FUENTE http://lospasosdelalma.blogspot.com.es
La primera vez que vi este vídeo recordé las experiencias de Castaneda con animales de poder, a través de los que Don Juan pretendía enseñarle a parar el mundo y ver otra realidad donde es posible comunicarse con coyotes, venados, polillas y lagartijas. El vídeo me conecta con la impecabilidad del guerrero en el camino del conocimiento para adquirir poder y penetrar por la raja entre los mundos. La arquera es impecable y tiene el poder para ello.
A esto se refería el psicólogo A.Maslow al hablar de las experiencias cumbre, cuando nos encontramos en un estado de plena atención, absorción y fascinación, y la percepción se halla libre de juicios. Momentos fuera del espacio y el tiempo en los que percibimos plenamente la esencia de la vida.
Se experimenta admiración, rendición, respeto, humildad, gozo, amor y compasión. De forma espontánea brota gratitud hacia la Vida, el destino o Dios, y emerge un amor integrador que todo lo abarca. Se experimenta el fluir y desaparecen las defensas y el control, muere el ego. En ese estado de conciencia se resuelven las paradojas de la vida. Entonces todo es posible, incluso el extraordinario encuentro entre la libélula y la arquera.
Desde la perspectiva budista, la arquera representa el espíritu del Bhodissatva: un ser despierto y con el corazón abierto, en armonía con la naturaleza, comprometido en salvar a todos los seres.
La libélula comparte con la mariposa el simbolismo del renacimiento y la inmortalidad. En Japón la libélula es símbolo de éxito, felicidad, fuerza y coraje. Representa también la incertidumbre e inestabilidad por su revoloteo y rápidos movimientos. Para los nativos norteamericanos simboliza la ilusión, el cambio, el espíritu libre y salvaje.
La imagen de la libélula exalta el poder creativo y la imaginación. Rodeada de un aura de fantasía, el aleteo de sus alas inspira pensamientos sobre hadas y un mundo mágico. El espíritu de la libélula nos susurra la necesidad de hacer conscientes nuestros sueños, necesidades y deseos. Nos conecta con la magia, la vulnerabilidad y la alegría del niño interior.
El espíritu de la libélula representa la sabiduría, la regeneración, la iluminación. Invita a reflexionar sobre los cambios que necesitamos realizar, los velos ilusorios que hemos de rasgar para facilitar nuestro proceso de transformación.
Via Revista Namaste
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