¿Y qué es el rencor?
El rencor es un odio atenuado a largo plazo, de efecto retardado, generalmente focalizado hacia alguna persona que nos contrarió o nos hizo daño, a la que se considera culpable o responsable de nuestros males. El episodio o episodios que despertaron la agresividad pueden haber ocurrido hace bastante tiempo. Pero la persona rencorosa guarda en su memoria dicho acto y lo utiliza para alimentar el impulso agresivo, esperando una ocasión para desquitarse, creyendo que de este modo conseguirá aliviar su malestar.
¿De dónde puede venir el rencor?
De la insatisfacción de no haber vivido conforme uno siente, de no haber realizado algo que quería hacer, de no asimilar alguna circunstancia difícil que le ha tocado vivir, o por haberse dejado arrastrar por los defectos de uno mismo (miedo, comodidad, falta de voluntad, incomprensión, dejadez, etc). Generalmente, el rencor se suele equivocadamente dirigir hacia las personas que han contribuido o colaborado a no haber vivido conforme uno sentía, hacia los que han puesto obstáculos para realizar algo que uno quería hacer o contra aquellos a los cuales considera los responsables de la circunstancia difícil que le ha tocado vivir.
¿Y cómo se puede vencer?
En vez de buscar culpables externos, intentemos tomar conciencia de dónde viene nuestro malestar interior y tengamos la valentía de modificar lo que no nos gusta de nuestra vida, a pesar de que esto nos pueda traer problemas añadidos. Intentemos comprender que ciertas circunstancias negativas que parecen una fatalidad del destino son a veces pruebas elegidas por nosotros mismos para superarnos en nuestros defectos, y para aumentar nuestra capacidad de amar incondicionalmente.
Ahora vuelvo a sacar una de las preguntas que te hice anteriormente. Si exteriorizamos sentimientos como el odio, la rabia, la ira o el rencor podemos dañar a los demás. Pero si nos los guardamos nos hacemos daño a nosotros mismos. ¿Entonces qué hacemos con ellos?
Atajarlos de raíz. Procurar trabajar para que no se despierten internamente. Tomar conciencia de que la agresividad no viene del exterior, sino del interior, que se nos despierta porque la llevamos en nosotros mismos, que es una manifestación más de nuestro egoísmo. Si se despierta porque no se nos reconocen nuestros méritos es porque todavía no hemos superado la vanidad. Si ocurre porque sufrimos algún episodio de ingratitud o calumnia es porque tenemos que superar el orgullo o la soberbia. Que la agresividad es algo que depende del interior y no del exterior se pone de manifiesto cuando vemos que hay personas capaces de soportar las mayores impertinencias, los mayores ataques, sin perder la paciencia ni la sonrisa, mientras que otras, por cualquier motivo banal, estallan en ataques de cólera incontrolada. Los primeros son aquellos que espiritualmente han avanzado en la erradicación de la agresividad de sí mismos. Los segundos apenas han empezado a trabajarla.
No nos frustremos si no podemos cambiar el universo exterior, sobre el cual tenemos poco poder de acción. Trabajemos por cambiar el universo interior sobre el cual tenemos todo el poder, y entonces lo que ocurra en el exterior dejará de ser motivo de enojo.
LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
http://lasleyesespirituales.
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