Hablar del Karma y de la ley de Causa y Efecto (otro principio hermético), en lo que a nuestro orden personal se refiere, es una cosa, hablar de un sistema de relaciones kármicas que van de lo individual a lo cósmico, es otra. No obstante, para una mayor clarificación de este tema, tendremos que atenernos a esto último pues la raíz del Karma no está en lo individual, en lo particular que nos atañe en el presente ciclo de vida, sino que hay que buscarlo más allá de las orillas o fronteras de nuestro universo.
Existe una relación perenne entre la pequeña vida de un ser humano, condicionado por las leyes del espacio y del tiempo y la Vida esplendente e indescriptiblemente magnífica que crea, condiciona y rige un sistema Solar. Las relaciones de esta Vida Solar, con las Grandes Vidas de otros sistemas solares y cósmicos, deben ser estudiados con mucha atención, pues nos darán la clave de nuestro pequeño esquema personal, familiar y social, condicionado por un particular sistema de relaciones.
En la augusta paz del Ashrama y con la visión lejana que facilita el contacto con un elevado Ser cuya consciencia gravita más en lo universal que en lo humano, hemos tenido oportunidad de comprobar algunas de las relaciones que en forma de conjunciones magnéticas, establece el Señor del Mundo con los augustos Señores de otros mundos de nuestro Sistema. Estas conjunciones llevadas al más allá trascendente de nuestras más elevadas concepciones, nos dieron siempre la idea y el convencimiento de la existencia perpetua de una Hermandad Cósmica de la que participan grupos de Logos, constituyendo familias y un ilimitado campo de relaciones, dentro y más allá de nuestro Sistema Solar.
La mente se me ha perdido, particularmente hablando, cuando impulsado por la ley de analogía universal he intentado profundizar algo más en la ley de Karma, tomando como punto de partida mi relación con el Maestro y el Ashrama y siguiendo adelante tratando de establecer anteriores y futuras relaciones, desde el centro de mi vida espiritual y extendiéndola hasta trascender el limitado campo de percepciones impuesto en mi mente, corazón y ánimo, por el círculo-no-se-pasa, de mis capacidades actuales de percepción.
Y el resultado ha sido siempre el retorno a mí mismo con una sola convicción: Mi Yo superior está kármicamente enlazado a mi yo inferior o personal, por ciertas leyes definidas que utilizan el tiempo como meros puntos de referencia y contacto, pero que se extienden en ondas espirales concéntricas hasta el propio Corazón de Dios. Sólo al llegar a este punto, descansa la inquietud angustiosa de mi yo que busca y es consciente de una fraternidad más allá de las fronteras de mí mismo. Y entonces empiezo a comprender y amar más a todos cuantos me rodean y hacerles partícipes de mi hallazgo. Bien mirado, una comprobación del yo, más allá del yo, de una experiencia tan interesante y ofrece tanta paz y seguridad, que bien vale la pena compartirla con los demás.
- La singularidad del Karma
El estudio de las leyes soberanas del Karma empezó poco después de nuestra experiencia en el Devachán. El Maestro nos dijo “que si bien todo estaba indisolublemente relacionado: hombres, planetas y las más lejanas estrellas, el hecho de participar como grupo en un estudio jerárquico de las leyes de la vida, nos daría la oportunidad de resolver de una vez para siempre la terrible incógnita de nuestra existencia: quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos”. Pues -nos decía-, “sólo cuando la mente halle dentro de su propio destino investigador, algo tan grande que le libere de ulteriores inquietudes, es cuando empieza la verdadera investigación interna”.
“Por ello -seguía diciendo-, fuisteis testigos de la labor que realiza el mundo dévico en relación con el reino humano, cuando visteis y comprobasteis experimentalmente la relación kármica de ambos mundos o corrientes evolutivas que hacen posible que las energías de los mundos internos y las fuerzas que operan en los mundos externos, hallen un adecuado cauce de expresión dentro de la existencia. El hecho mismo de que reconozcáis y que apliquéis la ley de analogía, es un hecho kármico de la más elevada trascendencia. Por la sola acción de reconocerla y aplicarla, tenéis derecho a un lugar en el Ashrama y a una constante sucesión de conocimientos superiores dentro de vuestra conciencia. Reconoced, si no, lo mucho que ha cambiado vuestra vida y las situaciones que se crean en vosotros y a vuestro alrededor desde que ingresasteis en el mismo.
El hecho que me reconozcáis como centro del Ashrama y como vuestro mentor espiritual, es una prueba de la relación kármica, forjada, mantenida y expresada sin desviaciones a través de las edades. Cada uno de vosotros sabe internamente cuándo, dónde y cómo dentro de las infinitas oquedades del tiempo y de las inescrutables profundidades del espacio, empezó esta relación kármica que nos mantiene juntos aquí y ahora participando algo más conscientemente que la mayoría de los seres humanos del destino, gloria y Vida del Bienaventurado Ser que utiliza el planeta tierra como Cuerpo de expresión”.
Yo, personalmente, recuerdo fragmentos de esta historia del pasado que la “memoria” de Dios trae a nuestro recuerdo, a través de la luz astral que se filtra del archivo akáshico de la Naturaleza, de cómo y cuándo establecí contacto por primera vez con mi Maestro. Se asombrarían ustedes si les hablara de los enormes ciclos de tiempo transcurridos desde entonces. Pero si me atengo a mis propias percepciones actuales, aunque operando en el seno del pasado, podría hablarles de razas extinguidas y de civilizaciones perdidas o enterradas bajo el polvo de los siglos, aún antes de Lemuria y Atlántida, hasta llevarles a cierto punto cíclico, pero siempre en presente para mí, en que ESTABLECÍ contacto por primera vez con mi Maestro.
En las primeras etapas de la humanidad “los que serían hombres más adelante y los devas” vivían en fraternal armonía. Fue precisamente aquí en este punto y en cualquier remoto lugar del planeta donde a través de los registros akáshicos y fundida mi conciencia con la de mi Maestro, fui consciente de mi relación Kármica con ÉL. El día que tuve tal experiencia de contacto con los hechos de este pasado que trasciende los límites impuestos a la conciencia por el espacio y el tiempo, me di cuenta del valor del término Karma. El Karma trasciende el tiempo de nuestra conciencia aunque lo condiciona dentro de sus inteligentes leyes de relación, pero utilizando un género de percepción especial de indescriptible sutilidad, el más remoto pasado adquiere para uno caracteres de ACTUALIDAD. En tal tipo de percepción, recordar es vivir de nuevo un hecho con toda la intensidad que fue vivido en el momento mismo de producirse. Por ello puedo hablarles del pasado con tanta seguridad como les hablo del presente.
Esta es una de las singularidades del Karma.
- Karma y perfección
Esto que vengo diciendo no tendría en realidad valor alguno, por tratarse de una experiencia muy particular que atañe mayormente a las relaciones kármicas de mi yo personal con mi Ángel Solar y en última instancia con mi Maestro, en el Ashrama; pero sí lo tendrá, si analizando esta experiencia como dato de referencia se dan cuenta ustedes, de que el Karma es una expresión de la necesidad del propio Dios de manifestar la intensidad infinita de su Vida espiritual, a través de nuestro universo, y a través de éste con otros Universos o Sistemas Solares. Pues Karma es ante todo relación. Se inicia desde el mismo momento en que existe necesidad de expresión. Un Universo es siempre hijo de la Necesidad. Expresión de esta Necesidad es, desde otro ángulo de vista, auto reconocimiento y punto de partida de la Gran meditación cósmica que crea estrellas, galaxias, sistemas solares, planetas, hombres y átomos.
Pues, el Universo, tal como lo entendemos, es decir, como un conjunto formado por un Sol central y un grupo de planetas oscilantes, nos habla de la fricción constante entre una vida central y un cuerpo de relaciones, dentro y fuera del entero Sistema de Expresión. Esta fricción engendra una especie particular de energía cósmica -del cual la electricidad tal como la conocemos, es una débil expresión- que permite la estabilidad y permanencia de cualquier cuerpo Universal de expresión con todo su contenido dentro de un impulso infinito, de constante y permanente perfección de todas las cosas creadas. Es esta estabilidad y permanencia de un Universo y en el Impulso de Perfección eterna, que subyace la raíz o fuente del Karma.
Vienen después los Señores del Karma, Registradores y Contenedores del indescriptible Archivo de los Hechos que se producen dentro y fuera del ámbito planetario que regulan, dirigen y llevan a su máximo y total cumplimiento todas las acciones y reacciones, todos los impulsos eléctricos y todas las fricciones que se producen y realizan en el interior de la vasta esfera del Universo, con sus planos de evolución, las infinitas Vidas condicionantes, y distintas evoluciones, reinos, razas, y humanidades… a un implacable destino de perfección.
La perfección de todo lo existente “dentro y fuera del universo” es el destino final del Karma. El bien y el mal que se producen, como causa y como efecto de fricciones, adoptan para el esoterista un término clave: “energía”, la potencialidad de un propósito divino espiritual venciendo la resistencia de la sustancia material que le sirve de vehículo, llevándola progresivamente al estado de pureza virginal. Pues, tal como se nos dice en los textos sagrados de los libros de consulta de los Iniciados de la Jerarquía, “...el Universo viene teñido de Karma, desde un proceso anterior, en el que la Entidad que le dio vida, realizó “una de sus vastísimas experiencias de contacto”.
Así pues, ustedes serán conscientes de que las encarnaciones o ciclos de vida de los seres humanos en busca de la perfección, tienen su analogía superior en la Vida de los Grandes Seres Solares y Cósmicos que llenan de mundos los espacios siderales. En grandeza imposible de describir, pero siguiendo idéntico Impulso de Perfección, o sea, de llevar la materia a un estado virginal en que no se distinga de la Pureza del Espíritu que la engendró se halla implícito el misterio del Karma, y de todas las relaciones que produce y suscita esta Ley, por doquier y en todos los seres.
Permítanme, pues, repetir que Karma es relación o vinculación de Vida y Forma, de Espíritu y Materia, de Energía y Fuerza, de Alma y Personalidad... El dolor que produce la fricción o relación, queda compensado en cada ciclo de vida, o en cada nueva encarnación, por el infinito placer y el gozo supremo de la vinculación. De ahí que la vida de todo ser es de alegría o de tristeza, de gozo o de inquietud, de placer o de dolor, dependiendo estos estados, de las etapas específicas en que predomine la relación en forma de dolor o de fricción o del gozo producido por vinculación e identificación del aspecto material cada vez más sensible con el aspecto espiritual cada vez más incluyente.
Partiendo de aquí, tendrán quizás ustedes una idea más clara de lo que representa implícitamente el Karma como ley, en su doble vertiente de dolor y gozo, simbolizados estos dos estados en un ciclo de existencia o encarnación y en otro de descanso en el Devachán, en el que se realizan los grandes sueños de la personalidad humana, que simbolizan, en tal estado, el permanente anhelo o SUEÑO de la materia, de identificarse con el Espíritu que la engendró.
Este trabajo tendrán que analizarlo quizás varias veces, antes de entresacarle sus profundos significados universales y adquirir aquella visión que debe elevar las mentes y corazones a considerar el Karma como una oportunidad cíclica de vida, conducente al gozo supremo y no como un castigo de determinadas actitudes adoptadas durante el proceso de la existencia.
Hay que tener en cuenta que: “...Karma no es premio ni castigo, sino una oportunidad renovada de vida”.
- Otras consideraciones esotéricas respecto al Karma
Si han seguido atentamente el hilo de mis ideas, serán conscientes de que el enigma del Universo se halla implícito en la actividad de aquellas misteriosas Entidades Cósmicas que llamamos los Señores del Karma. La liberación del Karma humano se realiza en el momento en que el hombre penetra conscientemente en el plano búdico después de la desintegración de su cuerpo causal. Pero, esta intensidad de vida que llamamos liberación y que consideramos desde un ángulo meramente analítico, y para la mayoría muy hipotético, conduce a un estado de conciencia, en que el hombre se da cuenta de su vinculación con la fuente kármica de la Vida y que su misión desde este momento ha de tener una expresión singularmente ideal: colaborar conscientemente en el destino kármico de la humanidad, por identificación con el proceso liberador del principio mental emanado de los Señores del Karma.
El Karma es ante todo “necesidad de manifestación”, es decir, “necesidad de un proceso activo de purificación a través de los distintos tamices de la materia”. Esta necesidad de “manifestación”, abarca el entero sistema del cosmos y más allá del mismo, teniendo presente constantemente que allí donde existe “objetividad” o manifestación, allí está actuando la ley del Karma. Ello podrá parecer como una limitación de las augustas facultades de las Grandes Entidades de nuestro Sistema Solar y allende el mismo que llenan con su vida esplendente y misteriosa, las augustas oquedades del eterno e infinito espacio. Pero, por otra parte, no hay que olvidar que el Universo objetivo tiene por finalidad reflejar la Gloria Pura de Dios, una necesidad de autoexpresarse o autorreconocerse en un aspecto inferior, como ocurre cuando nos contemplamos en un espejo.
Lo que hay en la imagen del espejo es irreal, un reflejo, una distorsión de la realidad, desde el punto de vista puramente analítico, pero si tenemos en cuenta que sólo el reflejo de nuestra imagen, puede hacernos conscientes de aquello que permanece todavía MACULADO, nos daremos cuenta de la necesidad objetiva del reflejo y de la actividad consecuente del deseo de liberación de toda la entidad consciente y de la actividad que nace de este reconocimiento interno, que llamamos la acción del Karma.
Karma es pues una necesidad que abarca todos los planos del Sistema y empieza a ser objetiva, en forma de propósito, en el plano mental que es donde se fragua todo sistema de relación kármica y en donde se inicia la misteriosa actividad de los factores dévicos en sus infinitas jerarquías y gradaciones.
Los Señores del Karma y los cuatro Grandes Señores de la Llama o Grandes Kumaras que canalizan el Karma cósmico, trabajan con los hijos de los hombres en los tres mundos por medio del principio mental y a través de la evolución dévica. Así se va produciendo el necesario reajuste que debe convertir al ser humano en un factor realmente consciente en el gran drama de la evolución planetaria, para poder contribuir con su inteligente esfuerzo a la actividad liberadora que a través de la ley del Karma se va realizando en el Universo.
Cuando hablo por ejemplo de los factores dévicos que van implícitos en el gran misterio de la electricidad, mi intención no es otra que tratar de clarificar la mente en el sentido de las grandes verdades que podrían ser reveladas a través del estudio del mundo de los devas y de la participación de los mismos, en sus distintas jerarquías, al desarrollo del gran karma de resolución de la Vida de los grandes Seres que vitalizan a los planetas del Sistema Solar en donde vivimos, nos movemos y tenemos el Ser, del propio Sol central y de todos aquellos sistemas relacionados con el nuestro, dentro del Gran Misterio de la Fraternidad Cósmica.
Puede parecer extraña o muy nebulosa esta descripción, pero deben ustedes tener presente una cosa muy importante al estudiar esotéricamente cuánto ocurre en el universo y a nuestro alrededor, y muy especialmente al tratar de estudiar las leyes del Karma y la acción de los Señores del Karma en lo que respecta a nuestra vida particular, y es que a través de la analogía hermética -clave de todo posible conocimiento y enlace entre lo conocido y lo desconocido- hay que considerar que un universo es realmente una familia, con un padre central, el Sol, y una madre, los éteres de sustancia eléctrica, que en su íntima unión de amor o de conjunción magnética, dan vida a unos hijos, los planetas, constituyendo así la representación universal de todo cuanto se refleja después en el mundo manifestado de los hombres, el reino humano. Al hablar de Karma y de Aquellas Gloriosas Entidades que lo dirigen sabiamente, debemos tener en cuenta los siguientes factores en orden a relaciones y vinculaciones:
1. La relación del alma superior humana o Ángel Solar, con un Logos planetario.
2. La relación de la personalidad humana con aquella gran Personalidad que llamamos Sanat Kumara.
3. La relación del cuerpo humano con sus distintos sistemas condicionantes, el nervioso, el circulatorio y el vegetativo, sus centros etéricos y glándulas endocrinas, con los distintos centros planetarios, por medio de los cuales, Sanat Kumara, distribuye y ordena el Plan infinito del Logos planetario y se ajusta voluntariamente a la ley de Karma.
Karma, pues, representa la posibilidad infinita de redención de la Vida por medio de la Sustancia, es decir, de la Vida a través de la forma, y si queremos profundizar algo más en el misterio del Karma y de la actividad de los Grandes Señores que lo dirigen, sólo hay que elevar el razonamiento de lo particular a lo universal, que es la regla a que se ajusta el esoterista y el verdadero discípulo, y ver el universo, en donde se realiza la total evolución de la Entidad Solar, desde el punto de vista de lo que es realmente particular, es decir, desde sí mismo, y ampliar su pequeña vida hasta el área de lo Cósmico.
Veremos así un sinnúmero de factores que nos ilustrarán acerca del orden cósmico en que se desenvuelve todo cuanto existe, desde el Sol físico hasta el propio corazón, desde la Voluntad de Dios hasta nuestra pequeña voluntad y desde el infinito sistema de circulación de la energía universal hasta su microcósmica asimilación de estas desconocidas corrientes de vida dentro de su humilde, pero perfecto sistema de circulación sanguínea, de respiración, de las energías emocionales y del pensamiento.
Pues, aplicar la ley de analogía, es empezar a comprender a Dios. Cuando el gran Hermes decía que “igual es arriba que abajo, igual es abajo que arriba”, nos daba para siempre la clave de la ordenación esotérica de la vida, o sea, nos permitía establecer un enlace directo entre la verdad y el buscador, entre el realizador y la obra, entre el constructor y el Universo, entre Dios y el hombre.
Al hablar pues, de nuestro Karma personal o familiar, con su complejo sistema de relaciones sociales, debemos tener en cuenta también la vinculación logoica, el grupo de familias logoicas, las relaciones de simpatía infinita entre distintos grupos de Logos para llegar así a ser más conscientes de la Ley del Karma, que hasta aquí ha venido siendo únicamente mostrada dentro de su dimensión humana.
Las vinculaciones de nuestro planeta con los demás planetas del Sistema Solar, y las de nuestro Logos Solar con las Constelaciones de la Osa Mayor y de las Pléyades, así como la misteriosa relación con Sirio y otras Constelaciones más poderosas y lejanas todavía a que refieren los tratados esotéricos, nos hablan asimismo, de una Ley de atracción “familiar” que agrupa a Constelaciones Cósmicas y Sistemas Solares, como nosotros vivimos agrupados en familias y en relaciones particulares, desde el punto de vista social.
Todo es lo mismo. El orden en que viene estructurado todo y las necesidades esenciales dentro de este orden son idénticas, solamente varía el grado de expresión, su infinita magnificencia cuando nos referimos a Entidades Cósmicas. Únicamente es apreciable dentro de la infinita oquedad de un espacio virgen o de éter radiante, la amplitud del “círculo-no-se-pasa”, que lo condiciona todo, desde la humilde radiación de un átomo de materia física densa, hasta la del más esplendente Sol...
EL HOMBRE Y EL KARMA
V.B.Anglada
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