Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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hada mariposas

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Secretos Parameshwary

domingo, 1 de marzo de 2009

Allí estaban

Doris Lessing
"Instrucciones para un descenso al Infierno"



En esta travesía yo era el capitán de una tripulación de doce hombres. En la última ocasión fui marinero de cubierta, y el capitán fue George. Estábamos a cuatro días de navegación de la costa. La corriente nos llevaba de modo constante y favorable; el viento Norte nos acariciaba la mejilla derecha cuando Charles, que estaba de vigía, nos llamó a proa y allí estaba. O mejor, allí estaban. Si, ahora preguntáis cómo lo supimos, entonces, por esperar precisamente este momento sois insensibles a las visiones de nuestra imaginación. Y eso debe significar que vosotros mismos no habéis comprendido todavía que toda vuestra esperanza reposa en esperarles a Ellos. No, no es verdad que lo habíamos imaginado así. Nunca lo habíamos expresado o pensado: Ellos tendrán la forma de pájaros o de luz caminando sobre las olas.
Pero si habéis alimentado en vida alguna esperanza profunda, que finalmente se torna realidad, sabréis que la expectativa de una cosa debe igualarse con ella; o, por lo menos, la habéis de contemplar de esa manera. Si os habéis imaginado un monstruo de ocho patas, con ojos como platos, y si semejante criatura existe en ese mar, no veréis ni más ni menos que lo que estáis dispuestos a ver. Podrían surgir de las olas ejércitos angélicos, pero si esperáis a un gigante de un solo ojo, vuestro barco los atravesaría y no sentiríais nada más que un enfriamiento del aire.
De modo que mientras no habíamos precisado una forma en nuestro pensamiento no estábamos a la espera de algo malo o terrible. Nuestras expectativas habían servido de ayuda, explicación o intensificación de nuestro propio yo y de nuestros pensamientos. Nos habían preparado como barómetros para el Buen Tiempo. Sabíamos que encontraríamos algo que daría una nota más alta y aguda que nosotros mismos, y por eso supimos al instante que aquello era el motivo de nuestra travesía, dando vueltas y vueltas y más vueltas, trazando tantos círculos que bien se podría decir que la espera de toparse con Ellos se había convertido en un circuito, tanto en el océano como en nuestra mente.
Los reconocimos primero por una sensación en el aire, una quietud cristalina acompañada por un sentimiento interior opresivo, por que estábamos templados en el mismo tono que aquello que esperábamos.
El mar estaba vivo y picado, y el aire rezumaba espuma. Gravitando sobre las olas vigorosas y a una distancia de unas 200 yardas, había un disco brillante. Parecía como si hubiese sido transparente, ya que el ojo, en principio, aceptaba el reflejo como si fuera de vidrio o de cristal, pero luego miraba lo que había dentro, como en un vaso lleno de agua, lo que había detrás de aquel brillo. Pero el brillo no era un reflejo: el material de las paredes del disco era luminoso en sí mismo. El día se nublaba velozmente; el cielo tenia mitad nubes y mitad sol, y todo nuestro entorno era un escenario de espuma y olas encrespadas, de luz en movimiento, y todo cambiaba mientras lo mirábamos. Esperábamos que surgiesen del disco seres extraños y que quizás arriasen, al estilo humano, un bote neumático o de algún otro tipo, para que nosotros, desde la cubierta, fuertemente asidos a las cuerdas y palos, pudiéramos verlos acercarse y calibrar la situación, y adaptar nuestra mente y acciones a las circunstancias. Pero nadie apareció. El disco se acercó más, pero de un modo tan imperceptible,, al construir un elemento más del incesante movimiento general de lo blanco y lo azul, que permaneció inmóvil en el aire, justo encima de las olas, a unos pasos de distancia antes de que nosotros comprendí eramos, con el corazón sobrecogido, que no podíamos esperar algo tan cómodo como que se abriese una puerta y largaran una escalera y un bote, y que unos brazos curvados manejasen los remos. Pero no estábamos esperando nada en especial y ya lo teníamos encima ¿Que? Sentimos primero una sensación por todo el organismo. Todos los recursos del cuerpo se estiran, expanden y vibran con mayor intensidad que de ordinario ante la fiebre, una tensión agotadora o el amor.Pues bien, nuestra vibración de tono más agudo fue acompañada de una nota alta y estridente como las que pueden resquebrajar un vaso o, si sostenida, probablemente ocasionar mayores daños. El disco que había estado al alcance de nuestra vista, a unas pocas yardas de distancia, un objeto entre otros, aunque más acusado que los otros, más arrasador, pareció penetrar e invadir nuestros ojos. Describo sensaciones por que el hecho en si es indescriptible. Es seguro que el disco se levantó un poco sobre las olas, hasta situarse al mismo nivel de nuestra cubierta, y a continuación nos sobre voló o pasó a través de nosotros. Sin embargo, cuando estuvo encima ya no parecía un disco, con su forma característica; era más bien un veloz aleteo del aire, una vibración que era a la vez sonora. Mientras duró resultó intolerable, como si dos sustancias diferentes estuviesen en conflicto, con un resultado indudable, pero solo fue un instante, y cuando mis ojos perdieron la sensación de estar invadidos por una luz o sonido de rápido aleteo, y cuando todo mi cuerpo dejó de sentirse estirado, expandido o penetrado, como si la luz o el sonido fuesen capaces de atravesar los tejidos humanos, pero con una forma tan definida como la nuestra propia, entonces mire para comprobar si George, el más próximo a mi, seguía vivo. Pero había desaparecido, y cuando gire aterrorizado para localizarle, a él y a los demás, no estaban. Nadie, nada. El disco, que se había convertido en un disco de cristal, gravitaba sobre las olas en el otro costado del barco y estaba ganando altura.

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