Hay una clara correlación entre evolución y cualidades personales. Conforme maduramos, más valores, fortalezas y aptitudes positivas tenemos. Quienes las poseen son los indiscutibles representantes de la vanguardia de la humanidad. Sin embargo, es muy frecuente vivir estancados y dejar de evolucionar. Carecer de cualidades y valores nos limita a la hora de enfrentarnos a las dificultades de la vida, y por otra parte, solo con ciertas aptitudes y fortalezas podemos superar muchos de los inescapables problemas que se nos presentan.
Esto es, poseer cualidades, virtudes y fortalezas nos protege de numerosas situaciones difíciles; pero, además, algunos problemas sólo pueden superarse en otro nivel de evolución. Muchas personas se acercan a los psicólogos buscando soluciones a sus conflictos vitales y en numerosos casos lo único que necesitan es madurar y crecer como adultos.
Desde esta perspectiva es esencial entender que no se cultivan unos valores y cualidades para hacer lo correcto, ni para cumplir con las expectativas de los demás. Tampoco para ser reconocidos y admirados ni para estar por encima nadie. Especialmente, no se trata de ser mejores para compensar nuestros defectos, errores y sentimientos de culpa.
CUALIDADES Y DIFICULTADES VITALES
Es frecuente pasar por alto que una de las cosas más efectivas para afrontar las dificultades es cultivar un estado emocional positivo. Hacerlo nos va a dar más capacidad, lucidez y recursos para abordar la situación. Pero sobretodo, como se veía antes, avanzar y evolucionar es parte de la solución en la mayoría de los casos.
La experiencia vital nos muestra los beneficios de desear seguir creciendo y aprendiendo como personas, especialmente en los momentos difíciles. La actitud positiva y la predisposición a evolucionar es una de los talentos más valiosos que podemos poseer. Aunque, en realidad es una necesidad. Vivir no es fácil, continuamente surgen imprevistos y situaciones indeseables que nos descentran y dañan. Sin cualidades, virtudes y fortalezas, es muy complicado; como querer atravesar un desierto sin llevar una provisión de agua.
Así pues, cuando surjan problemas queremos aprovechar la situación para cultivar virtudes y cualidades.
¿Qué oportunidad proporciona esto? ¿Cultivar compasión, humildad, coraje? ¿Ofrece la posibilidad de cultivar sentido del humor, paciencia, contentamiento? ¿Ayuda a ser justo, tolerante, imparcial? ¿Sirve para ser generoso, aceptar la situación, asumir responsabilidades? ¿Conduce a desarrollar gratitud, respeto, asertividad? ¿Cuidado, prudencia, generosidad? ¿Regocijo, confianza, imparcialidad? ¿Amor, desapego, valentía? Etc., etc.
Nosotros desde nuestra mirada reducida apenas entendemos la importancia de despertar, cultivar y nutrir cualidades. Sin embargo, podemos aprender de otros, escuchar su visión y descubrir una perspectiva diferente. En la tradición budista, por ejemplo, en el Aksayamati Nirdesa Sutra leemos: “La generosidad no es mi compañera, más bien soy yo quien acompaña a la generosidad”; la moralidad, la paciencia y el tesón, la meditación y la sabiduría no son mis compañeras, más bien soy yo quien acompaña a la moralidad, la paciencia y el tesón, la meditación y la sabiduría; las perfecciones no están a mi servicio, más bien soy yo quien está al servicio de las perfecciones.
Empezamos cultivando cualidades desde un acto de fe. Confiando en las palabras de quienes viven más despiertos. Luego, continuamos el proceso cuando empezamos a confirmar en nuestra experiencia la importancia de cultivarlas. El camino nos lleva a avanzar hasta descubrir la satisfacción de emplear la vida para hacer que todas las cualidades posibles se hagan presentes y visibles en el mundo.
UN MODO DE HACERLO
Desarrollar una cualidad es como cultivar una planta. Hay que sembrar la semilla en buena tierra, regarla, cuidar que tenga luz, echar abono, protegerla del clima y las plagas, y saber esperar a que florezca. Así pues, usamos la meditación para dejar una huella en nuestra mente. Pero luego, meditamos para habituarnos a responder con la cualidad, trabajamos con meditaciones para contrarrestar los obstáculos internos y externos que nos impiden desarrollar la cualidad, y lo hacemos una y otra vez hasta que se consolida en nuestro ser.
1. Escoger la cualidad
Lo primero es seleccionar una cualidad que nos inspire. Es preciso que tengamos una relación positiva con ella. Como hemos visto, no funcionará si nos sentimos inadecuados o culpables, o si nos juzgamos por no tenerla.
Conviene, además, hacer una reflexión amplia en torno a las consecuencias positivas de la cualidad. ¿Para qué sirve? ¿Qué papel tiene en la propia vida? ¿Cuál es su lugar en el proceso vital? ¿Qué relevancia tiene en el camino espiritual?
Necesitamos entender bien la cualidad. Estudiarla y conocer su significado y sentido. Es muy útil encontrar historias y ejemplos de personas que poseen esa cualidad.
2. Plan de trabajo
Siendo honestos, es preciso comprender que cambiar la mente requiere un esfuerzo sostenido durante bastante tiempo. Necesitamos organizar nuestra vida y nuestra forma de pensar para promover el nuevo estado mental. La fuerza de voluntad no basta. También es preciso tener confianza en uno mismo, recordar a menudo los beneficios de poseer la cualidad, contar con la aparición de posibles resistencias internas, y saber esperar para obtener resultados. En particular, necesitamos creer en que tenemos la habilidad de cambiar y la capacidad de hacerlo. Es vital ser optimistas y tener una actitud positiva.
3. Método
A. Visualización. Una forma de trabajar esto es imaginarnos lo que supone vivir con la cualidad. Así pues, buscamos experimentar la cualidad de un modo imaginario, como si ya la tuviéramos. Vemos cómo se experimenta tenerla. Sentimos los efectos que produce en el cuerpo, descubrimos las emociones que acompañan a la cualidad y nos hacemos conscientes de los pensamientos asociados a ella. Lo ideal es abarcar todos los aspectos de nuestro ser, el cuerpo, las emociones, los pensamientos, y sentir la experiencia en todos los niveles.
B. Contemplación. Se trata de sostener el mayor tiempo posible el estado, con la intención de que deje una impronta en nuestro interior. Enfocamos la atención en la vivencia de poseer la cualidad, con la mayor claridad posible. Cuando empezamos a distraernos podemos recurrir a una imagen concreta. A muchas personas les ayuda imaginar algún símbolo, algo que represente a la cualidad que estamos encarnando. Se dice que es una manera de hablarle al inconsciente y la forma de acceder a ella más fácilmente. También, sirve hacer un gesto con las manos o una postura.
C. Acción. Cada vez que hacemos la visualización, tomamos la decisión de hacer algo concreto. Es decir, planificamos en las próximas horas actuar una vez como alguien que ya tiene la cualidad. Realizando comportamientos en consecuencia, empezamos a transformar la mente de una manera real. Si solo trabajamos la mente, los cambios nunca se materializan, de modo que tenemos también que actuar. Aprendemos, actuando.
Hay numerosas evidencias a lo largo de diversas culturas de que las personas más avanzadas son a su vez las más amorosas, solidarias, conscientes y verdaderamente espirituales. Y lo que es más importante, sólo evolucionando podemos llegar a sentir satisfacción y plenitud en la vida. Pero más aún, es una cuestión planetaria, el universo necesita que evolucionemos. Una buena medida de cuánto lo estamos son nuestros valores, fortalezas y virtudes.
Despierta, reflexiona, observa.
Trabaja con atención y cuidado.
Vive en el sendero y
La luz crecerá en ti. (Buda)
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