
Texto de la sociedad secreta de los seguidores de Pitágoras, también conocidos por los Pitagóricos, ancestros de muchas partes incrustadas en otras sociedades herméticas secretas.
Los Pitagóricos, deben muchos de sus conocimientos a la alquimia, como podréis ver en multitud de sus figuras y símbolos, desarrollaron la geometría de la ciencia del inicio de los tiempos.
El escrito a sido redactado con equidad de puntos y mayúsculas que el texto original, pues en el hay varios códigos a descifrar, por el iniciado por supuesto. Aquí os lo dejo para que os devanéis los sesos un rato.
Según la versión de Antoine Fabre d´Olivet (1768-1925), la cual data del año 1813.
Preparación:
Rinde culto consagrado a los Dioses inmortales;
Conserva tu fe; reverencia la memoria
De los Héroes bienhechores y los Espíritus semi-Dioses.
Purificación:
Sé buen hijo, hermano justo, esposo tierno y buen padre.
Escoge por amigo tuyo a quien sea amigo de la virtud;
Acoge sus dulces consejos, instrúyete con su vida,
Y jamás le abandones por un ligero agravio
Si puedes hacerlo; pues una ley severa
Liga la Autoridad con la Necesidad.
Por ello, estás habilitado para combatir y vencer
A tus locas pasiones; aprende a dominarlas.
Sé sobrio, dinámico y casto; evita la ira.
Ni en público ni en privado, jamás permitas
Nada malo; y, sobre todo, respétate.
No hables ni actúes sin haber reflexionado.
Sé justo. Recuerda que un poder invencible
Ordena morir; que los bienes y honores
Fácilmente adquiridos, son fáciles de perder.
Y en cuanto a los males que el Destino conlleva,
Júzgalos por lo que son; sopórtalos, y procura,
En lo que puedas , suavizar sus rasgos:
Los Dioses, por demás crueles, no han librado a los sabios.
La Verdad es, como el Error, para sus amantes:
El filósofo aprueba o censura con prudencia;
Y, si el Error triunfa, aquél se aleja y espera.
Escucha mis palabras y grábalas en tu corazón;
Cierra tus ojos y oídos a la prevención;
Recela del ejemplo ajeno; piensa por ti mismo:
Consulta, delibera y elige libremente.
Deja que los locos actúen sin objeto ni motivo.
Tú debes, ahora, contemplar el porvenir.
No pretendas hacer lo que no sabes.
Instrúyete: el tiempo y la constancia todo lo deparan.
Vigila tu salud: dispensa, con mesura,
Alimentos al cuerpo y reposo al espíritu.
Evita los cuidados demasiados o escasos, pues el deseo
Se aferra por igual a uno u otro exceso.
El lujo y la avaricia tienen parecidas consecuencias.
En todo hay que elegir un término medio, justo y bueno.
Perfección:
Ojalá que el sol jamás cierre tus párpados
Sin que te preguntes: ¿Qué omití? ¿Que hice?
Si obraste mal, abstente; si obraste bien, persevera.
Medita sobre mis consejos; ámalos; hazlos tuyos.
Ellos te conducirán hacia las virtudes divinas.
Lo juro por quien grabó en nuestros corazones
La Tétrada Sagrada, símbolo inmenso y puro,
Fuente de la Naturaleza, y del modelo de los Dioses.
Sin embargo, que ante todo tu alma, fiel a su deber,
Invoque con fervor a estos Dioses cuyo auxilio
Es el único capaz de consumar las obras que iniciaste.
Que ellos te instruyan; entonces, nada te inducirá a error.
Sondearás la esencia de seres diferentes;
Conocerás el principio y fin de Todo.
Si el Cielo lo quiere, sabrás de la Naturaleza,
semejante en todo, es la misma por doquier:
De modo que, en conocimiento de tus verdaderos derechos,
Tu corazón no se alimentará más con deseos vanos.
Verás que los males que devoran a los humanos
son el fruto que ellos eligieron; y que esos desdichados
Buscan lejos de si los bienes de cuya fuente son portadores.
Poco saben sobre ser felices: juguetes de las pasiones
Sacudidos alternadamente por olas contrarias,
En un mar sin ribera, enceguecidos, van a los tumbos
Sin poder resistir ni ceder a la tempestad.
¡Dios, los salvarías quitándoles las vendas de sus ojos!
Sin embargo, no es así: corresponde a los humanos, cuya raza
Es divina, distinguir el Error y ver la Verdad.
La naturaleza es su servidora. Hombre sabio, hombre feliz,
Respira en el puerto en el cual ingresaste.
Mas observa mis leyes, absteniéndote de cosas
Que tu alma debe temer, distinguiéndolas bien;
Dejando que la inteligencia reine sobre el cuerpo:
A fin de que, elevándote en el Eter resplandeciente,
Seas tú mismo un Dios en el seno de los Inmortales.
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