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Vichara es una palabra sánscrita que se puede traducir por autoconocimiento o el juego de indagación del yo.
Es una técnica y una meditación. Una forma fácil de jugar al Vichara es coger un papel y responder a la pregunta “¿Quién soy yo?”.
Probablemente la pregunta más
desconcertante, profunda, difícil, emocionante e interesante que nos
podemos hacer. Y tienes que contestar sin dar datos físicos o de tu
curriculum. De esa forma, dicen los Vedas, habrás averiguado quién no eres, que es el primer paso para saber quién eres.
Rescato un relato del libro de Anthony de Mello “La oración de la rana“, con ligeras variantes, para reflexionar sobre quién eres o sobre quién crees que eres.
Una mujer católica estaba agonizando en su cama. De pronto, tuvo una
experiencia extracorporal, se vio cruzando un túnel y la sensación de
que era llevada al cielo y presentada ante un tribunal celestial.
· ¿Quién eres?- Dijo una voz.
· Soy María, la mujer del pescadero.
· Te he preguntado quién eres, no cómo te llamas ni con quién estas casada.
· Soy la madre de 4 hijos.
· Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
· Soy una maestra de escuela.
· Te he preguntado quién eres, no cual es tú profesión.
La mujer se ponía cada vez más nerviosa pues no entendía lo que le
estaban preguntado. Respondiera lo que respondiera, no parecía poder dar
una respuesta satisfactoria a esa pregunta aparentemente tan sencilla.
Tras meditar, volvió a decir:
· Soy una buena cristiana.
· Te he preguntado quién eres, no cual es tú religión.
· Soy una persona que iba todos los días a la iglesia, comulgaba, oía misa y ayudaba a los pobres y necesitados.
· Te he preguntado quién eres, no lo que hacías.
Se produjo un gran silencio y esta mujer no consiguió pasar el examen,
porque fue enviada de nuevo a la Tierra. Cuando se recuperó, recordó
esta experiencia y tomó la determinación de averiguar quién era. Y, a
partir de ese momento, todo para ella fue diferente. Encontró un nuevo
enfoque a su vida.
Es
difícil despojarse de los convencionalismos, de los roles, de la
programación que tenemos o nos han inculcado desde que nacemos. Valoramos más lo que tenemos que lo que realmente somos. Sólo
cuando sepamos quiénes somos, podremos encontrar respuesta a las otras
dos grandes y antiguas preguntas: a dónde vamos y de dónde venimos. No tenemos que identificarnos con un personaje, con nuestra profesión o nuestra biografía, somos más que un funcionario, un ejecutivo o la mujer del pescadero. Debemos ser nosotros mismos, sin ropajes ni máscaras. Tú
no eres lo que piensas ni lo que sientes, ni lo que crees ni lo que
ves, ni lo que tienes, ni lo que has hecho o lo que no has hecho.
En definitiva, sería aplicar ese
viejo consejo “Nosce te ipsum” (conócete a ti mismo) que aparecía en el
templo de Apolo, en Delfos, es la toma de conciencia del YO SOY
porque, conocerte a ti mismo, es aceptarte.
Joaquin Pradilla.
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