Abrid los ojos hacia vosotros mismos y mirad en el infinito del espacio y el tiempo. Oireis que alli vuelven a resonar el canto de los astros, la voz de los numeros y la armonia de las esferas. Cada sol es un pensamiento de dios y cada planeta una forma de ese pensamiento, y es para conocer el pensamiento divino que vosotras almas descendereis y remontareis penosamente el camino de los siete planetas y de los siete cielos suyos.
HERMES TRISMEGISTO
Lo que la oruga ve como el final de la vida, el maestro lo llama una mariposa. RICHARD BACH
DEDICATORIA
Allí, donde habitan las mariposas, lo hacen tambien las hadas y los angeles, la verdad y la ilusion, la alegria, el amor, la dulzura y la fantasia; los mas bellos sueños y la esperanza.
Es el lugar donde los rios son de miel y las montañas de plata y diamantes; donde los seres alados bailan moviendose al ritmo de la musica de George Harrison y el aroma del Padmini; donde puedo descansar en grandes almohadones de plumas tejidos con hilos de seda y oro. Es mi refugio, y el de muchos que sueñan encontrarlo, sin saber aún que son mariposas.
Este blog esta dedicado a todos ellos y ojala puedan disfrutarlo como parte de su camino hacia el lugar donde habitaron o habitaran algun dia
Por qué hay que prohibir que nos manipulen el cerebro antes de que sea posible
El
científico Rafael Yuste, impulsor de la mayor iniciativa para conocer
el cerebro, reclama a los Gobiernos la creación de nuevas leyes frente a
los riesgos de la neurotecnología
“Tenemos una responsabilidad histórica. Estamos en un
momento en que podemos decidir qué tipo de humanidad queremos”. Son
palabras mayúsculas, tanto como el reto que se plantea Rafael Yuste. A
este neurocientífico español, catedrático de la Universidad de Columbia
(EE UU), le susurran en la conciencia los fantasmas de otros grandes
científicos de la historia que abrieron la caja de Pandora. Él, que ha
impulsado la iniciativa Brain, la mayor apuesta por descubrir los
secretos del cerebro, no elude su responsabilidad: “Lo llevo como un
deber”. Yuste sabe bien lo que su campo, la neurotecnología, ya es capaz
de ver y hacer en nuestras mentes. Y teme que se nos vaya de las manos
si no se regula. Por eso reclama a los Gobiernos de todo el mundo que
creen y protejan unos derechos de nuevo cuño: los neuroderechos. Chile
quiere ser el primer país que los recoja en su carta magna y ya se está
negociando para que este espíritu se incluya en la estrategia del
Gobierno español para la inteligencia artificial.
"La privacidad máxima de una persona es lo que piensa, pero ahora ya empieza a ser posible descifrarlo", avisa Yuste
El
año pasado, Yuste consiguió manipular el comportamiento de unos
ratones. Y lo hizo interviniendo en los pequeños cerebros de estos
roedores, amaestrados para sorber zumo cuando ven unas rayas verticales
en una pantalla. Yuste y su equipo habían apuntado las neuronas
concretas que se disparaban en ese momento y las estimularon
directamente cuando en la pantalla no se veían las barras. Pero los
ratones sorbieron zumo como si las hubieran visto. “Aquí en Columbia un
colega mío ha desarrollado una prótesis visual inalámbrica para
invidentes con un millón de electrodos, que permite conectar a una
persona a la red. Pero también se puede usar para crear soldados con
supercapacidades”, advierte Yuste. Ese aparato, financiado por Darpa (la
agencia de investigación del Ejército de EE UU), podría estimular hasta
100.000 neuronas, aportando destrezas sobrehumanas.
Cuando Yuste comenzó hace dos años a trabajar en la
iniciativa de los neuroderechos era casi un planteamiento abstracto, de
ciencia ficción. "Pero ha aumentado la urgencia de la situación, hay
problemas bastante serios que se nos vienen de frente; las compañías
tecnológicas se están metiendo en esto de cabeza porque piensan, de
manera acertada, que el nuevo iPhone va a ser una interfaz
cerebro-computadora no invasiva", advierte Yuste. El hombre que impulsó
un proyecto en EE UU de 6.000 millones de dólares para investigar el
cerebro enumera con preocupación los movimientos de los últimos meses.
Facebook ha invertido mil millones de dólares en una compañía que
comunica el cerebro con los ordenadores. Y Microsoft otros mil millones
en la iniciativa de inteligencia artificial de Elon Musk, que invierte
100 millones en Neuralink, una compañía que implantará finísimos hilos
en el cerebro de sus usuarios para aumentar sus competencias. Y a Yuste
le consta que Google está haciendo esfuerzos parecidos que no son
públicos. Ha llegado la era del neurocapitalismo.
Yuste está negociando con España para llevar el
espíritu de su juramento tecnocrático a la Estrategia Nacional de
Inteligencia Artificial que prepara el Gobierno
“Estas grandes tecnológicas se están poniendo nerviosas para no quedarse atrás con el nuevo iPhone cerebral.
Tenemos que acudir directamente a la sociedad y a quienes hacen las
leyes para evitar abusos", afirma. La tecnología impulsada por Musk pretende ayudar
a pacientes con parálisis o extremidades amputadas a controlar su
expresión y movimiento o a ver y oír solo con el cerebro. Pero no oculta
que el objetivo final es el de conectarnos directamente con las
máquinas para mejorarnos con inteligencia artificial. La iniciativa de
Facebook es similar: una empresa con el historial de respeto por la
privacidad como la de Zuckerberg, accediendo a los pensamientos de sus
usuarios.
Estas pretensiones parecen de ciencia ficción, pero un
simple repaso por algunos logros de la neurociencia en los últimos
tiempos ponen estas aspiraciones al alcance de la mano. En 2014 científicos españoles consiguieron
transmitir "hola" directamente desde el cerebro de un sujeto al de
otro, situado a 7.700 kilómetros de distancia, por medio de impulsos
eléctricos. En varios laboratorios se ha conseguido recrear una imagen
más o menos nítida de lo que un sujeto está viendo solo analizando las
ondas cerebrales que produce. Gracias a la electroencefalografía se ha
conseguido leer del cerebro palabras como "cuchara" o "teléfono" cuando alguien pensaba en ellas. También se ha usado para identificar estados de ánimo. En la Universidad de Berkeley fueron capaces de identificar la escena
que estaban viendo los sujetos gracias a la nube de palabras que
suscitaba su cerebro con el visionado: perro, cielo, mujer, hablar...
Una tecnología que podría servir para descubrir sentimientos,
dependiendo de las palabras que surjan al ver una imagen: por ejemplo,
podría leer “odio” al visionar la imagen de un dictador.
Algunos de estos hitos tienen 10 años de antigüedad y desde
entonces se han invertido miles de millones en monumentales proyectos
privados y gubernamentales, desde Facebook a Darpa, pasando por la
Academia de Ciencias de China. "Piensa que el proyecto chino es tres
veces más grande que el estadounidense, y va directamente al grano, al
fusionar las dos vertientes: inteligencia artificial y neurotecnología",
advierte Yuste, que asegura ser optimista sobre las bondades de la
neurotecnología y por eso quiere regularla.
“A corto plazo, el peligro más inminente es la pérdida de
privacidad mental”, advierte Yuste, que lanzó su iniciativa por los
neuroderechos tras debatirlo en Columbia con un equipo de veinticinco especialistas en neurociencia, derecho y ética denominado el Grupo Morningside.
Numerosas compañías ya tienen desarrollados dispositivos, generalmente
en forma de diadema, para registrar la actividad cerebral de los
usuarios que quieran controlar mentalmente drones y coches, o medir el
nivel de concentración o el estrés de los trabajadores, como sucede con
conductores públicos en China. También allí se están usando con
escolares: la diadema lee sus ondas cerebrales y una lucecita muestra al
profesor su nivel de concentración. El problema es que la compañía que
los vende, BrainCo, aspira a conseguir así la mayor base de datos de
este tipo de actividad cerebral. Cuanto más datos tenga, mejores y más
valiosas serán sus lecturas, lógicamente. Cuando la industria
tecnológica lleva una década extrayendo todos los datos que puedan
obtener del uso de aplicaciones y dispositivos, la posibilidad de
exprimir cada neurona es un filón irresistible.
Diademas que espían neuronas
La regulación que plantea el grupo de Yuste tiene dos
enfoques. Uno de autorregulación, con un juramento tecnocrático que
obligue deontológicamente a ingenieros, informáticos y otros
especialistas dedicados a la neurotecnología. En este sentido, se está
negociando con España para llevar el espíritu de este juramento a la
Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial que prepara el Gobierno.
Por otro lado, Yuste aspira a que los neuroderechos se recojan en la
Declaración de Derechos Humanos y a que los Gobiernos establezcan un
marco legal que evite los abusos. El pionero será Chile, con cuyo
Gobierno tiene casi cerrada una legislación específica y su inclusión en
la Constitución.
"Lo que me preocupa con más urgencia es el desciframiento de los neurodatos:
la privacidad máxima de una persona es lo que piensa, pero ahora ya
empieza a ser posible descifrarlo", avisa Yuste. "Lo estamos haciendo a
diario en los laboratorios con ratones, en cuanto las compañías privadas
tengan acceso a esta información, ríete tú de los problemas de
privacidad que hemos tenido hasta ahora con los móviles. Por eso
necesitamos neuroderechos, porque es un problema de derechos humanos",
resume. El neurocientífico quiere alertar a la población porque "no hay
nada de regulación y afecta a los derechos humanos básicos".
"Existe un potencial para el desastre si dejamos
que se nos siga yendo de las manos, porque hay una total falta de
regulación", avisa Martínez-Conde
La neurobióloga Mara Dierssen, que no está implicada en la
iniciativa de Yuste, destaca los problemas bioéticos derivados de las
posibilidades de mejora del ser humano mediante neurotecnología. Aunque
asegura que hay mucho sensacionalismo y arrogancia en torno a empresas
como la de Musk, Dierssen resalta que "a largo plazo se pretende que los
implantes puedan entrar en el campo de la cirugía electiva para quienes
quieran 'potenciar su cerebro con el poder de un ordenador". "¿Qué
consecuencias puede tener la neuromejora en un mundo globalizado,
biotecnificado y socioeconómicamente desigual? Inevitablemente surge la
gran pregunta de en qué medida esas técnicas serían accesibles a todos",
plantea Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica y
expresidenta de la Sociedad Española de Neurociencia.
Para la neurocientífica Susana Martínez-Conde es una
iniciativa "no solo positiva sino necesaria". "Nos estamos dando cuenta
como sociedad de que los avances tecnológicos van mucho más allá de lo
que estamos preparados filosófica y legalmente. Nos enfrentamos a
situaciones sin experiencia previa en la historia", asegura
Martínez-Conde, directora del laboratorio de Neurociencia Integrada de
la Universidad del Estado de Nueva York. "Es necesario que tomemos nota
porque la neurotecnología tiene repercusiones directas sobre lo que
significa ser humano. Existe un potencial para el desastre si dejamos
que se nos siga yendo de las manos porque hay una total falta de
regulación. Es momento de actuar antes de un desastre a escala global",
avisa.
Este desastre tiene resonancias históricas. Mientras
conversa desde su despacho de Columbia, Yuste observa el edificio en el
que se lanzó el proyecto Manhattan, que desembocó en el lanzamiento de
sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. "Esos mismos
científicos fueron luego los primeros en la línea de batalla para que se
regulara la energía nuclear. La misma gente que hizo la bomba atómica.
Nosotros estamos al lado, impulsando una revolución neurocientífica,
pero también somos los primeros que tenemos que alertar a la sociedad",
asegura.
Nuevos 'neuroderechos'
El grupo impulsado por Rafael Yuste desarrolla sus preocupaciones en torno a cinco neuroderechos:
1.- Derecho a la identidad personal. Estos
especialistas temen que al conectar los cerebros a computadoras se
diluya la identidad de las personas. Cuando los algoritmos ayuden a
tomar decisiones, el yo de los individuos puede difuminarse.
2.- Derecho al libre albedrío. Este neuroderecho
está muy conectado con el de la identidad personal. Cuando contemos con
herramientas externas que interfieran en nuestras decisiones, la
capacidad humana para decidir su futuro puede verse en entredicho.
3.- Derecho a la privacidad mental. Las herramientas
de neurotecnología que interactúen con los cerebros tendrán capacidad
para recopilar todo tipo de información sobre los sujetos en el ámbito
más privado que podamos imaginar: sus pensamientos. Los expertos
consideran esencial preservar la inviolabilidad de los 'neurodatos' que
generan los cerebros humanos.
4.- Derecho al acceso equitativo a las tecnologías
de aumentación. Yuste cree que las neurotecnologías traerán innumerables
beneficios para los humanos, pero teme que se multipliquen las
desigualdades y privilegios de unos pocos, que accedan a estas nuevas
capacidades humanas.
5.- Derecho a protección contra sesgos y
discriminación. En los últimos años hemos conocido numerosos casos en
los que los programas y algoritmos multiplican los prejuicios y sesgos.
Este derecho pretende que esos fallos se busquen antes de ponerse en
marcha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario