Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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Secretos Parameshwary

lunes, 3 de abril de 2017

¿Qué sabemos sobre avanzadas civilizaciones en épocas prehistóricas?

https://oldcivilizations.wordpress.com


Platón ya nos dijo que “acaecieron grandes terremotos é inundaciones y, en el breve espacio de una noche, la Atlántida se sumió en la tierra entreabierta“. Y el gran poeta catalán Jacint Verdaguer, en su poema La Atlántida (1877) nos ha dejado estos hermosos y enigmáticos poemas: “¿Ves ese mar que abarca la tierra de polo á polo? un tiempo fue jardín de Hespérides alegres; aun arroja el Teyde reliquias suyas, rebramando de continuo, cual monstruo que vela un campo de matanza.  Acá luchaban titanes, allá florecían ciudades; cánticos de vírgenes y gorjeos de pájaros por doquiera; hoy en marmóreos palacios congréganse las focas, y de algas se visten los prados do pacían los corderos. Aquí extendió sus márgenes el hesperio continente; qué mares ó qué tierras fueron sus confines, no hay quien lo sepa; el sol, empero, que de una ojeada mide el hemisferio, fue pequeño para contemplarlo á su sabor de cabo á cabo. Era el yugo de oro que unía las tierras ponentinas, y, corazón de todas, cual fuente del paraíso, dábales á beber claras argentinas aguas, y en sus inmensos brazos dormía feliz el mundo. Por él, cual por anchuroso puente, trasmitíanse, en alas de perenne mayo, sus crías y sus simientes; aves de pintado plumaje y de dulcísimo trino, aromas, cánticos, tesoros. Atlas fue su rey; aquél que de la azulada bóveda transportó los signos á una esfera de jaspe, y del sol y del astro que más lejano gira explicó la misteriosa y armónica danza. Por ello, la mente fantaseadora de los hijos de Grecia le vió á modo de montaña, coronado de estrellas, y, agobiado, sin ceder, bajo su inmensa bóveda, sustentando sobre su firme espalda la máquina celeste. En gigantez y en musculatura á él salieron sus hijos; mas ¡ay! su corazón fué quebradizo como el vidrio; que, después de haber trastornado reinos y tronos, también el de Dios escalar pretendieron.  Mas una noche la mar y el trueno rebramaron; trémula cual hoja á merced del Bóreas, trepidó Europa; y, despierta por el estruendo al alborear del día, de espasmo crujiendo su osamenta, no vió al mundo hermano.  Y, saboreando el no entibiado recuerdo de sus caricias, parecía decirle en su viudez: —¡Oh, Atlántida! ¿dó estás?”.
 
“Como solía, me adormecí anoche en tus brazos, y hoy, transidos de pavura, los míos no dan contigo. ¿Dó estás?— ¡Mas ay! allí donde la hermosa cautivaba los corazones, el piélago responde: — Yo anoche la engullí; ¡plaza! entre las tierras quiero para siempre tenderme; ¡ay de ellas si me levanto para ensanchar mi lecho!—  Abrumóla con su pesada siniestra el Omnipotente, y, ya cadáver, el mar la tragó de un sorbo; quedándole sólo el Teyde, dedo de su férrea mano, que parece decir á la humanidad:—¡Aquí fue la Atlántida!—  Varias islas rodean aquel mástil de nave rota, cual descuartizados miembros de impura Jezabel; cuando los venideros siglos contemplen, al pasar, el gran destrozo,—¡Mirad,—exclamarán,— á dó conducen las vías del placer!—  Fue el gigante á quien pintan en lucha contra el Olimpo entero; con sus brazos el naciente sol tocaba y el poniente; y, no satisfecho de oprimir con el puño la tierra, intentó subir á coronar su frente de luceros.  Mas el derrocador silboso rayo del Tonante le despeñó de su gradería de hacinados riscos al bullente mar de azufre é ígneas olas, en donde brama, retorciéndose so la pesada carga de un volcán. Y á tí ¿quién te salvó, oh nido de las naciones iberas, al sumergirse en los mares el árbol de que pendías? ¿quién te sostuvo, oh joven España, al hundirse, bipartida, la nave á que, cual góndola, te hallabas amarrada?  ¡El Altísimo! Él, atestando tu popa de náufrago tesoro, te atraca á los peñascales del Pirineo, de águilas nido, bajo el cielo más azul, tras el antemural de la Europa, y mecida, cual Venus, de dos rientes mares.  Por eso los griegos imaginaron en ti el Dios de las riquezas, viéndote florecer entre argentíferos peñones; mejor que el oro de Cólquida, hallaron en ti preciado vellón, y á Homero diste el Elíseo, y á Salomón el Ofir.  Al verte heredera de la Atlántida, los pueblos que te adulan dijeron en su entierro:— ¡Qué le importa! ¿qué importa á las abejas hallar roto el jarrón, si, flor de los venideros siglos, les quedas tú? — Mas ¡ay! Cuando el huracán remueve con sus alas el negro abismo, yo percibo, de los mares entre el diálogo, su hondo acento, tétrico gemido que le arranca aún el cataclismo, y á las tierras que hermanas suyas fueron dice:— ¡Adiós!”.

Algunas evidencias, como las que nos narran los jeroglíficos egipcios, nos muestran que el hombre existió sobre la Tierra durante periodos que se pueden extender a millones de años. Ello plantea dos posibles hipótesis: o bien la Humanidad vivió en un estado salvaje, si nos basamos en los utensilios de piedra asociados con sus restos fósiles, o bien alcanzó, en épocas prehistóricas, periodos de avanzada  civilización, cuyas huellas históricas se han perdido a causa de cataclismos o del simple paso del tiempo. Pero todo parece indicar que la verdad estaría en la hipótesis de civilizaciones prehistóricas. En Egipto, el testimonio de los monumentos y papiros que han podido ser traducidos, ya nos retrotraen a una fecha de unos  cinco mil años antes de Cristo. Pero, sorprendentemente, en aquel tiempo ya nos encontramos   con una civilización al menos tan avanzada como la relativamente reciente XVIII dinastía. En cierta ocasión, un viajero americano compró un papiro egipcio en Luxor. Un experto certificó que pertenecía a la XXI dinastía. Con lo que no contaba el viajero americano era con que el experto comunicase cuanto le había contado al egiptólogo francés Gaston Maspero (1846 – 1916), entonces director del Museo Egipcio de El Cairo. Cuando recibió esta información vio confirmado algo que sospechaba, ya que habían estado apareciendo en el mercado negro una serie de objetos pertenecientes a la XXI dinastía. Todo apuntaba al descubrimiento de una tumba real colectiva. Un joven ayudante del Museo llegó a Luxor de incógnito. Finalmente consiguió ser presentado a Abd-el-Rasul, perteneciente a una familia de traficantes ilegales de antigüedades. Abd-el-Rasul había encontrado casualmente la entrada a unas galerías en las que había unas 40 momias, pero durante 6 años lo había mantenido en secreto. Cuando Maspero se hubo enterado de lo ocurrido, confió el final de la misión al egiptólogo de origen alemán Émile Brugsch-Bey, que se desplazó al lugar del hallazgo. Brugsch mandó sacar las 40 momias que allí había, las embaló y las llevó a El Cairo por barco.

Según Émile Brugsch-Bey, Menes, el primer rey de la primera dinastía, tal como fue descrita por Manetón, alteró el curso del Nilo, construyendo un enorme dique para facilitar la fundación de la ciudad de Menfis. Menes, o Narmer, fue un faraón del siglo XXIX a. C., a quien se atribuye la unificación de Egipto. Según la tradición legendaria, Menes fue el primer faraón de la primera dinastía, con el que se inició la historia conocida de Egipto. Se decía que había sido investido directamente por los dioses, con quienes estaba emparentado. Junto con la unificación de Egipto, aquel acto fundacional había traído también la escritura, el arte, la agricultura y las técnicas artesanales. Pero la unificación política fue el resultado final de largas luchas para imponer un poder central sobre el particularismo de las comunidades locales, cuya última fase fue la unión del Alto y del Bajo Egipto. Esta última fue la gran obra de Narmer, un faraón del Alto Egipto, a quien se ha identificado con el legendario Menes. Narmer, que aparece representado aplastando a sus enemigos en la famosa «Paleta de Narmer» encontrada en Hierakómpolis, parece haber sido un monarca del Alto Egipto, que tenía su capital en la ciudad de Thinis. Desde allí se lanzó a la conquista del curso medio y bajo del Nilo, unificando Egipto y fundando una primera dinastía de faraones, la llamada dinastía tinita. Para ejercer el poder sobre las dos regiones unificadas, trasladó la capital al límite entre ambas regiones, cerca de donde posteriormente se ubicarían Menfis y El Cairo. Menes fue, además, un legislador, y se dice que aumentó grandemente la pompa de la monarquía. Algunos investigadores han llegado a considerarle como un personaje primitivo, ya que encabeza la Lista de los Reyes, de Manetón, conservada por las citas de algunos escritores clásicos. Manetón fue un sacerdote e historiador egipcio que nació en Sebennitos en el siglo III a. C. Manetón vivió durante el reinado de Ptolomeo I y Ptolomeo II. Compuso la Aigyptíaka (‘Historia de Egipto’), en la que organizó la cronología de su larga historia en forma de dinastías, desde los tiempos míticos hasta la conquista de Alejandro Magno. Esta división ha sido generalmente aceptada por la Egiptología moderna.

La obra de Manetón se ha conservado a través de las citas de otros escritores antiguos, como Flavio Josefo (siglo I), Sexto Julio Africano (siglo III) y Jorge Sincelo (Siglo VIII o IX). No hay fuentes que indiquen las fechas del nacimiento y muerte de Manetón, pero su obra se asocia frecuentemente a los reinados de Ptolomeo I Sóter (323 – 283 a. C.) y Ptolomeo II Filadelfo (285 – 246 a. C.). En el Papiro Hibeh, datado en el 241 a. C., se menciona a un Manetón. Y si se trata del mismo personaje, habría vivido también durante el reinado de Ptolomeo III Evergetes (246 – 222 a. C.). Manetón fue probablemente un sumo sacerdote del dios sol Ra en Heliópolis y se le consideraba también una autoridad en el culto de Serapis, una derivación greco-macedónica del culto egipcio de Osiris-Apis iniciada con la conquista de Alejandro Magno. Pese a ser egipcio y escribir sobre temas egipcios, Manetón usó exclusivamente el griego, como se hizo habitual durante la dinastía helenística de los faraones ptolomeos. Las Listas Reales a las que tenía acceso Manetón son desconocidas, pero de las que sobrevivieron hasta hoy la más parecida es el Canon Real de Turín. La fuente más antigua con la que se la puede comparar son los Anales del Imperio Antiguo (entre el 2500 y el 2200 a. C.). Hay una Lista Real de Karnak debida a Tutmosis III y la Lista Real de Saqqara en la tumba del sacerdote Tenry. Se desconoce la procedencia de los Anales del Imperio Antiguo, que encontramos en el fragmento de la Piedra de Palermo. Son muchas las diferencias entre los Anales del Imperio Antiguo y Manetón. Aquellos sólo llegan a la dinastía V, pero los gobernantes predinásticos se listan como reyes del Bajo Egipto y reyes del Alto Egipto. En cambio, Manetón lista varios dioses griegos y egipcios, comenzando con Hefesto y Helios. En segundo lugar, los Anales del Imperio Antiguo ofrecen informes anuales de las actividades de los reyes, siendo poco probable que Manetón llegase a tal nivel de detalle. Las listas del Imperio Nuevo son menos selectivas. La de Sethy I, por ejemplo, da 76 reyes de las dinastías I a XIX, mientras que omite los gobernantes hicsos y los asociados al herético Ajenatón. La lista Real de Saqqara, contemporánea de Ramsés II, ofrece 58 nombres, con omisiones parecidas. Si Manetón llegó a conocer estas listas, no le debieron agradar debido a su naturaleza tan selectiva. Además, su propósito era cubrir los muros de una cámara sagrada en la que el faraón hacía ofrendas a sus predecesores, imaginados como antecesores. Cada casa real tenía una lista tradicional particular de sus “Predecesores” y su propósito no era histórico, sino religioso.

El Canon Real de Turín, contemporáneo de Ramsés II, como la lista de Saqqara, escrito en hierático, comienza con dioses y es un resumen parecido al de Manetón. Listas completas de este tipo serían necesarias en las oficinas gubernamentales para poder datar contratos, títulos, etc., de manera que no podían ser tan selectivas como las listas de reyes de los templos. Se asume que, como sacerdote, Manetón debía tener acceso a prácticamente todos los escritos del templo. Pero, desgraciadamente, la obra original de Manetón se perdió probablemente en el incendio de la Biblioteca de Alejandria. Se sabe, por otros escritores, que Manetón habló de largas épocas egipcias anteriores a la tercera dinastía. Pero aunque no hubiera sido así, su descripción del tiempo de Menes es bastante para mostrar que es el resultado de un desarrollo que se extendía a épocas remotas. Según algunos egiptólogos, es preciso remontarse a quince mil años atrás, y no a cinco mil, si queremos formarnos una idea del comienzo de la civilización egipcia. Cada vez encontramos más testimonios en apoyo de la leyenda concerniente al perdido continente de la Atlántida. Los sacerdotes egipcios dieron muchos detalles a Solón, antepasado de  Platón, cuando los visitó. El cambio continuo en la corteza terrestre nos indica que la mayor parte de lo que hoy es tierra seca, fue en otro tiempo   ocupado por mares, y viceversa. Existen, pues, posibilidades de que pueda haber existido algún continente como el de la Atlántida.   Existen abundantes pruebas, derivadas del estudio de los fondos del océano Atlántico,  que nos mostrarían que el lugar asignado a la Atlántida era probablemente el que ocupan grandes elevaciones. Además, la arqueología comparada nos muestra similitudes entre el simbolismo prehistórico y las ruinas de Méjico y América Central por un lado, y del Egipto y Sumeria por el otro. Esto nos lleva a un origen común que pudiese representar la Atlántida. Augustus Le Plongeon (1825 – 1908) fue un fotógrafo, anticuario y arqueólogo británico. Realizó estudios de diversos yacimientos arqueológicos precolombinos, particularmente de la civilización maya en la península de Yucatán. A pesar de que sus escritos contienen nociones rechazadas por la conservadora comunidad científica, el material fotográfico de las ruinas arqueológicas y los glifos de la escritura maya de Le Plongeon son una fuente inapreciable, antes de que muchos de estos fueran dañados por el tiempo y los saqueadores.

Le Plongeon escribió una historia en la que expuso la hipótesis de la fundación del Antiguo Egipto por los mayas, pueblo que, según su teoría, también habría habitado la Atlántida. Le Plongeon, quien fue miembro de la franco masonería, estaba convencido de que las semillas de tal escuela de pensamiento habían sido sembradas por la civilización maya. Sus teorías fueron consideradas fantasiosas por sus coetáneos, como Désiré Charnay, Teoberto Maler y Alfred Maudslay. Le Plongeon logró descifrar los caracteres en que estaban escritas las antiguas inscripciones de Méjico, y hasta tradujo un viejo manuscrito que pudo salvarse del vandalismo de las tropas de Hernán Cortes y de los monjes católicos que le acompañaban. Este manuscrito se refiere de un modo directo a una catástrofe final que sumergió los restos de la Atlántida, que todavía existía hace unos doce mil años. La cuestión de la Atlántida es muy importante. La Humanidad, según las escuelas teosóficas, especialmente a través de H.P. Blavatsky, evoluciona a través de una serie de grandes razas-raíces, de las cuales se afirma que la raza atlante fue la que precedió inmediatamente a la nuestra. Para el estudiante teosófico, las afirmaciones que los Maestros ocultos hacen del carácter y lugar que ocupó la raza atlante, tendrán necesariamente una gran importancia. Algunos estudiantes teosofistas consideran fundamental la existencia de la Atlántida, así como la luz que puede arrojar la investigación oculta en la remota historia de Egipto. Los estudiantes teosofistas disponen de un instrumento de investigación que pone a su alcance una gran parte de la Historia antigua. Se trata de la facultad de ver anteriores estados de cualquier lugar u objeto con los que puede hallarse en contacto una persona clarividente. A esta variedad de la clarividencia se le llama Psicometría, que es un tipo de percepción extrasensorial definido como la habilidad de obtener información relevante de un objeto, el dueño de un objeto, o la historia relacionada con un objeto, mediante el contacto físico con dicho objeto. Se supone que dicho objeto posee cierta energía psíquica, que se puede transferir facilitando información y conocimiento sobre la historia de ese objeto.

La psicometría, entre los poderes psíquicos, es considerada como un tipo de clarividencia, así como es remarcable su presencia en el campo de la mediumnidad y el espiritismo. Joseph Rodes Buchanan, profesor de física norteamericano, acuño la palabra psicometría (medición del alma) en 1842. Partiendo de la idea de que todas las cosas tienen algún tipo de emanación, Buchanan afirmó que esta habilidad podría sustituir algunas ciencias empíricas. Escribió un amplio tratado titulado Manual de Psicometría: el Amanecer de una Nueva Civilización (1885), detallando como el conocimiento directo a través de la psicometría podía ser aplicado a varias ramas de la ciencia. También detalló cómo la filosofía y el arte se verían afectados, iluminando a la humanidad. Buchaman continuó promocionando la psicometría a lo largo de su vida. Algunos de sus seguidores, como Stephen Pearl Andrews, promocionaron la psicometría a través de una nueva ciencia llamada Universología, basado en las ideas de Buchanan. La definición de Andrews sobre su ciencia es que la demostración de la relación entre la mente y el cuerpo puede considerarse una ciencia exacta. A finales del siglo XIX las demostraciones de psicometría se volvieron muy populares como parte de sesiones espiritistas, en las que los participantes proveían de objetos personales para su lectura por parte de médiums y psíquicos. Existe un medio por el que todo lo que ha tenido lugar sobre la tierra queda preservado para siempre de un modo indestructible. Este medio se llama Akasha en la literatura oculta oriental.  En la religión hinduista, el akasha es el fundamento y la esencia de todas las cosas en el mundo material. Se dice que es el primer elemento material creado por el dios Brahmá, en que aire, fuego, agua y tierra son los otros elementos. Se trata de uno de los elementos clásicos del hinduismo, los pañcha-majá-bhuta o ‘cinco grandes elementos’, siendo su característica principal el sabda (sonido). En sánscrito esta palabra significa “espacio“, mientras que en otros idiomas de la India esta palabra esta conceptualizada como “cielo“. Las doctrinas hinduistas niaiá y vaisesika señalan que el akasha, que también es llamada éter, como la quinta sustancia física y substrato del sonido. Es la sustancia física eterna, omnipresente e imperceptible. La escuela samkhia, dentro de la religión hinduista, afirma que el akasha es uno de los cinco elementos majabhuta y el que posee la propiedad específica del sonido.

En la cosmovisión de la religión jaina, el akasha es el “espacio“. Está dentro de la categoría del Ajiva, que se divide en dos partes. Una parte es el lokasa, la parte que es ocupada por el mundo material. El universo conocido forma solo una de las partes del lokasa. Akasha es aquello que da origen al espacio y lo entrega para la existencia de las demás sustancias. Otra parte es el alokasa, el espacio incognoscible que está totalmente vacío. En las doctrinas budistas, el akasha está dividido en skandha, desha y pradesha. El akasha es identificado como el primer arupa, u objetos sin forma, pero usualmente se traduce como ‘espacio’. La teosofía ha popularizado la palabra akasha en la forma del adjetivo «akásico», a través del cual se refiere a un compendio o archivo etéreo histórico y del conocimiento. Por ejemplo: “archivos akásicos“. Los ocultistas europeos medioevales se referían a lo mismo cuando hablaban de la luz astral. Esta luz astral se supone que lleva en sí un registro de los acontecimientos pasados para los que pueden percibirlo e interpretarlo. Para la completa exploración de la luz astral hay que poseer facultades psíquicas elevadas. Según parece, estas cualidades las poseen los más elevados instructores teosóficos, y ellas les permiten el conocimiento que poseen del remoto pasado del mundo. Pero, en realidad, todo parece indicar que los más altos iniciados del ocultismo también poseen documentos escritos que han heredado, desde tiempos remotos, de sus predecesores. Pero sus propias facultades internas les capacitan para verificarlo en cualquier momento. Ello lo consiguen a través de una amplia información histórica procedente de la luz astral, llamada a veces la memoria de la Naturaleza. Los objetos tangibles, así como los vehículos internos de la conciencia humana, están unidos, por corrientes magnéticas permanentes, con los registros astrales. El ocultista entrenado, al tocar o coger tales objetos, puede alcanzar aquellas corrientes magnéticas, poniendo sus sentidos astrales  en sintonía con los registros. De este modo, se afirma que el ocultista puede hacer que monumentos, como las  Pirámides o la Esfinge de Egipto, le cuenten su historia. De este modo el ocultista puede formarse una idea de los remotos inicios de la civilización egipcia.

Las investigaciones sobre los comienzos de la civilización egipcia nos ponen en la pista de la Atlántida y la raza atlante. Si nos remontamos a un millón de años atrás, nos encontramos en un periodo en que la raza atlante habitaba varias regiones de la Tierra, además de las que formaban el continente de la Atlántida. Cuando las varias fracciones de la raza atlante, que habitaban en la Atlántida propiamente dicha, habían alcanzado un muy alto grado de civilización y poder, Egipto, entre otros países, todavía estaba ocupado por un pueblo relativamente primitivo. Hace unos ochocientos mil años, el continente de la Atlántida comenzó a desaparecer. Este proceso se inició con una gran catástrofe, pero solo representó el comienzo de la sumersión de la Atlántida. El continente todavía resistió a destructoras fuerzas hasta hace unos ochenta mil años, en que algunas porciones considerables de lo que quedaba de la Atlántida desaparecieron, quedando solo una gran isla, la  Atlántida de la tradición clásica, que finalmente se sumergió a causa de una gran convulsión natural, ocurrida hace unos once mil quinientos años, fecha originalmente obtenida en las enseñanzas ocultas y confirmada aproximadamente por los descubrimientos del Dr. Le  Plongeon, antes mencionado. Durante el largo periodo transcurrido desde el principio de la gradual sumersión de los grandes territorios del continente original, se produjeron extensas emigraciones desde la entonces existente Atlántida hacia otras regiones. En estas emigraciones también participaron  representantes avanzados de la raza atlante. La destrucción de la Atlántida, fruto de un proceso natural, fue paralela a la degradación moral del pueblo. Los adeptos de la raza atlante se apartaron de la degeneración de sus compatriotas, y también abandonaron el continente atlante, cuyo trágico destino conocían de antemano. En aquel periodo una gran parte de Europa, especialmente de la Europa oriental, era una marisma inhabitable, apenas elevada de las aguas del Océano. Pero Egipto, aunque muy diferente del Egipto actual, ya estaba habitado, como también lo estaban las comarcas que limitaban el Mediterráneo oriental.

Durante aproximadamente la mitad del enorme periodo en el que se fue produciendo la sumersión de la Atlántida, una gran cantidad de adeptos atlantes, acompañados por un considerable número de sus contemporáneos no iniciados, se fijó en esas comarcas mediterráneas, como también luego, gradualmente, en las regiones occidentales de Europa, así como también en muchas partes del mundo oriental. Sobre el territorio que es ahora parte de las Islas británicas, aunque en aquel tiempo no estaba separado del resto del continente europeo, los adeptos atlantes dejaron huellas de su presencia, algunas de las aún pueden verse actualmente, como en el caso de Stonehenge, como recuerdo de la dispersión atlante, aunque su construcción parece que es más reciente que la de las grandes Pirámides de Egipto. En el mundo atlántico y en el Mediterráneo antiguo encontramos monumentos y construcciones de piedra de grandes proporciones. En efecto, encontramos los misteriosos círculos monolíticos de Stonehenge, los dólmenes de Bretaña y Cornualles, los fuertes neolíticos de Irlanda y las islas Canarias, las pirámides, que vemos en Egipto, América y Mesopotamia, los conjuntos de cavernas de Cerdeña, Malta y las islas Baleares, así como la existencia en la Grecia y Micenas arcaicas de restos de una arquitectura ciclópea similar a la del Yucatán. La finalidad concreta de algunas de estas estructuras megalíticas no resultan claros a primera vista. Los grandes círculos de piedra de Stonehenge, en Inglaterra, son interesantes no sólo por el tamaño de las piedras, sino también por la forma en que fueron erigidas. El eje central de Stonehenge coincidía exactamente con la salida del sol en pleno verano. Otros hallazgos parecen confirmar el propósito de que fuera un enorme reloj astronómico, y todo ello demuestra que sus constructores no sólo tenían conocimientos de astronomía sino también de trigonometría. En Avebury encontramos otra serie de construcciones de piedra destinadas a servir de calendario y grandes dibujos planos que fueron trazados en la tierra, pero que sólo resultan visibles desde arriba.

En el Timeo de Platón podemos leer que cuando el estadista griego Solón visitó Egipto hacia el año 600 a.C., los sacerdotes egipcios le contaron la historia de la destrucción de la Atlántida, acaecida unos nueve mil años antes, y de cómo se había hundido en el mar. Generalmente no se daba ningún crédito a dicha historia, ya que también explicaba que los   atlantes habían luchado contra los atenienses, cuando, por lo que sabemos, Atenas aún no se había fundado en aquel tiempo, es decir, en el 9600 a.C. Robert Bauval, autor de El misterio de Orión, explica su teoría sobre la Correlación de Orión con respecto a su posible influencia astronómica sobre la ubicación de las Pirámides en el desierto de Guiza. Bauval señala que en el Timeo Platón no sólo da cuenta de la crónica que hace Solón de la Atlántida, sino que también dice que Dios hizo «almas en número igual al de las estrellas, y las repartió, cada alma para una estrella diferente, y quien bien viviera durante el tiempo que le correspondiese volvería a la habitación de su estrella consorte». Sin duda esto hace pensar en un concepto típicamente egipcio. Según Bauval, el clarividente Edgar Cayce afirmó que los planos de la Gran Pirámide son de aproximadamente el 10.400 a. C. La autoridad que cita es el arqueólogo y egiptólogo norteamericano Mark Lehner, contrario a las tesis del egiptólogo John Anthony West en referencia a la Esfinge. Frente a la imagen del Antiguo Egipto que nos ofrece la egiptología oficial, el escritor y egiptólogo norteamericano John Anthony West presenta en su libro La serpiente celeste un Egipto completamente distinto. Lo que West propone en La serpiente celeste es la existencia de un Egipto que debe ser estudiado con un modelo de pensamiento bastante distinto del patrón científico convencional. Su obra es un homenaje y reivindicación del trabajo previo del filósofo y matemático francés René Schwaller de Lubicz (1887-1961), que estudió la civilización del antiguo Egipto durante muchos años, pero desde un punto de vista poco ortodoxo. Concretamente, Schwaller realizó múltiples investigaciones en el templo de Luxor durante 15 años, que constituyeron la base de su libro El templo del hombre.c Esta propuesta de West se fundamenta en la idea de que la cultura egipcia estaba enormemente avanzada y que su conocimiento procedía de una cultura anterior que se remontaría al tiempo de los dioses. Según West, toda la civilización egipcia muestra una sabiduría ancestral y sofisticada, que impregnaba todos los aspectos de la vida, desde la arquitectura a la ciencia y el arte, pasando por la escritura, la literatura, las matemáticas, la medicina, la astronomía. En suma, la gran cultura egipcia debería estudiarse como una ciencia sagrada holística, y no sólo como una suma de partes.

Para West existe otra realidad, distinta a la oficial, sobre las antiguas civilizaciones. Normalmente se considera que la civilización implica progreso, y a mayor grado de civilización, mayor grado de progreso, por lo que no habría nada que los antiguos supieran y que nosotros no sepamos. La obra de West trata de refutar esta concepción. En sus propias palabras: “Por civilización entiendo una sociedad organizada sobre la convicción de que la humanidad está en la Tierra con un propósito. En una civilización, los hombres están más preocupados por la vida interior que por las condiciones de la existencia cotidiana”. Y West afirma que la egiptología ha malinterpretado completamente la esencia del Egipto faraónico: «Según la explicación habitual, Egipto es una civilización de arquitectura asombrosa, reyes egocéntricos y populacho serviI y supersticioso. La visión simbolista ve Egipto de forma bastante diferente, como una civilización filosófica y espiritualmente y científicamente más avanzada que la nuestra, de la cual tenemos mucho que aprender». West combina su propia interpretación de Schwaller con lo que afirma la egiptología ortodoxa y trata de ofrecernos una visión distinta de la civilización egipcia, dotada de una sabiduría o ciencia sagrada que trasciende de lo material y se insinúa en todos los órdenes de la vida, con una magnífica expresión en las representaciones artísticas. West critica la egiptología clásica por sus ideas preconcebidas y explica numerosos ejemplos indicativos de perfección de los egipcios, como expresiones inequívocas de una antigua sabiduría. Esto nos conduce a la referencia a un arte sagrado que, gracias a una minoría de iniciados, se perpetuó en Egipto durante muchos siglos. Es difícil adentrarse en esta civilización con una mentalidad racional, dado que los símbolos nos conducen inexorablemente por una vía mística, en consonancia con el alma profundamente mágica de los antiguos egipcios. West enfatiza el carácter mágico del arte egipcio, que es una parte indivisible del conocimiento. West nos cuenta numerosos ejemplos de las manifestaciones de esa sabiduría holística en áreas como la astronomía, las matemáticas, la medicina o la escritura jeroglífica. West se apoya en las investigaciones de Schwaller para mostrarnos que los egipcios tenían una forma de pensar y actuar sobre el mundo distinta a la actual, pero sorprendentemente avanzada en algunos aspectos, como se puede apreciar a través de algunos textos que se han conservado.


West nos presenta la teoría de que la civilización egipcia no fue más que el legado de una civilización previa, la Atlántida. Entre otras observaciones, West menciona la famosa controversia de la datación de la Esfinge de Guiza, que ya fue insinuada por Schwaller, y que se basa en la erosión por agua que presenta el propio monumento. Así, dado que en la época dinástica Egipto tenía un clima muy seco, parecido al actual, la erosión sólo pudo darse en épocas anteriores, cuando el norte de África tenía un mayor régimen de lluvias o en época de grandes inundaciones. La obra de West aporta interesantes reflexiones que nos permiten avanzar hacia una comprensión global de la civilización egipcia. El auténtico Antiguo Egipto todavía está por descubrir. Parece que el arqueólogo y egiptólogo norteamericano Mark Lehner   era financiado por la Cayce Foundation y que fue seguidor de Edgar Cayce. En su obra The Egyptian Heritage, Lehner arguyó que los «acontecimientos de la Atlántida» en el antiguo Egipto, es decir, con la supuesta llegada de los atlantes, probablemente ocurrieron alrededor del 10.400 a. C. De todos modos, Lehner volvió luego a la ortodoxia, siendo considerado uno de los principales expertos en las pirámides. Edgar Cayce nació en una granja de Kentucky en 1877. Podía dormir con la cabeza apoyada en un libro y despertar sabiendo todo lo que en él se decía. Cayce descubrió que poseía la habilidad de diagnosticar enfermedades y recetar la cura correspondiente cuando se hallaba en trance hipnótico, por lo que su celebridad se extendió. En 1923, cuando tenía unos 45 años de edad, se enteró que durante uno de sus trances había predicado la doctrina de la reencarnación. Cuando se hallaba describiendo la vida pasada de un chico de 14 años, Cayce declaró que éste había vivido en la Atlántida hacia el 10.000 a. C. Desde entonces hasta el final de su vida, Cayce continuó visionando fragmentos de la historia de la Atlántida. Según Cayce, la Atlántida ocupaba en el océano Atlántico un lugar que iba desde el mar de los Sargazos hasta las Azores, y tenía una civilización floreciente que databa nada menos que del 200.000 a. C. Según Cayce, la civilización de los atlantes estaba muy desarrollada y poseía alguna clase de «piedra de cristal» que servía para atrapar los rayos del sol. También conocían la fuerza del vapor, el gas y la electricidad.

El poeta romano Ovidio (43 a. C. – 17 d. C), al describir el Diluvio, nos ofrece la continuación de la crónica de Platón sobre la Atlántida: «Había antaño tanta maldad sobre la Tierra, que la Justicia voló a los cielos y el rey de los dioses decidió exterminar la raza de los hombres. La cólera de Júpiter se extendió más allá de su reino de los cielos. Neptuno, su hermano de los mares azules, envió las olas en su ayuda. Neptuno golpeó a la tierra con su tridente, y la tierra tembló y se estremeció. Muy pronto, no era ya posible distinguir la tierra del mar. Bajo las aguas, las ninfas Nereidas contemplaban, asombradas, los bosques, las casas y las ciudades. Casi todos los hombres perecieron en el agua, y los que escaparon, faltos de alimentos, murieron de hambre». También tenemos una leyenda egipcia dice que fue el dios Sol, Ra, quien causó la inundación sobre la Tierra. Un papiro de la XII dinastía, de tres mil años de antigüedad, que se conserva en el museo Ermitage de Leningrado menciona la «isla de la Serpiente» y contiene el siguiente pasaje: «Cuando abandonéis mi isla, no la volveréis a encontrar, pues este lugar desaparecerá bajo las aguas de los mares». Asimismo, este antiguo documento egipcio describe la caída de un meteoro y la catástrofe que siguió: «Una estrella cayó de los cielos, y las llamas lo consumieron todo. Todos fueron abrasados, y sólo yo salvé la vida. Pero cuando vi la montaña de cuerpos hacinados estuve a punto de morir, a mi vez, de pena». Es casi imposible hacerse una idea exacta de los trastornos geológicos que destruyeron la Atlántida. Pero las tradiciones de numerosos pueblos nos proporcionan un cuadro de la catástrofe. La Biblia contiene el relato del arca de Noé que se salvó del gran Diluvio. En el libro de Enoc, el patriarca que previno a Noé del inminente desastre antes de subir él mismo al cielo, encontramos significativos pasajes referentes al «fuego que vendrá del Occidente» y a «las grandes aguas hacia Occidente». El canto épico de Gilgamesh, de hace cuatro mil años, contiene un relato detallado del Diluvio y deplora el fin de un pueblo antiguo: «Hubiera sido mejor que el hambre devastara el mundo, y no el Diluvio». Los sacerdotes de Baalbek (“Ciudad del dios Baal”), en el actual Líbano y donde se encuentran tres colosales bloques, cada uno de ellos con un peso de entre mil y dos mil toneladas, tenían la costumbre de verter agua de mar, obtenida en el Mediterráneo, en la grieta de una roca cercana al templo, a fin de perpetuar el recuerdo de las aguas del Diluvio, que se decía habían desaparecido por allí. La ceremonia debía conmemorar igualmente la salvación de Deucalión, hijo de Prometeo y la oceánide Pronea, y que reinó en las regiones próximas a Ftía. Para conseguir esta agua, los sacerdotes tenían que realizar un trayecto de cuatro días hasta las orillas del Mediterráneo, y otros tantos de regreso hasta Baalbek.

Todo parece relacionar la Atlántida con el año 10.450 a. C.  ¿Fue tal vez esta la fecha el final de una gran civilización? Pero la fecha del 10.450 a. C. no significa nada para los historiadores, ya que es considerada «prehistórica», más o menos la época en que aparecieron los primeros agricultores en el Oriente Medio. Pero, tal como ya hemos dicho, hay una fecha en la mitología, una sola, que se le acerca de manera razonable. Según el Timeo de Platón, cuando el estadista griego Solón visitó Egipto hacia el año 600 a. de C., los sacerdotes egipcios le contaron la historia de la destrucción de la Atlántida, acaecida unos nueve mil años antes, y de cómo se había hundido debajo de las olas. Por otro lado, la Esfinge ya era antigua en tiempos de Kefrén. El cuerpo y el recinto de la Esfinge habían sido erosionados por el agua, en vez de por la arena impulsada por el viento. Ello implica una época en que en que la Esfinge estaba en un entorno húmedo, alrededor del 10.000 a. C. Al examinar el gran sarcófago de granito rojo que se encontró en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide, se vio que planteaba una serie de problemas técnicos que aparentemente eran irresolubles. Lo habían tallado con una precisión increíble. Pero ¿con qué herramientas? La inexistencia de restos de pescado en Egipto durante este período hace suponer que el hombre había aprendido a alimentarse de la agricultura. Luego, según parece, una serie de desastres naturales, entre los que hubo tremendas inundaciones en el valle del Nilo, pusieron fin a la «revolución agrícola» hacia el 10.500 a. C. Ésta es la fecha en que se supone tuvo lugar la destrucción de la Atlántida y en que los supervivientes llegaron a Egipto y construyeron la versión más antigua de la Esfinge. Por otro lado tenemos el tema de las Pirámides de Gizeh y el Cinturón de Orión.  Robert Bauval se hallaba acampado en el desierto de Arabia Saudita durante una expedición. Se despertó y alzó los ojos hacia la Vía Láctea. «De hecho –agregó su amigo astrónomo-, las tres estrellas del cinturón de Orión no están alineadas de manera perfecta, ya que la más pequeña está ligeramente desviada hacia el este». Era una respuesta a su pregunta sobre por qué la pirámide de Menkaura era más pequeña que las otras dos y estaba desviada hacia el este. Las pirámides tenían que representar las estrellas del cinturón de Orión. Y la Vía Láctea era el río Nilo.

Bauval observó que la única vez en que la pauta de las pirámides en el suelo era un reflejo perfecto de las estrellas del Cinturón de Orión, en lugar de estar inclinada hacia un lado, fue en el 10.450 a. C. Éste es también su punto más bajo en el cielo. Después de esto, empezó a subir otra vez de nuevo, y alcanzará su punto más elevado hacia el año 2550 d. C. En el año 10.450 a. de C. fue como si el cielo fuese un enorme espejo en el cual el curso del Nilo se «reflejaba» como la Vía Láctea; y las pirámides de Gizeh, como el Cinturón de Orión. la curiosa coincidencia de una fecha, alrededor del 10.400 a. C., plantea una pregunta importante: ¿por qué los constructores de las pirámides de Gizeh las dispusieron de manera que reflejasen la posición del Cinturón de Orión en el 10.450 a. C.? Hace unos 16 mil años las cosas empezaron a cambiar. Poco a poco el hielo comenzó a derretirse, el agua comenzó a fluir en grandes cantidades, vertiéndose a los océanos e incrementando el nivel de los mismos, produciendo el conocido como Diluvio Universal. El calentamiento se prolongó hasta hace unos 12 mil años, cuando el clima se estabilizó en el mundo, la cara de la Tierra había cambiado, el nivel del mar se incrementó en 120 metros, el mar cubrió grandes áreas de las zonas costeras y la geografía de los continentes se reconstruyeron tal y como los conocemos hoy en día. Cuando las cordilleras que formaban la Atlántida se prolongaban desde América hasta Europa y África, impedían el flujo de las aguas tropicales del océano hacia el Norte, por lo que quedaba cortada la Corriente del Golfo, por lo que no llevaba el calor al Norte de Europa y el resultado era un intenso frío. El resultado fue un período de glaciaciones. Pero cuando la barrera de la Atlántida se hundió lo suficientemente como para permitir la expansión natural de las aguas calientes de los trópicos hacia el Norte, el hielo y la nieve que cubrían Europa desaparecieron gradualmente; la Corriente del Golfo fluyó alrededor de la isla-continente y aún conserva el movimiento circular que adquirió originalmente debido a la presencia de la Atlántida. Más coloquialmente, cuando se habla de los últimos millones de años, se utiliza «glaciación» para referirse a periodos más fríos con extensos casquetes glaciales en Norteamérica y Eurasia. Según esta definición, la glaciación más reciente acabó hace unos 10.000 años.

Piri Reis (1470 -1554) fue un almirante, marino y cartógrafo turco nacido en Galípoli, Imperio otomano, actual Turquía, en 1465 y fue decapitado en Egipto en 1554. Ejerció la navegación al servicio del Sultán Selim I. Su gran pasión fue la cartografía, llegando a publicar un libro donde recogía más de 210 mapas de todos los mares del mundo, titulado el Kitabi Bahriye, una gran recopilación de antiguos mapas copiados por él y obtenidos de los saqueos marítimos o comprados a comerciantes en los muchos puertos donde desembarcó. Entre estos mapas destacaron uno hecho en 1513 y otro en el 1528, donde se podían apreciar todo el Océano Atlántico y sus costas americanas, africanas, europeas, árticas y antárticas. Toda su colección de mapas fue regalada al Sultán, perdiéndose desde ese momento la pista a esta colección única. En 1960 el teniente coronel norteamericano Harold Z. Ohlmeyer, especialista en cartografía, estudió estos mapas, y admitió en sus conclusiones que la costa antártica que aparece en el mapa de 1513 tuvo que ser forzosamente cartografiada antes de que hubiera sido cubierta por la capa de hielo que presenta en la actualidad, es decir, dentro de un período que se sitúa alrededor del 10.000 a.C. Arthur Posnansky (1873 – 1946), fue un militar, ingeniero naval, héroe de guerra, constructor, urbanista, cineasta, fotógrafo, investigador, escritor, historiador, minero, explorador, empresario, aventurero, paleontólogo, antropólogo y arqueólogo de origen austro-húngaro. Escribió un libro clásico de la arqueología universal, titulado Tiahuanaco, la cuna del hombre americano. Arthur Posnansky ha dedicado gran parte de su vida al estudio de esta ciudad, y la pregunta que él se hizo fue: ¿cuándo fue construida Tiahuanaco? En base a los cálculos astronómicos del profesor Arthur Posnansky y el profesor Rolf Muller llegamos a unas fechas que podrían explicar los cambios producidos en la región. Estos investigadores sitúan la fase principal de la construcción de Tiahuanaco en el año 15.000 a.C. Tras la construcción de esta ciudad sobrevinieron una serie de cambios geológicos alrededor del 11.000 a.C. que comenzaron a separar cada vez más la ciudad de la costa del actual lago Titicaca. Arthur Posnansky cree que la ultima civilización de Tiahuanaco apareció alrededor del 14.000 a. C. y que posteriormente se produjo un fenómeno geológico de grandes proporciones que fraccionó la cordillera de los Andes. Luego se produjo una elevación de la región del lago Titicaca hace unos diez mil años, tras un hundimiento de amplias regiones de tierra, como Mu y la Atlántida.

Ya que hablamos de Mu, aquí vamos a exponer una teoría basada en las obras del coronel británico James Churchward (1851-1936). Según esta teoría, es posible que el Jardín del Edén bíblico no estuviese en el Próximo Oriente sino en un antiguo continente que se hundió en el Océano Pacífico. La historia bíblica de la creación, con su epopeya de los siete días y las siete noches,  tal vez no tuvo sus  orígenes en los pueblos del Nilo o del Valle del Éufrates,  sino en un continente ahora sumergido. Estas afirmaciones pueden ser aparentemente probadas por las evidencias conseguidas por James Churchward, especialmente a partir de unas tablillas sagradas halladas en un lugar remoto de la India. Estas tablillas hablan de un extraño país de 64 millones de habitantes que, hace unos 50.000 años, habría desarrollado una civilización superior a la nuestra en muchos aspectos. También describen lo que podría ser la creación del hombre en esta misteriosa tierra de Mu, que es el nombre de un continente o isla mitológica que, según algunas creencias, habría existido y desaparecido en el océano Pacífico, habiendo sido relacionado a menudo con la Atlántida o Lemuria. Según los partidarios de la existencia de Mu, las referencias supuestamente encontradas por Churchward sobre una tierra más allá del gran mar oriental, el océano Pacífico, patria de una gran civilización solar, cuna de la antigua cultura del valle del Indo, se convirtió en un importante descubrimiento sumado a las investigaciones efectuadas por Augustus Le Plongeon (1825-1908), que fue un fotógrafo, anticuario, y arqueólogo amateur británico. Hizo estudios de diversos yacimientos arqueológicos precolombinos, particularmente de la civilización maya en la Península de Yucatán. A pesar de que sus escritos contienen numerosas nociones de carácter excéntrico rechazadas por el medio científico, Le Plongeon constituye una fuente inapreciable de material fotográfico sobre las ruinas arqueológicas y los glifos de la escritura maya, antes de que muchos de estos fueran dañados por el tiempo y los saqueadores. Gracias a esto se le considera un mayista. Escribió una historia en la que expuso la hipótesis de la fundación del antiguo Egipto por los mayas, pueblo que, según su opinión, también habría habitado la Atlántida. Le Plongeon, quien perteneció a la francmasonería, estaba convencido de que las semillas de tal escuela de pensamiento habían sido sembradas por la civilización maya.

Las civilizaciones más antiguas del subcontinente indio emergieron en el valle del Indo, alrededor del 2500 a. C. y abarcaban cerca de un centenar de aldeas y dos ciudades importantes: Harappa y Mohenjo-Daro. Estas aldeas en conjunto dominaban el área más extensa de todas las civilizaciones antiguas: más de un millón de kilómetros cuadrados. Esta cultura tuvo varias etapas. Con las nuevas excavaciones se ha demostrado que el nombre «culturas del Indo» es demasiado restringido; pero otro nombre como «período de Harappa», es insuficiente para comprender estas culturas en toda la dimensión temporal. Las complejas sociedades de la llanura de Kacchi fueron el preludio de la colonización final del valle del Indo. En un principio estuvo habitada por grupos de agricultores. Luego comenzaron a aparecer ciudades fortificadas. A esta época se la conoce como «periodo inicial del Indo». Esta fase formativa culmina en el «periodo desarrollado del Indo» (2700 al 2400 a. C.), cuando la diversidad regional primitiva fue reemplazada por la uniformidad cultural y se creó una única provincia que abarcaba toda la llanura del Indo. Hacia el 2400 a. C. se había desarrollado una compleja civilización urbana, comparable a la de Egipto y Mesopotamia. Al igual que las civilizaciones de la Mesopotamia y Egipto, dependían de su río. Como el Nilo, el Indo se desbordaba todos los años, inundando extensas zonas y depositando sedimentos fértiles. Este inmenso potencial agrícola fue la base sobre la cual se desarrolló el urbanismo en torno al río Indo. Con las culturas prehistóricas del valle del Indo se prepara el primer capítulo de la historia de la India. Se trata de un largo periodo prehistórico, probado por testimonios líticos. Por otra parte, se pueden encontrar vestigios prehistóricos hasta el primer milenio a. C., es decir, hasta un tiempo en que la península ya había entrado en la historia. En sentido estricto, las culturas del Indo pertenecen a la prehistoria, ya que solamente han dejado restos arqueológicos, sin documentos literarios. Pero, para apreciar la historia india hace falta tomar en consideración estas culturas urbanas pre-arias. Y la hipótesis de Churchward parecería confirmarse, ya que los jeroglíficos de la cultura del Indo eran sorprendentemente parecidos a los de la isla de Pascua, cercana a la ubicación más conocida de Mu. Igualmente se dice que se habría hallado una gran cantidad de textos budistas que mencionan una tierra que según parece se encontraba en el océano Pacífico.

Se alude a su vez a la existencia de una prueba bastante contundente. Parece ser la serie de indicios de una supuesta emigración masiva ocurrida hace miles de años desde la zona este del Pacífico, cerca de la costa sudamericana. Estos indicios, que constituían hechos aislados, sugerirían que varias civilizaciones antiguas tendrían un origen común en Mu. Estas son el antiguo Egipto, Asiria, la civilización del valle del Indo, el Perú preincaico, la isla de Pascua, y en menor medida, las culturas pre-mayas. Compartirían similitudes artísticas, arquitectónicas y lingüísticas, ya que todas ellas utilizaban significativamente un sistema de escritura jeroglífica, así como creencias comunes (de tipo solar) con Egipto y Asiria. Además, los nativos pascuenses conservarían una leyenda bastante similar. Mientras que en Egipto y Asiria se trataba del mito originario de La Atlántida, en Pascua existía la memoria de una antigua patria llamada Hiva, que se hundió por un cataclismo, y que obligó a una emigración a la isla de Pascua. El testimonio de los aymaras de Perú y Bolivia constituye otra evidencia de esta memoria común, ya que también hacen referencia a esta tierra perdida y en la misma ubicación, aunque en este caso la isla-continente se llama Atl-Antis (tierra antigua), de cuyo nombre no puede negarse el enorme parecido con Atlántida. Lo cual es algo confuso,  ya que Mu y la Atlántida serían dos continentes distintos. Los defensores de esta teoría también afirman que más al sur del continente americano, las leyendas sobre la desaparecida tierra ancestral se realzan en la mitología del pueblo indígena mapuche, del sur de Chile y la Patagonia argentina, quienes incluso mencionarían ser descendientes de una raza venida de una tierra tragada por las aguas, la cual justamente, según su historia, llevaría el nombre de Mu. Además esta tradición se podría apreciar en la leyenda de las serpientes Tren Tren y Cai Cai, quienes luchan representando el bien y el mal por la existencia de la “gente de la tierra” (mapuche). Según los mapuches hace mucho tiempo existieron dos serpientes (aquí vemos la permanente aparición de la serpiente en las distintas mitologías), llamadas Trentren Vilu y Caicai Vilu, Ca Cai era la que dominaba las aguas y Tren Tren la que dominaba el fuego. Un día Cai Cai se enojó y con su cola, que era como la de un pez, comenzó a golpear las aguas, las cuales inundaron toda la región. Como la población y los animales estaban desesperados, pues ya casi no quedaba terreno sin agua y las aguas seguían subiendo, invocaron desesperados la ayuda de Tren Tren, quien vino en su ayuda y subió a todos (humanos y animales) sobre su lomo, salvándolos de morir ahogados. Bajaron las aguas y todos siguieron su vida tranquila (ved la gran similitud con la historia de Noé).  Hasta que fue esta vez Tren Tren quien se encolerizó y comenzaron a hacer erupción todos los volcanes, por lo que la población tuvo que mudarse a otros lugares más seguros.

La cosmogonía mapuche ubica el origen de los mapuches en el mapu. Se dice que, antes de poblar la tierra, los espíritus miraban desde arriba y veían todo desierto, hasta que les fue permitido enriquecerla con innumerables formas distintas, hechas con el material de las nubes. Luego bajaron los hombres del cielo, conociendo el lenguaje de la naturaleza, y trajeron el idioma mapuche, que es el mismo que se habla en el cielo. Los espíritus les prometieron que los harían regresar en el futuro. Aquí queremos hacer una introducción a la cultura mapuche, que creemos tiene relación con la antigua cultura de Mu. Para ello nos basamos en la obra de Aukanaw, titulada La Ciencia Secreta de los Mapuche.  Creemos que nos puede dar alguna idea sobre cómo era la sociedad de Mu, así como sobre los orígenes del chamanismo. Todos los pueblos sin maquinismo e integrados ecológicamente al medio natural en que habitan, tienen, en base a su cosmovisión, la vivencia de lo sagrado. O sea que absolutamente todos los aspectos de su cultura (arte, ciencia, música. juegos, costumbres, etc.) están regidos sin excepción, por cánones sagrados. Este hombre vive inmerso en un cosmos impregnado de sacralidad, también llamado “mágico” por ciertos antropólogos. La cultura es una proyección concreta del pensamiento humano. A la cultura de esos pueblos, que tienen por eje de actividades lo sagrado, la llamaremos hierocéntrica (del griego, hieros = sagrado), pero no teocéntrica, (del griego, Theos = dios) pues las divinidades sólo ocupan la atención completa del hombre ordinario en los momentos de crisis individual o social. Lo sagrado es expresado en la enseñanza del mito, fórmula del modelo de todo ser existente en el cosmos, y del rito, la acción cuyo sentido reposa en el modelo dado por el mito. Toda cultura hierocéntrica, como son, por ejemplo: la mapuche, la hopi, la bantú, la de cualquier pueblo prehistórico,  o las de Grecia, Roma, India, Israel o China arcaicas, tienen un medio a través del cual se manifiesta directamente lo sagrado. Se trata del Chamán. Este es un ser humano especial que tiene comunicación directa con sus dioses o espíritus, siendo a la vez sacerdote, curador, artista, músico, juez y preservador de la ecología cósmica, por citar algunos de sus atributos. El chamán mapuche más conocido es el machi (sustantivo de género masculino y femenino al mismo tiempo). En las culturas hierocéntricas, cuanto menos intelectualizada y burocratizada sea la creencia religiosa, más importante será el rol del chamán. Cuando este rol predomina, nos hallamos frente a una religión chamánica y, como derivada de ella, una cultura chamánica.

Un hecho de capital importancia es que las culturas chamánicas comparten, tanto a través del tiempo como del espacio, a despecho de la diversidad cultural, la migración y la difusión, las mismas estructuras básicas, adaptando tan sólo los caracteres superficiales a los distintos hábitats. La religión chamánica forma un complejo coherente que siempre está presente en los orígenes de toda civilización y de toda religión teologizada. Cuenta con 50.000 años de antigüedad materialmente probada y nos permite, intercambiando elementos, descifrar en una cultura chamánica aquellos elementos que están ocultos o perdidos en otra, gracias a sus analogías funcionales. La disciplina que estudia el fenómeno religioso es la Hierología. La cultura mapuche es, dentro de las hierocéntricas, chamánica, como lo es su religión. Todo estudio sobre un aspecto, por trivial que éste sea, del quehacer mapuche, realizado sin tener en cuenta su raíz religiosa, su causa, estará necesariamente condenado a un resultado erróneo, pues solo se apreciará la apariencia material y formal de las cosas, sin percatarse de la esencia que oculta en su interior: “En la medida que el rito es inseparable del mito, es una representación del cosmos: del universo y del papel de los hombres en él. Según sea su expresión y lugar confiere a la sociedad el sentido de temporalidad y de la espacialidad, por tanto, de la identidad de la cultura. La concepción de lo sagrado en el mundo y en el papel que tiene el hombre en esa relación, es una ce las ideas centrales de la vida religiosa y social del mapuche“. El mapuche tiene una “percepción vivencial de una naturaleza dotada de sacralidad … la realidad que ellos viven diariamente transcurre en el plano de la tradición… presente en su religiosidad, creencias y mitos. El chamanismo no puede ser excluido (de los ritos) en virtud de la importancia que tiene para la imaginación y la vida de cada araucano“. Todo acto de un mapuche tradicional (aún las necesidades fisiológicas mismas) tiene su sentido y su fundamento en la cosmovisión del chamán, y ese enfoque integral es importante. Los símbolos rupestres de las culturas hierocéntricas tendrán por simple consecuencia un carácter sagrado, y nunca serán lo que dijo el jefe Namunkurá al Dr. Eduardo Holmberg, con respecto a las pictografías de la Cueva de los Espíritus, ubicada en la estancia Las Grutas, en las Sierras de Cura Malal, a unos 30 km de Pigüé: “estas figuras las hacen los indios para entretenerse, cuando no tienen otra cosa que hacer“. De los grabados rupestres laberintiformes, caminos perdidos, o tramas genealógicas, diremos que poseen aún un carácter mucho más reservado que otros, un carácter netamente chamánico. Sólo se encontrarán en las cavernas (renü) o en los lugares destinados a la iniciación, y por lo tanto templos en sentido estricto. No se debe negar la autoría mapuche de muchas de ellas.

Rodolfo Casamiquela, en su libro El arte rupestre de la Patagonia, llega a relacionar en cierto modo y por la vía semántica los siguientes conceptos de la cosmovisión mapuche: ovoide, tripas, mundo de los muertos, barquero infernal, Iaberinto, pirámide, caracol, túmulo funerario piramidal-trunco, etc. ; sin llegar a dar al conjunto conceptual una coherencia estructural, pero sí llegando a una conclusión que consideramos válida: “los laberintiformes representan o pueden representar el camino de los espíritus en viaje de ultratumba. Parece coherente así que si tales tramas genealógicas son reales, aparezcan vinculadas con el camino de los espíritus de los muertos… lo que viene a demostrar que junto con la idea del laberintiforme,  los tehuelches y los mapuches aceptaron aquella correlacionada con la de la pirámide, tumba  y camino de sus muertos rumbo al mas allá. Una réplica modestísima de Egipto, o de Mesoamérica“. En la cosmovisión mapuche el mundo inferior es análogo al de los humanos, así como el de estos a su vez es análogo al mundo superior o celestial, Wenu Mapu. Las analogías con la religión griega arcaica son muy grandes: el río Küllenleufü, el Aqueronte; el barquero Trempulkalwe, Caronte; la barca Kaleuche, la barca de Caronte; el pasaje en llankas o ramo de laurel, el óbolo o la rama dorada de los griegos; el país Ng’llcheñmaiwe, el Hadés helénico, etc. Esto tan sólo nos da pauta del alto nivel filosófico y metafísico de la religión mapuche, de la que se encuentran otras analogías impactantes, en el Bardo Thödol tibetano, en el egipcio Libro de la salida a la luz del día (mal llamado “de los muertos“), en la Divina Comedia del Dante, en La Eneida de Virgilio, en el Poema de Gilgamesh, en el Libro del viaje nocturno de M. ibn Arabi, así como en la mayor parte de las tradiciones chamánicas del mundo: siberianas, africanas, americanas, etc. Espirales, laberintos, senderos meandrosos, líneas rectas, todos caminos que indican la ‘orientación’ de la dirección del neófito. Algunas formas como el laberinto, representan explícitamente la experiencia de iniciación,  el peregrinaje del espíritu. Las etapas de este viaje, que realizan por igual las almas de los muertos como los aspirantes a machi (chamán), parecen tener un curso esquematizado: el eje cósmico es el sendero y la entrada a la región de los muertos, allí el machi enfrentará a fuerzas demoníacas hostiles, que finalmente le darán muerte para luego ascender renaciendo al Wenumapu (mundo superior).

El mundo inferior está situado simbólicamente en el interior de la Tierra, pero no en su centro. Y para las tradiciones chamánicas las entrañas de la tierra son “entrañas” propiamente dichas, intestinos, küllche, con el sentido implícito de útero, matriz o seno materno. Éstas, con sus innumerables circunvoluciones, son las que recorre el machi en su descenso, y por esas mismas tripas salieron los primeros hombres (lliche) en uno de los ciclos cósmicos de la saga mapuche. Lo mismo dicen los hopi de Norteamérica y para ellos el laberinto es el símbolo de la Madre Tierra. Los toltecas compartían igualmente esta idea. Para los mesopotámicos las tripas eran la representación de la Tierra. Ese sendero está lleno de obstáculos: pasos difíciles, bosques ardientes, ríos hirvientes, monstruosos guardianes, vientos helados, etc. Los sitios atravesados serán relatados en canciones y ceremonias. El viajero encontrará en su camino restos de chamanes que fallaron o se extraviaron del sendero. Sólo los cualificados podrán recorrerlo hasta el final, mientras que los otros se verán impedidos de penetrarlo o se extraviarán. Después de todas estas pruebas será capaz de rescatar las almas de otros, ya robadas, ya perdidas, o para cumplir su función de psicopompo (= conductor de almas al más allá) y será digno de ostentar el “sol” sobre su cabeza, que solo otros machis pueden ver. El machi realiza físicamente el viaje al mismo tiempo que lo emprende espiritualmente. Él traza físicamente el camino y sus vicisitudes, a la par que lo recorre en los niveles espirituales, creando así una cartografía cósmica que le servirá para regresar sin extraviarse en caso de no llegar a su meta, o para que los futuros discípulos puedan seguir este hilo de Ariadna en su realización espiritual. El trazado del viaje fue enseñado por el primer machi de la historia, quien devora en el mundo inferior al neófito mapuche descuartizándolo para luego vomitarlo de sus fauces, ya inmortal. Su aspecto es el de un felino (Pangi o Nawel). Los machis transmiten a su pueblo en signos, cantos y danza, la naturaleza de la geografía cósmica que les ha sido revelada en el proceso de sus trances iniciáticos y en el viaje del alma. A veces estos mapas son tridimensionales: esculturas, maquetas, p’raprawe, etc. Este es el significado de las pinturas rupestres con forma de rastro de pisadas, humanas o zoomórficas: “Los rituales laberínticos sobre los que se funda el ceremonial de iniciación tienen precisamente por objeto enseñar al neófito, en el transcurso mismo de su vida, la manera de penetrar sin extraviarse en los territorios de la muerte. Es una prueba en la que no todos están preparados para triunfar“.

Como se hace evidente, estas pinturas rupestres patagónicas son prácticamente la misma cosa que el Libro de los muertos egipcio: “El libro no es más que una especie de guía del viajero al país de ultratumba“. Leamos ahora este libro: “Este libro revela los secretos de las misteriosas moradas del Duat (mundo inferior). Sirve de guía de iniciación sólo en los misterios del más allá. Él te permitirá pasar a través de montañas y penetrar en ocultos valles, a los que no conduce ningún camino conocido. Elimina la sordera y permite entrar en contacto con los dioses. Te enseñará las metamorfosis por las que pasa el alma bajo el influjo de la luz“.  Si quedara alguna duda, valga lo siguiente como confirmación de esta práctica pictórica, dedicado en particular para el difunto: “Si durante su vida en la tierra aprendió el difunto este capítulo  y mandó a grabar su texto en los muros de su sepulcro, podrá salir de esa morada o penetrar en ella a voluntad, sin que nada le pueda ofrecer resistencia“. Idéntico fin cumplían las tablillas órfico-pitagóricas colocadas en los ataúdes, los sellos gnósticos, o la colocación del Bardo Thödol junto al difunto, o los responsos cristianos. El machi es para la cosmovisión mapuche lo que un Hércules, un Teseo, un Dante, un Jasón, un Eneas, un Osiris, un Gilgamesh o un Orfeo para las suyas respectivas. Ese mapa para el viaje del alma lo hallaremos, por citar algunos ejemplos, en las espirales y laberintos megalíticos de la prehistoria, en la rayuela francesa llamada “el caracol“, en el zigurat babilónico, en los laberintos de las catedrales góticas, en los diseños de nudos de Durero y Leonardo Da Vinci, en el hilo del rosario (sea árabe, hindú o cristiano), en la Caverna de Platón, en el Vía Crucis de los católicos, etc.

El hundimiento del continente de Mu parece haberse producido por la colisión de esta isla-continente con la placa sudamericana, que está deslizándose continuamente sobre el fondo del océano Pacífico, dando lugar al hundimiento de Mu bajo la corteza y la formación del altiplano boliviano, de formación bastante reciente. No obstante, desde la aparición del Homo Sapiens hasta la actualidad, la subplaca de Nazca se ha deslizado sólo 500 metros bajo el continente Americano (a razón de 2,5 cm anuales), lo que pondría en cuarentena esta teoría. Michel Desmarquet, que afirma ser un contactado por extraterrestres, lo que hace que sus afirmaciones sean difícilmente comprobables, afirma en su libro Thiaoouba Prophecy (1993) que Mu (también llamada Lamar) fue colonizada hace 250.000 años por seres extraterrestres, quienes serían ancestros de la actual raza polinesia y también nos dice que trajeron animales como el perro, el armadillo y el puerco. Eran una sociedad muy avanzada y fundaron 19 ciudades, 7 de ellas consideradas sagradas. En la capital, Savanasa (no confundir con una posición del yoga), se dice que construyeron una pirámide tres veces más grande que La Gran Pirámide de Giza, con una superficie brillante y que era visible desde largas distancias.  Hace 200.000 años se expandieron por Nueva Guinea y el sudeste de Asia (el oeste de Mu), también en Centroamérica y Sudamérica, no muy lejos del lago Titicaca. En Tiahuanaco se construyó un enorme puerto, ya que en aquella época había un mar interior en lo que ahora es Brasil, que conectaba con el océano Atlántico. Llegaron a la Atlántida hace 30.000 años y a Europa hace 17.000. Influyeron en los griegos, ya que el alfabeto griego es un derivado del de Mu, y en el norte de África dieron conocimientos materiales y espirituales a los predecesores de los árabes, ya que los números arábigos provienen de los mayas-atlantes y de Mu. También  construyeron la Gran Pirámide en Egipto, ya que las pirámides eran su símbolo distintivo. Luego, hace unos 14.500 años, tras un cataclismo volcánico en el que se alzaron las montañas en toda América, se destruyó el continente de Mu. Nunca más se volvió a ver el esplendor de esta gran civilización. Todas las similitudes de culturas y leyendas apoyan la teoría de la llegada del hombre a América a través del Puente de Bering durante una glaciación, cuya fusión dio lugar a las leyendas del hundimiento continental en las culturas a ambos lados del estrecho de Bering.

Al compararlo con los registros de otras civilizaciones antiguas, restos prehistóricos y fenómenos geológicos, se puede constatar que todas estas civilizaciones habrían basado su cultura en una fuente común: Mu. Por lo tanto, podemos pensar que la historia bíblica de la creación, tal como la conocemos hoy en día, se basó en el impresionante relato obtenido de esas antiguas tablillas que describen la historia de Mu. El hallazgo de estas tablillas se produjo cuando el coronel Churchward se hallaba en la India, colaborando con un monje de un templo budista en las labores de ayuda para combatir una fuerte hambruna. Y durante esta colaboración supo que aquel monje se interesaba mucho en la arqueología y los registros de civilizaciones antiguas, y que tenía un conocimiento de esos temas superior al de ningún otro hombre. Cuando un día vio que Chrurchward estaba tratando de descifrar un bajo relieve peculiar, también mostró interés y le enseñó cómo resolver el enigma de las inscripciones, además de ofrecerse a enseñarle. Durante años el monje había estudiado varias tablillas de piedra escritas en el idioma Naacal, que se cree es la lengua nativa de los pobladores de la antigua cultura india ante-diluviana y que fue la lengua original de la humanidad. Este idioma solo era comprendido por otros dos maestros en la India. Una gran dificultad venía del hecho de que muchas de las inscripciones tenían significados ocultos, que había sido escritos por los naacals, una hermandad sacerdotal enviada desde Mu a sus colonias para enseñar las Sagradas Escrituras y las ciencias. Al hablar de estos escritos secretos, el monje añadió algo que avivó la curiosidad de Churchward. Según explicó, los escritos eran sólo fragmentos de una vasta colección proveniente de una de las siete ciudades sagradas de la India. La mayor parte de ellos se cree que se han perdido. Sin embargo, aún se tenía la oportunidad de estudiar algunos fragmentos antiguos, que se encontraban escondidos en un lugar secreto. Aunque Churchward intentó tener acceso a estos tesoros escondidos, el monje se mostró inflexible en su negativa a dejárselos ver. Después de 6 meses de colaboración, el monje le mostró dos de las antiguas tablillas de barro cocido. Con mucho cuidado Churchward las limpió y se puso a trabajar en descifrar los caracteres de la lengua muerta que había estado estudiando con su amigo el monje. La fortuna se alió con él y las tablillas revelaron hechos de importancia que demostraban que eran registros auténticos de Mu.

Sin embargo, al finalizar la segunda tablilla, la historia se interrumpió bruscamente en un punto muy interesante. Ni siquiera el monje pudo contener la curiosidad por ver el resto de las tablillas. Aunque las siguientes tablillas no eran de la misma serie, sino que se referían a un tema totalmente diferente, tras meses de intensa concentración en la traducción, el esfuerzo  tuvo su recompensa. En los escritos se describía en detalle la creación de la tierra y del hombre, así como el lugar donde apareció por primera vez Mu. Al darse cuenta Churchward de que había descubierto secretos de gran importancia, buscó las tablillas perdidas, pero sin éxito. Viajó llevando cartas de presentación para los maestros de distintos templos en la India y Birmania, pero siempre era recibido con frialdad y desconfianza. Estos rechazos le desanimaron, pero como ya había obtenido información valiosa de las tablillas se decidió a estudiar los escritos de todas las civilizaciones antiguas y compararlas con las leyendas sobre Mu. Encontró que las civilizaciones de los antiguos griegos, caldeos, babilonios, persas, egipcios e hindúes habían sido precedidas por la civilización de Mu. Continuando con sus investigaciones, descubrió que este continente perdido se había extendido desde algún lugar al norte de Hawai hacia el sur, hasta las islas Fiji y Pascua. Y fue, aparentemente, el hábitat original del hombre. Se enteró de que en este hermoso país había vivido un pueblo que colonizó la Tierra, y que hace unos 12.000 años fue destruido por terremotos y volcanes que provocaron su hundimiento en un torbellino de fuego y agua. También pudo estudiar la historia original de la creación del mundo. Parece que fue en el continente de Mu donde el hombre empezó su devenir. Se puede rastrear la historia de Mu hasta la India, donde se habían establecido los colonizadores procedentes del continente desaparecido. Desde la India llegaron a Egipto, construyendo un templo en el monte del Sinaí, donde Moisés copio las Tablas de la Ley. Esta posibilidad es evidente al ver la gran semejanza entre la historia de la creación tal como la conocemos y la tradición originaria  de Mu. Las tablillas describían diversos temas y se requerían varias tablillas para explicar cada tema. Afortunadamente Churchward encontró dos tablillas que fueron claves para descifrar los diferentes símbolos y jeroglíficos. Los temas podrían agruparse de la siguiente manera: Una descripción de la creación hasta el advenimiento del hombre;  la elevación de las montañas por los incendios “de la parte de abajo“(se supone que volcanes) y las disposiciones relativas a la eliminación de los gases procedentes de estos volcanes; el origen y el funcionamiento de las grandes fuerzas en todo el universo; el origen y el funcionamiento de gran fuerza primaria de la tierra; el origen y el funcionamiento de gran fuerza atómica de la Tierra; el origen de la fuerza que crea y sostiene la vida, así como su funcionamiento; el origen de la vida, mostrando cómo es la vida y los cambios en las formas de vida; la creación del hombre, mostrando lo que es el hombre y de qué manera se diferencia de todas las otras creaciones; la aparición del hombre sobre la Tierra.

Sin embargo, si no hubiese conseguido la clave, las posibilidades de descifrar el resto de las tablillas habría sido una misión imposible. El trabajo de Churchward se simplificó debido al conocimiento asombroso del pasado por parte del anciano monje, que además le dijo que creía había muchos registros en algunos templos, que se habían salvado cuando las antiguas ciudades fueron destruidas. En las tablillas se dice: “Originalmente, el universo tenía apenas un alma o espíritu. Todo estaba sin vida – la calma, en silencio, sin sonido. Vacío y oscuro era la inmensidad del espacio. Sólo el Espíritu Supremo, el gran poder Creador, la Serpiente de siete cabezas, trasladado al abismo de la oscuridad. Tuvo el deseo de crear mundos y los mundos se crearon; tuvo el deseo de crear la Tierra habitada por seres vivos, y Él creó la tierra y todo lo que contiene“. Y esta es la forma en que se describe la creación de la Tierra con todos los seres vivos: “Las siete inteligencias superlativas de la serpiente de siete cabezas dictaron siete mandamientos. El primer mandamiento fue: Dejad que los gases que están desordenados y dispersos en el espacio se reúnan y fuera de ellos dejad que se forme la Tierra. Los gases luego se unieron formando un remolino. El segundo mandamiento fue: Dejad que los gases se solidifican para formar la tierra.  Una vez los gases solidificados, unas partes  fueron dejados fuera, de los cuales el agua y la atmósfera fueron creadas, y los elementos se vieron envueltos en el nuevo mundo, en donde reinaba la oscuridad y no había ningún sonido, porque todavía ni el ambiente ni las aguas se habían formado. El tercer mandamiento fue: Dejad que los gases que quedan formen la atmósfera y las aguas. Y los gases se separaron; una parte pasó a formar las aguas, y las aguas se apoderaron de la tierra y la cubrieron. Los gases que no formaban las aguas formaron la atmósfera, y la luz estaba contenida en la atmósfera. Y los rayos de sol se reunieron formando los haces de luz en la atmósfera. Entonces se hizo la luz sobre la faz de la tierra y el calor también estaba en la atmósfera. Luego hubo calor para calentar la faz de la tierra. El cuarto mandamiento decía: Dejad que los gases creen la tierra por encima de la superficie de las aguas.  A continuación, levantó la tierra sobre las aguas y apareció la tierra seca. El quinto mandamiento ordenaba: Que la vida salga en las aguas. Y los rayos de sol se reunieron en el barro de las aguas y se formaron los huevos cósmicos (gérmenes de vida) a partir de las partículas de lodo. De estos huevos cósmicos salió la vida como se había ordenado. El sexto mandamiento indicaba: Que la vida salga sobre la tierra. Y los rayos de sol se reunieron en el polvo de la tierra, y de ella formaron huevos cósmicos. Y estos huevos cósmicos llevaron la vida a la tierra, como fue mandado. Y cuando todo esto se hizo, el séptimo intelecto dijo: Hagamos al hombre a nuestra propia imagen y vamos a dotarlo de poderes para gobernar esta tierra.  Entonces el hombre Narayana fue creado y colocado dentro de su cuerpo la vida, el espíritu imperecedero y el poder intelectual. Entonces fue la creación completada“.

Los siete mandamientos son, sin duda, también un indicativo de siete períodos de tiempo, que no se mide por un número determinado de años. Puede significar un día, un año o millones de años. Así pues, estas tablillas no asignan ningún período de tiempo determinado a la creación. Pudo haber tomado millones o decenas de millones de años para lograr lo que fue grabado en las tablas. Se limitan a afirmar que la tierra fue creada en siete períodos de tiempo, no en siete días, según consta en la leyenda bíblica. La semejanza general de la parte inicial de los escritos naacal, en cuanto a la historia de la creación, con respecto a la Biblia es notable. Y también son notables las diferencias en el resto de los relatos. Los mitos referidos a  la creación son muy relevantes entre los pueblos de todo el mundo, y en todos los casos gran parte de la información es idéntica, lo que lleva a la conclusión de que son de origen común y su origen podría encontrarse en Mu. El séptimo mandamiento fue el más difícil de traducir por parte de Churchward, ya que fue imposible encontrar palabras modernas que aportaran el mismo significado que el texto antiguo. Por ejemplo, “alma” o “espíritu“, fueron las palabras más cercanas que se encontraron para representar la parte etérea  del ser humano. La palabra “vida” puede o no ser exactamente lo que se pretendía en el original. La palabra “incorruptible” es, sin duda, correcta. En lo que se refiere a la mentalidad y poderes místicos, se fundamenta en las palabras: “le confieren poderes para gobernar la tierra“. La Biblia usa un buen ejemplo simbólico cuando se refiere al “aliento de Dios“. En cualquier caso, está claro que el significado es «poderes especiales recibidos de Dios” y, por lo tanto, puede considerarse como una parte de Dios, como una hoja es una parte del árbol. El hombre vino de Dios y debe regresar de donde vino. Las tablillas naacal eran extremadamente difíciles de descifrar y algunas de las piezas estaban muy desgastadas o rotas. Tampoco podían encontrarse equivalentes en los idiomas modernos. Al comienzo de los estudios el monje informó a Churchward de que sería imposible descifrar las inscripciones de las antiguas tablillas sin el conocimiento de lo que llamó la lengua maya-Naga (curiosa la referencia naga), ya que todos los escritos antiguos que tienen que ver con Mu están en este idioma. Aquí hacemos referencia a una sorprendente afirmación de Valmiki, famoso historiador hindú, autor del Ramayana, en el siglo IV a.C.: “Los Mayas, partiendo de su tierra de nacimiento en el este, como misioneros de religión y conocimiento, fueron primero a Burma y alli instruyeron a los Nagas. De Burma fueron al Deccan, en la india, de donde llevaron su religión y conocimientos a Babilonia y Egipto. Los mayas eran grandes navegantes cuyos barcos viajaban de los océanos del oeste a los del este y de los mares del sur a los del norte en edades remotísimas”. ¿Cómo podía un personaje de hace 2.400 años saber que existía una civilización llamada Maya?

Es un hecho conocido que los Brahmanes obtuvieron su cosmogonía, ciencia y artes de los Nagas (¿tal vez Mayas?), que fueron llamados Danavas. En el marco de la mitología hinduista, los Nagas son un tipo de seres o semidioses inferiores con forma de serpiente. En el gran texto épico Majábharata, la representación de los nagas tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte en el sacrificio de serpientes y la depredación en manos del hombre/ave Garudá. El texto los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas». Generalmente en el texto aparecen con forma híbrida de humanos y serpientes. Otras veces aparecen con forma humana y luego con forma de serpiente. Por ejemplo, la historia de cómo el príncipe naga Shesha terminó sosteniendo al mundo sobre sus capuchas comienza con la escena en que él aparece como un dedicado asceta humano, “el cabello recogido con un rodete, la ropa hecha girones, y su carne y piel seca debido a las austeridades que estaba practicando. El dios Brahmá queda complacido con Shesha, y le encarga sostener el mundo sobre su cabeza. En este punto, Shesha aparece con los atributos de una serpiente. Entra por un agujero en la Tierra y se desliza hasta el fondo, donde carga la Tierra sobre su cabeza“. Curiosamente  el idioma Naga y la lengua Maya son casi idénticos. Los Nagas y los Brahmanes usaron el símbolo de la Serpiente Emplumada, que es conocido como de origen americano. Valmiki, en el Ramayana, afirma: “En tiempos antiguos hubo una princesa de los Nagas cuyo nombre era Maya”.  A esta princesa se le atribuye la autoría del Surya Siddhanta, un tratado de astronomía de unos 10.000 años de antigüedad. Y debemos recordar que los conocimientos astronómicos de los Mayas no fueron superados por ninguna de las otras civilizaciones contemporáneas. Inclusive la palabra más sagrada del Budismo, la sílaba AUM, parece no poder traducirse más que en el idioma Maya. En este idioma cada letra tiene un significado coherente con las demás; A = masculino (Padre), U = femenino (Madre), M = el engendrado (hijo). He aquí uno de los misterios religiosos más universales: la Trinidad, representada en todos los pueblos de la Tierra con el símbolo del triángulo equilátero (presente en muchos templos americanos). En la India, el Sri Santara o Gran AUM, se representa con un triángulo equilátero. Y el libro hindú Niroukta afirma que: “Hay tres personas distintas y un solo Dios verdadero”.  Y todos los escritos naacal tienen un significado esotérico u oculto, que sólo conocían los sacerdotes naacals y aquellos a quienes enseñaron. Pero este lenguaje oculto tenía una clave y, después de conocerla, resultó como un ábrete sésamo que abrió muchas puertas. Durante más de dos años Churchward estudió esta lengua antigua, con desciframientos intermitentes para poner a prueba su progreso. El maestro hindú observaba y cuando habían terminado una parte de la tarea, decía: “Hijo mío, tenemos el sentido general, pero no el detalle perfecto“.

Churchward siempre reconoció que sin la ayuda de este viejo monje no podría haber descifrado las tablillas. Podemos encontrar un reflejo de las enseñanzas en estas tablillas en la antigua literatura hindú. A modo de ejemplo, en el Dharma Sastra Manava se dice: “En el principio sólo existía el infinito llamado Adite. Este germen se convirtió en un huevo. El universo visible en el principio era sólo la oscuridad. Se produjo por primera vez las aguas y los depositó en un huevo”. Y en el Rig Veda, escrito entre el 2000 y el 2500 a.C. podemos leer: “En este huevo se reprodujo el intelecto del Ser Supremo bajo la forma de Buda, a través de cuya unión con la diosa Maya, la buena madre de todos los dioses y el hombre. Aparte de Él no existía nada; la oscuridad que había. El que creó las medidas de la luz en el aire”.  En el Aitareya se explica lo siguiente: “Originalmente, este universo era sólo un alma, nada activo o inactivo existía. La idea vino a Él, quiero crear mundos, y así Él creó el mundo, la luz, los seres mortales, la atmósfera que contiene la luz, la tierra que es perecedera y las profundidades de las aguas”. El idioma maya o maya yucateco es una lengua amerindia derivada del tronco maya, que se habla principalmente en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, así como en menor grado en Belice y algunos poblados del norte de Guatemala. Es conocida comúnmente como maya, aunque muchos lingüistas emplean el término maya yucateco para distinguirla de otras lenguas maya. Desde entonces y a través de las diversas migraciones que siguieron a lo largo de los siglos, la lengua, con su proceso de metamorfosis, se fue estableciendo en la península, primero de manera más pronunciada en el oriente de la misma, en la zona lacustre vecina a lo que actualmente es Chetumal, y después, acompañando al éxodo que siguió hacia poniente, ya hacia el año 500-550 d. C., cuando se fundaron grandes centros de población como Chichén Itzá e Izamal, en pleno período clásico de la cultura maya. Tiempo después, la lengua maya yucateca se enfrentó a un nuevo proceso de transformación, debido a la interacción con los grupos Xiues que traían consigo, desde el litoral del Golfo de México, fuerte influencia Tolteca y Náhuatl. Esta influencia tuvo un efecto determinante en el panteón maya y generó el resultado cultural que conocieron los conquistadores españoles en el siglo XVI. En esta lengua náhuatl encontramos la siguiente misteriosa y sorprendente información: “Las partículas de la atmósfera en los choques de las flechas divinas se animaba, que determina el movimiento de la materia, se ha desarrollado en él“. No hay duda de lo que estos textos fueron escritos a partir de registros de los antiguos templos y que los naacals escribieron la historia en los templos y también enseñaron la religión y la ciencia.

En el sur de la India los templos conservan importantes bibliotecas con escritos antiguos. Pero aparentemente ninguno se remonta más allá del idioma sánscrito. Churchward analizó varios de estos documentos con la ayuda de algunos maestros y llegó a la conclusión de que todos estaban escritos en sánscrito y versaban sobre temas religiosos. Como ninguno de ellos contenía hechos de valor histórico, no se mostró interesado en continuar su estudio. Hay variaciones considerables en el mito de la creación en diferentes culturas del mundo, que sin duda se debe a la manera en que se ha transmitido de generación en generación. Por sorprendente que pueda parecer, la versión más científica, que puede ser corroborada por la investigación geológica, es la versión que se encontraba entre las tribus primitivas y caníbales de las Islas del Mar del Sur, especialmente en las Islas Marquesas. Las islas Marquesas es un archipiélago en la Polinesia Francesa. Recibieron su nombre del español Álvaro de Mendaña que las descubrió en 1595, llamándolas «Islas Marquesas de Mendoza» en honor al virrey de Perú, García Hurtado de Mendoza y Manríquez, marqués de Cañete. En su mitología se habla de un Ser Supremo femenino, llamado TuIi, que nació de la nada por generación espontánea y fue la Creadora del mundo actual y de la humanidad haciéndola nacer de los gusanos que bullían sobre el cadáver de un canguro. Los hindúes, caldeos, egipcios, mayas y griegos describen la creación eliminando las referencias científicas y cambiándolo por el uso de símbolos. La razón de esto es explicada por Clemente de Alejandría: “Los iniciados egipcios no confiaron sus misterios ni sus secretos de las cosas divinas a los profanos, reservándolas para el heredero del trono y para los sacerdotes que se destacaron en la virtud y la sabiduría“. En otras palabras, los significados esotéricos no se enseñaron al pueblo. Es probable que la leyenda egipcia de la creación llegase de la India cuando los naacals fueron a Egipto como misioneros para enseñar los siete textos sagrados, la religión y las ciencias. Por tanto, la a historia que se enseña en las escuelas dominicales de todo el mundo cristiano de hoy se originó en el continente perdido de Mu. Y en la colección de tablillas mexicanas de William Niven, mencionadas por Churchward, la tablilla nº 1231 es una de las más valiosas. William Niven (1850 – 1937) se dedico a la mineralogía y a la arqueología. Se hizo famoso por su descubrimiento de unos minerales llamados nivenite (en honor a él), así como una serie de tablillas.  En 1921 tuvo lugar el descubrimiento de una de las tablillas, cuyas indescifrables marcas fueron motivo de controversia. Las llamadas tablillas de Niven se asociaron a petroglifos escandinavos, pero también a teorías sobre continentes desaparecidos, según James Churchward, en base a la interpretación de los símbolos.

Tal como ya hemos indicado, Churchward era un especialista en continentes perdidos, especialmente el continente de Mu. Creía que en las primeras épocas de la historia existió un continente con ese nombre. Esta civilización, según Churchward, era muy avanzada, pero fue destruida debido a desastres naturales. Tras ver los símbolos de la tablilla de Niven, Churchward creyó que un grupo de habitantes de Mu escaparon de la destrucción y migraron a otros lugares de la Tierra, extendiendo su cultura y su sistema de creencias. Intuyó que los símbolos y marcas encontradas en las tablillas tenían su raíz en la antigua cultura de Mu. La tablilla n º 1231 es la clave de los movimientos y el funcionamiento del universo, así como un símbolo sagrado que, bajo innumerables nombres y formas, han jugado un papel importante en la concepción del hombre por el Creador y el proceso de la creación. También podemos ver su clara relación con el extendido símbolo de la esvástica oriental. Los escritos naacal dicen que el Creador desarrolló el orden desde el caos en todo el universo. Cuando hubo terminado este trabajo se encargó de crear el universo físico. Según Churchward, la figura central de este diagrama es un círculo, que es una imagen del Sol, al igual que el dios egipcio Ra: el símbolo monoteísta del Creador. Fue uno de los tres primeros símbolos que se utilizaron en las enseñanzas religiosas, especialmente en la monoteísta, que fue la más sagrada de todas. Cada una de las cuatro fuerzas tiene una flecha. Este es el símbolo de una actividad continua en dirección Oeste a Este. El glifo está formado por el cruce de las cuatro fuerzas, moviéndose de Oeste a Este. Los puntos forman un círculo que simboliza el universo. Por lo tanto, regulan los movimientos de todos los órganos en todo el universo. De las 2600 tablillas de Niven, más de 1000 tratan sobre el funcionamiento de las cuatro fuerzas fundamentales. Otra tablilla importante es la n º 988, que se refiere a una de las grandes fuerzas magnéticas. Según Churchward el círculo central simboliza al Creador y las líneas curvas que atraviesan el universo son las líneas de la fuerza. Pero no nos extenderemos más en el análisis de Churchward de las tablillas naacal.  De todos modos hay una diferencia entre los escritos naacal y las tablillas de México. Se supone que las tablillas naacal fueron copiadas directamente de las Sagradas Escrituras de Mu, pero se desconoce el origen de las tablillas mexicanas. Hay una tablilla, la nº 1584, que, según Churchward, representa un extracto de las Sagradas Escrituras hecho decenas de miles de años después que la original naacal. En ella puede verse una cabeza humana que simboliza el hombre.

Los antiguos creían que el alma humana era eterna. Los símbolos de las fuerzas cósmicas que se observan representan los poderes que se han dado al hombre para que pueda gobernar la Tierra. La sorprendente leyenda dice así: “El primer hombre fue creado con el doble principio. Durante su sueño se dividieron los principios y el primer hombre se convirtió en dos: un hombre y una mujer. A partir de entonces, a través del hombre y de la mujer, se lleva a cabo la reproducción. Y a partir de este primer par se pobló el mundo entero”. Podemos encontrar un equivalente en el Génesis: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer. Y llamó Adán al hombre y Eva a su mujer, porque ella era la madre de todos los vivientes”. Esta escritura bíblica es simbólica, no literal, expresando en diferente idioma lo mismo que está escrito en esta tablilla. Tanto la Biblia como las tablillas mexicanas provendrían de la misma fuente: las Sagradas Escrituras de Mu. Tenemos una leyenda similar entre tribus de las islas de la Polinesia en el Pacífico Sur: “Taaroa creó al hombre de tierra roja y sopló la vida en su nariz. Él hizo a la mujer de los huesos del hombre y la llamó Evi (sorprendentemente, Evi en Polinesia se pronuncia Eva)”. Leyendas similares se encuentran en escritos egipcios. Platón, el famoso filósofo griego, escribió este enigmático texto: “Los seres humanos fueron creados originalmente con el hombre y la mujer combinados en un solo cuerpo. Cada cuerpo tenía cuatro brazos y cuatro piernas. Los cuerpos eran redondos, y ambos rodaron una y otra vez, usando los brazos y las piernas para moverlos. Entonces comenzaron a tratar mal a los dioses, dejaron de hacer sus sacrificios e incluso amenazaron de atacar y derrocar a los dioses en el Monte Olimpo. Uno de los dioses dijo: vamos a matarlos a todos, ya que son peligrosos. Otro dios dijo: No, tengo una idea mejor. Los vamos a reducir a la mitad. Entonces sólo tendrán dos brazos y dos piernas. No van a ser redondos, por lo que no van a poder rodar. Al multiplicarse por dos podrán ofrecer el doble de sacrificios. Y, aún más importante, cada mitad estaría tan ocupada buscando a la otra mitad, que no tendría tiempo para molestarnos.  Y esta fue la alternativa aprobada por los dioses”. En el Rig Veda hindú podemos leer lo siguiente: “En este huevo estuvo representado el intelecto del Ser Supremo bajo la forma de Buda, a través de cuya unión con la diosa Maya, la buena madre de todos los dioses y otros seres (vivos y muertos), todos los seres fueron creados“.  Lao-Tsé, también llamado Lao Tzu (‘Viejo Maestro’), es uno de los filósofos más relevantes de la civilización china. La tradición china establece que vivió en el siglo VI a. C., pero muchos eruditos modernos argumentan que puede haber vivido aproximadamente en el siglo IV a. C., durante el período de las Cien Escuelas del Pensamiento y los Reinos Combatientes. Se le atribuye haber escrito el Dào Dé Jing o Tao Te Ching, obra esencial del taoísmo. De acuerdo con este libro, Dao o Tao (“el Camino“) puede verse cómo el cambio permanente y éste es la verdad universal. Escribió lo siguiente: “La razón Tao produce uno. Uno se convirtió en dos, y ambos produjeron tres, y tres produjeron todos los seres“. En los países orientales encontramos muchas leyendas sobre el primer hombre en ser creado con el doble principio. Y en muchos casos se habla de la separación durante el sueño (la muerte aparente).

Si es verdad, y si la tradición según la cual Viracocha fundó la ciudad sagrada de Teotihuacán se basa en la realidad, entonces Teotihuacán fue también como mínimo «proyectada» al mismo tiempo que las pirámides de Gizeh, y el conocimiento que se encarna en su trazado geométrico fue traído de una civilización que se hallaba en trance de destrucción. Otro estudioso, el etnólogo norteamericano Stansbury Hagar, también ha sugerido que Teotihuacán es un «mapa del cielo», y que la finalidad de la Calle de los Muertos es desempeñar el papel de la Vía Láctea, como lo desempeña el Nilo, según Robert Bauval, en relación con las «estrellas» de Orión de las pirámides de Gizeh. El investigador británico Graham Hancock conjetura que en un principio la Vía de los Muertos estaba llena de agua, con lo cual se parecería aún más al Nilo. Para los científicos de nuestro tiempo la historia geológica de la Tierra es un libro abierto. Allí está escrito que en 4.5 millones de años la Tierra ha pasado por lo menos catorce veces por inversiones de sus polos magnéticos. Para llegar a estas conclusiones los científicos investigan las capas geológicas donde existen sedimentos correspondientes a las distintas edades del planeta. Lo que antes fue lava, contiene todavía minerales que conservan su alineación magnética original, que puede medirse con la tecnología del radio carbono. Graham Hancock dice que la última inversión de los polos magnéticos de la Tierra ocurrió hace unos 12.400 años: dicho de otro modo, hacia el 10400 a. de C. Todo esto ha sido demostrado en forma concluyente por las últimas investigaciones. Barcos de distintas nacionalidades han efectuado sondeos a gran profundidad: el Dolphin, de Estados Unidos, la Grazelle, una fragata alemana y los británicos Hydra, Porcupine y Challenger han trazado el mapa del fondo del Atlántico y el resultado ha sido la revelación de un gran promontorio, que se extiende desde un punto en la costa de las islas británicas hacia el Sur, hasta las costas de Sudamérica, hasta Cape Orange, luego hacia el Sudeste, hasta las playas de África y por fin hacia el Sudoeste, hasta Tristán de Acuña. La tierra sumergida se eleva a unos tres mil metros desde las grandes profundidades atlánticas que la rodean, y en las Azores, en las Rocas de San Pablo, la Ascensión y Tristán de Acuña alcanza hasta la superficie del Océano. He aquí, pues, la columna vertebral del antiguo continente que alguna vez ocupó la totalidad del océano Atlántico y desde cuyas orillas se construyeron Europa y América. Las zonas más profundas de este mar, que alcanzan unas 3500 brazas (1 braza = 1,83 metros), son las áreas que se hundieron antes; a saber, las llanuras al Este y al Oeste de la cadena montañosa central; algunas de las más altas cimas de esta cordillera, como las Azores, San Pablo, La Ascensión, y Tristán de Acuña, están aún sobre el nivel del mar, mientras que la gran masa de la Atlántida yace a una profundidad de unos centenares de brazas de agua.

En esta cadena de montañas vemos la senda que alguna vez existió entre el Nuevo y el Viejo Mundo, a través del cual se trasladaban de un continente a otro las plantas y los animales y que sirvió también para que los hombres negros se desplazaran desde África hacia América y los rojos (los indios) desde América hasta el África. Tal como he señalado, la misma gran ley que provocó el descenso gradual del continente atlántico y levantó las tierras situadas a Oriente y Occidente de él, está vigente todavía: la costa de Groenlandia, que podría ser el extremo Norte del continente sumergido, está hundiéndose tan rápidamente que los viejos edificios construidos sobre las bajas islas rocosas están ahora sumergidos y los habitantes han aprendido por experiencia propia que no deben volver a construir cerca del borde del agua. Puede advertirse la misma depresión a lo largo de la costa de Carolina del Sur y Georgia, mientras el norte de Europa y la costa atlántica de Sudamérica se están levantando rápidamente. En estas últimas se ha advertido el surgimiento de costas de 1.888 kilómetros de largo y de alturas que van desde los 30 hasta los 390 metros. Cuando estas cordilleras se prolongaban desde América hasta Europa y África, impedían el flujo de las aguas tropicales del océano hacia el Norte, por lo que no llegaba la Corriente del Golfo, por lo el Norte de Europa estaba sometido a un intenso frío. El resultado fue el período de las glaciaciones. Cuando la barrera de la Atlántida se hundió lo suficientemente como para permitir la expansión natural de las aguas calientes de los trópicos hacia el Norte, el hielo y la nieve que cubrían Europa desaparecieron gradualmente; la Corriente del Golfo fluyó alrededor de la isla-continente y aún conserva el movimiento circular que adquirió originalmente debido a la presencia de la Atlántida. Los miembros del Challenger hallaron la totalidad de la superficie de la cordillera atlántica cubierta de residuos volcánicos, que eran los restos del barro que, según nos cuenta Platón, hicieron imposible atravesar el mar, después de la destrucción de la isla. De esto no se desprende que las cordilleras que la conectaban con América y África se elevaran sobre el nivel del mar en la época en que la Atlántida quedó definitivamente sumergida. Es posible que se deslizaran gradualmente hacia el mar, o que se desplomaran debido a cataclismos semejantes a los que se describen en los libros centroamericanos. El barco norteamericano Gettysburg también ha realizado algunos descubrimientos notables en un área vecina: “El descubrimiento de un banco de sondeos localizado en los puntos N. 85° O., y a una distancia de 209 kilómetros del cabo San Vicente, anunciado recientemente por el comandante Gorringe, del Gettysburg, de los Estados Unidos, y que fue realizado en su última travesía del Atlántico, puede relacionarse con los sondeos previamente obtenidos en la misma región del Atlántico Norte. Dichas pruebas sugieren la probable existencia de una plataforma o cordillera submarina que conecta la isla de Madeira con la costa de Portugal y la probable conexión de la isla, en tiempos prehistóricos, con el extremo sur-occidental de Europa”.

Sir Charles Wyville Thomson (1830 – 1882), naturalista, profesor, algólogo, y explorador escocés, descubrió que los ejemplares de la fauna de la costa brasileña eran similares a los de la costa occidental de la Europa meridional. Esto se explica por la existencia de cordilleras que unirían Europa con Sudamérica. Un miembro de la tripulación del Challenger opinó, poco después del término de la expedición, que la gran meseta submarina no es otra cosa que los restos de “la Atlántida perdida”. Ignatius Donnelly (1831 – 1901), escritor, abogado y político estadounidense, y autor de La Atlántida: el mundo Antediluviano, no conocía los últimos descubrimientos realizados en este campo. De haberlos conocido, su convicción sobre la existencia de la Atlántida habría sido aún mayor, si cabe. Desde la época de Donnelly, el fondo del mar ha sido estudiado con mucha mayor precisión, gracias al sonar y a la investigación submarina. Durante este período se ha descubierto también alguna información muy curiosa acerca de la plataforma continental de ambos lados del Atlántico. Dicha plataforma es el territorio próximo a la costa que aún forma parte, geológicamente, del continente, antes de deslizarse hacia las profundidades del mar para luego reaparecer en lo que se llama la llanura abisal. Un examen de las profundidades de los zócalos continentales reveló que los lechos de los ríos que fluyen hacia el Atlántico prolongan su curso a lo largo de la plataforma y que algunas veces atraviesan por cañones, de la misma forma en que los ríos erosionan la roca y la tierra. Esto ocurre con los ríos de Francia, España, el Norte de África y Estados Unidos, que desembocan en el Atlántico Norte y prosiguen por el fondo del mar, a lo largo de valles sumergidos, hasta alcanzar una profundidad de 2500 metros. El fenómeno es particularmente notable en el caso del cañón del Hudson, que extiende el lecho de dicho río a través de barrancos submarinos y a lo largo de unos 300 kilómetros, hasta el borde del zócalo continental. Ello parecería indicar que estos cursos fluviales que ahora se hallan a miles de metros bajo el mar fueron excavados cuando aquella parte de la plataforma continental era tierra firme y que, o bien la tierra se ha hundido, o bien ha aumentado el nivel del agua, provocando esta inundación de los lechos de los ríos. Al referirse a estos cañones fluviales submarinos, un boletín de la Sociedad Geológica de los Estados Unidos (1936) sugería que dichas “subidas y descensos mundiales del nivel del mar, que equivalen a más de 2500 metros, deben haberse producido desde fines de la era terciaria”. En otras palabras, el período llamado plioceno, o sea, la era de la aparición del hombre.

La ruptura de un cable submarino ocurrida en 1898, cuando se estaba instalando el cable trasatlántico, a unos 800 kilómetros al norte de las Azores, acarreó otro hallazgo extraordinario. Mientras se realizaba la búsqueda del cable se descubrió que el fondo marino de la zona estaba compuesto de ásperas salientes, cúpulas y profundos valles que recordaban más a la tierra que el fondo del mar. Utilizando hierros con garfios se logró recoger muestras de rocas a una profundidad de 1700 brazas, que al ser examinadas resultaron ser taquilita, una lava basáltica vítrea que se enfría fuera del agua cuando está sometida a la presión atmosférica. Según el geólogo francés Fierre Termier, que estudió del caso, si la lava se hubiese solidificado bajo el agua habría sido cristalina en lugar de vitrificada. Aún más, Termier supuso que la lava se había sumergido poco después de su enfriamiento, como lo demostraba la relativa aspereza del material recogido. Más aún, puesto que la lava tarda en descomponerse unos quince mil años, el hecho de que las muestras submarinas no se hayan descompuesto aún, así como el aparente enfriamiento ocurrido sobre el agua, encajan perfectamente con la teoría de la Atlántida, e incluso con la época en que según Platón, habría ocurrido la catástrofe. Termier dice además que “toda la zona al norte de las Azores, y tal vez la propia zona donde se emplazan las islas —de las que podrían quedar sólo ruinas visibles— quedó sumergida muy recientemente, quizá durante la época que los geólogos llaman el presente”. También recomienda “un dragado muy cuidadoso hacia el sur y el sudoeste de las islas”. La arena existente en los zócalos submarinos, frente a las Azores, algunas veces a miles de metros de profundidad, nos proporciona otra de las piezas perdidas del rompecabezas. Aparece en aguas poco profundas y ha sido formada por la acción de las olas sobre las rompientes. ¿Qué sabemos hoy acerca del fondo del Océano Atlántico, cuando tantos años han pasado y tantos descubrimientos se han hecho desde la época de Donnelly y Termier? Mucho más, gracias al sonar, a los cálculos de profundidad mediante el empleo de explosivos para realizar la triangulación y a la investigación del fondo del mar. Las llanuras, mesetas, elevaciones, cañones, cordilleras, grietas profundas, conos y las misteriosas montañas marinas han sido descritas en mapas igual que las islas de la superficie, aun cuando puede ocurrir que una nueva isla volcánica surja ocasionalmente del fondo del mar para luego volver a hundirse antes de que ningún país llegue a declarar su soberanía sobre ella.

Contamos, por ejemplo, con una carta más exacta de la cordillera del Delfín, comúnmente llamada la cordillera del Atlántico Medio, que es una cadena montañosa gigante con forma de doble S, una sobre la otra y que se extiende desde Islandia hasta el extremo de Sudamérica. Esta cordillera o meseta con montañas submarinas, flanqueada por llanuras abisales, adquiere gran anchura en las secciones semicirculares de la S, entre España, el Norte de África y las Bermudas. Luego se estrecha frente a la punta de Brasil, al sur del Ecuador, donde es cruzada por la zona de la Fractura Romanche y luego vuelve a ensancharse entre el sur de Brasil y África. La característica más notable de la cordillera del Atlántico Medio es que sigue el contorno general de América del Norte y del Sur, como si fuese un débil reflejo de los continentes americanos en el fondo del océano. Cuando se examinan las profundidades en torno a las islas Azores se advierte que aunque las islas mismas se alzan verticalmente desde el fondo, están situadas sobre una especie de doble meseta. La base de esta meseta está ubicada en una zona que va aproximadamente desde los 30 a los 50 grados de latitud Norte, y la parte más alta en un área que se extiende desde los 36 a los 42 grados Norte, con una anchura de 800 kilómetros. La profundidad, desde la llanura hasta la meseta inferior, varía entre 1000 y 500 brazas. Es decir, si la profundidad abisal es, por ejemplo de 2400 brazas, la de la cordillera podría ser de 1800 brazas, a menos que la cumbre submarina de algún monte sumergido alcance 400 brazas o menos, o emerja a la superficie como una isla, que es lo que ocurre con las Azores. La segunda meseta indica una elevación aún más sorprendente, de 1420 a 400 brazas; de 1850 a 300 brazas y desde 1100 a 630 brazas. Es interesante anotar que algunos estudiosos de la teoría de la Atlántida han pensado que el continente Atlántico se hundió por etapas y tal vez en tres inmersiones sucesivas. La formación de una meseta doble bajo las Azores parecería corroborar esta teoría. Al sur de las Azores encontramos algunas importantes montañas submarinas, que no se hallan a muchas brazas de profundidad. Dos de ellas fueron designadas, con bastante propiedad, con los nombres de Platón (205 brazas) y Atlántida (145 brazas). La ruptura del cable trasatlántico, que causó tanto furor en los estudios sobre el continente de la Atlántida, se produjo a unos 800 kilómetros al norte de las Azores y al este del monte submarino Altair. Algunas investigaciones más recientes acerca de dicha cordillera han aportado nuevos temas para la especulación. Los exámenes de partículas del fondo marino o “núcleos”, tomadas en esta cordillera en 1957, permitieron extraer plantas de agua dulce que crecían sobre materiales de sedimentación a una profundidad de casi tres kilómetros y medio y el examen de las arenas de la fosa de la Romanche hizo pensar que se habían formado a la intemperie, en ciertas partes de la cordillera que en un momento determinado fueron proyectadas sobre la superficie.

Los adeptos atlantes emigraron al país que hoy se conoce por el nombre de Egipto. Como consecuencia de ello el pueblo nativo de Egipto se elevó poco a poco, gracias a las enseñanzas de una civilización superior. Además, un gran número de gentes atlantes acompañaron a sus maestros y guías espirituales en sus migraciones, y sus descendientes se mezclaron con los habitantes originales de su nuevo país. Los adeptos atlantes comenzaron a enseñar y a gobernar en Egipto. Las tradiciones referentes a las listas de Reyes Divinos, que precedieron a las dinastías que nos describió el sacerdote e historiador egipcio Manetón, no eran simples fábulas. Los Reyes Divinos de Egipto, sus primeros gobernantes, eran adeptos atlantes. Co ellos se dio lugar a una edad de oro en Egipto, que se prolongó durante milenios en un pasado remoto. No obstante, según la tradición egipcia, los primeros reyes de Egipto no fueron hombres, sino dioses. Al principio de los tiempos, cuando los dioses descendieron sobre la Tierra, la encontraron cubierta por el fango y el agua. El principal de los dioses, al que los egipcios denominaron “Dios del Cielo y de la Tierra“, fue Ptah, que se dice fue el encargado de realizar grandes obras hidráulicas y de canalización, que lograron ganar terreno a las aguas. Ptah ubicó su residencia en la Isla Elefantina, cerca de la actual Asuán, y desde allí controló las crecidas del Río Nilo, lo que permitió sentar las bases para la civilización. Después de 9000 años de reinado, Ptah cedió el gobierno de Egipto a su hijo Ra, que se dice que llegó a la Tierra en una barca celestial. El reinado de Ra duró 1000 años, siguiéndole en el trono cinco dioses más, Shu (700 años), Geb (500 años), Osiris (450 años), Seth (350 años) y Horus (300 años). Esta Primera Dinastía de Dioses-Reyes reinó en el antiguo Egipto durante un Zep-Tepi, o tiempo primero, con una duración de 12.300 años, sucediéndole una segunda dinastía, con  Thot al frente, que tuvo una duración de 13.870 años. Luego el poder pasó a gobernantes mitad hombres mitad dioses, que tuvo una duración de 3.650 años, abarcando hasta treinta reyes. A este período le siguió un oscuro periodo de caos y anarquía, del que no existe la más mínima referencia, y que duró unos 350 años. Es en este momento cuando aparece la Primera Dinastía de gobernantes humanos, en la figura del faraón Narmer, primer gobernante reconocido oficialmente por la egiptología, pues el resto pertenece al mundo de la mitología.

Hace unos 2.500 años, El historiador y geógrafo griego Heródoto escribía, en su Libro II de la Historia, que en su visita a Egipto los sacerdotes de Tebas le habían mostrado 341 estatuas, cada una de las cuales correspondía a una generación de sumos sacerdotes desde hacía unos 11.340 años. Le dijeron que las figuras representaban a hombres, pero que antes de esos hombres reinaron los dioses en Egipto, conviviendo con los seres humanos. De todo ello guardaban datos muy precisos desde el principio de los tiempos. Otro historiador griego, Diodoro, que visitó Egipto en el Siglo I d.C., también habló y aprendió de los sacerdotes egipcios sobre su historia y tradición. Al igual que Heródoto, pudo escuchar de boca de los sacerdotes egipcios que los seres humanos reinaban en el Valle del Nilo desde hacía unos 5.000 años. Uno de los primeros cronistas de la Iglesia Cristiana, Eusebio, logró recoger numerosas crónicas que afirmaban lo mismo. Pero tal fue Manetón, sumo sacerdote egipcio, quién mejor reflejó en sus escritos la increíble historia de Egipto. Manetón fue contemporáneo de Magno Ptolomeo, fundador de la Dinastía Ptolomeica (304 – 282 a.C.) y que antes había sido un general de Alejandro Magno. Manetón residió en la ciudad de Sebennitos y fue Gran Sacerdote en el Templo de Heliópolis, donde escribió los tres volúmenes de su Historia de Egipto, que conocemos en gran medida gracias al historiador griego Julio Africano, que recopiló numerosos fragmentos de la Historia de Egipto. Manetón relataba que los dioses reinaron sobre Egipto durante unos 13.900 años, y los semidioses que les siguieron reinaron alrededor de 11.000 años más. Gracias a ser Gran Sacerdote pudo acceder a numerosa información que había sido recopilada durante muchos años. Según sus fuentes el primer rey de Egipto fue Hefestos, quien inventó el fuego. Le siguieron Cronos, Osiris, Tifón y Horus. Después vinieron los misteriosos Shemsu-Hor, o seguidores de Horus, de origen semidivino, que gobernaron durante unos 1255 años. Les continuaron otros reyes por un periodo de 1817 años. Le siguió otro periodo de unos 1.790 años en que reinaron treinta reyes que gobernaron en Menfis y 350 años más de otros diez soberanos que reinaron en Tanis.

Las grandes pirámides egipcias fueron construidas en un periodo después de la primera inmigración de los adeptos atlantes en Egipto, hace algo más de doscientos mil años. Aunque sin duda fueron templos o lugares de iniciación, parece que uno de los objetivos de la gran pirámide fue la protección de algunos objetos de gran importancia, relacionados con los misterios. Esos objetos se dice que fueron sepultados en la roca, siendo cubiertos por una pirámide, cuya forma y magnitud eran las adecuadas para resguardarla de temblores de  tierra, y de una posible sumersión bajo las aguas. William Scott-Elliot fue un teósofo que amplió algunas de las ideas de Helena Blavatsky, la fundadora de la Sociedad Teosófica, en varias publicaciones, sobre todo en la Historia de la Atlántida (1896) y la Lemuria Perdida (1904). Scott-Elliot intenta describir lo que se supone ha sido la historia de la Humanidad desde hace al menos 800.000 años. Da a la historia un tono esotérico como resultado de su pertenencia a la Sociedad Teosófica. Aunque la visión histórica de Scott-Elliot  puede parecer fantástica, ayuda a encajar muchas piezas del puzle de nuestra historia y prehistoria, así como a comprender algunas construcciones ciclópeas o extraños mapas antiguos. Scott-Elliot era un antropólogo aficionado y uno de los primeros miembros de la Logia de Londres de la Sociedad Teosófica. En 1893 escribió La Evolución de la Humanidad. Scott-Elliot entró en contacto con el teósofo Charles Webster Leadbeater, que afirmaba haber recibido de unos Maestros el conocimiento sobre la antigua Atlántida y Lemuria, a través de un tipo de clarividencia astral. Leadbeater transmitió sus conocimientos a Scott-Elliot, que llevó a cabo la correspondiente investigación. Desde los tiempos de Grecia y Roma se han escrito muchas obras en relación a los pueblos que intervenido en la Historia. Pero los cientos de miles de años que transcurrieron desde que los primitivos arios dejaron sus moradas en las orillas del entonces mar central de Asia, hasta los tiempos de Grecia y Roma, fueron testigos del nacimiento y caída de innumerables civilizaciones.  Los descendientes de la primitiva raza aria habitaron la India y colonizaron Egipto en edades  prehistóricas. Pero no tenemos casi ninguna información escrita al respecto. Los pocos conocimientos deducidos de los jeroglíficos de las tumbas egipcias y de las inscripciones cuneiformes de Babilonia, que han sido descifrados, apenas pueden darnos una visión clara de la verdadera historia.

Los persas nos han dejado algunas huellas. Pero de las primitivas civilizaciones celtas, no tenemos información escrita. Sólo a partir de los descendientes del tronco céltico, los pueblos griego y romano, entramos realmente en el período histórico. La destrucción de la Atlántida se realizó por una serie de catástrofes sucesivas, cuyo carácter varió desde los grandes cataclismos en que perecieron poblaciones y territorios enteros, hasta los hundimientos de terreno, relativamente sin importancia e iguales a los que hoy suceden en nuestras costas. Una vez iniciada la destrucción por una gran catástrofe, los hundimientos parciales continuaron sin interrupción, hundiendo el continente atlante en una acción lenta, pero continua. Hubo cuatro grandes catástrofes, además de otras de menor intensidad. La primera gran catástrofe ocurrió durante el período mioceno, hace unos 800.000 años. La segunda, de menor intensidad, ocurrió hace unos 200.000 años. La tercera catástrofe ocurrió  hace unos 80.000 años, siendo de grandes dimensiones y destruyendo todo lo que quedaba del continente atlante, a excepción de una isla a la que Platón dio el nombre de Poseidón, en honor del dios del mar. Pero la isla de Poseidón se sumergió en la cuarta y última gran catástrofe, aproximadamente en el 9.564 a. C. Sorprendentemente estos cuatro períodos de catástrofes coinciden con muchas de las mitologías de distintos pueblos, como los mayas o aztecas. El famoso escritor Tolkien también se inspiró en estos períodos en sus libros. El testimonio de antiguos escritores y las recientes investigaciones científicas afirman la existencia de un antiguo continente, la perdida Atlántida. Hay evidencias de lo antes indicado, tales como los datos aportados por los sondeos del mar, las semejanzas de lenguajes y tipos etnográficos, la distribución de la fauna y de la flora, la semejanza de arquitectura, creencias y ritos religiosos, así como el testimonio de los antiguos escritores, de las tradiciones antiguas y de las leyendas sobre el diluvio. Las expediciones del cañonero inglés Challenger y del norteamericano Dolphin, aunque Alemania también participó en esta exploración científica, tenemos detallados mapas del fondo de todo el océano Atlántico, pudiendo visualizar que existe una inmensa cordillera, la dorsal Mesoatlántica, de gran elevación en medio de este océano.

Esta cordillera atlántica se extiende en dirección sudoeste desde los 50° norte, hacia la costa de la América meridional. Desde allí cambia en dirección sudeste hacia las costas de África, cambiando de nuevo de dirección en los alrededores de la isla de la Ascensión, isla de origen volcánico ubicada en el océano Atlántico, a medio camino entre América y África, sobre la Placa Sudamericana, al borde de la dorsal Mesoatlántica. Entonces se endereza hacia  el  Sur, dirigiéndose hacia las islas de Tristán de Acunha, archipiélago británico compuesto por varias islas en el Atlántico sur. Esta cordillera submarina se levanta súbitamente 9.000 pies (1 pié = 0,3048 metros) del fondo de las profundidades que le rodean. Y las islas de las Azores, San Pablo, Ascensión y de Tristán de Acunha son los picos de esta elevación del terreno que aún permanecen sobre el agua. Se necesita una cuerda de 3.500 brazas (21.000 pies = 6400 metros) para sondar las partes más profundas del Atlántico, mientras que las más elevadas están solamente a unos cuantos cientos de brazas debajo del agua. El sondeo muestra también que la cordillera está cubierta de restos volcánicos, de los cuales se encuentran huellas atravesando el océano Atlántico hacia las costas americanas. Las investigaciones hechas durante la indicada exploración han probado que el lecho del océano Atlántico, especialmente en las proximidades de las Azores, ha experimentado perturbaciones volcánicas  de una proporción gigantesca en antiguos períodos geológicos. John Sharkie Gardner (1844 – 1930 ) fue un historiador y botánico inglés, que investigó las floras del Terciario o Cenozoico de varias partes de Europa. Opina que en el período eoceno (entre hace unos 56 y 34 millones de años) las  islas  británicas formaban parte de una gran isla o continente, que se extendía hacia  el océano Atlántico. Afirma que “en un tiempo existió una gran extensión de tierra firme, donde ahora hay mar, de cuyas más elevadas cimas son restos Cornwall, el Scilly, las islas del Canal, Irlanda y la Gran Bretaña”. También es un enigma para los biólogos y botánicos la existencia de especies similares o idénticas de la fauna y de la flora en continentes separados por los grandes mares. Si consideramos que alguna vez estuvieron unidos estos continentes de modo  que fuese posible la natural emigración de tales plantas y animales, el enigma quedaría aclarado. Como ejemplo podemos indicar que encontramos restos fósiles del  camello en la India, en África, en América del Sur y en Kansas (Estados Unidos). Y es hipótesis generalmente aceptada por los naturalistas, que todas las especies de animales y plantas son oriundas de una sola parte del globo, desde la que se han esparcido por las demás áreas.

Es difícil explicarse la situación de tales restos fósiles sin la existencia de una comunicación terrestre en una remota época. El monumento nacional de Agate Fossil Beds National Monument, es un monumento nacional de los Estados Unidos localizado al noroeste de Nebraska, en Harrison, frente al río Niobrara. La zona alberga yacimientos naturales de un grupo de animales extintos, que aparecen como un banco sedimentario de una antigüedad de 20 millones de años, que aloja los restos de mamíferos prehistóricos. Recientes  descubrimientos en estos yacimientos de Nebraska parece demostrar que el caballo tuvo su origen en el hemisferio occidental, pues sólo en aquella parte del mundo se han encontrado restos fósiles que ponen de manifiesto las diversas formas intermedias identificadas como precursoras del actual caballo. No podríamos explicarnos la presencia del caballo en Europa, sin la hipótesis de continuas antiguas comunicaciones terrestres entre los dos continentes, ya que el caballo existía en estado salvaje en Europa y en Asia antes de que fuese domesticado por el hombre en la Edad de Piedra. La Edad de Piedra es un período prehistórico, anterior a la Edad de los Metales, que comprende tres grandes períodos: paleolítico, mesolítico y neolítico; se caracteriza por la utilización de la piedra en utensilios y armas. El ganado lanar y el vacuno, tales como los conocemos hoy, tienen igualmente un origen remoto. Charles Darwin opinaba que había en Europa, en el primer período de la Edad de Piedra, el paleolítico, ganado vacuno domesticado, el cual procedía de tipos salvajes de la familia del búfalo de América. También existen en el Norte de América restos del león de las cavernas de Europa. Pasando ahora del reino animal al vegetal, se observa que la mayor parte de la flora del período mioceno de Europa, que se encuentra principalmente en los yacimientos fósiles de Suiza, existe actualmente en América y en algunas especies en África. Pero es significativo que hallemos  dicha flora en gran proporción en la zona atlántica de América, mientras que faltan muchas de estas especies en las costas del Pacífico. Esto parece mostrar que aquellas especies entraron en aquel continente por el lado del Atlántico. Asa Gray (1810 – 1888), naturalista, médico y considerado el botánico estadounidense más importante del siglo XIX, afirmaba que de los 66 géneros y 155 especies encontradas en los bosques al Este de las Montañas Rocosas, sólo 31 géneros y 78 especies se ven al Occidente de esta área.

Pero el mayor misterio lo plantea el plátano. Carl Ernst Otto Kuntze (1843 – 1907), activista, naturalista, y eminente botánico alemán, se pregunta: «¿Cómo  pudo  llegar  a  América  esta planta, originaria de comarcas tropicales de Asia y África, y que no resiste un viaje al través de la zona templada?» Según indica, es una planta sin semillas, que no puede propagarse por sección, ni tiene tubérculos que puedan transportarse fácilmente. Su raíz es arbórea. Para trasladar esta planta se necesita un cuidado especial, y además no puede resistir una larga travesía. La única explicación que se le ocurre a Kuntze para comprender la razón de la presencia del plátano en América, es suponer que fue llevado allí por el hombre en un tiempo en que las regiones polares gozaban de clima tropical. Además añade: «una planta cultivada que no tiene semillas, debe de haber estado bajo la acción del cultivo durante un período muy largo. Lo más natural es inferir que estas plantas fueron cultivadas desde el principio del período diluviano». Tenemos que suponer que hubo en alguna época un lazo de unión entre el antiguo y el nuevo continente. Alfred Russel Wallace (1823-1913) fue un naturalista, explorador, geógrafo, antropólogo y biólogo británico, conocido por haber propuesto una teoría de evolución a través de la selección natural, de manera independiente de la de Charles Darwin, lo que motivó a éste a publicar su propia teoría. En su interesante obra Island Life emite ingeniosas hipótesis para explicar la identidad de la flora y de la fauna en territorios muy apartados unos de otros, así como el transporte de las especies al través del océano Atlántico. Pero sus explicaciones no son convincentes y fallan en diferentes puntos. Por ejemplo, el trigo, tal como lo conocemos, no ha existido jamás en un verdadero estado silvestre, ni hay prueba alguna por donde rastrear su descendencia de otras especies fósiles. Cinco variedades de trigo  ya se cultivaban en Europa durante la Edad de Piedra. Una de ellas, encontrada en zonas lacustres, se conoce como trigo de Egipto. De ello deduce Darwin que los habitantes de los lagos, o sostenían tráfico aún con algún pueblo meridional, o procedían originariamente del Sur  como colonizadores. Darwin concluye que el trigo, la cebada y la avena, provienen de diversas  especies ya extinguidas, o tan enteramente distintas de aquéllas, que no permiten su identificación, por lo que dice: «El hombre debe de haber cultivado los cereales desde un período enormemente remoto». Las regiones donde estas especies extintas florecieron y la civilización bajo la cual fueron cultivadas mediante una selección inteligente, solamente nos las  puede suministrar la existencia de un continente perdido, cuyos emigrantes las llevaron a Oriente y Occidente.

Si el tema de la fauna y la flora es sorprendente, no menos lo es el caso del hombre. En lo que hace referencia al lenguaje, vemos que la  lengua  euskera, hablada en el País Vasco, en el norte de España, permanece aislada entre los idiomas europeos, sin tener afinidad con ninguno de ellos. El sacerdote anglicano Frederic William Farrar (1831 – 1903), en su obra Families of Speech, nos dice: «nunca ha sido dudoso que este lenguaje, que conserva su identidad en un rincón occidental de Europa, en medio de dos poderosos reinos, se parece en su estructura a los idiomas aborígenes del continente frontero (América) y a ellos solamente”. Se supone que los fenicios fueron los primeros, en el hemisferio oriental, que usaron un alfabeto fonético, cuyos caracteres son meros signos de los sonidos. Es curioso que  en una época tan remota también encontremos un alfabeto fonético en la América central, concretamente entre los Mayas del Yucatán, cuyas tradiciones decían que el origen de su cultura se hallaba en un país del oriente, allende el mar. Augustus Le Plongeon (1825 – 1908), fue un fotógrafo, anticuario y arqueólogo amateur británico, que realizó investigaciones en diversos yacimientos arqueológicos precolombinos, particularmente de la civilización maya en la península de Yucatán. Al respecto Le Plongeon escribió lo siguiente: «Una tercera parte de este idioma (el Maya) es puro griego. ¿Quién llevó la lengua de Homero a América, o quién trajo a Grecia la de los Mayas? El griego es un vástago del sánscrito. ¿Lo es el Maya, o son coetáneos?» Aún más sorprendente es que trece letras del alfabeto maya tengan una relación muy clara con signos jeroglíficos de Egipto. Es probable que la primitiva forma del alfabeto fuese la jeroglífica, «la escritura de los dioses», según la llamaban los egipcios, y que más tarde se convirtió en fonética en la Atlántida. Tal vez ello indicaría que los egipcios fueron una antigua colonia de los atlantes, que llevaron consigo su escritura, que de este modo ha dejado sus huellas en ambos hemisferios. Los fenicios, que eran gente marinera, probablemente adquirieron la última forma de su alfabeto en su comercio con los pueblos del Occidente.

Hay una extraordinaria semejanza entre muchas palabras del hebreo con el idioma de los chapenecas, rama de la raza maya y de las más antiguas de la América central. Una lista de estas palabras aparece en The North Americans of antiquity: their origin, migrations, and type of civilization considered, del profesor de historia de la Ohio State University, John Thomas Short (1850 – 1883). Las semejanzas entre los lenguajes de varios pueblos salvajes de las islas del Pacífico se ha empleado como argumento por parte de investigadores en este tema. La existencia de idiomas similares hablados por pueblos separadas por grandes distancias marítimas, sin comunicación conocida en tiempos históricos, es un argumento en favor de su descendencia de un pueblo que ocupara un antiguo continente actualmente perdido. Pero el  continente del que dichas islas del Pacífico formaron parte no fue la Atlántida, sino el más antiguo aún de Lemuria o Mu. La Atlántida se dice que fue habitada por razas rojas, amarillas, blancas y negras. Pero las investigaciones de personajes como Le  Plongeon o de Jean Louis Armand de Quatrefages de Breau (1810 – 1892), médico y antropólogo francés que realizó una clasificación de los fósiles humanos y elaboró una teoría anti-evolucionista, así como de Hubert Howe Bancroft (1832 – 1918), historiador y etnólogo norteamericano, que escribió obras sobre los indígenas de Estados Unidos, han mostrado que las poblaciones del tipo negro africano existían aun en tiempos relativamente recientes en América, como los Olmecas. La cultura olmeca es el nombre de la civilización que se desarrolló durante el Período Preclásico Medio. Aunque se han encontrado vestigios de su presencia en amplias zonas de Mesoamérica, se considera que el área nuclear olmeca abarca la parte sureste del estado de Veracruz y el oeste de Tabasco. Se desconoce quiénes son los antepasados de este pueblo. Sin embargo, hay numerosas teorías que han intentado resolver el problema de la identidad de los olmecas. Durante mucho tiempo se consideró que la olmeca era la cultura madre de la civilización mesoamericana. Sin embargo, no está claro el proceso que dio origen al estilo artístico olmeca, ni hasta qué punto los rasgos culturales que se revelan en la evidencia arqueológica son creación de los olmecas. Se sabe, por ejemplo, que algunos de los atributos propiamente olmecas pudiesen haber aparecido iicialmente en Chiapas o en los Valles Centrales de Oaxaca.

Sea cual haya sido el origen de la cultura olmeca, la red de intercambios comerciales entre distintas zonas de Mesoamérica contribuyó a la difusión de muchos elementos culturales que son identificados con la cultura olmeca, incluidos el culto a las montañas y a las cuevas. También el extraño culto a la Serpiente Emplumada, como deidad asociada a la agricultura, el simbolismo religioso del jade e, incluso, el propio estilo artístico. Con todo y que la cultura olmeca tuvo una difusión que alcanzó la mayor parte de Mesoamérica, una de las regiones donde se han encontrado las evidencias más claras de la presencia de esta cultura es la parte sur de la Llanura Costera del Golfo de México, comprendida entre los ríos Papaloapan y Grijalva, que corresponde a la mitad norte del Istmo de Tehuantepec. Actualmente, esta zona corresponde al sureste del estado de Veracruz y el poniente de Tabasco. Se trata de una zona de un clima cálido y muy húmedo, condiciones climatológicas que seguramente poseyó también en la antigüedad precolombina. El área olmeca es irrigada por caudalosos ríos que bajan de las estribaciones de la Sierra Madre de Oaxaca y la Sierra Madre Oriental, como el Coatzacoalcos, San Juan y Tonalá. Debido a la humedad de la zona y de las fuentes de estos ríos, en temporada de lluvias los desbordamientos de las corrientes son una constante. Aunque en la actualidad la vegetación de esta región de México ha sido ampliamente modificada por la acción del hombre, antiguamente estuvo recubierta por una espesa selva tropical, que era el hábitat de numerosas especies que, en la actualidad, se encuentran a punto de desaparecer en el territorio mexicano, entre ellas el jaguar, las aves de plumajes preciosos como guacamayas y quetzales; reptiles de diversas especies, y mamíferos como el tapir. Sin embargo, carece de muchos de los materiales que son característicos de los objetos de estilo olmeca encontrados en esta zona y en otras partes de Mesoamérica. Entre ellos se incluye la obsidiana, el jade, la serpentina y el cinabrio. Para obtener piedra sólida para sus materiales, los habitantes de esta región recurrieron a las canteras de la Sierra de los Tuxtlas, que les proveyeron de basalto y otras rocas volcánicas que emplearon en la construcción y en la escultura.

Sin embargo, estas fuentes de materiales pétreos se encuentran a más de cien kilómetros de distancia respecto a sitios como San Lorenzo y La Venta, lo que puede dar una idea del nivel de organización que se requirió para trasladar esos monolitos que pesan decenas de toneladas, hasta los centros políticos de la cultura olmeca. La palabra olmeca significa “habitantes de la región del hule” y fue utilizada por los aztecas para nombrar a varios pueblos, étnica y lingüísticamente diversos, que ocuparon la región de Veracruz y Tabasco a través de los siglos. El nombre que se daban a sí mismos a quienes llamamos olmecas se desconoce. Esta cultura duró siete siglos y medio y pertenece a la época preclásica del pasado mesoamericano. Bajo el término olmeca han sido agrupadas dos realidades, como son un pueblo de la región del Golfo y un estilo artístico. El estilo olmeca puede verse plasmado en peñas, cuevas, esculturas grandes y chicas y objetos de barro que se encuentran diseminados por todo Mesoamérica. De Jalisco a Costa Rica, pasando por Guerrero, Chiapas, Oaxaca, el Altiplano Central y la costa del Golfo, se han encontrado imágenes de niños-jaguares y otros rasgos propios del arte olmeca. Especialmente remarcables so las gigantescas cabezas olmecas, con claros rasgos negroides. Se cree que la dispersión de este estilo artístico se debe a que los pueblos del Golfo crearon una amplia red de intercambios con otras poblaciones lejanas. De este modo, los símbolos y formas olmecas se integraron a las expresiones artísticas de otras zonas mesoamericanas. Asimismo, se le llama olmeca a la cultura madre de Mesoamérica porque en estas primeras sociedades se dio inicio a algunas prácticas culturales que se integraron plenamente a la cultura mesoamericana, como el uso de un patrón urbano de asentamiento, el establecimiento de una sociedad teocrática, entre otras. Se estima que los indicios más antiguos de la cultura olmeca son de alrededor de 1200 a. C., y los más recientes son aproximadamente del año 400 a. C. La civilización olmeca se constituyó principalmente alrededor de 3 centros ceremoniales: San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, además de manifestarse en otros sitios como Laguna de los Cerros.

Muchos de los monumentos de la América Central presentan rostros de raza negra. Y muchos de los ídolos allí encontrados son indudables representaciones de hombres de esta raza, con sus cráneos pequeños, gruesos labios y su cabello corto. El Popul Vuh, recopilación de narraciones míticas, legendarias e históricas del pueblo k’iche’, el pueblo maya guatemalteco, hablando de la primera morada de la raza guatemalteca, dice: «hombres negros y blancos juntamente», vivían en esta tierra feliz «en gran paz», hablando «una misma lengua». El Popol Vuh continúa refiriendo cómo aquel pueblo emigró del país de sus abuelos, cómo llegó a alterarse su lenguaje original, y cómo algunos habitantes pasaron al Este, probablemente Europa y Próximo Oriente, mientras que otros se trasladaron al Oeste, la actual América Central. Andreas Johann Retzius (1742 – 1821), entomólogo, químico, y botánico sueco, considera que los primitivos dolicocéfalos de América están íntimamente relacionados con los guanches de las islas Canarias y con la población de la costa africana del Atlántico, población a la cual Robert Gordon Latham (1812 – 1888), etnólogo y filólogo inglés, designa con el nombre de egipcio-atlante. La misma forma de cráneo dolicocéfala se encuentra en las islas Canarias, al lado de la costa de África, que en las islas caribeñas, junto a la costa americana, y el color de la piel es, en ambas poblaciones, rojizo oscuro. Los antiguos egipcios  se representaban a sí mismos como hombres rojos, del mismo tipo que hoy se ve en algunas tribus de indios americanos. El botánico y naturalista alemán Scholt consideraba que «Los antiguos peruanos parece que fueron una raza de cabello castaño, a juzgar por las numerosas muestras de pelo encontradas en sus tumbas». Hay un enigma indescifrable para los etnólogos a propósito de estos pueblos de América. Se trata de la gran variedad de colores de piel y de distintas tipologías que encontramos entre ellos. Desde la blancura de las tribus menominea, dacota, mandana  y zuni, en las cuales abundan los tipos de cabello castaño y ojos  azules,  hasta la piel oscura, que casi se confunde con las del negro africano, de los karos de Kansas, y de las ya extinguidas tribus de California. Las razas indias presentan todos los matices, desde el rojo oscuro, pasando por el cobrizo, aceitunado, cinamomo y bronco. Esta variedad de colores, en el continente americano, se explica por los variados colores de las razas originales del continente atlante, de donde serían oriundos los pueblos del Nuevo Mundo.

Lo que más sorprendió a los primeros conquistadores españoles en México y en el Perú fue la extraordinaria semejanza de las creencias, ritos y emblemas religiosos que allí encontraron, con los del Viejo Continente. Desgraciadamente los sacerdotes españoles que acompañaban a los conquistadores consideraron estas semejanzas como obra del diablo. La adoración de la cruz por los nativos, así como su constante presencia, tanto en los edificios religiosos como en las ceremonias, fue motivo de asombro. En ninguna parte, ni siquiera en la India y en Egipto, fue tenido este símbolo en mayor veneración que entre las tribus del continente americano, siendo idéntica la significación que encerraba su culto. En Occidente, como en Oriente, la cruz era el símbolo de la vida, tanto de la vida física como de la vida eterna. Del mismo modo era universal en ambos hemisferios la adoración del disco y de la serpiente. Pero aún más sorprendente es la semejanza de la palabra que significa “Dios” en los principales idiomas orientales y occidentales. Para ello solo tenemos que comparar el Dyaus o Dyaus-Pitar sánscritos, el Theos y Zeus griegos, el Deus y Júpiter latinos, el Día y Ta celtas, el Jah o Zrh judíos, y el Teo o Zeo mexicanos. Asimismo, todos los pueblos practicaban ritos bautismales. En Babilonia y Egipto los candidatos a la iniciación en los misterios eran primeramente bautizados. Tertuliano (160 – 220), padre de la Iglesia y prolífico escritor, en su tratado De Baptismo, dice que se les prometía como consecuencia del bautismo «la regeneración y el perdón de todos sus perjurios». Las naciones escandinavas bautizaban a los recién nacidos. Y si pasamos a los antiguos México y Perú, según Alexander von Humboldt (1769 – 1859), naturalista y explorador alemán, encontraremos el bautismo de los niños como ceremonia solemne, consistente en aspersiones de agua, aplicación de la señal de la cruz y la recitación de plegarias para limpiarles de pecado. Además del bautismo, los pueblos de México, de la América Central y del Perú se parecían a las naciones del Viejo Mundo por sus ritos de la confesión, la absolución, el ayuno, o el matrimonio con la unión de manos ante el sacerdote. Tenían también una ceremonia semejante a la comunión, en que se consumía una pasta de harina, marcada con la Tau, forma egipcia de la cruz, y a la que el pueblo llamaba la carne de su Dios. Ésta, a manera de hostia, guardaba exacto parecido con las tortas sagradas de Egipto y de otros pueblos orientales. Es como si Jesús hubiese estado en ambos lados del Atlántico. También, a semejanza de estos pueblos, los pueblos del Nuevo Continente tenían órdenes monásticas, tanto de hombres como de mujeres, donde se castigaba con la muerte el  quebrantamiento de los votos.

En el Nuevo Continente embalsamaban los cadáveres al modo de los egipcios, y adoraban al Sol, la Luna y los planetas. Pero, por encima de todo, tal como nos explica el religioso franciscano español Bernardino de Sahagún en Historia de Nueva España, tributaban culto a una divinidad «Omnipresente, Omnisciente, invisible, incorpórea, un Dios de toda perfección». Sorprendentemente tenían también su Diosa Virgen y madre, «Nuestra  Señora», cuyo hijo, el «Señor de Luz», era llamado «el  Salvador». Ello se parece mucho a la figura de Isis y las demás diosas vírgenes del Oriente, con sus hijos divinos. Isis es el nombre griego de una diosa de la mitología egipcia. Su nombre egipcio era Ast, que significa trono, representado por el jeroglífico que portaba sobre su cabeza. Fue denominada “Gran maga“, “Gran diosa madre“, “Reina de los dioses“, “Fuerza fecundadora de la naturaleza“, y “Diosa de la maternidad y del nacimiento“. En la cosmogonía heliopolitana sus padres eran Geb y Nut. Era más prominente mitológicamente como la esposa y hermana de Osiris y la madre de Horus y fue venerada como la esposa y la madre arquetípica. Plutarco escribió un relato narrando su historia. Osiris, hermano y esposo de Isis, reinaba en el antiguo Egipto con paz, armonía y sabiduría. El Nilo fertilizaba la tierra y las cosechas eran abundantes. Sus súbditos eran felices. Un día, Osiris salió de viaje para conocer otras civilizaciones y dejó el reino bajo el mando de su esposa Isis. Seth, su envidioso hermano, se sintió humillado pues creía que él debería gobernar y no Isis. Cuando el dios Osiris volvió, Seth quiso hacer una gran fiesta de bienvenida y lanzó un desafío a los invitados: aquél que entrase en el cofre que Seth había traído, éste se lo regalaba como prueba de fidelidad y respeto. Muchos intentaron pero el cofre resultaba pequeño o grande. Osiris, curioso, quiso probar y le encajó perfectamente bien. Seth sabía el tamaño de su hermano y era por esto que el cofre le había servido como un guante. Inmediatamente el hermano, junto con 72 cómplices, cerró la caja de madera herméticamente y la arrojaron al Nilo. Isis, con amor y confianza, empezó su travesía para recuperar el cuerpo de su esposo. Después de largas y penosas caminatas por Egipto, la diosa encontró el cofre con los restos de Osiris. Pero el drama continuó cuando Seth, en su maldad sin fin, robó el cadáver y lo cortó en catorce pedazos que, nuevamente, esparció por todo el reino. Isis no se rindió y, en compañía de su hermana gemela Neftis, la esposa de Seth, recorrió cada lugar del reino. Finalmente consiguieron encontrar todos los pedazos con excepción del pene. Sin embargo, Isis reconstruyó a Osiris ayudada por Anubis y Neftis, e impregnada de él concibió a Horus niño “Harpócrates“, quien posteriormente vengaría a su padre luchando contra Seth.

Los ritos de su culto al sol y al fuego tenían gran semejanza con los de los primitivos celtas de la Gran Bretaña e Irlanda, y al igual que éstos se creían «hijos del Sol». El arca, o argha, fue  uno de los símbolos sagrados universales, que podemos encontrar en la India, Caldea, Asiria, Egipto y Grecia, así como entre los pueblos celtas. Edward King, Vizconde de Kingsborough, (1795 – 1837) fue un anticuario irlandés que pretendió demostrar que los aborígenes de América eran una de las diez tribus perdidas de Israel. Reunió y rescató numerosa bibliografía y documentación facsimilar conteniendo los reportes de los primeros exploradores de Mesoamérica y de las ruinas mayas precolombinas. Edward King, en su obra Mexican Antiquities, dice lo siguiente: «Así como entre los judíos el arca era una especie de altar portátil en que suponían continuamente presente la divinidad, así también los  mexicanos, los cheroques y los indios de Michoacan y de Honduras profesaban la mayor veneración a un arca,  teniéndola por objeto demasiado sagrado para que pudiese tocarla alguien que no fuese sacerdote». Por lo que respecta a la arquitectura religiosa, vemos que en los dos lados del Atlántico la pirámide fue una de las primeras construcciones sagradas. La semejanza de su estructura en Egipto, en México o en la América Central, es demasiado evidente para que se le considere como mera coincidencia, aunque algunas de las pirámides americanas sean de forma truncada o aplanada.  Pero, sin embargo, según Howe Bancroft y otros investigadores, muchas de las pirámides encontradas en Yucatán, y particularmente las próximas a Palenque, acaban en punta, a la manera egipcia, mientras que hay también en Egipto pirámides del tipo escalonado y aplanado. La Gran Pirámide de Cholula es el basamento piramidal más grande del mundo con 400 metros por lado. Es también la pirámide más grande en volumen con 4.500.000 m³, aunque no en altura; tiene 65 metros de alto, mientras que la Gran Pirámide de Giza en Egipto tiene una altura de 139 metros. La Gran Pirámide de Cholula ha sido comparada a los grupos de pirámides de Dahshur y Sakkara. Asimismo, la orientación, la estructura, así como las galerías y cámaras interiores de estos monumentos de Oriente y Occidente, evidencian que sus constructores se inspiraron en una idea común al trazarlos.

Las grandes ruinas de las ciudades y templos del Yucatán y de todo Méjico tienen una sorprendente semejanza con las de Egipto, habiéndose comparado las ruinas de Teotihuacan, ‘‘lugar donde los hombres se convierten en dioses“, con las de Karnak, un influyente centro religioso egipcio. El templo principal estaba dedicado al culto del dios Amón, pero como en otros templos egipcios también se veneraba a otras divinidades. El falso arco, formado por hileras de piedras horizontales que resaltan ligeramente una de otra, se construyó del mismo modo en la América Central, en los más antiguos edificios de Grecia y en los restos etruscos de la península itálica. Los constructores de túmulos en ambos continentes, separados por el Atlántico, los construían de manera similar y colocaban dentro de ellos los cadáveres en similares sarcófagos de piedra. Un túmulo, palabra proveniente del latín tumulus (elevación), es el nombre que recibe el montón de tierra y piedras levantado sobre una tumba o varias, y que se remonta a la época de las edades de Piedra, Bronce y Hierro. En ambos continentes atlánticos también podemos encontrar grandes montículos espirales. Por ejemplo, tenemos el montículo de la Serpiente, en Adams County (Ohio). Por encima del arroyo Brush, en Adams County, en Ohio. Un gran terraplén zigzagueante se enrosca y se desliza por la parte superior de una destacada cumbre rodeada de empinadas laderas arboladas y peñascos escarpados. Denominado el montículo de la Serpiente, se trata de un terraplén bajo y redondeado, de poco más de 380 m de largo, 6 m de ancho y 1,20 m de alto. Semeja una serpiente que se estira a medida que repta y presenta siete anillas extendidas y tres en la cola enroscada. Asimismo tenemos el montículo espiral descubierto en Argyllshire, Escocia. Otro ejemplo lo tenemos en Avebury, en Wiltshire. Avebury es el emplazamiento de un círculo de piedras datado hace más de 5.000 años. Está en el condado inglés de Wiltshire, cerca de la ciudad del mismo nombre. El conjunto megalítico de Stonehenge, Avebury y sitios relacionados fue proclamado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986. Es de los mayores monumentos del neolítico de Europa, más antiguo que el de Stonehenge, localizado unos kilómetros más al sur. El monumento está compuesto por varios círculos de piedras. El círculo exterior tiene un diámetro de 335 metros y es el mayor de todos los monumentos prehistóricos encontrados. En origen estaba compuesto por 98 piedras; algunas de ellas pesan más de 40 toneladas. La altura de las piedras va desde los 3,6 a los 4,2 metros. El tallado y decorado de los templos de América, de Egipto y de la India, entre otros, tienen mucho  de común.

Diversos escritores antiguos hablan de tradiciones de razas primitivas así como de las antiguas leyendas sobre el diluvio. Gneus Papirius Aelianus fue un político romano miembro del Ordo Senatorius y de origen hispano, que desarrolló su cursus honorum durante el siglo II, sirviendo a los emperadores Adriano y Antonino Pío, alcanzando el honor del consulado en el año 135. Gneus Papirius Aelianus declaró que Teopompo (380 – 323 a. C.), historiador griego, daba noticia de una conversación entre el rey frigio Midas y Sileno, en que este último hizo referencia a un gran continente más allá del Atlántico, de mayor extensión que Asia, Europa y Libia juntas. El anciano Sileno formaba parte del séquito de Dioniso, dios de la vendimia y el vino. Sileno, hijo de Pan o Hermes y de una ninfa, era una criatura corpulenta, pero con nariz muy pequeña y ancha. A veces se le representaba con cola u orejas de caballo, montando en un burro o sobre los hombros de un grupo de sátiros que le ayudan en una de sus habituales borracheras. Se decía que cuando estaba ebrio Sileno poseía una sabiduría especial y el don de la profecía. El rey frigio Midas estaba ansioso por aprender de Sileno y capturó al anciano echando licor a una fuente de la que Sileno solía beber ríos . Cuando cayó dormido, los sirvientes del rey le agarraron y llevaron a su señor. Sileno compartió con el rey una filosofía pesimista, en que lo mejor para un hombre es no nacer, y que si nacía, debía morir lo más pronto posible. Prodo, monje y cronista, hace una cita de un antiguo escritor relativa a unas islas que están al otro lado de las columnas de Hércules, supuestamente el estrecho  de  Gibraltar, que afirma que los habitantes de una de ellas tenían la tradición de una isla muy extensa llamada Atlántida, que por mucho tiempo dominó sobre las demás en aquel océano Atlántico. El geógrafo romano Marcelo (siglo I a.C.) habla de siete islas del Atlántico cuyos habitantes conservaban memoria de otra isla mucho mayor, la Atlántida, «que durante un largo período ejerció soberanía sobre las pequeñas». Diodoro Siculo, historiador griego del siglo I a. C, refiere que los fenicios descubrieron «una gran isla en el Océano Atlántico, más allá de las columnas de Hércules, a algunos días de navegación de la costa de África». Pero evidentemente Platón es el más importante cronista de la Atlántida. En el Timeo alude a la isla continente. En Critias expone una relación detallada de la historia, artes, usos y costumbres de aquel antiguo pueblo. En el Timeo hace referencia a «un inmenso poder guerrero que, lanzándose desde el mar Atlántico, se extendió con furia por toda Europa y Asia. Pues por este tiempo aquel Océano era navegable y había en él una isla frente a la embocadura que llamáis columnas de Hércules. Pero esta isla era más grande que la Libia y el Asia juntas, y daba fácil acceso a otras islas vecinas, siendo igualmente fácil pasar de estas últimas a todos los continentes que baña el mar Atlántico».

Pero el Critias es la obra más valiosa sobre la Atlántida. Tiene especial interés un párrafo que se refiere a los recursos de aquel país: «Estaban igualmente provistos, así en su ciudad como en cualquier otro punto, de todo lo apetecible para los usos de la vida. Se surtían ciertamente de muchas cosas en otras comarcas, por razón de ser extenso su imperio; pero la isla les suministraba la mayor parte de lo que necesitaban. En primer lugar, sacaban de sus minas los metales y los fundían; y el oricaldo, que hoy rara vez se  menciona, era entre ellos muy celebrado; se sacaba de la tierra en muchas partes de la isla, y se le consideraba como el más precioso de todos los metales, excepto el oro. La isla producía también, en abundancia, maderas de construcción. Había asimismo sobrados pastos para animales domésticos y selváticos. Existía un prodigioso número de elefantes, pues los pastos eran bastantes a regalar cuanto en lagos, ríos, llanuras y montañas se alimenta. Y de la misma manera había suficiente sustento para la más extensa y más voraz especie de animales. Además de esto, cuanto al presente produce la tierra de oloroso, raíces, yerbas, maderas, jugos, gomas, flores o frutos, todo lo producía la isla y lo producía bien». Debemos considerar que en los enormes periodos de existencia de la Tierra ha habido tiempo para grandes cataclismos que habrían producido importantes cambios en la superficie de nuestro planeta. Las sucesivas elevaciones y  hundimientos de continentes y lechos del océano, son debidas a una lenta pulsación de la Tierra, que pueden compararse, en cuanto a la superficie, a las ondulaciones de un mar que se eleva lentamente bajo la influencia de una oscilación imperceptible. La información oculta sobre antiguos continentes perdidos aporta el registro de algunos de tales cataclismos. Después de la construcción de las primeras pirámides, un cataclismo, relacionada con el que produjo la sumersión final de la última parte del continente atlante, deprimió la región que constituye actualmente el valle del bajo Nilo, que está bajo el nivel del mar, y que cubría la parte norte de África, excepto los terrenos montañosos próximos a la costa mediterránea. Actualmente al bajo Nilo se le conoce como Nilo inferior, zona que abarca principalmente el delta del Nilo y que es el territorio conformado por los fértiles depósitos aluviales del río Nilo desde Asuán hasta desembocar en el mar Mediterráneo. La costa occidental era también tierra firme en aquel periodo, pero el actual desierto de Sahara era un mar. Y este mar se extendió por todo el país ahora fertilizado por el bajo Nilo.

El país del alto Nilo no quedó sumergido por el gran cataclismo, y allí se refugió sin duda una gran parte de la población de Egipto, aunque la sumersión tuvo un carácter de catástrofe que llevo consigo la destrucción de la vida de mucha gente y animales. Antiguos cronistas afirman que hubo una considerable emigración de sus habitantes hacia Oriente y Occidente, así como hacia el Sur. Durante cierto tiempo las pirámides, la esfinge, y el territorio que las rodea permanecieron bajo el agua. Robert Bauval, ingeniero y escritor egipcio, de padres belgas, nos habla de su teoría sobre la Correlación de Orión, en que establece una relación entre la pirámides egipcias de la IV dinastía, en la meseta de Giza, y el alineamiento de ciertas estrellas de la constelación de Orión llamada comúnmente Cinturón de Orión o las Tres Marías, que plantearía que fueron construidas hace unos 12.500 años por parte de una civilización avanzada y actualmente olvidada. John Anthony West, escritor e egiptólogo independiente, realizó diversos estudios sobre la Esfinge de Egipto, que le llevaron a la convicción de que era un monumento mucho más antiguo que cualquier otro que había visto en Giza o en otra parte del mundo. Se dio cuenta de que los patrones de erosión de la Esfinge no eran horizontales, como se pueden observar en otros monumentos de Giza, sino verticales. Si la erosión horizontal es resultado de una exposición prolongada a los fuertes vientos y tormentas de arena, la vertical indicaría que la región del Sahara, árida como la conocemos, muchos milenios atrás hubiese sido un mar o habría estado bajo el agua por alguna gran inundación. Probablemente el presente curso del río Nilo no es el que seguía antes del cataclismo. El curso de hoy difiere del que siguió en la época de la construcción de la gran pirámide, desde la altura de Tebas. El templo de Karnak, supuestamente dedicado al dios Amón, es un monumento egipcio de enorme antigüedad, aunque no tan antiguo como la gran pirámide, y nunca estuvo sumergido. Pero en lo referente al curso del Nilo, fue diferente del actual desde la altura de Tebas, en los tiempos de la construcción del templo de Karnak. Posteriormente, tras cierto tiempo, se retiró el mar del bajo Egipto y las pirámides y la esfinge volvieron a estar en un entorno seco. Rápidamente, en comparación con los cambios geológicos ocurridos, se repobló el bajo Egipto de nuevo y fue gobernado por los adeptos venidos de la Atlántida. Esta época fue la verdadera edad de oro de la civilización egipcia. La decadencia egipcia solo se manifestó mucho más tarde.

Cuando la ultima isla de la Atlántida se sumergió hace unos11.500 años, una oscilación del lecho de los océanos produjo terribles inundaciones. Aunque esta vez Egipto no se convirtió en mar, el país egipcio fue afligido por una inmensa inundación que de nuevo dispersó sus habitantes. De todos modos esta inundación no parece que llegase a sumergir las pirámides, perola población se ahogo o huyo del país por algún tiempo. Cuando ceso la inundación y la población superviviente volvió de nuevo al país, comenzó el declive de la cultura egipcia, que representaría el breve periodo final de la decadencia de la civilización del Egipto, desde el punto de vista ocultista. Pero para el egiptólogo moderno es el comienzo de la historia egipcia,   antes de la cual solo pueden buscarse las huellas del hombre primitivo. Probablemente al comenzar el periodo de decadencia, los objetos que la gran pirámide debía conservar fueron   extraídos y llevados a algún otro lugar elegido como residencia de los grandes adeptos. Y puesto que la antigua sabiduría y religión sobrevivió en Egipto, las antiguas pirámides siguieron conservando su valor como templos iniciáticos, aunque el conocimiento sobre su uso se desvaneció para el pueblo egipcio. Sólo los adeptos iniciados practicaban en las cámaras de la pirámide las ceremonias secretas. Pero con la dispersión de los adeptos, las arcaicas tradiciones se perdieron. Los constructores de pirámides, en edades más recientes, no pensaban en usarlas para iniciar a los neófitos en los misterios de la ciencia oculta. Aunque la enseñanza ocultista niega que las antiguas pirámides sirvieran de tumbas de faraones, no puede afirmarse lo mismo de las más modernas, que eran simples malas copias de las más antiguas. En diferentes publicaciones se ha especulado sobre la idea de que tanto la Gran Pirámide como la cámara donde se encontraba el sarcófago de diorita pudieron haber sido usadas para guardar un objeto de gran valor para todo el género humano. Parece evidente que el sarcófago de la gran pirámide no fue una tumba. Pero es posible que en el último periodo de decadencia de la historia egipcia, al que pertenecen las dinastías reseñadas por el sacerdote e historiador egipcio Manetón, algunos de los faraones hubiesen perdido la noción del uso a que fueron destinadas inicialmente las pirámides .

La construcción de la gran pirámide ha sido generalmente atribuida a un faraón de la cuarta dinastía, conocido por el nombre de Cheops o Khufu. Como su reinado fue muy largo, la enorme magnitud del monumento se explica por esta causa. Pero parece que Khufu solo restauró algunas porciones de la pirámide que se habían deteriorado, e hizo cerrar algunas de las cámaras que antes eran accesibles. Incluso los egiptólogos modernos admiten que las pruebas de que Khufu fuera el constructor son poco sólidas. La manipulación de los enormes bloques de piedra usadas en este monumento, así como la construcción misma de la gran pirámide, solo pueden explicarse por la aplicación de algún conocimiento, tal vez tecnológico, que se perdió para la humanidad durante la decadencia de la civilización egipcia, en gran parte debido a actos de barbarie. Pero podemos encontrar otras ruinas procedentes de las edades en que los adeptos atlantes intervenían en Egipto y en algunos otros lugares que forman parte del continente europeo. En las mismas Islas Británicas tenemos algunos restos del tiempo de los adeptos atlantes. Stonehenge es en sí mismo un enigma. La mayor parte de los arqueólogos han afirmado que fue construido por los druidas de la antigua Bretaña, que estaban ya desapareciendo como casta sacerdotal en tiempos de la invasión romana, aunque todavía celebraban sus ritos secretos a que se han referido algunos historiadores romanos. Pero ello no explica los métodos que pudieron emplear los pueblos aparentemente primitivos, que habitaban la gran Bretaña conquistada por Julio Cesar, para manejar los enormes monolitos que constituyen las ruinas de Stonehenge. Los mismos romanos no hubieran sido capaces de manipular los bloques de Stonehenge. Las piedras superiores de los trilitos pesan unas once toneladas cada una, y las piedras verticales pesan treinta toneladas cada una. Es absurdo decir que tales masas fueron movidas, elevadas y puestas en su lugar, con gran exactitud, por constructores que solo emplearan el esfuerzo humano. También tenemos que incluir los restos de Avebury, así como los innumerables dólmenes y menhires que se encuentran en las Islas Británicas, en Francia, en España y en Escandinavia. Los dólmenes son sencillas construcciones en que un bloque de piedra, la cubierta, se eleva sobre tres o más soportes. Según medios del ocultismo, los dispersos adeptos de la Atlántida fueron fundadores, en la Europa occidental, de los ritos religiosos que se seguían en Stonehenge. En un periodo muy posterior al de la emigración atlante a Egipto, algunos representantes del ocultismo más elevado de la Atlántida se establecieron en las islas británicas. Su influencia estableció civilizaciones que, aunque no tan importante como la egipcia, dieron origen a importantes ciudades, cuyos restos se han desvanecido.

Stonehenge se erigió como templo para instruir al pueblo. Su tosca estructura descubierta se adoptó intencionadamente por los emigrados de la Atlántida como protesta contra la corrupción de la decadente civilización que dejaban tras de sí. En la Atlántida se habían producido grandes progresos en el conocimiento científico, pero los temas espirituales habían quedado ahogados debido a la persecución de bienes materiales. Por ello las ceremonias externas de la religión que enseñaban fueron celebradas bajo su dirección con gran sencillez. A este fin construyeron un gran templo con rocas sin labrar. No buscaban efectos arquitectónicos que apartaran la atención de la Naturaleza. Pero parece increíble que vencieran la dificultad de manipular las enormes moles de piedra, que parece haber exigido recursos mecánicos difíciles de imaginar en otro periodo distinto del nuestro. Pero en la Atlántida poseían recursos tecnológicos de orden muy avanzado para cualquier obra que   quisieran llevar a cabo. Pero los constructores de aquella época no recurrían exclusivamente a la tecnología para manejar pesados materiales. En la  madurez de la civilización atlante algunas fuerzas de la Naturaleza que actualmente están solo bajo el dominio de los adeptos de  la ciencia oculta, eran entonces de utilización general. Los adeptos de entonces no tenían el deber de guardar celosamente el secreto de su existencia como sucede en la actualidad. Y entre esos conocimientos poseían el poder de modificar la fuerza que nosotros llamamos gravedad. Los teósofos están muy lejos de aceptar las teorías espiritistas referentes a los destinos del alma humana después de la muerte, pero los hechos externos son hechos efectivos que necesitan lugar adecuado en toda concepción de la Naturaleza. La frase atribuida a Galileo, “e pur si muove” (y sin embargo, se mueve), es aplicable perfectamente a este caso. En ciertas sesiones espiritistas objetos pesados son a veces “levitados”, es decir, elevados, y hasta se los ha visto flotar en el aire bajo la influencia de agentes invisibles o fuerzas que han contrarrestado la fuerza usualmente llamada gravedad. En el hecho de que los objetos puedan algunas veces ser repelidos de la tierra, o levitados, no hay nada más de misterioso que en el hecho de que generalmente sean atraídos. Ningún físico moderno ha expuesto aun una concepción clara de cómo opera la gravedad. Actualmente no sabemos más   que Newton cuando se preguntaba porque cae una manzana de un árbol. Podemos medir la fuerza que la mueve, pero aún no sabemos lo que es esa fuerza. Lo mismo ocurre con el magnetismo. En este podemos observar en acción los dos procesos: de atracción y de repulsión.

Los teósofos afirman que los adeptos en la ciencia oculta pueden hoy día como en la antigüedad modificar la acción de la fuerza que llamamos gravedad. Los adeptos custodios de ese conocimiento sobre las fuerzas misteriosas de la Naturaleza, siempre han estado capacitados para dirigir las atracciones de la materia de modo conveniente para alterar a voluntad el peso efectivo de los cuerpos densos. Así se explican las maravillas de la arquitectura megalítica. Trabajando bajo la guía de los adeptos de la Atlántida, los constructores de Stonehenge y de los antiguos dólmenes y menhires encontraban ligeras las masas de piedra, que se manejaban con facilidad. Retomando el tema de las Pirámides, las grandes piedras que las forman fueron manejadas de igual modo que las piedras de Stonehenge. Según los teósofos, los adeptos atlantes que dirigían su construcción facilitaron el proceso por medio de la levitación parcial de los bloques de piedra empleados. Baalbek es el nombre de un sitio arqueológico en el Líbano. En la época Romana era conocido como Heliópolis o Ciudad del Sol. Un ejemplo de cuan antiguo es el sitio puede ser hallado dentro del cual fue su área más sagrada, el Templo de Baal-Júpiter, una mezcla entre el  antiguo dios cananeo llamado Baal (El Señor) y el Júpiter Romano. En el templo de Baalbek hay bloques de piedra, empleadas para los muros, cada uno de los cuales se calcula que pesa alrededor de 1.500  toneladas. Stonehenge y Baalbek se levantan ante nosotros como imperecederas pruebas de que en la época de su construcción parece que se disponía de una tecnología  que implicaba un conocimiento incluso superior al adquirido por la moderna ingeniería. Según los teósofos, fue en un periodo muy posterior a aquel en que los adeptos atlantes emigraron a Egipto, en que vinieron al Occidente de Europa y elaboraron su culto, que inicialmente tenía como su templo el propio Stonehenge. Esto ocurrió en un periodo muy posterior a la construcción de las Pirámides. No se sabe si los adeptos de la Atlántida residirían largo tiempo en la Europa occidental antes de comenzar a introducir su enseñanza entre el pueblo. Lo cierto es que las piedras que actualmente se elevan en Salisbury Plain fueron colocadas hacia el final de la sumersión del gran continente atlante, hace unos cien mil años. Entre los hechos relevantes está el que se relaciona con el carácter geológico de las piedras empleadas en Stonehenge.

El recinto exterior y las piedras de los grandes trilitos son de una composición que parece indicar fueron extraídas de las canteras de las inmediaciones. Pero el recinto interno y el altar de piedra son de una formación totalmente diferente, por lo que las piedras no pueden identificarse con ninguno de los estratos rocosos de esta parte de Inglaterra. Esta piedra sólo se encuentra en Cornualles, península que forma el extremo suroccidental de Inglaterra, en Gales y en Irlanda, pero no más cercano. Por ello los materiales del circulo interno fueron traídos de alguna de esas regiones, situadas a no menos de 300 km. de distancia. Se considera oficialmente que los constructores de Stonehenge trajeron los pesados bloques de piedra a través de muchos cientos de millas de terreno, cubierto entonces de frondosas selvas, o por mar, con el objetivo de conmemorar una batalla en Salisbury Plain, cuando en los alrededores hay otro tipo de piedra, que es tan buena y duradera como la utilizada. Parece bastante absurdo. La naturaleza de los materiales empleados en Stonehenge es suficiente para ridiculizar la teoría que asigna su construcción al rey Arturo. En cambio, si lo contemplamos como un templo místico, bajo el punto de vista del conocimiento oculto, pueden haber existido consideraciones relativas a los sutiles atributos de las diferentes clases de piedra, que los ocultistas distinguen por su magnetismo, que podrían haber aconsejado el empleo de dos calidades de piedra diferentes. El culto de los primitivos druidas, que escondían a los Maestros ocultos que se instalaron en Stonehenge, era majestuoso pero sencillo. Había procesiones, cánticos y ceremonias simbólicas relativas a acontecimientos astronómicos, especialmente a la salida del Sol en la mitad del verano, cuando la gente se reunía para contemplar cómo los rayos del  Sol, en el momento de su salida, pasaban a través de una abertura opuesta al altar e iluminaban la piedra sagrada. En aquellos días la única ceremonia externa de naturaleza sacrificial que tenía lugar debía hacerse con una libación de leche que se vertía sobre la piedra. De acuerdo con el simbolismo de los primitivos ritos ocultos, se concedía una gran importancia a la serpiente como símbolo de múltiple significado.

Y como los druidas adeptos podían fácilmente dominar a estas criaturas, se llevaba una  serpiente viva para que se deslizara hasta la piedra del altar, en la ceremonia de la salida del Sol, y bebiera la leche depositada. Hay muchos conceptos erróneos respecto de lo que se ha llamado el Culto de la Serpiente de la antigüedad. El principal druida de las ceremonias de Stonehenge, en los días del culto de los inicios, acostumbraba a marchar en algunas de las procesiones con una serpiente viva alrededor de su cuello. Más tarde, cuando la influencia de los adeptos atlantes desapareció, varios milenios después, los degradados jefes de la decadente sociedad druida usaban la serpiente por pura tradición, ya que eran los encargados de conservarla. Pero por razones de prudencia llevaban una serpiente muerta. Sus prácticas degeneraron más y mas, hasta que un día la piedra del altar fue regada no ya con leche, sino con sangre de víctimas humanas, siendo esta la única clase de religión druídica que registraron en sus escritos los historiadores romanos. Se supone que llegó un momento en que los primeros adeptos dejaron de conducir aquel pueblo por la senda del verdadero progreso espiritual. Así, mientras Egipto permaneció como centro de alta civilización hasta un periodo relativamente reciente, así como uno de los principales centros de los adeptos atlantes, los habitantes de las islas británicas volvieron a la barbarie. Hasta algunos milenios antes de la conquista por Roma, permanecieron aun débilmente impregnados de las remotas tradiciones de su decadente civilización, y luego se hundieron en la degradación. Creemos que es necesario tener en cuenta el origen atlante de todas las civilizaciones de nuestro tiempo para tener una interpretación correcta del mundo antiguo.

Fuentes:
  • Charles Berlitz – El Misterio de la Atlántida
  • Ignatius Donnelly  – La Atlántida: el mundo Antediluviano
  • William Scott- Elliot – Historia de los atlantes
  • Edouard Schure – Atlántida
  • Alfred  Percy Sinnet – Las Pirámides y Stonehenge
  • Platón – Critias o la Atlántida
  • Robert Bauval – El Misterio de Orión
  • Robert Bauval – Código Egipto
  • H.P. Blavatsky – La Doctrina Secreta
  • James Churchward – The Lost Continent of Mu – Motherland of Man
  • James Churchward – Books of the Golden Age
  • James Churchward – The Children of Mu
  • James Churchward – The Lost Continent of Mu
  • James Churchward – The Sacred Symbols of Mu
  • James Churchward – Cosmic Forces of Mu
  • Rodolfo Casamiquela – El arte rupestre de la Patagonia
  • Aukanaw – La Ciencia Secreta de los Mapuche

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