El supermercado espiritual. Es una tentación ir de sitio en sitio, de escuela en escuela, de grupo en grupo, buscando experiencias fuertes y sin establecer un compromiso de reflexión y práctica profunda, en una disciplina concreta.
Usarlo como vía de escape. Un entretenimiento placentero o intelectual, con escasa implicación personal.
Como decía la antropóloga y maestra zen Joan Halifax, “hay aficiones peores” (y sabía bien lo que decía, ella que trabajaba en las cárceles). Pero si te lo tomas como un mero entretenimiento, no se dará la transformación personal profunda.
Por momentos nos engañamos pensando que hemos alcanzado la comprensión sobre esos temas, pero más adelante observamos que no, que no está integrado, que era un engaño. Puede que te desmotives y flaquees, pero reconoce que no lo conseguirás a la primera y sigue avanzando.
No te obsesiones con volver a alcanzar esos estados. Ábrete a ellos pero no los persigas, podría ser causa de decepción y desmotivación, porque cuanto más los persigues, más te rehuyen.
Puede que hasta te creas que has alcanzado la iluminación o el despertar. No te entusiasmes demasiado y sigue practicando. Lo que importa es como aplicas todo eso a tu vida cotidiana y a tus relaciones.
Eso no te acerca más al camino espiritual, sino que te aleja de él.
Practicar la sabiduría, el amor y la compasión en el día a día, muchas veces es más difícil que retirarse a una cueva a meditar
Todo lo experimentado es necesario llevarlo a la práctica porque sino, se trata de experiencias intelectuales.
Mariana Caplan
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