Si alguna tecnología puede producir una aceleración aún mayor de la progresiva revolución tecnológica en que estamos inmersos desde hace aproximadamente 1 siglo, ésta es la Inteligencia Artificial.
Y como toda tecnología, puede emplearse para el bien o para el mal. Por desgracia, los poderes que dominan el mundo generalmente tienden a utilizar la tecnología, en algún momento, de manera siniestra.
Cuando hace bastantes años leí por primera vez la magnífica novela 1984, de George Orwell, quede muy impresionado.
Aunque en un principio la relacioné con un relató crítico de las dictaduras, como la de los nazis en Alemania, o la de Stalin en la URSS, más adelante comprendí que realmente se refería al futuro, en que los avances tecnológicos permitirían “afinar” este tipo de regímenes totalitarios.
Y cuando relacioné el ojo que todo lo ve de 1984 con el símbolo illuminati que puede verse en el Gran Sello de los Estados Unidos y en su billete de 1 dólar, comprendí mejor la predicción de Orwell.1984 es una novela política de ficción distópica, un tipo de mundo imaginario que se considera indeseable, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949.
La novela introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano, que todo lo ve y controla. Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo que se relata en 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información, así como se practica la vigilancia masiva y la represión política y social.
El término «orwelliano» se ha convertido en sinónimo de las sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras, como las representadas en la novela. Y parece que nos acercamos inexorablemente a una situación orwelliana. Como ejemplo tenemos que el gobierno chino ha anunciado que pretende hacer de su país el número uno en inteligencia artificial para 2030, con un mercado local de 150.000 millones de dólares, y que pretende exportar dicha tecnología al resto del mundo.
China está a la vanguardia en el uso de la tecnología de reconocimiento facial, presente en cada vez más lugares públicos, mediante la instalación de miles de cámaras.
Los que defienden la implantación de esta tecnología afirman que hace la vida más fácil y segura, pero sus detractores ven en ella una forma perfecta para que el gobierno chino pueda vigilar de cerca a los aproximadamente 1.400 millones de chinos. En Shanghái y en otras grandes ciudades el reconocimiento facial se ve incluso en las calles, con el pretendido objetivo de detectar a quienes infrinjan las normas de circulación o cometan otros tipos de delitos. Así, los peatones que cruzan la calle por lugares en que no esté permitido son sistemáticamente fotografiados y su foto aparece, inmediatamente, en una gran pantalla instalada en la intersección más cercana. Si no quieren verse en esta “pantalla de la vergüenza“, tiene que pagar una multa de 20 yuanes, equivalentes a 3 euros. La población china, gobernada por el Partido Comunista, es una de las más vigiladas del mundo, ya que en el país tienen instaladas alrededor de 176 millones de cámaras de seguridad operativas. Sin embargo, la gente preguntada al respecto en un cruce de Shanghái no parece especialmente molesta por esta novedad. La policía utiliza esta tecnología para encontrar a sospechosos que están en búsqueda. En un pequeña ciudad de Qingdao, donde está ubicada la productora de la cerveza Tsingtao, unas cámaras situadas en la entrada de un festival de la cerveza permitieron detener a 25 sospechosos. Todos los chinos de más de 16 años deben tener un carné de identidad con foto y dirección, lo que significa que las autoridades disponen de un enorme banco de datos. China, consideran los expertos, está muy por delante de Occidente en esta cuestión, principalmente porque sus leyes sobre la vida privada son mucho menos estrictas y porque sus ciudadanos están acostumbrados a ser fotografiados, a que se recojan sus huellas digitales y a dar todo tipo de informaciones personales a las autoridades, cosa que, por cierto, también sucede en España con el Documento Nacional de Identidad (DNI).
La inteligencia artificial (IA), también llamada inteligencia computacional, se considera que es un tipo de inteligencia exhibida por algún tipo de máquinas. En ciencias de la computación, una máquina «inteligente» ideal es un agente racional flexible que percibe su entorno y lleva a cabo acciones que maximicen sus posibilidades de éxito en algún tipo de objetivo o de tarea. Coloquialmente, el término inteligencia artificial se aplica cuando una máquina imita las funciones «cognitivas» que los asociamos con la mente humana, como por ejemplo el aprendizaje y la resolución de problemas. A medida que las máquinas se vuelven cada vez más capaces de ejecutar determinadas tareas, aquella tecnología que alguna vez se pensó que requería de inteligencia para efectuar una determinada tarea, se elimina de la definición de Inteligencia Artificial. Por ejemplo, el reconocimiento óptico de caracteres ya no se percibe como un ejemplo de Inteligencia Artificial, habiéndose convertido en una tecnología común. Otros ejemplos de avances tecnológicos que todavía están clasificados como Inteligencia Artificial serían los sistemas capaces de jugar al ajedrez.
Hay algunas razones para temer a los robots y a la Inteligencia Artificial, que están estrechamente relacionados. ¿Podemos encontrarnos con una revuelta de robots que acabe esclavizando la raza humana? Con la Inteligencia Artificial pasa que no sabes muy bien cómo, pero prácticamente es capaz de todo, tal como tener creatividad, prevención de desastres naturales y efectuar investigación médica, pero también puede utilizarse para el control ciudadano, para usos militares, etc. La Inteligencia Artificial proporciona un gran poder y para gestionarlo se requiere una gran responsabilidad, ya que de lo contrario el futuro que presentaba George Orwell estaría más próximo que nunca. Cuantos más expertos den la voz de alarma sobre ello, antes se tomarán medidas. La Inteligencia Artificial hace la vida más fácil, pero tiene potencial para convertirla en un infierno, como en 1984. Así, un grupo de investigación denominado OpenAI e integrado por expertos de las universidades de Oxford, Cambridge y Stanford han llegado a la conclusión de que la ciencia ficción llevaba razón con sus profecías, pero no como lo imaginábamos. Es improbable que suceda algo como en la película Terminator, en que John Connor, líder de la resistencia humana, conduce la guerra contra las máquinas-robot. Pero los avances tecnológicos podrían acercarnos a este escenario. Seguro que alguna vez hemos entrado en nuestro correo electrónico y hemos encontrado un supuesto mensaje del Banco, o de alguna empresa conocida, que te instan a pulsar un enlace e introducir nuestros datos. Si lo hacemos, además de proporcionar nuestros datos personales, nuestra cuenta podrá ser fácilmente hackeada y, desde allí, acceder a todavía más información. Hace años era fácil darse cuenta del engaño, pero ahora cada vez son más realistas y no solo atacan a través del email, sino que también a través de redes sociales como Twitter o Facebook. Con la Inteligencia Artificial todo ello aún parece más realista, ya que la capacidad de persuasión del software se incrementa enormemente, ya que puede investigar al máximo detalle los mensajes que recibimos y luego es capaz de reproducirlos.
Como ejemplo de los problemas que puede presentar la implantación de la Inteligencia Artificial en nuestras interacciones, tenemos lo que dice Mayte Rius, redactora de la Vanguardia de Barcelona y galardonada con el premio Matemàtiques i Societat 2016, en su artículo “Los dilemas éticos de la inteligencia artificial“, publicado en La Vanguardia el pasado 19 de mayo de 2018: “La presentación de Google Duplex, un sistema de voz de inteligencia artificial, capaz de hacer reserves o fijar citas por teléfono con tanto realismo que parece una persona, ha desencadenado un acalorado debate sobre los límites de la sofisticación de la robótica y el riesgo de que su excesiva humanización se traduzca en engaño e indefensión para los humanos. En pocas horas los desarrolladores de Google pasaron de la satisfacción de mostrar una inteligencia artificial capaz de ponerse al teléfono, a recibir una avalancha de críticas por haber creado una tecnología ‘inquietante’, ‘horripilante’, ‘insensible’ y carente de ética, que traiciona la confianza de las personas colocando robots en conversaciones con humanos sin que estos últimos se den cuenta. A estos reproches se sumó el cuestionamiento legal, ya que los robots no tienen ‘oído’, y por ‘escuchar’ analizan el audio del interlocutor, lo que implica grabar la conversación sin haber pedido consentimiento“.
La Inteligencia Artificial será adoptada por la mayoría de las industrias y el sector financiero no será una excepción. De este modo, los bancos y cajas de ahorro implantarán el aprendizaje de las máquinas para mejorar sus servicios y para personalizarlos. Sin embargo, los estafadores también podrían desarrollar mecanismos (chatbots) para comunicarse con los clientes del banco y engañarlos. Desde luego, con los chatbots ya no será necesario que haya comunicación directa entre las víctimas y los delincuentes, eliminando todo rastro. Ello también podrá emplearse para diseminar bulos, rumores y otras noticias falsas. Si creíamos que con internet ya no había secretos ni forma de lograr desaparecer, con la Inteligencia Artificial todo empeorará. La capacidad de estudio y simulación a partir del aprendizaje de las máquinas no está al alcance ni siquiera del mejor imitador que conozcamos. Es decir, que se pueden crear audios y vídeos de celebridades diciendo cualquier cosa y a simple vista pueden parecer auténticos. Sin ir más lejos, recientemente unos investigadores de la Universidad de Washington crearon un vídeo de Barack Obama, anterior presidente de Estados Unidos, dando un discurso que parece absolutamente real, ya que ni siquiera su esposa, Michelle Obama, podría distinguir a su marido. El potencial para el bulo y la confusión es impresionante, pudiéndose crear noticias que asusten o induzcan a la población a actuar de cierto modo. De esta manera, condicionar el voto en las elecciones sería muy sencillo.
Pero los avances en Inteligencia Artificial pueden hacer posible que puedan causarse daños devastadores, mediante armas de destrucción, ya que tendrían al alcance de su mano tecnologías de código abierto en drones y en software de detección facial, que podrían ser dirigidos hacia un objetivo concreto. En los aseos del Templo del Cielo, en Pekín, los distribuidores de papel higiénico están equipados con Inteligencia Artificial para evitar robos. Si alguien intenta utilizarlos varias veces, el distribuidor lo reconoce y no le da más papel, recordándole educadamente que ya ha sido servido. Una de las universidades de Pekín instaló esta tecnología en la entrada de los dormitorios para asegurarse de que solo sus alumnos podían entrar en ellos. “Ello nos permite verificar mejor dónde se encuentran los estudiantes“, explicó un responsable del centro a la agencia Xinhua. Los Bancos también han empezado a equipar sus cajeros automáticos con esta técnica, para sustituir a las tarjetas de crédito, mientras que los profesionales del sector turístico también ven ventajas en el reconocimiento facial, por lo que China Southern Airlines ha empezado a eliminar las tarjetas de embarque. En Shanghái, además, un sistema de este tipo permite detectar a gente perdida por la calle, principalmente personas ancianas o con discapacidad cognitiva, y llevarlos de vuelta con su familia. Este nuevo avance se enmarca en una estrategia más amplia de desarrollo de esta tecnología. Tal como hemos indicado antes, el gobierno chino anunció en julio que pretende hacer de su país el número uno en inteligencia artificial para 2030. Esta tendencia, según Yue Lin, profesor de Derecho en la Universidad de Shanghái, está impulsada principalmente por compañías chinas de tecnología como Alibaba o Baidu. “Pero aún es pronto para evaluar las consecuencias que esta técnica pueda tener en la vida privada de las personas“, considera Yue Lin. “La autoridad de la policía no ha cambiado pero, indiscutiblemente, tiene más poder“, añade. “Esto no ocurre solo en China, pasa lo mismo en todo el mundo. Pero, quizá, para los chinos sea algo bueno y para los estadounidenses algo terrible“.
Hace poco leí una interesante novela titulada El Círculo, de Dave Eggers. Nos explica que el día en que Mae Holland es contratada para trabajar en el Círculo, la empresa de internet más influyente del mundo, sabe que se le ha concedido la oportunidad de su vida. A través de un innovador sistema operativo, que se apoya en la Inteligencia Artificial, el Círculo unifica direcciones de email, perfiles de redes sociales, operaciones bancarias, contraseñas de usuarios, registros médicos, datos judiciales y policiales, información procedente de una infinidad de cámaras repartidas por todo el mundo, técnicas de reconocimiento facial, un novedoso sistema de microchips implantados, entre otras múltiples fuentes de datos, dando lugar a una única identidad virtual y supuestamente veraz, en pos de una nueva era de pretendida civilidad y transparencia. Lo que empieza como la fascinante historia de ambición e idealismo de una mujer se convierte en una trepidante novela de suspense que plantea cuestiones tan vitales como la memoria, el pasado, la privacidad, la democracia y los límites del conocimiento humano. Mientras leía El Círculo, me llegó la noticia de que la policía china usa gafas de reconocimiento facial para identificar a sospechosos. Se dice que los agentes han logrado detener a siete presuntos delincuentes con esta tecnología, basada en la Inteligencia Artificial. Escenas propias de una película de ciencia ficción son ya una realidad en China. En plena operación salida de Año Nuevo lunar, con millones de personas pasando cada día por las estaciones de ferrocarril, los agentes son capaces de identificar, solamente con unas gafas conectadas a sistemas dotados de Inteligencia Artificial, aquellos pasajeros acusados de haber cometido un crimen. Es para algunos pura magia, y para otros un gran peligro, dado el rápido avance de la inteligencia artificial en el país asiático. El sistema se ha puesto a prueba con éxito en Zhengzhou, capital de la superpoblada provincia de Henan. Los agentes, equipados con unas gafas tintadas que incorporan una pequeña cámara, se sitúan en todas las entradas de la estación de alta velocidad de la ciudad. La cámara es capaz de captar todas las caras de los transeúntes, una información que se cruza con la base de datos policial y busca coincidencias con la lista de sospechosos de haber cometido un crimen. Los resultados se conocen de forma prácticamente inmediata en un dispositivo móvil similar a una tableta.
Los agentes chinos detuvieron, con la ayuda de estas gafas, que tienen una estética parecida a unas que lanzó Google, a siete personas acusadas de delitos, tales como el tráfico de personas o haberse dado a la fuga después de un atropello. El sistema no solamente busca a presuntos criminales, sino que permite verificar la identidad de todas las personas que va escaneando. Ello dio lugar a que también se arrestara a 26 pasajeros que viajaban con documentación falsa. Un portavoz del departamento de Seguridad Pública de la provincia, Zhang Xiaolei, explicó al periódico estatal Global Times que la tecnología, basada en la Inteligencia Artificial, solamente necesita una imagen de la cara de cada persona para empezar la búsqueda, lo que representa una mejora significativa en comparación con sistemas anteriores que requerían varias fotografías hechas desde ángulos distintos. Más de 60.000 pasajeros utilizan esta estación de tren cada día, una cifra que alcanzará los 100.000 a raíz de las vacaciones de Año Nuevo. En los últimos años, China ha dado un impulso significativo a la Inteligencia Artificial, una tecnología que el Partido Comunista chino considera estratégico. Algunas de sus aplicaciones, especialmente las que se basan en el reconocimiento facial, empiezan a tomar forma en asuntos relacionados con la seguridad nacional. A este caso en Henan se le suma, por ejemplo, la identificación de conductores que violan las normas de tráfico en Shanghái, el hallazgo en pocas horas de un niño que había sido secuestrado en Shenzhen, o la detención de personas buscadas por la policía en grandes eventos, como el Festival Internacional de la Cerveza de la ciudad costera de Qingdao. Otras tecnologías de empresas especializadas en reconocimiento de voz han permitido a las fuerzas de seguridad desarticular redes dedicadas a las estafas telefónicas en la provincia de Anhui o la identificación de narcotraficantes.
Estos avances, a disposición del inmenso aparato policial del Estado chino, son vistos con preocupación por los críticos, dadas sus implicaciones en la privacidad, ya que se teme que sean usados para abortar cualquier indicio de disidencia. En la región de Xinjiang, hogar de la minoría musulmana uighur, duramente reprimida por las autoridades chinas, se han creado bases de datos biométricos, que incluye huellas dactilares, escaneo del iris e, incluso, ADN, según denuncia la organización pro derechos humanos Human Rights Watch. El periódico South China Morning Post, de Hong Kong, informó que Pekín está ultimando un sistema de reconocimiento facial que permitirá identificar cualquiera de los casi 1.400 millones de ciudadanos chinos en solamente tres segundos y con una precisión del 90%. El sistema se conectaría con las decenas de millones de cámaras de circuito cerrado desplegadas por todo el país. Mediante dispositivos móviles, como las gafas antes indicadas y la tecnología que hay detrás, como la Inteligencia Artificial, el control sobre la población podría ser continuo y en cualquier lugar, alcanzando hasta los últimos rincones que actualmente escapan de las cámaras, un escenario cada vez más parecido al Gran Hermano de George Orwell. Los expertos vaticinan que el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), el mayor reto tecnológico de la historia, dará a luz una nueva generación de robots autónomos capaces de atender las necesidades de los seres humanos. Pero ¿representarán una amenaza? Si hacemos caso a Elon Musk, la humanidad se enfrenta a una nueva y formidable amenaza, la Inteligencia Artificial. “Es como esas historias en las que alguien convoca al demonio. Siempre hay un tipo con un pentáculo y agua bendita convencido de que así podrá controlarle, y claro, no funciona”, señala Elon Musk, un físico, inversor y magnate nacido en Sudáfrica pero con nacionalidad canadiense y estadounidense. Musk es conocido por ser cofundador de PayPal, Tesla Motors, SpaceX, Hyperloop, SolarCity, The Boring Company y OpenAI. Es director general de SpaceX, director general de Tesla Motors, presidente de SolarCity, así como copresidente de OpenAI. En junio de 2017 su fortuna se estimaba en 17,4 mil millones de dólares estadounidenses, lo que le convierte en la 56ª persona más rica del mundo.
En diciembre de 2016, Musk fue nombrado como la 21ª persona más poderosa del mundo por la revista Forbes. Musk afirma que los propósitos de SolarCity, Tesla y SpaceX giran alrededor de su visión de cambiar el mundo y la humanidad de forma drástica. Algunas de sus metas consisten en frenar el proceso de calentamiento global mediante el abandono de los combustibles fósiles y la utilización de energías renovables, sobre todo la energía solar. También tiene como objetivo reducir el riesgo de una posible extinción de la raza humana mediante la evolución hacia una “civilización multiplanetaria“, a través de la creación de una colonia humana permanente en Marte de alrededor de un millón de personas. A Elon Musk se le atribuye frecuentemente la creación del primer automóvil eléctrico económicamente viable, el Tesla Roadster. Además, Musk ha diseñado un sucesor del Transbordador Espacial, el Falcon 9. SpaceX es la empresa privada de exploración espacial más grande del mundo. Su preocupación tiene mucho que ver con el dinero. Los pesos pesados del sector tecnológico están apostando fuerte en este sentido. Google, por ejemplo, adquirió el año pasado DeepMind, una empresa especializada en el desarrollo de redes neurales en la que ya había invertido Musk. Google trabaja en un sistema informático capaz de distinguir en un vídeo una cara humana de la de un perro, de gente patinando o durmiendo, etc… Y todo mediante la Inteligencia Artificial y sin que nadie haya puesto etiquetas en el archivo previamente. La idea es que vaya aprendiendo, por así decirlo, tras analizar millones de grabaciones. IBM, por su parte, afina su superordenador Watson, que en 2011 derrotó a los campeones humanos del concurso estadounidense de preguntas y respuestas Jeopardy. Su intención es mejorar las funciones cognitivas del ingenio y comprobar sus capacidades para realizar diagnósticos médicos, análisis de la personalidad y traducciones en tiempo real, entre otras tareas. Los ingenieros de Facebook no se quedan atrás y han ideado un algoritmo que permite reconocer un rostro con éxito en el 97 % de las veces, aunque la definición no sea muy buena. Musk asegura que las cosas van demasiado rápido, y que por eso la Inteligencia Artificial es una tecnología que puede resultar tan peligrosa como las armas nucleares.
Otro problema de la robótica e inteligencia artificial es su incidencia en el empleo. Según la consultora Forrester, en el año 2025 la robotización habrá acabado con un 7% de los empleos de Estados Unidos. En un foro con gobernadores de distintos estados norteamericanos, Elon Musk explicó que la robotización y, sobre todo, la evolución de la Inteligencia Artificial le causaba mucha inquietud, por lo que tenía que ser regulada. Toda evolución plantea problemas éticos, además de prácticos, a todos los niveles y a Musk le preocupa que la Inteligencia Artificial presente un riesgo existencial para la civilización y que no sea percibido así por la sociedad. Además, Musk está preocupado por el mercado laboral: “Los robots van a hacer todo mejor que nosotros”. Las proyecciones futuras apuntan a que habrá más máquinas haciendo el trabajo de humanos. Entonces, ¿en qué trabajaremos los seres humanos? y ¿cómo podremos mantener suficientes ingresos para seguir siendo consumidores? Se creará empleo, sobre todo en el área de las ciencias de los datos y en especialistas en robótica, que serán aproximadamente un 9% del total. Pero se destruirá el 16% del empleo, lo que equivale a esta pérdida neta del 7%. Según Forrester, los trabajos de oficina y administrativos son los que más rápidamente van a verse amenazados por esta transición, mientras que quienes tengan mayor formación en campos técnicos, mayor posibilidades tendrán de trabajar. Pero ante la posibilidad de que se pierdan tantos trabajos en una sociedad ya con profundas desigualdades económicas y sociales, se está empezando a hablar de un par de opciones para empezar a pensar en el futuro de la sociedad. La primera es reducir la jornada laboral y que el trabajo que haya se reparta mejor. Los seres humanos van a tener que trabajar muchos más años debido a la mayor expectativa de vida, pero el trabajo que haya tendrá que ser compartido así como los ingresos.
Otra opción, que puede coexistir con la anterior es la de la Renta Básica Universal. No es una idea nueva, ya se ha hablado de ello durante años y ya se ha experimentado en Silicon Valley (Estados Unidos), India, Canadá y Finlandia, entre otros países. Se trata de garantizar una compensación que mantenga a las personas por encima del nivel de la pobreza, independientemente de si tienen un trabajo remunerado o no. El objetivo sería que cubra las necesidades básicas y que, de momento, podría ayudar a superar el concepto del pobreza. Los críticos a esta propuesta son muchos, ya que se considera que sería imposible de sufragar por parte del Estado y disuadiría a muchas personas de trabajar. Pero Bill Gates ya ha hablado de imponer un impuesto al uso de robots. Entre los críticos que anuncian un apocalipsis causado por el uso de la Inteligencia Artificial destaca la voz del filósofo británico Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, que predice que nuestro destino será como el de los caballos, cuando fueron sustituidos por los automóviles y los tractores. En 1915, había en Estados Unidos unos veintiséis millones de estos equinos, mientras que en la década de los cincuenta, quedaban solo dos millones. Entonces los caballos fueron sacrificados para venderse como comida para perros. Para Bostrom, la Inteligencia Artificial supone un riesgo existencial para la humanidad, comparable al del impacto de un gran asteroide o a un holocausto nuclear. Todo ello siempre que podamos construir ordenadores pensantes y con la capacidad de aprender. Pero, en realidad, el concepto de Inteligencia Artificial no es tan reciente como creemos. Desde los tiempos de Alan Turing, al que se considera el padre de la misma, y la construcción de su dispositivo Bombe, que permitió descifrar los códigos de la máquina Enigma alemana, han pasado más de setenta años.
Alan Mathison Turing (1912 – 1954) fue un matemático, lógico, científico de la computación, criptógrafo y filósofo británico. Es considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna. Proporcionó una influyente formalización de los conceptos de algoritmo y computación mediante la máquina de Turing. Formuló su propia versión que hoy es ampliamente aceptada como la tesis de Church-Turing (1936). Durante la segunda guerra mundial trabajó en descifrar los códigos nazis, particularmente los de la máquina Enigma, y durante un tiempo fue el director de la sección Naval Enigma de Bletchley Park. Se ha estimado que su trabajo acortó la duración de esa guerra entre dos y cuatro años. Tras la guerra, diseñó uno de los primeros computadores electrónicos programables digitales en el Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido y poco tiempo después construyó otra de las primeras máquinas en la Universidad de Mánchester. En el campo de la inteligencia artificial, es conocido sobre todo por la concepción del test de Turing (1950), un criterio según el cual puede juzgarse la inteligencia de una máquina si sus respuestas en la prueba son indistinguibles de las de un ser humano. La carrera de Turing terminó súbitamente tras ser procesado por homosexualidad en 1952. Dos años después de su condena, murió, según la versión oficial por suicidio. Sin embargo, su muerte ha dado lugar a otras hipótesis, incluida la del asesinato. El 24 de diciembre de 2013, la reina Isabel II promulgó el edicto por el que se exoneró oficialmente al matemático, quedando anulados todos los cargos en su contra.
En un momento dado del film The Imitation Game, en el que el actor Benedict Cumberbatch interpreta al célebre matemático Turing, un detective le pregunta: “¿Podrán las máquinas algún día pensar como los humanos?”. A lo que él responde: “La mayoría de la gente piensa que no. El problema es que está haciendo una pregunta estúpida. Desde luego que las máquinas no pueden pensar como las personas. Son diferentes, y piensan diferente. La cuestión es: por el hecho de que algo sea diferente, ¿significa que no puede pensar?”. El detective le interpela entonces por el título de su artículo, The Imitation Game. “Es un juego, un test para determinar si alguien es un ser humano o una máquina”, indica Turing. “Hay un tema general. Un juez pregunta, y a partir de las respuestas, decide si habla con una persona o una máquina”. La escena quizá sea inventada, pero su contenido es real, ya que el test existe. La Inteligencia Artificial está siendo conocida gracias a la literatura y al cine. Pero ¿cuál es el nivel real de progreso de la Inteligencia Artificial? Luis Miguel Ariza es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid y se ha dedicado al periodismo científico. Ha publicado en revistas tales como Scientific American y The Scientist, y en España en Geo o Muy Interesante. En un artículo sobre Inteligencia Artificial explica que: “Hace más de quince años, estuve en el Instituto de Robótica de Pittsburgh, en Estados Unidos, uno de los templos de esta disciplina. Por entonces, formaba parte de un equipo de TVE que recogía los últimos avances tecno-científicos en una serie de divulgación llamada 2.Mil. Tengo que reconocerlo: me llevé un chasco morrocotudo por culpa de la imagen de la robótica que nos ha inculcado la ciencia ficción. Los aparatos que tenían allí eran poco más que cacharros en manos de ingenieros en vaqueros, y parecían salidos de un garaje de frikis. Se averiaban a la menor ocasión. Me hablaron de Florence, una enfermera robot que iba a revolucionar la geriatría. En realidad, se trataba de una especie de tonel con cabeza a la que habían pegado ojos y labios de silicona para dibujar sonrisas. Florence tenía una cámara de televisión incorporada y un monitor. Las pilas se le agotaban rápido. Y, desde luego, no entendía lo que le decíamos. Todo aquello que pronunciaba tenía que programarse con antelación, así que un ingeniero trabajó a destajo para que saliera al pasillo y nos diera un mensaje de bienvenida. Había leído muchas cosas sobre lo que hacían en Pittsburgh, especialmente de Xavier, un robot que sabía por dónde iba, toda una revolución. Pero no era otra cosa que otro tonel con ruedas que se desplazaba por los pasillos del instituto gracias a un mapa que tenía en su memoria. Ante unas escaleras, se paraba para no matarse. Por lo visto, irrumpía en las dependencias para contar chistes verdes. Aquella mañana vi a Xavier mientras era llevado a rastras, una imagen que jamás olvidaré. ¡Estaba en las catacumbas de la robótica! ”
Luis Miguel Ariza visitó a Hans Moravec, uno de los visionarios tecnológicos más famosos, aunque difícil de creer. Hans Moravec, que nació en 1948 en Austria, es un investigador en robótica en la Carnegie Mellon University. Es conocido por sus escritos sobre robótica, inteligencia artificial, y en general sobre el impacto de la tecnología en la sociedad. Se le considera un futurólogo que ha publicado diversos artículos desde la óptica del transhumanismo, movimiento cultural e intelectual internacional que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnología ampliamente disponibles, que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual. En su trabajo como ingeniero Moravec ha desarrollado diversas técnicas de visión artificial. Su propio apellido da nombre a una especie de seres sintientes llamados moravecs dentro de la tetralogía de ficción Ilión/Olympo de Dan Simmons. Estos seres son la evolución de los robots que envió la humanidad para explorar el Sistema Solar exterior, y cuentan con características humanoides, como la pasión por el arte y algunos órganos funcionales, robóticas, como brazos, cuerpos blindados o actuadores, y cibernéticas, como cerebros ampliados. Moravec estaba convencido de que en cincuenta años los androides desplazarían a los humanos, todo ello gracias al avance de los microprocesadores y su capacidad de manejar cada vez más información. Según Moravec, la evolución de las máquinas iba a ser imparable. A Ariza le dijo una frase terrible: “Ha llegado la hora de que nos marchemos”. Moravec dejó el instituto para fundar una compañía de robots industriales con visión 3D. Hace años Moravec estaba fascinado por un nuevo buscador de internet, el más inteligente y mejor diseñado. Se trataba de Google. Ahora, Google ha comprado una empresa de Inteligencia Artificial a Musk y ha desarrollado el primer coche autónomo, que ya ha recorrido 1,6 millones de kilómetros sin conductor, así como un sistema que diferencia gatos de personas en Youtube. Hay una cantidad ingente de información que circula por Internet y la capacidad de computación aumenta sin cesar. Estos nos hace meditar sobre si, tal vez, algún día una máquina llegue a pensar como nosotros.
Ramón López de Mantarás, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, en España, es uno de los más reconocidos expertos españoles en robótica e Inteligencia Artificial. A él debemos esta sentencia: “No sé qué pasará dentro de cientos de años, pero todo este tema del que se habla, la singularidad, la trascendencia, que habrá máquinas con consciencia y cualidades mejoradas con respecto a la inteligencia humana en cuestión de treinta o cuarenta años no tiene sentido. Nunca he visto un argumento científico que lo apoye”. El mundo está cambiando mucho, pero lo cierto es que aún no se vislumbran las máquinas que acabarán siendo conscientes de sí mismas y que sean capaces de desencadenar una catástrofe, como ocurre en las películas de la serie Terminator. Pero no todos los científicos piensan igual, como es el caso del futurólogo Raymond Kurzweil, que actualmente trabaja en la división de Ingeniería de Google. Al igual que Moravec, Kurzweil está convencido de que durante este siglo XXI los robots serán capaces de pasar el citado test de Turing, incluso antes del 2029. Y no sería la primera vez que se cumpliera alguna de sus predicciones. A finales de la década de 1980, Kurzweil aseguró que hacia 1998 un ordenador ganaría a un campeón mundial de ajedrez, lo cual ocurrió en 1996, cuando Gari Kasparov perdió una partida contra un ordenador de IBM que utilizaba el programa de ajedrez Deep Blue. En aquellos años, Kurzweil también imaginó que Internet, que en aquella época solo era una red utilizada por instituciones académicas, se extendería por todo el mundo. Actualmente afirma que en el 2045 las computadoras serán mucho más potentes que todos los cerebros humanos de la Tierra juntos. Cuando habla, los medios de comunicación quedan extasiados ante ese mundo artificial. Según López de Mantarás, Kurzweil “es una persona muy mediática. Pero detrás no hay nada científico”.
Marvin Minsky, cofundador del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), sí que cree que se desarrollarán máquinas tan inteligentes como los humanos. “No obstante, el tiempo que esto lleve dependerá de si se trabaja en los problemas adecuados y del dinero”, manifiesta Minsky. López de Mantarás opina que: “Minsky piensa que los grandes avances en este campo se realizaron entre los 60 y los 80, y luego se abandonaron todas las ideas con respecto a la IA en su sentido general”. Así, lo que habría quedado en el panorama actual es la especialización, con máquinas que son extraordinarias jugando al ajedrez, pero que no saben nada de otros juegos, como las damas. “Las IA especializadas son un buen negocio, y estoy a favor de ellas. Faltaría más. Es lo que es realmente la inteligencia artificial hoy en día”, indica López de Mantarás. La investigación generalista en Inteligencia Artificial está desapareciendo. El coche autónomo de Google o el superordenador Watson de IBM analizan terabytes de información para tomar decisiones correctas. Sin embargo, no saben explicar cómo han llegado a ellas. En otras palabras, cuando el sistema emite su respuesta, es incapaz de responder al por qué. “Hemos renunciado al por qué y nos hemos quedado con el qué”, dice López de Mantarás. En la película Yo, robot, vemos que las calles están plagadas de humanoides que llevan la compra, sirven copas, etc… En realidad son un ejército de especialistas.
Según la Institución Brookings, un centro de investigación think tank fundado en 1916, la fuerza aérea estadounidense mantiene más de 8.000 drones, con software basado en la Inteligencia Artificial, para combatir el terrorismo. Hasta la actualidad ya han matado a más de 2.400 personas con estos drones. Los modelos comerciales, por su parte, filman e investigan continuamente. Por ejemplo, drones equipados con sensores de infrarrojos, pueden detectar qué plantas están enfermas o sufren ataques de parásitos. De esta manera es posible idear un plan de fumigación personalizado. Otros ayudan a controlar la caza furtiva en los parques naturales o aportan pistas a los biólogos que estudian los vuelos de las aves y sus migraciones. Los hay de muchos tipos. El más grande de todos, el Eitan, de fabricación israelí, posee una envergadura de 26 metros, casi como un Boeing 737. Por el contrario, el diminuto Nano Hummingbird, de 16 cm, desarrollado con el apoyo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos (DARPA), podría pasar por un pequeño pájaro. Los robots han despegado pero aún bajo control humano. Entre los robots que no vuelan nos encontramos desde el Roomba, un pequeño aspirador semiautónomo con forma de disco, ideado por iRobot, que se ha convertido en todo un éxito comercial, hasta el PackBot, de la misma empresa, que es un pequeño vehículo militar provisto de un brazo robótico capaz de manipular bombas o inspeccionar lugares contaminados por radiactividad. El TUG, por su parte, obra de la empresa Aethon, parece una especie de mesita con ruedas y sensores. Gracias a estos últimos, se desplaza sin problemas por los pasillos de algunos hospitales estadounidenses para llevar medicinas y otros suministros. Según Bruno López Takeyas, del Instituto Tecnológico de Nuevo Laredo, México, la Inteligencia Artificial es una rama de las ciencias computacionales encargada de estudiar modelos de cómputo que son capaces de realizar actividades propias de los seres humanos, en base a dos de sus características primordiales: el razonamiento y la conducta. En 1956, John McCarthy, un prominente informático que recibió el Premio Turing en 1971 por sus importantes contribuciones en el campo de la Inteligencia Artificial, acuñó la expresión «inteligencia artificial», y la definió como: “…la ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes“.
Para Nils John Nilsson, científico de la computación norteamericano, son cuatro los pilares básicos en los que se apoya la inteligencia artificial. Uno sería la búsqueda del estado requerido entre el conjunto de los estados producidos por las acciones posibles. Otro serían los algoritmos genéticos, análogos al proceso de evolución de las cadenas de ADN. Un tercero serían las redes neuronales artificiales, que simula el funcionamiento físico del cerebro de animales y humanos. Por último tenemos el razonamiento mediante una lógica formal, análogo al pensamiento abstracto humano. También existen distintos tipos de percepciones y acciones, que pueden ser obtenidas y producidas por sensores físicos y mecánicos en máquinas, o por pulsos eléctricos u ópticos en computadoras. Varios ejemplos los podemos encontrar en el área del control de sistemas, la planificación automática, la habilidad de responder a diagnósticos y a consultas de los consumidores, el reconocimiento de escritura, el reconocimiento del habla y el reconocimiento de patrones. Actualmente los sistemas de Inteligencia Artificial son parte habitual en campos como la economía, la medicina, la ingeniería, o en el militar, y se ha usado en gran variedad de aplicaciones de software, juegos de estrategia, como el ajedrez, así como en videojuegos. Podemos considerar la Inteligencia Artificial dividida en dos categorías: La búsqueda heurística y la representación del conocimiento. La búsqueda heurística es una estrategia que limita mucho la búsqueda de soluciones ante grandes volúmenes de datos. Por lo tanto, ante un problema, nos ayuda a seleccionar las bifurcaciones dentro de un árbol que tenga más posibilidades. Con ello se restringe la búsqueda, aunque no siempre se garantiza una solución adecuada. Todo lo que se debe tener en cuenta para que una heurística sea adecuada es que nos proporcione soluciones que sean lo suficientemente buenas. Además, con la utilización de la búsqueda heurística, no será necesario replantear un problema cada vez que se afronte, ya que si ya ha sido planteado anteriormente, se sugerirá automáticamente la forma en que se ha de proceder para resolverlo.
La representación del conocimiento es una cuestión clave a la hora de encontrar soluciones adecuadas a los problemas que se planteen. Si analizamos más detenidamente el término encontramos varias definiciones. según Avron Barr y Edward A. Feigenbaum, autores de The Handbook of Artificial Intelligence, la representación del conocimiento es una combinación de estructuras de datos y de procedimientos de interpretación que, si son utilizados correctamente por un programa de computadora, éste podrá exhibir una conducta inteligente. Según Vicente Bargueño Fariñas y María Felisa Verdejo, profesores del Departamento de Inteligencia Artificial de la UNED, la Inteligencia Artificial tiene como objetivo construir modelos computacionales que al ejecutarse resuelvan tareas con resultados similares a los obtenidos por una persona, por lo que el tema central de esta disciplina es el estudio del conocimiento y su manejo. Y según Bruce G. Buchanan y Edward H. Shortliffe, autores de Rule-Based Expert Systems: The MYCIN. Experiments of the Stanford Heuristic Programming Project, la representación del Conocimiento en un programa de Inteligencia Artificial significa elegir una serie de convenciones para describir objetos, relaciones, y procesos en el mundo. Gran parte del esfuerzo realizado en la consecución de ordenadores inteligentes, según Bertrand Raphael, científico de computación norteamericano, ha sido caracterizado por el intento continuo de conseguir más y mejores estructuras de representación del conocimiento, junto con técnicas adecuadas para su manipulación, que permitiesen la resolución inteligente de algunos de los problemas planteados. El razonamiento que puede tener cualquier persona, ha demostrado ser una de los aspectos más difíciles de representar en un ordenador. El sentido común a menudo nos ayuda a prever multitud de hechos corrientes, pero es muy complicado representarlos en un ordenador, dado que los razonamientos son casi siempre inexactos y las conclusiones y reglas en las que se basan solamente son aproximadamente verdaderas.
En el campo de la Inteligencia Artificial se han desarrollado diferentes lenguajes específicos para los diferentes campos de aplicación. Este tipo de software ofrece una gran modularidad, que permiten una gran capacidad de tomar decisiones de programación hasta el último momento, es decir cuando el programa ya está ejecutándose. Ofrecen grandes facilidades en el manejo de listas, en que las listas son la estructura más habitual usada para la representación del conocimiento en la Inteligencia Artificial. Stuart Russell y Peter Norvig, en su libro Inteligencia artificial: Un enfoque moderno, nos dicen que los programas de inteligencia artificial representan sistemas que piensan como humanos. Estos sistemas tratan de emular el pensamiento humano. Por ejemplo, mediante redes neuronales artificiales. Se trata de la automatización de actividades que vinculamos con procesos de pensamiento humano, actividades como la toma de decisiones, resolución de problemas y aprendizaje. Estos sistemas tratan de actuar como humanos; es decir, imitan el comportamiento humano, tal como hace la robótica. Se intenta que los computadores realicen tareas que, por el momento, los humanos hacen mejor. Son sistemas que piensan racionalmente. Es decir, con lógica, tratando de imitar el pensamiento lógico racional del ser humano, tal como hacen los sistemas expertos. También implica el estudio de los cálculos que hacen posible percibir, razonar y actuar.
La Inteligencia Artificial se divide en dos escuelas de pensamiento: la que trata de la inteligencia artificial convencional, y la que trata de la inteligencia computacional. La Inteligencia Artificial convencional se conoce también como Inteligencia Artificial simbólico-deductiva. Está basada en el análisis formal y estadístico del comportamiento humano ante diferentes problemas, tales como el razonamiento basado en casos o los sistemas expertos. Mientras que la Inteligencia Computacional implica el desarrollo o aprendizaje interactivo, en que el aprendizaje se realiza basándose en datos empíricos. El término “inteligencia artificial” fue acuñado formalmente durante la conferencia de Dartmouth. En el verano de 1956 tuvo lugar una conferencia en Dartmouth sobre inteligencia artificial, organizada por Marvin Minsky, John McCarthy y Claude Shanon. La conferencia reunió a todos los que trabajaban en el recién estrenado campo de la inteligencia artificial. En ella se discutió la lógica teórica desarrollada por los autores citados. La lógica teórica fue considerada como el primer programa de inteligencia artificial y usada para resolver problemas de búsqueda heurística. En la conferencia se acuño la expresión “Inteligencia Artificial” y prefijo que al cabo de 25 años los ordenadores harían todo el trabajo de los hombres. Pero los fundadores fueron demasiado optimistas con respecto al futuro de su disciplina. Uno de los autores, Marvin Minsky, publicó un artículo en el Science Journal que decía: “Actualmente, las máquinas resuelven problemas de acuerdo con los principios que hemos establecidos en ellas. Dentro de poco quizá aprendamos a ponerlas a trabajar en problemas específicos de mejorar su capacidad de resolver problemas. Una vez traspasado cierto umbral, esto nos llevaría a una espiral de aceleración y sería difícil perfeccionar un regulador fiable para refrenarlo”.
Un año después de la conferencia de Dartmouth, Herbert Alexander Simon, pionero en el campo de la Inteligencia Artificial, estaba convencido que un ordenador sería capaz de hacer cualquier cosa que haga una persona, sólo que mejor. Tiempo después, formulo junto con Allen Newell, investigador en informática y psicología cognitiva, la predicción de que un ordenador seria campeón mundial de ajedrez. Para entonces ya se habían propuesto muchas definiciones distintas que en ningún caso habían logrado ser aceptadas totalmente por la comunidad investigadora. La Inteligencia Artificial es una de las disciplinas más nuevas junto con la genética moderna. Pero las ideas más básicas se remontan a los griegos. Aristóteles (384 – 322 a. C.) fue el primero en describir un conjunto de reglas que describen una parte del funcionamiento de la mente para obtener conclusiones racionales, y Ctesibio de Alejandría (250 a. C.) construyó la primera máquina auto controlada, un regulador del flujo de agua. En el 1315 Ramon Llull en su libro Ars magna ya tuvo la idea de que el razonamiento podía ser efectuado de manera artificial. Muchos de los investigadores sobre la Inteligencia Artificial sostienen que «la inteligencia es un programa capaz de ser ejecutado independientemente de la máquina que lo ejecute, computador o cerebro». El concepto de inteligencia artificial es aún demasiado difuso. Podríamos definir esta ciencia como la encargada de imitar el cerebro, que no el cuerpo, de una persona en todas sus funciones. Estas pueden ser las ya existentes en el ser humano o bien otras novedosas e incorporadas en el desarrollo de una máquina inteligente. En relación a la conciencia y las emociones, y aunque por el momento la mayoría de los investigadores en el ámbito de la Inteligencia Artificial se centran sólo en el aspecto racional, hay expertos que consideran seriamente la posibilidad de incorporar componentes «emotivos» como indicadores de estado, a fin de aumentar la eficacia de los sistemas inteligentes en determinadas situaciones. A diferencia de los humanos, hay términos que la Inteligencia Artificial aún no puede comprender algunos conceptos humanos, como el amor, el sentido de la vida, el libre albedrío, o las emociones humanas.
Steven Pinker, psicólogo de Harvard, nos dice que, particularmente en el caso de los robots móviles, es necesario que estos cuenten con algo similar a las emociones con el objeto de saber en cada instante qué hacer a continuación. Y Bruce Mazlish, un historiador del MIT, afirma que, al tener «sentimientos» y, al menos potencialmente, «motivaciones», los robots podrán actuar de acuerdo con sus «intenciones». Así, se podría equipar a un robot con dispositivos que controlen su medio interno, haciendo que, por ejemplo, «sientan hambre» al detectar que su nivel de energía está descendiendo o que «sientan miedo» cuando este esté demasiado bajo. Johnson-Laird, en su teoría de modelos mentales, nos dice que señal podría interrumpir los procesos de alto nivel y obligar al robot a conseguir el preciado elemento. Incluso se podría introducir el «dolor» o el «sufrimiento físico» en los robots, a fin de evitar los fallos de funcionamiento que provocasen daños irreparables. Esto significa que los sistemas inteligentes deben ser dotados con mecanismos de retroalimentación que les permitan tener conocimiento de sus estados internos, igual que sucede con los seres humanos. Los sistemas inteligentes, al no tener en cuenta elementos emocionales, pueden evitar olvidar el objetivo que deben alcanzar. En los humanos el olvido o abandono de un objetivo por perturbaciones emocionales es un problema que en algunos casos llega a incapacitar. Los sistemas inteligentes, al combinarse con una memoria durable, así como una asignación de objetivos, junto a la toma de decisiones y asignación de prioridades, logran un comportamiento en extremo eficiente, especialmente ante problemas complejos y peligrosos. En síntesis, lo racional y lo emocional están de tal manera interrelacionados entre sí, que se podría decir que no sólo no son aspectos contradictorios sino que son en cierto modo complementarios. Las principales críticas a la Inteligencia Artificial tienen que ver con su capacidad de imitar por completo a un ser humano.
Sin embargo, hay expertos en el tema que indican que ningún ser humano, a nivel individual, tiene capacidad para resolver todo tipo de problemas. Por ello, autores como Howard Gardner, psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, han teorizado que existen inteligencias múltiples. Howard Gardner defiende que, así como hay muchos tipos de problemas que resolver, también hay muchos tipos de inteligencias. Tomó la decisión de escribir acerca de las «Inteligencias Múltiples» para resaltar el número desconocido de capacidades humanas, e inteligencias, para subrayar que estas capacidades son tan fundamentales como las que tradicionalmente detecta el Cociente Intelectual. Gardner menciona que los seres humanos poseemos una gama de capacidades y potenciales ―inteligencias múltiples― que se pueden emplear de muchas maneras productivas, tanto juntas como por separado. Y el conocimiento de las múltiples inteligencias ofrece la posibilidad de poder desplegar con la máxima flexibilidad y eficacia en el desempeño de las distintas funciones definidas por cada sociedad. De este modo la teoría de las inteligencias múltiples se desarrolló con el objetivo de describir la evolución y la topografía de la mente humana, y no como un programa para desarrollar un cierto tipo de mente o para estimular un cierto tipo de ser humano. Un sistema de inteligencia artificial debería resolver problemas, por lo que es fundamental en su diseño la delimitación de los tipos de problemas que resolverá y las estrategias y algoritmos que utilizará para encontrar la solución. En los seres humanos, la capacidad de resolver problemas tiene dos aspectos: los aspectos innatos y los aspectos aprendidos. Los aspectos innatos permiten, por ejemplo, almacenar y recuperar información en la memoria, mientras que en los aspectos aprendidos reside el saber resolver un problema matemático mediante el algoritmo adecuado.
Del mismo modo que un ser humano debe disponer de herramientas que le permitan solucionar ciertos problemas, los sistemas artificiales deben ser programados de modo tal que puedan llegar a resolverlos. Muchas personas consideran que el test de Turing ha sido superado, citando conversaciones en que, al dialogar con un programa de inteligencia artificial programado para participar en un chat, no saben que hablan con un programa. Sin embargo, esta situación no es equivalente a un test de Turing, que requiere que el participante esté sobre aviso de la posibilidad de hablar con una máquina. Otros experimentos mentales como la Habitación china, de John Searle, célebre por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje, a la filosofía de la mente y de la conciencia, han mostrado cómo una máquina podría simular pensamiento sin realmente poseerlo, pasando el test de Turing sin siquiera entender lo que hace, tan solo reaccionando de una forma concreta a determinados estímulos. Esto demostraría que la máquina en realidad no está pensando, ya que actuar de acuerdo con un programa preestablecido sería suficiente. Si para Turing el hecho de engañar a un ser humano que intenta evitar que le engañen es muestra de una mente inteligente, Searle considera posible lograr dicho efecto mediante reglas definidas a priori. Uno de los mayores problemas en sistemas de inteligencia artificial es la comunicación con el usuario. Este obstáculo es debido a la ambigüedad del lenguaje, y se remonta a los inicios de los primeros sistemas operativos informáticos. La capacidad de los seres humanos para comunicarse entre sí implica el conocimiento del lenguaje que utiliza el interlocutor. Para que un humano pueda comunicarse con un sistema inteligente hay dos opciones: o bien que el humano aprenda el lenguaje del sistema como si aprendiese a hablar cualquier otro idioma distinto, o bien que el sistema tenga la capacidad de interpretar el mensaje del usuario en la lengua que el usuario utiliza. Un ser humano, durante toda su vida, aprende el vocabulario de su lengua nativa o materna, siendo capaz de interpretar los mensajes utilizando el contexto para resolver ambigüedades. Sin embargo, debe conocer los distintos significados para poder interpretar, y es por esto que lenguajes especializados y técnicos son conocidos solamente por expertos en las respectivas disciplinas.
Un sistema de Inteligencia Artificial se enfrenta con el mismo problema, la polisemia, una misma palabra con varios significados, del lenguaje humano, su sintaxis poco estructurada y los dialectos entre grupos. Los desarrollos en Inteligencia Artificial son mayores en los campos disciplinares en los que existe mayor consenso entre especialistas. Un sistema experto es más probable que sea programado en física o en medicina que en sociología o en psicología. Por ejemplo, en física hay acuerdo sobre el concepto de velocidad y cómo calcularla. Sin embargo, en psicología se discuten los conceptos y cómo proceder ante cierto diagnóstico. Esto dificulta la creación de sistemas inteligentes porque siempre habrá desacuerdo sobre la forma en que debería actuar el sistema para diferentes situaciones. A pesar de esto hay grandes avances en el diseño de sistemas expertos para el diagnóstico y toma de decisiones en el ámbito médico y psiquiátrico. Al desarrollar un robot con inteligencia artificial se debe tener cuidado con la autonomía, ya que hay que tener cuidado en no vincular el hecho de que el robot interaccione con seres humanos a su grado de autonomía. Si la relación de los humanos con el robot es de tipo maestro esclavo, y el papel de los seres humanos es dar órdenes y el del robot obedecerlas, entonces sí cabe hablar de una limitación de la autonomía del robot. Pero si la interacción de los seres humanos con el robot es de igual a igual, entonces su presencia no tiene por qué estar asociada a restricciones para que el robot pueda tomar sus propias decisiones. La animatrónica es la técnica que, mediante el uso de mecanismos robóticos o electrónicos, simula el aspecto y comportamiento de los seres vivos empleando marionetas u otros muñecos mecánicos. Se caracterizan por tener un aspecto físico antropomórfico. La animatrónica junto con la inteligencia artificial es lo que da como resultado los androides, como se suele conocer a los robots que imitan el comportamiento humano. Tenemos una técnica capaz de dotar a máquinas del aspecto y comportamiento de seres vivos. Es decir, humanizar a los robots.
Pero ya no sólo hablamos que los movimientos sean muy reales, sino que además, parece real gracias a la piel sintética que han usado y al maquillaje. La empresa Disney está a punto de usar la animatrónica y la inteligencia artificial para simular uno de sus personajes en la vida real: Pascal, uno de los personajes de la película Enredados. Por otro lado, Dubai ya está usando policías robots creados por PAL Robotics. En efecto, la Policía de Dubái tiene un nuevo integrante hecho de acero y sistemas informáticos. Se trata de un robocop, un robot humanoide fabricado por la empresa española Pal Robotics, que ha empezado a patrullar los centros comerciales y puntos turísticos de la capital de los Emiratos Árabes. El modelo mide 1,67 metros, pesa 99 kilos y cuenta con una pantalla táctil incrustada en su pecho, a través de la cual los ciudadanos podrán obtener información, denunciar delitos, pagar multas o contactar con diferentes comisarías de la ciudad. Su tecnología de reconocimiento facial tiene una precisión del 80%, según informa el Departamento de Policía de Dubái, pero las cámaras de los ojos del robot enviarán vídeos en streaming a las unidades de agentes físicos. Ese es el primer paso del plan para que los robots representen el 25% de la fuerza policial de la ciudad hasta 2030. “Actualmente, la mayoría de las personas van a las comisarías, pero con esa herramienta podemos atenderlas de manera más eficiente las 24 horas de todos los días“, afirma Khalid Al Zarooqui, director del Departamento de Servicios Inteligentes de la Policía. “El robot va a proteger a los ciudadanos de la delincuencia, porque puede transmitir lo que está sucediendo de inmediato a nuestro centro de mando y control“, añade. Nueve idiomas, como inglés, español, francés y chino, serán añadidos al vocabulario del robocop.
La tecnología deepfakes, una técnica de síntesis de imagen humana basada en inteligencia artificial, pone en evidencia la posible utilización maligna de la Inteligencia Artificial. Con la ayuda de la inteligencia artificial muestra la posibilidad de suplantar identidades con los rostros de otras personas. En 2017 se descubrió que una comunidad de internet utilizaba programas de inteligencia artificial para conseguir superponer la cara de actrices famosas en películas pornográficas. Celebridades como Emma Watson o Gal Gadot denunciaron la violación de los derechos de imagen tras sufrir la utilización de sus rostros para hacerlas pasar por actrices porno. Este sistema permite hacer un reconocimiento facial de cualquier persona, adoptar los gestos del rostro, así como las poses. El periodista y escritor español Santiago Camacho, especializado en temas relacionados con teorías conspirativas, explica que hay varios casos de famosos a nivel mundial que han sido manipulados gracias a la inteligencia artificial. Algunos de los casos son de conocidos políticos, como Donald Trump, Barack Obama, Vladimir Putin e, incluso, John Kennedy. Esta tecnología no solo tiene la capacidad de manipular la realidad, sino que gracias al avance de la inteligencia artificial ya se pueden incluso manipular retransmisiones en directo o el audio. El peligro se manifiesta en que cualquiera, con un equipo tecnológico doméstico, puede hacer posible esta manipulación. La calidad de los vídeos mejora gracias a la optimización de la inteligencia artificial. “Dentro de un año esto se hará a un velocidad perfectamente real“, asegura Santiago Camacho. Ello implicaría que en un futuro, debido a las mejoras tecnológicas, las retransmisiones en directo y los vídeos quedarán en entredicho. Pero, ¿será posible detectar esta manipulación?
La presencia de la tecnología en todos los ámbitos de la vida cotidiana, incluyendo las Ciencias Sociales, ocurre de manera independiente al debate que hay con respecto a sus bondades y defectos. El hombre se ha aplicado a sí mismo el nombre científico de Homo Sapiens como una valoración de la trascendencia de nuestras habilidades mentales, tanto para nuestra vida cotidiana como en nuestro propio sentido de identidad. Lo que nos propone la Realidad Virtual y, en especial, la Inteligencia Artificial, es lograr la comprensión de las entidades inteligentes. Por ello, una de las razones de su estudio es el aprender más acerca de nosotros mismos. Los esfuerzos de la Inteligencia Artificial están encaminados tanto a la construcción de entidades inteligentes como a su comprensión. Si bien nadie podría pronosticar con toda precisión lo que sé podría esperar en el futuro, es evidente que las computadoras que poseen una inteligencia a nivel humano, o superior, tendrán repercusiones muy importantes en nuestra vida diaria así como en el devenir de la civilización. El problema que aborda la Inteligencia Artificial es uno de los más complejos e interesantes. La pregunta claves es, ¿cómo es posible que un diminuto y lento cerebro, sea biológico o electrónico, tenga la capacidad para percibir, comprender, predecir y manipular un mundo cuya complejidad lo excede? Pero el investigador del campo de la Inteligencia Artificial cuenta con pruebas contundentes de que tal búsqueda es factible. El estudio de la inteligencia es una de las disciplinas más antiguas. Por más de dos mil años, los filósofos se han esforzado por comprender cómo se ve, aprende, recuerda y razona, así como la manera que estas actividades deberían realizarse. La llegada de las computadoras a principio de la década de los años cincuenta del siglo XX permitió pasar a su aplicación mediante una auténtica disciplina teórica y experimental. La Inteligencia Artificial ha resultado ser algo mucho más complejo de lo que muchos imaginaron al principio, porque las ideas modernas relacionadas con ella se caracterizan por su gran riqueza.
El hecho de conocer las reglas del Ajedrez no nos convierte en grandes maestros. Daniel Kahneman, psicólogo israelí, elaboró un catálogo de los errores que sistemáticamente se cometen en el razonamiento humano. El enfoque centrado en el comportamiento humano constituye una ciencia empírica, que entraña el empleo de hipótesis y de la confirmación mediante experimentos. Las distintas orientaciones han hecho valiosas aportaciones, como John Haugeland, profesor de filosofía, centrado en la filosofía de la mente, la ciencia cognitiva y la fenomenología, que nos dice: “La interesante tarea de lograr que las computadoras piensen (…) máquinas con mente, en su amplio sentido literal“. Junto con la nanotecnología y la Inteligencia Artificial, que están confluyendo rápidamente, la Realidad Virtual es, sin duda, el campo de investigación más importante, el más prometedor y el más inquietante. Según la empresa Fujitsu: “Lo que la humanidad puede soñar, la tecnología lo puede conseguir“. Esta afirmación parece a punto de cumplirse plenamente. Depende en buena medida de que estemos informados sobre sus posibilidades. Imaginemos una televisión envolvente con programas tridimensionales, con objetos que se pueden alzar y manipular y hasta tocar con los dedos y las manos. Podemos estar inmersos en un mundo artificial en donde actuamos de exploradores activos, en lugar de solo ser observadores. Imaginemos que seamos tanto creadores como consumidores de una experiencia artificial. La persona que experimenta la Realidad Virtual está rodeada por una representación tridimensional generada por computadora, y es capaz de desplazarse en el mundo virtual, asirlo y remodelarlo. Un modo de ver la Realidad Virtual es como una ventana mágica que se asoma a otros mundos. La Realidad Virtual provocará que en las décadas venideras la realidad desaparezca detrás de una pantalla. En la comunidad de la Inteligencia Artificial el objetivo es reemplazar la mente humana por la máquina. El objetivo consiste en construir sistemas que amplifiquen la mente humana proveyéndole auxiliares, basados en la computadora, que hacen las cosas que las mentes tienen dificultades para hacer.
Es fundamental poder estudiar la relación de la Realidad Virtual con la mente humana y las Ciencias Sociales. Existen tres áreas en las que la mente humana es más poderosa que cualquier algoritmo elaborado hasta ahora. La primera es el reconocimiento de imágenes visuales o auditivas. Los computadores científicos ni siquiera tienen un buen método para aproximarse al poder de reconocimiento que usa un bebé para reconocer la cara de su madre desde un ángulo y con una iluminación que no haya visto previamente. La segunda área importante de la superioridad, que tiene el ser humano sobre lo computacional, es el dominio de lo que se llama evaluación. Richard Ernest Bellman, matemático cuya mayor contribución fue la metodología denominada programación dinámica, nos dice que la tercera zona de la superioridad mental humana está en el “Sentido global del contexto que nos capacita para recordar, en el momento apropiado, algo que hemos leído en una oscura revista años atrás, con referencia a un tema completamente diferente y que de pronto se nos aparezca como significativa“. Los tres campos en los que las computadoras son más diestras que la mente humana son la evaluación de cálculos, el acopio de cantidades masivas de datos y la memorización de cosas sin posibilidad de olvidarlas. Entonces se plantea una posible relación entre la estructuración de un sistema cooperativo hombre-máquina. Mientras que la máquina puede hacer los cálculos, memorice y busque las bases de datos, entendiendo por cálculos la evaluación de algunas funciones muy complicadas, el ser humano ejerce la estrategia, la evaluación, el reconocimiento de imágenes, planifica y busca información en un contexto. Cuando uno trata de definir la interfaz para ese sistema, se acerca al umbral de la Realidad Virtual y la Inteligencia Artificial.
¿Qué es lo que permite al cerebro funcionar?, ¿cómo funciona el intelecto humano? y ¿es posible que seres no humanos tengan intelecto? Ha habido ocasiones en las que estas cuestiones han propiciado debates entre científicos sociales e investigadores de la Inteligencia Artificial. Hubert Dreyfus, filósofo estadounidense, nos dice que: “En el campo de la Filosofía de la Ciencia se afirma que las máquinas son capaces de hacer todo lo que pueden hacer y mejor que los humanos, afirmación que se complementa con un intento de entrever las implicaciones de lo anterior en la Filosofía de la Mente, en tanto que los teólogos y estudiosos de lo moral se refugian en el último reducto de esta conducta tan compleja como es la elección moral, el amor, la investigación creativa, que se afirma rebasa el ámbito de cualquier máquina“. Uno de los cuestionamientos filosóficos básicos en la Inteligencia Artificial es: “¿Son capaces de pensar las máquinas?” . La posibilidad de la existencia de “Máquinas pensantes” ha estado presente entre nosotros durante años. Si definimos “Pensar” como algo mediante lo que se “Toman decisiones y se delibera, a través de un cerebro orgánico y natural“, debemos concluir que las computadoras no pueden pensar. Alan Turing, en su famosa ponencia Computing Machine and Intelligence proponía que en vez de preguntarse si pueden pensar las máquinas, lo que debería plantearse es sí la máquina tiene capacidad para una prueba de inteligencia, la que después vino a llamarse test de Turing. Opinaba que para el año dos mil una computadora con capacidad de almacenamiento mucho más grande podría programarse para sostener una conversación con alguien que la interrogase durante cinco minutos, teniendo una posibilidad de 30% de hacer creer al cuestionador que la máquina era un ser humano. La objeción de que las computadoras sólo son capaces de hacer lo que se les indica y que, por lo tanto, no son capaces de hacer nada creativo, es algo con lo que todavía nos topamos en la actualidad. Una sencilla refutación es afirmando que una de las cosas que podemos ordenar a una computadora es que aprenda a partir de su propia experiencia.
Una de las criticas persistentes en contra de la Inteligencia Artificial como proyecto es lo que Turing denominó “Argumento que surge de la informalidad del comportamiento“. Básicamente, consiste en afirmar que la conducta humana es demasiado compleja para que pueda ser expresada a través de un simple conjunto de reglas, por lo que no puede producir una conducta tan inteligente como la de los seres humanos. El principal proponente de este punto de vista es el filósofo estadounidense Hubert Dreyfus, que ha producido una serie de importantes críticas contra la Inteligencia Artificial, como What computers still can’t do o Mind over machine. La postura que critican se conoce como “La Buena y Anticuada IA“, o BAIA, término que fue acuñado por el profesor de filosofía John Haugeland en 1985. En el caso de la BAIA se supone que es posible expresar todo tipo de conducta inteligente mediante un sistema que razone lógicamente a partir de un conjunto de hechos y reglas que describen el dominio. Dreyfus afirma que: “Cuando Minsky o Turing afirman que el hombre puede concebirse como una máquina, seguramente se refieren a que una computadora digital es capaz de reproducir la conducta humana mediante el procedimiento de los datos que representan diversos hechos relacionados con el mundo por medio de operaciones lógicas que pueden reducirse al cotejo, clasificación y a las operaciones booleanas“. Pero la Inteligencia Artificial y La Buena y Anticuada IA (BAIA), no son los mismos conceptos. Muchos de los temas abordados por Dreyfus tales como el conocimiento construido por la experiencia del sentido común, el aprendizaje, o las formas copiladas para la toma de decisiones, se consideran como aspectos importantes del diseño de agentes inteligentes. El aprendizaje por redes neuronales es una forma de aprendizaje para el que se requiere la identificación previa de todas las entradas relevantes y de las salidas correctas. Por lo tanto, no puede operar de manera autónoma sin la ayuda de un entrenador humano.
En áreas tales como la de los juegos, la inferencia lógica, así como la demostración de teoremas, y la amplificación y diagnóstico médico, hemos visto sistemas que se basan en rigurosos principios teóricos que pueden ser tan buenos como los de los expertos humanos. En otras áreas, como el aprendizaje, la percepción visual, la robótica y la comprensión del lenguaje natural, están lográndose rápidos avances mediante la aplicación de mejores métodos analíticos y de una mejor comprensión de los problemas. Ya antes del inicio de la Inteligencia Artificial, filósofos, economistas y otros científicos sociales, trataban de encontrar una definición satisfactoria de lo que se debe considerar como una acción racional. Un agente perfectamente racional actúa en todo momento de manera tal que logra maximizar su utilidad esperada, con base en la información que ha obtenido del entorno. En la práctica, los diseñadores de sistemas de Inteligencia Artificial se ven forzados a establecer un compromiso para lograr un desempeño general razonable. En la Teoría de los Juegos son estudiados problemas de decisión en los cuales la utilidad de una determinada acción depende no sólo de elementos aleatorios del entorno, sino también de las acciones de otros agentes. En un escenario normal está presente un conjunto de agentes que toman sus decisiones de manera simultánea, sin saber cuáles son las decisiones de los demás agentes. Si se está de acuerdo en que las máquinas lograrán alcanzar elevados niveles de conducta inteligente y se comunicarán con los humanos como si fueran iguales, es inevitable plantearse varias preguntas, tales como ¿de qué manera van a interaccionar las máquinas inteligentes con los seres humanos? ¿Qué sucedería si las máquinas inteligentes decidiesen actuar en contra del interés humano? En su libro Computer Power and Human Reason, Joseph Weizenbaum, profesor emérito de Informática en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y uno de los padres de la cibernética, expone que el efecto de las máquinas inteligentes en la sociedad humana sería tal que proseguir con las investigaciones en el área de la Inteligencia Artificial debe considerarse como poco ético. Uno de los principales argumentos de Weizenbau es que la investigación en Inteligencia Artificial hace factible la idea de que los seres humanos probablemente seamos autómatas, una idea que trae aparejada una pérdida de autonomía o, incluso, de dignidad humana.
Es evidente que todo tipo de tecnología puede llegar a utilizarse negativamente en detrimento de la humanidad. Los argumentos a favor de una determinada tecnología deben tener en cuenta los beneficios, por lo que es necesaria la mejor información posible para la toma de decisiones. Hay futuristas como Edward Fredkin, uno de los pioneros en la física digital, y Hans Moravec, investigador en robótica en la Carnegie Mellon University, que dicen que: “Una vez que la raza humana haya cumplido su destino al dar existencia a entidades de inteligencia superior y quizás ilimitada, su propia conservación parecerá ser menos importante. Algo en lo que, de cualquier forma, vale la pena pensar“. Pero pensando positivamente, la Inteligencia Artificial ofrece grandes posibilidades de mejorar las circunstancias materiales de la vida humana. Una automatización inteligente, ¿permitirá a las personas desarrollar un trabajo más satisfactorio y disfrutar de más tiempo libre? Pero todo indica que los autores de ciencia-ficción están a favor de futuros contrarios a la utopía. La característica más definida de las sociedades contemporáneas es el dominio de la tecnología. La moderna Ciencia y la Tecnología irrumpen con su enorme poder de manipulación. Por todas partes surgen artefactos y objetos que invaden el mundo natural a una velocidad nunca ante soñada, extendiendo los efectos de las acciones humanas hasta límites casi inimaginables. Pero su ideal de servir al ser humano parece haberse invertido. El ser humano se ha convertido en esclavo tecnológico, cuando supuestamente la tecnología debería haberlo liberado. El filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse ha dicho que “La moderna técnica se ha convertido en dominio sobre la naturaleza y, a través de éste, en dominio sobre otros hombres. Este propósito de dominio metódico científico calculado, pertenece a la forma misma de la razón técnica y se manifiesta en el sometimiento de los individuos y del conocimiento mismo del aparato de producción y distribución“. Por otra parte, es innegable que el dominio tecnológico proporciona una vida más cómoda a una parte de la Humanidad, pero este hecho oscurece el problema de hasta qué punto la tecnología ha sido puesta al servicio de la vida. Marcuse considera que “La racionalidad tecnológica, escudándose en los beneficios prometidos por la tecnología, legitima un poder político expansivo que absorbe toda la área, incluyendo la cultura“.
Según el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, “La conciencia tecnocrática hace desaparecer el interés práctico en aras del interés por la ampliación de nuestro poder técnico. Las informaciones provenientes del ámbito del saber técnicamente utilizable invaden las tradiciones del mundo. La sociedad se controla de la misma forma que se ha intentado controla a la naturaleza, es decir, reconstruyéndola según el modelo de la racionalidad instrumental o medio-fin“. La objetividad atribuida a las Ciencias Naturales se desplaza hacia la tecnología, que adquiere una reputación que oculta a la conciencia pública las verdaderas relaciones de poder. De esta manera, la tecnología se vuelve Ideológica y pretende legitimarse por el mero hecho de existir. Según el sociólogo francés Alain Touraine, se está considerando que la tecnología es el elemento diseñador de las nuevas relaciones económicas y acaso laborales, sociales, culturales, ideológicas y políticas que hace que se manifiesten unas nuevas condiciones verdaderamente generadoras de nuestro presente-futuro. Debemos preguntarnos si la tecnología será el elemento diseñador de una nueva realidad y, por tanto, de la nueva condición de la sociedad. Sin embargo, además de los efectos económicos y de las nuevas estrategias industriales, hay consecuencias y efectos que no podemos obviar por más tiempo. En efecto, la tecnología va transformando también nuestras mentes ya que, de alguna forma, accedemos a los datos y a las imágenes mentales de diferente manera: Ello producirá que cambiemos nuestro modelo mental de la realidad y nuestra representación del mundo, ya que tenemos más información y más rápidamente. El ordenador, no hay duda, rompe la comunicación socio-afectiva, y al no recrear la imagen social, impide su actualización. Los nuevos medios no amplían los campos de la socialización. Según Alvin Toffler, escritor y futurólogo estadounidense, autor de El Shock del Futuro y La Tercera Ola, las estrategias del desarrollo del mañana para los países pobres vendrán de manos de las nuevas tecnologías y, en consecuencia, las soluciones serán propias, locales, realizadas a la medida de los primeros países que intenten solucionar sus problemas. Simplemente, porque ahora las soluciones a la pobreza y a la injusticia social vendrán de manos de la tecnología y no de la economía. En este sentido, el conocer, o si se quiere, la estructura que da origen y expande el Conocimiento, como la Educación, jugará el papel posibilitador de la moralidad del mañana.
La Educación, y con ella el conocimiento, se convierten en la más necesaria energía que requiere la Tecnología de la Información para su puesta en marcha y posterior desarrollo. El bienestar individual y social precisará entonces del conocimiento, que se convierte así en el posibilitador del futuro, en el verdadero alimentador energético de la tecnología. Sin embargo, el gran cambio a que se verán sometidas las Ciencias Sociales estribará en la inclusión y protagonismo que en su seno jugará la gran revolución de la Tecnología de la Información. Según Jean-Jacques Servan-Schreiber, ensayista y periodista francés, el Conocimiento o mejor dicho, la Innovación del Conocimiento, será el componente principal del desarrollo económico, o incluso del desarrollo general de la Sociedad. O como dice el sociólogo Salvador Giner: “La innovación ha dejado de ‘estar en manos de la técnica para ser fruto del cognitivismo sistemático“. Ello implica revolucionar el conocimiento, no sólo en el ámbito formal sino sustancialmente. Innovar el Conocimiento es crear nuevo Conocimiento, y esto, la creación de nuevo conocimiento, no puede darse por medios que no sean nuevos. Para crear no sólo nuevo Conocimiento sino Conocimiento realmente innovador, como el Conocimiento Virtual, hay que estudiar otras realidades no naturales. Ello implica fundamentar la generación de la innovación en el estudio de otros objetos nuevos, creados ad hoc, o sea, artificiales. En este sentido, pues, sólo la Realidad Artificial puede plantearse como el contexto de la innovación científico-tecnológica. De ahí que, cada vez más, se crea en que la nueva fuente de poder, a cualquier nivel (económico, militar), será, de ahora en adelante, la creación de un nuevo Conocimiento, o de Conocimiento innovador. Ahora bien, la creación de nuevo Conocimiento, lo que podríamos denominar Conocimiento Virtual, depende, forzosamente, de la creación de nuevos entornos de Conocimiento. El salto está, evidentemente, en superar el Conocimiento de la Naturaleza, o sea de lo natural, para lograr “Otro tipo de Conocimiento“.
La primera condición de la innovación será, en oposición a la realidad natural, crear realidades artificiales que, a su vez, contextualizarán el nuevo Conocimiento. El futuro se encuentra en el desarrollo de lo que ya hace años, Herbert Alexander Simon, economista, politólogo y teórico de las ciencias sociales estadounidense, denominará La Ciencia Artificial. e su libro Las Ciencias de lo Artificial. Aquí precisamente es donde se encuentra el gran papel a desarrollar por las Tecnologías de la Información, ya que es precisamente, gracias a las nuevas tecnologías, que se forman nuevos ambientes artificiales y donde en consecuencia surge una posibilidad del Conocimiento innovador, o si se quiere del Conocimiento Virtual. Un centro educativo computarizado presupone la creación de un espacio pedagógicamente artificial, ya que las interacciones propias de la adquisición del Conocimiento se desarrollan por y mediante la asistencia del ordenador. Ello, evidentemente, nos proporciona una forma de aprendizaje mediante un artefacto artificial que conlleva la posibilidad de Conocimiento Virtual. La conclusión es que la utilización de tecnología en los aprendizajes implica la generación de nuevas perspectivas intelectuales, ya que la utilización, por ejemplo del ordenador, implica generar Inteligencia Artificial al desarrollar funcionalidades conceptuales sobre un mecanismo no natural. La utilización del ordenador implica abrir al ser humano nuevas perspectivas intelectuales y actualizar otras capacidades cognitivas hasta ahora no desarrolladas. O sea, una enseñanza asistida por ordenador crea nuevas perspectivas cognitivas y, por tanto, se plantea como conocimiento virtual. El aprendizaje instrumental tecnológicamente implica reconvertir esta tecnología en un medio facilitador de nuevas perspectivas cognitivas, por lo que la Educación tiende a convertirse en una tecnología propia de la construcción humana. Es por tanto posible hablar de nuevas tecnologías y del desarrollo de un nuevo Conocimiento, de un nuevo paradigma científico beneficioso para el ser humano. El Mundo Virtual del futuro será fruto de las nuevas tecnologías, por lo que la Innovación, el Conocimiento, y toda la Realidad que se está iniciando dependerá cada vez más de la tecnología y de la manera en que se utilice. Veremos de qué lado se decanta el uso de la tecnología. De ello depende nuestro futuro.
Fuentes:
- Stuart Russell y Peter Norvig – Inteligencia artificial: Un enfoque moderno
- Alejandro Madruga – Inteligencia artificial, el futuro del hombre
- Alberto García Serrano – Inteligencia Artificial. Fundamentos, práctica y aplicaciones
- Nick Bostrom – Superinteligencia: Caminos, peligros, estrategias
- Pablo Rodríguez y Jorge Rizzo – Inteligencia artificial: Cómo cambiará el mundo y tu vida
- Yuval Noah Harari – Homo Deus: Breve historia del mañana
- Klaus Schwab – La cuarta revolución industrial
- Margaret Boden y Inmaculada Pérez Parra – Inteligencia artificial
- Ray Kurzweil – La Singularidad está cerca: Cuando los humanos transcendamos la biología
- Jeremy Rifkin – El fin del trabajo: Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era
- José Mª Angulo Usategui, Susana Romero, Ignacio Angulo – Introducción a la robótica
- Jerry Kaplan – Abstenerse humanos: guía para la riqueza y el trabajo en la era de la inteligencia artificial
- Richard Susskind y Daniel Susskind – El futuro de las profesiones: Cómo la tecnología transformará el trabajo de los expertos humanos
- Mayte Rius – Los dilemas éticos de la inteligencia artificial
- Avron Barr y Edward A. Feigenbaum – The Handbook of Artificial Intelligence
- Bruce G. Buchanan y Edward H. Shortliffe – Rule-Based Expert Systems: The MYCIN. Experiments of the Stanford Heuristic Programming Project
- Hubert Dreyfus – What computers still can’t do
- Hubert Dreyfus – Mind over machine
- lvin Toffler – El Shock del Futuro
- lvin Toffler – La Tercera Ola
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