Imagen tomada de universopoetico.com
El silencio llega sin pedir permiso. Cae dramático como un gran cobertor invisible cargado de un poder sobrenatural que acalla las voces cotidianas. Es un momento mágico donde el alma se transforma en un ente de cuarta dimensión.
Los minutos de silencio se gozan en compañía de fantasmas blancos, atardeceres casi olvidados, recuentos presentes y canciones tarareadas en la mente. Mientras la mirada se mantiene fija en la nada, los recuerdos llegan como presencias inertes y diáfanas en el tiempo sin retorno.
El ruido externo es abstracto y distante a la propia respiración controlada y a la contemplación de los sentidos. Justamente, este se convierte en el estado cumbre para hacer un adecuado repaso de lo hecho y de lo que está por hacerse. La incertidumbre y los deseos se miden en un pulso interno en medio de un largo túnel húmedo, con tramos luminosos y otros espesamente oscuros.
No es necesario un cambio de almanaque para que este silencio sanador nos acompañe. Él nos visita de improviso, nos secuestra y arrebata en cualquier instante para llevarnos a lugares intensos y escondidos en rincones polvorientos de nuestro ser, en donde están ocultas las verdades y las respuestas a todas nuestras interrogantes.
Katmarce
Publicado por Katmarce
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