis y Arnold, 1917, “Concilio de Nicea” entrada).
Sus escrituras ascendieron a,
“por todas, dos mil doscientos y treinta y un pergaminos y cuentos legendarios de Dioses y salvadores, junto con un registro de las doctrinas peroradas por ellos “,
(La vida de Constantino, op. cit., vol. ii, pág. 73; N&PNF, op. cit., vol. i, pág. 518).
El Primer Concilio de Nicea y los “archivos” perdidos
Así, la primera reunión eclesiástica en la historia fue convocada y es hoy conocida como el Concilio de Nicea. Fue un evento bizarro que proporcionó muchos detalles sobre el pensamiento clerical temprano, y presenta un cuadro muy claro del clima intelectual prevaleciente en ese tiempo. Fue en esta reunión que nació la Cristiandad, y las ramificaciones de las decisiones hechas en ese tiempo son difíciles de calcular.
Aproximadamente cuatro años antes de presidir el Concilio, Constantino había sido iniciado en la orden religiosa del Sol Invictus, uno de los dos cultos lozanos que consideraron el Sol como el uno y sólo Dios Supremo (el otro era el Mithraismo). Él le dijo a Eusebiuo que emplazara la primera de tres sesiones en el solsticio de verano, 21 de junio de 325, debido a su culto del Sol, (Enciclopedia católica, Nueva Edición, vol. i, pág. 792), y fue “sostenida en un pasillo del palacio de Osius” (Historia Eclesiástica, Obispo Louis Dupin, París, 1686, vol. i, pág. 598).
En una cuenta de los procedimientos del cónclave de presbíteros recogida en Nicea, Sabinius, Obispo de Hereclea quien estaba entre la asistencia dijo,
“Exceptuando al mismo Constantino y a Eusebio Pamphilius, ellos eran un grupo de analfabetos, simples criaturas que no entendían nada”,
(Los secretos de los Padres cristianos, Obispo J. W. Sergerus, 1685, 1897 reimpresión).
Ésta es otra luminosa confesión de la ignorancia y credulidad no crítica de los tempranos clérigos. El Dr. Richard Watson (1737-1816), un desilusionado historiador cristiano, y el Obispo de una-vez de Llandaff en Gales (1782), se refirieron a ellos como “un grupo de idiotas farfullantes” (Una Disculpa para la Cristiandad, 1776, 1796 reimpresión; también, los Tractos Teológicos, del Dr. Richard Watson, “Sobre la entrada a los Concilios”, vol. 2, Londres, 1786, reimpresión revisada 1791).
De su extensa investigación en los concilios de la Iglesia, el Dr. Watson concluyó que,
“el clero en el Concilio de Nicea estaban todos bajo el poder del diablo, y la convención estuvo compuesta de la canallada más baja, patrocinando las más viles abominaciones”
(Una Disculpa para la Cristiandad, op. cit.).
Fue ese cuerpo infantil de hombres quienes fueron responsables del comienzo de una nueva religión y la creación teológica de Jesús Cristo.
La Iglesia admite que elementos vitales de los procedimientos de Nicea están “extrañamente ausente de los canones” (Enciclopedia católica, Farley ed., vol. iii, pág. 160) Veremos brevemente lo que les pasó.
Sin embargo, según registros que han perdurado, Eusebio,
“ocupó el primer asiento a la derecha del emperador y dio el abordamiento inaugural en nombre del emperador”
(Enciclopedia católica, Farley ed., vol. v, pp. 619-620).
No había presbíteros británicos en el concilio, pero sí muchos “delegados griegos”. Setenta obispos orientales representaron las facciones Asiáticas, y pequeños números llegaron de otras áreas (Historia Eclesiástica, ibid.).Caecilio de Cartago viajó desde África, Paphnuto de Tebas, de Egipto,Nicasio de Dado (Dijon) de Gales, y Donnus de Stridon hizo la jornada desde Pannonia.
Era una asamblea pueril, y con tantos cultos representados, que un total de 318 “entre obispos, sacerdotes, diáconos, subdiáconos, acólitos y exorcistas” se reunieron para debatir y elegir un sistema unificado de creencia, que abarcaba un sólo Dios (Una Disculpa para la Cristiandad, op. cit.). Por este tiempo, un gran surtido de “textos salvajes” (Enciclopedia católica, Nueva Edición, “Evangelio y Evangelios” ) circulaban entre los presbíteros y ellos apoyaban a una gran variedad de Dioses y Diosas Orientales y Occidentales:
Jove, Júpiter, Saleno, Baal, Thor, Gade, Apolo, Juno, Aries, Tauro, Minerva, Rhets, Mithra, Theo, Fragapatti, Atys, Durga, InDr.a, Neptuno, Vulcan, Kriste, Agni, Croesus, Pelides, Huit, Hermes, Thulis, Thammus, Eguptus, Iao, Aph, Saturno, Gitchens, Minos, Maximo, Hecla y Phernes
(El Libro de Dios de Eskra, anon., ch. xlviii, párrafo 36).
Hasta el Primer Concilio de Nicea, la aristocracia romana le rendía culto principalmente a dos Dioses griegos, – Apolo y Zeus – pero el gran volumen de gente común idolatraba a Julius César o Mithras (la versión romanizada de la deidad Pérsica, Mithra). César fue deificado por el Senado romano después de su muerte (15 de marzo de 44 A.C.) y como consecuencia lo veneraban como “el Divino Julio”. La palabra “Salvador” se fijó a su nombre, siendo su significado literal “aquel que siembra la semilla”, es decir, él era un Dios fálico.
Julius Caesar fue venerado como, “Dios hecho manifiesto y Salvador universal de la vida humana”, y su sucesor Augusto fue llamado el “Diosancestral y Salvador de toda la raza humana” (El hombre y sus Dioses, Homer Smith, Little Brown & Cía., Boston, 1952).
El emperador Nerón (54-68) cuyo nombre original era Lucius Domitius Ahenobarbus (37-68), fue inmortalizado como el “Salvador de la humanidad ” (ibid.). El Divino Julio, como el Salvador romano y ” Padre del Imperio”, fue considerado “Dios” entre el vulgo romano por más de 300 años. Él era la deidad en algunos textos de presbíteros Occidentales, pero fue reconocido en las escrituras Orientales.
La intención de Constantino en Nicea era crear un completo y enteramente nuevo Dios para su imperio, que uniría todas las facciones religiosas bajo una sola deidad. Se les pidió a los Presbíteros debatir y decidir quién sería su nuevo Dios. Delegados discutían entre ellos, expresando motivos personales para incluir escrituras particulares que promovían los rasgos más finos de su propia y especial deidad.
A lo largo de la reunión, las aulladoras facciones se sumergieron en acalorados debates, y los nombres de 53 Dioses fueron puestos sobre la mesa para discusión.
“Como todavía, ningún Dios había sido seleccionado por el concilio, por lo que ellos votaron para determinar esa materia… Durante un año y cinco meses duró el sorteo…”
(El Libro de Dios de Eskra, traducción del Prof. S. L. MacGuire, Salisbury, 1922, capítulo xlviii, párrafos 36, 41).
Al final de ese tiempo, Constantino regresó a la reunión para descubrir que los presbíteros no habían estado de acuerdo en una nueva deidad sino que habían resumido su lista a cinco prospectos:
César
Krishna
Mithra
Horus
Zeus
(Historia Ecclesiastica, Eusebius, c. 325).
Constantino era el espíritu gobernante en Nicea, y él, finalmente, eligió un nuevo Dios para ellos. Para involucrar a las facciones británicas, él decidió que el nombre del gran Dios de los Druidas, Hesus, fuera unido con el Dios-Salvador Oriental, Krishna (Krishna es Sánscrito para Cristo), y así Hesus Krishna sería el nombre oficial del nuevo Dios romano.
Fue tomado un voto, y era la de la mayoría de manos levantadas (161 votos a 157) para que ambas divinidades se volvieran un Dios. Siguiendo la antigua costumbre pagana, Constantino usó la reunión oficial y el decreto de apoteosis romano para deificar legalmente a dos deidades como una sola, y lo hizo por medio del consentimiento democrático. Un nuevo Dios fue proclamado y “oficialmente” ratificado por Constantino (Acta Concilii Nicaeni, 1618). Ese acto completamente político de deificación puso a Hesusy Krishna eficaz y legalmente entre los Dioses romanos, como un compuesto individual.
Esa abstracción prestó la existencia Terrenal a las doctrinas amalgamadas para la nueva religión del Imperio; y porque no había ninguna letra “J” en los alfabetos hasta alrededor del siglo nueve, el nombre subsecuentemente evolucionó a “Jesús Cristo“.
Sus instrucciones fueron:
“Investiga estos libros, y cualquier cosa buena en ellos, retenla; pero lo que fuese malo, lánzalo lejos. Lo que sea bueno en un libro, únelo con lo que sea bueno en otro libro. Y lo que fuese que sea reunido, será llamado El Libro de Libros. Y será la doctrina de mi pueblo, que yo recomendaré hacia todas las naciones, que no habrá ninguna guerra más por causa de las religiones”.
(El Libro de Dios de Eskra, op. cit. Capítulo xlviii, párrafos 31)
“Hágales que se asombren”, dijo Constantino; y “los libros fueron escritos de acuerdo a esto.”
(La vida de Constantino, iv vol., el pp. 36-39).
Eusebio amalgamó los “cuentos legendarios de todas las doctrinas religiosas del mundo juntos como unidad”, usando los mitos estándares del Dios de los manuscritos de los presbíteros’ como ejemplares.
Uniendo las historias “sobrenaturales” del Dios Mithra y Krishna con las creencias británicas de Caldea, eficazmente unieron las oraciones de los presbíteros Orientales y Occidentales “para formar una nueva creencia universal”. Constantino creyó que la colección amalgamada de mitos uniría las variantes y opuestas facciones religiosas bajo una sola historia representativa.
Eusebio hizo los arreglos para que los escribas produjeran,
“cincuenta suntuosas copias… a ser escritas en pergaminos, de una manera legible, y en una forma portátil conveniente, por escribas profesionales completamente consumados en su arte.”
(ibid.).
“Estas órdenes, “dijo Eusebi, “fueron seguidas por la ejecución inmediata del mismo trabajo… nosotros le enviamos [a Constantino] volúmenes magnífica y detalladamente elaborados y encuadernados, en forma de tres-y de cuatro pliegues.”
(La vida de Constantino, el iv del vol., pág. 36).
Ellos eran los “Nuevos Testimonios”, y ésta es la primera mención (c. 331) del Nuevo Testamento en el registro histórico.
Con sus instrucciones cumplidas, Constantino decretó, entonces, que los Nuevos Testimonios serían llamados la “palabra del Dios Salvador romano” (Vida de Constantino, vol. iii , pág. 29) y oficial para todos los presbíteros que predicaban en el Imperio romano. Luego ordenó que todos los manuscritos más tempranos de los presbíteros, y los registros del concilio fueran “quemados”, y fue declarado que “cualquier hombre que fuera encontrado ocultando escrituras debía ser herido en sus hombros” (decapitado) (ibid.). Como lo muestran los registros, las escrituras de los presbíteros anteriores al Concilio de Nicea ya no existían, salvo por algunos fragmentos que han sobrevivido.
Algunos archivos del concilio también sobrevivieron, y suministran alarmantes ramificaciones para la Iglesia. Algunos antiguos documentos dicen que el Primer Concilio de Nicea terminó a mediados de noviembre del año 326, mientras otros dicen que la lucha para establecer un Dios fue tan feroz que se extendió “durante cuatro años y siete meses” desde su principio, en junio de 325 (los Secretos de los Padres cristianos, op. cit.). Sin tener en cuenta cuando terminó, el salvajismo y violencia que abarcó, fue disimulado bajo el rimbombante título “Gran y Santo Sínodo“, asignado a la asamblea por la Iglesia en el siglo 18.
Sin embargo, clérigos más tempranos, expresaron una opinión diferente.
El Segundo Concilio de Nicea en 786-87 denunció al Primer Concilio de Nicea como,“un sínodo de necios y locos” y buscó anular las “decisiones pasadas por hombres con cerebros emproblemados”
(Historia de la Iglesia cristiana, H. H. Milman, DD, 1871).
Si uno escoge leer los registros del Segundo Concilio de Nicea y nota las referencias a “obispos miedosos” la “soldiery” (soldadesca?) necesitaba “sofocar los procedimientos”, las “declaraciones de los necios y locos” son ciertamente un ejemplo de la olla que ahuma y ennegrece la estufa.
Constantino murió en 337 y el crecimiento de las muchas ahora llamadascreencias paganashacia un nuevo sistema religioso atrajo a muchos convertidos.Escritores más tarde, de la Iglesia, lo hicieron “el gran campeón de laCristiandad” a la cual él dio “estatus legal como religión del Imperioromano”. (enciclopedia del Imperio romano, Matthew Bunson, Hechos en elArchivo, Nueva York, 1994, pág. 86).
Los registros históricos revelan que esto es incorrecto, ya que fue puro “interés egoísta” lo que lo llevó a “crear la Cristiandad” (Un Diccionario Clásico más Pequeño, la J. M. Dent, Londres, 1910, pág. 161). Aún no fue llamada “Cristiandad” hasta el siglo 15 (Cómo Murió el Gran Pan, Profesor Edmond S. Bordeaux [el archivista del Vaticano], Meditaciones Mille, EE.UU., MCMLXVIII, pp. 45-7).
Durante los siglos resultantes, los Nuevos Testimonios de Constantinofueron extendidos, se les agregaron “interpolaciones” y se lesincluyeron otras escrituras (Enciclopedia católica, edición Farley.,vol. vi, pp. 135-137; también, Pecci ed., vol. ii, p. 121-122). Porejemplo, en 397, Juan “boca dorada” Chrisostoma reestructuró lasescrituras de Apolonio de Tyana, una saga errante del primer siglo, y los hizo parte de los Nuevos Testimonios (Secretos de los Padres cristianos, op. cit.).
El nombre latinizado para Apollonio es Paulus (Diccionario latino-inglés, J. T. White y J. E. Riddle, Ginn & Heath, Boston, 1880), y la Iglesia hoy llama a esas escrituras las Epístolas de Pablo. El sirviente personal de Apolonio, Damis, un escriba Asirio, es Demis en el Nuevo Testamento (2 Tim. 4:10).
La jerarquía de la Iglesia sabe la verdad sobre el origen de sus Epístolas, puesto que el Cardenal Bembo (d. 1547), secretario del Papa Leo X (d. 1521), aconsejó a su socio, el Cardenal Sadoleto, hacer caso omiso de ellos, diciendo,
“guarde estas insignificancias, por tales absurdidades no se volverá un hombre de dignidad; ellas fueron introducidas más tarde, en la escena, por una furtiva voz del cielo”
(Cardenal Bembo: Sus Cartas y Comentarios sobre el Papa Leo X, .A. L. Collins, Londres, 1842 reimpresión).
La Iglesia admite que las Epístolas de Pablo son falsificaciones, diciendo,
“Incluso las genuinas Epístolas fueron grandemente interpoladas para dar peso a los puntos de vista personales de sus autores”.
(Enciclopedia católica, Farleyed., vol. vii, pág. 645).
Igualmente, San Jerónimo (d. 420) declaró que también los Hechos de los Apóstoles, el quinto libro del Nuevo Testamento, fue también “falsamente escrito”, (” Las Cartas de Jerónimo”, Biblioteca de los Padres, Movimiento de Oxford, 1833-45, vol. v, pág. 445).
El 4 de enero de 1859 fueron descubiertas 346 hojas de un antiguo códice, en el cuarto de hornos del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí, y su contenido envió ondas de choque a través de todo el mundo cristiano. Junto con otros antiguos códices, estaban programados a ser quemados en los hornos para mantener el moderado calor invernal para los habitantes del monasterio. Escritos en griego, en piel de asno, llevaba ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, y más tarde en el tiempo, los arqueólogos fecharon su composición alrededor del año 380.
Fue descubierto por Dr. Constantin von Tischendorf (1815-1874), un brillante y piadoso estudioso bíblico alemán, y él lo llamó el Sinaíticus, la Biblia del Sinaí. Tischendorf era profesor de teología, y consagró su vida entera al estudio de los orígenes del Nuevo Testamento, y su deseo de leer todos los antiguos textos cristianos, lo llevó en la larga jornada, en un viaje montado en camello al Monasterio de Santa Catalina.
Durante su vida, Tischendorf tuvo acceso a otras antiguas Biblias que eran indisponibles para el público, como la Biblia de Alejandría (o Alexandrinus), que se cree es la segunda Biblia más antigua del mundo. Fue llamada así porque en 1627 se llevó de Alejandría a Bretaña como regalo para el Rey Charles I (1600-49). Hoy se exhibe junto a la Biblia conocida más antigua del mundo, el Sinaíticus, en la Biblioteca británica en Londres. Durante su investigación, Tischendorf tuvo acceso al Vaticanus, la Biblia Vaticana, que se cree es la tercera más antigua en el mundo y data desde mitades del siglo VI (Las Varias Versiones de la Biblia, por el Dr.Constantin von Tischendorf, 1874, disponible en la Biblioteca británica).
Fue guardada bajo llave aparte, en la biblioteca interna del Vaticano. Tischendorf preguntó si él podría extraer notas manuscritas, pero su petición fue rechazada. Sin embargo, cuando su guardia tomó descansos para refrescarse, Tischendorf escribió narrativas comparativas en la palma de su mano y a veces en sus uñas (Nuestros Evangelios “Son Genuinos o No? “, Disertación del Dr. Constantin von Tischendorf, 1869, disponible en la Biblioteca británica).
Hoy, hay varias otras Biblias escritas en varios idiomas durante los siglos V y VI, siendo ejemplos la Syriacus, la Cantabrigiensis (Bezae), la Sarravianus y laMarchalianus.
Un temblor de aprehensión se hizo eco a través de la Cristiandad en el último cuarto del siglo 19, cuando se publicaron versiones de la Biblia de Sinaí en el idioma inglés. Grabado dentro de estas páginas hay información que disputa la demanda de historicidad de la Cristiandad. A los cristianos se les suministró irrefutable evidencia de voluntariosas falsificaciones en todos los modernos Nuevo Testamentos. Tan diferente era el Nuevo Testamento de la Biblia de Sinaí de versiones que se publicaron entonces, que la Iglesia muy molesta anuló la dramática nueva evidencia que desafiaba su misma existencia.
En una serie de artículos publicados en la Revista Trimestral de Londres en 1883, John W. Burgon, Dean de Chichester, uso todos los dispositivos retóricos a su disposición para atacar la historia más temprana y contraria de Jesús Cristo, de la Biblia de Sinaítica, diciendo que,
“…sin una partícula de vacilación, la Biblia Sinaítica es escandalosamente corrupta… exhibiendo los textos más vergonzosamente mutilados que se pueden encontrar alguna vez; se han vuelto, por el proceso que fuese, depositarios de la cantidad más grande de lecturas fabricadas, antiguas equivocaciones y perversiones intencionales de la verdad, que son descubribles en cualquier copia conocida de la palabra de Dios “.
Las preocupaciones de Dean Burgon reflejan aspectos contrarios de historias del Evangelio entonces actuales, habiendo evolucionado ahora a un nuevo guión a través de siglos, para manosear con la fabricación de un documento que de por sí no es histórico.
Antes de que resuma sus conflictos, debe notarse que este antiguo códice no es por ningún medio una guía fiable para estudiar el Nuevo Testamento, ya que contiene superabundantes errores y serias re-ediciones. Estas anomalías fueron expuestas como resultado de los meses de pruebas con luz ultravioleta, llevados a cabo en el Museo británico a mediados de los 1930s. Los resultados revelaron reemplazos de numerosos pasajes de por lo menos nueve diferentes editores.
Fotografías tomadas durante las pruebas revelaron que pigmentos de tinta habían sido retenidos en lo profundo de los poros de la piel. Las palabras originales eran legibles bajo luz ultravioleta. Alguien que desee leer los resultados de las pruebas, deben referirse al libro escrito por los investigadores que hicieron el análisis: los Guardianes de la Sección de Manuscritos en el Museo británico (Escribas y Correctores del Códice Sinaítico, H. J. M. Milne y T. C. Skeat, Museo británico, Londres, 1938).
Falsificación en los Evangelios
Cuando el Nuevo Testamento en la Biblia de Sinaí es comparado con un Nuevo Testamento de nuestros días modernos, unas 14,800 alteracioneseditoriales pueden ser identificadas. Estas enmendaduras pueden ser reconocidas por un simple ejercicio comparativo que cualquiera puede y debe hacer. Los estudios serios de los orígenes cristianos deben emanar de la versión de la Biblia de Sinaí del Nuevo Testamento, no de las ediciones modernas.
Es de mucha importancia el hecho que la Biblia Sinaítica lleva tres Evangelios que fueron rechazados:
el Pastor de Hermas (escrito por dos fantasmas resucitados, Charinus y Lenthius)
la Misiva de Barnabás
las Odas de Salomón
El espacio excluye la elaboración en estas extrañas escrituras y también discusiones en dilemas asociados con las variaciones de traducción.
Las Biblias modernas son cambios en la traducción de las ediciones tempranas, y las disputas arrasan entre traductores sobre las variantes interpretaciones de más de 5,000 palabras antiguas. Sin embargo, es lo que no está escrito en esa antigua Biblia lo que avergüenza a la Iglesia, y este artículo discute sólo algunas de esas omisiones.
Un brillante ejemplo es sutilmente revelado en la Enciclopedia Bíblica (Adán & el Charles Black, Londres, 1899, vol. iii, pág. 3344), donde la Iglesia divulga su conocimiento acerca de las exclusiones en las antiguas Biblias, diciendo:
“El comentario ha sido hecho hace tiempo y a menudo que, incluso como Pablo, aun los Evangelios más tempranos no conocieron nada sobre el milagroso nacimiento de nuestro Salvador”.
Eso es porque nunca hubo un nacimiento de una virgen.
Es muy aparente que cuando Eusebio congregó a los escribas a escribir los Nuevos Testimonios, él primero produjo un solo documento que proporcionó un ejemplar o versión maestra. Hoy es llamado el Evangelio de Marcos, y la Iglesia admite que fue “el primer Evangelio escrito” (Enciclopedia católica, ed Farley., vol. vi, pág. 657), aunque aparece de segundo en el Nuevo Testamento de hoy. Los escribas de los Evangelios de Mateo y Lucas eran dependientes en las escrituras de Marcos, que escribe como la fuente y armazón para la recopilación de sus trabajos. El Evangelio de Juan es independiente de esas escrituras, y la teoría de finales del siglo 15, es que fue escrita más tarde, para apoyar las escrituras más tempranas, es la verdad (La Crucifixión de la Verdad, Tony Bushby, Joshua Books, 2004, pp. 33-40).
Así, el Evangelio de Marcos, en la Biblia de Sinaí, lleva la “primera” historia deJesús Cristo en la historia, una completamente diferente a lo que está en las Biblias modernas. Empieza con Jesús “como a la edad de treinta años” (Marcos 1:9), y no sabe de María, un nacimiento de una virgen o asesinatos en masa de bebés varones por parte de Herodes. Palabras que describen aJesús Cristo como “el hijo de Dios“, no aparecen en la narrativa de apertura, como lo hacen en las ediciones de hoy (Marcos 1:1), y el árbol genealógico moderno que rastrea un “linaje” mesiánico hasta atrás, al Rey David, es inexistente en todas las Biblias antiguas, como lo son las ahora llamadas “profecías mesiánicas” (51 en el total).
La Biblia de Sinaí lleva una versión contradictoria de eventos que rodean la “resucitación de Lázaro”, y revela una extraordinaria omisión, que más tarde se volvió la doctrina central de la fe cristiana: las apariciones de la resurrección de Jesús Cristo y su ascensión al Cielo. Ninguna aparición sobrenatural de un Jesús Cristo resucitado está grabado en ningún antiguo Evangelio de Marcos, sino una descripción de más de 500 palabras ahora aparece en las Biblias modernas (Marcos 16:9-20).
A pesar de una multitud de auto-justificaciones muy prolongadas por los apologistas de la Iglesia, no hay ninguna unanimidad de opinión cristiana respecto a la no-existencia de apariciones de “resurrección” en las cuentas de los antiguos Evangelios de la historia. Esas narrativas, no solo faltan en laBiblia de Sinaí, sino que están ausentes en la Biblia de Alejandría, en la Biblia Vaticana, la Biblia de Bezae y en un antiguo manuscrito latino de Marcos, llamado el código “K” por los analistas. Está faltándoles también en la versión Armenia más antigua del Nuevo Testamento, en los manuscritos del siglo VI de la versión Etíope y en las Biblias anglosajonas del siglo nueve. Sin embargo, algunos Evangelios del siglo 12 tienen versos ahora-conocidos de la resurrección dentro de marcas de asterisco usadas por escribas para indicar los pasajes espurios en un documento literario.
La Iglesia afirma que “la resurrección es el argumento fundamental para nuestra creencia cristiana” (Enciclopedia católica, ed de Farley., vol. xii, pág. 792), sin embargo, ninguna aparición sobrenatural de un Jesús Cristoresucitado está registrado en ninguno de los Evangelios más tempranos, disponibles de Marcos. Una resurrección y ascensión de Jesús Cristo son elnon de qua de seno (“sin eso, nada” ) de la Cristiandad (Enciclopedia católica, ed de Farley., vol. xii, pág. 792), confirmado por palabras atribuidas a Pablo:
“Si Cristo no fue resucitado, tu fe es en vano ”
(1 Cor. 5:17).
Los versos de resurrección en los Evangelios de hoy de Marcos, son universalmente reconocidos como falsificaciones y la Iglesia está de acuerdo, diciendo,
“la conclusión de Marcos es reconocidamente no genuina… casi la sección entera es una recopilación más tardía”
(enciclopedia Bíblica, vol. ii , pág. 1880, vol iii , pp,. 1767, 1781; también, Enciclopedia católica, vol. iii, bajo el encabezado “La Evidencia de su Espurio” ; Enciclopedia católica, ed. de Farley., vol. iii,l pp. 274-9 bajo encabezado “Cánones” ).
Intrépidamente, sin embargo, la Iglesia aceptó la falsificación dentro de su dogma y la convirtió en la base de la Cristiandad.
La tendencia de narrativas ficticias sobre la resurrección continúa. El último capítulo del Evangelio de Juan (21) es una falsificación del siglo VI, una completamente consagrada a describir la resurrección de Jesús’ a sus discípulos.
La Iglesia admite:
“La sola conclusión que puede deducirse de esto es que el capítulo 21 fue agregado después, y por consiguiente, será considerado como un apéndice al Evangelio”
(Enciclopedia católica, ed de Farley., vol. viii, pp. 441-442; Nueva Enciclopedia católica (NEC), “Evangelio de Juan”, pág. 1080; también NEC, vol. xii, pág. 407).
Hoy, el Evangelio de Lucas es el más largo de los Evangelios canónicos, porque ahora incluye “La Gran Inserción”, una extraordinaria adición del siglo XV, totalizando a alrededor de 8,500 palabras (Lucas 9:51-18:14). La inserción de estas falsificaciones en ese Evangelio desconcierta a los analistas cristianos modernos, y de ellas, la Iglesia dijo:
“El carácter de estos pasajes hacen peligroso dibujar inferencias ”
(Enciclopedia católica, Ed de Pecci., Vol. ii, pág. 407).
Así de notable, los Evangelios más antiguos de Lucas omiten todos los versos de 6:45 a 8:26, conocidos en los círculos de sacerdocio como “La Gran Omisión”, un total de 1,547 palabras. En las versiones de hoy, ese agujero ha sido “tapado” con pasajes plagiados de otros Evangelios. El Dr. Tischendorfencontró que tres párrafos en las más nuevas versiones del Evangelio de Lucas, de la Última Cena, aparecidas en el siglo 15, pero la Iglesia todavía pasa sus Evangelios como la pura “palabra de Dios” (“¿Son Genuinos Nuestros Evangelios o No “?, op. cit.)
Adoptando los decretos del Concilio de Trento (1545-63), la Iglesia subsecuentemente extendió el proceso de borrar y ordenó la preparación de una lista especial de información específica a ser suprimida de las escrituras cristianas tempranas (Delineación del Catolicismo romano, Rev. Charles Elliott, DD, G. Lane & P. P. Sandford, Nueva York, 1842, pág. 89; también, Los Censores Vaticanos, Profesor Peter Elmsley, Oxford, pág. 327, fecha de publicación no disponible).
En 1562, el Vaticano estableció una oficina de censura especial llamada Index Expurgatorius. Su propósito era prohibir la publicación de “pasajes erróneos de los tempranos Padres de la Iglesia” que llevaban declaraciones opuestas a las doctrinas de los días modernos.
Cuando los archiveros Vaticanos vinieron por,
las copias “genuinas de los Padres”, ellos las corrigieron según el “Index Expurgatory”
(El Index Expurgatorius Vaticanus, R. Gibbings, el ed., Dublín, 1837; La Política Literaria de la Iglesia de Roma, Joseph Mendham, J. Duncan, Londres, 1830, 2 ed., 1840; Los Censores Vaticanos, el op. el cit., pág. 328).
Este registro de la Iglesia proporciona a los investigadores con,
“dudas sobre el valor de todas las escrituras soltadas al público”
(Prensa de Propaganda de Roma, Sir James W. L. Claxton, Libros Whitehaven, Londres, 1942, pág. 182).
Importante para nuestra historia es el hecho de que la Enciclopedia Bíblicarevela que alrededor de 1,200 años de historia cristiana es desconocido:
“Desgraciadamente, sólo algunos de los registros [de la Iglesia] anteriores al año 1198 han sido soltados”.
No fue por casualidad que, en ese mismo año (1198), el Papa Inocencio III (1198-1216) suprimió todos los archivos de historia de la Iglesia más temprana, estableciendo los Archivos Confidenciales (Enciclopedia católica, ed de Farley. Vol. XV, pág. 287). Unos siete-y-un-medio siglos después, y luego de gastar algunos años en esos registros, el Profesor Edmond S. Bordeaux escribió Cómo Murió el gran Pan.
En un capítulo titulado “Toda la Historia de la Iglesia no es nada más que una Fabricación Retroactiva”, dijo esto (en parte):
“La Iglesia ante-fechó todos sus trabajos tardíos, algunos recientemente hechos, algunos revisados y algunos falsificados que contenían la expresión final de su historia… su técnica era hacer aparecer como que trabajos mucho más tardíos, escritos por escritores de la Iglesia, fueron compuestos un tiempo mucho más antes, para que pudieran volverse evidencia de los primeros, segundos o terceros siglos “.
(Cómo Murió el gran Pan, op. cit., pág. 46)
Los resultados de los descubrimientos del Profesor Bordeaux se apoyan en el hecho que, en 1587, el Papa Sixto V (1585-90) estableció una división oficial de publicación del Vaticano, y dijo en sus propias palabras,
“La historia de la iglesia será ahora establecida… buscaremos imprimir por nuestra propia cuenta ”
(Encyclopédie, Diderot, 1759).
Los registros del Vaticano también revelan que Sixto V se pasó 18 meses de su vida como papa, escribiendo personalmente una nueva Biblia y luego introdujo en el Catolicismo una “Nueva Enseñanza” (Enciclopedia católica, ed de Farley, Vol. V, pág. 442, Vol. XV, pág. 376). La evidencia que la Iglesia escribió su propia historia se encuentra en la Encyclopédie de Diderot, y revela la razón por qué el Papa Clemente XIII (1758-69) ordenó la destrucción inmediata de todos los volúmenes después de su publicación en 1759.
“Aparece así, que los presentes títulos de los Evangelios no son identificables hasta los evangelistas mismos… ellos [la colección del Nuevo Testamento] son provistos con títulos que, aunque antiguos, no van tan atrás hasta los respectivos autores de esas escrituras”.
(Enciclopedia católica, ed Farley., Vol. VI, pp. 655-6)
La Iglesia mantiene que “los títulos de nuestros Evangelios no fueron pensados para indicar los autores literarios”, agregando que “los títulos… fueron pegados a ellos” (Enciclopedia Católica, ed. Farley., Vol. I, pág. 117, Vol. Vi., pp. 655, 656).
Por consiguiente, no son Evangelios escritos “según Mateo, Marcos, Lucas o Juan”, como se ha declarado públicamente. La fuerza completa de esta confesión revela que no hay ningún Evangelio apostólico genuino, y que las escrituras oscuras de la Iglesia hoy acuerpan las bases y pilares de los fundamentos cristianos y la fe.
Las consecuencias son fatales para la pretensión del origen Divino de todo el Nuevo Testamento, y exponen a los textos cristianos a que no tengan autoridad especial. Durante siglos, los Evangelios fabricados tenían la certificación autenticidad de la Iglesia, ahora confesada a ser falsa, y esto proporciona evidencia de que las escrituras cristianas son totalmente falacias.
Después de años de dedicada investigación del Nuevo Testamento, el Dr.Tischendorf expresó consternación a las diferencias entre los Evangelios más antiguos y los más nuevos, y tuvo problemas entendiendo…
“…cómo los escribas se pudieron permitir traer cambios aquí y allá, que no fueron simplemente verbales, sino que tales cambios afectaron el mismo significado y, lo que es aun peor, es que no vacilaron en recortar o insertar un pasaje”.
(Alteraciones a la Biblia de Sinaí, Dr. Consntantin von Tischendorf, 1863, disponible en la Biblioteca británica, Londres)
Después de años de validar la naturaleza fabricada del Nuevo Testamento, un desilusionado Dr. Tischendorf confesó que “las ediciones modernas de hoy en día han sido alteradas en muchos lugares” y “no serán aceptadas como verdaderas” (Cuándo Fueron Escritos Nuestros Evangelios?, Dr.Constantin von Tischendorf, 1865, Biblioteca Británica, Londres).
Esta confirmación viene de Frédéric Farrar (1831-1903) del colegio Trinity, de la Universidad de Cambridge:
“Es asombroso que la historia ni siquiera haya embalsamado para nosotros un dicho cierto o definido, o alguna circunstancia en la vida del Salvador de la humanidad… no hay ninguna declaración en toda la historia que diga que alguien vio a Jesús o habló con él. Nada en la historia es más asombroso que el silencio de los escritores contemporáneos acerca de los eventos relatados en los cuatro Evangelios”.
(La Vida de Cristo, Frédéric W. Farrar, Cassell, Londres, 1874)
Esta situación surge de un conflicto entre la historia y las narrativas del Nuevo Testamento. El Dr. Tischendorf hizo este comentario:
“Debemos admitir francamente que no tenemos ninguna fuente de información respecto a la vida de Jesús Cristo más que las escrituras eclesiásticas ensambladas durante el siglo IV”.
(Códice Sinaítico, Dr. Constantin von Tischendorf, Biblioteca británica, Londres)
Hay una explicación para esos centenares de años de silencio:
La estructura de la Cristiandad no empezó hasta después del primer trimestre del siglo cuatro, y por eso, el Papa Leo X (d. 1521) llamó a Cristo una “fábula”
(Cardenal Bembo : Sus Cartas…, op. cit.).
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