Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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miércoles, 9 de septiembre de 2015

La extraña relación de Quetzalcoatl con el planeta Venus

oldcivilizacionsblog

La serpiente es un símbolo en casi todos los edificios mayas.
Esto es asombroso, porque uno podría esperar que un pueblo rodeado por flora exuberante dejara otro tipo de motivos en los relieves de piedra. Pero la serpiente aparece por todos lados. Desde tiempo inmemorial la serpiente se arrastra por la tierra.


¿Por Imagen 23qué alguien le supondría la capacidad de volar?
Como primitiva imagen del mal en el Génesis, la serpiente fue condenada a arrastrarse.
¿Por qué alguien adoraría esta criatura como un dios? Entre los mayas, y anteriormente los toltecas, se daba este hecho. El dios Kukulkan presumiblemente corresponde al posterior dios Quetzalcoatl.
Pero, ¿qué nos cuenta la leyenda de Quetzalcoatl? Vino de un desconocido país del sol naciente, con un traje blanco, y tenía barba. Enseño a la gente todas las ciencias, artes y costumbres y dejó leyes muy sabias. Se decía que bajo sus directivas el maíz creció alto como un hombre y el algodón crecía ya coloreado. Cuando Quetzalcoatl completó su misión, volvió al mar, predicando y enseñando en su camino, y abordó un barco de fuego que lo llevó a la estrella de la mañana, Venus. Para los mayas y antes los toltecas, Venus era el objeto astronómico de mayor interés. Quizá lo conocían mejor que cualquier otra civilización que no perteneciera a Mesoamérica. Pensaron que era más importante que el Sol.
Lo observaron cuidadosamente mientras se movía a través de sus estaciones y se dieron cuenta que tardaba 584 días en coincidir la Tierra y Venus en la misma posición con respecto al Sol. Además, se fijaron que transcurrían cerca de 2922 días para que la Tierra, Venus, el Sol y las estrellas coincidieran. se cuenta que Quetzalcoatl prometió volver. No faltan explicaciones para la apariencia del sabio anciano. Se le atribuye un papel mesiánico, dado que un hombre con barba no era algo frecuente en aquellas latitudes. Cualquiera que hubiera llegado a América desde el antiguo mundo conocería la rueda para transportar gente y objetos.
Seguramente una de las primeras acciones de un dios como Quetzalcoatl, que aparece como un misionero, doctor e instructor, hubiera enseñado el uso de la rueda y el carro. De hecho, los mayas y antes los toltecas aparentemente nunca usaron ninguno de los dos.


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Las civilizaciones autóctonas del Nuevo Mundo, tanto las de Mesoamérica como aquellas que crecieron más o menos en forma paralela en la región de los Andes en América del Sur, sin duda ocupan un lugar especial en la historia de la humanidad, sobre todo porque se formaron y desarrollaron prácticamente aisladas del resto del mundo. Las eventuales transmisiones culturales transoceánicas siguen siendo tema de discusiones. Formalmente la conquista de América es el proceso de exploración, conquista y asentamiento en el Nuevo Mundo por parte de España, Portugal y otras potencias europeas, especialmente durante el siglo XVI, después del teórico y discutido descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón en 1492, en nombre del Reino de España. La Conquista dio lugar a poderosos regímenes virreinales y coloniales que ejecutaron sin compasión la asimilación cultural de la mayor parte de poblaciones indígenas, así como su sometimiento a las leyes de las potencias conquistadoras. Toda Europa creció enormemente gracias a las riquezas de América, no solo España y Portugal. La Conquista dio lugar a la importación de nuevos productos agrícolas en Europa, antes desconocidos, como el tomate, la patata o el cacao, que tuvieron un gran impacto en la economía y costumbres europeas. Igualmente, se revolucionó el paisaje productivo y alimentario del continente americano con la llegada de las variedades agrícolas y diversidad ganadera de Europa, África y Asia. La introducción de minerales americanos impulsó enormemente la economía europea, pero también creó situaciones de alta inflación. En los siglos posteriores, el oro y la plata desempeñaron una función importante en el nacimiento del capitalismo, principalmente en los Países Bajos, Gran Bretaña y Francia. La Conquista de América fue un proceso casi permanente, ya que algunas sociedades indígenas opusieron una resistencia continua y otras nunca fueron asimiladas completamente. España llegó a conquistar la mayor parte de América, debido a que fue el país que patrocinó el viaje de Colón, patrocinado por los Reyes Católicos, y que inició la colonización antes que los demás países.

Mediante una bula del papa Alejandro VI, se declaró legítima la posesión española de todas las tierras encontradas más allá de cien leguas al oeste de las islas Azores. Una ligera modificación posterior repartió el continente americano entre las potencias de España y Portugal, lo cual quedaría ratificado en el Tratado de Tordesillas. Sin embargo otras potencias europeas se sumaron posteriormente a la conquista y colonización en América, a menudo en competición entre ellas y con los imperios existentes. Entre ellas se encuentran Francia, Gran Bretaña, los Países Bajos, y hasta Rusia y Dinamarca. También se formaron pequeñas colonias efímeras de países escandinavos en la costa oriental de lo que actualmente son los Estados Unidos. Varios pueblos americanos presentaron resistencia a la ocupación de los europeos, a pesar de encontrarse en desventaja desde el punto de vista de tecnología bélica. Las armas y técnicas de guerra españolas eran más avanzadas que las indígenas. Los europeos conocían la fundición, la pólvora y contaban con caballos y vehículos de guerra. Los americanos contaban con una tecnología bélica básica y carecían de animales de carga, a pesar de ser superiores en número y en conocimiento del terreno. Las enfermedades que los europeos llevaron a América, para las que los indígenas carecían de defensas, se cobraron miles de vidas y fueron un factor que pesó en contra de las sociedades americanas, que en medio de la guerra también se enfrentaron a un desastre epidemiológico.  La historia de la Conquista de América ha sido relatada principalmente desde el punto de vista de los europeos. Salvo en el caso de los mesoamericanos, se cree que los pueblos indígenas desconocían la escritura, de modo que los registros de los hechos desde la perspectiva indígena consisten principalmente en relatos recuperados algunos años después por los propios europeos. De todos modos existen serias dudas de que no tuviesen algún medio para registrar hechos, como pasa con los quipus incas, sistema mnemotécnico mediante cuerdas de lana o algodón y nudos de uno o varios colores. Se tienen registros de relatos en los casos de Nueva España, Perú y Yucatán.
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En  sus publicaciones, y  sobre  todo  en  Pensamiento  y  religión  en  el  México  antiguo (1957),  Un  palacio  en  la  ciudad  de  los  dioses  (1959), y El Universo De Quetzalcoatl,  Laurette  Séjourné  (1911 – 2003), arqueóloga, antropóloga y etnóloga italiana naturalizada mexicana, se  ha dedicado  a  descifrar  las  estructuras  de  la  espiritualidad  paleomexicana,  a  base  de  los monumentos,  de  la  iconografía,  de  los  jeroglíficos  de  los  códices  y  de  los  raros  textos mitológicos  y  religiosos  que  han  sobrevivido  al  desplome  de  la  cultura  tradicional causado  por  la  conquista de los españoles. En su obra El Universo de Quetzalcoatl, Laurette  Séjourné  presenta  lo  esencial  de  la religión  náhuatl  y los grandes trazos de su historia. Laurette  Séjourné  no  olvida que  una  cultura  forma una  unidad orgánica  y que, por ello,  debe estudiarse desde su núcleo y no desde sus aspectos periféricos. Son ante todo las  ideas acerca del origen, el sentido y la perennidad de la existencia humana las que nos revelan el genio particular de una cultura. La  iconografía  representa  un  lenguaje simbólico. Por ello los objetos arqueológicos piden ser interpretados a la manera como se leen  los  códices.  Como  hace  notar  Laurette  Séjourné,  a  propósito  de  los  frescos  de Teotihuacán, “la continuidad del tema que desarrollan los símbolos inscritos en los muros del  palacio  de  Zacuala  es  tan  rigurosa,  que  el  edificio  aparece  como  un  inmenso  libro cuyas páginas van desplegándose a la manera de las de los  códices“.  Las figuras pintadas  en  las  paredes  no  son  otra  cosa  que  jeroglíficos  que  componen  un texto.  El  antiguo  México  sorprendió  a  los  europeos  por  el preferente  lugar  que asignaba  a  las  cosas  divinas.  Era  un  mundo  en  el  que  la  marcha  del  Cosmos  estaba considerada  como  un  asunto  de  Estado  y  donde  había  leyes  que  regían  la  búsqueda espiritual de los ciudadanos. De  ahí  la  fascinación  que  despierta  el  universo  precolombino.  Los  sacrificios  humanos,  que  siguen escandalizándonos,  no  pueden  explicarse  más  que  en  el  seno  de  una  comunidad con un gran afán de trascendencia.  Los grupos que los aztecas encontraron y sometieron a su llegada al Altiplano, fueron protagonistas de algunas de las  “traiciones”  en favor  de  los  españoles,  sin  las  cuales  la  Conquista hubiese sido imposible.  Suponer que había una aceptación universal de las proclamas aztecas en cuanto a la antropofagia solar implica no  comprender  nada  de  esta  antigua  visión  de  la  existencia.

Al  finalizar  la  Conquista,  la  cultura  prehispánica  parecía haber muerto  para siempre. Los conquistadores declararon al pueblo indígena como inferior y susceptible de ser esclavizado.  su  religión fue considerada como brujería y objeto de persecución.  Los  manuscritos de  las  bibliotecas fueron quemados  en  las  plazas  públicas  como  obras  del  diablo;  los  viejos  sabios, guardianes  de  la  tradición,  desparecieron o fueron asesinados;  las  obras  de  arte  fueron destrozadas,  fundidas  o echadas a los lagos. Además, los  conquistadores  acostumbraban a edificar sobre  los  escombros  de  los edificios y ciudades  conquistadas.  De  ahí  que  en  el  vasto  territorio  que cubría  el  antiguo  México,  no  quedase ningún  palacio o  templo  contemporáneo  de  la Conquista. Para  completar el desastre,  los  documentos  de  que  dispusieron  los  cronistas posteriores  a  la  Conquista  no  trataban más  que  de  las  manifestaciones culturales  desaparecidas.  En  efecto,  la  historia  que  algunos  estudiosos  españoles  y autóctonos se esforzaron por reconstituir, con la ayuda de los últimos sobrevivientes y de antiguos  manuscritos, antes de que éstos fueran destruidos, no pudo extenderse  más allá del décimo siglo de nuestra Era, ni referirse más que a la parte central de México. Porque, como los aztecas eran el  pueblo  que  dominaba  Mesoamérica  en  tiempos de la Conquista, en el  siglo  XVI,  la  historia precolombina se limitaba a relatar las vicisitudes que habían conducido a los aztecas a la cabeza de un Imperio y a recordar las luchas por la hegemonía política que tuvieron lugar, sin  interrupción,  a  partir  de  esa  época  entre  las  tribus  nómadas  recientemente  llegadas,  entre las que se encontraban los aztecas,  y los herederos de la antigua civilización. Una vez que las ciudades de los últimos vencedores fueron convertidas en ruinas por los europeos, esta región se convirtió en la más estéril en vestigios arqueológicos.
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Los últimos cinco siglos de vida precolombina se redujeron a los relatos de actividades bélicas, que marcaron  a  los  indígenas  con  una  vocación  sanguinaria.  Ello se transformó en un arma en manos de conquistadores.  Sus  propósitos  fueron, además, grandemente facilitados por el hecho de que, una cincuentena de años antes de su irrupción  en  estas  tierras  de  América,  los  aztecas habían  logrado  implantar  un  régimen  de terror  comparable  a  las  peores  dictaduras  modernas.  Evitando  escuchar  las  voces  de  las víctimas  y  sin  tener  en  cuenta  las  contradicciones  internas  que  provocaba  tal  estado  de cosas,  los  españoles  pudieron  convencer  a  Europa  de  la  barbarie  de  los pueblos  descubiertos. Basado en sus propias destrucciones,  la  última  fase  histórica  vino a constituir  todo  el  pasado  autóctono.  Era un  pasado como emergido  de  la  nada,  por  estar  desvinculado de  las  manifestaciones  culturales  que  lo  habían engendrado. Por ello, los  preceptos  de  la  antigua  religión y la grandeza de la civilización desaparecida fueron totalmente incomprendidos.  Sin  embargo,  gracias  a  una  circunstancia  inesperada  que  vino  a  frustrar  el encarnizamiento  de  los  conquistadores,  esta  cultura, que  parecía  condenada  a la desaparición,  está teniendo una resurrección.  Porque  si lo ignoramos  todo  acerca  de  las  ciudades destruidas por las hordas guerreras desde el siglo X, en cambio conocemos, cada día más, los lugares abandonados desde entonces. Estos testimonios silenciosos van emergiendo. La historia de la arqueología de los últimos años no es más que el descubrimiento  progresivo  de  las  relaciones  que  mantenían  entre  ellos los  diversos  grupos  étnicos. La  lectura  de  las  fechas  que  los  mayas  inscribieron  con  profusión  sobre  sus monumentos  permitió  situar en  el  tiempo  estos  vestigios,  hasta  entonces perdidos  en  las  brumas  de  las  leyendas.  Se  logró precisar  que  la  actividad creadora de ese pueblo habitante del sur de México y de la América Central se extendió, aproximadamente, entre los siglos IV y IX después de Cristo, aunque hay indicios de una mayor antigüedad. Por otra parte, las excavaciones realizadas en el país maya permitieron  establecer  valiosos  paralelismos cronológicos sobre toda Mesoamérica. Estos paralelismos demostraron que es en el curso de los ochos primeros siglos de nuestra Era cuando el pensamiento precolombino conoció su más potente esplendor, porque en ese lapso fueron establecidas las bases culturales que subsistieron hasta la llegada de los europeos.

El  número  de  monumentos  que  los  pueblos  de  Mesoamérica  crearon,  sin interrupción, durante  los ocho primeros siglos de nuestra Era, es prodigioso. El subsuelo de México y de  la  América Central está  literalmente lleno de ruinas provenientes de ese  periodo. En  cuanto  al pensamiento religioso,  fundamental  para  Mesoamérica,  es  el  que  ha sufrido  más  en  su  integridad-  Sepultado  bajo  el  peso  de  la  incomprensión, su  mensaje  no  es  de  fácil  acceso.  Su redescubrimiento  no  puede  lograrse  más  con las distintas clases de documentos de que se dispone, como los textos, los jeroglíficos que abundan sobre el material arqueológico, y los códices, libros pintados según el sistema jeroglífico.  Los documentos escritos, analizados  por  el erudito mexicano Ángel María Garibay, descubren que la literatura prehispánica del Altiplano se revela mucho más rica de lo que se podría esperar, dadas las circunstancias  históricas. Además  de  la  abundante  documentación  conocida,  las  traducciones  modernas  forman  ya una  pequeña  biblioteca .  Los especialistas  afirman,  asimismo,  que  los  textos  publicados  hasta  ahora  no  son  más  que una  mínima  parte  de  los  que  se esperan. Si  bien  no  emplearon  más  que  los  rudimentos  de  escritura  fonética,  los  antiguos mexicanos  poseían  verdaderos  archivos  concernientes  a  su  pasado, tales como  libros  en  cuero o  en papel, obtenido  de  la  corteza  de  plantas,  en  cuyas  páginas,  plegadas  a  la  manera  de  un biombo,  los  acontecimientos  están  consignados  por  medio  de  figuras  simbólicas  y  de fechas.  Son  éstos,  los  libros  pintados,  los  que  sirvieron  de  base  a  los  anales  redactados después  de  la  Conquista  en que los  hechos  aparecen desprovistos de todo contexto.  Una  treintena  de  anales  son conocidos hasta  ahora.  La  mayor  parte  de  ellos son la obra de autores indígenas anónimos que escribieron en su lengua materna. El resto se  debe a  descendientes  de  la  nobleza  autóctona, como Ixtlilxóchitl,  Tezozómoc o Chimalpáin,  que se expresaron también principalmente en náhuatl, o a clérigos españoles que siguieron de cerca a los conquistadores, como Mendieta, Olmos, Sahagún o Durán.
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Hemos  visto que la historia se reduce a luchas por la hegemonía  política  de  la  parte  central  de  México.  Hacia  el  fin  del  siglo  IX,  al  entrar  en escena tribus nómadas que se supone llegadas del norte, el representante de la cultura y de la  autoridad  es  Culhuacán,  gran  ciudad  situada  en  los  alrededores  de  la  actual ciudad de México. Colhuacan o Culhuacán fue un antiguo señorío que se encontraba en la punta occidental de la península de Iztapalapa, en el valle de México. Las fuentes mexicas y texcocanas dicen que Culhuacán fue fundado por los toltecas, que la convirtieron en su primera capital; sin embargo, Chimalpahin y las investigaciones arqueológicas posteriores ponen de manifiesto que el asentamiento ya existía antes de la llegada de los toltecas al valle de México. Fue fundado al final del período Clásico de Mesoamérica, como resultado de la dispersión demográfica que sufrió Teotihuacan en la época de su declive. Sus habitantes eran portadores de la cultura de la gran metrópoli, y esa era una de las causas de su gran prestigio. La legitimación de los tlatoanis de México-Tenochtitlan se debió a su relación con el linaje gobernante de Culhuacán. Antes que los aztecas construyeran, en 1325, su propia capital,  Culhuacán  había sido ya destruida por rivales que se sirvieron de los recién llegados como mercenarios. A pesar  de  su  declive  político,  Culhuacán  no  dejará,  hasta  el  fin  de  los  tiempos precolombinos, de figurar en  la tradición como la fuente de la que los aztecas extrajeron no  sólo  todo  su  saber,  sino  también  el  origen  aristocrático  del  que  no  dejarán  de vanagloriarse  más  tarde.  Porque  es  a  través  de  Culhuacán  como  la  civilización  náhuatl milenaria fue lentamente asimilada por esos cazadores nórdicos, los aztecas, de los que se afirma que a su llegada ignoraban hasta la costumbre de cocinar los alimentos. Después  de  la  caída  de  Culhuacán,  el  poder  se  transfiere  a  Azcapotzalco,  centro urbano perteneciente al mismo estrato cultural, a pocos kilómetros al norte del primero. Azcapotzalco (“en los montes de hormigas“), curiosamente relacionado con la tradición hopi del Pueblo Hormiga. Hay evidencia arqueológica de que el área que hoy ocupa la delegación Azcapotzalco fue habitada al menos desde el periodo Preclásico formativo.

En el Altiplano central se dice que fue en Azcapotzalco donde se elaboraba la joyería más elegante del área. En cuanto a la orfebrería de esta ciudad, fray Bernardino de Sahagún dedica buena parte de su monumental obra Historia general de las cosas de Nueva España a la descripción del trabajo de los artistas, a quienes genéricamente llama plateros, de acuerdo con la tradición que en Europa se tenía para nombrar a este gremio de artesanos. Los textos de su historia se ven enriquecidos con detalladas escenas que, a manera de viñetas o miniaturas, recrean el laborioso proceso metalúrgico. El Estado mexica, llamado comúnmente Imperio azteca, fue la formación política mexica derivada del proceso de expansión territorial del dominio económico de la ciudad-estado México-Tenochtitlan, que floreció en el siglo XIV en Mesoamérica. Fue encabezado por los mexicas —también conocidos como aztecas—, un pueblo que, de acuerdo con algunos documentos históricos, como la Tira de la Peregrinación, era originario de un sitio mítico conocido como Aztlán, al que se suele ubicar fuera de los confines de Mesoamérica. Sin embargo, parece plausible que los mexicas fueran un pueblo de tradición cultural netamente mesoamericana y no los descendientes de grupos chichimecas dedicados a la cacería y la recolección. México-Tenochtitlan fue la capital del Imperio Mexica. La fundación de la ciudad es un hecho cuya historia se mezcla con la leyenda. La mayoría de las fuentes cita como fecha de fundación de la ciudad el 18 de julio de 1325, de acuerdo con la información proporcionada por los mexicas y que se encuentra registrada en varios documentos.  La leyenda de la fundación señala que México-Tenochtitlan fue poblada por un grupo de tribus nahuas migrantes desde Aztlán, lugar cuya ubicación precisa se desconoce. Ésta es una de muchas historias que hacen referencia a la Atlántida en diferentes culturas alrededor del mundo. Según la mitología mexicana oficial, Aztlán fue una isla o islote primigenio y punto de partida de los aún aztecas , representado como una isla en un lago. Su posible existencia y localización ha sido un punto controvertido entre investigadores del tema, siendo la más aceptada por la ciencia histórica la de una idea derivada de la representación simbólica de la propia México-Tenochtitlan, aunque algunos otros investigadores la han situado en diversos sitios. Tras merodear por las inmediaciones del lago de Texcoco, los futuros mexicas se asentaron en diversos puntos de la cuenca de México que estaban sujetos al señorío de Azcapotzalco.
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La migración concluyó cuando fundaron su ciudad en un islote cercano a la ribera occidental del lago. Las excavaciones arqueológicas apuntan a que el islote de México estuvo habitado desde antes del siglo XIV y que la fundación de Tenochtitlan pudo ser posterior a la de México-Tlatelolco, su gemela del norte. México-Tenochtitlan se convirtió en una zona independiente tras el establecimiento de una alianza con Texcoco y Tlacopan, que derrotó a Azcapotzalco.  La capital de los mexicanos se convirtió en una de las mayores ciudades de su época y fue la cabeza de un poderoso Estado que dominó una gran parte de Mesoamérica. El florecimiento de la ciudad se realizó a costa del tributo pagado por los pueblos sometidos a su poder. Por ello, cuando los españoles llegaron a Mesoamérica, numerosas naciones indígenas se aliaron con ellos con el objetivo de poner fin a la dominación tenochca. Cuauhtémoc —último tlatoani de México-Tenochtitlan— encabezó la resistencia de la ciudad, que cayó el 13 de agosto de 1521 a manos de los españoles y sus aliados indígenas, todos bajo el mando de Hernán Cortés. Hasta  1428,  sesenta y cuatro  años  antes  de  la  llegada  de  Colón,  los aztecas  vivían  miserablemente  como  tributarios  de  los  señores  de  Azcapotzalco. Conquistaron su independencia al precio de una guerra particularmente sangrienta que duró varios meses. En su odio contra los antiguos tiranos, no sólo arrasan  Azcapotzalco  hasta la última piedra, sino que condenan el lugar a convertirse en mercado de esclavos. Necesitarán  todavía unas  cinco  décadas antes  de  convertirse  en  dueños  del Altiplano,  después  de  haber  sometido  a  los  diversos  pequeños  reinos  entre  los  que  se distribuía el territorio. Es  sólo  entonces  cuando  comenzaron  a  lanzar  los  ejércitos  hacia  el  sur.  En  el momento de la Conquista, su Imperio se extendía hasta la América Central.  La  independencia  azteca  se  realiza  bajo  el  rey  Itzcóatl.  Durante  el  reinado  de  su sucesor,  Moctezuma el  Viejo  — de  1440  a  1469 — se  consolida  definitivamente  la  joven nación por medio de un conjunto de leyes  y reformas que cubre todos los aspectos de la vida  del  grupo,  y  gracias  a  las  expediciones  militares  a  países  lejanos,  cuyos  productos tropicales enriquecerán a Tenochtitlán.  Pero es a otro  Moctezuma  al que corresponderá la ingrata tarea de recibir a los conquistadores.  Prisionero  en  su  propio  palacio,  será  asesinado,  en  1520,  cuando  intentó, desde lo alto de un balcón, reconciliar a su pueblo con los invasores.  El  joven  príncipe  que  meses  más  tarde  asumió  el  poder  se  llamaba  Cuauhtémoc. Es  el  que  defendió  Tenochtitlan  durante  el  sitio  de  los  españoles.  Se  rindió  después  de una resistencia  heroica de 75 días, cuando la ciudad había quedado convertida en ruinas.  Pero fue traidoramente asesinado en 1524. Por una extraña coincidencia, el nombre que cierra la lista de los reyes del antiguo México significa literalmente  Águila que cae.

La  llegada  de  los  aztecas  al  poder  absoluto  constituye  una  epopeya  de  gran dramatismo.  Los anales correspondientes a este periodo describen que el proceso de sometimiento social y religioso mediante medidas de gran ferocidad.  El  análisis  de  los  jeroglíficos  permitirá  comprender  mejor  el mecanismo de esta degradación. Con la finalidad evidente de establecer que la historia comienza con los aztecas y que sea en adelante  imposible  juzgar sus actos según  la antigua sabiduría, en el centro de la cual figuraba la prohibición expresa del sacrificio humano , el rey azteca Itzcóatl  ordena, hacia 1428,  la destrucción de  los archivos referentes al pasado. Estos archivos, caídos en sus manos durante la toma de  Azcapotzalco,  no podían provenir más que de  Culhuacán  y debían  tratar  de  las  sociedades  anteriores  al  siglo  X.  Privado  así  de  todo  testimonio directo, el milenio que forjó la cultura náhuatl no pudo ser reconstruido más que con la ayuda de la tradición oral y de algunos pocos documentos rescatados. Los aztecas se erigen, a través de  Culhuacán,  en los herederos de ancestros a los cuales atribuyen la invención de todas las artes y de todas las ciencias  y  que,  por  ese  hecho,  pasaron  a  la  posteridad  con  el  calificativo  de  “Grandes Artistas“,  toltecas en lengua náhuatl. Estos  ancestros  glorificados parecen  más  bien participar de la  leyenda. Y ello tanto más cuando las  mismas virtudes por las cuales se señalan, como grandeza  moral e  impulso creador, no se siguieron. La grandeza  moral, por ser incompatible con las actuaciones que los aztecas se permitieron en su nombre. El impulso creador, porque al no reconocer sus obras verdaderas,  fue  aplicada  a  manifestaciones  que  lo despojaron de todo su sentido. Por otra parte, la vida social de  los  Toltecas  aparece totalmente centrada alrededor  del  prestigioso  héroe  cultural  Quetzalcóatl,  cuya  naturaleza  es  realmente ambigua. Es  un  rey  de  una  rectitud sobrehumana  hasta  el  día  en  que,  impulsado  por  malos consejeros,  se  embriaga  y  comete  el  pecado  de  dormir  con  la  bella  Xochipétatl.  Inconsolable,  se  castigará  abandonando  su  bien amado  reino  de  Tula  y  encendiendo  la hoguera de la cual su corazón, liberado por las llamas, se elevará al cielo transformado nada menos que en el  planeta  Venus.
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Esta  transformación  tendrá  lugar  después  de  una  visita  al  Señor  del mundo subterráneo, de donde rescatará los restos de sus padres. Las  aventuras  de  Quetzalcóatl  forman,  con  mucho,  la  parte  más  voluminosa  del conjunto de los anales. En un lenguaje concentrado, de una gran belleza poética, ocupan  todo  el  periodo  creador. Es el esplendor incomparable de las obras que iluminan su reino y la sabiduría infinita de los  toltecas,  sus discípulos.  Es  el  combate  contra  las  fuerzas  del  mal  y  el  renunciamiento  doloroso  a  los bienes  terrenales.  Son  las  etapas  de  una  peregrinación  que  deja  improntas  en las  rocas  de  las  montañas  y  tiende  puentes  sobre  insondables  abismos.  Es  la  muerte voluntaria por el  fuego, el pánico del descenso hacia el  lugar de los Muertos; el rapto de los  huesos  y  la resurrección de  la pareja de ancestros. Es, en fin, el corazón que se eleva escoltado por miríadas de pájaros multicolores. No  intentar  arrancar  algo  de  verdad  histórica  de  esta  vasta  epopeya  es renunciar a conocer la historia de los hombres que forjaron el antiguo México. De ahí los esfuerzos de los especialistas para obtener un cuadro con cierta coherencia.  La  precisión  con  la  que  los  textos  nos  hablan  de  Quetzalcóatl  como  rey  de  Tula, confiere una innegable apariencia de realidad a la vida de ese reino lejano y legendario. La ciudad y sus ocupantes  están  minuciosamente  descritos,  se  detallan  las  innumerables  reformas  e innovaciones  introducidas  por  su  soberano.  Quetzalcóatl  adquiere  dos  personalidades  distintas,  sin  relación  aparente entre  ellas.  De  un  lado,  es  una  potencia  de  este  mundo  en  lucha  con  las  pasiones  y finalmente derrotado por un rival. Del otro es un dios creador, héroe de acontecimientos que escapan  a  la  lógica  del  sentido  común, como casi todos los relatos legendarios.  Se llega a la conclusión de que su descenso a los infiernos y su transfiguración deben, por lo menos, ser tan reveladores de su naturaleza como su actividad social.

El  comportamiento  mítico  de Quetzalcóatl  está  indisolublemente  ligado  a  la  existencia  humana  del  rey  de  Tula. En  los  anales,  Quetzalcóatl  salta  de  época  en  época,  de  ciudad  en ciudad, con una desenvoltura total. En realidad, su figura gigante llena la escena durante centenares  de  años  sin  interrupción  y  los  escritos  permiten  situar  su presencia concreta en  fechas  muy distantes entre sí.  Mientras historiadores de  la talla de Sahagún  y  Chimalpáin  lo  hacen  aproximadamente  contemporáneo  del  comienzo  de nuestra Era, otros, no menos importantes, llegan a hacerlo aparecer en el curso de los siglos guerreros. Es  necesario  considerar  a  Quetzalcóatl  en  toda  su  amplitud,  aceptando  que  debe  haber,  quizá,  razones  profundas  para que  una civilización de la trascendencia de la náhuatl lo haya reclamado tan obstinadamente como su creador. Se señala siempre como particularidad de los  toltecas  una veneración extrema a un dios único llamado igualmente Quetzalcóatl. Esta afirmación es tanto más molesta para la identificación histórica, cuanto que refiere categóricamente que este dios no era otro que el  mismo  rey  Quetzalcóatl,  transfigurado  en  Venus, la Estrella  de  la  Mañana.  Es después del abandono de su reino y su desaparición física cuando se transforma en cuerpo celeste,  la  Estrella  de  la  Mañana.  El rey de Tula, al cual se asigna la gloria de las invenciones toltecas y que se fue un día en pos del Sol, era gran sacerdote del dios Quetzalcóatl. De donde, por mucho que se haga retroceder su reino, el soberano  implicará siempre un predecesor divinizado. El rasgo fundamental de este dios es su expreso origen humano; el del monarca, su calidad de sacerdote.
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La mayor parte que se conoce sobre la mitología tolteca viene de las leyendas adoptadas por culturas posteriores. Los toltecas fueron la última cultura dominante en Mesoamérica antes de la llegada de los aztecas. Los primeros habitantes de México, acerca de los cuales la historia conoce algo, fueron los toltecas. Se supone que vinieron del norte y se cree que entraron al valle del Anáhuac en el séptimo siglo después de Cristo. Se les acredita también la construcción de algunas de las grandes ciudades, cuyas ruinas aun existen en América central, donde se esparcieron durante el siglo XI. En este caso, deben haber sido los escultores de los jeroglíficos tallados en algunos monumentos. Entonces, ¿por qué el sistema pictórico de escritura de México no provee, aún, ninguna clave interpretativa para los jeroglíficos de Palenque, Copán y Perú? Además, ¿quiénes eran y de dónde. procedían, estos civilizados toltecas? ¿Quiénes eran los aztecas que les sucedieron? Entre los sistemas jeroglíficos de México existen algunos que permanecen indescifrables. Estamos hablando de jeroglíficos que se consideran simplemente como algo puramente figurativo y simbólico: “cuyo uso era limitado a los sacerdotes y  los vates, que además poseían un significado esotérico“.  Muchos jeroglíficos en los monolitos de Palenque y Copán tienen el mismo carácter. Pero los sacerdotes y los vates fueron diezmados por los conquistadores españoles y, por lo tanto, el secreto murió con ellos. Casi todos los terraplenes americanos siguen una conformación de terraza y ascienden mediante amplios escalones, a veces cuadrados, a menudo hexagonales, octagonales o truncos. Sin embargo se parecen, en todos los aspectos, a los teocallis mexicanos y a los topes indos. Visto que, en la India, estos últimos se atribuyen al trabajo de los cinco Pandus de la Raza Lunar, del mismo modo los monumentos y los monolitos ciclópeos de las riberas del Lago Titicaca se atribuyen a gigantes, los cinco hermanos desterrados procedentes de “más allá de las montañas“. Adoraban a la Luna y antecedieron a los “Hijos y a las Vírgenes del Sol“. Es obvio que la tradición aria se interconecta con la americana, en cuanto a las razas lunares y solares: Sûrya Vansa y Chandra Vansa, vuelven a aparecer en América. Entre 1 687 y 1 689, Núñez de la Vega formó las Constituciones diocesanas del obispado de Chiapa, México. Núñez de la Vega estaba anheloso en identificar a los mexicanos con los bíblicos adoradores del sol y de la serpiente.

Al respecto hubiera podido consultar las Crónicas del virreinato de Guatemala, de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, y el Manuscrito, de Juan Torres, nieto del último rey de los quichés. Este último documento estuvo en manos del lugarteniente general de Pedro Alvarado, conquistador español que participó en la conquista de Cuba, en la exploración por Juan de Grijalva de las costas de Yucatán y del Golfo de México, y en la conquista de México dirigida por Hernán Cortés. Y en dicho documento se dice que los toltecas descendían de los israelitas que, abandonados por Moisés luego del paso del mar Rojo, cayeron en la idolatría. Y bajo la dirección de su caudillo Tanub anduvieron errantes hasta llegar al punto llamado de las Siete Cavernas, en tierras de México, donde fundaron la famosa ciudad de Tula. Las antiquísimas ruinas de México planteaban muchos interrogantes. De repente, uno tras otro, fueron sucediéndose nuevos descubrimientos. Algunos de aquellos extraordinarios testimonios de la cultura de la América precolombina no distaban de la capital de México más de una hora en ferrocarril, e incluso algunos de ellos radicaban en la misma periferia de la ciudad.  Ixtlilxóchitl era un príncipe convertido al cristianismo, amigo de los españoles, muy culto y poseedor de extensos conocimientos sobre los sacerdotes. Pasada la época de las guerras, se dedicó a recopilar la historia de su pueblo. Su guía era la tradición, y su relato, que nadie quería creer, arranca de las tinieblas de la era primitiva con la fundación de la ciudad de Tula, o Tollan, hoy día, en el Estado de Hidalgo, por los toltecas. Hace historia de las grandes hazañas de este pueblo que conoció la escritura, los números, el calendario y levantó templos y palacios. Los toltecas no solamente gobernaron como príncipes en Tula, sino que eran muy sabios, y las leyes que dictaron fueron justas para todos. Su religión era benévola y libre de las crueldades que surgieron más tarde. Cuenta que su principado, que duró unos cinco siglos, sobrellevó hambres, guerras civiles y querellas dinásticas, hasta que otro pueblo, los chichimecas, ocupó el país. Los toltecas supervivientes emigraron y se establecieron primero en Tabasco y después en Yucatán. Los dioses de antaño, de los que los textos nahuatlacas contaban relatos legendarios eran descritos como hombres barbados, como correspondería a los antepasados del barbudo Quetzalcóatl. Al igual que en las teogonías mesopotámicas y egipcias, había relatos de parejas divinas y de hermanos que se casaban con sus propias hermanas.
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De interés prioritario para los aztecas, que habían heredado de los toltecas, eran los cuatro hermanos divinos, Tlatlauhqui, Tezcatlipoca-Yáotl, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, según su orden de nacimiento. Ellos representaban a los cuatro puntos cardinales y a los cuatro elementos primarios: Tierra, Viento, Fuego, Agua, un concepto de la «raíz de todas las cosas» bien conocido en el Viejo Mundo de uno a otro confín. Estos cuatro dioses representaban también los colores rojo, negro, blanco y azul, y las cuatro razas de la humanidad, a las que se representaba a menudo, como en la primera página del Códice Fejervary-Mayer, con los colores correspondientes, junto con sus símbolos, árboles y animales. Se cree que el gran Calendario de Piedra azteca, herencia de los toltecas,  es la plasmación en piedra de las cinco eras. Los símbolos que circundan el panel central y la misma imagen central han sido objeto de numerosos estudios. El primer anillo interior representa, con toda claridad, los veinte signos de los veinte días del mes azteca. Los cuatro paneles rectangulares que rodean el rostro central se reconocen como los glifos que representan las cuatro eras anteriores, y la calamidad que terminó con cada una de ellas, tales como agua, viento, terremotos y tormentas, y el jaguar.  Los relatos de las cuatro eras son valiosos por la información relativa al tiempo transcurrido en cada una de las eras y a sus principales acontecimientos. Aunque las versiones varían, lo cual sugiere una larga tradición oral previa a los registros escritos, todas coinciden en que la primera era llegó a su fin con un diluvio, una gran inundación que arrasó la Tierra. La humanidad sobrevivió gracias a una pareja, Nene y su mujer, Tata, que se las ingeniaron para salvarse en un tronco vaciado. O bien esta primera era o bien la segunda fue la era de los Gigantes de Cabellos Blancos. El Segundo Sol se recordó como «Tzoncuztique», la «Era Dorada»;que terminó a causa de la Serpiente del Viento. El Tercer Sol estaba presidido por la Serpiente de Fuego, y fue la era de la Gente de Cabello Rojo. Como curiosidad tenemos que en 1911 se hallaron diversos restos humanos momificados de cabello pelirrojo en la cueva Lovelock, situada a unas 70 millas al noreste de la ciudad de Reno, en el estado de Nevada, Estados Unidos. Curiosamente el cabello rojo es una característica de los escoceses. En total, se hallaron unos 60 cuerpos, muchos de ellos momificados  y gran cantidad de esculturas de piedra, hueso y madera, que se consideran de los más antiguos encontrados en el Nuevo Mundo. Sorprende entre los hallazgos unos mocasines y sandalias enormes.

Según el cronista Ixtlilxochitl, éstos fueron los supervivientes de la segunda era, que llegaron en barco desde el Este hasta el Nuevo Mundo, asentándose en la región de Botonchán. Allí se encontraron con gigantes, los Gigantes de Cabellos Blancos, que habían sobrevivido a la segunda era, y fueron esclavizados por éstos. El Cuarto Sol fue la era de la Gente de Cabeza Negra. Fue durante esta era cuando Quetzalcóatl apareció en México. Quetzalcóatl era alto de estatura, de luminoso semblante, con barba, y vestía una larga túnica. Su báculo, con forma de serpiente, estaba pintado de negro, blanco y rojo; llevaba piedras preciosas engarzadas y estaba adornado con seis estrellas. Quizá no sea casualidad que el báculo del obispo Zumárraga, el primer obispo de México, se hiciera muy parecido al de Quetzalcóatl. Fue durante esta era cuando se construyó Tollan, la capital tolteca. Quetzalcóatl, señor de la sabiduría y el conocimiento, introdujo la enseñanza, los oficios, las leyes y el cálculo del tiempo en base al ciclo de 52 años. Hacia el final del Cuarto Sol tuvo lugar una serie de guerras entre los dioses. Quetzalcóatl partió, de vuelta hacia el Este, hacia el lugar de donde había venido. Las guerras de los dioses causaron estragos en el país y los animales salvajes, representados por el jaguar, diezmaron a la humanidad, por lo que Tollan quedó abandonada.  Más tarde llegaron los pueblos chichimecas, o aztecas; y dio comienzo el Quinto Sol, la era azteca y todavía la era actual. ¿Por qué se les llamó «soles» a las eras y cuánto duraron? En el Códice Vaticano-Latino 3738 se dice que el primer Sol duró 4.008 años, el segundo 4.010 y el tercero 4.081. El Cuarto Sol «comenzó hace 5.042 años», pero no se especifica el momento de su final. Sea como sea, tenemos aquí un relato de los acontecimientos que se remonta a 17.141 años a partir del momento en que los relatos se anotaron. Es un lapso de tiempo demasiado largo como para creer que la gente pueda recordar algo. Y los expertos, aunque aceptan que los acontecimientos del Cuarto Sol contienen elementos históricos, tienden a desechar lo relativo a eras anteriores como meros mitos. ¿Cómo explicar entonces los relatos de Adán y Eva, de un Diluvio Universal y la supervivencia de una pareja?. Son episodios que, según H. B. Alexander, en su obra Latin-American Mythology, son «sorprendentemente evocadores del relato de la creación del Génesis y de la cosmogonía babilónica».
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Algunos expertos sugieren que los textos nahuatlacas reflejan de algún modo lo que los indígenas ya habían escuchado en los sermones bíblicos de los españoles. Pero, dado que no todos los códices son posteriores a la Conquista, las similitudes bíblico-mesopotámicas sólo se pueden explicar si se admite que las tribus mexicanas tenían lazos ancestrales comunes con la antigua Mesopotamia. Además, la cronología mexica-náhuatl se correlaciona con acontecimientos y momentos con una precisión científica e histórica que debería llevar a más de uno a detenerse y reflexionar. La fecha el Diluvio, al final del Primer Sol, se data en unos 13.133 años antes del momento en que se escribió el códice; es decir, hacia el 11.600 a.C. Y resulta que se estima que el Diluvio bíblico, confirmado por el relato de Platón en relación al hundimiento de la Atlántida,  arrasó la Tierra hacia el 11.000 a.C.; por lo que las coincidencias sugieren que hay algo más que un mito en los relatos aztecas. También es intrigante la afirmación de los relatos de que la cuarta era fue la época de la «gente de cabeza negra», mientras que las anteriores eras se distinguían por los gigantes de cabello blanco y la gente de cabello rojo. Y éste «gente de cabeza negra» es precisamente el término por el cual se nombraba a  los sumerios en sus textos. ¿Acaso los relatos aztecas sostienen que la era del Cuarto Sol fue la época en la que los sumerios aparecieron en escena? La civilización sumeria se calcula que comenzó hacia el 3600 a.C., y no debería sorprendernos que, datando el comienzo de la Cuarta Era en 5.026 años antes de su propia época, los aztecas lo situaban ciertamente en los alrededores del 3500 a.C., lo cual coincide sorprendentemente con el inicio de la era de la «gente de cabeza negra». La explicación de que los aztecas les contaron a los españoles lo que habían escuchado de los mismos españoles, no se sostiene en lo referente a los sumerios como la «gente de cabeza negra», ya que se descubrieron los restos y el legado de la gran civilización sumeria cuatro siglos después del descubrimiento de América. Ello nos lleva a la conclusión de que los pueblos nahuatlacas debían de conocer los relatos que aparecen en el Génesis a partir de sus propias fuentes ancestrales. Pero, ¿cómo tuvieron la misma información que la que sirvió para escribir el Génesis? Esta misma pregunta desconcertó ya a los españoles. Asombrados de haber descubierto no sólo una civilización en el Nuevo Mundo, sino también «el gran número de personas que hay allí». Estaban asimismo desconcertados por las conexiones bíblicas de los relatos aztecas.

Intentando dar con una explicación, se les ocurrió una respuesta sencilla. Debían de ser los descendientes de las Tribus Perdidas de Israel, que fueron exiliadas por los asirios en el 722 a.C. y se desvanecieron sin dejar rastro . Lo que quedó del reino de Judea lo conservaron las tribus de Judá y de Benjamín. Pero ¿cuándo había sucedido todo aquello? Fue un francés, Désiré Charnay, el primero en confirmar los relatos de Ixtlilxóchitl mediante un hallazgo. A pesar de lo cual no consiguió que se prestara atención al relato de Ixtlilxóchitl. Ningún arqueólogo creía en la existencia de Tula, citada por el príncipe, ciudad que ha sido comparada con la fabulosa Thule, también identificado como Tile, Thula, Thila, o Thyïlea, que es un término usado en las fuentes clásicas para referirse a un lugar, generalmente una isla, en el norte lejano. A menudo se cree que pueden haber sido diversos lugares, como Escandinavia. Otros creen que se localiza en Saaremaa en el mar Báltico. «Última Thule», en la geografía romana y medieval, puede también denotar cualquier lugar distante situado más allá de las «fronteras del mundo conocido». Fue mencionada por primera vez por el geógrafo y explorador griego Piteas de Massalia en el siglo IV a. C. Piteas dijo que Thule era el país más septentrional, seis días al norte de la isla de Gran Bretaña, y que el sol de pleno verano nunca se ponía allí. En la mitología griega, Thule era la capital de Hiperbórea, reino de los dioses. Para Procopio de Cesarea, Thule era una isla grande del norte habitada por 25 tribus. Se trata con toda probabilidad de Escandinavia, pues varias tribus son fácilmente identificables, tal como los gautas (Gautoi) y los saami (Scrithiphini). Procopio de Cesarea escribió también que al volver los hérulos, pasaron con los varni y los daneses cruzando el mar a Thule, donde se asentaron junto con los gautas.  A veces se ha especulado con la conexión entre Thule y el mítico continente perdido de la Atlántida. La ubicación más probable de Thule se considera actualmente que pudiera ser la costa de Noruega. Un estudio del año 2007 realizado sobre el mapa de Claudio Ptolomeo por un equipo de investigadores de la Universidad Técnica de Berlín, dirigido por Eberhard Knobhel, Dieter Legelmann y Frank Neitzel, identifica Thule con la isla actualmente llamada Smøla, ubicada frente a la ciudad de Trondheim y sede de la realeza escandinava hacia el siglo I.
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Otros historiadores piensan que se trata de las islas Shetland, las Feroe, Islandia o Groenlandia. En la Edad media, el nombre se utilizó a veces para nombrar a Islandia. Por ejemplo, en la Gesta Hammaburg, de los obispos de la Iglesia de Hamburgo, se citan probablemente escritos más antiguos acerca de Thule. Asimismo los nazis buscaron por todo el mundo la Thule histórica, que ellos creyeron era la patria primigenia de la «raza aria». La organización esotérica alemana que más influenció al nazismo se llamaba la Sociedad Thule. El principal interés de la Sociedad Thule fue una reivindicación sobre los orígenes de la raza aria. «Thule» era un país situado por los geógrafos grecorromanos en el más lejano norte. La sociedad fue bautizada en honor a la Ultima Thule, mencionada por el poeta romano Virgilio en su poema épico Eneida. Era la porción más al norte de Thule y se suele asimilar a Escandinavia. La ariosofía la designó como capital de la Hiperbórea y situaron Ultima Thule en el extremo norte, cercano a Groenlandia o Islandia. Los thulistas creían en la teoría intraterrestre. Entre sus metas, la Sociedad Thule incluyó el deseo de demostrar que la raza aria procedía de un continente perdido, quizás la Atlántida. La existencia real de la villa de Tula, al norte de la capital de México, no significaba para los investigadores ningún punto de partida, ya que en sus alrededores no había ninguna ruina que confirmara las indicaciones legendarias del príncipe historiador. Cuando el francés Désiré Charnay, allá por los años ochenta del siglo XX, empezó a excavar en una pirámide cerca de esta Tula, la arqueología no dedujo consecuencias de su trabajo. Fue durante la última guerra mundial cuando un grupo de investigadores mejicanos empezó a excavar en busca de antiguas ruinas en México. En 1940 los arqueólogos de todo el mundo tuvieron que dar la razón a Ixtlilxóchitl, como tuvo también que hacerse antaño con Homero, en que se baso Schliemann para descubrir Troya, o con la Biblia, que posibilitó los descubrimientos de Layard. Los incrédulos investigadores hubieron de rendirse a la evidencia de una antigua Tula, capital de los toltecas, cuando aparecieron, como testimonios incuestionables las pirámides del Sol y de la Luna. Pero aún sabemos muy poco de este pueblo pre-azteca. México y Yucatán son regiones de la jungla; en que el arqueólogo se pierde cuando intenta una explicación. Lo que realmente puede decirse, a ciencia cierta, es que la cultura de los tres pueblos se halla estrechamente relacionada. Los tres levantaban pirámides cuyas escalinatas conducían a los dioses, al Sol y a la Luna. Éstas, como sabemos, están dispuestas según un criterio astronómico y han sido construidas en base a un calendario. El americano Ricketson Jr. fue el primero en demostrarlo, en 1928, basándose en una pirámide maya en Uaxactún.

Pero actualmente tenemos otra prueba más reciente, la de Chichen Itzá, y otras muchas más remotas en Monte Albán. Todos estos pueblos vivían en base a sus ciclos del calendario. Ellos pensaban que, pasados cincuenta y dos años, el mundo se hundiría. De tal temor nacía el poder de los sacerdotes, ya que solamente ellos eran capaces de conjurar la siempre inminente desgracia. Los medios que empleaban se hicieron cada vez más terribles, más crueles, degenerando en las inmensas carnicerías humanas y en la fiesta de Xipe Totee, el dios de la tierra y de la primavera, en holocausto del cual los sacerdotes torturaban a otros hombres, poniéndose la ensangrentada piel de las víctimas cuando éstas latían aún en los estertores de su agonía. La relación entre estos pueblos se manifiesta también en sus dioses, que guardan entre sí el mismo parentesco que se observa entre la mitología griega y la romana. Una de las divinidades mayores, el grande y sabio Quetzalcoatl, vivía, lo mismo que Kukumatz, en Guatemala, y Kukulkán, en Yucatán. Su imagen como la serpiente emplumada se halla tanto en los monumentos antiguos como en los más recientes. Incluso se parecían las costumbres de los pueblos de América Central. Y sus idiomas, aunque muy numerosos, pueden agruparse en dos grandes familias lingüísticas. En lo que se refiere a su historia en tiempos antiguos, nos movemos completamente en la oscuridad, a pesar de los excelentes resultados de las investigaciones, que si bien han llegado a establecer una exacta correlación del calendario maya con el nuestro, carecen siempre de un punto de partida.  En la jungla, donde están las pirámides y palacios, descubrimos monumentos, pero no hallamos todavía períodos ni fechas. Podemos aventurar teorías, pero nos encontramos con muy pocos hechos seguros.  Algunos investigadores, basándose en algunos indicios, creen que la erección de las grandes pirámides por los toltecas tuvo lugar en el siglo IV de nuestra era.
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Se cuenta que Quetzalcoatl, al que se menciona como un dios, vistiendo una larga veste blanca y luciendo espesa barba, llegó una vez del «país del sol naciente» y enseñó al pueblo todas las ciencias, costumbres y leyes sabias, y creó un Imperio en el cual los granos de maíz alcanzaban la altura de un hombre y la fibra de algodón, ya coloreada, no necesitaba de ningún tinte. Pero, por alguna razón, tuvo que abandonar el Imperio. Con sus leyes, su escritura y sus cantos, se volvió por el mismo camino por donde había venido. En Cholula se detuvo para proclamar de nuevo su vasto saber. Luego llegó hasta el mar, empezó a llorar y se abrasó a sí mismo, convirtiéndose su corazón en el lucero del alba. Toda esta descripción parecería indicar que subió a algún tipo de nave espacial. Otros dicen que embarcó en su nave y retornó a su país de origen. Pero todas las leyendas coinciden en asegurar que había prometido volver. Toda leyenda tiene un fondo de verdad. Por eso creemos que estas leyendas  no son simples invenciones poéticas. Entre otras cosas, es curioso lo de la vestimenta blanca, la piel blanca y la barba de Quetzalcoatl, ya que son características totalmente insólitas para los pueblos indígenas americanos. Tal vez los creadores de la cultura del más antiguo Imperio de los mayas hayan sido habitantes de la Atlántida. Los españoles, al invadir México, y dando cuerpo a la profecía del hombre blanco con barba, fueron considerados como «dioses blancos del Oriente», y aquellos españoles fueron tomados como los sucesores de Quetzalcoatl. Pero el tema no queda agotado. Podemos esbozar un cuadro de cuatro ciclos históricos y culturales que  han surgido por sí mismos en cuatro de las más importantes civilizaciones creadas por la Humanidad. Ha de tenerse presente que entre estas civilizaciones y las sociedades primitivas, media un gran abismo. Hay tres civilizaciones que, en importancia, siguen muy de cerca a las que hemos reseñado. Se trata, concretamente, de la de los hititas, la del valle del Indo y la de los incas. Pero estas civilizaciones aún no se conocen suficientemente. De los incas sabemos casi tanto como de los mayas. Pero entre los hombres que han buscado la cultura andina no hallamos ni un Stephens ni un Thompson. Por otro lado, también es bastante lo que sabemos de la historia china, pero estos conocimientos, en su mayoría, no nos han venido por el camino de las excavaciones. En la región de los hititas y en el Valle del Indo se vienen haciendo, de algunos decenios a esta parte, excavaciones serias y con éxito. El calendario maya, que se cre procede de los toltecas, es cíclico, porque se repite cada 52 años mayas. En la cuenta larga, el tiempo de cómputo comenzó el día 0.0.0.0.0 4 ajau y 8 cumkú (en notación maya), que equivale, según la correlación generalmente aceptada, al 11 de agosto del 3114 a. C. en el calendario gregoriano. Sin embargo, muchos expertos en la cultura maya prefieren igualmente la fecha del 13 de agosto de 3114 a.C. como la fecha del inicio de la cuenta larga. ¿Por qué se escogió esta misteriosa fecha como inicio de la cuenta larga?

Los Vedas dijeron que la estrella Venus se ve como fuego con humo.  El cometa tenía una cola, oscura durante el día y luminosa en la noche. Esta cola luminosa, que Venus tenía en los siglos anteriores, es mencionada en el Fuego del Talmud como colgando del planeta Venus. Descrito por los caldeos, se decía que el planeta Venus tenía una barba. Curiosamente “barba” se utiliza en la astronomía moderna para la descripción de los cometas. Los indígenas mexicanos llamaban al cometa “una estrella que humeaba“. ¿Cuál fue la descripción de los antiguos toltecas y de los mayas? Algo lo suficientemente grande como para ser visible desde la Tierra y dando la impresión de humo y fuego, colgando del planeta Venus. Venus, con su brillante cortejo, era un cuerpo muy brillante. Un texto astronómico chino se refiere al pasado, cuando Venus era visible en pleno día. Decía que mientras se movía por el cielo, Venus rivalizaba en brillo con el sol.  Por lo tanto no es extraño que los caldeos lo describieran como una “antorcha brillante del cielo y comparado con la luz del sol naciente“. En la actualidad, la luz de Venus es menos de una millonésima parte de la luz del sol. Los caldeos la llamaban “un estupendo prodigio en el cielo”. Los hebreos describen al planeta como “la luz brillante de Venus brilla de un extremo del cosmos hasta el otro extremo“. Los egipcios describen a Venus (Sekhmet) como “una estrella circulante que esparce su fama en el fuego, una llama de fuego en su tempestad“. Los árabes llamaron a Ishtar (Venus) con el nombre de Zebbaj o “una con pelo“, al igual que los babilonios. Plinio escribió sobre Venus que “a veces hay pelos adjuntados a los planetas“. Pelo o cola es una característica de los cometas, y, de hecho, “cometa” se deriva de la palabra griega para ‘pelo’. El nombre peruano ‘chaska‘ (pelo ondulado) sigue siendo el nombre de Venus, aunque en la actualidad la Estrella de la Mañana es definitivamente un planeta y ya no tiene una cola. La cola de Venus cambió su forma con la posición del planeta. Cuando el planeta Venus se acerca actualmente a la Tierra, es sólo iluminado parcialmente, estando una parte del planeta en la sombra. Asimismo, tiene fases como la Luna. Cuando está más cerca de la tierra, es más brillante. Cuando Venus tenía una cola, los cuernos de su media luna deben haberse extendido en las partes iluminadas de la cola. Tenía dos largos apéndices y parecía una cabeza de toro.
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Las autoridades rabínicas dicen que “la devoción de Israel a este culto del toro se explica en parte por la circunstancia de que, a su paso por el Mar Rojo, vieron el trono celestial, y más claramente los cuatro seres sobre el Trono, vieron al buey“. Si tomamos por referencia las tradiciones, Dios, Adán, los ángeles, los arcángeles y Lucifer habitaban juntos en el cielo y en el mismo lugar. Ahora bien, se sabe que Lucifer, expulsado de la morada de Dios, procedía de Venus. De ello debe deducirse que Dios y los arcángeles no habitaban en un cielo simbólico, sino en un planeta concreto. Pero no nos referimos al planeta Venus, que tiene temperaturas de  500º C, y que está situado entre Mercurio y la Tierra, sino que nos referimos al Venus cometa, que antes de convertirse en un nuevo planeta en el sistema solar, erraba envuelto en llamas por el próximo espacio, formando algo parecido a cuernos de toro, con una larga cola incandescente que incendiaba las selvas tropicales y generaba terribles maremotos. El científico español Beltrán García tradujo unos documentos secretos de Garcilaso de la Vega, historiador de la conquista española y descendiente de una princesa inca.  En estos documentos se relata que los escritos pictográficos del frontis de la Puerta del Sol cuentan que, hace varios millones de años, cuando todavía no existía ningún ser humano en nuestro planeta, una aeronave dorada, procedente de otro planeta y pilotada por unos seres humanos de sangre azul, aterrizó en la Isla del Sol,  en medio del lago Titicaca. De esta aeronave descendió una mujer semejante a las actuales,  pero con la cabeza en forma de cono, grandes orejas y manos palmeadas de cuatro dedos. Su nombre era Orejona y procedía del planeta Venus, donde la atmósfera era similar a la de la Tierra. Como deseaba crear una humanidad terrestre, tuvo relaciones con uno de los animales de la zona, engendrando muchos hijos. Estos descendientes, aunque dotados de poca inteligencia, sirvieron para  que se formase la raza humana en la Tierra. Cierto día, una vez cumplida su misión, Orejona emprendió el regreso a Venus. Sin embargo,  sus hijos procrearon y siguieron su propio destino. En la región del Titicaca una tribu permaneció fiel a la memoria de Orejona, desarrolló su inteligencia, conservó sus ritos y fue el punto de partida de las civilizaciones preincaicas.

La gente de la lejana Samoa, las tribus primitivas que dependen de la tradición oral, ya que no tienen arte de la escritura, repiten hasta hoy que “el planeta Venus se hizo salvaje y le crecieron cuernos de la cabeza”. Los egipcios representaban al planeta, y lo adoraban en la efigie de un toro. El culto a un toro surgió también en la Grecia micénica. Una cabeza de vaca de oro, con una estrella en su frente fue encontrada en Micenas, en el continente griego. Se dice que los largos cuernos de Venus podrían haber sido vistos sin la ayuda de un lente telescópico. Estos cuernos eran porciones iluminadas de la cola de Venus, que se extendían hacia la Tierra. Estos cuernos también podrían haberse extendido al acercarse Venus a la órbita solar, ya que la cola de los cometas están regularmente dirigidas en dirección contraria al Sol.  Cuando Venus se acercaba lo suficientemente a uno de los planetas, sus cuernos se hacían más largos. Este es el fenómeno observado y descrito por los astrólogos de Babilonia cuando Venus se acercó a Marte. A lo largo de la historia, el planeta Venus ha ocupado un lugar destacado en relación a los dioses. Ahí tenemos los grabados de Venus en los antiguos sellos sumerios, así como el inquietante final de la historia de Quetzalcóatl. La leyenda de Orejona indicaría que, en aquella remota época, en Venus habría una atmósfera análoga a la de la Tierra. Pero actualmente se considera altamente improbable, especialmente a partir de la información suministrada por las naves soviéticas de la serie Venera, y confirmada en misiones posteriores. Estas informaciones describen a Venus como un verdadero infierno, con una atmósfera compuesta en un 96% de dióxido de carbono, con nubes formadas en su mayor parte por una solución concentrada de ácido sulfúrico, una temperatura de unos 480 grados centígrados y vientos de unos 360 kilómetros por hora. En resumen, un lugar que dista mucho de ser un confortable hogar para los dioses.
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Pero, antes de continuar, veamos lo que la ciencia nos explica sobre el planeta Venus, que es el segundo planeta del Sistema Solar en orden de distancia desde el Sol, y el tercero en cuanto a tamaño, de menor a mayor. Recibe su nombre en honor a Venus, la diosa romana del amor. Se trata de un planeta de tipo rocoso y terrestre, llamado con frecuencia el planeta hermano de la Tierra, ya que ambos son similares en cuanto a tamaño, masa y composición, aunque totalmente diferentes en cuestiones térmicas y atmosféricas. La órbita de Venus es una elipse con una excentricidad de menos del 1 %, formando la órbita más circular de todos los planetas. Apenas supera la de Neptuno. Su presión atmosférica es 90 veces superior a la terrestre, siendo, por tanto, la mayor presión atmosférica de todos los planetas rocosos. A pesar de estar situado más lejos del Sol que Mercurio, Venus posee una atmósfera más caliente, pues ésta atrapa mucho más calor del Sol, debido a que está compuesta principalmente por gases de invernadero, como el dióxido de carbono. Este planeta, además, posee el día más largo del sistema solar, 243 días terrestres, y su movimiento es dextrógiro, es decir, gira en el sentido de las manecillas del reloj, contrario al movimiento de los otros planetas. Por ello, en un día venusiano el sol sale por el Oeste y se oculta por el Este. Sus nubes, sin embargo, pueden dar la vuelta al planeta en cuatro días. De hecho, hace muchos años, antes de estudiar el planeta enviando a su superficie naves no tripuladas y estudiar su superficie con radar, se pensaba que el período de rotación de Venus era de unos cuatro días. Al encontrarse Venus más cercano al Sol que la Tierra, ya que es un planeta interior, siempre se puede encontrar en las inmediaciones del Sol, por lo que desde la Tierra se puede ver sólo durante unas pocas horas antes del orto, o salida del Sol, en unos determinados meses del año, o también durante unas pocas horas después del ocaso, o puesta del Sol, en el resto del año. A pesar de ello, cuando Venus es más brillante, puede ser visto durante el día, siendo uno de los tres únicos cuerpos celestes que pueden ser vistos de día a simple vista, además de la Luna y el Sol. Venus es normalmente conocido como la estrella de la mañana (Lucero del Alba) o la estrella de la tarde (Lucero Vespertino) y, cuando es visible en el cielo nocturno, es el segundo objeto más brillante del firmamento, tras la Luna. Por este motivo, Venus debió ser ya conocido desde los tiempos prehistóricos. Sus movimientos en el cielo eran conocidos por la mayoría de las antiguas civilizaciones, adquiriendo importancia en casi todas las interpretaciones astrológicas del movimiento planetario.

En particular, la civilización maya, seguramente como herencia de la civilización tolteca, elaboró un calendario religioso basado en los ciclos astronómicos, incluyendo los ciclos de Venus. El símbolo del planeta Venus es una representación estilizada del espejo de la diosa Venus. Se trata de un círculo con una pequeña cruz debajo, utilizado también hoy para denotar el sexo femenino. Los adjetivos venusiano/a y venusino/a son usados para denotar las características habitualmente atribuidas a Venus-Afrodita. Es junto a la Tierra, la diosa Gea de la antigüedad, el único planeta del Sistema Solar con nombre femenino, aparte de dos de los planetas enanos, Ceres, entre las órbitas de Marte y Júpiter y Eris, en el disco disperso del Cinturón de Kuiper. Aunque todas las órbitas planetarias son elípticas, la órbita de Venus es la más parecida a una circunferencia, con una excentricidad inferior a un 1 %. El ciclo entre dos elongaciones máximas, período orbital sinódico, dura 584 días. Después de esos 584 días Venus aparece en una posición a 72° de la elongación anterior. Dado que hay 5 períodos de 72° en una circunferencia, Venus regresa al mismo punto del cielo cada 8 años, menos dos días correspondientes a los años bisiestos. Este periodo se conocía como el ciclo Sothis en el Antiguo Egipto. En la conjunción inferior, Venus puede aproximarse a la Tierra más que ningún otro planeta. El 16 de diciembre de 1850 alcanzó la distancia más cercana a la Tierra desde el año 1800, con un valor de 39.514.827 kilómetros. Desde entonces nunca ha habido una aproximación tan cercana. Una aproximación casi tan cercana será en el año 2101, cuando Venus alcanzará una distancia de 39.541.578 kilómetros. Venus gira sobre sí mismo muy lentamente, en un movimiento retrógrado y en el mismo sentido de las manecillas del reloj si se toma como referencia el polo norte, de Este a Oeste en lugar de Oeste a Este como el resto de los planetas, excepto Urano, que está muy inclinado, tardando en hacer un giro completo sobre sí mismo 243,0187 días terrestres. No se sabe el porqué de la peculiar rotación de Venus. Si el Sol pudiese verse desde la superficie de Venus aparecería subiendo desde el Oeste y posándose por el Este, con un ciclo día-noche de 116,75 días terrestres y un año venusiano de menos de dos días (1,92 días venusianos). Además de la rotación retrógrada, los periodos orbital y de rotación de Venus están sincronizados de manera que siempre presenta la misma cara del planeta a la Tierra, al igual que la Luna, cuando ambos cuerpos están a menor distancia. Esto podría ser una simple coincidencia, pero existen especulaciones sobre un posible origen de esta sincronización como resultado de efectos de marea afectando a la rotación de Venus cuando ambos cuerpos están lo suficientemente cerca.
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Venus tiene una densa atmósfera, compuesta en su mayor parte por dióxido de carbono y una pequeña cantidad de nitrógeno. La presión al nivel de la superficie es 90 veces superior a la presión atmosférica en la superficie terrestre. Es una presión equivalente en la Tierra a la presión que hay sumergido en el agua a una profundidad de un kilómetro. La enorme cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera provoca un fuerte efecto invernadero que eleva la temperatura de la superficie del planeta hasta cerca de 464 °C en las regiones menos elevadas, cerca del ecuador. Esto hace que Venus sea más caliente que Mercurio, a pesar de hallarse a más del doble de la distancia del Sol que éste y de recibir sólo el 25 % de su radiación solar. Debido a la inercia térmica de su masiva atmósfera y al transporte de calor por los fuertes vientos de su atmósfera, la temperatura no varía de forma significativa entre el día y la noche. A pesar de la lenta rotación de Venus, los vientos de la atmósfera superior circunvalan el planeta en un intervalo de sólo 4 días, distribuyendo eficazmente el calor. Además del movimiento zonal de la atmósfera de Oeste a Este, hay un movimiento vertical en forma de célula de Hadley, que transporta el calor del Ecuador hasta las zonas polares e incluso a latitudes medias del lado no iluminado del planeta. La radiación solar casi no alcanza la superficie del planeta. La densa capa de nubes refleja al espacio la mayoría de la luz del Sol y la mayor parte de la luz que atraviesa las nubes es absorbida por la atmósfera. Esto impide a la mayor parte de la luz del Sol que caliente la superficie. El albedo de Venus es de aproximadamente el 60 %, y su albedo visual es aún mayor, lo cual concluye que, a pesar de encontrarse más cercano al Sol que la Tierra, la superficie de Venus no se calienta ni se ilumina como era de esperar por la radiación solar que recibe. En ausencia del efecto invernadero, la temperatura en la superficie de Venus podría ser similar a la de la Tierra. El enorme efecto invernadero asociado a la inmensa cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera atrapa el calor provocando las elevadas temperaturas de este planeta. Los fuertes vientos en la parte superior de las nubes pueden alcanzar los 350 km/h, aunque a nivel del suelo los vientos son mucho más lentos. A pesar de ello, y debido a la altísima densidad de la atmósfera en la superficie de Venus, incluso estos flojos vientos ejercen una fuerza considerable contra los obstáculos. Las nubes están compuestas principalmente por gotas de dióxido de azufre y ácido sulfúrico, y cubren el planeta por completo, ocultando la mayor parte de los detalles de la superficie a la observación externa. La temperatura en la parte superior de las nubes, a 70 km sobre la superficie, es de -45 °C. La medida promedio de temperatura en la superficie de Venus es de 464 °C. La temperatura de la superficie nunca baja de los 400 °C, lo que lo hace el planeta más caliente del sistema solar.

Tal como hemos dicho, Venus tiene una lenta rotación retrógrada, lo que significa que gira de Este a Oeste, en lugar de hacerlo de Oeste a Este como lo hacen la mayoría de los demás planetas mayores. Se desconoce por qué Venus es diferente en este aspecto, aunque podría ser el resultado de una colisión con un asteroide en algún momento del pasado remoto. Además de esta inusual rotación retrógrada, el período de rotación de Venus y su órbita están casi sincronizados, de manera que siempre presenta la misma cara a la Tierra cuando los dos planetas se encuentran en su máxima aproximación. Esto podría ser el resultado de las fuerzas de marea que afectan a la rotación de Venus cada vez que los planetas se encuentran lo suficientemente cercanos, aunque no se conoce con claridad el mecanismo. Venus tiene dos mesetas principales a modo de continentes, elevándose sobre una vasta llanura. La meseta Norte se llama Ishtar Terra y contiene la mayor montaña de Venus, aproximadamente dos kilómetros más alta que el Monte Everest, llamada Montes Maxwell en honor de James Clerk Maxwell. Ishtar Terra tiene el tamaño aproximado de Australia. En el hemisferio Sur se encuentra Aphrodite Terra, mayor que la anterior y con un tamaño equivalente al de Sudamérica. Entre estas mesetas existen algunas depresiones del terreno, que incluyen Atalanta Planitia, Guinevere Planitia y Lavinia Planitia. Con la única excepción del Monte Maxwell, todas las características distinguibles del terreno adoptan nombres de mujeres mitológicas. La densa atmósfera de Venus provoca que los meteoritos se desintegren bruscamente en su descenso a la superficie, aunque los más grandes pueden llegar a la superficie, originando un cráter si tienen suficiente energía cinética. A causa de esto, no pueden formarse cráteres de impacto más pequeños de 3,2 kilómetros de diámetro. Aproximadamente el 90 % de la superficie de Venus parece consistir en un basalto recientemente solidificado, con muy pocos cráteres de meteoritos. Las formaciones más antiguas presentes en Venus no parecen tener más de 800 millones de años, siendo la mayor parte del suelo considerablemente más joven, de no más de algunos cientos de millones de años en su mayor parte, lo cual sugiere que Venus sufrió un cataclismo que afectó a su superficie no hace mucho tiempo en el pasado geológico. El interior de Venus es probablemente similar al de la Tierra. Tiene un núcleo de hierro de unos 3000 km de radio, con un manto rocoso que forma la mayor parte del planeta. Según datos de los medidores gravitatorios de la sonda Magallanes, la corteza de Venus podría ser más dura y gruesa de lo que se había pensado. Se piensa que Venus no tiene placas tectónicas móviles como la Tierra, pero en su lugar se producen masivas erupciones volcánicas que inundan su superficie con lava «fresca». Otros descubrimientos recientes sugieren que Venus todavía está volcanicamente activo.
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El campo magnético de Venus es muy débil comparado con el de otros planetas del Sistema Solar. Esto se puede deber a su lenta rotación, insuficiente para formar el sistema de «dinamo interno» de hierro líquido. Como resultado de esto, el viento solar golpea la atmósfera de Venus sin ser filtrado. Se supone que Venus tuvo originalmente tanta agua como la Tierra pero que, al estar sometida a la acción del Sol sin ningún filtro protector, el vapor de agua en la alta atmósfera se disocia en hidrógeno y oxígeno, escapando el hidrógeno al espacio por su baja masa molecular. El porcentaje de deuterio, un isótopo pesado del hidrógeno que no escapa tan fácilmente, en la atmósfera de Venus parece apoyar esta teoría. Se supone que el oxígeno molecular se combinó con los átomos de la corteza, aunque grandes cantidades de oxígeno permanecen en la atmósfera en forma de dióxido de carbono. A causa de esta sequedad, las rocas de Venus son mucho más pesadas que las de la Tierra, lo cual favorece la formación de montañas mayores, profundos acantilados y otras formaciones. Durante algún tiempo se creyó que Venus poseía un satélite natural llamado Neith, llamado así por la diosa Sais del Antiguo Egipto, cuyo velo ningún mortal podía levantar. Fue aparentemente observado por primera vez por Giovanni Cassini en 1672. Otras observaciones esporádicas continuaron hasta 1892, pero estos avistamientos fueron desacreditados y hoy se sabe que Venus no tiene ningún satélite, si bien el asteroide 2002 VE68 casi lo es. Sin información sísmica o de momento de inercia, existen pocos datos directos sobre la geoquímica y la estructura interna de Venus. Sin embargo, la similitud en tamaño y densidad entre Venus y la Tierra sugiere que ambos comparten una estructura interna afín. Seguramente tiene un núcleo, un manto, y una corteza planetaria. Al igual que la Tierra, se especula que el núcleo de Venus es al menos parcialmente líquido. El menor tamaño y densidad de Venus indica que las presiones en su interior son considerablemente menores que en la Tierra. La diferencia principal entre los dos planetas es la carencia de placas tectónicas en Venus, probablemente debido a la sequedad del manto y la superficie. Como consecuencia, la pérdida de calor en el planeta es escasa, evitando su enfriamiento y proporcionando una explicación viable sobre la carencia de un campo magnético interno.

Venus es el astro más característico en los cielos de la mañana y de la tarde de la Tierra, después del Sol y la Luna, y es conocido por el hombre desde la prehistoria. Uno de los documentos más antiguos que sobreviven de la biblioteca babilónica de Ashurbanipal, datado sobre el 1600 a. C., es un registro de 21 años del aspecto de Venus, que los primeros babilonios llamaron Nindaranna. Los antiguos sumerios y babilonios llamaron a Venus «Dil-bat» o «Dil-i-pat»; en la ciudad mesopotámica de Akkad era la estrella de la madre-diosa Ishtar, y en chino su nombre es «Jīn-xīng», el planeta del elemento metal. Venus se consideró como el más importante de los cuerpos celestes observados por los mayas, que lo llamaron «Chak ek» (la gran estrella). Los antiguos griegos pensaban que las apariciones matutinas y vespertinas de Venus eran de dos cuerpos diferentes, y les llamaron Hesperus cuando aparecía en el cielo del Oeste al atardecer y Phosphorus cuando aparecía en el cielo del Este al amanecer. Al encontrarse la órbita de Venus entre la Tierra y el Sol, desde la Tierra se pueden distinguir sus diferentes fases de una forma parecida a las de la Luna. Galileo Galilei fue la primera persona en observar las fases de Venus en diciembre de 1610, una observación que sostenía la entonces discutida teoría heliocéntrica de Copérnico. También anotó los cambios en el tamaño del diámetro visible de Venus en sus diferentes fases, sugiriendo que éste se encontraba más lejos de la Tierra cuando estaba lleno y más cercano cuando se encontraba en fase creciente. Estas observaciones proporcionaron una sólida base al modelo heliocéntrico. Venus es más brillante cuando aproximadamente el 25 % de su disco se encuentra iluminado, lo que ocurre 37 días antes de la conjunción inferior, en el cielo vespertino, y 37 días después de dicha conjunción, en el cielo matutino. Su mayor elongación y altura sobre el horizonte se produce aproximadamente 70 días antes y después de la conjunción inferior, momento en el que muestra justo media fase. Entre estos intervalos, Venus es visible durante las primeras o últimas horas del día si el observador sabe dónde buscarlo. El período de movimiento retrógrado es de veinte días en cada lado de la conjunción inferior. En raras ocasiones Venus puede verse en el cielo de la mañana y de la tarde el mismo día. Esto sucede cuando se encuentra en su máxima separación respecto a la eclíptica y al mismo tiempo se encuentra en la conjunción inferior. Entonces, desde uno de los hemisferios terrestres se puede ver en los dos momentos. Esta oportunidad se presentó recientemente para los observadores del hemisferio norte durante unos días alrededor del 29 de marzo de 2001, y lo mismo sucedió en el hemisferio sur el 19 de agosto de 1999. Estos eventos se repiten cada ocho años conforme al ciclo sinódico del planeta.
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En el siglo XIX, muchos observadores atribuyeron a Venus un período de rotación aproximado de 24 horas. El astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli fue el primero en predecir un período de rotación significativamente menor, proponiendo que la rotación de Venus estaba bloqueada por el Sol (lo mismo que propuso para Mercurio). Aunque realmente no es verdad para ninguno de los dos cuerpos, era una estimación bastante aproximada. El período de rotación de Venus fue observado por primera vez durante la conjunción de 1961 con radar desde una antena de 26 metros en Goldstone, California, desde el observatorio de radioastronomía Jodrell Bank en el Reino Unido y en las instalaciones de espacio profundo de la Unión Soviética de Yevpatoria. La precisión fue refinada en las siguientes conjunciones, principalmente desde Goldstone y Yevpatoria. El hecho de que la rotación era retrógrada no fue confirmado sino hasta 1964. Antes de las observaciones de radio de los años sesenta, muchos creían que Venus contenía un entorno como el de la Tierra. Esto era debido al tamaño del planeta y su radio orbital, que sugerían claramente una situación parecida a la de la Tierra, así como por la gruesa capa de nubes que impedían ver la superficie. Entre las especulaciones sobre Venus estaban las de que éste tenía un entorno selvático o que poseía océanos de petróleo o de agua carbonatada. Sin embargo, las observaciones mediante microondas en 1956 por C. Mayer et al, indicaban una alta temperatura de la superficie (600 K). Extrañamente, las observaciones hechas por A.D. Kuzmin en la banda milimétrica indicaban temperaturas mucho más bajas. Dos teorías en competición explicaban el inusual espectro de radio: una de ellas sugería que las altas temperaturas se originaban en la ionosfera y la otra sugería una superficie caliente. Uno de los fenómenos de la atmósfera de Venus observado por astrónomos desde la Tierra y aún no explicado es el de las llamadas luces Ashen. El fenómeno de las luces ashen, que significa «luz pálida o cenicienta», es un ligero brillo amarillento observado ocasionalmente en el lado nocturno de Venus por astrónomos desde la Tierra. Fue observado por primera vez por el astrónomo italiano Giovanni Riccioli el 9 de enero de 1643. Muchos astrónomos han dudado de su existencia, considerándolas una ilusión óptica, mientras otros las han tenido por evidencias de tormentas eléctricas en la atmósfera de Venus, en consonancia con los datos obtenidos durante la década de 1970 por las sondas soviéticas y estadounidenses, las cuales detectaron emisiones de radio de baja frecuencia que sugerían que en la densa atmósfera de Venus se producían fenómenos eléctricos.

El equipo ruso que a partir de 1971 se dedicó al análisis de los datos enviados la sonda Venera 7 y siguientes, compuesto entre otros por Vladimir Perminov y Leonid Ksanfomality, creyeron detectar una actividad eléctrica extrema en las capas bajas de la atmósfera de Venus, caracterizada por una frecuencia, intensidad y violencia no comparable a ningún fenómeno existente en la atmósfera terrestre, bautizando al fenómeno como “Dragón Eléctrico de Venus“. Sería caracterizado como tormentas de rayos con gran aparato eléctrico por debajo del nivel de las capas de nubes. Datos semejantes pero menos concluyentes fueron indicados por la sonda Galileo a su paso por el planeta en febrero de 1990. Por su parte, los primeros resultados científicos de la sonda Venus Express, publicados en la revista Nature el 29 de noviembre de 2007 incluían la presencia de relámpagos eléctricos en las nubes de ácido sulfúrico del planeta. En la actualidad, no obstante, se duda bastante de la relación efectiva entre el fenómeno de la actividad eléctrica atmosférica venusiana y las observaciones realizadas con telescopios desde la Tierra, por lo que las llamadas “luces Ashen” permanecen como un posible efecto óptico. Los tránsitos de Venus acontecen cuando el planeta cruza directamente entre la Tierra y el Sol, que son eventos astronómicos relativamente raros. La primera vez que se observó este tránsito astronómico fue en 1639 por Jeremiah Horrocks y William Crabtree. El tránsito de 1761, observado por Mijaíl Lomonosov, proporcionó la primera evidencia de que Venus tenía una atmósfera, y las observaciones de paralaje del siglo XIX durante sus tránsitos permitieron obtener por primera vez un cálculo preciso de la distancia entre la Tierra y el Sol. Los tránsitos sólo pueden ocurrir en junio o diciembre, siendo éstos los momentos en los que Venus cruza la eclíptica, o el plano en el que la Tierra órbita alrededor del Sol, y suceden en pares a intervalos de ocho años, separados dichos pares de tránsitos por más de un siglo. El anterior par de tránsitos sucedió en 1874 y 1882, y el presente par de tránsitos son los de 2004 y 2012. El tránsito de Venus ocurre porque la órbita de Venus está inclinada 3.5 grados respecto a la de la Tierra, de modo que el plano de la órbita de Venus se interseca con el de la Tierra en dos puntos que son opuestos, a modo de los puntos equinocciales de la órbita de la Tierra en relación con su propio plano ecuatorial. Venus pasa con frecuencia regular cada 584 días entre la Tierra y el Sol, pero el tránsito ocurre cuando Venus y la Tierra coinciden en alinearse en esos dos puntos de intersección y pueden hacerlo dos veces seguidas en 8 años, como el caso de los tránsitos de 2004 y 2012. Dado que los encuentros de Venus y Tierra al mismo lado del Sol acusan una precesión de unos 2 días cada 8 años, la coincidencia de ambos en el punto de intersección ocurre cada centenar de años, aproximadamente.
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La órbita de Venus es un 28 % más cercana al Sol que la de la Tierra. Por este motivo, las naves que viajan hacia Venus deben recorrer más de 41 millones de kilómetros adentrándose en el pozo gravitatorio del Sol, perdiendo en el proceso parte de su energía potencial. La energía potencial se transforma entonces en energía cinética, lo que se traduce en un aumento de la velocidad de la nave. Por otro lado, la atmósfera de Venus no invita a las maniobras de frenado atmosférico del mismo tipo que otras naves han efectuado sobre Marte, ya que para ello es necesario contar con una información extremadamente precisa de la densidad atmosférica en las capas superiores. Y siendo Venus un planeta de atmósfera masiva, sus capas exteriores son mucho más variables y complicadas que en el caso de Marte. La primera sonda en visitar Venus fue la sonda espacial soviética Venera 1 el 12 de febrero de 1961, siendo la primera sonda lanzada a otro planeta. La nave resultó averiada en su trayecto y la primera sonda exitosa en llegar a Venus fue la americana Mariner 2, en 1962. El 1 de marzo de 1966, la sonda soviética Venera 3 se estrelló en Venus, convirtiéndose en la primera nave espacial en alcanzar la superficie del planeta. A continuación diferentes sondas soviéticas fueron acercándose cada vez más, con el objetivo de posarse sobre la superficie venusiana. La Venera 4 entró en la atmósfera de Venus el 18 de octubre de 1967 y fue la primera sonda en transmitir datos medidos directamente en otro planeta. La cápsula midió temperaturas, presiones y densidades, y realizó once experimentos químicos para analizar la atmósfera. Sus datos mostraban un 95 % de dióxido de carbono, y en combinación con los datos de la sonda Mariner 5, mostró que la presión en la superficie era mucho mayor de lo previsto (entre 75 y 100 atmósferas). El primer aterrizaje con éxito en Venus lo realizó la sonda Venera-7 el 15 de diciembre de 1970. Esta sonda reveló unas temperaturas en la superficie de entre 457 y 474 grados Celsius. La Venera-8 aterrizó el 22 de julio de 1972. Además de dar datos sobre presión y temperaturas, su fotómetro mostró que las nubes de Venus formaban una capa compacta que terminaba a 35 kilómetros sobre la superficie. La sonda soviética Venera 9 entró en la órbita de Venus el 22 de octubre de 1975, convirtiéndose en el primer satélite artificial de Venus. Una batería de cámaras y espectrómetros devolvieron información sobre la capa de nubes, la ionosfera y la magnetosfera, así como mediciones de la superficie realizadas por radar. El vehículo de descenso de 660 kilogramos de la Venera 9 se separó de la nave principal y aterrizó, obteniendo las primeras imágenes de la superficie y analizando la corteza con un espectrómetro de rayos gamma y un densímetro. Durante el descenso realizó mediciones de presión, temperatura y fotométricas, así como de la densidad de las nubes. Se descubrió que las nubes de Venus formaban tres capas distintas. El 25 de octubre, la Venera 10 realizó una serie similar de experimentos.

En 1978, la NASA envió la sonda espacial Pioneer Venus. La misión Pioneer Venus consistía en dos componentes lanzados por separado, un orbitador y una multisonda. La multisonda consistía en una sonda atmosférica mayor y otras tres más pequeñas. La sonda mayor fue desplegada el 16 de noviembre de 1978, y las tres pequeñas lo fueron el 20 de noviembre. Las cuatro sondas entraron en la atmósfera de Venus el 9 de diciembre, seguidas por el vehículo que las portaba. Aunque no se esperaba que ninguna sobreviviera al descenso, una de las sondas continuó operando hasta 45 minutos después de alcanzar la superficie. El vehículo orbitador de la Pioneer Venus fue insertado en una órbita elíptica alrededor de Venus el 4 de diciembre de 1978. Transportaba 17 experimentos y funcionó hasta agotar su combustible de maniobra, momento en el que perdió su orientación. En agosto de 1992 entró en la atmósfera de Venus y fue destruida. Los estudios que se llevaron a cabo con el Pioneer Venus fueron principalmente sobre la Interacción de la Ionosfera de Venus con el Viento Solar. La exploración espacial de Venus permaneció muy activa durante finales de los 70 y los primeros años de la década de los 80. Se comenzó a conocer en detalle la geología de la superficie de Venus, y se descubrieron volcanes ocultos inusualmente masivos denominados como «coronae» y «arachnoids». Venus no presenta evidencias de placas tectónicas, a menos que todo el tercio norte del planeta forme parte de una sola placa. Las dos capas superiores de nubes resultaron estar compuestas de gotas de ácido sulfúrico, aunque la capa inferior está compuesta probablemente por una solución de ácido fosfórico. Las misiones Vega desplegaron globos aerostáticos que flotaron a unos 53 kilómetros de altitud durante 46 y 60 horas respectivamente, viajando alrededor de un tercio del perímetro del planeta. Estos globos midieron velocidades del viento, temperaturas, presiones y densidad de las nubes. Se descubrió un mayor nivel de turbulencias y convección de lo esperado, incluyendo ocasionales baches con caídas de uno a tres kilómetros de las sondas. El 10 de agosto de 1990, la sonda estadounidense Magallanes llegó a Venus, realizando medidas por radar de la superficie del planeta y obteniendo mapas de una resolución de 100 m en el 98 % del planeta. Después de una misión de cuatro años, la sonda Magallanes, tal como estaba planeado, se sumergió en la atmósfera de Venus el 11 de octubre de 1994 y se vaporizó en parte, aunque se supone que algunas partes de la misma alcanzaron la superficie del planeta. Desde entonces, varias sondas espaciales en ruta hacia otros destinos han usado el método de sobrevuelo de Venus para incrementar su velocidad mediante el impulso gravitacional. Esto incluye a las misiones Galileo a Júpiter, la Cassini-Huygens a Saturno y la Messenger a Mercurio.
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La Agencia Espacial Europea maneja una misión llamada Venus Express, que estudia la atmósfera y las características de la superficie desde la órbita. La Venus Express fue lanzada desde el Cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) el 9 de noviembre de 2005, y pese a que se esperaba que permanezca operativa hasta diciembre de 2009, la ESA decidió prolongar oficialmente la misión hasta 2015. La Agencia Japonesa de Exploración Espacial (JAXA) lanzó la misión Planet-C el 20 de mayo de 2010, pero debido a que la sonda no desaceleró lo suficiente para entrar en la órbita del planeta Venus, paso de largo y entró en órbita solar. El planeta Venus ha inspirado numerosas referencias religiosas y astrológicas en las civilizaciones antiguas. La inspiración mitológica de Venus se extiende también a obras de ficción como El Silmarillion, de J. R. R. Tolkien, base mitológica de El Señor de los Anillos, Eärendil porta en su frente uno de los tres Silmarils, y viaja con su barca por el cielo por mandato de Manwë para ser la luz de la esperanza para los hombres, dando de este modo una explicación mitológica a Venus. En tiempos más modernos la ausencia de detalles observables en su superficie era interpretadas desde finales del siglo XIX como evidencia de grandes nubes que ocultaban un mundo rico en agua en el que se especulaba la presencia de vida extraterrestre, los seres venusianos, siendo un mundo utilizado frecuentemente en las historias de ciencia ficción de los años 1920 a 1950, como por ejemplo en la obra de Olaf Stapledon de 1930 titulada First and Last Men, en donde se proporciona un ejemplo ficticio en el cual Venus es modificado tras una larga y destructiva guerra con sus habitantes nativos. También varios relatos cortos de Ray Bradbury, como The Long Rain (“La larga lluvia“, 1950), relato en el que se basará parcialmente la película The Illustrated Man (“El hombre ilustrado“, 1969) de Jack Smight, y All Summer in a Day (1959), describen a Venus como un planeta húmedo y potencialmente habitable. Una de las últimas muestras de esta narrativa. representando ese Venus pantanoso, fue la novela de Isaac Asimov Los océanos de Venus, protagonizada por Lucky Starr, en 1954. Puede que Venus haya experimentado en el pasado remoto un cambio radical de su atmósfera. El pueblo maya y sus antecesores, los toltecas, han sido valiosos testigos, utilizando el cálculo y registro astronómicos. Sin embargo, habrían incurrido inexplicablemente en un notable error, registrado en los códices de Dresde y Borgia, sobre el período de invisibilidad de Venus al pasar por detrás del Sol en la llamada conjunción superior. Cuando varios planetas se encuentran aparentemente en el mismo azimut, se dicen que están en conjunción. Si está implicado el Sol se llama conjunción solar. Para los planetas interiores, que son los que están dentro de la órbita de la Tierra, es decir Mercurio y Venus, existen dos conjunciones: la superior y la inferior. En la superior el planeta está detrás del Sol, visto desde la Tierra; en la inferior el planeta está delante del Sol. Como ejemplo, la conjunción solar superior de Mercurio significa que la Tierra, el Sol y Mercurio están alineados. Mercurio está detrás del Sol.

El total del Período Sinódico de Venus es de 584 días y es igual a la resultante de la suma del período de 263 días en el que aparece antes de la salida del Sol, como “estrella matutina” más el intervalo de invisibilidad en la conjunción superior, que dura 50 días, más el período en el que nuevamente aparece, durante 263 días, como “estrella del atardecer”, más el intervalo de invisibilidad de 8 días en la conjunción inferior. Período Sinódico es el tiempo que tarda el objeto en volver a aparecer en el mismo punto del cielo respecto al sol, cuando se observa desde la Tierra. Ahora bien, dichos cálculos corresponden enteramente a las últimas observaciones  registradas por nuestros modernos astrónomos y si bien no podemos hablar de una total coincidencia con los documentos mayas, las diferencias no son significativas. En cambio, al tratar específicamente del periodo de invisibilidad de Venus en la conjunción superior la diferencia es más significativa.  En efecto, mientras que hoy dicho periodo se estima en 50 días, en los códices de Dresde y Borgia se estima en 90 días y 77 días, respectivamente.  Cabe decir que los planetas cercanos, como Venus, son visibles a simple vista desde la Tierra debido a que la luz solar se refleja en su superficie. El fuerte brillo de Venus, asimismo, es causado más que por su cercanía, por estar enteramente cubierto por una densa atmósfera, que es altamente reflexiva.  Este valor para la reflexión de la luz solar es de 1,82 veces el que tiene la Tierra. Es decir, que Venus actualmente refleja la luz solar con casi el doble de intensidad que la Tierra. El científico inglés David Greenwood dice lo siguiente: “Si Venus tenía una atmósfera parecida a la de la Tierra en épocas tempranas, debe haber reflejado menos luz que hoy día y, en consecuencia,  los períodos de invisibilidad en contra del fulgor del Sol deben haber sido más largos de lo que son hoy. Nosotros aquí sugerimos que los códices mayas preservaron en sus registros los períodos de invisibilidad de un Venus que alguna vez poseía una atmósfera parecida a la de la Tierra y que desde entonces se fue deteriorando hasta su estado actual”.  Sin duda, esta hipótesis merece una seria consideración. Para ello debemos tener en cuenta estas palabras de Henry David Thoreau: “El hombre con una idea nueva es un chiflado, hasta que la idea tiene éxito”.
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Antiguos registros mexicanos dicen que el Sol fue atacado por Quetzalcoatl. Después de la desaparición de este cuerpo celeste llamado Venus, con forma de serpiente, el Sol se negó a brillar, y durante cuatro días se privó al mundo de su luz. El cielo, para mostrar su ira, causó que muriera un gran número de personas, que murieron de hambre y pestilencia. La Tierra tuvo convulsiones agravadas por un diluvio. El cataclismo, acompañado por una prolongada oscuridad, coincidió con los días del Éxodo, cuando una tempestad de cenizas oscureció el mundo, perturbado su rotación. El sol se detuvo durante más de un día en el cielo del viejo mundo. La secuencia de las estaciones y la duración de los días y las noches se desordenó: “Fue entonces que el pueblo reguló nuevamente el reconocimiento de los días, noches y horas, según la diferencia en el tiempo“. Como evidentemente el Sol no se detuvo, parece claro que algo afectó a la rotación terrestre. Después de los dramáticos acontecimientos de la época del Éxodo, la tierra estuvo envuelta en densas nubes durante décadas, y no era posible la observación de las estrellas. Muchos pueblos hablan de un “cielo inferior” en el pasado, un Sol “más grande“, un movimiento más rápido del Sol a través del firmamento, y un día más corto en que se hizo más largo luego que el Sol fuese frenado en su camino. Según los indios de América del Norte, la “estrella fugaz”  puso al mundo en llamas: “En el ardiente mundo uno no podía ver nada más que olas de llamas. Las rocas ardían, todo estaba ardiendo. Grandes columnas de humo se elevaban y el fuego estallaba hacia el cielo en llamas. Entonces entró el agua como una multitud de ríos, cubrió la tierra, y apagó el fuego. Pero el agua subió montaña arriba“. El planeta Venus estableció la situación actual en la Tierra y colocó a las estrellas polares del norte y del sur en sus lugares actuales. Los indios Pawnee creen que la futura destrucción del mundo depende del planeta Venus. Cuando el fin del mundo venga, el Polo Norte y el Polo Sur se cambiarán de lugar. En el pasado, la Estrella del Sur dejó su lugar un par de veces, provocando un desplazamiento de los polos. Ppero en estas ocasiones las estrellas polares no invirtieron sus posiciones. Los sacerdotes egipcios, dijeron que “la conflagración mundial fue causada por un desplazamiento de los cuerpos en el cielo, que se mueven alrededor de la Tierra. El cometa Venus, después de dos contactos con la tierra, con el tiempo, se convirtió en un planeta“. Faetón, que significa “la estrella resplandeciente’, se convirtió en la Estrella de la Mañana.

Se dice que el planeta Venus nació en la primera mitad del segundo milenio antes de Jesucristo. En el tercer milenio antes de Jesucristo sólo cuatro planetas podrían haberse visto, y en los mapas astronómicos de esta época, el planeta Venus no se encuentra. En una antigua tabla hindú de los planetas, atribuida al año en 3102 a.C., curiosamente muy próximo al 3114 a.C., fecha del inicio de la cuenta larga maya. Esta fecha de la cuenta larga, ¿tendría algo que ver con la aparición de Venus? Venus era el único ausente entre los planetas visibles. Los Brahmanes de la primera época hindú no conocían el sistema de los cinco planetas, y sólo en un período posterior, los brahmanes hablan de cinco planetas. La astronomía babilónica también tenía un sistema de cuatro planetas. En antiguas oraciones, los planetas Saturno, Júpiter, Marte y Mercurio eran invocados. Pero falta el planeta Venus, y se habla de «el sistema de cuatro planeta de los antiguos astrónomos de Babilonia“.  Estos cuatro sistemas planetarios y la incapacidad de los antiguos hindúes y babilonios para ver a Venus en el cielo, aunque es más visible que los otros planetas, es enigmática, a menos que Venus no estuviera entre los planetas. “La gran estrella que se une a las grandes estrellas“.Las grandes estrellas son, por supuesto, los cuatro planetas Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, y Venus se une a ellos como el quinto planeta. Se han encontrado en las cavernas del Bohistán, inscripciones acompañadas de mapas astronómicos que representan las estrellas en la posición que ocupaban hace tres mil años. Y curiosamente se ven unas líneas que unen a Venus con la Tierra. El interés de los mayas en la astronomía no es motivación suficiente para una hipótesis de relación con inteligencias de otros planetas. La abundancia de preguntas sin respuesta es asombrosa. ¿Cómo sabían los mayas de la existencia de Urano y Neptuno? ¿Por qué los puestos de observación de Chichen Itza no están dirigidos a las estrellas más luminosas? ¿Qué significa el relieve en piedra de un supuesto dios manejando un cohete en Palenque? ¿Por qué el calendario maya tiene cálculos para 400.000.000 de años? ¿Cómo calcularon los años solares y venusinos con cuatro decimales? ¿Quién les transmitió su gran conocimiento astronómico?
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Nuestro conocimiento de los planetas del sistema solar es poco detallado; Marte es el único planeta en el que la “vida“, según nuestros parámetros, puede existir, y de manera limitada. En nuestro sistema solar, sólo Venus, la Tierra y Marte están dentro de los límites en que es posible la vida como la conocemos y que llamamos ecosfera. Sin embargo, debemos recordar que la determinación de la ecosfera está basada en nuestra concepción de la vida y que otro tipo de vida desconocida no necesariamente estaría ligada a nuestras premisas de vida. Hasta 1962 Venus era considerada como un posible hogar para la vida. El Mariner II llegó hasta cerca de 21.000 millas de Venus. Y, de acuerdo con la información que transmitió, Venus debe ser descartado como posible hogar para la vida. De los informes del Mariner II se sabe que la temperatura promedio de la superficie era de entre 457 y 474 grados Celsius. Semejante temperatura implica que no puede haber agua, sino sólo lagos de metales fundidos en la superficie. La idea popular de Venus como la hermana gemela de la tierra había terminado, aun cuando el hidrógeno carburado presente podría ser un medio de cultivo para todo tipo de bacterias. Los mayas eran inteligentes y tenían una cultura muy desarrollada. Dejaron no solamente un calendario fabuloso sino también cálculos increíbles. Conocían el calendario venusino de 584 días y estimaron la duración del año terrestre en 365,2420 días (El cálculo exacto de hoy: 365,2422). Los mayas dejaron cálculos para periodos de 64.000.000 años. Las últimas inscripciones probablemente se acerquen a 400.000.000 años. La famosa fórmula venusina pudo muy bien ser calculada por un cerebro electrónico. De todos modos, es difícil creer que se originó en un pueblo de la jungla. La fórmula venusina de los mayas es como sigue: El Tzolkin tiene 260 días, el año terrestre 365 días y el venusino 584 días. Estas cifras esconden la posibilidad de una sorpresiva división y suma. 365 es divisible entre 73 cinco veces, y 584, 8 veces. Así que la fórmula increíble queda de esta forma: (Luna) 20 x 13 = 260 x 2 x 73 = 37960;  (Sol)    8 x 13 = 104 x 5 x 73 = 37960; (Venus) 5 x 13 =  65 x 8 x 73 = 37960. En otras palabras, todos los ciclos coinciden después de 37.960 años. La mitología maya dice que los “dioses” vendrían al gran lugar de descanso. En su libro “Mundos en colisión“, publicado en 1950 y aún muy discutido en círculos científicos, Immanuel Velikovsky declaró que un cometa gigante había chocado con Marte, y que Venus se había formado como resultado de esa colisión. Su teoría podía ser probada si Venus tuviese una temperatura de superficie muy alta, nubes con hidrógeno carburado, y una rotación anómala. La evaluación de los datos del Mariner II confirmó esta teoría: Venus es el único planeta que rota “hacia atrás“, o sea, es el único planeta que no sigue las reglas de nuestro sistema solar como lo hacen Mercurio, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Como curiosidad, podemos indicar que en las montañas de la región asiática de Kohistan, un dibujo de una caverna reproduce la exacta posición de las estrellas como estaban hace 10.000 años. Venus y la Tierra están unidas por líneas.

Y ante la anterior identificación de Quetzalcóat con Venus, introducimos una teoría planteada por Immanuel Velikovski (1895 – 1979), médico, psicólogo y psicoanalista ruso, autor de varias obras especulativas, entre las que destaca Mundos en Colisión, publicada en 1950, Según Velikovsky, la antigua civilización de Egipto fue casi destruida por una catástrofe cósmica que puso en peligro al planeta entero. Es conocido que las antiguas civilizaciones en Asia, América, Europa y el Medio Oriente eran altamente avanzadas en astronomía. Velikovsky dice que la Tierra y Marte estuvieron involucrados repetidas veces en colisiones con un gigantesco cometa desde que comenzó nuestra historia registrada. Los eventos descritos en el Éxodo y en los papiros egipcios describen una época con plagas, agitaciones y oscuridad, y el escape de los hebreos de Egipto tras una “columna de fuego” en el Sinaí. Según Velikovsky, la Tierra sufrió un frenazo en su rotación y su eje fue levemente alterado al pasar cerca el cometa. Una serie de fuerzas electroestáticas causaron descargas que formaron arcos entre la Tierra y el comenta, por lo que se veían los cielos llenos de fuego, lo que provocaba que los bosques sufrieran incendios. La corteza de la Tierra fue rasgada y los volcanes entraron en erupción, los terremotos sacudían la tierra y la oscuridad envolvió al planeta. Era en el tiempo del Éxodo. Setecientos años más tarde, Isaías, Joel y Amos describieron otra serie de eventos, incluyendo que el Sol parecía haberse detenido en el cielo. Estos fueron, de hecho, los últimos actos de un drama cósmico. El evento más temprano del cual tenemos registros es el llamado Diluvio. Todas las teorías cosmológicas asumen que los planetas han evolucionado durante billones de años. Pero, según Velikovsky, Venus fue anteriormente un cometa y se unió a la familia de los planetas. La órbita de la Tierra cambió más de una vez y, con ella, la duración del año. La posición del eje terrestre y su dirección astronómica cambió repetidamente. En fechas relativamente recientes, la estrella polar estaba en la constelación de la Osa Mayor. Velikovsky creía que el origen del cometa que fue responsable para los cambios en la órbita de la Tierra, estaba en el planeta proto-estrella que conocemos como Júpiter. Esta idea escandalizó a la comunidad científica. Pero sus teorías acerca de la naturaleza de Júpiter y Venus todavía no ha sido probadas ser erróneas. Velikovsky afirmó que dado que Venus era más joven que los otros planetas, la temperatura de su superficie sería mucho más caliente y su atmósfera más densa de lo que los astrónomos creían. Estas predicciones probaron ser correctas.
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Velikovsky predijo que se encontraría que Venus tenía anomalías orbitales con relación a los otros planetas. Posteriormente fue descubierto que Venus rota en su eje en dirección contraria a los otros planetas, y que su día es más largo que su año. Nosotros sabemos ahora que partes de la atmósfera de Venus rotan en 4 días, con vientos hasta de 400 Km./h, mientras el planeta mismo hace su rotación en 243 días. Ambas rotaciones son retrógradas. Una de las hipótesis de Velikovsky para la lentitud de la rotación de la Tierra, que hizo que el Sol pareciera haberse detenido, fue que nuestro planeta entró en la extendida atmósfera del cometa Venus. Algo de la rotación diurna de la Tierra fue afectada por esta nube de polvo, según Velikovsky, lo cual encaja con las excéntricas características de la atmósfera venusina. El cometa pasó en espiral por la Tierra en un camino siempre decreciente alrededor del Sol antes de adoptar su órbita actual como planeta Venus. Además Velikovsky cita evidencias para mostrar que la Tierra interactuó con Marte en varias ocasiones, después de que Venus arrojó a Marte fuera de su órbita. Los disturbios causados por los pasajes de Marte consistieron en terremotos y descargas eléctricas. La mayor parte de los “acontecimientos de Marte” tuvieron lugar dentro de un período de noventa años. Esto puede sonar exagerado, pero la evidencia de Velikovsky y las predicciones que hizo se han mantenido después de cuatro décadas de investigación. Para apoyar su interpretación de las historias hebreas y egipcias, Velikovsky buscó los registros de las civilizaciones de los siglos ocho a quince antes de Jesucristo. las similitudes de las leyendas del pasado en los cinco continentes e islas del Océano Pacífico son contundentes, como las brujas sobre escobas o animales con muchas cabezas y un cuerpo alado, son mitos cósmicos universales registrando las formas características de los cometas. Velikovski rastrea los mitos del Sol a través de los cuentos de los polinesios, hawaianos e Indios norteamericanos. Como las civilizaciones del Medio Oriente, ellos tienen la historia del Sol siendo atrapado y liberado por un ratón. En la versión hawaiana, Maui cazó y venció al Sol, el cual pidió misericordia y prometió ir más lentamente. Al mismo tiempo aparecieron nuevas islas. Los indios Ute hablan de un pedazo de Sol incendiando al mundo, el cual fue resquebrajado por un conejo después de que se levantó el Sol, se puso y se levantó de nuevo. La leyenda de la batalla cósmica de los dioses planetarios es familiar a todos nosotros. En las épicas homéricas, los griegos escogen a Atenas/Venus como su protector, los troyanos escogieron a Ares/Marte.

Una tradición similar existió en el antiguo México. Los Toltecas adoraban a Quetzlcoatl/Venus, pero los aztecas más tarde reverenciaban a Huitzilopachtil/Marte. La identidad, conflicto y características de los dioses planetarios son consistentes a través del antiguo mundo. Las crónicas chinas registran a dos soles batallando en el cielo, y el disturbio que causó en los otros planetas. Marte fue perseguido por Venus, la Tierra se sacudió, y montañas que brillaban intensamente colapsaron. Un viejo libro de texto hindú de astronomía tiene un capítulo sobre conjunciones planetarias. Un planeta podría ser derribado o vencido completamente, y la victoria en este encuentro es usualmente el planeta Venus. Una colisión de los planetas es llamada yuga en la astronomía hindú, mientras que las edades del mundo son también llamadas yugas. La asociación del planeta Marte con el lobo es también común. En Babilonia, uno de los siete nombres para Marte era lobo. Un dios egipcio con la cabeza de un lobo rondó la tierra. Los romanos usaron al lobo como el símbolo animal para Marte. La mitología eslava tiene un dios en la forma de un lobo, Vukadlak, quien devoró al Sol y a la Luna, En la épica Islandesa, La Edda, el dios que oscurece el Sol es el lobo Fenris, quien batalló con la serpiente Midgard arriba en los cielos. Un mapa astronómico chino cita antiguas fuentes diciendo “una vez Venus corrió hacia la Estrella-Lobo”. Por toda la costa de Alaska hay grandes montones de huesos rotos de animales extintos mezclados con árboles desraizados y la ocasional punta de lanza de silex. Cuatro capas de ceniza volcánica pueden ser encontradas en estos remanentes de árboles astillados y cuerpos desmembrados. En las regiones polares de Siberia y en las islas árticas hay montañas de madera rota y apilada, de cientos de metros de altura. Y, más allá, colinas de huesos de mamut cementados por arena congelada. En una isla, los huesos de estos animales fueron encontrados junto con árboles fosilizados y hojas, también fosilizados. Cuando el mamut vivía en Siberia había allí abundante vegetación. Spitsbergen está casi a 79 grados norte. Sin embargo, han sido encontradas allí flores fósiles, corales y capas de carbón de treinta pies de ancho. La Antártica es conocida por tener yacimientos de carbón a una latitud de 85 grados. Para que este carbón se haya formado, las regiones polares deben de haber tenido grandes bosques en el pasado. ¿Cómo pueden ser explicadas estos cambios súbitos en el clima de la Tierra y una extendida destrucción de especies de plantas y animales? La violencia de esta destrucción puede ser vista a través de Europa occidental, donde cada grieta importante de roca está llena con los huesos de animales, astillados y fragmentados. Una colina de 1400 pies, en Francia, tiene los restos de mamuts, renos, caballos y otros animales.
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En América podemos encontrar  capas de huesos fósiles conteniendo hasta 100 huesos por pie cuadrado, depositados en la arena. Algunas de estas capas tienen más de 200 pies de altura. Las colinas de los Himalayas y Burma contienen similares capas de huesos. En China, entre estos huesos fracturados, fueron encontrados los esqueletos de siete humanos, en que tipos europeos, melanesios y esquimales yacían juntos. Especies extintas y existentes de animales han sido encontrados mezcladas en depósitos ingleses. La teoría convencional de procesos geológicos lentos y uniformes no puede explicar estos depósitos, sino todo lo contrario. Serían evidencias de importantes catástrofes que han golpeado nuestro planeta. Velikovsky sugiere una gigantesco tsunami que arrasó la Tierra y arrastró plantas y animales a grandes distancias, depositándolas mezcladas. Esto y la transformación del clima de la Tierra son explicados como consecuencias del rápido cambio del eje terrestre provocado por una colisión con otro planeta o entre dos cuerpos celestes próximos a la Tierra. El registro geológico cuenta una historia similar a la que los paleontólogos han desenterrado. A 400 metros de altura en los Andes hay marcas continuas de sedimentos marinos, incluyendo conchas marinas. Hay muchas ruinas rodeadas por terrazas para el cultivo en el lado Oeste de los Andes, que no se corresponde con zonas situadas a más de 4000 metros sobre el nivel del mar. En el lado Este, las terrazas continúan más allá de la línea permanente de nieve. Antes de que la última capa de lava se extendiera sobre Colombia, donde estaban asentamientos humanos, cuyos restos han sido encontrados. Una conclusión a la que se ha llegado es que las montañas de los Andes se elevaron en tiempos relativamente recientes por fuerzas enormes. El suelo marino alrededor del globo también atestigua flujos de lava y ceniza volcánica que cubrieron un suelo marino cambiado violentamente, mientras que enormes olas marítimas arrasaban los continentes. Alguna vez hubo tierra seca y playas en muchos lugares donde ahora está el Océano Atlántico. El fondo de los mares muestra que, en el pasado, la Tierra ha sido golpeada por muchos meteoritos, dejando depósitos de arcilla ricos en níquel, radio y hierro. Cuando cambió el eje de la Tierra, se formaron remolinos de corrientes magnéticas en la atmósfera. Estos generaron gran calor y derritieron las rocas en la superficie. Al enfriarse esta roca, se reformó con una polaridad magnética diferente a la de los estratos circundantes.

Por todo el mundo, formaciones similares de rocas son encontrados con su polarización magnética invertida. Para que esto sucediese, el campo magnético de la Tierra debe de haberse invertido cuando se formaron estas rocas. También las rocas con esta polaridad invertida son mucho más fuertemente magnetizadas de lo que solamente el campo magnético de la Tierra podría explicar. ¿Por qué la actividad volcánica era tan común en el pasado? ¿Cómo se elevó y hundió el suelo marino en todo el mundo? En tiempos remotos, cuando el eje terrestre cambió, la inercia del aire y del agua causaron huracanes y maremotos. El estrés sufrido por el planeta causó volcanismo y un flujo de magma, lanzando nubes de ceniza volcánica que provocaron la oscuridad en el mundo. El calor generado por estas fuerzas evaporó los mares. En algunos lugares, torrenciales aguaceros formaron grandes corrientes, corriendo a través de las fisuras abiertas en la costra terrestre, que repentinamente erosionaron el paisaje. En otras partes cayó nieve y se cubrió la tierra con capas de hielo. En los polos, un hielo permanente creció al enfriarse la Tierra. Los cambios climáticos, las capas de hielo, la formación de montañas y la inversión magnética de las rocas, serían explicadas por la teoría de de la catástrofe cósmica de Velikovsky. Sin embargo, el punto de vista aceptado de la historia geológica de la Tierra explica que la acción gradual de las fuerzas de la naturaleza han conformado el mundo que conocemos. No es necesario decir que Velikovsky despertó una gran controversia en geología, como lo había hecho previamente en arqueología y la astronomía. La arqueología confirma que la  imagen de Quetzalcóatl no aparece jamás fuera del contexto de la religión náhuatl.  Paralelamente  al  mito  de  la Estrella  de  la  Mañana,  la  creación  del  Sol marca  los principios  mismos  de  la  era  náhuatl.  Y este  Sol  anuncia  una  nueva edad. El pasado náhuatl fue juzgado por los aztecas más en concordancia  con  la  figura  del  fundador  de  la  religión  que  con  cualquier  jefe  político. Esto  lleva  a  creer  en  la  supremacía  del  pensamiento  religioso  en  el  curso  de  los  siglos anteriores al año 1000, y en  la  indispensable  necesidad de profundizar este pensamiento para  comprender  un  periodo  irreducible  a  las  listas  de  gobernantes  y  batallas. El acuerdo de los  jeroglíficos  y de  los textos resulta perfecto porque la Serpiente Emplumada,  traducción  literal  de  quetzal  (pájaro)  y  cóatl  (serpiente),  es el emblema de las antiguas culturas mesoamericanas.  Con  excepción  de  raras  obras  que,  como  la  de  Sahagún, fueron efectuadas con la ayuda de informantes indígenas, todos los escritos del siglo XVI constituyen traducciones de libros jeroglíficos que formaban las bibliotecas de los palacios.
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Únicamente algunos ejemplares de esos preciosos documentos escaparon a los autos de fe organizados por los monjes. Sustraídos  por  manos  piadosas y mantenidos en secreto, con peligro de represalias, son hoy día para los americanistas de un valor  comparable  a  la  famosa  piedra  de  Rosetta  de  los  egiptólogos.  En  efecto,  dada  la desaparición  de  los  que  sirvieron  de  fuente  a  los  anales, habría resultado imposible penetrar el  sentido  de  una  escritura  tan  hermética,  sin  la  precaución,  tomada  después  de  la Conquista,  de  hacer  cubrir  con  notas  explicativas  ciertos  manuscritos.  Es,  entonces, gracias  a  esas  leyendas  redactadas  al  margen  de  los  jeroglíficos,  de  las  divinidades  o  de las  escenas  rituales  que  los  componen, bien  sea  en  náhuatl,  bien  en  español,  como  los  viejos  sabios  mexicanos  transmitieron  la  llave  del  lenguaje  perdido. De unos cuarenta códices existentes, sólo una decena son históricos; los demás se refieren a la vida religiosa.  La  lectura  de los códices históricos la  debemos  en  gran  parte  al  erudito mexicano  Alfonso  Caso.  Al  cabo  de  años  de  investigación  de  los textos  y el  material arqueológico,  de  estudios  comparativos,  de  numerosas  clasificaciones  y  de desciframientos parciales cada vez más amplios y precisos, Alfonso Caso acaba de proporcionar a los  estudiosos  la  traducción  de  lo  que  estima  “el  más  importante repertorio  genealógico que se ha conservado“.  Se trata del libro dibujado llamado Bodley, que relata la historia de la  región  mixteca  desde  el  siglo  VII  hasta  la  Conquista.  La  circunstancia  de  que  se consignen acontecimientos ocurridos ya en presencia de los europeos permitió establecer la  sincronización  de  las  fechas  indígenas  con  el calendario europeo.

Fuentes:
  • Laurette Sejourne – El Universo De Quetzalcoatl
  • Ivan Sprajc – La Estrella de Quetzalcoatl – El Planeta Venus en Mesoamérica
  • Immanuel Velikovski – Mundos en Colisión
  • C.W. Ceram – Dioses Tumbas Y Sabios
  • René Guénon – Atlántida e Hiperbórea
  • H.P. Blavatsky – La Doctrina Secreta
  • H.P. Blavatsky – Isis sin Velo
  • Cattermole, Peter & Moore, Patrick – Atlas of Venus
  • Charles Berlitz – El misterio de la Atlántida
  • Erich von Daniken – Carrozas de los dioses
  • http://www.crystallotus.com/
  • http://www.antiguosastronautas.com/ – ¿Fue Venus un planeta habitable?
 

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