Desde la antigüedad, hemos escuchado o leído profecías sobre la época en que las cualidades del cielo, se manifestarán en la tierra.
Entonces saldremos como un todo de la prisión de la oscuridad y abandonaremos el exilio para recordar quiénes somos y por qué estamos aquí.
Despertaremos los sentidos sutiles y dejaremos de vivir como las entidades temerosas y solitarias en que nos han convertido los predadores de turno.
Asumiremos nuestra naturaleza divina y la herencia universal que nos ha sido otorgada desde el principio de los tiempos. Se ha comentado que cambiaría nuestro cuerpo físico a nivel celular y que lograríamos fusionar todas nuestras envolturas energéticas, emocionales y mentales para conquistar la plena salud, el rejuvenecimiento permanente, la inmortalidad física cristalina y la manifestación luminosa de nuestras envolturas solares.
Esto no se refiere a un futuro lejano, sino a nuestros días.
Hemos llegado al tiempo sagrado que estábamos esperando, el cielo ya desciende sobre la atmósfera terrestre. No más pinches tiranos dominando nuestra vida por medio del temor, ya hemos atravesado el umbral mínimo del nivel de conciencia y energía para alcanzar, como humanidad, la quinta dimensión.
Desde hace pocos meses, la divina presencia es capaz incluso de intervenir en la modificación de la forma humana, y para ello basta con que armonicemos nuestro aspecto físico con los pensamientos, palabras, obras y sentimientos cotidianos.
No más auto castigo por estar lejos del espíritu, sino plena aceptación por parte de los hermanos estelares de nuestra divinidad íntima, la filiación que nos pertenece como hijos e hijas de Dios.
Cada vez hay más luz en nuestros sistemas y en nuestro ser, empujándonos hacia la quinta dimensión y expresando la perfección de la presencia Yo Soy en el mundo de la forma.
Nunca ha habido tanta aceleración evolutiva en nuestra energía, las alteraciones físicas y psíquicas aparecen en cualquier raza y familia, cada día aumentan los índices de frecuencia. El proceso de ascensión nos arrastra, al mismo tiempo que nuestro trabajo interno lo acelera, en el camino para experimentar la perfección de nuestra esfera luminosa.
La nueva luz llega a cada núcleo celular y a cada electrón, la luz violeta transmutadora, y nuestras células ya no seguirán ancladas en la oscuridad.
Queda poco tiempo y nos están ayudando desde todas las parcelas de los mundos invisibles.
Emilio Fiel.
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