En la Tradición Primordial está presente el enigma referente a Melquisedec, mencionado por la Biblia como Sumo Sacerdote de Dios.
Este misterio se enlaza con el del Rey del Mundo.
Uno de los principales temas desarrollados por Réne Guénon a lo largo de su obra es el de la existencia histórica de una Tradición Primordial desde los inicios de la presente humanidad.
Esta Tradición Primordial, según Guénon, habría sido la matriz de donde habrían surgido las distintas “formas tradicionales particulares” que encontramos a lo largo de todo la humanidad.
La Tradición Primordial representa el tronco de un árbol en que las múltiples formas tradicionales particulares serían sus ramas. Estas tradiciones particulares se han desprendido de este tronco primordial para adaptarse a las diferentes circunstancias del devenir histórico. René Guénon, o Abd al-Wâhid Yahyâ, (1886 – 1951) fue un matemático, masón, filósofo, y esoterista francés.
De profesión matemático, es conocido por sus publicaciones de carácter filosófico-espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y divulgación de la tradiciones espirituales. Fue un intelectual que ha sido una figura influyente en el dominio de la metafísica. Se le relaciona con Ananda Coomaraswamy, otro gran esoterista del siglo XX. Gran estudioso de las doctrinas y de las religiones orientales, se esforzó por aportar a Occidente una nueva visión del pensamiento oriental, especialmente de la India, así como se destacó por su defensa de las civilizaciones tradicionales frente a Occidente.
En sus escritos Guénon se propone «exponer directamente algunos aspectos de las doctrinas metafísicas orientales» y de «adaptar estas mismas doctrinas a los lectores occidentales, […] siendo completamente fiel a su espíritu». Destaca también su crítica a la civilización occidental desde los puntos de vista metafísicos y no ideológicos ni políticos. Son especialmente importantes sus libros sobre el hinduismo. Si invirtiésemos el árbol y las raíces apuntarán hacia lo alto, simbolizarían la “influencia espiritual” que desciende desde el cielo hacia la Tradición Primordial, en primer lugar, y luego hacia las distintas tradiciones sagradas. Esta influencia espiritual debe conservarse y transmitirse a los largo de todo el devenir humano.
La Tradición Primordial constituiría así el Centro del Mundo. Sería el Agartha o Shambala de los tibetanos, o el Reino del Preste Juan de los cristianos.
Según la escritora esoterista Helena Blavatsky (1831-1891), Agartha sería un reino ubicado debajo del desierto de Gobi. El desierto de Gobi es una gran región desértica situada entre el norte de China y el sur de Mongolia. Se puede considerar uno de los desiertos más grandes e importantes del mundo.
Lo rodean las montañas de Altái y las estepas de Mongolia, por el norte; la meseta del Tíbet, por el suroeste; y la llanura del Norte de China, por el sureste. El Gobi está compuesto por diferentes regiones geográficas y ecológicas, basadas en sus variaciones de clima y topografía.
El origen climático de este desierto se debe a una gran sombra orográfica. Históricamente, el desierto de Gobi destaca por haber sido parte del Imperio mongol y por la localización de varias ciudades importantes a lo largo de la Ruta de la Seda, ahora conectadas por carreteras y pistas. Ocupando el 30% del territorio nacional, el gran Gobi de Mongolia abarca curiosos montes, dunas arenosas, vastas mesetas, estepas con sus hierbas aromáticas y, desde luego, un mundo animal muy variado. Arqueólogos y paleontólogos han hecho excavaciones en la cuenca del Nemegt, en la parte noroeste del desierto de Gobi en Mongolia, que es conocida por sus tesoros fósiles, incluyendo mamíferos prehistóricos, huevos de dinosaurio y utensilios de piedra prehistóricos, de unos 100.000 años de antigüedad.
Se considera que la capital de Agartha es Shambala, donde gobernaría el Rey del Mundo. Agartha es un tema popular en el esoterismo y es la base de la creencia en la Tierra hueca, sugerida en 1957 por el escritor italiano F. Amadeo Giannini.
Aunque podemos remontar este tema hasta Julio Verne, en el año 1864, casi un siglo antes, especialmente en la obra de ese autor titulada Viaje al centro de la Tierra.
En la mitología hinduista no se menciona la idea de un mundo dentro de la Tierra, sino la existencia de infiernos subterráneos, los llamados Patala. El mito de Agartha fue desarrollado por varios escritores ocultistas. Helena Blavatsky escribió que Agartha, a la que llamaba la Logia Blanca, fue fundada hace unos quince millones de años sobre lo que era una isla en el antiguo mar de Gobi, que estaba situado en la ubicación del actual desierto de Gobi, donde aterrizaron los Señores de la Llama, semidioses provenientes del planeta Venus.
Blavatsky afirma que la idea de este mundo subterráneo pudo haberse inspirado en creencias religiosas antiguas como el Hades, el Sheol y el Infierno. Louis Jacolliot (1837-1890) también mencionó a Agartha en su libro Les fils de Dieu. Ferdinand Ossendowski (1876-1945) afirmó que un mongol le había contado que Agarthi, a la que él menciona con “i”, y también con una palabra sánscrita, Paradesha (‘el país más allá’), había sido fundada por el primer Gurú hacia el año 380.000 a. C., y que se había vuelto subterránea solo 6000 años atrás.
El reino misterioso de Agharti tendría accesos distribuidos por todo el mundo. En ese reino interior no existirían el mal ni el crimen. Asimismo existiría una serie de ciudades en Agharti que rodearían al lugar central. Allí moraría el Rey del Mundo, Brahmatma, asistido por el Majatma (‘gran alma’), que predice los acontecimientos mundiales, y el Majanga (‘gran miembro’), que dirige la marcha de los acontecimientos mundiales. Alexandre Saint-Yves d’Alveydre (1842-1909) afirmó que prefería la escritura india Agartha sobre la mongola o tibetana de Agarthi.
El escritor francés René Guenón (1886-1951), en su libro El Rey del Mundo (1927), enumera una gran cantidad de tradiciones antiguas de una tierra santa por excelencia, que se encuentra en muchos lugares legendarios, aunque verdaderos.
Podemos enumerar el monte Meru (en los Himalayas) de los hinduistas, el monte Olimpo de los griegos, la Atlántida de Platón, la isla de Thule, según la mitología nórdica, la isla de Ogigia, según la Odisea de Homero, el reino del Preste Juan, según un relato medieval, el castillo de Camelot, la isla de Ávalon, o el Montsalvat, en los mitos del rey Arturo, entre otros lugares.
Pero Guenón omite mencionar que ninguna de esas tierras santas era subterránea. Earlyne Chaney, escritora que escribió más de 100 libros sobre espiritualidad y New Age, afirma que hace muchas eras, seres muy avanzados, los anunnaki, vinieron a la Tierra desde otros planetas.
Estos seres trajeron el «Arca de la alianza» mencionada en la Biblia, que, según ella, era un tipo de arma y un mecanismo para el control de la gravedad, que les permitió construir las grandes civilizaciones de la Atlántida y Lemuria. Finalmente los anunnaki se marcharon, dejando a la Tierra en manos de los annu, que eran sus descendientes que se habían emparejado con terrícolas. Cuando el tiempo pasó, la Atlántida fue dominada por la Hermandad Oscura, los hijos de Belial, que, según La Biblia Satánica de Anton LaVey, es un poderoso demonio que representa al elemento tierra, complementándose con Satanás, Lucifer y Leviatán.
Los annu, al darse cuenta de que se acercaba la destrucción de la Atlántida, huyeron a otros países, especialmente a Egipto.
Con sus «arcas de la alianza» antigravitatorias ayudaron a construir las pirámides hacia el 3100 a. C.
También utilizaron estos mecanismos para perforar muy profundo bajo tierra, construyendo túneles y ciudades subterráneas. Cuando el diluvio y la inversión de los polos estaban a punto de demoler la Atlántida y Lemuria, los annu entraron en sus ciudades del interior de la Tierra a través de la Pirámide de Keops.
Después sellaron la pirámide impidiendo a los terrícolas descubrir sus pasajes subterráneos y manteniendo sus ciudades subterráneas aisladas de las aguas de la gran inundación, que habría sucedido hacia el 8000 a. C. Según Blavatsky, Agartha está formada por varios continentes, océanos, montañas y ríos, y Shamballa sería su capital.
Habría unas cien colonias subterráneas debajo de la Tierra, todas, menos una, relativamente cerca de la superficie terrestre.
Estas ciudades subterráneas han sido conocidas como la Red de Agartha. Sus costumbres habrían variado con el tiempo, pero seguirían un tipo de vida común, orientada espiritualmente en base a las enseñanzas de Melquisedec.
El promedio de la población de cada ciudad de Agartha sería de medio millón de habitantes, pero Telos, una de las principales ciudades de Agartha, que estaría situada bajo el monte Shasta, en Norteamérica, tendría un millón y medio de habitantes. También según Blavatsky, existirían diversas razas en Agartha, y los seres que la habitan pueden variar mucho en su aspecto.
Por un lado, algunos de los habitantes de Agartha vendrían del continente de Gondwana, ahora desaparecido. Gracias a las mediciones de las mareas realizadas por medio del Candelabro de los Andes, comprendieron que estaban ante una catástrofe que azotaría su tierra, y se refugiaron en inmensas galerías subterráneas, iluminados por una particular luz artificial que haría brotar las semillas.
Asimismo se llevaron consigo el bagaje de sus antiguos conocimientos. Por su lado, el escritor estadounidense Brad Steiger, en su libro La Tierra hueca, mito o realidad, afirmó que «los más ancianos», que eran una antigua raza inmensamente inteligente y científicamente avanzada que pobló la Tierra millones de años atrás y luego se mudó bajo tierra, eligió estructurar su vida bajo la superficie del planeta y fabricar allí todo lo que necesitasen.
Los más ancianos son homínidos extremadamente longevos, y antecesores del homo sapiens en más de un millón de años. Willis George Emerson, en su libro El dios humeante, afirmó que los habitantes de Agartha viven entre 400 y 800 años, y que tendrían una altura de unos 3,7 metros, o más. Todos estos escritores coinciden en que la tecnología de los habitantes de Agartha es muy avanzada y que se comunican mediante telepatía.
Según la escritora rusa Helena Blavatsky, debajo del desierto de Gobi se encuentra el reino de Agartha. dice Blavatsky que las entradas hacia las galerías subterráneas que llevan a Agartha estarían ocultas en lugares aislados para impedir el acceso a los curiosos.
Muchas se encontrarían escondidas debajo de las aguas de océanos y lagos, o en altas montañas. Habría algunas también en la vasta selva amazónica, que estarían vigiladas por indios belicosos.
También habría entradas en Siberia, en el desierto de Gobi, entre la Esfinge de Egipto, en la Cueva de los Tayos (Ecuador), en la cordillera del Himalaya, en Tíbet, en la cordillera de los Andes, entre Argentina y Chile, o en la Villa de Leyva (Colombia).
El criterio de autenticidad de cada forma tradicional particular se mide en relación al vínculo esotérico que mantengan con la Tradición Primordial. Es ella la que las nutre con su influencia espiritual.
Existen varios niveles en el interior de cada tradición sagrada que van desde lo más exterior, o exotérico, hasta lo más interior, o esotérico. La adaptación al devenir histórico es lo que hace que exteriormente todas estas tradiciones se presenten como distintas, pero en el fondo todas son lo mismo y se identifican esotéricamente con la Tradición Primordial.
Cada tradición tiene su propio forma dependiendo la mentalidad del pueblo en la que se haya desarrollado, pero en el fondo todas comparten un mismo conocimiento metafísico y simbólico proveniente de la Tradición Primordial.
La obra de René Guénon es fundamental en ese sentido, ya que proporciona las claves necesarias para la comprensión de este núcleo metafísico en todas las tradiciones.
El estudio comparado de religiones efectuado por el pensador rumano Mircea Eliade se ha encargado de demostrar la analogía y similitud entre los ritos, símbolos y doctrinas de las diferentes formas tradicionales. Ello sería debido a que provendrían de una fuente antigua y primordial común. El concepto de Tradición Primordial posee un carácter histórico.
Los sufíes musulmanes han desarrollado una ciencia alrededor de la potencia trascendente de la imaginación y su función eminentemente cosmológica. El orientalista Henry Corbin (1903 – 1978), islamólogo y filósofo francés, se ha encargado de estudiar extensamente este sutil aspecto de la doctrina sufí. Guénon toma prestado de las enseñanzas hindúes la doctrina de los ciclos cósmicos, que es contraria a la concepción moderna y occidental del tiempo histórico. Mientras que ésta se fundamente en una concepción progresista, evolutiva y lineal-ascendente del tiempo histórico, en cambio la concepción tradicional considera que el tiempo histórico es cíclico y se encuentra sujeto a una inevitable decadencia a medida que se va desarrollando.
Es decir, que la Edad de Oro no se encuentra en un futuro, como se cree, sino que, por el contrario, tuvo lugar en los inicios de la humanidad.
Es el mito del paraíso perdido que podemos encontrar en todas las tradiciones antiguas del planeta. Este mito, así como todos los mitos tradicionales que nos vienen de la antigüedad, no son producto de la fantasía humana sino que constituyen verdades metafísicas y simbólicas, que se visten de alegorías para transmitir la sabiduría a través del tiempo.
No obstante, las teorías evolucionistas consideran a nuestros primeros antepasados como salvajes primitivos, evolucionados desde el chimpancé. Según la doctrina cíclica del tiempo y la concepción tradicional de la humanidad, nuestros primeros antepasados fueron primitivos en el sentido de primordiales, en lo que las religiones monoteístas semitas llaman el “estado adánico“, y que eran más sabios que nosotros, sus descendientes.
Las antiguas tradiciones dicen que el mono degeneró del hombre. Pero éste no habría evolucionado del mono como afirman las tesis evolucionistas. La mayoría de poblaciones primitivas que los etnólogos y antropólogos estudian en la actualidad, y que en efecto son primitivas en sentido negativo, es decir regresivas y primarias, no son en realidad nuestros antepasados primordiales de la Edad de Oro, sino como muy claramente han apuntado Guénon, Evola y otros, constituyen restos de razas muy antiguas que se han extraviado en el tiempo.
La doctrina hindú nos dice que el presente ciclo humano (“manvantara“) corresponde al séptimo ciclo de un total de catorce ciclos humanos, y que estos catorce ciclos conforman el ciclo de un mundo (“kalpa“). Durante el tránsito de un manvatara a otro, varias poblaciones o razas sobreviven, pero dada las condiciones adversas terminan extraviándose en el tiempo y degenerando.
A esta Edad de Oro le sucederán las de plata, bronce y hierro, que es en la que nos encontramos actualmente.
Estas designaciones son las que corresponden a la cultura grecorromana, pero los hindúes tienen las suyas propias, como Krita-Yuga o Satya-Yuga, Trêtâ-Yuga, Dwâpara-Yuga y Kali-Yuga, la actual.
El tiempo no es lineal, sino más bien curvo, y a medida nos alejamos del centro atemporal de la Edad de Oro, la sensación de velocidad va aumentando hasta alcanzar niveles verdaderamente caóticos como los que vivimos en la actualidad. Así mismo, lo cuantitativo se va imponiendo sobre lo cualitativo.
Es impresionante constatar cómo los hindúes, gracias a sus notables conocimientos astronómicos y astrológicos, han logrado computar la duración cronológica exacta de cada una de estas edades. Se puede leer así en los textos hindúes que la duración total de nuestro manvantara es de 64.800 años de los dioses, y que estos se encuentran repartidos de la siguiente manera: Krita yuga = 25.920, Treta Yuga=19.440, Dewapara Yuga=12.960 y Kali Yuga=6.480. 1 año de los dioses = 360 años de los hombres.
Según los cálculos tradicionales hindúes, la fase del Kali Yuga estaría a punto de culminar, lo que significaría que estaríamos próximos a lo que las tradiciones monoteístas llaman el “fin de los tiempos“.
Este fin de los tiempos sería en realidad el fin de un mundo, que coincidiría con el fin del presente manvatara.
Otro punto importante desarrollado por René Guénon es el de los efectos perniciosos de la modernidad. El pensamiento moderno, un estilo de vida marcado por lo fugaz y lo intrascendente, constituye en realidad una reacción y un rechazo al pensamiento tradicional metafísico.
Las facultades cognitivas del hombre moderno se han atrofiado ocasionándole una pérdida de su potencia intuitiva intelectual. Cree que lo tangible es lo único real, lo único existente, en reemplazo de los universales de la escolástica medieval, que son los arquetipos o ideas universales de Platon, en que fuerzas espirituales pueden ser concebidos únicamente por le intuición intelectual u “ojo de Shiva“. Es una intuición intelectual supra-racional. En el marco del hinduismo, Shiva es uno de los dioses de la Trimurti (‘tres-formas’, la Trinidad hinduista), en la que representa el papel de dios que transforma y destruye lo innecesario.
También es conocido como el Danzante Cósmico, que guía a las personas en los tiempos de cambio, junto con Brahmá (dios creador) y Visnú (dios preservador). Dentro del shivaísmo es considerado el dios supremo. Shiva también es adorado como un gran asceta. Existe un mito acerca de que en una ocasión quemó con su tercer ojo a Kama (‘deseo erótico’), el alado dios del amor, quien, mientras Shiva estaba dedicado a una severa meditación, le había disparado sus flechas de flores para hacerle enamorar de quien terminaría siendo su segunda esposa, Parvati.
Desde entonces a Kámadeva se le conoce como An-anga (‘sin-forma’, incorpóreo). Las escrituras de los shivaístas dicen que con la mirada ardiente de su tercer ojo quema el universo, incluidos a Brahmá y a Visnú, y se unta sus cenizas mortuorias por todo el cuerpo.
Por eso los adoradores de Shiva se cubren de cenizas. También usan cuentas de semillas de rudraksa (‘ojos de Rudra’), las cuales dicen que surgieron al caer lágrimas de los ojos de Shiva o Rudra, cuando iba a destruir Tripura (las ‘tres ciudades’ de los asuras o demonios).
La única manera de luchar contra las fuerzas disolventes de la modernidad, según Guénon, es adoptando un estilo de vida tradicional y contactando con la Tradición Primordial por intermedio de algunas de sus formas tradicionales.
Es cierto que hasta las mismas formas tradicionales herederas de la Tradición Primordial se han visto corrompidas por el espíritu de la modernidad, degenerándose y perdiendo por ello su legitimidad institucional. Pero a pesar de esa corrupción generalizada, algunas de ellas aún continúan manteniendo centros iniciáticos activos que la vinculan con la Tradición Primordial, como es el caso del Islam. Michel Vâlsan, el principal discípulo intelectual de René Guénon y quien mejor ha sabido continuar con su legado espiritual, nos recuerda la importancia en la obra de Guénon en establecer las diferencias entre las tradiciones puramente metafísicas o intelectuales y las tradiciones de modalidad religiosa.
Si la obra de Guénon se centra en dar a conocer esta Tradición Primordial en el seno de cada forma tradicional particular, la obra de Vâlsan en cambio posee un carácter más islámico y busca corroborar la ortodoxia universal de la Tradición Primordial planteada por Guénon en el esoterismo islámico. Las únicas tres tradiciones religiosas han sido las monoteístas abrahmánicas (de Abraham), a saber, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. El resto son todas puramente metafísicas e intelectuales.
Al ser las tres religiones las últimas revelaciones a la humanidad eso significa que han aparecido en el momento histórico más avanzado del kali-yuga, es decir en el momento de mayor degeneración intelectual de la humanidad, siendo este el motivo que explicaría el por qué su adaptación a dicha circunstancia histórica ha tenido que ser básicamente de carácter religioso.
La espiritualidad religiosa, al ser dogmática y teológica, se reviste de un antropomorfismo mitológico con la finalidad de hacer más fácilmente accesible al hombre promedio ciertas verdades impersonales que de otro modo se les escaparían. A este hombre medio del kali-yuga le resulta más fácil comprender las verdades impersonales narradas de un modo alegórico antropomórfico que si son expuestas directamente a través del símbolo metafísico.
Hay conceptos, como el de “Dios personal“, que son de índole estrictamente religiosos dado que conciben el Principio Universal de un modo antropomórfico. Pero no tienen razón de ser en las tradiciones puramente intelectuales.
En el hinduismo, por ejemplo, “Brahma” es el “No-ser“, por encima del ser ontológico, el Dios personal de las religiones. En vez del concepto de Creación, que asume a un Dios con voluntad humana transpuesta, creando el mundo cual artesano o Demiurgo, la doctrina hindú en cambio nos habla de “manifestación impersonal y gradual“. Y en vez de salvación del alma individual en estados póstumos, como el Infierno o el Paraíso, los hindúes hablan de liberación absoluta de la individualidad y por ende de la “Rueda del Saṃsāra“. Saṃsāra es el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación, o renacimiento en el budismo, en las tradiciones filosóficas de la India, tales como hinduismo, budismo, jainismo, bön, sijismo, y también en otras como el gnosticismo, los Rosacruces y otras religiones filosóficas antiguas del mundo.
Según estas religiones, en el transcurso de cada vida el Dharma, acciones hechas para bien, y el Karma, consecuencia de lo realizado, determinan el destino futuro de cada ser en “el proceso del llegar a ser” (evolución o involución). Este proceso cíclico termina con el logro del moksha (unión con Dios).
Así mismo la espiritualidad religiosa se caracteriza por la preeminencia que tiene en ella la devoción sentimental, que es el principal medio de acceso que encuentra el hombre religioso para unirse a la Divinidad. En cambio, en la espiritualidad metafísica, este elemento sentimental se encuentra subordinado al elemento puramente intuitivo-intelectual de la doctrina.
En el hinduismo por ejemplo se habla de la “vía bakhti” y de la “vía jnaña“. La primera, representada por el dios Vishnu, es el sendero de la devoción, y la segunda, representado por el dios Shiva, es el sendero de la inteligibilidad intuitiva. Vishnu conserva las formas individuales por medio de la devoción y Shiva transforma o destruye las formas de la manifestación por medio de la intuición intelectual.
La obra de Guénon presenta un carácter claramente shivaíta. Se sabe, además, que antes de que partiera hacia El Cairo recibió la visita de unos hindúes, quienes lo iniciaron en el linaje del advaita vedanta, que se remonta hasta Shankaracharya o Adi Shankara (788-820), uno de los más importantes pensadores de la India.
Su conocimiento hindú provino de iniciados hindúes, quienes lo contactaron y eligieron para que diese a conocer adecuadamente el conocimiento oriental al mundo moderno occidental.
Pues bien, René Guénon decidió elegir el Islam como modo de vida y como medio tradicional particular para acceder a la esencia de la Tradición Primordial. Recibió el nombre de Abd-al Wahid-Yahya, el servidor de la Verdad. Muchos se han sorprendido al enterarse que Guénon vivió como musulmán los últimos 30 años de su vida.
En su vasta obra le dedica al Islam solamente un libro y algunos cuantos artículos, mientras que el hinduismo recibe más atención. Guénon tuvo siempre una predilección intelectual especial por el hinduismo. Siendo esta tradición la más antigua y próxima a la Tradición Primordial, junto con el taoísmo, ambas contienen elementos primordiales muy significativos.
En todo caso como representante legítimo de la Tradición Primordial es lógico que su obra se centre más en ella que en cualquiera de las formas tradicionales particulares, incluyendo la propia religión que él mismo adoptó. De las tres tradiciones religiosas, el Islam es la que más se acerca a las tradiciones de espiritualidad metafísica.
Dado la importancia que en ella tiene el concepto de “unicidad” (tawhid), el sentido de pureza primordial (Fitra) y el papel principal que cumple la inteligencia y el conocimiento, a diferencia del cristianismo, que se centra en el Amor, la doctrina islámica posee varios elementos que recuerdan, al igual que el hinduismo, a la Tradición Primordial. Digamos que de todas las tradiciones particulares es la más universalista y la que mejor refleja a la Tradición Primordial. Existen múltiples de hadices (dichos del profeta) que lo confirman. Musulmán es todo aquel que se encuentra sometido a Al-lah, es decir, al Principio Universal de la Manifestación.
Los designios del universo no son gobernados ni por una voluntad universal ni mucho menos por el azar, sino más bien por la intelección suprema que es el Principio universal. Todo conduce a lo Absoluto, a la intelección suprema del Principio Universal que no deja nada al azar.
Toda la creación se encuentra sometida al Creador o, en términos metafísicos, toda manifestación se encuentra sometida al Principio Universal. En ese sentido, opina Guénon que para actualizar esta consciencia musulmana se debe recuperar un estado original de pureza (Fitra), la inocencia primordial.
Algunos elementos, como el agua, el poder de la luna o los misterios insondables de la noche, todos estos elementos femeninos se encuentran muy presentes en el Islam, y son muy significativos también en la cosmovisión musulmana.
Esta purificación del individuo se consigue mediante trabajos metódicos y supervisados de concentración espiritual (dirkh), que lo que buscan es reintegrar al ser en el centro de su individualidad integral. En cambio, los influjos de la modernidad apuntan hacia el lado contrario, a saber, hacia la dispersión exterior y hacia la desintegración psíquica del individuo.
Para realizar estas prácticas espirituales fundamentadas en la “ciencia del ritmo” es necesario adherirse a una orden iniciática (tariqa) y tomar como guía espiritual su maestro (sheik).
El hecho de que el Islam sea la última religión revelada tiene también una razón de ser profunda. El Islam tiene la misión de recapitular todas las tradiciones anteriores, de ahí que el profeta Muhammad sea llamado “el Sello de la Profecía“.
Algunos estudiosos interpretan este carácter del Sello como una anulación de las tradiciones anteriores al Islam, pero en realidad significa una síntesis de la profecía universal que incluye, y no excluye, a las anteriores profecías. Es por esta síntesis propia del Sello de la profecía que el Islam, siendo una tradición particular y la última de todas, puede reflejar casi a la perfección a la Tradición Primordial.
Por otro lado, su posición geográfica en el Medio Oriente le permite cumplir con el papel de intermediario entre el Occidente y el Oriente. La obra de Guénon posee también un carácter intermediario entre el Oriente y el Occidente, ya que lo que él ha hecho ha sido interpretar correctamente la doctrina tradicional del Oriente, adaptándola a la mentalidad del hombre occidental moderno.
El mundo Occidental debería retornar a sus raíces tradicionales; pues la obra de Guénon tiene esa función de sembrar en el Occidente moderno el “germen intelectual” para propiciar su enderezamiento tradicional. Guénon nos avisa de que deberíamos romper urgentemente con las cadenas del pensamiento “políticamente correcto” de la modernidad y para lograrlo la obra de Guénon como revitalizador de las ideas tradicionales resulta fundamental.
Melquisedec fue un rey y sacerdote mencionado durante la narración sobre Abraham en el capítulo 14 del libro del Génesis.
Melquisedec se presenta como el rey de Salem y sacerdote de El Elyon («Dios Altísimo»). Él trae pan y vino y bendice a Abram y El Elyon. La literatura chazálica presenta el nombre como título apodo de Sem, hijo de Noé.
En el cristianismo, según la Carta a los Hebreos, Jesucristo se identifica como un sacerdote según el orden de Melquisedec y, de esta manera, Jesús asume el papel de sumo sacerdote una vez por todas.
En la famosa obra de ficción El Alquimista, de Paulo Coelho, aparece caracterizado en un personaje del mismo nombre que afirma ser el rey de Salem, el cual entrega las piedras Tumim y Urim al protagonista. Según relata el Génesis: “[…] y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abraham, diciendo: -Bendito Abraham del Dios Altísimo, el dueño de cielos y tierra. Y bendito el Dios Altísimo, que ha puesto a tus enemigos en tus manos. Y le dio Abraham el diezmo de todo“. Los Padres de la Iglesia, la tradición judía y el Salmo 76 identifican a la ciudad de Salem con Jerusalén.
En el relato, este sacerdote-rey hace una breve aparición siendo sacerdote de Dios y rey de Jerusalén, lugar donde en el futuro Dios tomará morada. Como sacerdote, anterior a la institución del sacerdocio levítico, es quien recibe el diezmo debido a Dios.
Como sacerdote-rey es una prefiguración del mismo Jesús que, además de ser Profeta, también es Sacerdote y Rey. Con la presentación del pan y el vino marca lo que después será el sacerdocio instituido por Cristo y que sustituirá al sacerdocio levítico. Melquisedec es el sacerdote receptor del primer diezmo registrado en la Biblia, entregado por Abraham, y el primer sacerdote-rey.
Cabe destacar que de todos los personajes bíblicos y de las tres grandes religiones, judaísmo, cristianismo e islam, Melquisedec, es un ser sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio ni fin de vida.
Melquisédec es el título del primer escrito del códice IX de Nag Hammadi.
Es un texto copto que presenta notables lagunas, escrito originalmente en griego, probablemente en Egipto y durante el siglo III. El texto refleja una mezcla de las costumbres judías, cristianas y gnósticas.
Su presentación de Melquisedec es un buen ejemplo de ello. No es sólo el anciano «Sacerdote de Dios Altísimo», como en el Antiguo Testamento, sino que también aparece como «sumo sacerdote» y guerrero «sagrado».
Este tratado representa una muestra extrema de la cristianización de los setitas gnósticos. A pesar de su apariencia apocalíptica es esencialmente litúrgico y orientado a la comunidad. Melquisedec se presenta tan eterno como su sacerdocio. Ha estado en el mundo desde el principio de los tiempos y se quedará hasta el final. Es el primer peldaño en la escala que ascienden las almas iluminadas.
Basta con mencionar al Rey del Mundo para que se piense que se trata en realidad del Princeps hujus mundi (Príncipe de este mundo) del que hablan los evangelios como personificación del mal. Pero el Rey del Mundo es en realidad, de acuerdo a la Tradición Esotérica, el Logos Planetario, es decir el más alto y puro principio espiritual que actúa a nivel terrestre. René Guénon opina que esta confusión lleva a una inversión de valores, confundiendo al Sumo Bien con el Sumo Mal.
No se puede admitir seriamente la existencia de Satán o de entidades demoníacas más que en sentido simbólico y figurado. Estamos frente a lo que Ferdinand Ossendowski designó adecuadamente como el “Misterio de los Misterios“. Habría que encararlo desde el punto de vista de las tradiciones cristiana, musulmana, hebrea y, principalmente, hinduista.
En el Antiguo Testamento hay dos pasajes y uno en el Nuevo Testamento que aluden a Melquisedec. Se trata del Génesis 14, del Salmo 110 y de la Epístola a los Hebreos de San Pablo. Estas son las fuentes que podríamos llamar canónicas dentro de la tradición judeo-cristiana.
En el Génesis leemos: “Abraham retorna tras vencer a Kedorlaomer y a los reyes aliados de éste. Entonces Melquisedec, rey de Salem (Paz, la aclaración es de San Pablo) ofrendó pan y vino pues era sacerdote del Dios Altísimo (El-Elyon) y le bendijo diciendo: “Bendito sea Abraham por el Dios Altísimo, Creador de Cielos y Tierra y bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tus manos. Y dióle Abraham el diezmo de todo“. Precisamente en este acto de entregar el diezmo se reconoce una actitud de obediencia y sumisión por parte de Abraham hacia Melquisedec.
Como señalan René Guénon y Jean Tourniac, ensayista francés, especializado en francmasonería y simbolismo, el mismo texto lo pone en evidencia.
Pero hay otros aspectos aún más significativos. Abraham reconoce, como adorador del Dios Todopoderoso, El-Schaddai o Emmanuel, que Melquisedec adora a un aspecto más elevado del Dios único como es el Dios Altísimo, El-Elyon. Dios es el Fuerte o Poderoso, pero los vocablos El, Elah, Eloah y Elohim se aplican también para designar a dioses paganos.
Para distinguir un dios pagano del único Dios verdadero, la Biblia utiliza algunos nombres compuestos, El Elyon es uno de ellos. El nombre El se utiliza también para designar a cualquier dios pagano. Por este motivo muchas veces aparece en la Biblia junto con algún calificativo, para indicar que se trata del único Dios verdadero.
El Elyon significa el más alto o el que está sobre todo. Justamente por esto, la traducción más apropiada para El Elyon es Dios Altísimo. En el capítulo 4 de Daniel, aparece un relato al respecto: “Cierto día, el rey de Babilonia, Nabucodonosor se paseaba por el palacio real. Mirando el esplendor y la grandeza de su imperio se dijo a sí mismo. ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere“.
Nabucodonosor se creía dios, el fuerte y el poderoso. Pero interviene El Elyon, el Altísimo, para mostrarle que si bien era poderoso en la tierra, había Uno que estaba sobre él. Su nombre era el Altísimo. Vemos que Melquisedec es a la vez sacerdote y rey de Salem. Pero Salem no es un lugar físico ni era, como a veces se dice, el primitivo nombre de Jerusalem, que en realidad era Jébus. Pero Salem es un lugar ideal, un arquetipo celeste de la Jerusalem terrestre. Esto equivale a decir, tal como lo hizo Guénon, que Salem era el “Centro del Mundo” a nivel espiritual o, al menos, un centro subordinado a aquel.
Esta hipótesis parece coherente, ya que en Melquisedec convergen el poder temporal y la autoridad espiritual, puesto que se le considera un Alto Iniciado en los Misterios. Abraham se subordina al Sumo Sacerdote y Rey y es iniciado a su vez. En el Salmo 110 podemos leer: “Tú eres por siempre sacerdote según la Orden de Melquisedec“. En la Biblia podemos leer un pasaje de San Pablo: “Y que penetra más allá del velo, adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho a semejanza de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre. En efecto, este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando regresaba de derrotar a los reyes y le bendijo, al cual dio Abraham el diezmo de todo entre lo mejor del botín… El nuevo sacerdocio (el cristiano) surge a semejanza del de Melquisedec y no del de Aaron“. Esto equivale claramente a considerar a Melquisedec de un rango más elevado. Curiosamente, Pablo se empeña en poner a Cristo a la altura de Melquisedec y no a la inversa, como sería esperable. Es un tema que merece especial atención. Pero, además, San Pablo dice explícitamente con respecto de Melquisedec: “Su nombre significa, en primer lugar, ‘rey de justicia’ y, además, ‘rey de Salem’, es decir ‘rey de paz’, sin padre ni madre, ni genealogía conocida, sin comienzo de días ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece Sacerdote para siempre“. El no tener padre, ni madre, ni genealogía, supone para Melquisedec un origen suprahumano, angélico. Estamos pues ante un gran misterio, pues ni siquiera de Jesús podía decir Pablo algo semejante. René Guénon sostiene que el esoterismo es la dimensión interna y el principio legitimador de todo exoterismo, incluyendo a las corrientes religiosas convencionales. Pero ni René Guénon, iniciado en el sufismo y ya antes en corrientes esotéricas occidentales, ni tampoco Jean Tourniac, también iniciado en diversas formas tradicionales, fueron iniciados en el esoterismo hindú. Por esta causa les resultó imposible un planteo integral de este tema. Ello hubiese sido deseable para perfilar más nítidamente la unidad de la Tradición Primordial en base a una mejor comprensión del enigma de Melquisedec. Es más, a lo que plantea Tourniac de que Melquisedec es igual a la Tradición Primordial, habría que añadir la igualdad entre Melquisedec y Narayana (Logos Terrestre). Narayana es el Supremo Dios védíco, según los Vedas, el Bhagavata Purana y otros textos. Narayana es otro nombre para Vishnu, dios de la trinidad hindú, y significaría “el que transita por las aguas infinitas del universo“. La trinidad hindú representa tres aspectos de dios (Deva): Brahma, Vishnú y Shiva.
Brahma sería el creador de todo lo existente en el universo. Este dios se auto creó a partir de un huevo, sin necesidad de una madre. Mediante el sonido om, se despertó y destruyo el huevo, expandiéndolo por el infinito, creando las estrellas, los planetas y todo el universo.
Por su parte, Vishnú sería la esencia de lo creado y el que preserva todo lo creado. Según la tradición hindú, este dios se encarno en la Tierra numerosas veces, cada vez que creció la maldad. Dos de sus encarnaciones más conocidas habrían sido como Rama y luego como Krishna. Según algunas tradiciones de la India, también se atribuye a Sidartha, el Buddha histórico, ser otra encarnación de Vishnú. En las tradiciones hindúes, Kalki será la décima y última encarnación (avatar) del dios Vishnú, de acuerdo con el Garuda puraṇá, y la vigesimosegunda, según el Bhāgavata puraṇá. Shiva sería el destructor, pero en sentido transformador.
Para más información podemos leer El Rey del Mundo, de Guénon, y Melkitsedeq, de Tourniac. Existe una importante fuente siria que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana. De este texto existen también versiones árabes y una versión alemana, debida a Carl Bezold, que fue publicada en Munich en 1883 y posteriormente versionada en castellano por Andreas Faber-Kaiser. Se trata de La Caverna de los Tesoros, en que aparece una nueva clave. El texto dice: “Y le dijo Sem a Melquisedec: Tú eres el servidor del Altísimo Dios, porqué a ti solo Dios te eligió para que sirvieras ante Él en este lugar“. Con respecto al texto bíblico hay la novedad de la aparición de Sem, hijo mítico de Adán y Eva.
Esto sería una forma de resaltar el origen atemporal y extra-histórico del sacerdocio de Melquisedec. Pero luego se agrega que Melquisedec, en su apariencia externa, es un muchacho joven que conservará tal aspecto y mantendrá su función sacerdotal y real.
Esto evoca al Rey del Mundo en la tradición hindú. Allí se le venera con el nombre de Sanat-Kumara (“El Eterno Muchacho“), así denominado, en su aspecto de Maha-Brahma, por losmás sagrados textos del esoterismo de la India. Sanat Kumara es un Maestro Ascendido, que es llamado también dentro del hinduismo como el hijo de Shiva, Parvati, Skanda o Karttikeya, rey de la sabiduría y el aprendizaje, dios de la guerra y comandante en jefe de los dioses. Es también el logos planetario y el fundador de la Jerarquía Planetaria.
A Sanat Kumara se le reverencia como hijo uno de los hijos de Brahma, y se le representa sosteniendo una lanza que simboliza la iluminación, que le sirve para pelear contra la ignorancia y las tendencias negativas. Sanat Kumara sería un rishi al se le conocería de muchas formas. El Señor del Mundo es otro de sus nombres.
La gran vidente alemana Anna Catherina Emmerich se refiere a Melquisedec de manera similar al gran místico Jakob Lorber: “Melquisedec pertenece a ese coro de ángeles destinados a los países y naciones, que trajeron mensajes a Abraham y a los Patriarcas, y manifestarse a ellos. Ellos están de pie frente a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. ¿Quién era Melquisedec? Se dice, que se podría ser seguramente una forma antigua del futuro y la prefiguración próxima de la Promesa, y que el sacrificio del pan y el vino que había ofrecido, sería realizado y perfeccionado, que debía ahora abrirse plenamente y permanecer hasta el fin del mundo”.
Pero hay que analizar los aportes de las tradiciones musulmana y hebrea, facilitada por la erudición de Jean Tourniac. Debe señalarse que ni en el Corán ni en sus principales comentarios se hace mención explícita de Melquisedec. Sin embargo, sí hay referencias en la literatura chiita, que han merecido el análisis de un estudioso de la talla de Henry Corbin (1903 – 1978), islamólogo y filósofo francés. Este autor identifica a Melquisedec con el Imán Oculto de la Tradición chiita, añadiendo que su aparición pública marcará la realización espiritual completa del hombre integral del futuro.
Entre los chiíes, el término imán, aparte de referirse al guía de una comunidad, es el título que ostentaban los jefes supremos de toda la comunidad chií, el equivalente al califa suní. Es un cargo hereditario cuyo último representante, Muhammad al Mahdi, según la tradición, “desapareció” en el año 873 y vive desde entonces oculto, como el Mahdi o Imán Oculto, rigiendo desde la sombra los destinos de la comunidad.
Hay dos textos iraníes antiguos en los que se designa a Melquisedec como Malik Solem, Maliku’s Salam, o bien como Malik Yazdaq, pero tratándose del mismo personaje. Estos textos son el “Hafi Bab-I-Sayyidna” y el “Kalam-I-Pir“. En ellos se dice que tales nombres se aplican al bendito Maulana, promulgador de la Ley Eterna y Revelador de los Misterios. Curiosamente, este nombre de Maulana se parece mucho al que los iniciados hindúes emplean para designar al Rey del Mundo, como Protector del Mundo (Maha-Vishnú) y Promulgador de la Ley Eterna (Sanatana Dharma). Este Nombre Sagrado que pronuncian en sus alabanzas los Siddhas y Mahatmas, como también los Devas, es el de Sri Bhagavan Narayana.
Tal como ya hemos indicado antes, el significado de Sri Bhagavan Narayana es: “El que anda sobre las aguas“, simbolizando así que Él permanece sereno e imperturbable ante el perpetuo cambio en el devenir de los acontecimientos terrestres.
Es parecido a lo que se dice en el Génesis, en donde se menciona que “El Espíritu de Dios flotaba sobre las aguas”. En la tradición hebrea aparecen menciones a Melquisedec en distintos libros, tales como el Zohar y el Midrash-Rabba.
Las referencias completas pueden verse en la obra de Tourniac. Entre tales textos, sin embargo, hay uno que encierra un gran secreto iniciático en forma velada y que, además, contradice explícitamente a San Pablo, afirmando que el sacerdocio de Aarón se basa en la Orden de Melquisedec, cosa que Pablo reservaba exclusivamente para el sacerdocio de Jesucristo y sus seguidores. Este texto se halla en el Zohar y en la obra de Tourniac. Ferdinand Ossendowski (1876 – 1945), ilustre viajero, hombre de ciencia y escritor, en su libro de viajes Bestias, Hombres y Dioses, narra lo siguiente: “Al atravesar la caravana que él comandaba las estepas del Asia Central cerca de Tzagan-Luk, el guía mongol exclamó de pronto: ‘Alto, deteneos’, y acto seguido se arrojó al suelo desde su camello musitando el clásico mantra budista ‘Om mani padme hung’. Algo increíble sucedía en ese momento. El aire vibraba dulcemente y traía consigo como una canción de amor y paz que llegaba en el acto al corazón. La tierra y el cielo parecía como que contenían el aliento. Hasta los animales lo percibían: los pájaros cesaban en su vuelo y se posaban, los camellos paraban las orejas, los caballos permanecían inmóviles y atentos, los perros cesaban en sus ladridos y los yaks se echaron al suelo. Todos los portadores mongoles se arrodillaron y oraron fervorosamente mientras que esa paz absoluta provocaba que hasta el viento incesante de la región cesara de soplar. Era un estado de cosas portentoso, una calma y paz inusitadas, sobre todo para los occidentales. Cuando el éxtasis colectivo cesó los mongoles explicaron a Ossendowski lo que sucedía. Se habían acercado al Misterio de los Misterios, al reino subterráneo del Rey del Mundo en el momento justo en que éste se hallaba en meditación“.
Pero Ossendowski no pudo obtener mucha información de aquellos hombres. Aquellos mongoles sabían que los lamas guardaban celosamente el secreto del Rey del Mundo y castigaban con severidad a quiénes divulgaban tales cosas. Pero el testimonio recogido por Ossendowski en aquella oportunidad coincide notablemente con lo expuesto en el libro “Mission de l’Inde” por el Marqués Saint-Yves d’Alveydre, en 1910, y también con lo narrado por Louis Jacolliot, en “Les Fils de Dieu” y “Le Spiritisme dans le Monde“, ambos citados por René Guénon.
Los tres autores mencionados se refieren al Agharti o Agharta, nombre que recibe en lengua tibetana el misterioso reino subterráneo donde residiría el Rey del Mundo. Alejandro Saint-Yves d’Alveydre (1842 – 1909), esoterista francés y autor de “El Arqueómetro“, “La Teogonía de los Patriarcas” y una colección de textos titulados “Las Misiones” (de los Soberanos, de los Obreros, de los Judíos, la de India, la Francia Verdadera o la Misión de los Franceses,etc.). En ellas cubre grandes períodos históricos y trata los temas con una profundidad inusitada, revelando un contacto real con fuentes originales de la Tradición Iniciática y su calidad de Maestro.
Hay quienes lo consideran miembro de la Agartha Shanga de aquella época. Y aunque su lenguaje es claro, el uso de neologismos y la referencia continua a conceptos de Teogonía y Cosmogonía, dificultan la fácil comprensión de los contenidos. Fue guía de distinguidos discípulos, tales como Gerard Encausse (Papus), fundador de la Orden Martinista, y Charles Gougy, el arquitecto realizador de los planos arqueométricos. Ambos fueron miembros de la sociedad civil “Los Amigos de Saint Yves“.
La clave de “El Arqueómetro” es retomado por otros autores, tales como el Dr. Serge Raynaud de la Ferriere. Louis Jacolliot (1837 – 1890) fue un abogado francés que trabajó como juez en India y Tahití (entre 1865 y 1869). Más tarde trabajó como escritor y conferenciante. Vivió varios años en India y otras zonas de Asia. Escribió muchos libros acerca de la cultura india, incluida la leyenda de la sociedad secreta de los Nueve Desconocidos.
Durante su tiempo en la India recolectó mitos sánscritos, que más tarde popularizó en su Histoire des vierges, les peuples et les continents disparus (historia de las vírgenes, personas y continentes desaparecidos). Entre otras cosas, afirmaba que había unas «tabletas sánscritas» que contaban la historia de un continente llamado Rutas, hundido en el océano Índico. Sin embargo, él reubicó este continente perdido en el océano Pacífico y lo relacionó con el mito de la Atlántida. Este «descubrimiento» es similar al origen de la historia del continente Mu. La teósofa Helena Blavatsky cita los trabajos de Jacolliot en su libro Isis revelada, y aceptaba que sus especulaciones acerca de Lemuria tenían influencias del francés. Realizó una traducción de Las leyes de Manu, que ha sido puesta en duda por expertos en sánscrito, como Ann-Marie Etter.
En paralelo, y sin que Guénon y Tourniac tuvieran conocimiento de ello, otro viajero famoso, Nicolás Roerich, escribió extensamente al respecto de este reino misterioso en otro libro clásico: “El corazón de Asia“. Roerich designa a este reino con el nombre hindú de una de las localidades del mismo, Shamballah. Además confunde a esta localidad con otra distinta del mismo reino, que es Kalapa. Nikolái Konstantínovich Roerich (1874 – 1947) fue un ilustre artista ruso, filósofo, escritor, arqueólogo, viajero y persona pública. Siendo creador de más de 7.000 lienzos, muchos de los cuales se encuentran en galerías famosas por todo el mundo, y de más de 30 obras literarias, es también autor de la idea e inspirador del Acuerdo Internacional sobre la protección de las instituciones artísticas, científicas y los monumentos históricos (Pacto Roerich), así mismo como fundador del movimiento internacional de protección de la cultura. La venta de sus cuadros, los honorarios por el diseño de los espectáculos teatrales y numerosas publicaciones, así como los beneficios que habían ingresado de las organizaciones sociales culturales y de ilustración que actuaban en los Estados Unidos de América, le dieron posibilidad a Nicolás Roerich de realizar una expedición científica por Asia Central. El 2 de diciembre de 1923 Nicolás Roerich con su familia llega a la India, que le atrae tanto como pintor como también científico que investiga una serie de problemas relacionados con migraciones de los pueblos antiguos por el mundo, así como con la búsqueda de una fuente única de las culturas eslava e india. Allí empezó la ruta de la expedición por las regiones de difícil acceso en Asia Central. Nicolás Roerich dijo: «Además de nuestras tareas artísticas en la expedición, teníamos intención de conocer en qué estado se encuentran los monumentos antiguos de Asia Central, observar la situación actual de la religión, de las costumbres y encontrar huellas de las grandes migraciones de los pueblos. Esta última tarea desde hace mucho me tiene pendiente». La difícil ruta de la expedición pasó por Sikkim, Cachemira, Ladak, China (Sinkiang), Rusia (visitando Moscú), Siberia, Altái, Mongolia, Tíbet, así como por las regiones no investigadas de Transhimalaya. La investigación duró de marzo de 1925 a mayo de 1928. Haciendo realidad el sueño de Przevalski y Kozlov, la expedición de Nicolás Roerich llegó a ser un triunfo de las investigaciones rusas del Asia Central. Por lo complicado de la ruta y por lo rico de los materiales coleccionados, esta expedición merece un lugar especial entre las expediciones más grandes del siglo XX.
Durante los años de la expedición, fueron realizadas investigaciones arqueológicas y etnográficas en las partes no investigadas de Asia, fueron marcadas en los mapas decenas de cimas y puertos en las montañas y precisada su posición; fueron descubiertos manuscritos raros y descritas muchas costumbres locales. Así mismo, fueron escritos libros como «Corazón de Asia» y «Altái — Himalaya» y pintados aproximadamente quinientos cuadros que reflejaban el panorama pintoresco de la ruta. Además, Nicolás Roerich empezó a crear la serie famosa de sus lienzos «Himalaya» y realizó las series de cuadros «Maytreya», «Camino de Sikkim», «Su país», «Los maestros del Oriente» y otras. Curiosamente las fuentes en que se informó Roerich son tibetanas y así vemos que designa al Rey del Mundo con el nombre tibetano de Rigden Jyepo. En rigor esto contrastaría con el término Shamballah, que es hindú, salvo que exista una tradición común al respecto. Al parecer, en sus disciplinas espirituales, los lamas se refieren continuamente a Shamballah como el Centro Espiritual por excelencia en el que desean renacer. Posteriormente aparecieron nuevos textos en Occidente. Albert Grünwedel (1856 – 1935), arqueólogo, indólogo y tibetólogo alemán, explorador del Asia Central, publicó en 1915 un escrito hasta entonces secretísimo, obra del tercer Panchen Lama, titulado “El camino hacia Shamballah“. Este libro pretende describir un itinerario geográfico real para llegar a Shamballah y carece de enseñanzas espirituales. En 1980 Edwin Bernbaum publica “The Way to Shamballah“. Edwin Bernbaum pasó varios años en el Tibet trabajando en un proyecto para la conservación de manuscritos antiguos. Paralelamente llevó a cabo una investigación respecto de Shamballah y realizó escaladas en los Himalayas. Su obra sitúa al tema en un contexto puramente mítico y simbólico. En el libro podemos leer una vieja narración tibetana: “Un joven empeñado en llegar a Shamballah, cruzó por muchas montañas y desiertos. Al fin llegó a la caverna donde vivía alejado del mundo un anciano ermitaño. Este le interrogó acerca del destino de su viaje. ‘Voy en la búsqueda de Shamballah’ replicó el joven. ‘Ah, no deberás viajar muy lejos – replicó el anciano – pues Shamballah se halla en tu propio corazón’“. Este tema ha servido de inspiración incluso al novelista James Hilton, cuya obra “Horizontes perdidos” ha sido llevada al cine. James Hilton (1900 – 1954) fue un escritor británico, que es conocido sobre todo por su obra de ficción de 1933, Horizontes perdidos, donde describía un utópico paraíso tibetano que él denominó “Shangri La“, nombre de su invención convertido al poco tiempo en sinónimo de lugar edénico. Horizontes perdidos relata la llegada de un grupo de extranjeros al monasterio tibetano de Shangri-La, un lugar utópico y paradisíaco en los Himalayas. Es considerada el prototipo de metáfora de búsqueda de la espiritualidad oriental y de la sociedad perfecta.
Hilton presenta a una sociedad pacífica, donde gobiernan unos sabios lamas en paz. Está claramente inspirada en la Utopía de Tomás Moro, y se considera un clásico de la literatura utópica, mientras que el mítico Shangri-La, es un reflejo de la budista Shamballa, un símbolo del gobierno perfecto basado en la sabiduría. En mayo de 1931, durante una revuelta contra el Raj Británico en Baskul, Afganistán, el cónsul del Imperio, Hugh Conway, su asistente, el capitán Charles Mallinson, la misionera cristiana Roberta Brinklow y el comerciante estadounidense Henry D. Barnard son evacuados en el avión privado del maharajá de Chadapore hacia un destino seguro. Sin embargo, en pleno vuelo se percatan del cambio de rumbo y de que el piloto del avión les es desconocido, aspectos ambos ante los que cada pasajero demuestra su personalidad. Tras un repostaje en medio de una tormenta de nieve, el avión finalmente aterriza precariamente en una pequeña meseta cercana a una gran montaña azulada, el Karakal. Allí les sale al encuentro una comitiva procedente de un monasterio lamaísta, presidida por un chino de edad indeterminada llamado Chang. Ante la escasez de posibilidades, los cuatro refugiados siguen al desconocido y se encuentran con el monasterio y valle de Shangri-La, un oasis en clima y temperatura en el Valle de la Luna Azul, presidido por el monte Karakal. Shangri-La es un gran monasterio que dispone de muchas comodidades occidentales, tales como baños, instrumentos musicales y una gran biblioteca. Su estilo general a Conway le recuerda a Oxford, pero en medio del Himalaya. Con la promesa de esperar al siguiente grupo de porteadores que llegarán al monasterio, los extranjeros son acogidos y se pone a su disposición toda clase de comodidades. Cada refugiado se dedica a labores diferentes. Conway, conocedor de la lengua china y algo de tibetano, entabla largas conversaciones con Chang y visita con asiduidad la biblioteca. Brinklow, decidida a fundar una misión católica en Shangri-La, comienza a estudiar tibetano y a conocer su cultura. Barnard, a su vez, se muestra feliz en el monasterio, debido principalmente a que se trata en realidad de Chalmers Bryant, un empresario arrruinado perseguido por la policía bajo el cargo de estafa. Mallinson, por su parte, desconfía de las intenciones de los lamas y sólo encuentra consuelo en una de las aprendices del monasterio, una joven china llamada Le-Tsen. Transcurrido un mes en la más total placidez, el Gran Lama del monasterio hace llamar a Conway, un privilegio que no había sido otorgado a ningún extranjero antes, y éste le cuenta la historia del monasterio.
Desde la llegada al valle de un misionero capuchino luxemburgués enviado por Roma en el siglo XVII, el padre Perrault, hasta la llegada de varios exploradores alemanes, pasando por la fundación del monasterio y de las leyes que rigen el valle, basadas en la moderación y el respeto. Al término de la historia, Conway comprende dos verdades: que el Gran Lama no es otro que el padre Perrault, preservado de los estragos de la edad gracias a una planta del valle y a su especial clima, y que ningún extranjero ha salido del valle sin encontrar la muerte, ya por la naturaleza ya por la pérdida de la saludable atmósfera de Shangri-La. Perrault construyó el santuario como un recinto de paz, «donde gobiernan los mejores, no los más fuertes», en el que pudiera perdurar la cultura y espiritualidad del mundo, en un tiempo en el que parecía que la guerra iba a acabar con todo. Conway, veterano de la Primera Guerra Mundial, comparte este deseo y se compromete con él. Sin poder decir nada a sus compañeros, Conway se inicia en el proceso de convertirse en lama mediante el estudio, la música y la meditación, ayudado por largas conversaciones con Perrault. Cuando éste, finalmente, le comunica su deseo de que Conway se convierta en el siguiente Gran Lama y muere, Mallinson ha decidido, de acuerdo con Le-Tsen, escapar del valle aprovechando la llegada de una partida de suministros. El antiguo cónsul, Hugh Conway, duda, pero finalmente sale con ellos, llegando a la India en un estado de salud lamentable, donde es atendido por unas monjas y auxiliado por la propia Le-Tsen, a la que la salida de Shangri-La ha revelado su verdadera edad, más de cien años, provocando un envejecimiento repentino y su muerte. Todo este relato llega a manos de dos antiguos compañeros de Conway que, al intentar buscar de nuevo a Conway, sólo averiguan que ha vuelto «al noroeste». Entre los temas principales del libro destaca la alusión a que una guerra de proporciones catastróficas pudiera destruir toda la civilización, por lo que, en previsión, el Gran Lama fundó Shangri-La. Es el mismo punto de partida que la saga de la Fundación de Isaac Asimov, ésta última a escala galáctica. El Gran Lama afirma: “Presagio un tiempo en el que el hombre, exultante en la técnica del homicidio, montará con tanta cólera contra el mundo, que todas las cosas preciosas estarán en peligro, cada libro y pintura, todos los tesoros acumulados durante dos milenios“. Respecto a las fuentes de Hilton, se ha afirmado que se basó en los relatos en torno a la frontera tibetana, publicados en el National Geographic por el explorador y botánico Joseph Rock. Rock visitó varias comunidades monásticas remotas, como Muli, muy similar a la ficticia Shangri-La. Una de esas poblaciones, Zhongdian, ha sido renombrada oficialmente Shangri-La (en chino Xianggelila) como inspiradora de la novela.
El escritor ruso Andrew Tomas, en su obra Shamballah oasis de luz, reproduce excelentes obras de arte tibetanas inspiradas en Shamballah. Y otro tanto hace Edwin Bernbaum. Las informaciones recogidas por Osendowski coinciden sustancialmente con lo dicho en sus libros por Saint-Yves d’Alveydre y Jacolliot. Lo curioso es que estos dos últimos autores jamás visitaron el Tibet o los Himalayas y que, además, publicaron sus obras bastante antes que Ossendowski. Sería interesante conocer como obtuvieron tales informaciones. Dice Ossendowski que el reino misterioso de Agharti tiene accesos distribuidos en el mundo entero, incluyendo el continente americano. En ese reino interior no existen el mal ni el crimen. Existen una serie de poblaciones o ciudades en el Agharti que rodean al lugar central. Allí mora el Rey del Mundo o Brahmatma asistido por el Mahatma y el Mahanga los que, respectivamente, predicen los acontecimientos mundiales y dirigen la marcha de tales acontecimientos. René Guénon se apoyó en estos datos para enunciar algunas conclusiones de enorme interés. El centro espiritual de Salem, donde reina Melquisedec, está conformado a imagen y semejanza del Centro del Mundo o Sede y Morada del Rey del Mundo. A este reino inaccesible le corresponden, según la Tradición Iniciática Hindú, veinticuatro centros secundarios en el mundo. Al Centro del Mundo, situado en los Himalayas, los iniciados hindúes lo denominan Badari-Vana, nombre del bosque en que está situado, mientras que los tibetanos lo llaman Agharti. La Divina Jerarquía en décadas pasadas era solo conocida por unos pocos iniciados. Se trata de la existencia espiritual de una Jerarquía de elevados Seres, llamada Suddha Dharma Mandalam, cuya misión ha sido desde siempre el Gobierno Espiritual y Material del Proceso de Vida. Anteriormente permanecía oculta a los ojos del mundo. Pero debido al inexorable paso del tiempo quedó en el olvido. No obstante, a comienzos del siglo XIX surge nuevamente el conocimiento de su existencia, y se entrega el mensaje a reverenciados Maestros, oriundos de la India, quienes posteriormente la revelan a sus mejores discípulos. Es un medio para la difusión de estas profundas enseñanzas. Dicha Jerarquía está compuesta por Seres de la más alta escala evolutiva y funcionan en el proceso cósmico como regentes y docentes del conocimiento de la existencia cósmica y humana. Ellos son representantes de los poderes o energías que impulsan las actividades de Creación, Preservación y Reintegración del Universo. Se les conoce como Videntes (Yoguis), Instructores Religiosos (Rishis), Sabios dotados de facultades espirituales (Siddhas), y Almas Perfectas (Mahatmas). Se afirma que habitan en un lugar sagrado de Badari-Vana, en la región septentrional de los Montes Himalayas. Su modo de funcionar es a través de impartir e indicar la forma de como obtener el Contacto Divino. Estos Jerarcas asumen formas de gran luminosidad y tienen como objetivo de inspiración la búsqueda del poder interno (Atman).
Es curioso que algunos centros secundarios lleven el nombre de la Sede del Rey del Mundo, Badari-Vana, y otros están estrechamente ligados a ésta. Así, hallamos un Badari en Egipto y a un Nara, nombre de gran importancia en la tradición esotérica hindú, en el Japón. El hecho de que Salem debía ser un centro secundario de Badari-Vana fue señaladon por Guénon en 1927, tres años después de la aparición del libro de Ossendowski. Guénon señaló entonces que el sacerdocio perpetuo de Melquisedec es, precisamente, la expresión de lo que en el hinduismo se conoce como Sanatana Dharma, la Ley Eterna. Sanatana Dharma es la ley eterna de la naturaleza, o el orden divino, que es válida y universal en todo el mundo. Si integramos esta ley en nuestra vida, obtendremos riqueza y abundancia en todos los niveles del ser, tanto a nivel espiritual, como material, fisico, y social. Si ignoramos esa ley atraeremos sufrimiento, enfermedad y decadencia, como pasa en el actual Kali-yuga. En el Satya-yuga, la era venidera, Sanatana Dharma alcanzará su pleno florecimiento. Si la humanidad no respeta la ley Sanatana Dharma, la divinidad suprema se encarga personalmente, encarnando en un cuerpo físico, de restaurar la ley. Sanatana Dharma ofrece dos opciones para la humanidad. Por un lado el bienestar, progreso y crecimiento espiritual de cada individuo y de la sociedad en general. Por otro lado esta ley ayuda a la búsqueda individual de Dios. De acuerdo con Sanatama Dharma hay un solo Dios, que se ha manifestado en aspectos y formas diferentes, tales como Krisna, Jesus o Buddha. Cada persona puede elegir en total libertad bajo que aspecto lo quiere adorar. Al final todos los aspectos regresan al único Dios, cuya consciencia es universal y omnipresente. Pero, en realidad, traducir Dharma por Ley no es lo más adecuado. Una definición más correcta de este vocablo es la siguiente: “conjunto de medios correctos y eficaces, necesarios y trascendentes para alcanzar el bien y evitar el mal“. Pero ni Guénon ni Tourniac conocieron la existencia de un amplísimo tratado sánscrito en cuatro volúmenes titulado “Sanatana Dharma Dipika” (“Luz sobre la Ley Eterna“). En esta monumental obra para los iniciados se exponen las más completas explicaciones relativas al Rey del Mundo y al sublime grupo de Maestros Espirituales que lo acompaña, como también en lo que concierne al misterioso reino de Badari-Vana o Agharti.
Han llegado los tiempos en que se planteen estas cuestiones a la luz de auténticas fuentes iniciáticas. La información proveniente de tales fuentes iniciáticas genuinas indica que el Rey del Mundo, tanto si le llamamos Narayana como Melquisedec, es una realidad. Él encarna la Tradición Viviente, la Ley Eterna. Es el dios de la Tierra y Dios en la Tierra. Hay un notable grabado hindú, procedente de fuentes iniciáticas, que representa al Rey del Mundo, Sri Bahgavan Narayana-Melquisedec, a la Madre Divina Sri Yoga Devi, y a la Jerarquía Blanca en Badari-Vana, frente al lago Kusumakara. En este grabado se observa al Maestro Nara con el arco Gandhiva, que empleó cuando encarnó como Arjuna. También vemos a Sri Hamsa Yogui al pie del árbol banyan exponiendo el Sagrado Dharma. A la izquierda se hallan los cuatro Kumaras. En el fondo pueden verse las cinco aldeas en Badari-Vana y los Himalayas. En el marco del hinduismo, los Kumaras son cuatro hijos mentales del dios Brahma, tal como se los describe en los textos puránicos. Jaya, que junto con su hermano Vijaya es el portero de Vaikunthá, nombre de la morada espiritual del dios Vishnú, de cuatro brazos, fue maldecido por los cuatro sabios Kumaras y fue convertido en demonio en el mundo material. Sus nombres son: Sanaka, Sanatana, Sanandana y Sanat-Kumara. Debido a su voto de celibato y al hecho de que dejaron de crecer cuando eran bebés, se les conoce como Chatur Sana (los cuatro solteros). Se los representa como bebés. En la India, desde tiempos inmemoriales, la mortalidad infantil es altísima, por lo que por cuestiones de practicidad, a los niños de menos de cinco años se les llama genéricamente kumará o ‘fácil-muere’. Nacidos de la mente de Brahmá, los cuatro hijos son descritos como grandes rishi (sabios) que tomaron los votos del celibato contra los deseos de su padre. El Bhágavata Puraná incluye a los Kumaras entre los doce majá yana (‘grandes personas’). La Enseñanza de los Maestros hindúes es que cada Galaxia, cada sistema solar, cada mundo, astro o planeta en el cosmos está guiado en su evolución por Jerarquías Espirituales de Grandes Seres, muchísimo más elevados que el ser humano corriente. Esta guía tiene lugar tanto con respecto a lo espiritual como a lo material, tanto en los planos sutiles como en la materia densa. Cada Jerarquía se halla, a su vez, subordinada a otras de mayor rango, estableciéndose así un orden total en el cosmos hasta llegar a la Causa Primera, el Parabrahman, o sea, el Dios Altísimo, el Dios del Universo. Nuestra Tierra no es una excepción. Existe en ella, aún cuando la mayoría de las personas lo ignoren completamente, una Augusta Asamblea de Maestros, a la que en Occidente se suele denominar la Fraternidad Blanca.
La gran mayoría de las sociedades secretas pretenden proceder de gloriosas épocas de un pasado remoto. Pues bien, si creemos lo que dicen archivos presuntamente milenarios de los rosacruces, tenemos que remontarnos a los tiempos del faraón Tutmosis III, esto es, entre el 1504 y el 1447 a. C. En aquellos tiempos existían en Egipto numerosas escuelas de misterios formadas por iniciados, sacerdotes, magos y adivinos. Al parecer, el día que se celebró su investidura como faraón, Tutmosis tuvo una revelación. Según el Archivo Rosacruz él mismo explicó que se sintió elevado hacia los cielos y luego, tras percibir una luz muy potente, recibió la instrucción de aglutinar el conocimiento de lo místico. Decidió entonces crear una única organización de carácter secreto. llamada Orden de la Gran Fraternidad Blanca. Setenta años después, Amenhotep IV, que como faraón era el máximo Pontífice de la Fraternidad Blanca, alcanzó altos niveles de sabiduría y elevación espiritual. Cambió su nombre por el de Akhenatón, en alusión a su devoción por un único dios, Atón, representado por el Sol. Junto a su esposa Nefertiti establecieron el primer culto monoteísta e impulsaron una nueva cultura espiritual y artística de inspiración humanista. En el aspecto religioso no hay duda de que Moisés, precursor de los tres grandes credos monoteístas que han llegado hasta hoy, cristianismo, islamismo y judaísmo, era un practicante secreto del culto de Atón. Al morir Akhenatón, los sacerdotes tradicionales lograron recuperar el protagonismo perdido, mediante su dominio sobre el débil Tutankhamón. Fue un tiempo de oscuridad para la Fraternidad Blanca, que resucitaría gracias al filósofo griego Tales de Mileto y la supuesta participación que tuvo en la Orden el matemático Pitágoras. Ambos serían los encargados de expandir, mediante la cultura griega, las enseñanzas de los primigenios rosacruces. Más tarde correspondería esta misión a Plotino de Alejandría, filósofo griego neoplatónico, autor de las Enéadas, quien en el año 244 fundó una escuela de filosofía en Roma, que en buena parte se basaba en las enseñanzas místicas de La Gran Fraternidad Blanca. No obstante, hasta el siglo XVII no aparece la palabra «Rosacruz» como nuevo nombre de esta sociedad hermética.
En 1610 se publica en Alemania un libro de autor anónimo que recopila una documentación hallada seis años antes en el interior de una tumba, la de un misterioso personaje llamado Christian Rosenkreutz. Esta obra nos habla de la biografía de un hombre que fue instruido en medicina, ciencia, matemáticas y artes mágicas, así como en alquimia y física. Un estudioso que había investigado la historia oculta de Egipto, país en el que tuvo acceso a los textos esotéricos atribuidos a Tot, dios lunar inventor de la escritura que los griegos adoptaron con el nombre de Hermes Trimegisto. Se cree que en Egipto Rosenkreutz fue admitido e iniciado por los maestros secretos de la milenaria Gran Fraternidad Blanca y se le encomendó, o él se atribuyó, la misión de expandir la Orden por el mundo. En 1378, 64 años después de la disolución de los Templarios, en el seno de una familia venida a menos de la nobleza rural alemana, nació un niño cuyo nombre desconocemos. Más tarde adoptó el nombre de Christian Rosenkreutz, que traducido del alemán significa «Cristiano de la Cruz Rosada» y cuyas connotaciones simbólicas son evidentes. Los padres confiaron su crianza y educación a un monasterio, donde aprendió latín, griego, teología y los rudimentos de las ciencias de la época. Según la biografía iniciática, escrita en época moderna por el hermano rosacruz Petros Xristos, el joven Rosenkreutz realizó un «arduo y arriesgado» primer peregrinaje a Tierra Santa, junto con un condiscípulo. No se sabe si su acompañante murió o simplemente se separó de él en Chipre, pero sí que Christian continuó desde allí el viaje en solitario. Se detuvo en varios lugares de la región, especialmente en Damasco, y finalmente arribó a Jerusalén. Permaneció largamente en el Templo de Jerusalén, otrora sede de los Templarios, donde, según Petrus Xristos, recibió los ecos del mensaje de los profetas y de las enseñanzas del propio Jesús. El Cristianismo primitivo conocía estos hechos y a ello se hace referencia en el Credo, cuando se menciona a la Comunión de los Santos. Posteriormente la Tradición relativa a la Jerarquía fue ocultada y las explicaciones actuales de las iglesias cristianas al respecto ya no guardan relación alguna con su verdadero origen y significado. No obstante, la expresión “Comunión de los Santos” es adecuada, ya que la Tradición enseña que esta Jerarquía está formada por Grandes Seres y Santos de todos los credos y también por aquellos que no pertenecieron a grupos religiosos. Son todos los seres puros y elevados que nos han precedido en el camino de la evolución, los que integran la Jerarquía Planetaria, los auténticos pioneros en los mundos espirituales.
Los escritos de Helena Blavatsky y Arthur Sinnet, ambos teósofos, localizaban la morada de los Maestros integrantes de esta Fraternidad Blanca en un lugar que no precisaban, entre el Tibet y la India. Estos autores hacían referencia al Jefe de los mencionados Maestros con los nombres de Señor del Mundo de la Jerarquía de los Arhats de la Neblina de Fuego. En el primer tomo de La Doctrina Secreta, Blavatsky dice que este Gran Ser debía permanecer innominado. En el budismo, arhat o arahant es alguien que ha ganado el entendimiento profundo sobre la verdadera naturaleza de la existencia, que ha alcanzado el nirvana y en consecuencia, no volverá a nacer de nuevo. El budismo Theravāda considera el convertirse en arhat como la meta del progreso espiritual. El budismo Mahāyāna critica esta idea como egoísta y considera al Bodhisattva como alguien que se queda en el ciclo de renacimientos, para trabajar por el bien de otras personas. Esta divergencia de opinión es una de las diferencias fundamentales entre el Theravāda y el Mahāyāna. Contrariamente a las acusaciones del Mahayana, la doctrina del budismo Theravāda sostiene que los arahants también se preocupan por la iluminación de los demás y que surgen en el mundo para el bienestar de los otros seres. En el Bahujanahita Sutta leemos: “Además, monjes, he aquí que está el discípulo de aquel Maestro, un Arahant, cuyas contaminaciones han sido destruidas, que completó la vida santa, hizo lo que tenía que hacerse, echó la carga, alcanzó la meta, destruyó los grilletes de la existencia y se encuentra completamente liberado mediante el conocimiento final. Enseña el Dhamma que es agradable en el principio, agradable en el medio y agradable al final, con el correcto significado y expresiones, y proclama la vida santa en su realización y completa pureza. Esta es, monjes, la segunda [clase de] persona que aparece en el mundo para el bienestar de mucha gente, para la felicidad de mucha gente, por la compasión por el mundo, por el bien, bienestar de los devas y los seres humanos”.
En el marco del budismo, un deva es una deidad benévola. Se trata de diversos tipos de seres no humanos que comparten las características de ser más poderosos, vivir más tiempo y, en general, vivir mejor que el ser humano promedio. Otras palabras usadas en textos budistas para referirse a seres supernaturales similares son devatā (‘deidad’) y devaputra (‘hijo de deidades’). Desde una perspectiva humana, los deva comparten la característica de ser invisibles al ojo físico humano. La presencia de un deva se puede detectar por aquellos humanos que han abierto el ojo divino o divia chakṣus, un poder de percepción extrasensorial o abhijna por el cual uno puede ver o percibir seres de otros planos de la existencia. Sus voces también se pueden oír por aquellos que han cultivado un poder similar del oído. La mayoría de los deva también son capaces de construir formas ilusorias por las cuales se pueden manifestar a seres de mundos inferiores. Incluso los deva superiores e inferiores tienen que hacer esto para comunicarse entre sí. Los deva no requieren el mismo tipo de sustento que los humanos, pero los tipos inferiores si necesitan comer y beber. Los deva superiores brillan con su propia luz intrínseca. Los deva también son capaces de moverse grandes distancias rápidamente y volar por el aire. Sin embargo los deva inferiores logran esto a través de ayudas mágicas tales como una carroza voladora. Viven en el Reino de los Deva, uno de los Seis Reinos de Existencia por los cuales, según el budismo, deambula la conciencia, un nacimiento tras otro, en el ciclo conocido como samsara, ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación, o renacimiento en el budismo, en las tradiciones filosóficas de la India; hinduismo, budismo, jainismo, bön, sijismo, y también en otras como el gnosticismo, los Rosacruces y otras religiones filosóficas antiguas del mundo. La palabra deva suele traducirse como dios. Sin embargo, cabe señalar que los devas budistas, como los hinduistas, no son seres omniscientes ni todopoderosos, y ni siquiera son inmortales. Para los budistas, los devas son seres que habitan diferentes “cielos“, donde gozan de múltiples placeres en recompensa a sus buenas acciones anteriores, ya que aún no han superado los niveles kármicos y están sujetos a nuevos renacimientos. Los «cielos» donde residen los devas se suelen subdividir en cielos superiores e inferiores. Los cielos superiores se remiten a los planos rupa (‘con forma [material]’) y arupa (‘sin forma [material]’). Los cielos inferiores se encuentran, al igual que las otras cinco formas de existencia, incluidos los humanos y animales, en el kama avachara. La esperanza de vida de un deva es de un mínimo de nueve millones de años, alcanzando los más longevos duraciones prácticamente inconcebibles desde la perspectiva humana.
Para describir lapsos tan largos, los budistas recurren a una unidad de tiempo denominada kalpa, término sánscrito que significa Eón o largo período y es utilizado principalmente en cosmología budista e hindú. En el hinduismo, un kalpa equivale a 4.320 millones de años; un único día de Brahma, o mil maha-yugas, miden la duración del mundo. Hoy en día, la ciencia estima la edad del universo en unos 13.800 millones de años. Cada kalpa se divide en 14 manvantara y cada manvantara tiene una duración de 306.720.000 años. Dos kalpas constituyen un día y una noche de Brahma. Un mes de Brahma contienen 30 de estos días, incluyendo noches, que equivalen a 259.200 millones de años. De acuerdo al Mahábharata, 12 meses de Brahma constituyen uno de sus años y 100 de esos años, el ciclo de vida del universo. Supone que han transcurrido ya 50 años de Brahmā y estamos ahora en el kalpa shvetavaraha, que es el número 51. Al final de un kalpa, el mundo desaparece. En el budismo existen cuatro tipos diferentes de kalpas: El kalpa de uso más común dura unos 16 millones de años. Un kalpa de corta duración mide unos 1.000 kalpa comunes o 16.000 millones de años. Un kalpa de tamaño medio dura unos 320.000 millones de años, equivalente a unos 20 kalpas cortos. Un gran kalpa dura unos 4 kalpas de tamaño medio, unos 1,28 billones de años. En una ocasión, varios monjes quisieron saber cuántos kalpas habían transcurrido hasta la fecha. Buda les dio una analogía sorprendente: “Si cuentas el número total de granos de arena de las profundidades del río Ganges, desde donde comienza hasta donde desemboca en el mar, incluso ese número será menor que el número de kalpas que ya han transcurrido“. En la Doctrina Secreta leemos: “El es el Iniciador Único, llamado también el Gran Sacrificado. Pues sentado en el umbral de la Luz de cuya naturaleza participa, Él mira en ella desde dentro del círculo de la oscuridad que Él no cruzará, abandonando Su puesto, hasta el último día de este ciclo de vida. ¿Por qué permanece el Solitario Vigilante en el puesto que escogió Él mismo?, ¿por qué se sienta junto a la fuente de la Sabiduría Original de la cual ya no bebe puesto que El ya no tiene nada que aprender que no sepa ni en esta tierra ni en su cielo? Debido a que los solitarios peregrinos de pies adoloridos en su camino de retorno al Hogar nunca están seguros hasta el último momento de no perder la dirección en este desierto ilimitado de ilusión y de materia llamado vida terrestre. Porque El, que es un exilado voluntario, desea indicar el camino a esa región de libertad y luz a cada prisionero que ha logrado librarse de las ligaduras de la carne y de la ilusión. Porque, en suma, Él se sacrifica por amor a la humanidad aún cuando sólo unos pocos escogidos puedan obtener provecho de este Gran Sacrificio“.
El Gran Sacrificado al que hacía referencia Helena Blavatsky es el Dios de la Tierra, el Anima Mundi, a quién los Iniciados se refieren con el nombre de Sri Bhagavan Narayana – Melquisedec en su aspecto de Protector del Mundo (Maha-Vishnú). Narayana significa literalmente “El que anda sobre las aguas“. En el Cosmos hay millones de Narayanas, cada uno de los cuales es un “amsa“, o parte del Parabrahman, el Dios Altísimo y Unico. La Tradición Iniciática hindú refiere que el Narayana de la Tierra llegó a este mundo hace más de dieciocho millones de años en calidad de avatar del Maha-Vishnú. En el marco de la mitología hindú, Maha-Vishnú es el primero de los púrusha-avatares de Vishnú en los majat tatuá (los universos materiales). A los pies de este Vishnú acostado se encuentra la diosa Lakshmī, adecuada a su tamaño. Los vaisnavas creen que Vishnú tiene distintas formas (rupa), cada una de las cuales tiene un rol diferente en el mantenimiento del universo y de sus habitantes. Básicamente hay tres formas (o aspectos). Uno de ellos es el Karanodaka-shai Vishnú, más conocido como Mahā Vishnú. Existe un solo Mahā Vishnú, y está acostado en un rincón de Vaikunthá (el mundo espiritual) sobre un océano de causa material. De su inmenso cuerpo emana cada universo material. La existencia de estos tres Vishnús aparece por primera vez en el Satuata-tantra. De los poros de Mahā Vishnú emanan muchísimos universos, como semillas. La suma de toda esa materia preparada para formar los universos materiales está personificada como Majá Maia. Él solo la mira y como púrusha (‘disfrutador’) la «impregna» (embaraza) con su mirada, con todas las almas dormidas que esperan entrar en el ciclo de incontables nacimientos y muertes. En esa joya de la literatura espiritual que es el Sanatana Dharma Dipika (“Luz sobre la Ley Eterna“), el Bienaventurado Señor Narayana dice de sí mismo: “Yo soy un amsa de Brahman, radiante con Su Luz, que ha descendido de Vishnu a Badari-Vana para la salvación del mundo“. Tal como hemos dicho, Badari-Vana es la extensa región secreta en los Himalayas donde tiene su morada la denominada Fraternidad Blanca. A Sri Bhagavan Narayana, de acuerdo a la Tradición, se le designa también con los Nombres de Sanat-Kumara (“el eterno muchacho“) cuando actúa en su aspecto de Maha-Brahma, mientras que se le conoce como Dakshinamurti en su aspecto de Maha-Shiva. Al respecto, en el texto hindú Suta Samhita Sloka leemos: “Se encuentran sentados al pie del árbol banyan los discípulos y el Gurú. Los primeros evidencian larguísimos años y este último se muestra como un muchacho. El Gurú, ¡oh portentoso milagro! enseña por medio del silencio y las dudas de los discípulos se desvanecen“. Este párrafo se refiere al Señor Narayana en su aspecto de Sanat Kumara, eternamente joven, impartiendo sus enseñanzas a los Grandes Seres que tienen el excelso privilegio de recibirlas directamente de Él mismo.
Los detalles con respecto a la Tradición Sagrada y Primordial están reservados exclusivamente a los Iniciados. La verdadera Tradición Esotérica hay que buscarla en fuentes serias. Pero es imprescindible señalar que todas las grandes Encarnaciones Divinas que el mundo venera son Avatares o Encarnaciones del Dios de la Tierra, del mismo Señor Narayana. Es a Sri Bhagavan Narayana, o sea a Melquisedec, a quiénes los humanos veneramos, normalmente sin saberlo, en figuras como Rama, Krishna, Orfeo, Enoch, Hermes, Kapila, Chaitanya, Gobila, Shankara, Jesús, llamado el Cristo, y tantos otros Grandes Seres que dieron al mundo enseñanzas acordes al lugar, tiempo y circunstancias, para conducir a todos los seres a la verdadera y eterna felicidad. En la región de Badari-Vana existen cinco localidades secretas y multitud de ashrams (monasterios) donde se agrupan los Maestros de la Jerarquía. En Badari del Norte, o Uttara Badari, se hallan las localidades de Brahmala y Sankhala. En Visala Badari, situada hacia el oeste, se halla la localidad de Pamala. En Dakshina Badari, hacia el sur, se hallan Shamballah y Kalapa. Pero estos lugares son totalmente inaccesibles para las personas que no hayan sido autorizadas por los Maestros para visitar tales lugares sagrados. Si aceptamos las Revelaciones a nivel histórico es menester concluir que no son necesariamente cosa del pasado y que pueden de nuevo acontecer ahora o en el futuro. Dios puede manifestarse a los hombres según convenga. Tras los Upanishads, la Biblia y el Corán, hubo otros autores que nos dejaron textos a los que podemos considerar también como Revelados. La monja alemana Anna Catherina Emmerich, famosa por sus visiones, nos ha legado una obra inmensa describiendo tales visiones. En ella nos habla de Melquisedec y de la Salem, la Jerusalem Celestial, tal como señala Guénon. Anna Catherina Emmerich dice explícitamente: “Melquisedec aparece ante mí como un joven de veinticinco años. Se me aparece en distintas épocas pero jamás tiene más edad“. Luego añade que su figura se le aparecía como con alas, no porque las tuviera sino para indicarle que era un Ser venido de lo alto, superior a los hombres. Jakob Lorber, un modesto músico de la ciudad austriaca de Graz, a partir del 15 de marzo de 1840 tuvo grandes experiencias espirituales. Según sus palabras, Dios mismo, desde su corazón, le obligó a escribir al dictado. Esta misión duró veinticuatro años, durante los cuales escribió unas diez mil páginas. Su inspiración y su Nueva Revelación habían sido predichas, según se afirma, por el famoso Emanuel Swedenborg en carta al Pastor Oetinger.
Emanuel Swedenborg (1688 – 1772) fue un científico, teólogo, filósofo y místico sueco. Mejor conocido por su libro sobre el más allá, De caelo et ejus mirabilibus et de inferno, ex auditis et visis. Su búsqueda insaciable de la sede del alma le hizo relacionarse con hombres famosos de su tiempo, tales como Newton, Leibniz y otros miembros de la Royal Society, así como las universidades de Oxford y Cambridge. Viajó por toda Europa patrocinado por el rey Carlos XII y el duque de Brunswick, con el fin de estudiar e imprimir los frutos de sus investigaciones. Si ya en vida influyó en grandes reyes, destacados científicos y filósofos, como Newton, Kant, Voltaire, es después de su muerte, y en consecuencia, al conocimiento que nació sobre las bases de su pensamiento, cuando se notó su influencia en las esferas religiosas masónicas y terapéuticas. Los escritos de Emanuel Swedenborg inspiraron a grandes músicos, escritores y psicólogos en sus obras. Entre ellos se citará a los más conocidos, tales como Goethe, William Blake, Helen Keller, Gérard de Nerval, Thomas Carlyle, Isaac Pitman, Johnny Appleseed, Balzac, Wagner, Oberlin, Berlioz, Ralph Waldo Emerson, Baudelaire, Paul Valéry, Henry James, Eliphas Lévi, Hahnemann. En lengua castellana su difusor más importante fue Jorge Luis Borges, que escribió varias conferencias sobre el místico sueco. Carl Gustav Jung dibujó la inspiración de su «psicología de las profundidades» en los Misterios Celestiales, que influye por sus estudios en toda la psicología moderna. Algunos se sirvieron de los escritos de Swedenborg, y le achacan que solamente tenía como finalidad el espiritismo; mientras que Swedenborg sólo practicaba el espiritismo para convencer, y no sin reticencias, conociendo bien los peligros de tales prácticas. Así, estos grupos lanzaron un descrédito importante sobre Swedenborg y sus escritos, mezclándolo con sus prácticas sectarias. Otros aún se sirvieron de él sin referirlo directamente, pero para crear su propio movimiento religioso, su propia iglesia y utilizando su teología de una manera personal. Entre ellos se podrá citar el cientifismo, la teosofía, la antroposofía.
Durante la conferencia que Jorge Luis Borges impartió en la Universidad de Belgrano el 16 de junio de 1978, el escritor relató someramente las vicisitudes de la obra y la vida del místico sueco. Así, explica cómo sucedió el cambio de perspectiva que a los 56 años lo arrebató del estudio de la ciencia y lo condujo a la teología y el esoterismo. El cambio de perspectiva supuso un cambio de estilo también, del barroquismo a una árida prosa que buscaba la exactitud de la descripción. Dichos cambios se deben a una serie de supuestas revelaciones en las que Jesucristo se presentó en la casa londinense de Swedenborg para requerir de él una misión: reconducir la religión y la interpretación de las escrituras cristianas. Con los poderes de un Fausto para visitar cielo e infierno, pero evitando el pacto diabólico, Swedenborg recibió permiso para contarle a la humanidad los secretos de la vida después de la muerte. El encuentro se habría producido de la siguiente manera: Swedenborg se hallaba mirando por la ventana cuando vio llegar a un hombre por su calle hacia él llegando a sentir una empatía instantánea. Para su sorpresa, aquel hombre se dirigió a su puerta y llamó. Al abrir, Swedenborg sintió una confianza absoluta, una necesidad de entrega hacia ese individuo, que se presentó a sí mismo como Jesucristo. Tomando agradablemente un té con él, éste le reveló su preocupación por el rumbo de la Iglesia y le anunció que él era el indicado para explicar al mundo el camino correcto. Borges arguye que muchos místicos pueden pasar por locos, pero el caso de Swedenborg es especial, tanto por su enorme capacidad intelectual, como por el tremendo prestigio científico del que gozaba como por el radical viraje que supuso en su vida y obra. Destaca también como prueba de verosimilitud de estos escritos la sencilla facilidad de su prosa, enfrentada a la tradicional exaltación mística y a su misma prosa anterior, densa y abstrusa, como a la enorme originalidad de sus planteamientos, los cuales han sido fundamentales en la conformación del concepto de cielo moderno. Jakob Lorber (1800 – 1864) fue un profesor nacido en un pequeño pueblo de Eslovenia, entonces parte de Austria, llamado Kaniža. A los 40 años empezó a escribir lo que la voz interior le dictaba durante 24 años. El resultado fueron más de 30 libros conocidos como la Nueva Revelación.
El contenido de sus escritos explican diferentes campos del conocimiento humano en donde no se concilia la ciencia con la espiritualidad. El contenido es un mensaje universal para la humanidad y busca revelar un conocimiento ancestral que se ha perdido con el correr de los tiempos. Si bien esta revelación no es la única, sí habría sido dada directamente por Dios. El mensaje central consiste en que todo hombre tiene la posibilidad de alcanzar la perfección. Ésta no consiste en tener un inmenso poder, o inmensa sabiduría, sino en convertirse en un ser completamente amoroso como lo es Dios mismo. El camino se llama la filiación divina, es decir, convertirnos en verdaderos hijos de Dios a través del Renacimiento espiritual. Unido al mensaje central hay una serie de revelaciones de gran utilidad para todo ser humano. Temas sobre la creación de los espíritus como la del universo. Explicaciones sobre la Tierra, la Luna, los planetas, las estrellas, en general, sobre el cosmos material, como el espiritual. También detalles sobre nuestra naturaleza terrestre como de los habitantes de la parte invisible de la Tierra. El Señor revela también sobre Sí Mismo y sobre su encarnación sobre la Tierra. Revela su nacimiento, infancia y juventud, así como sus tres años de enseñanza pública. El mensaje completo puede ser resumido en diez temas: La base material del universo; la esencia de Dios; la Creación espiritual; la Creación material; el porqué de la vida natural; el hombre es la meta de este desarrollo; la esencia del Señor; el camino al renacimiento espiritual; el desarrollo en el Más Allá; la vida en el Cielo. Mucho es lo que podemos considerar importante en la obra de Lorber, pero podemos destacar lo siguiente en el Libro de la Infancia de Jesús: “El Rey de Salem fue el Señor mismo pero, a excepción de Abraham, nadie debía saberlo…. Jesús dijo a los escribas:¿Quién era Melquisedec, el único Gran Sacrificado, el Rey de Salem? ¿Qué ha sido de sus Enseñanzas y Leyes de Sabiduría dadas para todos los hombres?… Jesús dijo: En cuanto al Rey de Salem, él estaba allí desde antes de los tiempos, antes de todas las criaturas y bien antes que Noé…. Y apareció en el cielo una escritura luminosa que decía: el único padre verdadero de sus hijos en el cielo y en la tierra“. Podríamos citar muchos más párrafos dada la gran cantidad de puntos importantes que contienen tanto las obras de Anna Catherina Emmerich como las de Jakob Lorber.
Fuentes:
- Dr. Carlos Raitzin – El Enigma De Melquisedec
- René Guénon – El rey del mundo
- René Guénon – El reino de la cantidad y los signos de los tiempos
- René Guénon – El despertar de la tradición occidental
- René Guénon – Estudios sobre el hinduismo
- René Guénon – Oriente y Occidente
- René Guénon – Sobre kabala y judaismo
- H.P. Blavatsky – La Doctrina Secreta
- H.P. Blavatsky – Isis sin velo
- Saint-Yves d’Alveydre – Mission de l’Inde
- Louis Jacolliot – Los hijos de Dios
- Louis Jacolliot – El espiritismo en el mundo
- Nicolás Roerich – Corazón de Asia
- Ferdynand Ossendowski – Bestias, Hombres y Dioses
- Elpizein, H.T. – Manuscritos de Nag Hammadi – Textos custodios del Cristianismo primitivo olvidado
- Dietrich von Hildebrand – Melquisedec y la Alianza Cósmica
- Hall Manly – Melquisedec y el misterio del fuego
- Emanuel Swedenborg – La nueva Jerusalén y su doctrina celestial,
- Jakob Lorber – Nueva Revelación
- Ana Catalina Emmerich – Visiones y Revelaciones de la beata Ana Catalina Emmerich
- La Biblia
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