Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos. HERMES TRISMEGISTO


Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH

DEDICATORIA

Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.

Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.

Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia


Parameshwary
Enero 2009


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los cuatro acuerdos de la sabiduria Maya

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miércoles, 10 de agosto de 2016

Los grandes enigmas que rodean a los bíblicos ángeles caídos 1-

Old Civilizations blog

¿Quiénes son los Vigilantes o ángeles caídos?
 En el Génesis 6 leemos: “Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la Tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas; y tomaron esposas de entre todas las que eligieron“. En el Apocalipsis leemos que “hubo una gran batalla en el cielo“. Es una guerra entre Dios y las huestes de Lucifer.

Se supone Imagen 8que esta guerra fue declarada hace eones.

 El Apocalipsis nos dice: “Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles”. El dragón representa a Satanás y todos los ángeles caídos que se supone que él engañó. Mientras que en el cielo, Lucifer reunió a estas hordas angélicas a rebelarse contra Dios. Lucifer quiso usurpar la autoridad de Dios y asumir el control de su trono.
 Todo demasiado “humano” como para no creer en batallas entre seres extraterrestres. Pero se dice que el diablo perdió aquella primera batalla. “El dragón no prevaleció: ni se halló ya lugar para ellos en el cielo”. Dios le dijo, “No hay lugar para ti aquí en mi presencia”. Y lo echó del cielo, junto con los ángeles que se habían rebelado contra él. Fueron hundidos en un mundo que la Biblia dice era vacío y sin forma.
 Pero se sigue diciendo que Satanás había engañado a esos ángeles que lo siguieron.
 Y cuando Dios creó a la humanidad, Satanás determinó engañarlos también. Si él no podía ser Dios, él conseguiría obtener venganza destruyendo la simiente de Dios.
 Por eso, él comenzó esta guerra en el huerto de Edén, contra el primer hombre y mujer. Primero, Satanás tentó a Eva y luego a Adán. Y cuando él causó su caída, parecía que había conseguido una gran victoria, ya que el paraíso fue cerrado al hombre.
Satanás y sus hordas se habrían recreado con aquella victoria. Y la batalla que ellos habían emprendido fue una declaración de guerra contra Dios y toda su simiente.
Aparentemente todavía hay una guerra que está ocurriendo en el cielo.
Pero Satanás no pelea esta guerra desde el cielo, ni el infierno.
No, Satanás cayó en el vacío sin forma, fuera del cual Dios creó la Tierra. Y una vez que Dios creó al hombre para habitar la tierra, Satanás instaló su poder allí.
 Las Escrituras aclaran esto: “Ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra. “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira”.
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Tenemos diversas mitologías que nos hablan de dioses, como la de Sumeria o la egipcia, y que creemos tienen una fuerte conexión con los dioses de la antigüedad, así como con los ángeles y demonio bíblicos y, a su vez, muy probablemente, con seres extraterrestres.
Pero vamos a hacer referencia, como ejemplo, a los dioses griegos, que vivían en una gran corte en el Gran Salón de Zeus en los cielos, u Olimpo, cuyo homólogo en la tierra era el monte más alto de Grecia, el monte Olimpo.
 Los griegos ofrecían una imagen antropomórfica de sus dioses, con un aspecto físico similar al de los hombres y las mujeres mortales, así como con un carácter humano.
 Podían mostrarse felices, irritados o celosos, hacían el amor, discutían y luchaban, y procreaban como los seres humanos, teniendo descendencia a través de la relación sexual, entre ellos mismos o con seres humanos. Supuestamente eran inalcanzables y, sin embargo, siempre se estaban mezclando en los asuntos humanos. Podían ir de aquí para allá a una velocidad de vértigo, aparecer y desaparecer, tenían armas poco comunes y tenían un inmenso poder.
Cada uno tenía una función específica y, como consecuencia, cualquier actividad humana podía padecer o beneficiarse de la actitud del dios encargado de esa actividad en particular.
Por tanto, los rituales de culto y las ofrendas a los dioses estaban destinados a ganarse su favor.

 La principal deidad de los griegos durante la civilización helénica fue Zeus, «Padre, de Dioses y Hombres» y «Señor del Fuego Celestial».
Su principal arma y símbolo era el rayo. Era un «rey» en la Tierra que había descendido de los cielos.
Se trataba de alguien que tomaba decisiones y dispensaba el bien y el mal a los mortales, pero cuyo ámbito original estaba en los cielos.
No fue ni el primer dios sobre la Tierra, ni tampoco el primero en haber estado en los cielos.

 Mezclando teología con cosmología para crear lo que los estudiosos llaman mitología, los griegos creían que en un principio fue el Caos; después, aparecieron Gea (la Tierra) y su consorte Urano (los cielos). Gea y Urano tuvieron doce hijos, los Titanes o gigantes, seis varones y seis hembras. Aunque sus legendarias hazañas tuvieron lugar en la Tierra, se daba por cierto que tenían una contraparte astral.

Crono, el más joven de los titanes varones, emergió como figura principal en la mitología olímpica. Alcanzó la supremacía entre los titanes a través de la usurpación, después de castrar a su padre, Urano. Temiendo a los otros titanes, Crono los hizo prisioneros y los desterró. Por todo esto, su madre lo maldijo y lo condenó a sufrir el mismo destino que su padre, y a ser destronado por uno de sus propios hijos. Crono se casó con su hermana Rea, con la que tuvo tres hijos, Hades, Poseidón y Zeus, y tres hijas; Hestia, Deméter y Hera. Una vez más, el destino había marcado que el hijo más joven sería el que depondría a su padre, y la maldición de Gea se convirtió en realidad cuando Zeus derrocó a Crono, su padre. Pero parece ser que el golpe de estado no estuvo exento de problemas. Durante muchos años hubo batallas entre los dioses, y se originó toda una hueste de seres monstruosos. La batalla decisiva fue entre Zeus y Tifón, una deidad con forma de serpiente, lo cual nos recuerda al relato bíblico que habla del dragón, o Satanás/Lucifer. Él combate alcanzó a grandes zonas, tanto de la Tierra como de los cielos.
El lance final tuvo lugar en el Monte Casio, en los límites entre Egipto y Arabia, parece ser que en algún lugar de la Península del Sinaí. Tras su victoria, Zeus fue reconocido como dios supremo. Sin embargo, tenía que compartir el control con sus hermanos.
Por elección, o echándolo a suertes, a Zeus se le dio el control de los cielos. Pero al hermano mayor, Hades, se le dio el control del Mundo Inferior; y al mediano, Poseidón, relacionado con la legendaria Atlántida, se le dio el dominio de los mares. Aunque, con el tiempo, Hades y su territorio se convirtieron en sinónimo del Infierno, su ambiente original era algún lugar «por allí abajo» que abarcaba tierras pantanosas, áreas desoladas y tierras regadas por enormes ríos. A Hades se le describía como «el invisible». Era frío, distante, severo, e impasible ante la oración o los sacrificios.
Poseidón, por otra parte, se le veía con frecuencia aferrando su símbolo, el tridente. Aunque soberano de los mares, se le tenía también por señor de las artes metalúrgicas y escultóricas, así como por un habilidoso mago o prestidigitador.
 Mientras que a Zeus se le representaba en la tradición griega y en la leyenda como a alguien muy estricto con la Humanidad, hasta el punto de que, en cierta ocasión, llegó a tramar la aniquilación del género humano, tal como se atribuye al dios sumerio Enlil, a Poseidón se le tenía por un amigo de la Humanidad, al igual que el dios sumerio Enki, y un dios dispuesto a hacer lo imposible por ganarse las alabanzas de los mortales.

Los tres hermanos y sus tres hermanas, todos ellos hijos de Crono y de su hermana Rea, conformaron la parte más antigua del Círculo Olímpico, el grupo de los Doce Grandes Dioses. El número 12 es un número que figura en numerosas mitologías. Los otros seis fueron todos descendientes de Zeus, y los relatos griegos trataban en gran medida de sus genealogías y relaciones. Las deidades de ambos sexos que tenían por padre a Zeus, tuvieron por madre a diferentes diosas. Casándose al principio con una diosa llamada Metis, Zeus tuvo una hija, la gran diosa Atenea. Ella era la encargada del sentido común y de la maniobra, de ahí que fuera la Diosa de la Sabiduría. Pero, además, al ser la única deidad principal que permaneció junto a Zeus durante su combate con Tifón, ya que el resto de dioses había huido, Atenea adquirió también cualidades marciales y se convirtió en Diosa de la Guerra. Era la «perfecta doncella», y no se convirtió en esposa de nadie. Pero algunos cuentos la relacionan frecuentemente con su tío Poseidón, y, aunque la consorte oficial de éste era la diosa que fue la Dama del Laberinto de la isla de Creta, su sobrina Atenea fue su amante. Zeus se casó después con otras diosas, pero sus hijos no se cualificaron para entrar en el Círculo Olímpico. Cuando Zeus se puso a darle vueltas al serio asunto de tener un heredero varón, se empezó a fijar en sus hermanas. La mayor era Hestia. Según todos los relatos, era algo así como una reclusa; quizás demasiado vieja o demasiado enferma para ser objeto de actividades matrimoniales, por lo que Zeus no necesitó demasiadas excusas para dirigir su atención sobre Déméter, la mediana, Diosa de la Fertilidad. Pero, en vez de un hijo, Deméter le dio una hija, Perséfone, que acabaría convirtiéndose en esposa de su tío Hades, compartiendo con él su dominio sobre el Mundo Inferior.
Decepcionado por no tener un hijo varón, Zeus se volvió hacia otras diosas en busca de consuelo y de amor. Con Armonía tuvo nueve hijas. Después, Leto le dio una hija y un hijo, Ártemis y Apolo, que entraron inmediatamente en el grupo de las deidades principales.

Apolo, como primogénito de Zeus, era uno de los dioses más grandes del panteón helénico, temido tanto por hombres como por dioses. Era el intérprete de la voluntad de su padre Zeus ante los mortales y, de ahí, la máxima autoridad en materia de ley religiosa y de culto en el templo. Siendo el representante de la moral y de las leyes divinas, propugnaba la purificación y la perfección, tanto espiritual como física.

El segundo hijo varón de Zeus, nacido de la diosa Maya, fue Hermes, patrón de los pastores, guardián de rebaños y manadas. Menos importante y poderoso que su hermano Apolo, Hermes estaba más cerca de los asuntos humanos; cualquier golpe de buena suerte se le atribuía a él. Como Dador de Cosas Buenas, era el que se encargaba del comercio, patrón de mercaderes y viajeros. Pero su principal papel en el mito y en la épica fue el de heraldo de Zeus, Mensajero de los Dioses. Impulsado por determinadas tradiciones dinásticas, Zeus todavía precisaba tener un hijo de una de sus hermanas, por lo que se fijó en la más joven, Hera. Al casarse con ella por los ritos del Sagrado Matrimonio, Zeus la proclamó Reina de los Dioses, es decir, Diosa Madre, un concepto generalizado en muchas culturas. Pero el matrimonio, bendecido con un hijo, Ares, y dos hijas, se vio zarandeado constantemente por las infidelidades de Zeus, así como por los rumores de infidelidad por parte de Hera, que arrojó algunas dudas acerca del verdadero parentesco de otro hijo, Hefesto. Ares fue introducido inmediatamente en el Círculo Olímpico de los doce dioses principales, y se convirtió en el teniente jefe de Zeus, en un Dios de la Guerra. Se le representaba como el Espíritu de las Matanzas, aunque estaba lejos de ser invencible, ya que combatiendo del lado de los troyanos en la Guerra de Troya, sufrió una herida que sólo Zeus pudo curar. Hefesto, por otra parte, tuvo que esforzarse en su camino hasta la cima olímpica.
Era el Dios de la Creatividad, y a él se le atribuían el fuego de la forja y el arte de la metalurgia.
Era el divino artífice, creador de objetos, tanto prácticos como mágicos, para hombres y dioses.
Las leyendas dicen que nació cojo, y que, por esto, su madre, Hera, lo rechazó enfurecida. Otra versión más creíble dice que fue Zeus el que desterró a Hefesto por las dudas sobre su parentesco, pero que Hefesto utilizó sus poderes creativos mágicos para obligar a Zeus a darle un asiento entre los Grandes Dioses.
Las leyendas dicen también que, en cierta ocasión, Hefesto hizo una red invisible para que cayera sobre el lecho de su esposa en caso de que calentara sus sábanas un amante intruso. Quizás necesitaba esta protección, dado que su esposa y consorte era Afrodita, Diosa del Amor y la Belleza.
 Era de lo más natural que muchos relatos de amor se construyeran en torno a ella. Y, en muchos de estos cuentos, el seductor era Ares, hermano de Hefesto. Uno de los hijos de este amor ilícito fue Eros, Dios del Amor.

Afrodita fue incluida en el Círculo Olímpico de los Doce, y las circunstancias de su admisión arrojan cierta luz sobre el hecho de ser incluida en el Círculo Olímpico. Afrodita no era hermana de Zeus, ni tampoco su hija, y, sin embargo no se le pudo ignorar. Afrodita había venido de las costas asiáticas del Mediterráneo que miran a Grecia. Según el poeta griego Hesiodo, llegó a tarvés de  Chipre. Y reivindicando una gran antigüedad se le atribuyó su origen a los genitales de Urano. De este modo, y genealógicamente, iba una generación por delante de Zeus, siendo, por decirlo de algún modo, hermana de su padre, además de la personificación del castrado Progenitor de los Dioses. Por tanto, Afrodita tenía que ser incluida entre los dioses olímpicos. Pero su número total, doce, parece ser que no se podía sobrepasar. La solución fue ingeniosa, añadir uno dejando caer a uno. Dado que a Hades se le había dado potestad sobre el Mundo Inferior y no permanecía entre los Grandes Dioses del Monte Olimpo, se creó una plaza que, de un modo admirablemente práctico, permitió a Afrodita sentarse en el exclusivo Círculo de los Doce. Parece también que el número doce era una exigencia que funcionaba de dos maneras. No podía haber más de doce olímpicos, pero tampoco menos de doce. Esto queda patente en las circunstancias que llevaron a la admisión de Dioniso en el Círculo Olímpico. Éste era hijo de Zeus, nacido de la fecundación de su propia hija, Sémele. Con el fin de ocultarlo de la ira de Hera, Dioniso fue enviado a tierras muy lejanas, llegando incluso a la India, introduciendo el cultivo de la vid y la elaboración del vino allá donde iba. Mientras tanto, en el Olimpo quedó una plaza libre. Hestia, la hermana mayor de Zeus, débil y vieja, fue totalmente excluida del Círculo de los Doce. Fue entonces cuando Dioniso volvió a Grecia y se le permitió ocupar la plaza. Una vez más, había doce olímpicos. Aunque la mitología griega no es muy clara en cuanto a los orígenes de la humanidad, las leyendas y las tradiciones proclamaban la ascendencia divina de héroes y reyes. Estos semidioses conformaban el lazo entre el destino humano, con los afanes diarios, la dependencia de los elementos, las plagas, la enfermedad, la muerte, y un pasado dorado en el que sólo los dioses vagaban por la Tierra. Y, aunque muchos de los dioses habían nacido en la Tierra, el selecto Círculo de los Doce Olímpicos representaba el aspecto celestial de los dioses. En la Odisea, se decía que el Olimpo original se hallaba en el «puro aire superior», tal vez en una gran nave extraterrestre. Los Doce Grandes Dioses originales eran Dioses del Cielo que habían bajado a la Tierra; y representaban a los doce cuerpos celestes de la «bóveda del Cielo».

Tradicionalmente, los Ben Elohim o “hijos de Dios” eran varios cientos, y ellos descendieron a la Tierra sobre el monte Hermón. Realmente estos ángeles o hijos de Dios tenían un comportamiento muy “humano“.  Significativamente, el monte Hebrón era un lugar sagrado tanto para los cananeos como para los hebreos que invadieron su tierra. En el cristianismo, un ángel caído es un ángel que ha sido expulsado del cielo por desobedecer y rebelarse contra los mandatos de Dios. Según ésta traición algunos de los ángeles caídos serían Grigori, Lucifer, Lilith, Mefistófeles, Semyazza, Belial, de los cuales el más conocido sería Lucifer. Pero, ¿quiénes son los ángeles? Un ángel es un ser inmaterial o espiritual presente en algunas religiones, cuyos deberes son asistir y servir a Dios. Los ángeles son a menudo representados como mensajeros de Dios en la Biblia hebrea, en las Biblias cristianas y en el Corán. Según las tres principales religiones monoteístas, los ángeles además actúan como mensajeros, ejecutando los juicios de Dios y sirviendo a los creyentes. Desde este punto de vista, los ángeles son normalmente considerados como criaturas de gran pureza, destinadas en muchos casos a la protección de los seres humanos. En este sentido, en el catolicismo, se habla del ángel de la guarda o ángel custodio, que sería aquel que Dios tiene señalado a cada persona para protegerla. Por contraposición, también existe la figura del ángel caído, aquel que ha sido expulsado del cielo por desobedecer o rebelarse contra Dios. Los ángeles más conocidos en el cristianismo son San Miguel, que se supone que venció a Lucifer, San Gabriel y San Rafael. En el cristianismo medieval, el término ángel hace referencia a la categoría inferior de las nueve en que tradicionalmente se dividen los seres angélicos. La rama de la teología que se ocupa de los ángeles se denomina angelología. La palabra española “ángel” procede del latín angĕlus, que a su vez deriva del griego ángelos, ‘mensajero‘. La palabra hebrea más parecida es mal’ach, que tiene el mismo significado. El término ángel también se usa en la Biblia (Libro de los Salmos) para las siguientes tres palabras hebreas: abbir (‘poderoso‘); elohim (‘dioses‘ o plural mayestático de Dios); o shin’an.
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Como religión emparentada con el cristianismo y el judaísmo, en el Islam también existe la creencia en los ángeles, que en lengua árabe reciben el nombre de Malāk, de la misma raíz que el hebreo malākh o malāj. La creencia en los ángeles es tradicional en el islam, empezando por el que se considera fue el jefe de los ángeles, Yibril o Yibrail (Gabriel), quien se dirigió a Mahoma en nombre de Dios para dictarle su revelación, el Corán. El Islam, como en el Cristianismo, concibe a los ángeles como seres creados de luz y dedicados totalmente al servicio de Dios, por cuyo mandato realizan determinadas tareas, como introducir el alma en el cuerpo de los neonatos, recoger el alma de los que mueren, registrar determinados hechos de la vida o servir de mensajeros divinos. Como ejemplo de esto último, además de la revelación hecha a Mahoma y a los profetas anteriores por Gabriel, está la anunciación a Maryam Bint Dawud (la virgen María). Tanto en el islam como en el cristianismo, los ángeles, al contrario que los seres humanos, no comen ni procrean. Curiosamente el Génesis hace claras referencias a las relaciones sexuales entre los llamados ángeles caídos y mujeres humanas, que procrearon. Asimismo se dice que pueden adoptar apariencia humana y generalmente se les describe como seres extraordinariamente bellos, que poseen varios pares de alas, aunque pictóricamente se les suele representar con un único par. La figura del demonio en el Islam, que tendría en su forma auténtica seiscientas alas, aparece asociada a la de los genios, seres creados de fuego y no de luz, por lo que no es considerado como un ángel caído. La angelología cristiana es la parte de la teología que estudia la naturaleza y la clasificación de los ángeles. Se considera que los ángeles son criaturas celestiales que fueron creados durante la fundación del mundo, dividiéndose entre ángeles y ángeles caídos. La creencia indica que los ángeles son servidores de Dios y los ángeles caídos son servidores de Satanás. Se les llama ángeles caídos ya que decidieron seguir a Lucifer en su rebelión y caída. En De Coelesti hyerarchia se indican algunos pasajes del Nuevo Testamento, en particular en la Epístola a los Efesios y en la Epístola a los Colosenses, en la base a la cual desarrolló un esquema de tres jerarquías de ángeles, cada una de las cuales albergaría tres órdenes o coros. En orden de potencia decreciente los coros son los siguientes: Primera jerarquía: serafines, querubines, tronos; segunda jerarquía: dominaciones, virtudes, potestades; tercera jerarquía: principados, arcángeles, ángeles. Durante la Edad Media se propusieron otras clasificaciones distintas.

Los Serafines son la orden de mayor jerarquía angelical, sirviendo como encargados del trono de Dios y cantándole continuamente sus alabanzas. Se dice que rodean el trono de Dios, regulando el movimiento de los cielos según emana de Dios. Se los representa con tres pares de alas dotadas de ojos. !Curiosa descripción! Con ellas se cubren el rostro y el cuerpo para protegerse del intenso resplandor que emite Dios. Los serafines son mencionados en Isaías 6: “En el año que murió el rey Ozías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Yahveh de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo. Entonces dije: ­Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Yahveh de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado“. Los Querubines son los guardianes de la luz y las estrellas. Se cree que, aunque no están en el plano de la realidad humana, su luz divina se filtra del cielo y toca las vidas de los hombres. Se los representa con dos pares de alas. Se piensa que los querubines son una orden dentro de los ángeles, aunque otros los clasifican como seres a un nivel mayor que el de los ángeles. Su rango entre los ángeles siempre ha sido colocado en la primera jerarquía. Los cristianos creen que Lucifer es un ángel caído que estaba entre los querubines antes de caer del Cielo. Dentro de estas creencias se dice que su título era el “Portador de luz“, previo a pecar en contra de Dios. Los querubines son mencionados en Génesis 3 y Ezequiel 10. Los Tronos están relacionadas con las acciones de los hombres. Son entidades que antiguamente eran llamados Espíritus de las Estrellas. Llevan un registro de las acciones. Son también los constructores del orden universal. Se les representa como seres inmensos de alas circulares iluminadas con los colores del arco iris. Son los portadores del don de la perseverancia. Su deber es cargar el trono de Dios en el Paraíso.

Los tronos son mencionados junto a otros seres espirituales en Colosenses: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él“, y en Apocalipsis 4: “Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás“. Las Dominaciones tienen la tarea de regular los deberes de ángeles inferiores. Reciben órdenes de los serafines, los querubines, o hasta de Dios, y son responsables de asegurarse de que el universo se mantenga en orden. Las Virtudes son iguales a los principados, pero su deber es supervisar a distintos grupos de personas. Tienen la forma de rayos de luz que inspiran a la humanidad de distintas maneras. Las Virtudes son mencionados en Pedro 3. Las Potestades son seres angelicales encargados de salvaguardar la conciencia y la historia. Los ángeles de la muerte y nacimiento se encuentran en esta categoría. Su deber, además, es supervisar la distribución de poderes entre los humanos. Los Principados son los guardianes de las naciones y los países. Supervisan aquellos eventos que afecten a las naciones, incluyendo política, temas militares y comercio. Los Arcángeles atienden las áreas de los esfuerzos humanos y son los líderes administrativos de los seres celestiales. Un arcángel recibe, usualmente, una tarea de importancia para la humanidad. La Biblia menciona tres arcángeles por su nombre: Miguel, Rafael y Gabriel. San Miguel, o el arcángel Miguel, fue nombrado príncipe después de derrotar al maligno Lucifer, y es el encargado de entrenar a las tropas de ángeles guardianes. Cada ser humano tiene un ángel guardián.

Los Ángeles son la orden inferior en la jerarquía angelical, y los más conocidos por los seres humanos. Son los que más están relacionados a los asuntos humanos. Dentro de la categoría de ángeles hay muchos tipos de funciones. Son los ángeles de esta jerarquía los que son enviados como mensajeros y protectores ante los hombres. Son los más invocados por los hombres. El Islam no establece jerarquías complejas entre los ángeles como las que crearon los teólogos cristianos medievales. Hay cuatro ángeles que se consideran principales, Yibril, Azra’il, Mika’il e Israfil, todos ellos mencionados en el Corán, salvo Azra’il y otros ángeles menores. Yibril o Yibra’il (Gabriel) es el jefe de todos los ángeles y es también el mensajero de Dios para todos los profetas. Es el instrumento de la revelación, no solo del Corán sino también de los Evangelios, los Salmos y la Torá a sus destinatarios respectivos. Azra’il (Azrael) es el ángel de la muerte, encargado de que el alma humana abandone el cuerpo. La separación de alma y cuerpo puede hacerse de un modo más dulce o más violento, dependiendo del comportamiento que haya tenido la persona en vida. Mika’il (Miguel) es el encargado de la lluvia y del trueno. Por último, Israfil (Rafael) es el encargado de dar la señal de la llegada del Día del Juicio, con la «trompeta de la verdad», y de sembrar las almas en sus cuerpos antes de nacer. Entre los otros ángeles presentes en las creencias islámicas, podemos encontrar a Rakīb y Athīd, que registran las buenas y malas acciones realizadas por las personas a lo largo de su vida; Nakīr y Munkar, que interrogan a la persona que acaba de morir acerca de su fe; Radwān, el ángel responsable del Paraíso, así como Mālik lo es del Infierno; Hārūt y Mārūt, dos ángeles de la magia; y Charrsk, conocido como ángel de luz y oscuridad, a cuyo cargo están diecinueve ángeles que administran los castigos a los condenados al fuego, y que también aparece en el Cristianismo antiguo como un arcángel neutro. Otros ocho ángeles sostienen el trono de Dios. El término traducido como “Lucifer” significa “Reluciente“, “Brillante“, “Portador de la luz“, similar a Prometeo. Pero desde que se puso en contra de Dios, se cree que se le cambió el nombre a Satanás o Satán, aunque este nombre significa “oponente” o “adversario“. Existe también la denominación de Luzbel, que significa “Luz Bella“. Pero su nombre más común es Diablo.

El libro del Génesis lo muestra como la serpiente que engaña a los humanos incitándolos a que no sigan los preceptos establecidos por el Creador, para poder así llegar a “ser como dioses”. En el Antiguo Testamento, Satanás estaba en el ámbito terrestre, pues había perdido su condición de querubín celestial, pero podía retornar al cielo hasta la presencia de Dios. El libro de Job ilustra sobre esas visitas al cielo, y permite notar la actitud arrogante de Satán: “Y dijo el Señor a Satán: ¿De dónde vienes tú? Y respondió Satán: He dado la vuelta por la tierra“. Posteriormente, el profeta Zacarías muestra que Satanás está en abierta oposición: “El sumo sacerdote Yosuá estaba en pie ante el ángel del Señor, y estaba Satanás a su derecha para oponérsele“. Mientras era vencido, Satanás, la antigua serpiente, perdía ese privilegio de llegar hasta la presencia de Dios a fin de oponerse y acusar a los humanos. Finalmente en el Apocalipsis se relata que para confinarlo definitivamente en la tierra era indispensable el sacrificio de Jesús. Así en el capítulo 12 dice: “Lo determinante fue la sangre del Cordero. Con su sacrificio en la cruz y su ascenso, cuando fue arrebatado para Dios y su trono, Cristo hizo que el diablo y sus ángeles perdieran toda posibilidad de llegar al cielo hasta la presencia del Señor”. En el capítulo 12 el Apocalipsis indica que “a causa del sacrificio de Cristo y la fidelidad de sus seguidores, se logró que el diablo y los demás ángeles rebeldes fueran confinados a Tierra definitivamente, esta vez sin posibilidad de retorno“. Luego añade: “no quedó ya lugar en el cielo para ellos. El Arcángel Miguel es el encargado de expulsar del cielo a Satanás y la parte de ángeles rebeldes que arrastró consigo, por lo cual se lo reconoce como Ángel caído“. Los católicos, en su catecismo, consideran que “El Diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos“. Y añade: “esta caída consiste en la elección libre de estos espíritus que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y a su Reino“. Es decir que para los católicos, Lucifer se condenó a sí mismo eligiendo voluntariamente el mal, y las decisiones de los ángeles, sean buenos o malos, son irrevocables.

Michael Howard, escritor, investigador y editor de revistas esotéricas y ocultistas, acude a la literatura bíblica apócrifa, especialmente sobre el tema de los ángeles caídos, analizando su papel y los efectos que se les atribuyen sobre el género humano, así como su relación con otras mitologías. San Agustín nos dice que “Cada cosa visible en el mundo está puesta a cargo de un ángel“. En 2002 el periódico británico The Sunday Telegraph informó que el Vaticano había prohibido la veneración de aquellos ángeles que no aparecen en los textos de la Biblia aprobados por la Iglesia. En el futuro, los rezos solo podrían ser dirigidos a los tres únicos arcángeles que son mencionados en la Biblia: Miguel, Gabriel y Rafael. Según el apócrifo Libro de Enoc éstos fueron los arcángeles responsables de enfrentarse y derrotar a los malvados ángeles caídos, o Vigilantes, que habían transgredido la ley de Dios. La Iglesia primitiva había excluido dicho libro, atribuido al profeta y patriarca Enoc, de los libros de la Biblia autorizados, probablemente porque describía a estos ángeles caídos y sus actividades. Sobre los Vigilantes o ángeles caídos, el Génesis 6 dice: “Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la Tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas; y tomaron esposas de entre todas las que eligieron“. Tradicionalmente los Ben Elohim o “hijos de Dios” eran varios cientos, y ellos descendieron a la Tierra sobre el monte Hermón. En tiempos posteriores, en sus laderas fueron construidos lugares consagrados a los dioses Baal, Zeus, Helios y Pan, así como a la diosa Astarté. El monte Hermón es una montaña que se encuentra situada en la Cordillera del Antilíbano. Esta cumbre hace actualmente de frontera entre Israel, Líbano y Siria. La montaña se yergue hasta los 2814 sobre el nivel del mar. El monte Hermón fue llamado Senir por los amorreos y Sirión por los fenicios. También es llamado “Monte Sion“. Los evangelios hablan de Jesús y sus discípulos camino del norte de Betsaida en el mar de Galilea a la ciudad de Cesarea de Filipo, en la base sur del Monte Hermón. Allí Jesús les reveló su propósito de fundar su Iglesia y de ir a Jerusalén para morir y ser resucitado. El monte Hermón es un posible lugar para la Transfiguración, donde Jesús tomó a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan, en una alta montaña para orar. El monte Hermón también es conocido como Jabal ash Shaikh o Montaña del Jerarca. También se conoce como la montaña del Anciano y montaña Nevada, ya que casi siempre está cubierta de nieve. Yabal El Shaikh es en honor a un gran santo druso, el Shaij Mohammad Abi Hlál, también conocido como Shaij Fadel, hierofante, intelectual y poeta, que nació en el año 1579 d. C.  Igualmente el monte Hermón, según el libro de Enoc, fue el lugar donde descendieron los “hijos del Cielo” y donde acordaron lo siguiente: “Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos“.
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Los Ben Elohim o “ángeles caídos” también eran conocidos como los Vigilantes, los Grigori y los Irin. En la mitología judía los Grigori eran originalmente una orden superior de ángeles que moraban en el más alto cielo con Dios y en su aspecto parecían seres humanos. Los Grigori, que significa Observadores o Vigilantes, también eran conocidos como hijos de Elohim. Eran un grupo de ángeles caídos en la mitología judía, mencionados en algunos textos apócrifos judíos y bíblicos, así como en el libro del Génesis. En estos textos se menciona que los Grigori fueron seres que se enamoraron y se aparearon con las “hijas del hombre” (en hebreo banot ha’adam); naciendo de esta unión una raza de semidioses conocida como los Nephilim. Según el Libro de Enoc, los Grigori sumaban un número de 200, pero sólo sus líderes son mencionados: “Estos son los nombres de sus jefes: Samyaza, que era su líder, Urakabarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Dan’el, Azkeel, Saraknyal, Asael, Armers, Batraal, Anane, Zavebe, Samsaveel, Ertael, Turel, Yomyael y Azazyel (también conocido como Azazel y quizá como Araziel). Estos eran los prefectos de los doscientos ángeles, y el resto eran todo con ellos“. Algunos teólogos postulan que todos estos textos se refieren en general a estos seres como un grupo de ángeles caídos, castigados por Yahvé por haberse enamorado y copulado con las mujeres de la Tierra, y por haber enseñado a los hombres la creación de armas y el arte de la guerra, entre otros conocimientos, trayendo el caos entre los hombres. Pero ya que hablamos de Yahve, veamos lo que sabemos sobre el concepto de Dios, a quién servían los llamados ángeles. El concepto teológico, filosófico y antropológico de Dios hace referencia a una deidad suprema. La vigesimotercera edición del Diccionario de la Real Academia Española lo define como el «ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo». Dios es el nombre que se le da a un ser supremo omnipotente, omnipresente, omnisciente y personal en religiones teístas, deístas y otros sistemas de creencias, quien es: o bien la única deidad, en el monoteísmo, o la deidad principal, en algunas formas de politeísmo. Dios también puede significar un ser supremo no personal como en el panteísmo, y en algunas concepciones es una mera idea o razonamiento sin ninguna realidad subsistente fuera de la mente, como en los sistemas materialistas.

A menudo Dios es concebido como el creador sobrenatural y supervisor del universo. Los teólogos han adscrito una variedad de atributos a las numerosas concepciones diferentes de Dios. Entre estos, los más comunes son omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, perfecta bondad, simplicidad divina, y existencia eterna. Todos estos conceptos no cuadran demasiado con el hecho de que unos ángeles se rebelaran contra él. En las religiones monoteístas, como bajaísmo, cristianismo, islamismo, judaísmo, krisnaísmo y sijismo, el término «Dios» se refiere a la idea de un ser supremo, infinito, perfecto, creador del universo, que sería pues, el comienzo y el final de todas las cosas. Dentro de las características principales del Dios supremo estarían principalmente: Omnipotencia o poder absoluto sobre todas las cosas; omnipresencia, o poder de estar presente en todo lugar; omnisciencia, o poder absoluto de saber las cosas que han sido, que son y que sucederán. Según el cristianismo, el ser humano puede hablar y comunicarse directamente con Dios, sin intermediarios, mediante la oración. También puede recibir revelaciones personales, sabiduría e inteligencia adicional para entender los misterios de Dios. Dios, además, podía hacer revelaciones a profetas, como Moisés y Elías, cara a cara. Yavé o Yahweh (en hebreo) es el nombre del Dios supremo de los antiguos hebreos, el dios del Antiguo Testamento bíblico, tomado más adelante por los cristianos como Dios supremo, por lo que en la actualidad se lo conoce como el Dios judeo-cristiano. Suele traducirse como ‘el que es’. Esta grafía hebrea (Yhwh) es conocida por el vocablo griego tetragrámaton (‘cuatro letras’). En el culto judío este nombre nunca se pronuncia, aunque aparezca escrito en los textos religiosos, diciéndose en su lugar Adonai, que significa ‘el Señor’. Por el hecho que en el texto hebreo no hay vocales, no se sabe como pronunciar exactamente su nombre, y por ello los hay que usan la trascripción de Yahveh, mientras que otros utilizan el nombre Jehová, yuxtaponiendo las vocales de Adonai a las consonantes de Yhwh. En 1611, la versión inglesa de la Biblia del Rey Jacobo utilizaba cuatro veces el nombre de Jehová. Se presenta a un Dios que no es material ni está limitado a las condiciones de la existencia material. Se dice que es espíritu o energía , que piensa, siente, habla y se comunica con sus criaturas racionales. Pero no posee miembros corporales o pasiones, ni está compuesto de elementos materiales, y no está sujeto a las condiciones de la existencia natural. De acuerdo a la Biblia, Jesús de Nazaret habría dicho que Dios es Espíritu, tal como se recoge en el Evangelio de Juan:

En la religión católica, desde la interpretación de San Agustín de Hipona, se consideró que la expresión hijos de Dios se refería a los descendientes de Set. Set fue el tercer hijo de Adán y Eva, los primeros seres humanos según el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Según el relato del Génesis, Adán tenía 130 años cuando tuvo a Set: “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le llamó Set“. Los hermanos mayores de Set fueron: Caín, y Abel. El primero de ellos, Caín, mató a su hermano Abel y huyó, convirtiéndose en un proscrito en la misteriosa tierra de Nod. La Tierra de Nod es un topónimo bíblico. La única mención de este lugar aparece en el libro del Génesis como el sitio donde Caín habitó tras el asesinato de Abel y la subsiguiente condena divina: «Salió, pues, Caín de delante de Dios, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén». La explicación más plausible sobre el origen de la tierra de Nod es que su nombre provendría de la palabra hebrea nodedim, que significa «fugitivos». Es precisamente la palabra Nad, «fugitivo», con la que se designa a Caín en el texto bíblico original. En el contexto místico judío se supone que en estas tierras se encontraría Lilith y los hijos que ella habría concebido con Adán: «Expulsó, pues, a Adán y puso querubines al oriente del jardín de Edén». El nombre Set se relaciona, en una etimología popular, con la palabra hebrea plantar. El texto bíblico del Génesis dice: «Y conoció de nuevo Adán a Eva, su mujer, la cual dio a luz un hijo y llamó su nombre Set, porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín». El hijo de Set, además de otros no mencionados, fue Enós, en cuya época «se comenzó a invocar el nombre del Yavé». Enós o Enosh, en el libro del Génesis de la Biblia Hebrea, es el primer hijo de Set, quien figuraba en las Generaciones de Adán. Según el Génesis, Set tenía 105 años cuando Enós nació. Pero la versión de la Septuaginta le otorga 205 años de edad. Pero Set tuvo más hijos e hijas. Enós fue el nieto de Adán y Eva. Enós fue el padre de Cainán, quien nació cuando Enós tenía 90 años, o 190 años, de acuerdo con la Septuaginta. De acuerdo con la Biblia vivió 905 años. Según las listas del los patriarcas, Set vivió 912 años.

En el libro de Génesis se habla de estos ángeles caídos, según la traducción de la Septuaginta, refiriéndose a ellos como hijos de Elohim que tomaron para sí mujeres humanas y engendraron gigantes, llamados nephilim. La violencia de estos nephilim habría llevado a Dios a decidir: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; por eso sus días llegarán a ser ciento veinte años“. Los nefilim o nephilim (“los caídos”) son seres que se mencionan varias veces en la Biblia. Según el Génesis serían los descendientes de los «hijos de Dios», probablemente ángeles, y las «hijas de los hombres», que vivían antes del diluvio. Se usa el mismo nombre para referirse a unos gigantes que habitaban en Canaán en el momento de la conquista israelita. Por otro lado, el término nefilim significa “los descendidos”, lo cual concuerda con aquellos que rechazaron a Dios. En algunas religiones cristianas se niega la existencia de los nefilim. El término nefilim se ha traducido variadamente por “gigantes” o “titanes“. Para unos los nefilim serían ángeles caídos e “hijos de Dios“, mencionados en el Génesis. Efectivamente, en la Biblia hebrea la expresión “Bnei ha Elohim” es usada varias veces para referirse a los ángeles, como en el libro de Job. Y de acuerdo con esto la Septuaginta traduce esta expresión como “ángeles”. En el libro de Enoc los néfilim no son los ángeles caídos, sino gigantes violentos, fruto de la unión de aquellos ángeles caídos con mujeres humanas. La expresión “Hijo del hombre” es usada en la Biblia hebrea como “ser humano“. Así, las “hijas de los hombres” (bat ha Adam) se unirían a los “hijos de Dios“. Flavio Josefo refiere a esta tradición en su libro III: “Muchos ángeles de Dios convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien, confiados en sus propias fuerzas; porque según la tradición estos hombres cometían actos similares a los de aquellos que los griegos llaman gigantes“. Algunos creen que algunos pasajes en Pedro y Judas también se refieren a estos ángeles caídos, probablemente como citas del libro de Enoc. En Pedro leemos: “En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. Mientras que en Judas leemos: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma forma que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza”.

Según otra interpretación, los néfilim serían solamente una raza de gigantes sin relación alguna con los “Hijos de Dios” del Génesis. Incluso posteriormente, en lengua aramea, el término nephila pasó a referirse a la constelación de Orión por su parecido a un gigante guerrero. El texto del Génesis presenta una lectura que permite suponer que se trata de tipos distintos de personas y que los gigantes existían aún antes de que los “Bnei ha Elohim” se unieran a las “hijas de los hombres“: “Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres“. En la tradición judaica posterior, la expresión “Hijos de Dios” se referiría a los hombres justos que se corrompieron al unirse a las mujeres del linaje de Caín, o incluso se referiría a reyes o gobernantes que, como magistrados, habrían actuado con arrogantes atribuciones de modo abusivo. Tanto en el ámbito judío como el cristiano, quienes rechazan la tesis de que se trate del fruto de relaciones sexuales entre hombres y ángeles se basan en que los ángeles son descritos en la Biblia como “espíritus“, sin capacidad de reproducción, porque no habrían sido creados por Dios para tal fin. Comúnmente los cristianos citan las palabras de Jesús en Mateo: “Erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo“. Pero la Biblia hebrea sí refiere casos en los que ángeles se materializaron en ocasiones y hasta tuvieron funciones biológicas corporales, y comieron y bebieron con los seres humanos. Igualmente los gigantes son nombrados en otros textos considerados apócrifos, tales como el Libro de Enoc, que presenta una descripción detallada sobre los gigantes bíblicos. El diluvio universal, y como consecuencia la destrucción de toda la humanidad, fue provocada por estos seres, que no habrían sido creados según los planes de Dios. El Libro de Enoc añade que no tienen capacidad espiritual y por tanto no tienen resurrección. Similarmente se trata, según otras versiones, de la descendencia de los ángeles caídos y las hijas de Caín, de donde surgió esta raza, que tenía como finalidad sabotear los planes de Dios, cruzándose y contaminando la descendencia de Adán.

Otro nombre para los gigantes de la Antigüedad es el de refaitas o refaim. Vivian en Basán, región de la meseta al norte de Transjordania, al norte de la parte central y superior del río Yarmuk. Eran seres de una talla y fuerza colosal, verdaderos gigantes; que con el correr de los años se fusionaron con los amorreos, estableciéndose una variante de la misma raza, denominada los amaseos. Goliat fue un descendiente de esta tribu. Refaita es un término semítico del noroeste que aparece en la Biblia hebrea, así como en otros textos antiguos de la región. Parece hacer referencia a una mítica raza de gigantes. Se habla de ellos como de una antigua tribu cananea, que vivía en las colinas de Judá y en la llanura filistea de Hebrón. Eran habitantes originales de Canaán y ocupaban el Líbano y el área del Monte Hermón. Luego se dirigieron al norte de la costa de Siria y Transjordania, donde construyeron una cadena de ciudades fortificadas. Vivían en la región que más tarde ocuparon los moabitas y los amonitas. El marco temporal para la utilización del término Canaán suele estar comprendido desde el año 3000 a. C. hasta la ocupación romana. Durante su dominación, los romanos le cambiaron el nombre por Palestina. El pueblo cananeo era adorador de dioses tales como El, Baal y Asera, y ello era repudiado por los hebreos, en base a la promesa dada a Abraham por Dios de una nueva tierra para él y sus descendientes, por lo que llegado el momento se procedió a la conquista de esta región. En la época patriarcal, el rey Quedorlaomer y sus aliados los sometieron cuando invadieron Transjordania. En la parte occidental de Palestina, se aliaron y entrecruzaron con los caftorim, que habían venido desde Creta y se establecieron en las áreas costeras, siendo conocidos como filisteos y fenicios. En el relato bíblico en el que “Israel derrota a Og rey de Basán”, se señala la campaña por diferentes territorios. En la Biblia hebrea, refaim puede describir una antigua raza de gigantes durante la Edad de Hierro en lo que hoy es Israel. Pero existieron otros pueblos de gigantes en la Edad de Piedra, y otros en pleno paleolítico. En el Deuteronomio leemos: “Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de nueve codos (unos 4,5 metros), y su anchura de cuatro codos (unos 2 metros), según el codo de un hombre“. En el Génesis podemos leer: “Y en el año decimocuarto vino Quedorlaomer, y los reyes que estaban de su parte, y derrotaron a los refaítas en Astarot Karnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim. En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates;  la tierra de los ceneos, los cenezeos, los admoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas

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