A pesar de ser un tema común y recurrente, la iconografía empleada por los artistas en estas Vanitas resulta en muchos casos más sugerente y enigmática que en otras obras más “convencionales”. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con una pintura conservada en el Museo de Bellas Artes de la ciudad de Lille, en la región francesa de Pas-de-Calais.
La obra, un óleo sobre tabla realizada por el flamenco Jan Sanders van Hemessen en torno a los años 1535-40, nos presenta la figura de un hermoso ángel que sostiene entre sus manos un espejo en el que se refleja el habitual cráneo –es un motivo recurrente en las Vanitas–, que aquí aparece rodeado por una tela con un motivo latino: Ecce Rapinam Rerum Omnium (La muerte saquea todas las cosas).
Hasta aquí nada fuera de lo común. Sin embargo, si nos fijamos en la figura del ángel, veremos algo realmente insólito: sus alas, en lugar de ser similares a las de un ave –como es habitual en la mayor parte de las representaciones angélicas–, son las de una mariposa.
Detalle del cráneo pintado en la obra | Crédito: Wikipedia.Esta iconografía resulta extraordinaria, pues es la única obra conocida en la que aparece un ángel con unos “apéndices” semejantes, y más aún dentro del contexto de una Vanitas. Pero, ¿por qué escogió Sanders van Hemessen una representación tan fuera de lo habitual?
Los lepidópteros (mariposas) tienen un ciclo de vida que sin duda resulta muy llamativo (y aún más para la mentalidad precientífica del siglo XVI): de larvas se convierten en orugas, y más tarde en crisálidas, para finalmente “renacer” como mariposas.
Semejante metamorfosis sin duda resultó una metáfora perfecta para el pintor flamenco, quien la aprovechó para su Vanitas como referencia a la inmortalidad del alma humana. Este detalle también es de por sí poco habitual, pues normalmente las Vanitas transmiten un mensaje crudo y poco tranquilizador: todos vamos a morir, y la muerte puede alcanzarnos en cualquier momento.
Que Sanders van Hemessen introdujese el motivo de las alas de mariposa en un contexto semejante sirvió para “relajar” en gran medida el pesimismo habitual que se suele percibir en estas obras, cuyo fin es en última instancia conseguir que el buen cristiano reflexione sobre sus actos en la vida terrenal, preparándose para el “premio” o el “castigo” que le espera después de la muerte.
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Un detalle que sin duda debió agradecer el encargante de la obra, cuya identidad se desconoce. Los historiadores que han estudiado la obra piensan que seguramente la tabla del museo de Lille estuvo en origen acompañada por otra que se situaría a la derecha, en la que debía aparecer retratado el patrón, cuyo rostro descarnado, representado como inquietante calavera, se refleja en el espejo que sostiene el ángel con alas de mariposa.
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