Afganistán es un país sin salida al mar y ubicado en un lugar estratégico de Asia. El país se encuentra geográficamente en Asia Central, agrupado dentro de un bloque regional, entre el subcontinente indio y el Medio Oriente, como una entidad religiosa, etnolingüística y geográfica relacionada con la mayoría de sus vecinos. Limita con Pakistán al sur y al este, con Irán al oeste, con Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán al norte, países ricos en petróleo, y con la República Popular China al noreste a través del corredor de Wakhan. Significativamente, en la antigüedad la famosa Ruta de la seda pasaba por el norte de Afganistán y los actuales países petroleros del mar Caspio (Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán y Azerbaiyán). Se sabe que Afganistán cultiva adormidera para la fabricación de opio y sus derivados, como la heroína, siendo el primer productor y exportador ilegal en el mundo, con más del 90 por ciento de la producción mundial. El opio se cultiva en diversas regiones del mundo, tales como Sudamérica, el Triángulo de Oro de Laos, Birmania y Tailandia, Afganistán, Pakistán y Asia central, en una zona conocida como la Media Luna dorada. Durante el siglo XIX se desarrollaron las guerras del Opio o las guerras anglo-chinas. El paso Khyber, entre Afganistán y Pakistán, es donde el Ejército británico controlaba las caravanas que llevaban opio.
El año 1865 se crea el banco británico HSBC, cuyo principal objetivo era administrar las ganancias generadas por el tráfico de opio. En las décadas de 1960 y 1970 se produjo la entrada en escena de drogas como el LSD, de una manera completamente intencionada. Formaba parte de las investigaciones de control mental llevadas a cabo por el Instituto Tavistock, el centro mundial del lavado de cerebro y de ingeniería social. Como dato relevante tenemos que en 1968 Sadam Husein toma el poder en Irak, ayudado por la CIA. Entre 1979 y 1989 la URSS ocupó Afganistán. Después de años de cruenta lucha, la URSS perdió la guerra con los muyahidines islamistas afganos, que habían sido promocionados por USA y reclutados por el agente CIA Osama bin Laden. De hecho estaban financiados y entrenados por la CIA y el ISI (servicios secretos) pakistaní. La retirada soviética de Afganistán produjo una gran crisis en la URSS. Curiosamente, luego los muyahidines islamistas serán la base de los grupos terroristas. En 1989, Mikhail Gorbachev, vinculado a Henry Kissinger y David Rockefeller, importantes altos miembros del Poder mundial, hace caer el Muro Berlín y provoca el inicio de la fase de disolución de la Unión Soviética. Pero el objetivo principal era liberar de la URSS la cuenca del mar Caspio y Asia Central, (formada por Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán y Azerbaiyán, que se consideran claves para la energía en el siglo XXI. Entre 1991 y 2001 se produjeron las distintas guerras de los Balcanes, cuyo principal objetivo era abrir una ruta para el tráfico de heroína y para un oleoducto de petróleo. Como curiosidad digamos que a finales del 2001, el general pakistaní Hamid Gul, director del ISI pakistaní cuando la CIA y el ISI colaboraron contra la Unión Soviética en Afganistán, afirmo que: “el 11 de septiembre fue un trabajo interno“.
Durante la década de 1990 se produjo una disputa entre la petrolera argentina Bridas y la norteamericana UNOCAL en relación al petróleo de las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso, así como en relación a un oleoducto por Afganistán. En efecto, tras caída de Unión Soviética, la compañía petrolífera argentina Bridas, presidida por Carlos Bulgheroni, fue la primera empresa en explotar los yacimientos petrolíferos de Turkmenistán y asimismo propuso un oleoducto a través de Afganistán, que es la ruta más corta hacia el golfo para transportar los recursos de gas de Turkmenistán y Uzbekistán. Por otro lado se creó un poderoso consorcio petrolero (CentGas), formado por la estadounidense UNOCAL como contrapunto al proyecto de Bridas. Centgas incluía a UNOCAL, a Delta Oil, de Arabia Saudí, al príncipe saudí Abdullah y al rey Fahd. Otros socios eran Gazprom de Rusia y una empresa pública de Turkmenistán. John Imle, presidente de UNOCAL, junto con Armitage, Cheney, Brezezinski y otras figuras políticas norteamericanas, presionaron a Turkmenistán y Pakistán, ofreciendo un oleoducto de UNOCAL por la misma ruta que Bridas. En aquella época la CIA y el ISI pakistaní facilitaron la entrada de los talibanes en Kabul, derrocando al gobierno del presidente Rabbani. Debido a ello, el previo acuerdo de Bridas con Rabbani debía ser renegociado. Entonces Bridas se alió con Ningarcho, empresa saudí vinculada con el príncipe Turki el Faisal, entonces jefe de la Inteligencia saudí y mentor de Osama bin Laden, que, a su vez, era aliado de los talibanes. Bridas propuso la creación de dos consorcios para construir el oleoducto de Afganistán. En noviembre de 1996, Bridas afirmó que tenía un acuerdo firmado con los talibanes, lo cual representaba un triunfo sobre UNOCAL.
En 1997, funcionarios talibanes viajaron dos veces a Washington y a Buenos Aires para reunirse con UNOCAL y Bridas. Además de royalties, los talibanes exigieron fondos para financiar algunos proyectos de infraestructura, como carreteras y centrales eléctricas. Los talibanes también anunciaron el proyecto de crear la Compañía Petrolera Nacional Afgana. Osama bin Laden, quien ordenó su fatwa contra Occidente en 1998, aconsejó a los talibanes que firmaran con Bridas. Además de ofrecer más dinero a los talibanes, Bridas propuso un oleoducto abierto a los señores de la guerra y a los usuarios locales. Por su lado, el oleoducto de UNOCAL era cerrado y servía sólo para la exportación. El plan de Bridas tampoco requería financiación externa, mientras que UNOCAL necesitaba préstamos de las instituciones financieras occidentales, como el Banco Mundial, controlado por miembros del Club Bilderberg. Mientras la opción Bridas gustaba más a los talibanes, UNOCAL entabló conversaciones con la Alianza del Norte, apoyada por la CIA. Aunque bien recibido en Afganistán, los problemas de Bridas con Turkmenistán, de los que culparon a UNOCAL y a la interferencia estadounidense, habían dejado a Bridas sin dinero en efectivo y sin suministros. Ante sus dificultades financieras, Bridas vendió el 60 % de sus activos latinoamericanos a Amoco. Para facilitar esta fusión intervinieron el Chase Manhattan, el banco de Rockefeller, así como Morgan Stanley, que gestionaba Amoco, y la auditora Arthur Andersen. Zbigniew Brezezinski, consultor de Amoco, era uno de los lugartenientes de más confianza de Rockefeller por su relación con el CFR (Council on Foreign Relations), la Trilateral y el Grupo Bilderberg, que eran parte del Nuevo Orden Mundial). Por otro lado, Amoco se fusionaría con British Petroleum un año más tarde.
El 20 de agosto de 1998, en respuesta a los atentados de las embajadas estadounidenses en Nairobi y Tanzania, atribuidos a Osama bin Laden, aunque, según la Inteligencia francesa el atentado había sido efectuado por Mossad israelí, el presidente Bill Clinton disparó misiles de crucero sobre Afganistán y Sudán. Entonces oficialmente la Administración USA rompió las relaciones diplomáticas con los talibanes y las Naciones Unidas les impusieron sanciones. En aquella época UNOCAL se retiró del consorcio CentGas e informó al Departamento de Estado de que «el gasoducto no se pondría en marcha hasta que hubiera un gobierno internacionalmente aprobado en Afganistán». Mientras tanto Bridas avanzó su proyecto de gasoducto afgano por su cuenta. Durante el resto de la presidencia de Clinton no hubo reconocimiento oficial de Afganistán por parte de Estados Unidos ni de las Naciones Unidas, así como ningún avance en el tema del oleoducto. A finales de 2001 los ejecutivos del antiguo Bridas, ahora parte de BP/Amoco observaron la guerra de Estados Unidos en Afganistán con gran interés. Bridas fue quien promovió la exploración de petróleo en Turkmenistán y la idea de construir el oleoducto a través de Afganistán. Antes de que la Administración Clinton declarara la guerra a los talibanes, Bridas era el mejor candidato para construirlo. Pero a finales de 2001 la economía argentina se derrumbó. En los medios de comunicación occidentales apenas se dijo nada sobre 26.000 millones de dólares que bancos extranjeros sacaron de Argentina y cuyo destino fue, en su mayoría, Estados Unidos, a través de entidades financieras vinculadas a los grades poderes. Un investigador, Sherman Skolnick, postula una conexión directa entre el pillaje de Argentina y el oleoducto de Afganistán. «¿Cómo se arruina el contrato de un oleoducto en Afganistán de un grupo competidor?», se pregunta. «Fácil -afirma-. Arruinando los intereses comerciales de Argentina».
Durante los meses finales de la Administración Clinton, los talibanes eran oficialmente un grupo terrorista. Pero el nuevo presidente George W. Bush restableció las relaciones con los talibanes. En 1998 y 2000, George H. W. Bush efectuó viajes a Arabia Saudí, donde se reunió en privado con la familia real saudí y con la familia de Osama bin Laden. Con Bush en la Casa Blanca, «varios enviados talibanes fueron recibidos por el Departamento de Estado, la CIA y el Consejo Nacional de Seguridad». Se sabe que Bin Laden tenía una grave enfermedad renal. En júlio de 2001, dos meses antes del 11-S, se llevó a cabo una diálisis, tratamiento médico que consiste en eliminar artificialmente las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre, especialmente las que quedan retenidas a causa de una insuficiencia renal, de Bin Laden en Dubai, en un hospital norteamericano, donde tuvo una conversación con el jefe de la CIA en la región y el príncipe saudita Turki, jefe de la inteligencia saudí al momento de producirse los atentados. El 31 de octubre de 2001el periódico francés Le Figaro cita al especialista árabe Antoine Sfeir, que postuló que la CIA se reunió con Bin Laden en julio de 2001. El periodista Wayne Madsen confirma los vínculos entre la CIA y Bin Laden en un artículo en el que declara que «Sfeir dijo que la CIA mantenía relaciones con Bin Laden antes de que Estados Unidos atacara sus campos de entrenamiento de terroristas en Afganistán en 1998 y, todavía peor, las mantuvieron incluso después de los ataques». El 7 de noviembre de 2001 el corresponsal de BBC Newsnight, Greg Palast, afirma que en enero de 2001 la Administración Bush ordenó al FBI y a las agencias de Inteligencia que «abandonaran» las investigaciones sobre la familia Bin Laden, incluyendo a dos parientes de Osama bin Laden (Abdullah y Omar) que vivían en Falls Church, Virginia, justo al lado del cuartel general de la CIA.
La relación entre la Administración Bush y el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, nunca fue mejor. Según fuentes de los servicios de Inteligencia franceses citadas por el ex agente especial de la NSA, Wayne Madsen, «Bin Laden nunca está lejos de su bimotor T-39 Sabreliner, un avión que fue de las Fuerzas Aéreas estadounidenses y que se compró en la base aérea de Davis Monthan, en Arizona». Según un confidente de la CIA, el avión de Bin Laden fue reformado en una antigua base de la CIA en Marana, Arizona, por Evergreen International, una compañía aérea estrechamente vinculada a la CIA. El 26 de diciembre de 2001, y e contra de lo que se dijo, el diario egipcio Al-Wafd reprodujo una nota necrológica de Bin Laden que se imprimió primero en The Observer de Pakistán. Su funeral fue realizado en una zona no determinada de las montañas del sudeste de Afganistán. Ello implicaría que todas las imágenes posteriores de Bin Laden, así como su asesinato el 2 de mayo de 2011y posterior lanzamiento de su cadáver al mar fueron una farsa. Se sabe que diversas visitas de los talibanes a Washington continuaron hasta poco antes de los ataques del 11 de septiembre. Además, como escribe el ex agente de la policía de Los Ángeles, Michael C. Ruppert, en su excelente publicación From the Wilderness (Desde el desierto), del 2 de noviembre de 2001, «los funcionarios estadounidenses, incluyendo a la subsecretaria de Estado para Asuntos de Asia del Sur, Christina Rocca, que también fue agente de la CIA, visitaron a funcionarios diplomáticos talibanes en Islamabad». Washington permitía a los talibanes mantener una oficina diplomática en Queens, Nueva York, unos meses antes del 11-S. Los enemigos reales de Bush eran los «guerrilleros» de la Alianza del Norte, los supuestos amigos de los americanos. El secretario de Estado Colin Powell concedió 43 millones de dólares de ayuda al régimen talibán. Asimismo, el vicesecretario de Estado, Richard Armitage, tenía conexiones secretas con los pakistaníes. Mientras estuvo en Islamabad, George John Tenet, Director de la CIA en aquella época, se reunió con su colega pakistaní, el teniente general Mahmud Ahmad, jefe del ISI, para encontrar la manera de llevar a los talibanes al lado americano.
En julio de 2001 tres altos funcionarios americanos, junto a oficiales de Inteligencia rusos y alemanes, se reunieron con representantes talibanes en Berlín y les dijeron que Estados Unidos planeaba acciones militares contra Afganistán en octubre (???) y que ésa era la última oportunidad de los talibanes para unirse a ellos. El poder absoluto que controlaba esta operación entre bastidores no era otro que el Nuevo Orden Mundial, para quien la energía (petróleo, gas natural) y las drogas son los recursos principales que deben protegerse y conquistarse por la fuerza cuando sea necesario. La participación de la familia Bush en la política petrolífera de Oriente Medio y Asia Central, así como sus vínculos profundos con la familia real saudí y la familia Bin Laden, que existen desde hace generaciones. En 1996 la importante empresa energética norteamericana Enron, que curiosamente en octubre de 2001 quebró, firmó un contrato que le concedía derechos para explorar once campos de gas en Uzbekistán, un proyecto que costó 1.300 millones de dólares. El objetivo era vender el gas a los mercados rusos y unirse al gasoducto de exportación de UNOCAL al sur, que cruza Turkmenistán, Uzbekistán y Afganistán. Yosef A. Maiman, presidente del Merhav Group de Israel, ex agente de Inteligencia israelí, fue el negociador oficial e ideólogo responsable de los proyectos de desarrollo de energía en Turkmenistán. Bush veía a los talibanes como «una fuente de estabilidad en Asia Central que permitiría la construcción de un oleoducto a través de Asia Central». Probablemente por ello Bush bloqueó las investigaciones del servicio secreto y del FBI sobre terrorismo, mientras en la primavera de 2001 negociaba con los talibanes. La Administración Bush y los funcionarios talibanes se reunieron varias veces. La última reunión tuvo lugar en agosto de 2001, tan solo un mes antes de los atentados del 11-S. La representante de Asuntos de Asia Central, Christina Rocca, y funcionarios del Departamento de Estado amenazaron al embajador de los talibanes: «Acepte nuestra oferta o le enterramos bajo las bombas».
No deja de ser sorprendente de que Bush informase, antes de los atentados del 11-S, a Pakistán y a la India de que Estados Unidos iba a llevar a cabo una ofensiva militar contra Afganistán antes de finales de octubre del 2001. Semanas más tarde, unos aviones se estrellaron contra el World Trade Center y, supuestamente, contra el Pentágono. Todo indica que la operación fue el fruto del trabajo del gobierno de George W. Bush. Los contactos de George W. Bush están entrecruzados con los extremistas musulmanes y con una organización conocida como la Internacional Nazi, una organización secreta. Dick Cheney, James Baker III y George H. W. Bush mantenían una estrecha relación financiera con la Hermandad del Islam, además de una relación con supuestos terroristas de Al Qaeda. La Hermandad del Islam fue fundada en 1928 en Egipto por Hasam al-Banna, aliado de Hitler. El oleoducto afgano no era simplemente un negocio, sino un componente clave de una agenda geoestratégica más amplia, que implicaba el control militar y económico total de Oriente Medio y las antiguas Repúblicas soviéticas de Asia Central. The Guardian el 23 de octubre de 2001 nos dice: «El petróleo y el gas no tienen ningún valor si no se trasladan. La única ruta que tiene sentido tanto político como económico es a través de Afganistán. La captura de la riqueza del petróleo de la región y la posesión del territorio para construir una red de rutas de transporte era un objetivo primario del Bilderberg y de las intervenciones militares estadounidenses a lo largo de los años noventa en los Balcanes, el Cáucaso y el mar Caspio». Michael C. Ruppert, experto en el tráfico de heroína, en su libro Crossing the Rubicon, nos dice que el dinero de las drogas «es hoy una parte esencial del sistema bancario y financiero internacional porque aporta el dinero líquido necesario para realizar los pagos mensuales mínimos de las grandes acciones y de las burbujas de derivados y de inversiones en Estados Unidos y Gran Bretaña».
Le Monde Diplomatique estimó el total anual generado por el narcotráfico en aquella época en unos 420 mil millones de euros. Esos millones de euros generarían transacciones económicas seis veces mayores para blanquear ese dinero, de modo que el impacto real del negocio de las drogas en las finanzas internacionales se convertiría en transacciones por valor de unos 3 billones y medio de euros. El valor de las acciones de las empresas que cotizan en Wall Street se basa en beneficios netos anuales. Por ello, tener unos 10 millones de euros de beneficios netos adicionales, derivados del tráfico de drogas, les supondría a dichas empresas un incremento neto en el valor de sus acciones en bolsa de hasta 300 millones de euros. Michael C. Ruppert nos dice: «El negocio del narcotráfico tiene tanto poder porque está avalando las inversiones de las grandes empresas del mundo. Está avalando a los políticos. Ha hecho a los norteamericanos adictos a Wall Street mientras sus propios hijos mueren a causa de las drogas. Wall Street no puede permitirse que los grandes traficantes caigan. El Congreso no puede permitirse que los grandes traficantes caigan. Los presidentes y las finanzas de sus campañas no pueden permitirse que los grandes traficantes caigan. ¿Por qué? Porque nuestra economía oligárquica, controlada por el 1 % de la población, no puede permitirse el riesgo de que sea la competencia, ya sea empresarial o política, la que se aproveche del dinero de las drogas. Y por cada millón de dólares en que aumentan los beneficios, el valor de las acciones del 1 % que controla Wall Street aumenta entre veinte y treinta veces».
Sara Flounders, una activista y periodista afín al Partido Mundial de los Trabajadores, un movimiento pacifista internacional, escribió en un artículo: «Durante los años noventa, mientras el mercado capitalista invadía los antiguos países socialistas de Europa del Este y de la Unión Soviética, la Yugoslavia socialista intentó resistirse a la privatización de su industria y de sus recursos naturales. Para acabar con esta resistencia, los países occidentales jugaron un papel fundamental en la desintegración de la Yugoslavia socialista». Flounders añade que «los préstamos y las condiciones de crédito del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial requieren la desintegración de todas las industrias públicas. Éste es el caso del petróleo y del gas natural en el Cáucaso y el mar Caspio, así como de las minas de diamantes de Siberia». Roger Boyes y Eske Wright, en su libro Drugs Money Línked to the Kosovo Rebels, el obstáculo a una ruta más directa, rentable y eficiente desde Afganistán y Pakistán a través de Turquía hasta Europa era «un gobierno serbio/yugoslavo cohesionado que controlara los Balcanes». «El tráfico de drogas y, sobre todo, el comercio de opio, no podrían funcionar sin la ayuda de algunos de los mayores bancos mundiales», afirma el doctor John Coleman, un antiguo agente del servicio secreto británico MI6 y autor de Conspirator’s Hierarchy: The Story of the Committee of 300. Y John Coleman añade: «Desde Colombia a Miami, desde el Triángulo de Oro al Golden Gate, desde Hong Kong hasta Nueva York, desde Bogotá hasta Frankfurt, el trafico de drogas, y sobre todo el comercio de heroína, es un gran negocio y está controlado desde arriba por algunas de las familias más ‘intocables’ del mundo. No es un negocio de barrio y hace falta mucho dinero y experiencia para que funcione bien. La maquinaria bajo control de la Élite lo asegura. Es, de hecho, la mayor empresa en el mundo de hoy, superando a todas las demás. Que está protegida desde arriba lo demuestra el hecho de que, como el terrorismo internacional, el tráfico de drogas no puede ser erradicado, lo que debería indicar a cualquier persona razonable que algunos de los personajes más importantes de las familias reales, la oligarquía y la plutocracia lo controlan, aunque sea a través de intermediarios».
John Coleman: continúa diciendo que: «El opio puro del Triángulo de Oro se envía a la mafia siciliana y a los destinatarios franceses del negocio para ser procesado en los laboratorios que infestan la costa francesa, desde Marsella a Montecarlo. Hoy en día, el Líbano y Turquía proporcionan una cantidad creciente de heroína procesada y ha aparecido un gran número de laboratorios en estos dos países durante los últimos cuatro años. La ruta que siguen los traficantes de opio crudo de la Media Luna dorada pasa por Irán, Turquía y el Líbano. Cuando el sah de Irán estaba en el poder, se negó a permitir que prosiguiera el comercio de heroína y éste fue abandonado a la fuerza, hasta que la élite mundial se ocupó de él. El opio puro de Turquía y Líbano llega hasta Córcega, de donde es transportado a Montecarlo. Los laboratorios pakistaníes, bajo la apariencia de laboratorios de defensa militar, procesan ahora más droga, pero la mayor parte del procesamiento todavía se lleva a cabo a lo largo de la costa francesa mediterránea y en Turquía. De nuevo, los bancos juegan un papel vital en la financiación de estas operaciones». John Coleman añade: «Una de las maneras en que participan los bancos es financiando empresas tapadera que importan sustancias químicas necesarias para transformar el opio puro en heroína. El Hong Kong and Shanghai Bank con sucursal en Londres participa de tal comercio mediante una empresa llamada Tejapaibul, que tiene sus cuentas en el Hong Kong and Shanghai Bank. ¿A qué se dedica esta empresa? Importa a Hong Kong la mayor parte de las sustancias químicas necesarias en el proceso de refinado de la heroína». Las drogas son un negocio enorme, quizá el mayor negocio del mundo.
La guerra del Golfo permitió al Pentágono establecer numerosas bases militares en Arabia Saudí, en los Emiratos Árabes Unidos y en otros lugares. Detrás había los enormes intereses de las empresas petrolíferas, bancarias y militares en Asia Central para la explotación del gas natural y el petróleo, especialmente en Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán. Curiosamente todos ellos comparten frontera con Afganistán. El periodista Frank Viviano, en el San Francisco Chronicle, afirmó que «las ganancias ocultas de la guerra contra el terrorismo pueden resumirse con una única palabra: petróleo. El mapa de los santuarios terroristas y de los objetivos en Oriente Medio y Asia Central es también, de manera extraordinaria, un mapa de las principales fuentes de energía del mundo en el siglo XXI. Es inevitable que muchos vean la guerra contra el terrorismo como una guerra a favor de las empresas Chevron, Exxon y Arco de Estados Unidos; Total Fina Elf, de Francia; British Petroleum; Royal Dutch Shell y otros gigantes multinacionales, que tienen inversiones de cientos de miles de millones de dólares en la región». La balcanización de Asia Central forma parte del gran tablero de ajedrez geoestratégico. En 1992, once compañías petroleras occidentales controlaban más del 50 % de todas las inversiones del petróleo en la cuenca caspia. Todas estas compañías tienen vínculos directos o indirectos con el Club Bilderberg. El 3 de octubre de 2005, «fuentes de la Inteligencia francesa para obtener grabaciones de las células de Al Qaeda, descubrió que el gobierno saudí y miembros de la Administración Bush relacionados con la industria del petróleo estaban detrás de la red de Al Qaeda». A noviembre de 2001 la Casa Blanca emitió un comunicado en el que celebraba la apertura oficial del primer oleoducto del Caspian Pipeline Consortium. Nueve días después de que el gobierno interino afgano de Hamid Karzai, apoyado por Estados Unidos, tomara posesión de su cargo, George W. Bush designó al antiguo ayudante de UNOCAL, Zalmay Khalilzad, como nuevo enviado especial.
Según el periódico saudí Al Watan, «Karzai ha sido un agente secreto de la CIA desde los años ochenta, que colaboró con la CIA en el desvío de fondos para los talibanes desde 1994, cuando los americanos apoyaron secretamente con la ayuda de los pakistaníes, especialmente del ISI, la llegada al poder de los talibanes». Curiosamente, el mulá Mohammed Omar, el misterioso líder talibán, era un defensor incansable de UNOCAL. Mohammad Omar, conocido como el Mulá Omar, fue el jefe de los talibanes de Afganistán y emir de Afganistán entre 1996 y 2001. Se le otorgó el título religioso de Emir de los Creyentes, lo que significa que, para sus partidarios, era la máxima autoridad del Islam. Luchó contra los comunistas afganos y sus aliados soviéticos en la Guerra de Afganistán con ayuda económica y militar estadounidense, tal como antes hemos indicado. Luego formó su propio movimiento, que se hizo con el poder tras la Guerra Civil Afgana en 1996. Fue derrocado por la invasión estadounidense en 2001, iniciada tras negarse a extraditar a Osama Bin Laden sin una solicitud formal de extradición. La vida de Omar está cubierta de misterio: no se sabe con certeza cuándo nació, se dice que nunca voló en avión y que solo salió de Afganistán alguna vez para viajar brevemente a algunas áreas tribales de Pakistán, que era muy alto y no se tiene ninguna foto de él. El mulá Omar dio pocas entrevistas y muy raramente se reunió con no musulmanes. Los diplomáticos lo describían como tímido. El 21 de mayo de 2011 la televisión afgana informó que fue abatido a tiros en Pakistán. Esta información fue negada por el portavoz del Movimiento Talibán, Zabiullah Mujahid. Era imposible saber su real situación, teniendo en cuenta que se desconocía hasta su aspecto físico.
El experto en energía, Dale Allen Pfeiffer, indica: «Al igual que el conflicto bosnio formaba parte de una estrategia para controlar a los Estados balcánicos y asegurar el oleoducto y gasoducto que alimente el mercado europeo de la energía, ahora Estados Unidos busca la seguridad del oleoducto que atraviese Afganistán para suministrar energía a los mercados asiáticos y al propio Estados Unidos». Según David A. Rivera en Final Warning: A History of the New World Order, las compañías petrolíferas no árabes forman el cártel más importante del mundo. Estas corporaciones multinacionales «controlan el 90 % de las exportaciones ordinarias a mercados mundiales porque controlan los oleoductos más importantes del mundo, sin olvidar que tienen la última palabra a la hora de decidir cuánto se refina en gas y gasóleo de calefacción». Las compañías petrolíferas no árabes, el cártel euroamericano, también estaban vinculadas con ocho de los mayores bancos de América y entre sí. Todas estas empresas acuden sistemáticamente a las reuniones secretas del Club Bilderberg. El poder de los cárteles del petróleo nunca fue más evidente que durante «la crisis del petróleo», que fue preparada por políticos afines al Club Bilderberg en 1973. «La función inmediata de la falsa guerra árabe-israelí de 1973 fue aportar una tapadera para el apoyo formal a los acuerdos de aumento de precio del petróleo negociados antes del estallido de ese conflicto. A ello se añadió el aumento de ingresos de los cárteles de petróleo, dominados por los Rockefeller». El conflicto en Oriente Medio, desde los territorios palestinos hasta Afganistán, Irán, Irak, Arabia Saudí y Kuwait, era el requisito previo a la situación «necesaria» que causará la internacionalización del petróleo.
El 11-S. ¿Qué pudo causar un atentado tan despiadado contra objetivos civiles? Michael C. Ruppert, en From the Wilderness, nos dice que: «Los secretos más profundos y oscuros del 11 de septiembre yacen enterrados en los archivos del Grupo para el Desarrollo de Política Energética Nacional, que inició su andadura casi el mismo día en que la Administración Bush entró en funciones y elaboró su informe final en mayo de 2001, justo cuatro meses escasos antes de que el World Trade Center dejara de existir». En 1997, Zbigniew «Zbíg» Brzezinski, miembro del CFR y del Club Bilderberg, así como uno de los fundadores de la Comisión Trilateral y asesor en política exterior, escribió un libro, encargado por el CFR, que se convirtió en un anteproyecto virtual de la política exterior de la Administración de George W. Bush. Se titulaba El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Este libro se convirtió en el propio fundamento de los atentados del 11-S. Brzezinski dice: «La potencia que dominase Eurasia controlaría dos de las tres regiones del mundo más avanzadas y productivas desde el punto de vista económico. Aproximadamente el 75% de la población mundial vive en Eurasia y la mayor parte de la riqueza física del mundo está también allí, tanto en las empresas como en el subsuelo. Eurasia alberga casi tres cuartas partes de los recursos energéticos que se conocen en el mundo […]. Pero los Balcanes de Eurasia son infinitamente más importantes como posible premio económico: en la región existe una enorme concentración de reservas de gas natural y petróleo». Los mapas demuestran claramente que se trata de una guerra radical contra cualquier enemigo, con el fin de controlar las reservas petrolíferas que quedan en el mundo. En última instancia, se trata de un conflicto en aras de la dominación global. El 14 de febrero de 2002, el periodista israelí Uri Averny escribió en el periódico Ma’ariv que «si uno se fija en el mapa de las grandes bases estadounidenses creadas [tras el 11-S], le sorprende que sean completamente idénticas a la ruta del oleoducto proyectado hasta el océano Índico».
Michael C. Ruppert, en su revelador libro sobre el 11-S, Crossing the Rubicon, afirma que «al ocupar Afganistán y resucitar el comercio de opio, el Imperio logró cumplir varias tareas importantes. Primero, protegió los flujos de capital hacia sus mercados financieros, que se estaban tambaleando. Mediante su primer despliegue en Uzbekistán, Pakistán, Kyrgyzstán, Jordania y Georgia, seguido más tarde del importante despliegue en Qatar y Omán, cercó rápidamente Oriente Medio. Con un mayor despliegue en Turquía, Egipto, Arabia Saudí y Kuwait, presentó al mundo un fait accompli para dar el siguiente paso en su plan». Se han detectado muchas incongruencias en lo que se afirmó a nivel oficial sobre el 11-S. Pero yo me centraré en unos pocos datos muy significativos. Entre el 1 Y 10 de septiembre de 2001, en unas maniobras correspondientes a la operación «Espada Rápida», planeada desde hacía cuatro años, 23.000 soldados británicos se dirigieron hacia Omán. Al mismo tiempo, dos navíos estadounidenses se estacionaron en el golfo de Arabia, justo frente a la costa pakistaní. También, al mismo tiempo, aproximadamente 17.000 soldados estadounidenses se unieron a los más de 23.000 soldados de la OTAN en Egipto para la operación «Estrella Brillante». Todas estas fuerzas estaban situadas en sus puestos antes de que el primer avión se estrellara contra el World Trade Center. Un gran operativo de preparación de una guerra estaba en marcha. La guerra de Afganistán no fue planeada después del 11-S, sino que fue diseñada y puesta en práctica mucho antes. Michael C. Ruppert dijo que «En mayo de 2001, el presidente Bush puso a Cheney al cargo de toda la planificación de un atentado terrorista, dándole el control total de la FEMA (Agencia Federal de Gestión de Emergencias) y de las fuerzas militares. En junio de 2001, la maraña de protocolos NORAD [Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica] que habían funcionado con eficiencia desde 1976 se volvieron a redactar para quitar de las manos de los comandantes de las Fuerzas Aéreas la mayoría del poder para tomar decisiones». Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos, ejecutivo del sector petrolífero, era ahora el responsable.
El 11-S por la mañana, las Fuerzas Aéreas llevaban a cabo diversos simulacros y ejercicios antiterroristas, en los que simulaban secuestros en Estados Unidos y que incluían un ejercicio de simulación del secuestro de aviones, así como simulaciones en las que se colocaban «falsas alarmas» en las pantallas de radar del tráfico aéreo. Estas maniobras de combate guardaban un misterioso parecido con los hechos reales del 11-S, hasta el punto de que las maniobras de las Fuerzas Aéreas implicaban el secuestro de un avión. Estos ejercicios estaban dirigidos por el propio vicepresidente Dick Cheney, que era comandante en jefe el 11 de septiembre y dirigía una cadena de mando a través del Servicio Secreto, que tiene potestad legal para dar órdenes a todos los organismos de Estados Unidos en caso de emergencia nacional en territorio estadounidense. Además, el Servicio Secreto dispone de sistemas de comunicación tecnológica más avanzados que cualquier otro organismo estadounidense. En el 11-S, el Servicio Secreto contaba con la tecnología para ver las pantallas de radar del tráfico aéreo en tiempo real. El Servicio Secreto se encontraba ya en el círculo de toma de decisiones desde las 8.15 horas del 11 de septiembre de 2001. Uno de los ejercicios, llamado Northern Vigilance, movilizó cazas de las Fuerzas Aéreas hasta Canadá para simular un ataque aéreo ruso, de forma que había muy pocos cazas en la costa Este. Todo esto paralizó la reacción de las Fuerzas Aéreas, lo cual garantizó que los pilotos de los cazas no pudieran evitar el 11-S. El Servicio Secreto de Bush estaba totalmente comunicado con los agentes del Servicio Secreto de Cheney en el Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia cuando se desarrolló la trama del 11-S. Quienquiera que coordinara las maniobras bélicas de las Fuerzas Aéreas estaba a las órdenes de Dick Cheney, que a su vez era responsable de dirigir un simulacro de ataque terrorista en la orilla oeste de Manhattan el 11 de septiembre, llamado Tripod 2. Este ejercicio implicaba el establecimiento, el 11 de septiembre, de un centro de mando y control que estaba configurado exactamente igual que el destruido esa mañana en la torre 7 del World Trade Center. Dick Cheney fue uno de los responsables del gobierno que decidieron que esos simulacros de gran envergadura tuvieran lugar precisamente el 11 de septiembre. Esto sucedió mientras los Servicios de Inteligencia estadounidenses habían recibido advertencias que indicaban que había terroristas que tenían planeado secuestrar aviones comerciales y estrellarlos contra blancos estadounidenses.
Fuentes:
- Daniel Estulin – La Verdadera Historia del Club Bilderberg
- David Icke – El Mayor Secreto
- Anne Givaudan – Los Dossiers del Gobierno Mundial
- Walter Graziano – ¿Nadie vio Matrix?
- Noam Chomsky – Acerca de Bin Laden – La Política estadounidense y Afganistán
- Daniel Estulin – Los Secretos del Club Bilderberg
- Cristina Martin Jiménez – El Club Bilderberg – La Realidad sobre los amos del mundo
- Gary Allen –The Rockefeller Files
- Pilar Requena – Afganistán
- Jack Beeching – La guerra del opio
- Essad Bey – Petróleo y sangre en Oriente
- Artículo de este Blog – Marco Polo y la Ruta de la Seda
No hay comentarios:
Publicar un comentario