...La
sabiduría es como un camino que nos adentra en el corazón de las cosas.
Por eso los pasos han de partir desde el propio corazón.
Siento que la
sabiduría es como un puente que nos permite llevar nuestro corazón hasta
la otra orilla para que allí pueda latir y cantar y regocijarse junto
al corazón de las cosas, de las personas y de los acontecimientos. Me
siento un enamorado de este camino. Me gusta recorrerlo, una y otra vez,
porque cada paso que doy, cada recodo que descubro, cada nuevo paisaje
que voy visitando me va adentrando en el reconocimiento de mí mismo y
del mundo.
La sabiduría es el hilo que nos enhebra a la vida en un mismo
pespunte y permite el bordado de nuestra vida sencilla de cada día en
un tejido sin costuras. La sabiduría cumple su función más esencial
cuando nos enseña a vivir y cuando nos instruye a partir de cuanto
vivimos.
No hay arte que supere a los modos creativos de conducir la
propia existencia. Las cosas de todos los días, la vida sencilla y
cotidiana está llamada a ser nuestro mejor lienzo, nuestra mejor
sinfonía, nuestro mejor poema. Digo también que hay un "saber" que es
"tener un determinado sabor". La sabiduría nos permite saber a qué saben
un amanecer o una puesta de sol, un saludo, una mirada, una sonrisa, un
gesto de entrega, una caricia, las palabras o el silencio. Nos permite
saborear los matices de cada decisión, de cada encuentro, de cada
estación del año, de cada paso que damos, de cada respiración, de cada
cosa que comemos, escuchamos, leemos o vivimos.
Decía Ignacio Loyola que
"No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el sentir y gustar
las cosas internamente" El erudito sabe. El sabio sabe y sabe a qué sabe
lo que sabe.
Los "saberes" parecen sobrevolar los espacios recónditos
de nuestra mente. Más hay una sabiduría que siempre brota y nos conduce
al corazón, una sabiduría que, paradójicamente, consiste en una especie
de "no saber"
José María Toro
http://descubriendonuestrointerior.blogspot.com.es
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