En el Deuteronomio encontramos la siguiente frase: “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto“. En Josué leemos: “Estos son los reyes de la tierra que los hijos de Israel derrotaron y cuya tierra poseyeron al otro lado del Jordán hacia donde nace el sol, desde el arroyo de Arnón hasta el monte Hermón, y todo el Arabá al oriente. Y el territorio de Og rey de Basán, que había quedado de los refaítas, el cual habitaba en Astarot y en Edrei“. En Crónicas podemos leer: “Y los hijos de José hablaron a Josué, diciendo: ¿Por qué nos has dado por heredad una sola suerte y una sola parte, siendo nosotros un pueblo tan grande, y que Jehová nos ha bendecido hasta ahora? Y Josué les respondió: Si sois pueblo tan grande, subid al bosque, y haceos desmontes allí en la tierra de los ferezeos y de los refaítas, ya que el monte de Efraín es estrecho para vosotros“. En el relato bíblico, a los israelitas se les instruye para exterminar a los habitantes anteriores de la “tierra prometida”, es decir, Canaán, que incluye varios pueblos mbre, incluidos algunos individuos excepcionalmente grandes. En Crónicas leemos que los hombres de David mataron a los gigantes: “Después de esto aconteció que se levantó guerra en Gezer contra los filisteos; y Sibecai husatita mató a Sipai, de los descendientes de los gigantes; y fueron humillados. Volvió a levantarse guerra contra los filisteos; y Elhanán hijo de Jair mató a Lahmi, hermano de Goliat geteo, el asta de cuya lanza era como un rodillo de telar. Y volvió a haber guerra en Gat, donde había un hombre de grande estatura, el cual tenía seis dedos en pies y manos, veinticuatro por todos; y era descendiente de los gigantes. Este hombre injurió a Israel, pero lo mató Jonatán, hijo de Simea hermano de David. Estos eran descendientes de los gigantes en Gat, los cuales cayeron por mano de David y de sus siervos“.
Og, rey de Basán, fue uno de los últimos supervivientes de los refaim. El filisteo Goliat habría sido refaíta y medía seis codos y un palmo de estatura, unos 2,9 metros. Su hermano fue un gigante que se llamó Lahmi o Lahmu. Lahmu y Lahamu son dos deidades hermanas de la mitología mesopotámica, hijos de Apsu y Tiamat. Se los conoce como los barbudos. Tenían tres pares de rizos y estaban desnudos excepto por una faja triple roja, y solían ser representados como una serpiente. El significado del nombre de la ciudad de Belén originalmente Beth-Lehem o Bit-Lahmi, era “casa de Lahmu o Lahamu”. Algunos sugieren que habrían construido muchos de los monumentos megalíticos más antiguos que se encuentran en Transjordania. El libro de los Jubileos complementa la historia presentada en el Libro de Enoc. Además del Génesis, el término vuelve a utilizarse para designar a una raza de gigantes en Números: “Cuando Moisés envió a los espías a la tierra de Canaán, regresaron con la noticia de que allí habitaban gigantes. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes: y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos“. En Deuteronomio podemos leer: “Los emitas habitaron en ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac. Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas los llaman emitas. Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre“. En Eclesiástico leemos: “¿Acaso, siendo joven (David), no mató a un gigante y extirpó el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat?“. En Baruc leemos: “Allí nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura y expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y les dio el camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de discernimiento, perecieron por su insensatez“. En el libro de la Sabiduría podemos leer: “Así también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo se refugió en una balsa (Arca de Noé) que, conducida por tu mano (Yahwéh), dejó al mundo la semilla de una nueva humanidad“. Como vemos, hay numerosas referencias bíblicas a los antiguos gigantes.
El nombre de anaquitas (anak = gigante) se explica en el Midrash con una indicación de que llevaban cadenas al cuello. Midrash (“explicación”) es un término hebreo que designa un método de exégesis de un texto bíblico, dirigido al estudio o investigación que facilite la comprensión de la Torá. Anac era hijo de un refaíta, probablemente hijo de Arba, y sus hijos fueron Sesai, Aiman y Talmai, cabezas de los clanes arameos. Estos nombres parecen ser arameos, pero su significado no es claro. Los anakim o anaquitas fueron vencidos por Caleb, hijo de Jefone y descendientes ambos de Judá. Fue cuando los hebreos llegaron a las inmediaciones de Canaán, la tierra que Dios les había prometido, luego de haber huido de la esclavitud en Egipto, Moisés envió doce exploradores o espías, meraglim en hebreo, a Canaán para investigar y explorar. Se dice que un espía representaba a cada una de las doce tribus. Diez de los espías regresaron y explicaron que sería imposible tomar el control de esa tierra, y que allí vivían gigantes que aniquilarían al ejército hebreo. Sólo dos espías, Josué, de la tribu de Efraín, y Caleb, representante de Judá, regresaron y manifestaron que Dios les ayudaría a que la nación hebrea se asentara en Canaán. Según el relato de la Biblia, Números: “Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra […] dijeron a toda la congregación de los hijos de Israel: —La tierra que recorrimos y exploramos es tierra muy buena. Si Yahvéh se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel“. Josué y Caleb fueron los únicos hebreos adultos que trajeron un informe alentador acerca de la tierra de promisión. Ambos sobrevivieron la larga travesía por el desierto y pudieron entrar en Canaán, como premio por su fe en Dios. Esta historia es narrada por el texto bíblico en el libro de los Números. Según el texto bíblico, durante la repartición de la Tierra de Promisión, Caleb fue bendecido por Josué, recibiendo Hebrón como heredad “y la tierra descansó de la guerra“. Cuando Yahveh da la tierra de Moab a los hijos de Lot, se dice que esa tierra había sido habitada por los emitas, pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas en aquellos tiempos.
El judío Trifón se opuso a la idea de que los ángeles podían casarse. El rabino Shimon bar Yojai maldijo a todos los judíos que dicen que los “hijos de Dios” eran ángeles. Según la visión judía tradicional, los nefilim antes del diluvio y después del mismo fueron hombres. Ésta era la opinión también de Rashi y Najmánides. Aun así, sectores más bien seculares dentro del judaísmo admiten el origen politeísta de los relatos reflejados en el Génesis. La Enciclopedia Judaica define el término néfilim como: “ángeles caídos, identificados con los gigantes que eran progenie de los hijos de Dios y de mujeres terrestres“. Según el Talmud, el nombre nefilim proviene de nafal (caer). Los apócrifos, particularmente Enoc y Jubileos, contienen muchos detalles sobre los nefilim e indican como nombres de sus jefes Azazel, Semiasa y Satanael. Explican que “eran maestros en magia negra, que enseñaban a las mujeres y trataban de seducirlas. También eran hábiles artífices”. Esta misma enciclopedia también aplica el concepto de “ángeles” en Génesis 6 como “Hijos de Dios“. Las menciones más antiguas que el Pentateuco hace de los ángeles son sin duda restos de relatos de una época politeísta, tal como la unión de los hijos de Dios con las hijas de los hombres que se explica en el Génesis. El Libro de Enoc forma parte del canon de la Iglesia ortodoxa etíope. En el libro, al hacer referencia a los grigori, los padres de los nefilim, los describe como ángeles, y no como descendientes del linaje de Set, aunque hay controversia en este punto. También se ha dicho que uno de los propósitos de Dios al inundar la Tierra en tiempos de Noé, que forma parte de la historia del diluvio universal, fue deshacerse de los nefilim. Filón de Alejandría y Flavio Josefo aceptaron estas ideas. La referencia bíblica acerca de Noé, “perfecto en sus generaciones“, hace referencia a no venir del linaje nefilim, ya que sería un humano descendiente de Adán. De ello se infiere, según el texto de Génesis, que no habría “hibridación” nefilim en Noé. La Iglesia Ortodoxa Etíope explica que el Génesis 6 alude a ciertos seres humanos, del linaje de Set, a su vez tercer hijo de Adán y Eva, posterior al Caín asesino de Abel, para que, luego de muerto éste, se pudiese continuar el linaje de Adán hasta Noé. El Deuteronomio dice “Hijos sois de Yahwéh, vuestro Dios“. Pero habrían comenzado a sentir intereses carnales, de modo que tomaron como esposas a las hijas de los hombres, las descendientes de Caín. Esto se señala, sin lugar a dudas, en la mayoría de las versiones ortodoxas de Enoc, pero también es el punto de vista presentado por textos no bíblicos más antiguos, especialmente el Segundo Libro de Adán y la Víspera.
Eusebio de Cesarea, Justino mártir, Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, Ireneo de Lyon y Atenágoras de Atenas identifican los “hijos de Dios” con ángeles. Pero Sexto Julio Africano condena la opinión de que los “hijos de Dios” eran ángeles, y San Agustín de Hipona, en su libro La ciudad de Dios, dio la interpretación que se sigue desde entonces en la Iglesia Católica, que enseña que la expresión “hijos de Dios“, en la Biblia, debe utilizarse sólo para referirse a los descendientes de Set, llamados así por su amor de Dios, mientras que los que se unieron con los gigantes serían ángeles caídos, es decir, demonios. Julio Africano y Agustín para apoyarlo citan a Mateo e interpretan una frase de Jesús que dice que “los Ángeles no se casan“. La nota de la Biblia de Jüneman dice: “Ángeles inferiores, antropomorfos. Aquellas hijas superiores eran de belleza sobrehumana; de modo que aquellos semiángeles, prevaricando, decayeron de su estado, eligiendo cada cual para sí la más bella; enlace del que nació la segunda raza de gigantes y héroes; aquellos superhombres de que está llena la tradición antigua”. El comentario de la Santa Biblia, de Martín Nieto, dice al pie de página en Génesis 6: “La promiscuidad de misteriosos seres celestes con las hijas de los hombres denota el alto grado de corrupción alcanzado por la humanidad. Es verosímil que el autor sagrado haya querido dejar constancia, en estas líneas, de un intento de la raza humana por conseguir una raza superior (¿gigantes, héroes, semidioses?). Tales pretensiones trastocan el orden de la creación, provocando una ruptura profunda entre Dios y los hombres”. La nota de la Biblia “El libro del Pueblo de Dios”, declara: “EI relato bíblico retoma una leyenda popular, que habla de unos seres sobrehumanos llamados ‘gigantes’. Antiguamente se creía que esos gigantes habían existido alguna vez sobre la tierra, y su origen se explicaba por la unión de seres celestiales (los ‘hijos de Dios’) con mujeres terrenas (las ‘hijas de los hombres’). Sin pronunciarse sobre la realidad histórica de este relato mitológico, el autor inspirado se vale de él para ilustrar -como podría hacerlo una parábola- la corrupción creciente de la humanidad. Esta intención aparece de manera explícita en los versículos siguientes (5-6), que expresan el pesar de Dios por la incontenible expansión del pecado en el mundo”.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) creen que los “hijos de Dios” (bnei Elohim) fueron humanos. Los hijos de Noé por su justicia fueron llamados “hijos de Dios” y tuvieron descendencia. Según ellos no serían los “Hijos de Dios” quienes se desposaron con las “hijas de los hombres“, sino que las hijas de los “hijos de Dios“, siendo bellas, se desposaron con los “hijos de los hombres“, llamados así porque no escuchaban a Dios y lo habían rechazado. De estas uniones no aprobadas por Dios nacieron los héroes de la antigüedad: “Y a Noé y sus hijos escucharon al Señor, y obedecieron, y se les llamó los hijos de Dios. Y cuando estos hombres empezaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de los hombres vieron que estas hijas eran bellas, y tomaron para sí esposas, según su elección. Y el Señor dijo a Noé: La hijas de tus hijos se han vendido; por lo que, he aquí, mi ira está encendida en contra de los hijos de los hombres, porque no quieren escuchar mi voz“. Por su lado, los Testigos de Jehová sostienen que los Néfilim sí eran gigantes violentos, que eran hijos de ángeles rebeldes y mujeres. Interpretan, al igual que la Septuaginta, que “Bnei Elohim” solo es una perífrasis para referirse a los ángeles. En el Libro de Enoc, además de nombrarse el número y los nombres de los principales grigori, igualmente mencionaría el tipo de castigo que sufrieron estos seres y sus hijos. Se da a entender que el castigo de estos ángeles se habría realizado después de la creación del hombre, a diferencia de los mitos cristianos que relacionan estos hechos con Lucifer, personaje inexistente en el judaísmo; el cual habría sido castigado antes de la creación del mundo. En el Libro de los Jubileos se menciona que estos ángeles son hijos de Elohim (‘Dios‘ o ‘dioses’). En este libro se habla que estos seres eran ángeles que habían bajado a la Tierra en busca de compañía femenina. También se les presenta como enviados de Dios para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia, pero estos decidieron pactar y desobedecer su misión y las reglas. Este texto ofrece así una versión diferente del propósito por el cual los Vigilantes bajaron inicialmente a la Tierra, y, según algunos, complementaría la descripción de éstos seres. El título “Vigilante” simplemente significa “el que vigila“, lo que refleja una relación única entre los Vigilantes y la raza humana desde antiguos tiempos.
En la tradición esotérica luciferina ellos eran una especial élite de seres angelicales creados por Dios para ser pastores terrenales de los primeros humanos primitivos. Su tarea sería la de observar y vigilar a la emergente especie humana e informar acerca de su progreso. Sin embargo, ellos se vieron limitados por la directriz divina de no interferir en la evolución humana. Lamentablemente ellos decidieron ignorar la orden de Dios y desafiar sus órdenes, y convertirse en maestros de la raza humana, con desafortunadas repercusiones tanto para ellos como para la Humanidad. Pero, en realidad, la mayor parte de la información que tenemos sobre los Vigilantes y sus actividades proviene del apócrifo Libro de Enoc. En la Biblia, el profeta Enoc (“instructor“) es una figura misteriosa. En Génesis 4 es descrito como hijo de Caín, el labrador, y la primera ciudad construida por su padre es bautizada en honor de Enoc. Posteriormente, en Génesis 5, y varias generaciones más tarde, Enoc es llamado hijo de Jared, y es durante su vida que los Vigilantes llegan o encarnan en cuerpos humanos. En el apócrifo Libro de los Jubileos, según se afirma dictado por “un ángel del Señor” a Moisés en el monte Sinaí, cuando también recibió los Diez Mandamientos, se dice que Enoc fue “el primero entre los hombres que nacen en la Tierra que aprendió la escritura, el conocimiento y la sabiduría“. También dice que Enoc puso por escrito “los signos del Cielo” (“los signos zodiacales“) en un libro. Esto fue para que los seres humanos pudieran conocer las estaciones de los años en relación al orden de los meses y sus respectivas influencias estelares y planetarias. Parece que Enoc recibió esta información de fuentes extraterrestres, es decir, de los Vigilantes. Doscientos de los “ángeles caídos” descendieron desde el reino celestial sobre la cumbre del monte Hermón, y ellos quedaron tan impresionados con la belleza de las mujeres humanas que, usando sus nuevos cuerpos materiales, tuvieron sexo con ellas. Esto posteriormente provocó la ira de Yahveh y, según la Biblia, la consecuencia de este mestizaje entre los ángeless caídos y los mortales condujo a la creación de una descendencia semi-angélica o de semidioses. Estos hijos fueron llamados los nefelim, y ellos fueron la raza gigantesca que alguna vez habitó la antigua Tierra.
Los ángeles caídos enseñaron a sus mujeres e hijos nuevas habilidades tecnológicas, conocimiento mágico y sabiduría oculta. Esto sugiere que las capacidades psíquicas y los poderes mágicos fueron originalmente una herencia antigua del reino angelical otorgada a los primeros humanos. En el Libro de Enoc se dice que el líder de los ángeles caídos se llamaba Azazel, a menudo identificado con Lucifer (“el Portador de la Luz“) o Lumiel (“la luz de Dios“). Azazel enseñó a los hombres a forjar espadas y a hacer escudos y armaduras. Azazel también les enseñó la metalurgia y cómo sacar metales de la tierra y a usar metales diferentes. A las mujeres les enseñó el arte de hacer pulseras, ornamentos, anillos y collares de metales y piedras preciosas. Azazel también les mostró cómo “embellecer sus párpados” con kohl y el uso de trucos cosméticos para atraer y seducir al sexo opuesto. De estas prácticas Enoc dice que provino mucha “impiedad“, y que hombres y mujeres cometieron fornicación, se extraviaron y se corrompieron. Ésta fue la base para que la Iglesia condenara a los ángeles caídos por enseñar a las mujeres a hacer collares de piezas de oro y pulseras para sus brazos. Pablo dijo que las mujeres deberían cubrir su cabeza en la sinagoga, porque se suponía que los ángeles caídos eran atraídos hacia las mujeres humanas con el cabello largo y suelto. La costumbre de las mujeres de cubrir su pelo en las iglesias todavía se encuentra en el catolicismo romano y también en el Islam. El ángel caído Semyaza, otro ángel caído, dice Enoc que enseñó a la gente el uso de raíces y el arte mágica del encantamiento. Y así relata las aportaciones de otros ángeles caídos. Es obvio, a partir de las descripciones de las capacidades educativas de los Vigilantes, que ellos fueron portadores de la civilización para la raza humana. Es, por lo tanto, extraño que en los textos religiosos judeo-cristianos sean representados como malvados corruptores de la Humanidad. Por ejemplo, Kokabiel, un ángel caído, es descrito como “un gran príncipe angélico que gobierna sobre las estrellas“. En los Oráculos Sibilinos, Araquiel es uno de los ángeles caídos que guía las almas de los muertos hacia el juicio en el inframundo. El ángel caído Shamsiel, muy probablemente un dios babilónico del Sol, fue llamado “el príncipe del Paraíso” porque él era uno de los ángeles guardianes que vigilaban las puertas en Edén. En este papel llevó a Moisés a ver el jardín divino, y también vigilaba los tesoros del rey David y su hijo Salomón el Sabio. En el Zohar judío es llamado el principal ayudante del poderoso arcángel Uriel y como el que lleva su estandarte en la batalla. Azazel, el líder de los Vigilantes, como ya se mencionó, era identificado con Lucifer o Lumiel. En el Corán se dice que Lucifer-Lumiel (Iblis) se rebeló contra Alá porque se le dijo que se inclinara y adorara al “hombre de la tierra” nacido del barro, Adán, que él rechazó. Fue obligado a luchar en el cielo con el arcángel Miguel y su ejército del Señor. Como resultado, Lumiel y sus ángeles rebeldes fueron expulsados del Cielo y cayeron a la Tierra. Aquí Lumiel se convirtió en el “Señor del Mundo“, y en el cristianismo fue identificado con Satán.
Pero, esotéricamente, en la tradición luciferina, Lumiel o Lumial no es considerado como una figura satánica malvada que atrae a la especie humana a la tentación, sino que es “el ángel de Dios [que] se rebeló contra el orden cósmico estático y establecido, y puso en movimiento las fuerzas de cambio y evolución“. Es posible que Lumiel pueda haberse originado en Canaán como Shahar, el dios de la estrella de la mañana, Venus. Shahar tenía un gemelo llamado Shalem, quien también era simbolizado por el planeta Venus, pero como la estrella vespertina. Ellos eran los hijos de la diosa Ashera, Astarté o Astarot, y hay pruebas arqueológicas del Oriente Medio de que los hebreos adoptaron la adoración de aquella diosa cuando se establecieron en Canaán y de que practicaron su adoración junto a la reverencia hacia el tribal dios de la tormenta Yahveh. El Antiguo Testamento contiene varias referencias a la continua adoración de Ashera como “Reina del Cielo” por parte de los supuestamente monoteístas hebreos. Aquello tenía lugar en santuarios en arboledas sagradas en las colinas, donde hacían ofrecimientos a la diosa de pasteles e incienso. En la mitología cananea, Shahar, como el Señor de la Estrella de la Mañana, fue echado del Cielo por desafiar al dios El en la forma de un rayo. En aquella forma él fertilizó a la Madre Tierra con su fuerza fálica divina. Azazel también es representado como un herrero metálico y un mago que trabaja con fuego. Él también ha sido comparado con el primer herrero bíblico, Tubal-Caín, un descendiente del semidios Caín”. En el apócrifo Apocalipsis de Abraham, Azazel es llamado “el señor de los paganos“, sugiriéndose que él había sido al principio un dios pagano. Azazel también ha sido identificado con la serpiente del mito de Edén que sedujo a la primera mujer, Eva. En un texto persa conocido como el Urm al-Jibab, o el Libro Primordial, que data del siglo VIII d.C., se dice que el ángel Azazil o Azazel rechazó reconocer la superioridad de Adán sobre los ángeles. Por esta razón Alá lo expulsó a él y a sus ángeles rebeldes del reino celestial, para que viviera en la Tierra. En la cultura islámica Azazel o Azrael es el ángel de la muerte, y actúa como un guía para las almas de los muertos. En el Levitico y en los Rollos del Mar Muerto está registrado un curioso ritual hebreo que presenta a Azazel como el nombre para el “chivo expiatorio” que se lleva los pecados comunitarios de Israel. Allí se dice que el sumo sacerdote Aarón tomó dos cabras del rebaño y echó suertes para elegir cuál sería el chivo expiatorio y sacrificado como una “ofrenda por el pecado“.
Los Rollos del Mar Muerto dicen que Aarón confesaba todas las “impurezas de los hijos de Israel” sobre la cabeza de la cabra Azazel. Mediante este acto simbólico él transfería al infortunado animal toda la culpa y pecados de ellos, de manera que pudieran ser absueltos de los mismos. La cabra era entonces echada al desierto o arrojada por un precipicio para morir. Este concepto antiguo del chivo expiatorio sacrificado por los pecados de la raza humana y abandonado en el desierto, es un motivo que aparece varias veces en los mitos bíblicos. Puede ser visto en la historia de Caín, que se convierte en un vagabundo exiliado en la Tierra, después de ser marcado por Yahveh y desterrado al “Este de Edén” después de matar a su hermano Abel. En una leyenda judía, el sabio rey Salomón, un poderoso mago que podía invocar y controlar a los demonios, cayó de la gracia porque “se prostituyó en pos de dioses extranjeros“. Fue obligado por Yahvé a dejar Jerusalén y a vagar en el desierto disfrazado como un mendigo. También después de su éxodo desde Egipto, Moisés y los israelitas se vieron obligados a pasar cuarenta años vagando en el desierto antes de que se les permitiera entrar en la Tierra Prometida (Canaán). En la antigua mitología egipcia, el dios de la oscuridad Seth es representado como un divino marginado que habita en el desierto, y Lilith, la primera esposa de Adán, después de que le abandonó, huyó al desierto. En el Nuevo Testamento, Jesús deambuló en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches. Cuando Jesús fue crucificado, simbólicamente asumió el papel del chivo expiatorio sacrificial que muere para limpiar los pecados de la raza humana. Es posible que la descripción del ritual del demonio-cabra Azazel pueda haber sido un rito de equinoccio de otoño, de origen sirio, hitita o cananeo, adoptado luego por los hebreos. Originalmente una cabra habría sido seleccionada por medio de un ritual de adivinación y luego ofrecida a un dios o demonio del desierto, que tenía que ser aplacado mediante el derramamiento de sangre. Se creía popularmente que Azazel tenía un séquito de demonios en forma de machos cabríos peludos, conocidos como los se’irim, los cuales, como los Vigilantes, deseaban a las mujeres humanas. No puede ser una coincidencia que la Iglesia haya imaginado al diablo o Satán bajo la forma de un ser peludo, medio humano medio macho cabrío, con un gran falo erguido y que tenía relaciones sexuales con sus adoradoras en el sabbath de las brujas. Otro ángel caído, Semyaza, es visto como el emisario de Lumiel, o como uno de sus avatares, un ser divino encarnado en forma humana.
Semyaza no sólo se enamoró de mujeres humanas, sino también de la deidad babilónica Ishtar, la diosa del amor y la guerra. Ella prometió tener relaciones sexuales con él si le revelaba el nombre secreto de Dios. Cuando Semyaza se lo dijo, Ishtar usó ese conocimiento prohibido para subir a las estrellas, y de esta manera reinó sobre la constelación de las Pléyades. Mientras los otros Vigilantes fueron acorralados por los arcángeles y castigados por Yahveh, Semyaza voluntariamente se arrepintió de su error y se condenó a sí mismo a colgar cabeza abajo en la constelación de Orión, el Cazador, con quien es a veces identificado en la tradición luciferina. En la tradición cabalística, Naamah, hermana del primer herrero bíblico Tubal-Caín y asociada con Ishtar, sedujo a Azazel. Según las informaciones de fuentes judeo-cristianas, el resultado final de las relaciones entre los Vigilantes y las “hijas de los hombres“, fue el engendramiento de una raza de belicosos gigantes caníbales y bebedores de sangre llamados los nephilim. En Génesis 6 se los describe como “los poderosos hombres de antaño, los varones de renombre“. Al principio ellos fueron alimentados por Yahvé con maná, que seguramente era la ambrosía, el alimento de los dioses, para que dejaran de consumir carne humana. Pero ellos rechazaron esta propuesta. Primero mataron animales como comida, y luego comenzaron a perseguir y a comer presas humanas. Se ha especulado que esta leyenda está basada en los hábitos de los pastores nómadas del desierto en Oriente Medio, quienes eran comedores de carne. En el mito bíblico de Caín y Abel, la disputa entre los dos hermanos que condujo al primer asesinato es acerca de la naturaleza de los ofrecimientos que tenían que hacer a Yahveh. Según el Génesis 4, Abel, que era un pastor de ovejas, ofreció las primicias del rebaño, y Caín, que era agricultor, ofreció los frutos de la tierra. Los ofrecimientos de Abel de sacrificios de carne y sangre de animales quemada, complacieron a Yahveh. Pero Yahveh rechazó las verduras, los cereales y los frutos ofrecidos por su hermano Caín. Tal vez esta historia puede reflejar la lucha por el dominio entre los pastores nómadas y los primeros agricultores de la Era Neolítica en el Oriente Medio. La idea de unos héroes semidivinos nació de los mitos antiguos y a partir de las uniones entre dioses y mortales. El poeta y escritor griego Píndaro (518 – 438 a.C.) describió a los héroes del pasado como “una raza entre dioses y hombres“. En los Rollos del Mar Muerto, los terribles nephilim, comedores de seres humanos, son de hecho descritos como los guardianes del conocimiento arcano, ya que “conocían todos los misterios de la Naturaleza y la Ciencia“.
Hay también referencias indirectas a las técnicas de reproducción que ellos conocían y utilizaban, lo que sugiere que ellos instruyeron a los primeros humanos en la domesticación y crianza de animales. Hay referencias adicionales que insinúan experimentos que condujeron a la creación de “monstruos” por medio del cruce de animales de especies diferentes. Hay leyendas sobre el continente perdido de la Atlántida que afirman que crearon híbridos entre seres humanos y animales. En la actualidad conocemos que hay científicos que están trabajando en investigación genética y clonación animal. Los mitos nos dicen que estos experimentos genéticos pudieron estar relacionados con la destrucción de los nephilim y la temprana raza humana mediante el Diluvio Universal bíblico. Los registros de este cataclismo también pueden ser encontrados en la mitología de pueblos antiguos de todo el mundo, y especialmente entre los babilónicos en Oriente Medio. De hecho, se opina que la historia de Noé y del Diluvio en el Antiguo Testamento tuvo su origen en mitos babilónicos y sumerios más antiguos. Se sabe que, alrededor de 10.000 a.C., parece haber habido una explosión cultural que hizo evolucionar a la Humanidad. Al final de última Era Glacial aparecieron los primeros signos de la agricultura en Oriente Medio, con un cambio desde un estilo de vida nómade de cazadores-recolectores al de la agricultura establecida. El último periodo glacial o última edad de hielo es el último período, más o menos reciente en la historia de la Tierra, en el cual extensas zonas de la superficie terrestre fueron ocupadas por casquetes de hielo. El clima se enfrió a nivel global, lo cual afectó incluso a zonas tropicales y provocó una regresión marina que disminuyó la superficie de océanos y mares. Las principales zonas cubiertas por hielo fueron los Andes patagónicos, Andes venezolanos, Fenoscandia, Nueva Zelanda, los Alpes, el norte de la Cordillera norteamericana, la zona de los grandes lagos, incluido todo el este de Canadá, Islandia, las islas británicas, además de Groenlandia y la Antártida, que retienen sus glaciares desde entonces. Producto de esta glaciación algunas zonas, hoy en día áridas, tuvieron mayores precipitaciones, como es el caso del Altiplano. El último periodo glacial empezó hace unos 110 000 años y tuvo su apogeo hace unos 20 000 años. Pero tuvo un colapso drástico hace unos 12 000 años, lo que produjo una rápida desglaciación. Ello marcó el comienzo de la civilización en Oriente Próximo. En el 9500 a.C., la cebada, el trigo y el centeno, y la avena, los guisantes y las lentejas, estaban siendo cultivados por nuestros antepasados neolíticos en lo que es ahora el moderno Kurdistán, entre Turquía e Irak. Al mismo tiempo los perros, las cabras y las ovejas también fueron domesticados.
Al cabo de unos mil años, hacia 8.500 a.C., se estaba practicando la fusión de cobre y de plomo en Anatolia, la actual Turquía, y los arqueólogos creen que ese proceso fue descubierto primeramente en Kurdistán, junto con la fabricación de la cerámica y el tejido. La antigua cultura kurda fue también la primera en desarrollar una escritura, y fue una de las primeras sociedades alfabetizadas en el Oriente Medio. Los kurdos afirman ser descendientes de los “Hijos del Djinn” (espíritus o genios), fruto de relaciones sexuales entre los djinns y las mujeres mortales. En algunas partes del Kurdistán, sobre todo entre la secta de los yazidies, que adoran al ángel Pavo Real, equivalente a Azazel, el líder de los ángeles caídos, pueden encontrarse personas altas, rubias y con ojos azules. Melek Taus, “el Ángel Pavo Real” es el nombre yazidí para la deidad central de su fe. Los yazidíes consideran a Melek Taus como un ángel benévolo que se redimió a sí mismo de su caída, y se convirtió en el demiurgo que creó el cosmos a partir del huevo cósmico. Después de llorar durante 7.000 años, sus lágrimas llenaron siete jarrones, con los que se apagaron los fuegos del Infierno. Melek Taus es a veces transliterado como Malik Taws. En lengua semita, malik/melech significa “rey” o “ángel“. Taus es traducido como “pavo real“. Sin embargo, es importante notar que, curiosamente, no existe el pavo real, al menos en la actualidad, en las tierras donde Melek Taus es adorado. Esto ha dado lugar a especulaciones sobre si la adoración de Melek Taus fue traída desde la India, aunque es más probable que la iconografía del pavo real sea un desarrollo de representaciones anteriores que muestran al dios como un ave nativa, concretamente como una avutarda. Los yazidíes creen que el fundador de su religión, Sheik Adi, fue una encarnación de Melek Taus. En el arte y la escultura Melek Taus es representado como un pavo real. El cristianismo, el Islam y otras confesiones religiosas identifican a Melek Taus como Lucifer, Shaytān (Satanás), o Azazel. Los yazidíes dicen que Melek Taus no es el “maligno” de otras religiones. De acuerdo con el lingüista kurdo Jamal Nebez, la palabra Taus se deriva, muy probablemente, del griego, y se relaciona con las palabras Zeus y Theos, aludiendo al significado de Dios. En este sentido, Melek Taus sería el “Ángel de Dios“. Así es como los yazidíes ven a Melek Taus. Debido a que los yazidíes son una religión minoritaria, han sufrido grandes persecuciones que casi terminaron con toda la religión. Esto ha provocado que disfracen su religión entre las principales corrientes del Islam.
Aunque los antropólogos creen que algunos yazidies pueden ser descendientes de antiguos ancestros europeos, la creencia del folklore popular entre los kurdos dice que ellos son descendientes de los “Hijos de los Genios“, que en tiempos antiguos trajeron la civilización a la temprana Humanidad. En general, el Oriente Medio antiguo era conocido como “la cuna de la civilización“, al haber sido fundadas en el área mesopotámica las más antiguas Ciudades-Estado. Los antiguos pueblos autóctonos de la región, los sumerios y los acadios, desarrollaron el primer lenguaje escrito, estudiaron la astronomía y crearon bibliotecas. Los babilónicos y los asirios los siguieron, y en la mitología de todas estas razas hay historias de cómo los dioses descendieron a la Tierra y les enseñaron las artes de la civilización. En el Libro de Enoc se dice que cuando Yahveh vio la anarquía, el caos, la corrupción y la inmoralidad, que había sido causada por la interacción de los Vigilantes y los humanos, decidió intervenir mediante los arcángeles Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel. Yahweh ordenó que Rafael atara a Azazel de manos y pies, como a una cabra de sacrificio, y que lo arrojara a un barranco profundo en el desierto. Por su lado, Gabriel fue enviado en una misión divina para destruir a los bastardos y réprobos, y a los hijos de los Vigilantes y mujeres humanas. El arcángel Miguel, comandante del Ejército de Dios, fue enviado a arrestar a Semyaza y a encadenarlo “bajo la tierra” hasta el Día del Juicio Final. Como ya hemos visto, el ángel caído se arrepintió de sus pecados y se condenó él mismo al exilio entre las estrellas. El Libro de los Jubileos dice que los arcángeles ataron a los Vigilantes “en las profundidades de la tierra“, y en el judaísmo se dice que ellos están encarcelados en un misterioso “segundo Cielo“. Pero también se dice que algunos de estos “poderosos guerreros” tienen reservado un lugar especial para ellos en el Sheol, el Inframundo según los judíos. Allí se dice que ellos están “con escudo y lanza intactos“. Christian O’Brien, en su obra The Genius of the Few (1985), ha sugerido que hay una conexión entre los bíblicos Vigilantes y los semidivinos Tuatha Dé Danann. Los Tuatha Dé Danann (“gente de la diosa Danu“) fueron el quinto grupo de habitantes de Irlanda según la tradición del Lebor Gabála Érenn (Libro de las Invasiones). Se piensa que representan a los dioses Irlandeses Goidelicos, a quiénes los redactores cristianos los redujeron a reyes y a héroes históricos.
Un poema en el Libro de Leinster enumera a muchos de los Tuatha Dé Danann. Incluso después de ser reconocidos como gobernantes de Irlanda, personajes tales como Lug, Mórrígan, Aengus y Manannán mac Lir aparecen en las historias ubicadas siglos más adelante, demostrando todos los signos de la inmortalidad. Tienen muchos paralelos en el mundo céltico. Por ejemplo; Nuada es cognado con el dios británico Nodens; Lug es un reflejo de la deidad pan-céltica Lugus; Tuireann está emparentado con el Gaélico Taranis; Ogma con Ogmios; y Badb con Catubodua. Los Tuatha Dé Danann, según versiones de textos “cristianizados” descienden de Nemed, el líder de una raza anterior de habitantes de Irlanda. Vinieron de cuatro ciudades norteñas, Falias, Gorias, Murias y Finias, donde adquirieron sus habilidades ocultas y sus cualidades. Llegaron a Irlanda, el 1 de mayo, festividad de Beltaine, montados sobre nubes oscuras. El ritual de Beltane, después realizado en Gran Bretaña por los druidas el primero de mayo, se dice que involucraba la quema de niños en la barriga de una inmensa efigie de mimbre de un hombre. La tradición pagana consideraba a los Tuatha De Danann como dioses venidos del cielo. Llegaron a Irlanda, lucharon con los Fir Bolg, los Fir Domnann y los Galioin, así como con los fomoré, y se convirtieron durante un tiempo en los únicos señores de Irlanda. Cuenta la leyenda que arribaron a la verde Erinn en barcos voladores envueltos en una densa nube oscura, pero que inicialmente no pudieron aterrizar, debido a que los gigantes fomoré habían creado un campo de energía que no podían penetrar. Los fomoré eran, en la mitología de Irlanda, los dioses de la Muerte, lo Oculto y de la Noche, y tenían diversas formas. Algunos con un ojo, un pie y una mano; otros tenían cabezas de animales, generalmente de cabra, aunque otros como Elatha, eran rubios y hermosos. Habitaban en una oscura región que se encontraba más allá del océano desconocido, y la corneja y el cuervo anunciaban su presencia. Balor, que tenía un ojo en la frente y otro en la nuca, era su rey. Una bellísima hechicera, que era la mensajera de la muerte, les entregaba las almas de los muertos. Usaba una barca de vidrio en sus viajes, y los jóvenes, que caían seducidos por su belleza, se lanzaban contra ésta, que luego servía para trasladarlos al país de los fomoré, donde eran esclavizados. Lucharon contra Partholón y su pueblo, y tras la peste bubónica que acabó con la vida de los descendientes de Partholón, que vivían en la isla de Irlanda, los fomoré la repoblaron.
Nemed, líder del tercer grupo de pueblos que invadieron Irlanda, lucho contra los fomoré en cuatro ocasiones y venció en todas ellas. La primera batalla, Murbolg, tuvo lugar en el Ulster; la segunda, Badbgna, en Connaught; la tercera, Cnamros, en Leinster. En la última batalla, la cuarta, Nemed venció y mató a los dos reyes femoré. El relato de estas batallas lamentablemente se ha perdido. Poco tiempo después de vencer por última vez, Nemed murió víctima de una enfermedad epidémica, que a su vez acabó con la vida de otras 2000 personas. Así fue como, privados de su rey, los descendientes de Nemed fueron víctimas de la terrible tiranía de los fomoré, quienes estaban encabezados por dos reyes: Morc y Conann. Ambos reyes mantenían una tiranía sobre los nemedianos, los cuales acabaron rebelándose. Liderados por tres jefes, entraron en la isla y tomaron la torre. Un agresivo giro de Morc acabó con las vidas de los nemedianos, exceptuando 30 de ellos. Se comenta que este grupo de supervivientes acabó pereciendo en los fondos de los mares de Irlanda. Los femoré sólo pudieron ser derrotados por los Tuatha Dé Danann, tras lo cual volvieron a su patria. Orna era una espada mágica propiedad de Tethra, rey de los fomoré, que durante la segunda parte de La batalla de Cath Maige Tuired fue encontrada por Ogma, uno de los Tuatha Dé Danann. Esta espada tenía la capacidad de hablar y relataba sus hazañas cuando era desenvainada. Conducidos por su rey, Nuada, los Tuatha Dé Danann lucharon en la primera batalla de Magh Tuiredh (batalla de Moytura), en la costa oeste, en la cual derrotaron y desplazaron a los torpes y deficientemente armados Fir Bolg, quienes entonces habitaban Irlanda. Nuada perdió un brazo durante la batalla, que el curandero Dian Cecht reemplazó con un brazo de plata. Existía una ley que obligaba a los reyes de los Thuata a no tener ninguna deficiencia física, por lo que, debido a su mano, ya no podía continuar como rey. Fue sustituido por Bres, el medio fomoré, quien resultó ser un tirano. Entonces Miach hizo un brazo de carne y hueso pra Nuada, por lo que Nuada fue restablecido como rey.
Posteriormente, los Tuatha Dé Danann lucharon en la segunda batalla de Magh Tuiredh en contra de los fomoré. Nuada fue asesinado por el ojo venenoso de Balor, el rey de los fomoré, pero Balor fue muerto por Lug, que asumió el control como rey. Una tercera batalla se inició ante una ola subsecuente de invasiones por parte de los Milesianos, de Galicia, al noroeste de la Península Ibérica, descendientes de Míl Espáine, quiénes se piensan, representan a los Celtas Goidelicos. Los Milesianos encontraron a tres diosas de los Tuatha Dé Danann, Ériu, Banba y Fodla, que pidieron que la isla fuese nombrada en honor a ellas. Ériu es el origen del nombre moderno Éire, mientras que Banba y Fodla todavía se utilizan a veces como nombres poéticos para designar a Irlanda. Sus tres esposos, Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Gréine, que eran reyes de los Tuatha Dé Danann durante aquella época, pidieron una tregua de tres días, durante los cuales los Milesianos se embarcarían a nueve olas de distancia desde la orilla de la isla. Los Milesianos se conformaron con la petición, pero los Tuatha Dé Danann crearon una tormenta mágica en una tentativa de conducirlos más lejos. El poeta milesiano Amergin calmó el mar con sus versos, y frente a su pueblo desembarcó y derrotó a los Tuatha Dé Danann en Tailtiu. Los Tuatha Dé Danann fueron exiliados al mundo subterráneo en los montes de Sidhe por El Dagda. Los Tuatha Dé Danann también lucharon contra la bruja Carman y sus tres hijos. Se dice que ellos introdujeron el uso de los carros de caballos y el culto druida en Irlanda. Esta raza de antiguos magos descendió a la Tierra en la sagrada colina de Tara en la Irlanda prehistórica. Con la llegada del cristianismo, los Tuatha De Danann fueron desterrados a las “colinas huecas” y se convirtieron en los Sidhe (Shee) o los “Brillantes“, los elfos y las hadas del folklore irlandés. Siempre ha existido una fuerte creencia entre la clase campesina de Irlanda en cuanto a que la Gente Buena o hadas fueron originalmente los ángeles caídos que se pusieron de parte de Lucifer en la Batalla del Cielo.
Anteriormente hemos hecho referencia a las opiniones que dicen que los Vigilantes podrían ser seres angelicales que se encarnaron en cuerpos físicos a fin de poder tener relaciones sexuales con mujeres mortales. Pero hay otras opiniones que afirman que ellos eran de origen terrenal o extraterrestre. Autores como Andrew Collins, en su obra Los Dioses del Edén (1998), Graham Hancock e Ian Lawson, han afirmado que el mito bíblico de los Vigilantes representa los recuerdos de una primigenia raza de súper-humanos que pertenecían a una civilización perdida, y que enseñaron a gente más primitiva. Ian Lawson ha afirmado que esta desconocida raza antigua pueden haber sido formada por almas espiritualmente avanzadas que se encarnaron para ayudar a la temprana especie humana, y que fueron corrompidas por ésta durante el proceso. Los mitos babilónicos, hititas, cananeos, iranios, egipcios, griegos y nórdicos, todos describen, de distinta manera, una lucha entre el supremo dios-padre, que representa el orden cósmico y la armonía, y un dios rebelde más joven que le desafía y que trata de derrocar a la autoridad divina. Aunque se supone que estos conflictos han tenido lugar en una época pre-humana, a menudo están relacionados con la creación y el desarrollo temprano de la especie humana y la aparición de las civilizaciones antiguas. Simbólicamente, Lucifer o Lumiel es conocido como el Señor de la Luz, y considerado el primogénito de la creación. Según esta visión, Lucifer representaría la energía cósmica del universo, y habría sido identificado con el fuego, la luz y la libertad. La fundadora de la Sociedad Teosófica, Helena Blavatsky, en su obra La Doctrina Secreta, describió al Portador de la Luz (Lucifer) como “el espíritu de la iluminación intelectual y la libertad de pensamiento, sin cuya influencia la Humanidad sería no mejor que los animales“. El escritor y periodista francés Léo Taxil, en su obra Misterios de la Francmasonería, acusó a los masones de satanismo y de adoración a Baphomet, una supuesta versión templaria de Satanás. En la Biblia, Lucifer, o Satán, a menudo es representado con una forma reptiliana, parecido a un dragón o una serpiente. En las mitologías occidentales el dragón es comúnmente señalado como un símbolo de los poderes de la oscuridad, el caos y el mal. Por contra, en la mitología de Oriente el dragón es indicador de un buen presagio, que representa la fertilidad y la buena fortuna.
Baphomet era una deidad adorada en la antigua Babilonia. Su nombre apareció públicamente por primera vez cuando los templarios fueron enjuiciados por herejes. Durante el proceso muchos de los caballeros de la orden templaria fueron sometidos a tortura y confesaron numerosos actos heréticos. Entre ellos se incluyó la adoración de un ídolo con el nombre de Baphomet. Se entiende que aquellos que veneran esta imagen son contrarios al cristianismo. Se cree que este presunto numen. o deidad romana, poseía una cabeza barbada dotada con pequeños cuernos. Esto explicaría por qué razón los templarios fueron acusados de herejes tras haber tomado contacto, en Tierra Santa, con los sarracenos y sus creencias. Los templarios acusados de herejes vivían en Occitania, cuya lengua local era el occitano. En las lenguas vecinas a la occitana se usaron los términos Mahomet (francés) y Mafumet (catalán). Esta hipótesis se apoya en que en el acta contra los templarios no se dan mayores explicaciones, apuntando a que era un término de uso habitual. Suele relacionarse también el nombre Baphomet con la fusión de dos términos griegos cuyo significado aproximado es el de bautismo de sabiduría. Baphomet era el encargado en el purgatorio de los siete infiernos y de los diferentes demonios de los siete pecados capitales. En 1589, Peter Binsfeld, obispo y teólogo alemán, asoció cada pecado capital con un demonio, que tentaba a la gente por medios asociados al pecado. Según “La Clasificación de los Demonios por Binsfield“, es la siguiente: Asmodeo = Lujuria; Belcebú = Gula; Mammon = Avaricia; Belfegor = Pereza; Satan = Ira; Leviatán = Envidia; y Lucifer = Soberbia. A partir de 1854, con la aparición de Dogma y ritual de la alta magia, obra del célebre ocultista francés Eliphas Lévi, la figura de Baphomet fue, en gran medida, tergiversada. Desde entonces, su vinculación con el macho cabrío de los aquelarres, como así también Satanás u otros demonios menores ha sido inevitable. Baphomet es una enigmática figura con cabeza de cabra que se encuentra en varias instancias en la historia del ocultismo.
Desde los caballeros templarios en la Edad Media y los masones del siglo XIX, hasta las corrientes modernas del ocultismo, Baphomet nunca ha dejado de crear polémica. A lo largo de la historia del ocultismo occidental, el nombre del misterioso Baphomet se invoca a menudo. A pesar de que comúnmente se conoce su nombre en el siglo XX, las menciones de Baphomet se puede encontrar en documentos que datan desde tan temprano como el siglo XI. Hoy en día, el símbolo está asociado con todo lo relacionado con el ocultismo, la magia ritual, la brujería, el satanismo y esoterismo. Baphomet aparece con frecuencia en la cultura popular para identificar algo oculto. La descripción más famosa sobre Baphomet se encuentra en el libro de Eliphas Levi Dogma y ritual de la alta magia, antes mencionado. Un libro que se convirtió en un referente para el ocultismo moderno. Hay varias teorías sobre el origen del nombre de Baphomet. La explicación más común afirma que es una corrupción del francés antiguo del nombre de Mahoma, el profeta del Islam. Durante las Cruzadas, los caballeros templarios permanecieron durante largos períodos de tiempo en los países de Oriente Medio, donde se familiarizaron con las enseñanzas de la mística árabe. Este contacto con las civilizaciones orientales les permitió traer de vuelta a Europa los fundamentos de lo que se convertiría en el ocultismo occidental, incluyendo el gnosticismo, alquimia, la cábala y el hermetismo. La afinidad de los templarios con los musulmanes condujo a la Iglesia a acusarlos de adoración a un ídolo llamado Baphomet. Sin embargo, hay otras teorías sobre el origen del nombre. Eliphas Levi, el ocultista francés que presentó a Baphomet, argumentó que el nombre había sido derivado de la codificación cabalística: “El nombre de los templarios Baphomet, que debe ser escrito kabalísticamente hacia atrás, se compone de tres abreviaturas: Tem, OHP, AB, Templi omnium hominum pacts abbas, ‘el padre del templo de la paz de todos los hombres’“.
El luciferismo es una doctrina esotérica, filosófica en el caso de las órdenes secretas y en algunos casos, religiosa como en algunas religiones minoritarias de la actualidad, que gira en torno a la figura del dios Lucifer, que, a su vez, es considerado como el ser portador de la Luz del intelecto. El luciferismo en general reniega del satanismo y asegura que Lucifer y Satán no son la misma entidad. Sin embargo, algunas organizaciones satánicas se consideran a sí mismas luciferinas. En la tradición luciferina, la serpiente bíblica es considerada como la personificación del conocimiento, la sabiduría y la iluminación, que liberó a los primeros humanos de la ignorancia espiritual impuesta a ellos por Yahveh. El luciferismo gnóstico fue una doctrina primitiva del luciferismo y/ó del gnosticismo cristiano, que promulgaba que Jesús era hijo de Lucifer, mientras que el Demiurgo, el dios del mal y creador del Universo material según la tradición gnóstica, era el verdadero dios de los judíos. Ya el ocultista y masón Eliphas Levi menciona a Lucifer en Dogma y ritual de Alta Magia. El yazidismo es la religión nacional del Kurdistán. Aunque la mayoría de los kurdos son musulmanes, muchos continúan practicando su religión tradicional, el yazidismo. El culto yezidi aunque monoteísta, también es angélico y rinde culto al Ángel Pavo real, Melek Taus, identificado con Lucifer, tal como ya hemos indicado anteriormente Los yazidas creen que Melek Taus se rebeló contra Dios para dar conocimiento al Hombre pero fue perdonado y restaurado como jefe de los ejércitos celestiales. Thelema es una escuela de libre pensamiento fundada por el esotérico británico Aleister Crowley, basada en el mito de muerte y renacimiento del dios egipcio Osiris, que es identificado por los luciferinos como la versión egipcia de Lucifer. Thelema es una filosofía de vida basada en las máximas, “Haz tu Voluntad, será toda la Ley” y “Amor es la Ley, Amor bajo Voluntad es la Ley“. El ideal de “Haz tu Voluntad” y su asociación con la palabra Thelema tiene su antecedente en François Rabelais, pero fue más desarrollada y popularizada por Aleister Crowley, quien fundó una escuela llamada Thelema basada en este ideal. La palabra misma es la transliteración al inglés del sustantivo en griego koine (“voluntad”). La masonería incluye la tradición luciferina en los altos grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, así como también en el Rito Egipcio de Memphis y Mizraim. Según algunos maestros masones, la masonería enseña que Lucifer, también llamado Samael o Baphomet, fecundó a Eva, dando lugar a los cainitas, de los cuales descendió una larga estirpe que llega hasta Hiram Abif, protagonista de una leyenda de muerte y renacimiento. Los cainitas, forjadores del hierro y de la piedra bruta, vendrían a representar a los intelectuales que transforman la humanidad y que dotan de libertad absoluta al hombre.
La Teosofía de Blavatsky considera que Lucifer, a quien llaman Metatrón, representa la luz de la razón, y que no es equivalente a Satán. La revista oficial de la Sociedad Teosófica lleva por nombre Lucifer. Para sus promotores, la teosofía es el desarrollo de la filosofía y de la ciencia, por medio de diversas corrientes humanistas, en busca de la sabiduría. El movimiento teosófico moderno fue impulsado por Helena Blavatsky (1831-1891) que, junto con Henry Steel Olcott (1832-1907) y William Quan Judge (1851-1896), fundaron la Sociedad Teosófica en la ciudad de Nueva York en 1875. Los fundadores de la Golden Dawn (Orden Hermética de la Aurora Dorada), una sociedad secreta separada de la Masonería inglesa, consideraban que la Masonería, tanto la inglesa como la universal, se fundamentaba casi totalmente en los Grados Simbólicos y Filosóficos. Por elllo buscaron crear una sociedad esotérica que salvara la tradición de los Caballeros Templarios, incluyendo el culto a Lucifer como Arcángel. La orden nueva fue fundada en Londres, en 1888, por William Wynn Westcott y Samuel MacGregor Mathers, el Duque de Wessex. Sin embargo, la Orden Hermética de la Aurora Dorada cuenta que este relato es simbólico y que se utilizó para velar la identidad de los Maestros que transmitieron el linaje a la Orden Iniciática. Y sostienen que su linaje puede trazarse hasta la Orden Rosacruz Alemana, a través de Kenneth McKenzie, diplomático escocés, quien fuera iniciado en Baviera. Si bien los luciferinos no se consideran satanistas, los satanistas sí se consideran luciferinos. Diversas organizaciones satánicas aducen ser luciferinas. La serpiente es vista como el símbolo de una fuerza de liberación exterior que abrió los ojos de Adán y Eva a la realidad del universo creado y a las maravillas del mundo material. La serpiente, o dragón, es una antigua imagen mítica y arquetípica de la fuerza vital, que está asociada con Lucifer y la explosión de luz después del divino acontecimiento celeste que creó el universo. Cuando el primer hombre y la mujer comieron el fruto prohibido del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal en el jardín celestial, ellos llegaron a estar conscientemente despiertos.
Entonces Adán y Eva fueron conscientes de estar desnudos. Se apresuraron a cubrirse cuando se dieron cuenta del llamado “poder de la serpiente” o kundalini, energía invisible e inmedible, representada simbólica y alegóricamente por una serpiente, que duerme enroscada en el mūlādhāra, el primero de los chakras. Ellos también comieron del Árbol de la Vida, que se supone inició el ciclo de nacimiento, vida, muerte y renacimiento, así como el que las almas humanas se encarnasen en la forma física. Michael Harner, antropólogo de renombre internacional, fue pionero en el regreso del chamanismo en Occidente y fue creador del chamanismo esencial, una metodología basada en las prácticas y principios compartidos por los chamanes de diversas culturas mundiales. En 1979, él y su mujer, Sandra Harner, fundaron el Centro de Estudios Chamánicos, con el objetivo de recuperar la olvidada sabiduría chamánica para la vida contemporánea y preservar las formas de conocimiento aún practicadas por los chamanes indígenas supervivientes. Harner ha practicado el chamanismo desde 1961, Y el célebre chamán siberiano Bo Bair Rinchinov, del pueblo buriato, dijo de él: «Michael Harner es un gran chamán. También demuestra que una persona puede ser chamán y científico al mismo tiempo». Harner, en su libro La senda del chamán (1980). ha descrito una experiencia que él tuvo en la selva del Amazonas peruano bajo los efectos de la alucinógena ayahuasca. Tuvo una visión de un barco con un dragón en la proa y con una tripulación de seres humanos con cabezas de ave. Luego encontró una antigua raza de entidades reptilianas que cree existe dentro de cada ser humano en el tronco cerebral, en la base del cráneo y en la cima de la columna vertebral. Estas formas de vida reptilianas le dijeron al doctor Harner que ellas habían llegado hace eones a la Tierra desde las estrellas. Supuestamente, ellos crearon la vida aquí, pero condicionado a que ellos tuvieran algún lugar donde esconderse y que fueran los verdaderos amos del planeta. El antropólogo mencionó esto a un viejo chamán indio y éste le dijo que él ya tenía conocimiento de esas entidades y que las llamaba los “Amos de la Oscuridad Exterior“.
El mito de los Vigilantes, la caída de Lucifer y la caída del Hombre, todos ellos representan una primitiva Edad de Oro de armonía cósmica y terrestre, que puede haber existido en el plano material o en alguna especie de plano astral. Se trataría de la destrucción física o simbólica de un paraíso celeste o terrenal, donde la gente y los animales vivían juntos y se comunicaban por medio de una lengua universal. En términos chamánicos esto es conocido como la Gran Separación, cuando los humanos ya no entendieron el lenguaje de los animales. Este habría sido también el tiempo en que los humanos comenzaron a comunicarse en diferentes lenguas, lo que es representado por la historia bíblica de la Torre de Babel. El mito de la Edad de Oro o Paraíso en la Tierra está estrechamente vinculado con la caída de Lucifer desde el Cielo y la supuesta degradación desde su antiguo estatus como primogénito de la creación, para convertirse en el Señor del Mundo. Fue la deliberada intervención de Lucifer y los ángeles caídos en la evolución humana, más bien que algún desafío a la autoridad cósmica, lo que en último término condujo a su caída en desgracia. Se supone que el crimen de los Vigilantes consistió en que ellos quisieron ayudar al progreso de los seres humanos. Sin embargo, el rechazo de Lucifer (o Iblis en el Islam)) a reconocer la creación de los seres humanos significa que la caída desde la gracia celestial era inevitable. En la tradición luciferina, a Lumiel se le prometió la redención y la restauración de su antiguo estatus en el plan cósmico. Pero esto sólo podría ocurrir cuando la raza humana hubiese evolucionado espiritualmente. Se supone que es en el propio beneficio de Lumiel y sus ángeles civilizadores el que ayuden a la Humanidad a conseguir aquel fin. Según este punto de vista, La relación entre la Humanidad y el líder de los ángeles caídos sería estrecha, por cuanto se necesitan unos a otros. Normalmente asociamos los ángeles son algo que asociamos con las pinturas del renacimiento, así como estatuas talladas en la arquitectura gótica. También los asociamos con seres sobrenaturales que intervienen en nuestras vidas en caso de problemas. Esta ha sido luna típica imagen estereotipada, fomentada por el cristianismo. Muchos ven en el Pentateuco, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, como lleno de relatos sobre ángeles que aparecen justo a los patriarcas y los profetas. Pero la realidad, ¿es así?
Los relatos bíblicos nos dice que hay tres ángeles que se acercan a Abraham para anunciarle el nacimiento de un hijo, que se llamará Isaac, de su esposa Sara, mientras él está sentado debajo de un árbol en la llanura de Mambré. Por otro lado, hay dos ángeles que visitan a Lot y a su esposa en Sodoma, antes de su destrucción. También tenemos el ángel que lucha con Jacob toda la noche en un lugar llamado Peniel, o aquellos que Jacob ve subir y bajar de una misteriosa escalera que se extiende entre el cielo y la Tierra. Sin embargo, con excepción de estos relatos, hay muy pocos ejemplos de la aparición explícita de ángeles en la narración, siendo, a menudo, una referencia vaga y confusa. Por ejemplo, en el caso de Abraham y Lot, los ángeles se describen simplemente como hombres, que se sientan a tomar alimentos como cualquier persona mortal. No fue sino hasta después que los judíos regresaron de su cautiverio en Babilonia, alrededor del 450 a. C., que los ángeles se convirtieron en parte integrante de la religión judía. Fue incluso más tarde, alrededor de 200 a.C., cuando comenzaron a aparecer con frecuencia en la literatura judía religiosa. Obras como el Libro de Daniel y el apócrifo Libro de Tobías contienen relatos enigmáticos de los seres angélicos que tienen nombres propios, apariencias específicas y jerarquías establecidas. Estas figuras radiantes eran de un origen no judío, supuestamente de Persia (Irán). No obstante, los relatos sobre los ángeles nos hacen pensar en seres extraterrestres. Es un hecho que los judíos exiliados estuvieron muy expuestos a las creencias religiosas persas después de que el rey persa Ciro el Grande tomó Babilonia en el año 539 a.C. Estas creencias incluyen no sólo el zoroastrismo, creada por el profeta Zoroastro, sino también la religión mucho más antigua de los Magi (Magos), la élite de la casta sacerdotal del país de Media, en el noroeste de Irán. Ellos creían en un panteón de seres sobrenaturales llamados ahuras, o ‘los brillantes’, y los daevas – ahuras, que habían caído debido a su corrupción de la humanidad. Aunque estuviese fuera de la ley en Persia, la influencia de los Magi era muy profunda en las creencias, costumbres y ritos del zoroastrismo. Parece evidente que el magismo, del cual tenemos términos como mago y magia, ayudó a establecer la creencia entre los judíos, no sólo en jerarquías de ángeles, sino también sobre las legiones de ángeles caídos, un tema cuya mayor fuente de inspiración es el Libro de Enoc. Este libro tiene como tema principal la historia después de la caída de los ángeles. Sin embargo, no de la caída de los ángeles en general, sino de quienes fueron originalmente conocidos como Vigilantes. Las ciencias prohibidas, entregadas a la humanidad por los Vigilantes rebeldes, plantea la pregunta fundamental de por qué los ángeles deberían haber poseído un conocimiento de estos asuntos.
Es sorprendente que unos llamados mensajeros celestiales de Dios tuviesen necesidad de trabajar con metales, usar encantamientos y escritura; embellecer el cuerpo, emplear especias, entre otras habilidades. A menos que éstos fueran humanos o con características similares a las humanas. Parecen las acciones de una raza muy avanzada transmitiendo algunos de sus secretos a una cultura menos desarrollada. Más desconcertante fueron las acciones desarrolladas por los nefilim, ya que podemos leer: “Y cuando los hombres ya no pudieron sostenerlos, los gigantes se volvieron contra ellos y devoraron a la Humanidad. Y empezaron a pecar contra los pájaros y las bestias, y reptiles, y peces, y a devorarse la carne unos a otros, y beberse la sangre. Luego la tierra estableció acusación contra los sin ley“. Pero, aparentemente, los gritos de desesperación de la humanidad fueron escuchados por los ángeles que habían permanecido leales al cielo. Dios escoge a los ángeles que deben proceder contra los Vigilantes rebeldes y sus descendientes, los nefilim, que son descritos como “bastardos y réprobos e hijos de la fornicación“. Uno de sus líderes, Shemihaza, es colgado y atado boca abajo, y su alma desterrada para convertirse en las estrellas de la constelación de Orión. El segundo líder, Azazel, fue atado de pies y manos, y expulsado por la eternidad a la oscuridad de un desierto denominado Dûdâêl. Sobre él se colocaron “piedras irregulares y en bruto” y aquí se mantendrá por siempre hasta el Día del Juicio, cuando será “echado en el fuego” por sus pecados. Los Vigilantes rebeldes se ven obligados a presenciar la masacre de sus propios hijos antes de ser expulsados a una especie de prisión celestial, considerado como un “abismo de fuego“. Al patriarca Enoc, por algún motivo inexplicable, se le pide que interceda en favor de los rebeldes encarcelados. Él intenta interceder, pero no lo consigue. Después de esto, el Libro de Enoc relata cómo es llevado por los ángeles sobre las montañas y los mares hasta los “siete cielos“, tal vez algún tipo de gigantesca nave extraterrestre. Allí ve una multitud de seres angélicos mirando las estrellas y otros cuerpos celestes en lo que parecen ser observatorios astronómicos. Otros hacen huertos y jardines que tienen más en común con un huerto terrestre que con un reino etéreo sobre las nubes.
En otra parte del cielo está el misterios Edén, donde Dios plantó un jardín para Adán y Eva antes de su caída. Se supone que siendo Enoc es el primer mortal en entrar en este jardín desde la expulsión de Adán y Eva. Además, tenemos que durante la vida del bisnieto de Enoc, Noé, se produjo un terrible diluvio cubre la Tierra que destruyó todos los vestigios de la raza gigante. Y así, de una manera catastrófica, parece ser que es como termina la historia de los enigmáticos Vigilantes. Pero, la caída de los Vigilantes y las visitas al cielo del patriarca Enoc, ¿están basadas en algún tipo de verdad histórica. Muchos investigadores creen que es una obra puramente de ficción, inspirada en el Génesis 6. En el Génesis podemos leer: “Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y nacieron hijas a ellos, que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres de todo lo que eligieron“. En el Génesis también se indica que el espíritu de Dios no puede permanecer en los hombres para siempre, y que puesto que la Humanidad es una creación de la carne, su vida útil en lo sucesivo se redujo a “ciento veinte años“. Sin embargo, en Génesis 4 dice: “Los nefilim estaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: los mismos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de antiguo renombre“. Como se cree que el Pentateuco fue escrito por Moisés hacia el1200 a.C., se supone que el Génesis 6 fue influido por el Libro de Enoc, y no al revés. Hay pruebas que demuestran que gran parte de Génesis fue escrito después del regreso judíos del cautiverio en Babilonia a mediados del siglo V a.C. Si este fuera el caso, entonces no hay razón por la cual el Génesis 6 no pudiese haber sido manipulado en esta época. En un intento de enfatizar la enorme antigüedad del Libro de Enoc, el mito hebreo siempre ha afirmado que fue transmitido a Noé, nieto de Enoc, después del Diluvio, es decir, mucho antes de la compilación del Génesis. Esta reivindicación de mayor antigüedad que el Pentateuco llevó finalmente al teólogo cristiano San Agustín a afirmar que el Libro de Enoc era demasiado antiguo para ser incluido en el Canon de las Escrituras. Hay otro enigma en el Génesis 6, ya que parece referirse a dos tradiciones totalmente diferentes. Por un lado se refiere a los Hijos de Dios viniendo hacia las Hijas de los Hombres, mientras que en Génesis 4 dice: “Los nefilim estaban en la Tierra en aquellos días y también después de eso, cuando los hijos de Dios vinieron donde las hijas de los hombres“. Parece evidente que existen dos tradiciones distintas. Una relativa a la raza caída, conocida por los primeros israelitas como los nefilim, y otra relativa los bene ha-elohim, los Hijos de Dios, que son equiparados directamente con los Vigilantes en la tradición de Enoc.
Parece claro que el término nefilim era el nombre original hebreo de la raza caída, mientras que bene ha-elohim es un término posterior, seguramente originado en Persia, que se añadió en el Génesis 6 mucho tiempo después de su compilación original. A pesar de las contradicciones del Génesis 6, conserva la firme convicción entre los antepasados de la raza judía de que, en un lejano pasado, una raza gigante había gobernado la Tierra. Parece pues que los Vigilantes y los nefilim realmente habrían habitado la Tierra. Desde hace mucho tiempo algunos eruditos hebreos señalaron las semejanzas entre algunas de las enseñanzas del Libro de Enoc y de los Evangelios según los Esenios, una comunidad religiosa que existió en la orilla occidental del Mar Muerto. Esta conexión fue confirmada en 1947, cuando se supo que entre los Rollos del Mar Muerto, que se cree habían sido escritos por los Esenios, había varios fragmentos de textos pertenecientes a diversos ejemplares del Libro de Enoc. Hasta este momento, las únicas copias disponibles del manuscrito habían sido varias copias estaban escritas en el lenguaje etíope de Ge’ez, la primera de las cuales había sido traída a Europa por el naturalista, explorador y geógrafo británico, además de masón, escocés, James Bruce de Kinnaird, después de sus famosos viajes a Abisinia entre 1769 y 1772. Los Rollos del Mar Muerto no sólo confirman la autenticidad del Libro de Enoc, sino que también demostraron la existencia de la comunidad esenia de Qumrán. Los eruditos hebreos también comenzaron a identificar varios tratados previamente desconocidos, con partes aparentemente tomadas del Libro de Enoc, entre los textos del Mar Muerto. Y ellos incluían más referencias a los Vigilantes y sus descendientes, los nefilim. Józef Tadeusz Milik, autor de los Manuscritos del Mar Muerto, cree que muchos de estos fragmentos serían extractos de un texto perdido llamado el Libro de los Gigantes. Anteriormente, ello sólo había sido conocido por referencias aisladas en los textos religiosos de los maniqueos, una fe gnóstica herética que se extendió por toda Europa y Asia, hasta China y el Tíbet, a partir del siglo III d.C. El Libro de los Gigantes continuaba la historia narrada en el Libro de Enoc, relatando cómo los nefilim le había hecho frente a sabiendas de que su inminente destrucción se debía a la culpa de sus padres, los Vigilantes. Otros textos, inspirados en Enoc se han encontrado entre los Rollos del Mar Muerto. Uno de ellos es el Testamento de Amram.
Amram era miembro de la tribu de Leví, hijo de Kohath, esposo de Iojebedsu y padre de Aarón, Miriam y Moisés. Es mencionado en el Libro del Éxodo y considerado por la tradición oral, luego plasmada en la Mishná, como uno de los cuatro tzadikim (hombres justos) que jamás cometieron un pecado. Según el Talmud, se encargó de promulgar las leyes acerca del matrimonio y el divorcio entre los hebreos que residían en Egipto. En el Corán hay un Sura, titulado Ali-Imran (La Familia de Amram), con doscientos versos. Según el Islam, Amram es el padre o antepasado de la Virgen Maria. Es significativa la aparición de dos Vigilantes, que se le aparecen a Amram en una visión como en sueños, mientras descansa en su cama. El texto reconstruido dice lo siguiente: “Vi Vigilantes en mi visión, el sueño-visión. Dos hombres se peleaban por mí, diciendo y sosteniendo un gran concurso sobre mí. Yo les pregunté, ‘¿Quién sois, que tenéis poder sobre mí?’ Ellos me respondieron: ‘A nosotros se nos ha dado el poder y el gobierno sobre toda la humanidad’. Ellos me dijeron: ‘¿A quién de nosotros escoges tú para que te gobierne?’. Levanté los ojos y miré. Uno de ellos era terrorífico en su apariencia, como una serpiente, con su manto multicolor, pero muy oscuro. Y miré de nuevo, y en su apariencia, su rostro como una víbora“. El texto identifica a este terrorífico Vigilante como Belial, el Príncipe de las Tinieblas y Rey del Mal, mientras su compañero se revela como Miguel, el Príncipe de Luz, quien también sería llamado Melquisedec, Rey de la Justicia. Es, sin embargo, el aspecto terrible de Belial el que llama la atención, porque es visto como aterrador de contemplar y como una serpiente, que es utilizado muy a menudo para describir tanto los Vigilantes como a los nefilim. El texto continúa diciendo que el Vigilante tenía “su rostro como una víbora“. Dado que también se dice que lleva “su manto multicolor, pero muy oscuro“, podemos suponer que tenía un aspecto antropomórfico. Tal vez una persona con cara “como una víbora” podría tener su rostro alargado y estrecho, con pómulos salientes, mandíbulas alargadas, labios delgados y ojos oblicuos como los de algunos tipos raciales de Asia Oriental. Otra referencia importante sobre la aparición de los Vigilantes proviene de Los Secretos del Libro de Enoc, una secuela de la obra original escrita en griego y que data del siglo I d.C. Allí se habla de la inesperada llegada de dos Vigilantes cuando Enoc descansa en su cama: “Y se me aparecieron a mí dos hombres muy altos, como nunca he visto en la Tierra. Y sus rostros brillaban como el Sol, y sus ojos eran como lámparas encendidas, y fuego salía de sus labios. Su vestido tenía la apariencia de plumas y sus alas eran más brillantes que el oro, sus manos más blancas que la nieve. Se quedaron en la cabecera de mi cama y me llamaron por mi nombre“.
En el Libro de Enoc y en los Rollos del Mar Muerto hay muchas referencias a seres, como los ángeles y Vigilantes, de piel blanca, estatura alta y faz radiante como el Sol. Pero es curiosa la referencia a su vestimenta, que tenía “la apariencia de plumas“. Sin embargo, a pesar del hecho de que el arte cristiano siempre ha representado los ángeles con alas, esta tradición no se remonta más allá del siglo tercero. Antes de esta época los verdaderos ángeles aparecieron con imagen de humanos. Tal vez la confusión entre alas y capas de plumas podrían haber influido para dar a los Vigilantes un aspecto más apropiado. El uso de formas totémicas, como animales y aves, ha sido siempre el dominio de los chamanes de las comunidades tribales. En muchas culturas primitivas se decía que el alma había tomado la forma de un pájaro para hacer su vuelo de este mundo al otro, por lo que es a menudo representado como tal en el arte religioso antiguo. Esta idea puede tener su origen en la creencia de que el viaje astral sólo puede lograrse mediante el uso de alas etéreas, como las de un ave, algo que sin duda ayudó a inspirar la idea de que los ángeles, como mensajeros de Dios, debían ser representados con alas en la iconografía cristiana. Por ello los chamanes se adornan sus cuerpos con una capa de plumas y pasan largos períodos de tiempo estudiando cada uno de sus movimientos. El chamanismo totémico es más o menos dependientes de los animales autóctonos o de las aves presentes en el lugar de la tribu, aunque en principio el objetivo ha sido alcanzar el viaje astral con ayuda de este manto de iluminación divina. Tal vez los Vigilantes y los néfilim podrían haber sido algún tipo de híbrido hombre-ave o bien tenían capacidades tecnológicas para volar. En un texto del Mar Muerto, titulado el Libro de los Gigantes, el ángel caído Shemihaza experimenta visiones en sueños, en los cuales visita un jardín y puede observar 200 árboles que son talados por los ángeles celestiales. Sin entender el propósito de esta alegoría, exponen el asunto al consejo de los néfilim, quienes nombran a uno de ellos, Mahawai, para ir en su nombre a consultar a Enoc, quien ahora reside en un paraíso terrenal: “Se levantó en el aire, como los remolinos, y voló con la ayuda de sus manos como alas de águila sobre las tierras cultivadas y cruzó el gran desierto, […]. Y vio a Enoc y le llamó“.
Enoc explica que los 200 árboles representan a los 200 Vigilantes, mientras que la tala de los troncos significa su destrucción en un diluvio. Es interesante poner atención en el medio por el que Mahawai alcanza el viaje astral, pues se dice que ha utilizado las “manos como alas de águila“. En otra parte del mismo texto, a Mahawai se le dice que debe adoptar la forma de un pájaro para hacer otro largo viaje. En esta ocasión, apenas se escapa de ser quemado por el calor del Sol y después escucha la voz celestial de Enoc, que lo convence de volver y no morir antes de tiempo. Esta es una historia que tiene parecido con el vuelo fatal de Ícaro en la mitología griega. En la mitología griega, Ícaro es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta, y de una esclava llamada Náucrate. Estaba retenido junto a su padre en la isla de Creta por el rey de la isla, llamado Minos. Dédalo decidió escapar de la isla. Pero dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí uniendo con hilo las plumas centrales y con cera las laterales, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado, o ablandaba la cera. Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del Sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Pasaron las islas de Samos, Delos, Paros, Lebintos y Calimna, y entonces el muchacho comenzó a ascender. El ardiente Sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró, lamentando amargamente sus artes. Y, en su memoria, llamó Icaria a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia, donde quedó bajo la protección del rey Cócalo. Allí construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios. Pausanias cuenta otra versión en la que ambos huían de Creta en pequeñas barcas, para lo cual Dédalo inventa el principio de la vela, desconocido hasta entonces para los hombres. Ícaro, navegante torpe, naufragó frente a la costa de Samos, en cuyas orillas se encontró su cuerpo. Heracles le dio sepultura en esa tierra, que desde entonces se llama Icaria, y el mar que está junto a ella recibió el nombre de mar Icario.
Ahora que sabemos que las leyendas de la caída de los ángeles probablemente se originaron en Persia, más precisamente en el norte, en el reino de Media, actual Azerbaiyán. Esto es confirmado provisionalmente por otro texto del Mar Muerto titulado El Génesis Apócrifo, que registra que después de su ascensión al cielo, el patriarca Enoc pasó el resto de su vida entre los ángeles en el Paraíso. Aunque el término “paraíso” se utiliza en algunas traducciones del texto original, la palabra real es “parwain“. Y Parwan es una montaña sagrada, aparentemente ubicada en las proximidades de Media, en el noroeste de Persia (Irán). Además, ambas palabras parece derivar su raíz de la antigua palabra de Media “parswana“, que significa “en la frontera“, utilizada para describir a los pueblos más allá de las fronteras de Media. tal vez se creía que Enoc vivía “entre de los ángeles“, en los territorios montañosos más allá de los límites del antiguo reino de Media, tal vez en la remota región de Parsua, al oeste de Media. Y tal vez sería de este lugar de donde provendrían los Vigilantes. Y quizás desde allí descendieron a las llanuras para tomar esposas mortales, revelándoles las artes prohibidas y los secretos del cielo. En la tradición persa, el reino de los inmortales y la sede de los míticos reinos de los dioses, también de alta estatura, con piel blanca y brillantes rostros, fue conocida como Airyana Vaejah. Profeta de la religión persa y fundador del zoroastrismo. Zoroastro nació en el seno de una familia noble, los Spitama, en Airyana Vaejah, al este de Persia, acaso durante el periodo precedente al de los reyes aqueménidas, aunque se han sugerido fechas anteriores. Las tradiciones impulsada por los Magi implican claramente que este dominio etéreo se encontraba entre las montañas de Media. Todos los caminos parecían conducir a la región montañosa de la actual Azerbaiyán, que constituye el flanco más oriental de una vasta extensión cubierta de nieve que se extiende al oeste de las montañas Tauro, en la Anatolia oriental, el norte de las regiones remotas de Armenia y el sudeste de las montañas de Zagros, que descienden gradualmente hacia el Golfo Pérsico y actúan como una barrera prácticamente infranqueable entre los actuales Irak e Irán.
Esta desolada parte de la Tierra, hogar de nómadas errantes, bandas de combatientes rebeldes, comunidades religiosas aisladas y ocasionales aldeas y pueblos, son conocidas en el mundo como Kurdistán, el hogar cultural y político de los perseguidos pueblos kurdos. Sin embargo, según la tradición bíblica y apócrifa, sería allí donde se podría haber encontrado el Jardín del Edén, el lugar de descanso del Arca de Noé y la tierra de los primeros patriarcas. El libro del Génesis habla de Dios estableciendo un jardín al este, en el Edén. allí Adán y Eva se convirtieron en los primeros padres de la humanidad antes de su eventual caída por culpa de la astuta serpiente que tentó a Eva. El Bundahishn, un texto sagrado del Zoroastrismo, cita a Angra Mainyu, el Espíritu del Mal y padre de los devas, asumiendo este mismo papel. Y, al igual que los Vigilantes, Angra Mainyu también es descrito como una extraña serpiente con piernas. Todo lo que sabemos del Edén es que se encontraba entre los Siete Cielos, un reino paradisíaco de jardines, huertos y observatorios en el que los ángeles y Vigilantes residían, según el Libro de Enoc. La palabra Edén es traducida por eruditos hebreos como ‘placer‘, una referencia al hecho de que Dios creó el jardín para el placer de la Humanidad. Pero la palabra Edén es, de hecho, acadia, en el lenguaje semítico introducido en Mesopotamia por el pueblo de Agade, o Akkad. Un pueblo que asumió el control del antiguo reino de Sumer durante la segunda mitad del tercer milenio a.C. En su lenguaje, la palabra Edén, o Edin, significa “terraza”. El libro del Génesis dice que del Edén surgían las aguas principales de los cuatro ríos del Paraíso. Los nombres de estos son dados como Pisón, Guihón, Hiddekel y el Eufrates. De estos cuatro, sólo el último puede ser debidamente identificado por su nombre, el Eufrates, fluye a través del Kurdistán turco, Siria e Irak antes de desembocar en el Golfo Pérsico. Los otros tres fueron identificados por los primeros estudiosos de la Biblia, respectivamente, con el Ganges de la India, aunque también con el Orontes del norte de Siria, el Nilo de África y el Tigris, del Asia occidental, que, al igual que su río hermano, el río Éufrates, fluye a través de Irak y desemboca en el Golfo Pérsico. Los dos primeros fueron elegidos simplemente porque eran considerados como los ríos más caudalosos del mundo clásico. Pero sólo la conexión entre el Tigris y el Eufrates tiene algún tipo de sentido geográfico. Pero cualquiera que hubiera sido la identidad de los cuatro ríos del paraíso, la tradición kurda emplaza sus cabeceras en las cercanías del lago Van, un enorme mar interior situado en la frontera entre el Kurdistán turco y Armenia. De hecho, la leyenda registra que el Jardín del Edén está ahora en el fondo del lago Van, después de haber sido sumergido bajo las olas en el tiempo de la Gran Inundación.
Curiosamente, es la montaña de Cudi Dag, al sur del lago Van, en la que los musulmanes, así como las diversas creencias de origen kurdo, localizan el lugar donde el Arca de Noé fue a parar después de del Gran Diluvio. La atribución de este mismo lugar para el Monte Ararat parece que es solo una opinión del cristianismo. La clave de los orígenes de los Vigilantes residiría en esta misma área geográfica. Pero no solo los persas y los judíos citan a Kurdistán como la cuna de la civilización. Las mitologías, tanto de los sumerios como de sus conquistadores, los acadios, colocan la tierra de los dioses en esta misma región. Los acadios se originaron como una raza semita de origen incierto, y en su literatura religiosa, se refieren a la bóveda celestial como Kharsag Khurra, la montaña celestial. Allí los dioses, también conocidos como los Anannage, vivían en un reino paradisíaco de jardines, huertos, templos y campos de regadío, que no sólo se parecen a los siete cielos descritos en el Libro de Enoc, sino que se refiere en más de una ocasión como Edin, la palabra acadia para “meseta“. Vinculando aún más a Kharsag Khurra con el lugar judío para los ángeles, tenemos que los Anannage, como los Vigilantes de Enoc, eran gobernados por un consejo de siete. Estos, sin duda, se igualan a los siete arcángeles del judaísmo, así como con los seis Amesha Spentas, o “espíritus generosos“, quienes, con el dios supremo Ahura Mazda, presiden sobre las jerarquías angélicas en la tradición persa. Fueron los Anannage, los dioses y diosas de Kharsag Khurra, simplemente otra forma de referirse a los Vigilantes, cuya patria era un asentamiento llamado Edén, o cielo, tal vez ubicado en algún lugar en medio de las montañas de Kurdistán. Kharsag no es el único nombre usado por los antiguos mesopotámicos para referirse a su lugar de los inicios. Esta cuna de la civilización era también conocida por el nombre de Dilmun, o Tilmun. Aquí, se dijo, el dios sumerio Ea (o Enki) y su esposa fueron puestos para iniciar “una era sin pecado y de completa felicidad“. También es descrito como una morada de los inmortales, donde la muerte, la enfermedad y el dolor son desconocidos y a algunos mortales se les ha dado “la vida como un dios“, palabras que recuerdan a la Airyana Vaejah, el reino de los inmortales en los mitos y leyendas de Persia, y en la tradición hebrea del Edén.
El texto zoroástrico Bundahishn y los registros cristianos en el Kurdistán iraquí se refieren a una ubicación llamada Dilamun, que existió alrededor del cauce del los ríos Tigris, al sur-oeste del Lago Van, en la misma zona en la que se dice que ha sido localizado el Edén bíblico. La mitología de la antigua Mesopotamia tiene un conjunto de panteones de diablos y demonios, cada uno con su propia apariencia, funciones y atributos. Algunos eran beneficiosos para la humanidad, mientras que otros sólo causaron dolor, sufrimiento y tormento en el mundo de los mortales. En la historia del descenso de la diosa Ishtar a los infiernos, conservado en la tradición asirio-babilónica, los jefes de la “Casa de las Tinieblas” se dice que eran “como las aves cubiertas de plumas“, que “desde los días de antaño dominaban la tierra, (y) para quienes los dioses Anu y Bel han dado terribles nombres“. En una tablilla cuneiforme escrita en la ciudad de Kutha por un escriba, explica que se produjeron incursiones de una raza de demonios en Mesopotamia, impulsada por los dioses de una región inferior. Se dice que hicieron la guerra a un rey no identificado durante tres años consecutivos y que tenían la apariencia de: “Hombres con cuerpos de aves del desierto, seres humanos con rostros de cuervos, que los grandes dioses crearon, y en la tierra los dioses crearon para ellos una morada, en medio de la tierra crecieron y se hicieron grandes, y aumentaron en número. Siete reyes, hermanos de la misma familia, seis mil en número fueron su pueblo“. Estos “hombres con los cuerpos de aves” fueron considerados como demonios. Parecieran haber muchas razones para sugerir que estos feroces demonios no eran espíritus incorpóreos, sino seres físicos, tal vez adornados con mantos de plumas. Los arqueólogos no tienen ningún problema en aceptar a Kurdistán como la cuna de la civilización del Próximo Oriente. Poco después de la recesión de la última Edad de Hielo, sobre el 9500 a.C., surgieron en esta región algunos de los casos más tempranos de la agricultura, la domesticación de los animales, el horneado y pintado de cerámica, la metalurgia y herramientas y utensilios elaborados a partir de obsidiana. Kurdistán fue probablemente el punto de origen de la supuesta explosión neolítica a partir del noveno milenio a.C. Tal vez fueron los Vigilantes los que proporcionaron a la humanidad las artes prohibidas y las ciencias de los cielos.
El Pentateuco registra cómo cada año, en el Día de la Expiación, una cabra era lanzada al desierto para Azazel, acarreando los pecados del pueblo judío. Por otra parte, Azazel, uno de los líderes de los ángeles caídos, se dice que fomentó una raza de demonios conocida como los seirim, o “machos cabríos”. Estos seirim son mencionan varias veces en la Biblia y se les rendía culto por parte algunos judíos. Incluso hay algunos indicios de que algunas mujeres realmente copulaban con estas cabras-demonio, ya que se afirma en el Levítico: “Y ellos no sacrificarán sus sacrificios al macho cabrío (seirim), después de lo cual se iban de prostitutas“. Tal vez era una referencia a la forma en que los Vigilantes habían tomado mujeres de entre los humanos. Esta relación entre los Vigilantes y los machos cabríos es tan fuerte que llevó al erudito hebreo J.T. Milik a la conclusión de que Azazel “no era evidentemente un simple chivo, sino una cabra gigante que combinaba características similares a una cabra junto con aquellas de un hombre”. En otras palabras, habría sido un tipo de hombre-cabra. Parece que no sólo había hombres-pájaro entre los Vigilantes. Esta asociación entre Azazel y el macho cabrío fue convirtiéndose en un símbolo del diablo. El erudito kurdo Mehrdad Izady considera que los restos de aves de presa de la cueva Shanidar, sitio arqueológico que incluye una cueva en la montaña Bradsot, de los montes Zagros, región del Kurdistán iraquí, son una evidencia de una cultura chamánica, cuya memoria influyó en el desarrollo de la tradición sobre los ángeles. Existe la idea de una avanzada cultura existente en las montañas de Kurdistán al inicio de la revolución neolítica. Se trataba de unos chamanes que habían llevado el conocimiento a las comunidades agrícolas. Tal vez eran una evidencia del mito de los Vigilantes, que impartieron las ciencias celestiales a la humanidad. Sin embargo, no tenemos una descripción de estos chamanes más allá de la apariencia de su atuendo ceremonial. Tal vez serían aquellos seres altos, de piel blanca, con rostros brillantes y rostros como víboras, a los que antes nos hemos referido. Encontramos evidencias arqueológicas de la existencia de una antigua raza, con algunos de estos rasgos distintivos, en un lugar llamado Jarmo, que domina el río Zab Menor en el Kurdistán iraquí. Los arqueólogos han descubierto evidencias de una avanzada comunidad neolítica que floreció alrededor de 6750 a.C. y durante unos 2000 años. De hecho, los más antiguos restos conocidos de metalurgia primitiva han sido encontrados en Jarmo.
En aquella cultura eran diestros en la producción de pequeñas imágenes esculpidas en arcilla ligeramente horneada. Miles de estas figuras han sido desenterradas. La mayoría de ellas representan animales y pájaros. Algunos representan, por lo general, cabezas humanas, mientras que otros muestran una figura femenina, posiblemente una representación de la Diosa Madre. Casi pareciera como si la comunidad Jarmo disfrutara representando imágenes del mundo que les rodeaba. Sin embargo, ¿cómo podemos explicar la presencia de varias cabezas antropomorfas con caras alargadas, ojos rasgados y características serpentinas? Son de apariencia no humana, pareciendo tratarse de seres extraterrestres en lugar de formas humanas. Algunas de estas cabezas tenían tremendas similitudes con la descripción de los Vigilantes en el Libro de Enoc y en los Rollos del Mar Muerto. Tal vez fueron estos extraños personajes con rostros de víbora quienes habrían proporcionado a comunidades como la de Jarmo el conocimiento de la metalurgia, así como los rudimentos básicos de la agricultura. Como curiosidad debemos señalar que las herramientas de obsidiana encontradas en Jarmo son conocidas de haber sido hechas con materias primas procedentes de Nemrut Dag, en el lago Van. En el 5500 a.C. los habitantes kurdos comenzaron a descender en gran número a las llanuras de Mesopotamia. Fue alrededor de esa fecha que Eridu, primera ciudad de la Media Luna Fértil, región histórica que se corresponde con parte de los territorios del Levante mediterráneo, Mesopotamia y Persia, fue establecida con su propio complejo de templos, que incluye una piscina ritual subterránea. En algún momento alrededor de 5000 a.C. llegó a las llanuras del norte de Mesopotamia una nueva cultura que se conoce hoy como el Obeid, en honor a Tell al’Ubaid, el lugar donde su presencia fue detectada por primera vez durante las excavaciones efectuadas por el eminente arqueólogo Sir Leonard Woolley en 1922. Esta cultura trajo un propio y único estilo artístico, así como prácticas funerarias, entre ellos el hábito de colocar extrañas figuras antropomorfas en las tumbas de los muertos. Las estatuillas eran de hombres y mujeres, con un delgado y bien proporcionado cuerpo desnudo, hombros anchos, y extrañas cabezas de aspecto reptil. Tienen rostros alargados, como hocicos afilados, con amplias rajaduras en los ojos y una espesa nube oscura de betún en la cabeza para representar una bobina para enrollar el pelo. Bobinas similares, formadas en arcilla, aparecen en algunas de las cabezas encontradas en Jarmo. Todas las estatuillas exhiben vello púbico y genitales femeninos o masculinos.
La más extraña figura muestra a una mujer desnuda sosteniendo a un bebé en su seno izquierdo. La mano izquierda del infante está aferrada al pecho, y no cabe duda de que está en el proceso de succionar leche. Es una imagen muy conmovedora, a pesar de que tiene una característica escalofriante, ya que el niño tiene grandes ojos rasgados y la cabeza de un reptil. Esto es muy significativo, ya que sugiere que el bebé era visto como nacido con esas características. Aparentemente las cabezas tipo lagarto de las figuras no son máscaras animalescas, sino que serían imágenes de una raza real de quienes la cultura Obeid creía que poseían cualidades reptiles. En el pasado estas figurillas han sido identificadas por los eruditos como representaciones de la Diosa Madre, mientras que los teóricos de los antiguos astronautas, como Erich von Däniken, han considerado oportuno identificarlas como Imágenes de entidades extraterrestres. Ya que la mayoría de las figurillas encontradas fueron recuperados de las tumbas, Sir Leonard Woolley llegó a la conclusión de que representaban “deidades ctónicas“, es decir, habitantes subterráneos conectados de alguna manera con los ritos de los muertos. De todos modos, es mucho más probable es que las cabezas representen de serpientes, ya que es conocido que éstas han sido asociadas con deidades sumerias, tales como Ningiszida. En la tradición babilónica tardía, hubo un verdadero temor de que si los muertos no eran enterrados de manera correcta, entonces su alma bajaría a los infiernos para convertirse en Edimmus, chupadores de sangre. Aunque hasta hoy no se haya encontrado ningún rastro de un mundo subterráneo, las ciudadelas ctónicas de extrema antigüedad sí existen en el Próximo Oriente. Por ejemplo, debajo de las llanuras de Capadocia, en el este de Turquía, hay no menos de 36 ciudades subterráneas, siendo la más famosa de ellas una en Derinkuyu, que se estima llegó a albergar unos 20.000 habitantes. Esas ciudades hasta ahora exploradas penetran hasta la profundidad de un cuarto de milla. Tienen calles, complejos sistemas de túneles, habitaciones, y salas o zonas comunales. Cada una de ellas puede ser aislada del mundo exterior mediante unas grandes puertas circulares, mientras que en la superficie el único signo visible de su presencia son piedras megalíticas verticales, marcando las posiciones de profundos pozos que tienen la función de conductos de ventilación para los distintos niveles. Nadie sabe quién construyó estos dominios subterráneos. Pero tienen al menos 4000 años de antigüedad, pero posiblemente fueron construidas ya en el 9000 a.C., al final de la última Edad de Hielo.
Cuando la Edad de Hielo finalmente retrocedió, llegaron inundaciones comparables con el diluvio de la Biblia, lo que causó estragos en las zonas bajas. Además, los registros mitológicos persas dicen que los antepasados de la raza persa habían escapado al largo invierno de nieve y hielo construyendo una ciudad subterránea. El recuerdo de esos mundos subterráneos también es probable que haya estado detrás de la creencia judeo-cristiana del Gehenna y del infierno, el reino de fuego al que fueron lanzados los ángeles caídos como castigo. Alrededor de las ciudades subterráneas de Capadocia existe un extraño paisaje compuesto de miles de enormes conos de roca, tallados supuestamente por los fuertes vientos durante muchos miles de años. La tradición local se refiere a ellos como las chimeneas de fuego de los Peri, hermosos ángeles caídos nacidos de Iblis, el equivalente árabe-persa de Satanás. Estas ‘chimeneas de hadas’ se dice que están encantadas por los Djinn, parientes espectrales de los ángeles, que también vivieron una vez en el cielo, antes de su caída. Muchas de estas ‘chimeneas de hadas’ fueron ocupadas durante los primeros tiempos cristianos, mientras que un número de ellas fueron convertidas en iglesias rupestres a partir del siglo VI. Las más antiguas contienen muchas imágenes fascinantes. Estas incluyen diseños geométricos, incluyendo un estilizado hombre-pájaro, que bien puede reflejar un estilo artístico encontrado en los santuarios de 8000 años de antigüedad en Catal Huyuk. La proximidad de Catal Huyuk a las ciudades subterráneas no puede ser obviada. En la historia a del descenso de la diosa Ishtar (Inanna, Afrodita, Astarte) al mundo subterráneo, ésta se encuentra con seres “como aves, cubiertos de plumas“, quienes “desde los días de antaño dominaban la tierra“. Es posible que los habitantes de estas ciudades subterráneas fueran los precursores de aquellos que construyeron la ciudadela debajo de la superficie de Catal Huyuk. Tal vez podrían haber estado relacionados con la cultura de los Vigilantes en las sierras kurdas, que se encontraban al este de Capadocia. Los cultos de los adoradores de los ángeles del Kurdistán se ven a sí mismos sólo como descendientes del patriarca Noé, el salvador de la humanidad, cuyos familiares directos se asentaron en sus tierras. En contraste, los judíos kurdos preservan una historia muy curiosa acerca de los orígenes de sus vecinos gentiles, a quienes se refieren como “hijos de Djinn“.
Un genio, en árabe jinn o djinn, es un ser fantástico de la mitología semítica, fundamentalmente árabe. No debe confundirse esta palabra con otra idéntica que procede del latín genius. Por lo general, estos seres son invisibles, aunque por momentos pueden adoptar diferentes formas antropomorfas, de plantas, o de animales, y tienen la capacidad de influir espiritual y mentalmente en el ser humano, mediante la posesión psíquica, pero no necesariamente utilizan estos poderes. En la mitología mesopotámica, están asociados al ámbito divino, aunque no pueden considerarse dioses, sino principalmente, guardianes o seres tutelares de lugares donde los hombres no deberían tener acceso. En las tradiciones más antiguas, los genios eran los espíritus de pueblos desaparecidos, que actuaban de noche y se escondían al despuntar el día. Otras tradiciones dicen que son seres de fuego. En todos los casos se trata de seres con características de duendes y otros seres mitológicos elementales de la naturaleza, que pueden, según su talante, agredir o ayudar al ser humano. El islam incorporó parcialmente la antigua creencia en los genios, y de este modo son hoy personajes presentes en las tradiciones de todos los pueblos del área islámica. Es prácticamente seguro, sin embargo, que esos genios no responden únicamente a los genios semíticos originales, ya que la extensión del mensaje del Corán impuso un mismo nombre a muchas manifestaciones distintas, propias de los países islamizados. Así, en lugares donde el mazdeísmo hizo mella antes que el islam, los genios son protagonistas de diversas prácticas mágicas alejadas de la ortodoxia sunní. Para los tuareg, son tentadores del desierto y ladrones nocturnos, así como para los musulmanes de la India y Pakistán pueden ser molestos invasores del hogar, que deben ser expulsados usando ciertas suras del Corán, en una ceremonia no muy distinta del exorcismo católico. El islam considera a los genios seres creados de fuego sin humo, dotados, como el ser humano, de libre albedrío y que pueden obedecer a Dios o bien a Iblís, el demonio, a quien a veces se describe como tal, es decir como ángel caído, y a veces es considerado un genio. En el Corán leemos: “Hemos creado al hombre de barro, de arcilla moldeable. Antes, del fuego ardiente habíamos creado a los genios“. Los genios serían, pues, la tercera clase de seres creada por Dios, junto a los hombres y los ángeles. La creencia en esta tercera raza marca una diferencia respecto a las otras dos religiones monoteístas, el cristianismo y el judaísmo.
Los genios, a diferencia de los ángeles, comparten el mundo físico con los seres humanos y son tangibles, aunque sean invisibles o adopten formas diversas. Los genios y los humanos pueden casarse y procrear. Por esta razón, la jurisprudencia islámica medieval llegó a regular las condiciones relativas a matrimonio, descendencia y herencia entre genios y humanos. Fueron muchos los pensadores musulmanes medievales que dudaron de la existencia de los genios, aunque no de los ángeles, o directamente la negaron, como Avicena, Al-Farabi o Ibn Jaldún. La creencia popular en los genios sigue estando muy extendida en las áreas rurales de algunos países islámicos y es muy frecuente su aparición en la literatura popular. En occidente son conocidos sobre todo los genios malignos del tipo ifrit, a través de los cuentos de Las mil y una noches y sus adaptaciones cinematográficas. Una muestra de creencia popular en los genios y de que pueden ser dignos de devoción la encontramos en Marruecos, donde, en el marco del muy popular culto a los morabitos o santones, se inscribe el culto a un personaje que no es humano sino genio. Se trata del morabito Sidi Shamharush, situado en la aldea del mismo nombre en el Atlas, y al cual acude la gente de la zona en peregrinación para ganarse la baraka o bendición divina por intercesión del santón. El culto es similar al que se prodiga a otros morabitos, salvo por el hecho de que en este caso no gira alrededor de una tumba, ya que Sidi Shamharush no estaría muerto, sino que viviría de día bajo la forma de perro negro y por la noche adoptaría apariencia humana. Pero, en general, los genios son una especie maliciosa, pero no necesariamente maligna. En sus más benignas formas de comportamiento, suelen ser bromistas y embaucadores. Tienen una miríada de atributos, debido al efecto aglutinante que tuvo la extensión del islam respecto a las leyendas y supersticiones locales de los pueblos islamizados. Pueden ser invisibles o cambiar a voluntad de forma, haciéndose pasar por animales o presentándose con la apariencia de una mujer hermosa para visitar a los hombres por la noche, hacerles el amor y robarles la energía, como si se tratara de súcubos. Pueden también ser dominados a través de un objeto, como la lámpara maravillosa de Aladino, y convertirse así en esclavos de quien posea dicho objeto.
Los genios pueden ser causantes de ciertas formas de locura. La palabra árabe que designa a un loco es maynun, que etimológicamente significa poseído por los genios. Pueden atravesar sólidas paredes sin dejar de tocar lo material y a los vivos, desplazarse a grandes velocidades, transfigurarse en seres humanos y suplantar a familiares y conocidos. El estado normal de un genio es el de invisible para los humanos, ya que Dios les proporcionó muchas habilidades, pero dificultó de esta forma que pudiéramos relacionarnos normalmente con ellos. Cuenta la tradición que al final de los días esta situación se invertirá y seremos nosotros quienes podamos verlos, obteniendo la ventaja que desde el principio del mundo atesoraron. Los genios tienen dinastías y jerarquías, como los ángeles y demonios, no desmereciendo de la misma demonología católica. En otras culturas, como en la mitología guanche, de las islas Canarias, también existía la creencia en seres que calificaríamos como genios, como los llamados dioses paredros, genios domésticos y de la naturaleza, los tibicenas, genios malignos, y también el demonio Guayota, dios o diablo del mal, al que, al igual que al Iblís árabe, se le identifica a veces con un genio. Se especula que la cultura guanche era de origen bereber, provenientes del norte de África, y previamente de la Atlántida, lo que reforzaría la hipótesis de un parentesco entre los genios africanos y este panteón isleño. Dicen que, hace mucho tiempo, el rey Salomón ordenó a 500 djinn que le encontraran las 500 vírgenes más bellas del mundo. No podían regresar hasta que cada una de las 500 vírgenes estuviera en su posesión. Los djinn se pusieron a trabajar, yendo a Europa a buscar a las doncellas. Finalmente, después de reunir el número correcto, los djinn estaban a punto de regresar a Jerusalén, cuando se enteraron de que Salomón había fallecido. Entonces los djinn se encontraron con el dilema de decidir qué hacer. ¿Deberían devolver las doncellas a sus hogares en Europa o debían quedarse con ellas? Debido a que las jóvenes vírgenes habían encontrado gracia ante los ojos de los djinn, éstos las tomaron como esposas. Y engendraron muchos niños hermosos, y esos niños tuvieron más hijos. Y esa es la manera en que la nación de los kurdos llegó a la existencia.
En otra versión de la misma historia, 100 genios son enviados por Salomón para buscar a 100 de las doncellas más bellas del mundo para su harem personal. Después de haber logrado reclutarlas, Salomón muere y los 100 genios deciden establecerse con las doncellas en medio de las inaccesibles montañas de Kurdistán. Los hijos de estos matrimonios dieron lugar a la fundación de la raza kurda, quienes por su carácter esquivo se asemejan a sus antepasados genios y por su hermosura a sus predecesoras. Estas leyendas tratan de explicar las inexplicables características de algunas comunidades kurdas y señalan su relación con el reino bíblico de Salomón. Los mandeos (“bautizados“) o sabi’un, como los denominan los musulmanes, son una de las comunidades religiosas más antiguas. Hay testimonios de su existencia en textos babilonios, persas e islámicos del siglo III a.C. Según diversas consideraciones, las comunidad mandeas cuentan con unos 60.000 adeptos, que en su mayoría viven en Irak, sobre todo en las ciudades de Baghdad, Bassora, Samara y Nassiriya. Según diversas suposiciones, los mandeos son originarios de Palestina. Parece que durante el primer cuarto del siglo I d.C. los mandeos huyeron de persecuciones y represiones hacia la ciudad de Harran, en Siria. Sin embargo, tuvieron que dejar la región por las hostilidades, primero con las comunidades cristianas y luego con la islámica, para trasladarse a la Babilonia meridional, en lo que hoy es la región de Marsh, en Irak. Según otros historiadores, los mandeos son originarios de Mesopotamia, donde vivían cerca de los ríos Eufrates y Tigris. El idioma mandeo clásico es un dialecto arameo, muy parecido al arameo del Talmud babilonio. Además del mandeo clásico, existe una forma moderna del mandeo con fuertes influencias del árabe y que hoy en día es hablado sólo por mandeos de la provincia iraní de Khuzistán. El mandeismo es la religión de los mandeos. Es una religión monoteísta y una de las más antiguas religiones gnósticas. La cosmovisión de los mandeos se basa en un dualismo gnóstico, que divide el mundo en dos niveles. Por un lado, los hombres viven en la parte de mundo dominado por la oscuridad, pero dejan esta parte de mundo con la muerte. Después de la muerte cada anima pasa por varias estaciones hasta encontrar la redención en el reino de la luz. Los mandeos creen en un mensajero que conducirá las animas del mundo de la oscuridad hacia el reino de la luz, y de esta manera dará comienzo el fin del mundo. Cuando el mensajero habrá terminado su tarea, sólo existirá el reino de la luz y la época de los sufrimientos terminará.
La génesis de los mandeos se parece mucho a la génesis judío-cristiana. También para los mandeos Adán y Eva son los primeros seres humanos. Sin embargo, según los mandeos, Eva no nace de una costilla de Adán sino que fue un don del reino de la luz para Adán. Esto explica la paridad de derechos entre hombre y mujer. Así mismo, los niños reciben el apellido de la madre y en la historia de los mandeos encontramos a varias sacerdotisas. Los Mandeos del Bajo Irak son más específicos acerca del origen de su raza. A pesar de que se dice que sus ascendientes directos provienen de un mítico lugar conocido como la montaña de los Madai, en el Kurdistán iraní, al parecer sus antepasados más lejanos se originaron en Egipto. Aunque esto podría parecer una mera fantasía por parte de los mandeos, es un hecho que su lenguaje contiene varias palabras que son, sin duda, de origen egipcio antiguo. Más importante aún, ellos creen que después de la muerte, el alma vuela hacia el norte, es decir, hacia las montañas de Kurdistán, en donde entra en un dominio mítico conocido como Mataratha, el lugar del juicio. Aquí pueden ser encontradas las inteligencias de los neter. El término neter puede ser usado como un sustantivo en algunas lenguas del Próximo Oriente, en el sentido de «Vigilantes», el nombre de los primeros ángeles que figuran en el Libro de Enoc y en los Rollos del Mar Muerto, mientras que en la antigua lengua egipcia, esta misma palabra se utiliza para definir a los seres semidivinos que vivían en una Edad de Oro conocida como Zep Tepi, el Tiempo del Inicio. Tal vez los Vigilantes de Kurdistán eran descendientes de los dioses-neter de Egipto. Aunque se sabe que la explosión del neolítico había comenzado en las montañas de Kurdistán, en algún momento alrededor de 9500 a.C., ello no fue la génesis de los principios de la agricultura, la domesticación de animales, la fabricación de herramientas de precisión y de un estilo de vida comunal estructurada. Existe una fuerte evidencia de que todos estaban presentes en varios lugares a lo largo del Nilo, en el sur de Egipto y en el norte de Sudán ya en el año 12.500 a.C. Estas comunidades avanzadas se siguieron desarrollando a un ritmo constante hasta el 10.500 a. C., cuando de pronto dejaron la agricultura sin ninguna razón aparente.
Fuentes:
- La Biblia – Antiguo Testamento
- El libro de Enoc
- El libro de los Jubileos
- Alejandro Díez Macho & Antonio Piñero – Apócrifos del antiguo testamento
- Andrew Collins – Los Dioses del Edén
- El Corán
- El libro de Job
- Apocalipsis de Abraham
- Helena Blavatsky – La Doctrina Secreta
- Michael Harner – La senda del chamán
- Victor Escandel – El gran libro de los Gigantes
- Florentino García Martínez – Textos de Qumrán
- Millar Burrows – Los Rollos del Mar Muerto
- Emiliano Martínez Borobio – Fragmento Arameos de Henoc
- Federico Corriente & Antonio Piñero – Libro I de Henoc
- Léo Taxil – Misterios de la Francmasonería
- Eliphas Levi – Dogma y ritual de Alta Magia
- David Icke – El gran secreto
- Rudolf Steiner – Lucifer y Ahriman
- Mark Copeland – Ministering Spirits: Angels In The Old Testament
- Johnny Tatum – The Hierarchy of Angels: Hierarchical Chart of Angels
- Christian O’Brien – The Genius of the Few
- David Neil MacKenzie – Bundahišn
- Alan Ward – The Myths of the Gods: Structures in Irish Mythology
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