http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es
En
la anterior entrada del blog se informó acerca del nuevo libro de Emilio
Carrillo, titulado Dios, publicado por la Editorial Nous:
Anteriormente
ya se había insertado otra en la que se relacionan las charlas y encuentros que
Emilio mantendrá por toda España, a partir de septiembre, para compartir los
contenidos del texto:
Como
complemento a ambas y atendiendo a lo solicitado por numeros@s amig@s del blog,
se publica seguidamente la
Introducción
del libro, que ha sido realizada por Nagual, Chamán del linaje Anu-kui-ghano.
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Reencuentro en Wiñaymarca
Conozco a Emilio Carrillo hace mucho, mucho
tiempo. Tras un largo periplo vital sin coincidir, nos reencontramos pocos días
antes del solsticio de invierno de 2012, cuando aceptó la invitación a gozar
consciencialmente tal evento en compañía mía y de mi gente, una pequeña
comunidad enraizada étnicamente en el linaje Anu-kui-ghano y ubicada en los
aledaños de Wiñaymarca, la “Ciudad Eterna” del Lago Titicaca, en la frontera
entre Bolivia y Perú, de la que mi pueblo es “guardián” desde épocas
ancestrales.
Por ello, he sido testigo consciencial del Silencio interior que
Emilio mantuvo desde poco antes de aquellas fechas hasta finales de abril de
2013. Y cuando sintió de Corazón la conclusión del mismo, fluyó naturalmente
entre nosotros la conveniencia de que mantuviera una serie de conversaciones en
las que, a modo de sucesivas entrevistas realizadas en su domicilio en Sevilla
(España), volcara todo aquello que, tras casi cinco meses de quietud y
recogimiento, estimara oportuno compartir.
Así se fue configurando, sin urgencias
ni apremios y a caballo entre la primavera y el verano de 2013, el texto que
estas líneas introducen, que es fruto de tales diálogos, además de los que
sostuvo en paralelo con su amigo Deéelij. En todo caso, la labor del
entrevistador se ha circunscrito siempre a efectuar las preguntas pertinentes
para que Emilio se expresara. Y, vistos los resultados que se recogen en este
libro, se ha tratado de una experiencia francamente extraordinaria.
Para aquellos lectores que estén menos
familiarizados con la trayectoria de Emilio, aconsejo visitar tanto el que
fuera su blog (http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/) como la web El Cielo en la Tierra (http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces),
en la que su buena amiga Sol, desde Buenos Aires (Argentina), recopila
altruistamente la mayor parte de sus libros, transcripciones de conferencias y
vídeos y audios de sus charlas, talleres y películas-documentales.
Dios
En un principio, lo único que Emilio
tenía claro en su interior es que el eje de las conversaciones debía ser un
tema del que, así, sin más, sin anestesia ni edulcorantes, se suele hablar
poco: “Dios”.
Recuerdo lo que me confió: “Siento que el momento evolutivo de la Humanidad impulsa
naturalmente a que entremos de lleno en el meollo de la cuestión y dejemos de
hablar de otros asuntos conscienciales y espirituales que, aun siendo
relevantes, no hacen sino girar alrededor del núcleo principal. Y este núcleo
es Dios: lo que es, supone y representa; y sus implicaciones para el ser humano
y su vida práctica y cotidiana. Sé íntimamente que éste es el momento”.
A partir de ahí y con el diálogo
iniciado como excusa y motor, Emilio desarrolló la honda introspección -no
puede calificarse de otra manera- que se recopila en las dos entrevistas que
configuran los primeros capítulos del presente libro, titulados El Padre/Madre y La
Naturaleza de Dios,
que es la nuestra.
Lo que el lector encontrará en ellos es imposible de resumir y,
desde luego, no se corresponde con la visión de Dios “ortodoxa” o “religiosa”.
Quizás sólo quepa adelantar, siendo un tema sobre el que he indagado con
dedicación y por el que siempre he sentido entusiasmo (vocablo que, como Emilio
subraya, procede del griego y significa “Dios en mí”), que creo que en ningún
escrito u obra contemporánea se aborda la Divinidad, así como sus impactos concretos y
prácticos en nuestra vida, con la sapiencia, precisión, armonía, ternura y Amor
que aquí se despliegan.
¿Exagero?. Les animo a comprobarlo.
Hallarán los contenidos y repercusiones de la “tragedia del creyente”, la
“tragedia del incrédulo”, la “tragedia de las religiones” y “la insoportable
levedad del ego”; una potente aproximación a la “nueva” espiritualidad que
brota en la Humanidad;
y una atinadísima descripción del “Retorno al Hogar”, a la Divina Morada, anunciado por
los místicos de todas las épocas y corrientes espirituales y experienciado por
Emilio.
Lo que servirá para constatar que Dios es yo -cada uno, todos y
todo- y que yo soy Dios cuando ceso de ser “yo”. Y detallar las dos dimensiones
-la “subyacente” o Inmanifestada y la “superficial” o Manifestada- que conviven
e interactúan en la Unicidad
y Unidad de Dios, así como sus impactos y efectos tanto en nuestro proceso
evolutivo y consciencial como en nuestro día a día.
Por lo mismo, tendrán una ocasión única para conocerse mejor; para
aceptarse y saber, a su vez, lo que realmente son, recordando o
descubriendo su “verdadero ser” y
“naturaleza esencial”. Si abren el Corazón, “escuchan” las palabras que se
desparraman por los capítulos de la presente obra y éstas resuenan en su
interior, les aseguro que la vida, su vida, será otra, pues la Paz, el Amor y la comprensión
de las pautas de la Creación
habrán anclado en ella.
La idea de un Dios “exterior” y la búsqueda del bienestar:
origen y causa del sufrimiento
Tras los dos primeros capítulos, las
entrevistas que los siguen se desenvolvieron por derroteros no programados
inicialmente, surgiendo de la conversación de manera espontánea y sin previsión
de ningún tipo.
No obstante, ahora, con lo compartido
impreso ya en papel, se percibe fácilmente que la Providencia ha querido
que tengan un remarcado hilo conductor. ¿Cuál?. Poner de manifiesto que la idea
de Dios aún prevaleciente en la
Humanidad y la búsqueda del bienestar que orienta la vida de
la gente son el origen y la causa del sufrimiento humano: del sufrimiento que,
en mayor o menor medida, viven todas las personas; y del sufrimiento que usted,
lector, pueda experimentar en su propia vida. Me explico.
La idea de Dios que mayoritariamente
comparten todavía los seres humanos es la de algo o alguien “exterior” a ellos.
Esto provoca, por ejemplo, que la gente se posicione mentalmente como
“creyente” o “no creyente”. Los “creyentes” sí “creen” en la “existencia” de
ese Dios externo, por lo que suelen profesar un determinado “credo” o religión;
los “no creyentes” no “creen” en tal “existencia” y no hacen suya ninguna “fe”.
Ambas posturas –“creyente” y “no creyente”- parecen rotundamente opuestas y sus
agrias controversias son abundantes, tanto hoy día como en la historia de la Humanidad. Sin
embargo, Emilio muestra en sus reflexiones cómo las dos participan de idéntica
base y tienen un mismo principio y fundamento: la percepción de un Dios
“exterior”.
Esta percepción sumerge a hombres y
mujeres en el olvido de lo que realmente son: en la ignorancia de su “verdadero
ser” y “naturaleza esencial”, que, como las páginas que siguen exponen
pormenorizadamente, son absolutamente divinales, pues Dios es intrínsecamente
yo –cada uno de nosotros-, todos y todo. Y el olvido e ignorancia de algo tan
sublime les impide, a su vez, sentir la Felicidad que es nuestro Estado Natural.
Al concebir un Dios exterior –para
afirmarlo (“creyente”) o para negarlo (“no creyente”), da igual-, el ser humano
se desune mentalmente de la divinidad que constituye su genuino ser y
naturaleza y se contempla a sí mismo como algo separado de ella. La
consecuencia directa es la identificación con un “yo” material, emocional y
mental: el cuerpo físico, los sentidos corpóreo-mentales, los pensamientos y
emociones que, por medio de éstos, experimenta, la personalidad y, por fin, el
“ego” y la “naturaleza egocéntrica” a todo ello ineludiblemente asociados.
Es así -enunciado tan esquemáticamente
como a una Introducción corresponde-
cómo la idea de un Dios externo que comparten la mayoría de las personas las
conduce a aferrarse a un “yo” y a una “naturaleza egocéntrica” que no son
reales, sino puramente mentales, viviendo en un estado de “ensoñación” en el
que no se percatan de la “naturaleza esencial” y divinal que todos, sin
excepción, atesoramos y a todos, sin exclusión, nos caracteriza. Y desde esa
“naturaleza egocéntrica”, se lanzan con vehemencia hacia fuera de ellas mismas
–hacia el mundo y hacia los demás- en busca del “bien-estar” (placer, contento,
cuidado, protección, seguridad, éxito, conocimientos, reconocimiento,...), que
no es sino un pobre sucedáneo de esa Felicidad o “Bien-Ser” que constituye el
Estado Natural –innato, espontáneo, que no necesita ser buscado ni hallado- de
lo que Somos.
La búsqueda del bienestar en el
“exterior” es, por tanto, la derivación lógica de la visión de un Dios
“exterior”. Y se plasma en una cascada de deseos y anhelos de amplia gama. El
objetivo es su satisfacción; y se utiliza como herramienta para ello la
“experiencia dual”: el enjuiciamiento permanente de cuanto ocurre, etiquetando
y clasificando cada vivencia como “positiva” o “negativa”, “buena” o “mala”,
“agradable” o “desagradable”,… Pero -como Emilio explica con paciencia y usando
la bella metáfora de la imagen clásica de la diosa Justicia- cuando la
satisfacción no se consigue, el ser humano siente tristeza y dolor
(“mal-estar”), lo que genera sufrimiento. Y cuando sí la logra, no se da cuenta
de que esa satisfacción momentánea (“bien-estar”) es sólo el preámbulo de más
sufrimiento. Ello se debe a que el mal-estar y el bien-estar, aunque simulen
ser experiencias muy distintas, forman parte de una misma experiencia y beben
de idéntica fuente: la ignorancia acerca de nuestro “verdadero ser” y
“naturaleza esencial” y la identificación con un falso “yo” y una “naturaleza
egocéntrica”.
El bienestar que tanto se busca y el
malestar que siempre se rechaza parecen seguir caminos radicalmente diferentes,
pero en verdad parten de un mismo punto de salida –el olvido de lo que Somos- y
desembocan inexorablemente en un mismo punto de llegada: el sufrimiento. El
capítulo tercero se detiene especialmente en todo ello: en las causas del
sufrimiento, su auténtica dimensión cual mera ficción del ego y, por supuesto,
en cómo evitarlo y superarlo.
¿Cómo evitar el sufrimiento?. La clave radica en la toma de
consciencia de que Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser “yo”, es decir,
cuando dejo de aferrarme a cualquier noción de identidad (sea física, álmica o
espiritual; sea individual o colectiva) ajena a nuestro “verdadero ser” y
“naturaleza esencial”.
Y esto, lejos de ser una reflexión “teológica” o un artificio
mental, es una experiencia eminentemente práctica que, como Emilio recalca, se
materializa y despliega en la vida diaria, en el Aquí y Ahora, hasta permitir
que el Amor que Somos -pues Amor es la esencia de nuestra naturaleza divinal-
se vaya liberando de todas las capas conscienciales que, en nuestro proceso
evolutivo, tapaban su Presencia e interferían su Frecuencia. Se posibilita así
que la Frecuencia
de Amor impregne e impulse la globalidad de las actitudes con la que, de
instante en instante, afrontamos los hechos, situaciones y circunstancias de la
vida diaria.
“Innecesariedad de hacer” y “Evolución”
Sin
embargo, en lugar de ello y queriendo escapar del sufrimiento que experimenta,
el ser humano se introduce en una dinámica egóica en la que sobresalen dos
necesidades imperiosas generadas exclusivamente desde el “yo” y la mente: la
“necesidad de hacer” muchas cosas, cuantas más mejor, y “realizarse” en ellas;
y la “necesidad de cambio”, sea de uno mismo, de aquéllos con los que
convivimos, o del mundo y las cosas en general. Pero ambas necesidades son,
simplemente, una huida hacia delante. Y producen, a la postre, el mismo
sufrimiento que se quería evitar o superar.
Lo Real es que no hay necesidad,
requerimiento, obligación, exigencia, compromiso o deber alguno de hacer nada.
Y esta toma de consciencia, que ocupa el capítulo cuarto, se halla
ineludiblemente unida, como en él se indica, a la percepción de que la Providencia actúa a
cada instante, que la Vida
es un Milagro continuo y que ya todo Es y nosotros mismos Somos todo aquello
que nuestro Corazón puede anhelar. El ego nunca admitirá lo Real, pues es un
“objeto mental” y su entidad y esencia es virtual y especulativa. Y la
“innecesariedad de hacer” le resulta inadmisible. Tiene motivos para ello, ya
que tal innecesariedad desvela el gran secreto del que depende su propia
supervivencia: todo aquello que mentalmente creemos necesario hacer, que es de
lo que el ego se alimenta, es pura fantasía y vanidad egóica.
Y lo Real es que en la Creación nada se halla
estancado o inamovible. Como se recoge en el quinto capítulo, todo se encuentra
en persistente Evolución; y ésta constituye el Orden Natural, tal como
evidencian, por ejemplo, el Principio Hermético del Ritmo, la visión oriental
en torno al Tao o el “Ordo Amoris” (el Orden de Amor) de San Agustín. La idea o
voluntad de cambio supone desconocer esa Evolución inmanente, con sus procesos
y ritmos naturales, y pretender neciamente “marcar el paso” desde el ego para
que las cosas se ajusten a lo que “yo” deseo, cuando “yo” deseo y de la manera
que “yo” deseo. Nada se logra con ello, salvo provocar que la Evolución natural marche
“cuesta arriba”: al fluir desde la aceptación, la Evolución discurre
armónicamente; por el contrario, el propósito de cambio distorsiona el devenir
evolutivo y hace fatigoso y sufrido lo que en sí es puro fluir en completa
Libertad (que es la total ausencia de miedos).
Acompañamiento
Y si no es
preciso “hacer” nada y no hay necesidad alguna de “cambio”, ¿por qué Emilio
comparte sus inspiraciones, intuiciones, vivencias y experiencias en las
entrevistas que aquí se recopilan?. Él mismo se encarga de aclararlo en el
transcurso de las mismas, subrayando que no pretende que nada
ni nadie “cambie”, pues, como ya se ha insistido, todo se halla en proceso
evolutivo, cada cual el suyo, y, en su seno, todo tiene su porqué y su para
qué. Y tampoco persigue “ayudar” a nadie, pues ha comprendido e interiorizado
la citada “innecesariedad de hacer” y la enorme carga de vanidad que supone
querer incidir o interferir en el desenvolvimiento de algo que fluye, refluye y
confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece.
¿Qué hace entonces?. Pues practicar lo
que la etnia a la que pertenezco heredó de sus ancestros: “Vivir Viviendo”, de
instante en instante, centrado en su “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y
divinal, que bien sabe que es la de todos, con Confianza en la Providencia y en la Vida y en Frecuencia de Amor.
Y en ese “Vivir viviendo”, ante los hechos, sucesos y acontecimientos que la
propia vida -no la programación mental ni la búsqueda de bienestar- va
poniéndole por delante, ejercita sus dones y talentos –cada cual cuenta con los
suyos- de manera espontánea y natural y sin querer levantar en los demás ni
admiración –que es lo que le gustaría al narcisismo del ego, siempre queriendo
“seducir” a los demás para reafirmarse- ni reconocimiento o valoración positiva
–que es lo que pretende la parte del ego que se halla en constante actitud
defensiva-.
Y en ese ejercicio de dones y talentos,
practica el Acompañamiento: acompaña en el aquí y ahora, con Amor y en Amor, a
sus congéneres y se siente acompañado por ellos, cada cual en su estado
consciencial y momento evolutivo, ninguno “mejor” o peor, “superior” o
“inferior”. El Acompañamiento requiere respeto absoluto al otro y Aceptación
plena de su proceso y de las experiencias que en él vivencia, incluido, desde
luego, el estado de ensoñación y el sufrimiento que en él puedan estar
sintiendo como real. Y el Acompañamiento se desarrolla con “Con-Pasión”, es
decir, poniéndose en el lugar del otro para compartir lo que siente y llenando
esa “Con-Pasión” de la
Frecuencia de Amor que emana de nuestro “verdadero ser”.
“Física de la
Deidad”
Así, como ejercicio natural y espontáneo
de sus dones y talentos y desde el Acompañamiento, ha emanado y brotado el presente
texto, que se cierra con un maravilloso capítulo, el sexto y último, dedicado a
la “Física de la Deidad”.
Se ocupa ésta del discernimiento de Dios
y su Naturaleza, con todo lo que conlleva, compaginando la introspección
interior con las aportaciones científicas más de vanguardia, sobre todo de la
física y la astrofísica, desde la sabiduría profunda de que, más allá de los
dualismos ficticios derivados de la “experiencia dual” anteriormente citada, no
hay división entre Ciencia y Espiritualidad.
Como Emilio señala, ambas son realmente
como la letra y la música de una misma y hermosa canción que armónicamente nos
revela que nada está vedado o escondido: que basta con mirar para poder “ver”.
Y a esto, a “ver”, les invitan las
páginas que siguen. ¡Disfrútenlas desde la Felicidad que configura el Estado Natural de
nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal!. Y háganlo sin
prisas, sosegadamente, saboreando cada reflexión, cada inspiración, cada
intuición y cada meditación de las muchas que llenan el libro.
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