-¿Sinceramente? No lo sé. Ya he buscado en muchos rincones, en lugares iluminados y en lugares oscuros; hoy estoy convencido de que nadie lo sabe; solamente Dios.
-No es una buena respuesta para un maestro.
-Es una respuesta honesta. Conozco a mucha gente que te explicará con detalles la razón de la existencia. No los creas, son personas que continúan atadas al antiguo lenguaje y solo creen en las cosas que tienen explicación.
-¿Quiere decir que no hay una razón para vivir?
-No has entendido lo que estoy diciendo. Yo he dicho que no sé la razón. Pero claro que existe un motivo para estar aquí, y Dios lo conoce.
-¿Por qué no nos lo revela?
-Nos lo revela a cada uno de nosotros, pero a través de un lenguaje que a veces no aceptamos porque no es lógico, y estamos demasiado acostumbrados a recetas y fórmulas.
-Porque, en vez de amargura, sientes entusiasmo. Esa es la única diferencia. Por otra parte, hay que respetar el misterio y aceptar -con humildad- que Dios tiene un plan para nosotros. Un plan generoso, que nos conduce hacia su presencia y que justifica estos millones de estrellas, planetas, agujeros negros, etcétera que estamos viendo esta noche, aquí en Oslo [estábamos en Noruega].
-Es muy difícil vivir sin una explicación.
-¿Puedes explicar por qué el hombre necesita dar y recibir amor?
Y tú vives con eso, ¿o no es así? Y no solo vives con eso, sino que el amor resulta ser lo más importante de la vida. Y, sin embargo, no existe ninguna explicación.
De la misma manera, tampoco hay explicación para la vida.
Confía en mis palabras: la vida de cada uno de los seres humanos tiene un sentido, aun cuando él cometa el error de pasar gran parte de su tiempo en la tierra buscando una respuesta mientras se olvida de vivir. Procura vivir con la misma intensidad que un niño. Él no pide explicaciones, se sumerge en cada día como si fuese una aventura diferente y, por la noche, duerme cansado y feliz.
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